El turista jubilado (3)

La vida de Verónica cambió

Mi primera medida al llegar a la nueva ciudad fue buscarme esta terapia con una de las psicólogas más reputadas. Hoy me tocaba mi tercera sesión, en las dos primeras narré el principio de mi fin, que ya ustedes han conocido.

Mediaba octubre cuando aparqué mi coche en el párking del policlínico privado. Cada vez que pensaba en recordar mi ansiedad crecía. Lo había perdido todo... o no...

  • Buenos días Verónica, bienvenida un día más.

La doctora Casas me hizo pasar con mi pequeña sonrisa asomando por su saludo. Pasé y me senté como siempre con las manos un poco sudorosas y muy nerviosa

  • ¿Que tal has pasado estos tres días?

  • Bien, aunque no he podido salir de casa... otra vez...

  • Llevas casi 10 días encerrada en casa, creo que podemos avanzar un poco en ese tema, ¿no crees?

  • No se... ya sabes que me cuesta mucho controlar esos impulsos y no se si podré reprimirme...

  • No puedes tener prisa, primero poder conseguir llevar una vida normal es nuestro objetivo ¿de acuerdo?

La madura doctora se levantó y fue a su escritorio para recoger la carpeta con mi nombre. Volvió a sentarse cerca de mi y abriéndola fue pasando renglones hasta que con su boligrafo trazó una raya y comenzó su terapia.

  • ¿Que sentiste cuando te fuiste de esa habitación con ese tal Alfredo?

  • Me sentí muy mal, al igual que el anterior día con "el otro" pero si que noté que se me pasó enseguida esa sensación después me sentía... rara... como triunfante

  • ¿Crees que algo cambió en tí en ese momento?

  • No, yo creo que fue en el siguiente episodio cuando ya todo cambió

  • Cuéntame

*

Ese mismo día, ya a la noche, salimos del hotel y aprovechando que había conciertos al aire libre y muchos puestos de venta dimos un paseo. No había vuelto a saber nada de los viejos pero tampoco me había olvidado de ellos, estaba bastante dispersa mientras mi marido me hablaba.

Paramos en una terraza y nos sentamos a tomar algo, mientras charlábamos le vi, el viejo jubilado y su mujer acababan de sentarse enfrente nuestra. No traía a su amigo pero enseguida me miró y se rió.

Me puse nerviosa, ansiosa, cambié totalmente mi actitud. Quería irme, escapar, pero por otro lado...

Intentaba no cruzar mi mirada con la suya pero no podía, parecía una quinceañera mirándole y ruborizándome como si fuese el galán del instituto ante un viejo setentón.

Me levanté y fui al baño, quizá no tenía necesidad pero solo quería pasar por delante de ese viejo y calentarme viendo como me mirarÌa el culo apretado en mis vaqueros.

Cuando salí del baño fue cuando creo que todo cambió, no se lo que pude tardar pero el viejo ya estaba solo, su mujer se había ido. Volví a pasar a su lado, esta vez más cerca.

Al llegar a la mesa con mi marido vi que él miraba con cara de pocos amigos el teléfono pero como tiene tantas llamadas de trabajo y mensajes que le alteran no pensé que tuviese importancia. Su rostro cambió ahora él era el que estaba disperso. El viejo se fue y cambió para la siguiente cafetería. Mi marido se levantó y dijo que podíamos tomar la última en la siguiente poco después. Yo estaba encantada podría seguir viendo a ese puto viejo que ayer me había pegado un buen polvo y me había hecho entregarme a su amigo. Ahora yo recibía mensajes "buenas noches, hoy por la mañana no estabas tan recatada con Alfredo". No podía más, mi mente ya imaginaba lo que no era y montármelo con ese pollón otra vez era mi único objetivo. "era lo que querías" le contesté. "hoy si te mereces que te folle". "ya no soy una sosa..." "ahora lo sabremos"...

*

No podía parar de llorar, la Dra. Casas se levantó y me acercó pañuelos. Me dijo que me tomase un descanso. Me volvió a insistir que era normal que recordar me trajese ese tipo de recuerdos pero que lo superaría. Tendría que volver a enfrentarme a mis miedos y tratar de convivir con ellos. La Dra. Casas nunca me mintió, desde el principio me reconoció que nunca dejaría de ser una obsesa "follaviejos" como yo me autollamaba pero tendría que aprender a convivir con ello y a rehacer mi vida como buenamente pudiese.

Salí a la sala de espera, que estaba desierta, cogí un poco de agua que tenían allí y empecé a ojear revistas, periódicos y folletos que allí tenían. Cada vez que un anciano aparecía, como si de una exfumadora me tratara, me entraba una congoja y unas ganas de masturbarme que me hacían ver que efectivamente estaba enferma y tendría que intentar vivir como pudiese.

  • Si quieres continuamos, Verónica. Me abrió la puerta la Dra. Casas y volví a mi sitio en su consulta.

