El tutor 38

"No puedo hacerlo... Yo, no puedo estar contigo, Brandon, tengo mucho miedo" pensó desesperado, cerrando los ojos con fuerza, dispuesto a echar a Brandon definitivamente de su vida.

El tutor 38

Usted no tiene remedio; es como un niño que patea la misma piedrita sin poder moverla, una y otra vez, solo porque no ve que es la punta de una montaña.

En el psiquiátrico de San Johns, en Queens; en uno de los mejores psiquiátricos de New York, había un atratactivo y misterioso hombre, que era un enigma para quienes trabajan en el lugar.

A los enfermeros y especialmente a las enfermeras, les gustaba mucho suponer sobre la vida de ese "paciente".

Algunos decían que era un heredero de una familia rica, que había sido injustamente encerrado en ese lugar, para que no pudiera cobrar su herencia.

Otros decían que era alguna clase de famoso o modelo, que se había escapando de su trabajo por alguna crisis y por eso estaba ahí.

Algunos inclusos se aventuraban a decir, que era un importante testigo en algún caso de mafia o de corrupción, y que por eso estaba ahí; lo tenían protegido en ese lugar.

El punto era, que todos los que trabajaban en el San Johns sabían algo, que sin duda les inquietaba: Ese hermoso hombre no estaba loco, ni mostraba indicios de algún problema mental.

Las enfermeras solían chismear sobre que se podía tener una conversación amena y tranquila con ese paciente si lo intentaban, aunque la mayoría no se atrevía a hacerlo, por lo hermoso e intimidante que era el hombre.

Él tenía un sedoso y hermoso cabello color chocolate; brillantes ojos color verde oliva; la piel ligeramente bronceada, ya que le gustaba sentarse a mirar el cielo por las tardes; medía un metro noventa y tanto, siendo también, muy musculoso.

A las enfermeras y a algunos enfermeros, les encantaba ver sus ejercicios diarios en el jardín trasero, con unas pesas que un misterioso hombre le había llevado, cuando el paciente ingresó al instituto.

Todos no entendían por qué ese hombre se había internado en el San Johns. Él día en que llegó, el hombre simplemente había dicho que necesitaba estar ahí dentro, que era una peligrosa e inestable bomba de tiempo que podría matar a todos a su alrededor sin darse cuenta... Que necesitaba vigilancia todo el tiempo y por eso estaba ahí.

Los psicólogos del instituto lo evaluaron y analizaron, que no necesitaba estar internado, pero un así, el hombre habló con el director del hospital junto con otro que parecía ser un pez gordo en los negocios y terminaron aceptándolo, e incluso, el propio director le pidió personalmente a todo el personal, que obedecieran al paciente en todo lo que este les pidiera.

El hombre por las mañanas, parecía trabajar en su habitación, dibujando cosas y sacando cálculos con equipos que le habían llevado luego de internarlo; parecía ser alguna clase de arquitecto o ingeniero; uno muy bueno, al parecer.

También, él mismo mantenía limpia su habitación y ayudaba a los enfermeros a controlar a los demás enfermos. Era un hombre simplemente interesante e intrigante, que a veces se mantenía viendo al aire con la mirada perdida, como si recordará algo doloroso.

Para todos en el San Johns, Oliver Hendricks era lo más parecido a un ídolo, casi como si fuera un mito viviente.

Brandon...

El humo del cigarro subía lentamente como un hilo hasta llegar al techo, donde se acumulaba como una tóxica nube y luego descendía, bañándose a sí mismo y a toda la habitación de esa forma.

Estaba tirado en el sofá de la sala; había un dosier habierto en la mesa, con todos las evidencias, documentos y fotos, todo desperdigados por la mesa. Tenía un vaso de ron en una mano y lo mecía al ras del suelo, haciendo tintinear el hielo junto con el líquido.

Brandon se sentía como la mierda, la total y absoluta mierda.

No había vuelto a tomar ni a fumar, aún así, las ansias y la desesperación de toda la situación, le había llevado al borde de tener un cigarrillo prendido en la sala todo el tiempo y a tener también, un vaso de ron siempre servido.

Todos los días luchaba con la necesidad de volver a caer en esos vicios. Había notado, que solamente se forzaba a esas cosas, cuando sentía que realmente había hecho mal las cosas.

Cuando se daba cuenta de lo patético e incompetente que en realidad era.

Todos los días luchaba con la sensación, y todos los días ganaba, porque sabía que Roger y Cameron no se lo perdonarían.

Porque sabía que Caleb estaría aún más decepcionado de él.

El mismo Caleb que llevaba dos semanas desaparecido.

Su ex había botado su teléfono en frente de su casa y no había vuelto a la de él, ni siquiera su carro había aparecido.

Fue como si se lo hubiese tragado la tierra... Y tal vez podría haber sido así.

La familia y los amigos de Caleb automáticamente se habían alertado y habían denunciado a la policía su desaparición... Pero con el pasar de los días, simplemente no conseguían indicio alguno de su paradero.

Brandon lo tenía claro; Caleb se había escapado por su culpa, seguramente aterrado de sí mismo por lo que había hecho... Por haberle intentado matar.

Puso el vaso de ron en la mesa y se sostuvo los cabellos, desesperado.

Todo era su culpa, todo.

No podía olvidar la mirada desesperada de Helen cuando apareció en el departamento para pedirle que encontrara a Caleb; no podía olvidar las palabras de Daniel cuando este sostuvo a su esposa.

—Por favor, Brandon... Por lo que más quieras, consigue a Caleb, no dejes que huyas de nuevo... Que huya de nosotros.

Pero Brandon... Simplemente les falló, así como le falló a Caleb, a Tim, a Sam... Como a todos en general.

No había rastros, ni testigos, ni nada en general.

Así que Brandon pasaba sus días en su casa, sin siquiera salir, resolviendo casos desde ahí y siparar de pensar.

Eso hacía todo el tiempo, pensar, pensar en Caleb y en dónde estaría; en qué haría; en qué cosas pensaría.

Y en qué le diría si en algún momento lo volviera a ver.

—Caleb... —susurró con la voz ronca; era la primera vez en toda la mañana que escuchaba su propia voz.

¿Habría algo que él lograría hacer bien en su vida?; él ya no se creía capaz de nada.

Brandon simplemente cerró los ojos y suspiró. No sabía que ha-

En ese momento empezó a sonar su teléfono; él simplemente lo dejó sonar hasta que la llamada se cayó.

Él teléfono repicó otras tres veces antes de que se dignara a contestar.

—Hola... —dijo con la voz ronca.

—¡¿Qué de demonios estás haciendo, idiota?!

La voz de Bryan sonó tan duro, que tuvo que quitarse el teléfono del oído y ponerlo en la mesa. Era difícil creer que ese vozarrón era de alguien que hace poco había sido devorado por el fuego hasta dejarlo irreconocible.

—Bryan —se quejó Brandon simplemente, pasándose la mano por la cara—, ¿qué diablos quieres?

—Decirte que eres putamente difícil de contactar y que ya terminaron de reconstruir mi hermosa cara —indicó Bryan animadamente—. Soy una momia de nuevo, pero seguro estaré sexy y bello para cuando me las quiten y me realicen otras tres operaciones que me harán luego para corregir algún fallo.

—Ah. Bien por ti.

—También te llamo para decirte que dentro de unas dos semanas, en lo que terminan de arreglarme la piel, me pondrán la pierna protésica, será de titanio.

Así que, más te vale que me encuentres a Caleb de una buena vez, o, para cuando termine mi rehabilitación, iré a tu casa a meterte el puto pie de metal por el culo, ¿quedó claro?

Brandon bufó al escuchar esto.

—Pues bien puedes venir de una vez en sillas de ruellas y clavarme la maldita prótesis por el culo... No sé dónde está Caleb, no lo pude encontrar... Y no tengo idea de en dónde está. —Se tiró en el sofá de nuevo.

La línea se mantuvo en silencio unos segundos.

—¿No puedes o no quieres? —increpó Bryan lentamente.

Brandon se levantó de nuevo.

—No digas estupideces. La persona que más quiere encontrarlo, soy yo —refutó con un leve gruñido, casi aplastando el teléfono de la rabia que tenía.

—Eres el mejor investigador del departamento. Conoces a Caleb mejor que nadie, sabes perfectamente cómo piensa... Si aún no lo has encontrado, es porque no quieres; tienes miedo de que Caleb te rechace —indicó Bryan con un gruñido.

—No seas ridículo. Caleb ya me ha rechado cientos de veces, una vez más no es-

—Entonces tienes miedo de que Caleb te mate —le interrumpió Bryan secamente—, o mejor dicho, tienes miedo de que mueras en alguna de sus psicosis y Caleb se termine suicidando por eso.

Brandon se congeló unos segundos.

—¿Cómo...?

—Los padres de Caleb ya me lo explicaron todo al detalle —indicó Bryan lentamente—... Brandon, yo no puedo cuidar a Caleb ya, lo dejé en tus manos porque es lo correcto.

Demuestrame a mí y a Caleb, qué tanto lo amas pese al hecho, de que él podría matarte mientras duermes a su lado.

Así que deja de quejarte sobre lo patético que eres y busca la forma de encontrar a Caleb, de una buena vez. Adiós.

Bryan le cortó de golpe.

Brandon se quedó con las palabras y los repliques en la boca.

—Mierda —murmuró, tirando el teléfono en el sofá para luego, frotarse la cara con las manos.

Pues sí, la verdad que sí tenía miedo de encontrar a Caleb, tenía miedo de todo lo que dijo Bryan y más.

A lo que más miedo le tenía, era a que simplemente, no pudiera salvar a Caleb de esas sombras... Él no poder sacarlo de ese estado de delirio, era el mayor terror y frustración de Brandon.

Le tenía terror a la posibilidad de perder a Caleb totalmente por culpa de Howard Cloud y de el asesino de la "C", Jasper.

Una profunda y oscura parte de Brandon, prefería morir que saber la respuesta a esos quizás.

—Pero... —murmuró Brandon, pisando la colilla del cigarrillo en el cenicero.

Él no podía seguir escapando porque con el tiempo, el arrepentimiento de haber dejado a Caleb solo otra vez, crecería más y más.

Y su amor por ex novio, su deseo por volver a ser lo que habían sido en sus mejores días, en los días más brillantes y hermosos de su vida, superaban por mucho todos sus miedos.

Solo debía de confiar y lanzarse al vacío que los separaba, rezando que en algún momento de la caída, su mano encontraría a la de su amado.

Así que así fue como Brandon tomó las llaves de su carro y salió en búsqueda de Caleb.

::::::

Brandon aparcó en el estacionamiento de la torre Diamon's y se dirigió a la constructora ubicada en la punta. No tenía una cita con el señor Darren Clarkson, pero él no pensaba irse de ahí sin haber hablado antes con este.

Brandon había estado analizando la situación por todo el camino.

Caleb debía de sentirse como alguna clase de loco, capaz de matar a su propia familia, así que debía de estar aislado en algún lugar; era improbable que Caleb se hubiera marchado del estado, porque se habría preocupado por dejar atrás a su familia.

También, Caleb debía de tener alguna clase de flujo de dinero que le permitiera mantenerse y del que pudiera disponer y usar en caso de emergencia, por sí debía de ayudar a la familia o a sus amigos en algún caso.

Eso solo dejaba a Darren Clarkson como el único cómplice de Caleb. Este ya había demostrado en anterioridad que era susceptible a las necesidades de su ex novio, por lo que pudo volver a ayudarlo esta vez también.

Si alguien era capaz de hacerlo, ese sería sin duda alguna el dueño de la compañía para la que Caleb trabajaba.

Brandon entró al ascensor y presionó el botón de la última planta. Justo cuando cuando las puertas se cerraron, una mano se atravesó y lo detuvo.

—¡Ah. Lo detuve a tiempo! —Brandon reconoció la voz de inmediato.

Cristopher Stone suspiró aliviado mientras las puertas se abrían. Se detuvo cuando notó su presencia en el interior.

—Brandon...

—Cristopher —devolvió sin inmutarse. Cris parpadeó unos segundos y entró al elevador.

El chico rubio y de ojos ámbar, llevaba una camisa celeste con rayas verticales negras; pantalones y zapatos oscuros, y una corbata blanca.

Las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir. El elevador quedó en el silencio por unos segundos.

—¿Vienes por Caleb? —preguntó Cristopher de manera casual.

—Sí, creo que el señor Clarkson lo está ayudado a mantenerse oculto —indicó simplemente.

—¿Tienes una cita con el jefe?

—... No, no la tengo.

—Bien, te ayudaré a entrar para que lo veas —indicó Cris simplemente.

Se mantuvieron en silencio por un rato nuevamente.

—Caleb, antes de desaparecer, me contó sobre todas las cosas que le hiciste. —Brandon se erizó al escuchar las palabras del arquitecto—. Y quiero decirte, que era un maldito bastardo, Brandon; lo que mereces, es que él te tire a la calle en cuanto te vea.

Él agachó la cabeza y apretó los puños.

—Lo sé... Yo no merezco nada de Caleb, nunca lo merecí —admitió en un susurro—... Aún así, quiero estar a su lado, porque la única persona que lo puede hacer feliz, soy yo.

Cristopher Stone soltó una falsa risita de diversión.

—Te lo tienes bien creído, Mayer, pero al final, quién decide eso, es Caleb, no tú.

Brandon lo miró de reojo.

—¿Sigues interesado en Caleb? —preguntó más con curiosidad que otra cosa.

Cristopher no respondió, simplemente miró a la puerta, que en ese momento se abrió. Cris lideró el camino, mientras que Brandon simplemente ajustó sus lentes y le siguió.

No tuvo problemas en atravesar la seguridad ya que Cristopher, como el provisional director general del departamento de diseño y construcción, le cedió el paso fácilmente.

Ambos se dirigieron a la oficina del señor Darren Clarkson.

—Brandon, cuando encuentres a Caleb —indicó Cristopher al llegar a la puerta—, dile de mi parte, que sin importar cual sea su problema, sus amigos y familiares le apoyaremos, así que no tiene que seguir ocultándose.

Entonces Cristopher tocó la puerta y dijo su nombre en voz alta, para luego irse.

Antes de que Brandon pudiera detenerle y hablar bien con Cris...

—Ah. Cris, pása porfavor —indicaron desde el otro lado de la puerta.

Brandon se detuvo y suspiró, para luego entrar a la oficina.

Clarkson estaba recostado en su enorme sillón, viendo a la ventana mientras hablaba por teléfono.

—Sí cariño, sí, ya me tomé los medicamentos —indicó suavemente el magnate; en vez de molesto, parecía divertido—. Tranquila Annie, que solo es una gripecita sin importancia... Sí, cariño, también me tomo la infusión... Sí, tranquila, cuídate preciosa. Yo también te amo. Adiós.

—¿Hablando con su novia? —preguntó Brandon entonces.

Darren Clarkson saltó del sillón y lo miró unos segundos, antes de volver a sentarse...

—Así que es usted —dijo simplemente, sin mostrar algún gesto de sorpresa por su parte—. No, no era mi novia o algo por el estilo, Annie es mi pequeña adorada, tiene seis años.

—¿Casado? Usted no tiene apariencia de casado, no creí que tendría que incluso tendría hijos —indicó Brandon, sentándose frente a Clarkson.

El señor Clarkson solo sonrió levemente, para luego sacar un puro y encenderlo.

Clarkson era un hombre de aspecto estilizado y figura tan elegante como su costosa ropa; no parecía especialmente musculoso, pero definitivamente no era un debilucho. De piel morena, casi chocolate oscuro; sus facciones eran cuadradas y juveniles, aunque su oscuro cabello peinado hacia atrás, estaba teñido con algunos mechones cada vez más y más blancos.

Sus ojos oscuros le perforaron unos segundos mientras absorbía el humo del tabaco y luego lo expusaba.

—Créame, señor Mayer, yo nunca soy lo que aparento. —Señaló su cara—. Aunque me veo viejo por las canas, usted y yo tenemos más o menos la misma edad y no, no estoy casado, soy viudo... Mi esposa murió cuando mi pequeña Annie nació.

—Lo siento mucho —dijo Brandon rápidamente.

—Ah. No se preocupe por eso —desestimó Darren con un leve ademán con el puro—. Tampoco no soy de ir de flor en flor. Soy más bien del tipo trabajador que solo espera terminar sus labores, para ir a casa a ver a su hija y pasar tiempo con ella.

—Comprendo, se refugia en el trabajo y en su hija para no recordar su perdida —analizó Brandon lentamente. Darren asintió al poco.

—Sí... Podría decirse que sí —murmuró el magnate—... Pero supongo que no vino a saber sobre mi vida, ¿no, señor Mayer? —Se cruzó de brazos—. Le sugiero que se apure con sus preguntas, como en —revisó su reloj— diez minutos, tengo una reunión, así que vaya al grano que el tiempo es oro.

Brandon asintió levemente.

—Está bien... Me gustaría que cooperara conmigo y, sin muchos problemas, me dijera en dónde está Caleb.

Clarkson sonrió misteriosamente, sacudiendo el puro en el cenicero que tenía a la mano.

—Así que usted supone que yo sé en donde está Caleb, ¿no? —preguntó el magnate con el ceño fruncido, confundido. Brandon titubeó un poco.

—No supongo, lo creo.

De pronto Clarkson se rió abiertamente.

—Pues sí, sí que sé en dónde está, de hecho, yo fuí quién lo llevó en donde está ahora mismo.

Brandon apretó la mandíbula. Ese sujeto era extremadamente impermeable, él simplemente no podía leerlo.

Las habilidades de actuación de Clarkson, iban más allá de algo aprendido, esto era habilidad innata, desarrollada y explotada durante toda la vida.

—¿Por qué le dijo a la policía que no sabía en dónde estaba Caleb? —dijo Brandon con un leve gruñido.

—Porque la policía no es usted, Brandon Mayer. —Le señaló con el puro antes de apagarlo y guardarlo—. Sabe, no entiendo cómo las cosas llegaron al desastre que son ahora, pero no debo imaginar mucho, para saber que es culpa de usted.

—¿Por qué dice eso?; ¿algo le contó Caleb? —preguntó algo ansioso.

Tenía que cuidar sus palabras, de lo contrario, ese hombre no le diría donde estaba Caleb.

Por su parte, el señor Darren solo se encogió de hombros.

—Para nada, Caleb solo me pidió ayuda y yo se la dí sin preguntar —explicó—; lo que ocurre, es que su rostro es muy obvio, señor Mayer. Ahora mismo, usted es un simple y horrible amasijo de culpa y tristeza.

Supongo que es muy díficil afrontar el hecho de que usted es el culpable de la mayoría de las cosas que ocurren con Caleb.

Brandon frunció el ceño.

—Tengo mis contactos —fue todo lo que dijo Clarkson.

—¿A dónde quiere llegar usted? —preguntó Brandon entonces, mirando su reloj para ver qué habían pasado tres minutos.

—A nada específico en realidad; solo quiero ver si hay algún motivo por el cual, usted tenga derecho a la información que yo poseo... Y hasta ahora, no he visto nada que me lo demuestre —Darren parpadeó lentamente.

—Necesito hablar con Caleb.

—¿Y arruinar más las cosas con ello? No gracias. —Negó con la cabeza—. Me costó lo suyo, hacer que Caleb entrara en razón y se quedara en el estado. No permitiré que usted termine de hacer que huya.

Brandon se levantó, molesto.

—¡Y una mierda lo que dice! —espetó molesto—. ¡Usted solo lo quiere para que le haga ganar dinero!

Darren Clarkson ni siquiera parpadeó con su afirmación, lo que molestó muchísimo más a Brandon. El magnate sacó el puro y lo giró entre los dedos.

—Señor Mayer, por favor, cálmese y siéntese.

Brandon respiró con fuerza y se tiró en el sillón.

—Creo que sigue sin entender la magnitud del problema.

—¿Qué demonios quiere decir con eso? —Se frotó el ceño, para luego mirar a Clarkson a los ojos—. Mire, no tengo ni el tiempo, ni la paciencia para esto. Hagámoslo por las buenas, o, entonces-

—¿Entonces qué? —preguntó Clarkson, entrecerrando los ojos—. ¿En verdad cree que está en posición para amenazarme? ¿A mí? Definitivamente el ego lo tiene por las nubes, señor Mayer. —Se carcajeó como si todo fuera una simple mala broma.

—Por Caleb haré lo que sea necesario, incluso tener que hablar un rato con su hija al respecto —siseó molesto.

Solo entonces, Clarkson dejó de reírse y lo miró fijamente con el gesto neutro.

La habitación se llenó de una sofocante tensión, como si dos leones estuvieran a punto de matarse entre ellos al menor pestañeo.

Brandon sabía que ese señor era extremadamente peligroso... Pero en ese momento, no le importaba en lo más mínimo, solo quería encontrar a Caleb a cualquier costo.

Pero el señor Clarkson suspiró fuertemente al final, para recuper su sonrisa somnolienta.

—Usted no tiene remedio; es como un niño que patea la misma piedrita sin poder moverla, una y otra vez, solo porque no ve que es la punta de una montaña. —Le señaló con su puro—. Oiga, usted me cae bien, así que solo por usted, voy a cancelar una reunión que me dará miles de millones de dólares si la hago hoy, y la pospondré para mañana.

El magnate sacó su teléfono y habló unos minutos para retrasar la reunión, entonces colgó y lo miró unos segundos.

—Sé que a usted no le interesa saber sobre mí, pero me gustaría que escuchara —indicó el magnate entrecerrando los ojos—. Antes de tener esta increíble constructora y ser uno de los hombres más ricos de New York, yo era un hombre simple, un contratista como cualquier otro; casado con una maravillosa mujer y con una simple vida, excepto por el hecho de que a mí me gustaba jugar a las cartas, me gustaba mucho.

Yo era feliz con mi vida tranquila, pero siempre quise más; quería una enorme empresa; manejar cientos de millones de dólares y darle a mi amada Tania todo lo que quisiera, así que yo jugaba en los domingos, en distintos casinos para ganar dinero y así amasar un capital que pudiera invertir en el futuro.

Honestamente, yo era muy bueno, y empezaba a tener un pequeño capital para poder tener, ese gran sueño que tenía... Hasta que empecé a perder y a perder y a perder.

Empecé a gastar del presupuesto de la familia, para recuperar lo que había perdido, creyendo que eso me devolvería a los escalones de mis sueños... Tania siempre me decía que dejara los juegos, que estábamos bien como estábamos y que eso le bastaba a ella y a nuestra bebita, que estaba por nacer.

Obviamente yo no le hice caso. Ciertamente estábamos bien, pero podíamos estar mejor, y, yo haría cualquier cosa para lograr ese sueño que tenía, para y por nuestra familia.

Incluso era capaz de apostar la casa en la que vivíamos en ese tiempo, casa que por cierto, perdí en la mesa de altas esferas en la que estuve cierta noche en específico... Quedé devastado.

... Cuando le tuve que contar a mi esposa lo que hice, lo que logré; el hecho de que teníamos que desalojar la casa que con gran esfuerzo había hecho desde los cimientos, para nosotros... Ella entró en shock y con ocho meses, su cuerpo entró en estado crítico y le provocó un aborto espontáneo.

Los médicos lograron salvar a Annie, pero mi esposa había perdido mucha sangre por culpa del estrés que le causé... Ella murió enteramente por mi culpa, porque yo creí que sabía más que ella, porque creía entender qué era lo que necesitaba, incluso más que ella misma.

Ella murió por mi total ineptitud e incompetencia como hombre y como esposo.

Terminé con una hija recién nacida, viudo, sin hogar y lleno de deudas por mis apuestas... Hice lo único que podía hacer, luchar justamente contra mí mismo, mis errores y mi culpa, para pagar por todo el mal que había cometido... Y ahora míreme, estoy aquí, en el edificio más alto de Walt Street; erigiendo a la mejor constructora del país, que sigue en crecimiento de manera satisfactoria, por cierto; manejando, no cientos de millones, sino miles de millones; con la capacidad monetaria para comprar incluso una docena de islas vírgenes para mí hija si ella me lo pide... Con tantos bienes materiales... Y sin lo más importante de mi vida.

Alguien vivo y muerto a la vez, eso es lo que soy... Y eso es lo que será usted como siga así... Tener las posibilidades de hacerlo todo, no significa que pueda hacerlo todo; las cosas tienen límites, señor Mayer, y si los cruza, usted seguirá alejándose más y más de Caleb. Si no empieza a hacer las cosas bien, volverá a perderlo, y esta vez para siempre.

Brandon se mantuvo callado, con los labios apretados.

—Usted era un buen hombre cuando estuvo al lado de Caleb, un buen hombre que perdió el rumbo, cuando decidió rendirse en vez de seguir luchando, en el momento en que Caleb lo alejó.

—Era difícil pelear, cuando ni siquiera sabía qué ocurría con él —murmuró Brandon por fin.

—Oh. Vamos, usted sabe que eso es mentira. —Clarkson lo señaló levemente—. Era más fácil rendirse que seguir luchando. Sentía que todo lo que hizo para salvar a Caleb fue en vano; no fue capaz de ver, que lo único que había logrado hasta ese momento, fue sacar el cuerpo de Caleb de aquella casa, no su corazón.

Caleb lleva años tratando de lidiar con la parte que perdió en su juventud y con las cosas que vivió y que todavía vive... El que no haya sido capaz de tampoco ver eso a través de su odio y desesperación, es prueba de que, a pesar de todo, usted realmente no ha cambiado del todo por Caleb, usted en este momento, no es apto para verlo.

Porque si lo ve en su actual condición, lo más probable es que lo termine de romper con lo que sea que le quiera decir.

El señor Clarkson en ese momento sacó de otro de los bolsillos del sacó, una tableta de chocolate, picó un trozo y se lo comió, para luego picar otro trozo e inclinarse hacia él con un gesto de entregárselo. Brandon no se movió, solo observó el suelo, apretando sus rodillas hasta casi hacerse daño.

—Entonces, ¿qué quiere que haga? —preguntó frustrado—. Si voy a ver a Caleb, seguramente lo perderé, como usted dice, pero si me quedo sentado, sin hacer nada, entonces nada cambiará, así que, ¿qué demonios se supone que haga?

Darren Clarkson colocó el trozo de chocolate en la mesa y se irguió elegantemente.

—Yo no puedo responderle eso, señor Mayer, pero creo que la respuesta es muy obvia. —Señaló el chocolate—. ¿Qué es lo que más desea en este momento?

Brandon observó el pedazo de chocolate y lo recogió.

—Quiero... Quiero pedir perdón y no dejarle ir de nuevo; quiero decirle cuánto lo amo a pesar de todo... Quiero tenerlo a mi lado, eso es todo lo que quiero —murmuró algo afectado.

—¿Y qué le impide tener eso? —preguntó Darren con una leve, pero entendedor a sonrisa—. No son lo traumas o la desaparición de Caleb lo que le detienen, sino usted mismo.

—No busque soluciones clínicas, ni traté de psicoanalizarse o psicoanalizar a Caleb, simplemente... Sea usted.

Brandon apretó el chocolate y parpadeó para aguantar las lágrimas.

—¿Dónde esta él? —preguntó lentamente. Esta vez Darren Clarkson asintió lentamente.

—Vaya al psiquiátrico San Johns, en Queens y pregunte por el paciente Oliver Hendricks, él le dirá dónde está Caleb.

Brandon lo observó unos segundos.

—¿Por qué ahora si me dice cómo encontrarlo? —preguntó algo confundido.

—Porque usted es un buen hombre, señor Mayer, y también, porque usted no es idiota, usted sabe que es lo que quise decirle con todo esto. —Se encogió de hombros—. Aparte de que si no le hubiera dicho, seguramente solo tardaría un par de días más en ubicarlo.

—Creo que nunca entenderé sus motivos para actuar —dijo él simplemente. Darren soltó una larga carcajada antes de levantarse.

—Y yo creo que ya sabe por qué soy como soy, señor Mayer, solo le falta algo de experiencia para darse cuenta de las cosas. —ajustó su sacó y se inclinó levemente—. Fue un gusto hacer negocios con usted, pero creo que ya debería de ir a buscar a su hombre.

Con su permiso, me iré a ver a mi hija. Suerte en su búsqueda, señor Mayer.

::::::

La enorme edificación blanca, con altos muros electrificados, verjas de hierro y hermosos jardines internos y externos, se presentó frente a Brandon en ese momento.

Él lo observó todo desde su auto durante una media hora, pensando en todo lo que le había dicho el jefe de Caleb.

Internalizando que había llegado el gran momento... El momento de ver, realmente ver, a su Caleb; de ver los vestigios que quedaban de su amado hombre.

Brandon se estacionó y se dirigió a la recepción, observando los impresionantes vitrales y enormes ventanales, así como las elegantes paredes de crema con una gruesa franja naranja que cruzaba el medio y que tenía plasmada, el patrón de unas flores en blanco; los pisos eran de un lustroso negro y los techos de un blanco con estampado victoriano en negro.

La enfermera recepcionista estaba detrás de un grueso y enorme mostrados de madera oscura.

—Buenos días, señor, ¿Qué se le ofrece?

Brandon carraspeó un poco.

"Estoy cerca de Caleb, muy cerca" Pensó algo ansioso.

¿Cómo estaría Caleb? ¿Qué haría al verlo?

—Vine de parte del señor Darren Clarkson, a ver al paciente Oliver Hendricks.

La amable sonrisa de la enfermera, se volvió rápidamente en confusión.

—Eh. ¿Disculpe? ¿Podría repetirlo?

—Vine a ver a Oliver Hendricks, Darren Clarkson me mandó de su parte; si quiere, puedo contactarse con él, el señor Clarkson le dirá-

—No, no es necesario —dijo la enfermera entonces, antes de negar algo confundida—. Disculpe, es solo que el señor Hendricks nunca había tenido visitas y... B-bueno.

Brandon no parpadeó, pero si se sentía algo curioso al respecto. La enfermera se carcajeó algo incomoda.

—Ah. Mejor olvídelo. Venga, le llevaré hasta donde está el señor Hendricks. Ahora mismo debe de estar en la sala de juegos.

La enfermera, cuya placa decía que se llamaba Diane, le pidió a una enfermera que le cubriera a una compañera y le llevó unos cinco minutos, llevarlo hasta una puerta de cristal que daba a una enorme sala donde muchos pacientes estaban entreteniéndose con algunos juegos, una enorme televisión y algunos enfermeros; la enfermera le hizo cruzar toda la habitación hasta llegar a otra, donde parecía una pequeña sala llena de juegos de mesa.

En el fondo había un grupo de enfermeros que estaban reunidos alrededor de un hombre muy alto y fornido que estaba de espaldas a la entrada. La enfermera suspiró.

—Dios, esos sujetos no dejan en paz al señor Hendrick nunca, se nota que les gusta perder contra él —comentó ella distraídamente.

Brandon no le escuchó, él estaba paralizado.

Estaba de espaldas, no podría reconocerlo así.

Y aún así, sabía que era él.

Sin prestarle atención a la enfermera, cruzó la sala hasta llegar a unos escasos tres metros de ese hombre de espaldas a él.

—Jaque mate —celebró el alto y musculoso hombre y los demás enfermeros se burlaron del otro jugador.

Brandon lo escuchó carcajearse, y no tuvo dudas, era él, era...

—Caleb...

Fue solo un murmullo, un simple y casi imperceptible murmullo, pero eso detuvo la carcajada del enrome hombre de espaldas a él, en seco.

El hombre se volteó lentamente hacia Brandon, mientras que los enfermeros le miraban con curiosidad.

El cabello casi rapado de color chocolate; ojos color verde oliva; la piel algo tostada por el sol; una barba algo larga. Estaba vestido con una suave camiseta blanca y un pantalón de pijama; ambas prendas le quedaban ajustadas por lo musculoso que estaba, seguramente porque no le consiguieron ropa de su talla.

—Caleb —volvió a decir Brandon, esta vez algo más duro.

Caleb seguía congelado, observándolo fíjamente con una sombra de risa en sus labios. Brandon dió un paso al frente, queriendo tocarlo y...

—Ca-

Oliver Hendricks... O mejor dicho, Caleb Prescott, saltó de la silla y se pegó a la pared del fondo, empujando a todos a su alrededor. Los enfermeros lo observaron boquiabiertos unos segundos antes de actuar.

—¡No, no por favor, Brandon, por favor, aléjate de mí! —gritó aterrado y totalmente alterado.

—Oliver, vamos hombre, respira y cálmate —le decían algunos de los enfermeros, midiendo con cuidado a Caleb.

Pero los ojos de este, estaban llenos de terror.

Brandon se congeló un momento y luego inspiró con fuerza. Los enfermeros trataban de calmar a Caleb, sosteniéndolo con suavidad.

Pero Caleb los empujó de pronto, totalmente alterado.

—¡No, por favor, Brandon, aléjate! ¡Aléjenlo de mí! ¡Podría matarlo, por favor, chicos! —gritaba desesperado.

—Caleb, por favor, escúchame.

Caleb se tapó los oídos desesperado, revolviéndose.

—Cal-

—¡¡NO!!

Caleb trató de salir corriendo del lugar, al punto de que casi taclear a uno de los chicos.

—Caleb por favor... —dijo Brandon algo frustrado, queriendo hacer algo para calmar a Caleb.

Pero lo único que pudo hacer, fue el dejarle espacio a los enfermeros para actuar, y ver frustrado e importente, como estos sedaron a Caleb hasta dejarlo inconsciente en el suelo.

Caleb...

Lentamente, él fue abriendo los ojos y tomando consciencia, como si en el fondo, no quisiera despertar de ese sueño.

Caleb parpadeó levemente para luego cerrar los ojos de nuevo y acurrucarse en la cama, debajo de las sábanas, tratando de ocultarse del mundo.

De su mundo.

Él frunció levemente el ceño y trató de volver a dormirse, sin embargo, en lo único que podía pensar, era en el momento en que Brandon volvió a encontrarlo, como siempre lo hacía.

Sus días en el psiquiátrico habían sido tan calmados y placenteros; ya ni recordaba hace cuánto había sentido tanta tranquilidad, aunque eran algo insípidos e intrascendente, Caleb se había sentido más estable que nunca; las risas y las manos fantasmas no lo perseguían y su mente la notaba más despejada.

Si bien, una parte de él había querido volver con Brandon, él sabía que era lo mejor estar ahí, recluído... Porque podría matar al amor de su vida si sufría otra crisis como la que pasó semanas atrás.

Caleb apretó los ojos y frunció el ceño; una lágrima se le escapó de las ranuras, pese a que trató de mantenerla bajo control.

Aunque tratará de tapar el sol con un dedo, sabía que igualmente, jamás podría estar con nadie más; él estaba demasiado dañado como para tener otra relación, no podría soportarlo.

El amor que sentía por Brandon, estaba nuevamente demasiado presente, como para dejarlo estar.

Un amor que jamás podría sacar a relucir, sí eso implicaba que Brandon, nunca estaría a salvo cerca de él.

"Brandon..." Pensó en ese momento como si hubiera descubierto algo, abriendo los ojos con ello.

Había estado tan asustado y asqueado en el momento en que su ex lo encontró, que ni siquiera paró a pensar en cómo la estaba Brandon.

¿Abría ganado peso?, ¿lo habria perdido? ¿Cayó nuevamente en sus vicios? ¿Qué pensaba de la situación? ¿Estaba asqueado y horrorizado? ¿Sentía culpa por todo lo que pasaba?

¿Cuál fue su expresión cuando lo encontró?

Caleb cerró los ojos y trató de concentrarse en el momento, pero la imagen de Brandon se le escapaba; había estado tan asustado, tan histérico, que ni siquiera sé había atrevido a mirarlo, solo recordaba el rostro sorprendido de los enfermeros.

Eso hizo que se sintiera peor consigo mismo.

—Ni siquiera pude verlo a la cara —murmuró algo frustrado y triste—. No tuve el valor de verlo a la cara. Soy patético.

—Bueno, pues ahora puedes verme a la cara; tenemos todo el día y hasta la noche si quieres, para recoger todo el valor que quieras.

Caleb se congeló, sorprendido.

ÉL estaba ahí, Brandon.

"¿Pero cómo?" Pensó confundido.

En un principio, le costó quitarse las sábanas durante un par de minutos, pero como Brandon no iba desaparecer mágicamente en el aire, al final inhaló profundamente para luego quitárselas. Se sentó.

Frente a Caleb, estaba el hombre de su vida, vestido con una camisa negra manga larga; una chaquetilla gris claro, casi blanco; una corbata de un rojo fuego; pantalones de vestir y zapatos de charol negros.

El semblante de Brandon era totalmente de póker, con los ojos ligeramente entrecerrados, mirándolo analíticamente.

Ambos se observaron por unos minutos, como si fuera alguna especie de batalla entre miradas... Hasta que Brandon suavizó la mirada y miró el suelo.

—En verdad lo siento, Caleb. Como siempre, toda esta situación es mi culpa —murmuró suavemente, con la mirada desviada.

—A-ah. Brandon, no es tu culpa, nada de esto es-

—Sí lo es, no trates de justificarme, Caleb —susurró, cruzando los dedos—. Siempre cometo los mismos errores contigo; siempre, termino haciendo las cosas equivocadamente contigo, y lo sabes.

Caleb se mantuvo callado, sintiéndose frustrado.

Esa mirada de Brandon, esas palabra, era exactamente lo que él había querido evitar durante todos esos años.

—Brandon, tú no hiciste nada, esto, aunque no lo deseaba, tarde o temprano iba a pasar.

—No, sabes que no es así, Caleb —refutó nuevamente—. Yo tenía un deber, que era protegerte, y yo... No pude protegerte, y ellos te arrebataron de mi lado. —Soltó un amargo suspiro—. Y cuando tuve que salvarte... Ni lo hice a tiempo, ni tampoco pude salvarte, no realmente.

Y cuando más me necesitabas, cuando no debía de escuchar todas tus quejas y desprecios, y seguir a tu lado... Simplemente me fui con la cola entre las patas.

Y lo mismo ocurrió hace poco. Cuando por fin estuviste listo para volver a mi lado... Simplemente te golpeé donde más te dolía y-y... Y-yo simplemente, lo hice...

Brandon se cubrió el rostro con las manos unos segundos, para luego suspirar y carraspear. Caleb simplemente tragó en seco.

—Caleb, primero tienes que saber, que yo nunca hice nada con esos chicos que llevaba a la casa —soltó de pronto. Caleb abrió la boca y la cerró, algo sorprendido por el cambio de tema.

—¿Qué?, ¿pero si tú-?

—No pasé de los besos y solo hice cuando sabía que te darías cuenta —explicó Brandon sin poderle ver al rostro—. Contraté a esos chicos para que fingieran que les interesaba; también, no participé en la orgía que hubo en la casa, simplemente la alquilé para eso y luego me acosté en la cama junto a esos chicos en cuanto ví que llegabas, para que diera esa impresión.

Pero yo nunca, en todo este tiempo en el que te quedaste en casa en hicimos esa promesa, he hecho algo con alguien —terminó de revelar, esta vez sí viéndolo a la cara.

Él no necesitó nada más, para darse cuenta de que Brandon decía la verdad. Caleb se movió en la cama hasta sentarse en el borde de esta.

—Tú... Querías ver si sentía celos de esos chicos, querías ver si yo... Podría superar mis miedos, mis traumas y tus reglas, y hacer algo al respecto —analizó Caleb lentamente, para luego ver sus pies. Apretó las manos—; tú me probaste y fallé.

—Caleb, pero yo ni imaginaba que-

—Eso no importa, Brandon, eso no cambia el hecho de que falle, ahora no trates tú de justificarme en todo —gruñó Caleb. Brandon parpadeó unos segundos y asintió—. Yo fallé, yo siempre fallo también. Debí de haber resistido más, no debí de haber huído, aunque todo mi ser quería hacerlo... Y-yo no debí haberte...

Caleb se detuvo unos segundos y carraspeó, parpadeando ligeramente; tratando de detener las lágrimas y arreglar su vo afectada.

—Bueno... En realidad no sé por qué tenemos esta conversación; es más que obvio que ambos tenemos la culpa y que ambos estamos muy dañados —zanjó Caleb, cruzándose de brazos y desviando la mirada. Brandon lo observó unos segundos.

—Caleb, ¿a dónde quieres llegar? —preguntó algo preocupado.

—Brandon, ¿qué haces aquí? —dijo. Caleb en cambio—, porque... No lo comprendo.

—¿No es obvio?, vine a recuperar al amor de mi vida.

Caleb se quedó sin habla unos segundos, sintiendo que su corazón retumbaba con fuerza; entonces, guardó todo herméticamente y se llenó de ira.

—Brandon, por favor, no digas estupideces y vete de aquí.

—No, Caleb, esta vez no. —Brandon se cruzó de brazos y se recostó en el sillón—. No importa lo que digas esta vez, no cometeré el mismo error de marcharme; voy a quedarme aquí, a tu lado.

Caleb sintió al instante, como si corazón se desbordó por unos segundos, pero se controló.

Brandon lo amaba todavía, en verdad lo hacía.

Pero...

—Brandon, estoy jodidamente dañado, tú mismo lo dijiste una vez. El chico del que te enamoraste una vez, se murió hace mucho. —Apretó las manos en su regazo y golpeó sus piernas, frustrado—. ¡C-casi te maté en medio de mis delirios! No puedo estar a tu lado, y nadie puede ayudarme —terminó realmente frustrado esta vez, al punto de que ni se molestó en controlar las lágrimas.

Brandon se levantó del sillón y se sentó en la otra punta de la cama.

—Caleb, claro que puedes estar a mi lado.

—No, Brandon, no puedo; lo que ocurrió en tu casa, lo que casi logré, es prueba suficiente de que no puedo.

—Caleb, solo ocurrió porque no me lo esperaba y también fue en gran parte mi error. Yo me lo merecía. —Brandon se movió ligeramente hacia él. Caleb se movió hacia la pared—. Pero podemos hacerlo si en verdad lo intentamos.

—Brandon, no. —negó con la cabeza con fuerza—. Yo... Yo realmente podría lograrlo la próxima vez que ocurra y-y no lo soportaría, ¿sabes? Terminaría de volverme loco.

Brandon frunció levemente el ceño y se acercó más. Caleb se topó con la pared.

Las alarmas dentro de Caleb se dispararon con fuerza. Abrió los ojos levemente, llenándose ligeramente de terror y frío.

Suaves risas soñaron dentro del cuarto, aunque Brandon pareció no escucharlo.

Caleb se alarmó un poco más.

—Brandon, por favor, no insistas, yo no tengo salvación —susurró atemorizado—. Por favor, vete, por favor, está volviendo a ocurrir, sí te acercas más...

Y eso fue lo que hizo Brandon, se acercó unos centímetros más.

El frío comenzó a invadirlo y las risas se encucharon más fuertes.

Caleb había pasado años reprimiendo con todas sus fuerzas las alucinaciones... Pero ahora que sufrió por completo una, era como si el tiempo no hubiese pasado.

Tenía nuevamente diecinueve y había recién salido de esa casa del infierno.

Las alarmas en su interior s dispararon un poco más. Cerró con fuerza los ojos.

—Brandon, por favor...

—Amor... Esta vez no iré a ningún lado —dijo Brandon sin moverse ni un milímetro.

—Brandon, por favor, no quiero hacerte daño, por favor, por favor —suplicó sin parar—... No quiero convertirme en tu segundo Samuel Larren, por favor...

Brandon no dijo nada, simplemente me movió un poco más, dejando media cama de distancia entre los dos.

Pero ante los ojos de Caleb, era un inmenso, aterrador e insoldable vacío.

Brandon se detuvo y estiró la mano hacia él.

—¿Q-qué-?

—No pienso moverme ni un centímetro más —afirmó Brandon de pronto—. Aquí me pienso quedar.

—¿Pero qué-?

—Caleb, ¿todavía me amas?

—Sí —dijo sin pensarlo, antes de siquiera poder ocultar sus sentimientos de nuevo. Brandon sonrió levemente, mientras sus ojos se cristalizaban.

—Entonces ten fe en que todo saldrá bien; confía en que todo estará bien y que juntos saldremos de esto. Juntos.

Confía en nuestro amor... Esta vez, confía en mí, confía en que esta vez haré hasta lo imposible por protegerte. Confía por favor.

Caleb sintió la alarma crecer dentro de él y la sensación de peligro le hizo pitar los oídos. Observó casi compulsivamente la mano de Brandon.

Estaba tan cerca, tan cerca; sí estiraba su brazo, sus manos seguramente se tocarían.

Brandon estaba tan cerca y tan lejos a la vez.

Caleb no le temía a Brandon, a lo que le temía en verdad, era a fallarle a sus propias espectativas; le temía a despertar algún día con la sangre de Brandon en sus manos; a que nunca pudiera curarse realmente de sus delirios; le temía por encima de todo, a seguir lastimando a Brandon por el resto de su vida, a serle una piedra en el zapato, siempre haciéndole sentir culpa por lo que ocurrió.

Pero, ¿acaso estaban mejor en este momento? Fuera con fuese, Caleb de una u otra manera, le hacía daño a Brandon, siempre lo hacía y era lo que más odiaba.

"No puedo hacerlo... Yo, no puedo estar contigo, Brandon, tengo mucho miedo" pensó desesperado, cerrando los ojos con fuerza, dispuesto a echar a Brandon definitivamente de su vida.

Unos segundos después, sintió algo el las puntas de los dedos de su mano derecha.

Abrió los ojos, sorprendido.

Sin darse cuenta, Caleb mismo, sin ser obligado por nadie, había estirado el brazo hasta colocar muy suavemente sus dedos, en la palma de Brandon.

Caleb sintió un leve calambrazo atravesar su brazo.

Brandon no dijo nada, pero parecía haberlo sentido también.

Él observó la situación, totalmente confundido.

¿Por qué lo había hecho? Caleb sabía que lo mejor, lo más seguro, era simplemente alejar a Brandon y vivir el resto de sus días encerrado en su soledad y en ese lugar, así que, ¿por qué lo había hecho?

¿Por qué?, ¿por qué la necesidad de estar cerca de este hombre, lo llenaba cada vez más hasta borrar todo lo demás?

Caleb no encontró la respuesta cuando aferró su mano a la de Brandon, ni cuando se acercó hasta prácticamente rozar sus piernas, ni cuando Brandon elevó su mano, algo dubitativo, para posarla en su mejilla al final.

Tampoco lo entendió cuando frotó su mejilla a esa palma y sintió el calor crecer en su pecho; no lo entendió ni siquiera cuando Brandon pasó la mano a su nuca y lo hizo agacharse, acercando su rostro al del asesor de la policía.

No, Caleb al fin lo entendió, en el momento en que sus labios, luego de casi siete años, se unieron con los del hombre de su vida.

Cuando cerró los ojos y se dejó hacer al fin, dejó que Brandon lo tomara de las mejillas y gimiera satisfecho.

Y cuando pasó sus manos por la cintura de su hombre y este abrió la boca, haciéndole abrir la suya también.

Cuando sus lenguas se unieron con algo de timidez y luego, con furiosa y desmedida pasión.

Por unos segundos, Caleb se sentió más despejado que nunca en esos casi siete años.

Él se separó lentamente, como si su cerebro tratara de procesar toda la experiencia. Sin querer comenzó a llorar.

Brandon lo tomó de las mejillas y limpió con suavidad, cada lágrima que salía. Los ojos de este también se llenaron de lágrimas rápidamente.

—Ha-había olvidado... Lo increíble que eran nuestros besos —susurró Caleb en medio de sus lágrimas, pegando su frente con la de Brandon.

—Te amo, Caleb, siempre te amaré —susurró Brandon afectado también, limpiando sin parar sus ojos—. Pase lo que pase, te seguiré amando. Solo-

—Confío en ti... Yo, confío en ti. Yo también te amo, pero... ¡No puedo confiar en mí! —Negó con la cabeza—. Tengo miedo, Brandon, tengo mucho miedo de todos y de todo, pero por encima de eso, de mí y lo que pueda hacer

—Lo sé, amor, lo sé, yo también tengo esa clase de miedo, y es horrible y cansador; pero, creo que la recompensa vale la pena el riesgo; tú vales pena, siempre la valiste.

—¿Lo valgo, realmente lo valgo? —preguntó asustado, tratando de creer en las palabras de brandon y no en las nubes que los rodeaban.

—Lo vales, Caleb, tú lo vales realmente, moriría feliz por ti de ser necesario.

—No me dejes por favor, no quiero estar de nuevo sin ti, es tan... Horrible; por favor Brandon, por favor.

—No me iré de nuevo, no te fallaré de nuevo, amor, lo prometo.

—Te amo, Brandon, ¡Te amo tanto que duele! —Caleb se encogió en medio de su llanto—. No sé qué hacer para salir de esto, no sé qué hacer.

—No haremos nada, amor, no tienes que preocuparte por eso y no tenemos por qué hacer algo al respecto, simplemente estemos juntos, eso bastará, ¿de acuerdo? —Brandon acunó su rostro entre sus manos, Caleb simplemente asintió.

—Eso haremos, haremos lo que quieras, lo que desees, pero por favor, no te vayas... ¡Sueno ridículo! Pero por favor...

—Tranquilo, Caleb, no me iré, nunca más lo haré.

Brandon lo arrastró hacia la cama. Caleb se acostó encima del pecho de su hombre, quién simplemente lo abrazo con fuerza y meció su cabello. Él trató de calmar sus lágrimas y cerró los ojos, disfrutando del contacto que por años se privó y que obligó a estar lejos.

Por eso Caleb había cedido, porque Brandon era su hogar, los brazos que siempre lo protegerían.

Todo su cuerpo y su subconsciente, querían huir de ese lugar, la perturbadora sensación alarmante seguía ahí.

Pero junto a ella, estaba este enloquecedor deseo de estar al lado de Brandon sin importar qué; el deseo de simplemente, creer que su amor podía más que su traumas.

Caleb realmente quería creer, que las cosas irían a mejor a partir de ese momento, que las sobras que quedaban de esa casa, por fin se irían para nunca volver.

Para realmente estar, entre los brazos de su amado, de Brandon Mayer.

++++++++++

En medio de ese sucio y roído departamento en algún rincón de New York. Él preparó cuidadosamente los últimos hilos de su estratagema.

El plan era simple: Arrancarle a ese maldito niño, lo más valioso para él.

Porque por culpa de ese bastardo, él había perdido su casa, sus trofeos, y, por encima de todo eso, a su pupilo.

Él quería venganza.

Y para eso, él duró siete años escapando; moviendo hilos para conseguir una nueva identidad; cambiando de aspecto sin parar; forzándose a arrastrarse en el fango y mantener un perfil casi inexistente.

Él había pasado durante todo ese tiempo, pensando en cómo hacer sufrir a ese chico lo impensable.

Aunque claro, en su mente retorcida, él no era capaz de razonar, que precisamente eso era lo que le había hecho dutante las semanas en que lo tuvo cautivo.

Así que tenía, paso a paso, un camino planeado e ideado con cuidado, basado en meses de constante asecho sobre ese chico y todos sus allegados.

No eran muchos, y la gran mayoría era de fácil acceso, así que matarlos a todos sería pan comido.

Solo falta un poco, un poco más, y todo estaría en su lugar.

Porque Howard Cloud siempre conseguía lo que quería, y en ese momento, lo que quería era acabar con Caleb Prescott y la vida como la conocía.

Continuará...

Bueno chicos, aquí está, el siguiente capítulo de esta historia.

Antes que todo, quiero pedir una disculpa por lo mucho que he tardado en publicar. He estado muy lleno con el trabajo y demás proyectos y termino demasiado cansado  com para poder concentrarme en la escritura.

Eso no significa, que vaya dejar las historias, para nada.

También, he estado pensando respecto a las cosas que publiqué sobre de irme de la página, por ahora me quedaré, vale? Voy a publicar lo que tengo y seguiré publicando las próximas historias que tengo pensadas.

Pero advierto, que en cuanto tenga la oportunidad, dejaré TR, pero por ahora seguiré un poco más aquí.

Sí, eso significa que publicaré la historia de Cameron de esta historias y la de todas las demás y terminaré el caballero de los cuervos, o por lo menos será así mientras.

Muchas gracias a todos los que esperan ansioso por mis capítulos, me llegan muchos correos de hombre ansiosos y lo entiendo, pero no puedo prometer que recuperaré mi viejo ritmo de publicación de dos capítulos por semana, voy a tratar, es todo lo que diré.

Con respecto al tutor, como verán, por fin, después de tanto, Brandon y Caleb ya están en la misma página, aunque por ahora seguirán teniendo un camino de lleno de baches con los traumas y delirios de Caleb y ahora que Howard Cloud pronto lanzará su golpe. Qué planeará este perverso hombre?

Queda poco señores, uno seis capítulos para ser claro, y creo que son muchos.

Gracias por leerme. Pueden comentar, valorar el relato y/o escribirme al correo adeth.maldito@gmail.com. muchas gracias