*

El viejo se levantó, se sentó en nuestra mesa y todo lo que pasó después fue mi vida rota en mil pedazos. Mi matrimonio feliz, incluso mi trabajo, todo... se acabó. Se presentó como Fidel Núñez a mi marido. "soy el hombre del que le habló Don Alfredo". La cara de mi marido era de asco total hacia Fidel, yo no entendía nada. "bueno, Verónica, cuando quieras nos vamos porque tengo ganas de follar ya y me apetece irme para el hotel". Mi cara estaba desencajada, miré para mi marido con ojos llorosos "Así que ese tipo tenÌa razón, te los has zumbado...". "Verónica, tengo el coche ahí delante, o te quedas o te vienes" me dijo mientras se levantaba Fidel. "Encantado de conocerte, te deseo lo mejor pero tu mujer ya probó algo que tu nunca le darás, hasta siempre". Me quedé paralizada en la silla, no sabía que hacer... y lo hice. Me levanté y caminé detrás de Fidel mientras mi marido se quedaba sentado en esa terraza para siempre...

Al montarme en el coche supe que había perdido mi vida. No se si la nueva sería mejor o peor pero desde luego era una nueva.

  • Y te fuiste con él, me dijo la Dra Casas

  • Si, me fui con él, dejé a mi marido solo en esa terraza y me fui con Fidel en su coche

  • Continúa

Durante el trayecto apenas hablamos y él con su media sonrisa en la boca iba como triunfante. Llegamos al hotel y nos bajamos, "vamos a tu habitación, venga..." obdecí y al llegar me cogió la maleta y la puso encima de la cama "nos vamos, así que recoge todo lo que tengas, te espero en el coche". Me quedé sola en la habitación haciendo mi maleta sin pensar, era como si tuviese la mente en blanco solo para él. No me di cuenta del proceso hasta que me vi metiendo mi maleta en su coche y subiéndome de nuevo a él.

  • Hablemos ahora del presente... que crees que pasará si vuelves a salir a la calle con normalidad...

  • No creo que pueda volver a mi trabajo en el hospital

  • Tienes que enfrentarte a la sociedad de nuevo, Verónica.

Salí de la consulta y en el primer semáforo vi cruzar a un señor con su mujer, me quedé mirando y me puse caliente... no era capaz de evitar ver a un señor de edad y querer follármelo como una perra... necesitaba la terapia, no estaba preparada, pero ese fuego interno también tendría que apagarlo pronto, no podía engañar a mi cuerpo. Seguí mi trayecto y en el siguiente semáforo a mi derecha vi un viejo ferretero en la puerta de su negocio, se parecía mucho a Fidel pero no era Fidel, mi coño se humedeció y mi cabeza perdió el norte.

Metí el coche en el parking más cercano y como un caballo sin jinete caminé hacia la ferretería. Cuando llegué aún estaba en la puerta.

  • Buenas tardes, le dije mientras hacía el ademán de entrar. Él se apartó y me dejó pasar siguiéndome. Caminó un poco detrás para meterse hacia el otro lado del mostrador y con su bata verde acabar enfrentados.

  • Usted dirá me dijo.

Bajé la cremallera de mi abrigo y me lo quité, dejándolo encima del mostrador. Con mi jersey blanco apoyada en el mostrador lancé mi caña.

  • Trabajo para Sanidad, si me deja ver su instalación, por favor.

Me encanta llevar las riendas, desde que esos dos pervertidos me hicieron sumisa y humillada, ahora me sentía cómoda abusando y mandando. Por eso, cuando su cara blanqueó, con miedo me sentí como una reina. Me invitó a pasar por detrás del mobiliario y me llevó hacia atrás donde tenÌa un pequeño aseo. Con mi culo en pompa hacia él me fui agachando simulando mirar los desagües, no sabía si me lo estaba mirando o no pero me levanté muy digna y le enfrenté

  • No me estará mirando el culo...

Se asustó de nuevo y negó con la cabeza

  • Creo que con las tetas que ya me miró antes al sacarme el abrigo es suficiente como para mirarme el culo ahora

Silencio

  • No me mienta o esto se pondrá muy feo para usted. ¿Me miró las tetas y el culo o no?

  • Si, miré. Me contestó bajando la cabeza al suelo

Continué hacia el almacén que tenía más atrás haciendo que miraba las estanterías y los productos y su embalaje. Me paré y volví hacia él.

  • Si pudiera tocarme el culo o tocarme las tetas que me tocaría?

  • No no no

  • Que no me mienta, que colabore... le dije en tono fuerte y seria - Conteste, si jodido ya está que más da... le recalqué

  • El culo

  • Lo sabía, la verdad es que lo trabajo bastante. Le dije mientras me lo tocaba y me lo levantaba un poco. Me reí y continué haciendo mi "inspección".

De vez en cuando me giraba hacia él y le decía "muy mal" o "en fin" para ponerlo más y más nervioso. Volví hacia el pequeño aseo.

  • Pase y cierre la puerta

Obedeció y la verdad es que el espacio era poco para los dos pero aún no teníamos que tocarnos. En cuanto cerró la puerta volví a enfrentarlo

  • Bien, como va a llevarse una buena multa, le dejaré tocarme el culo para que vea que los inspectores no somos tan malos, de acuerdo?

Y poco a poco fui dándole la espalda hasta poner mi culo cerca de sus manos.

  • Vamos... no tengo todo el día... le metí prisa

El viejo puso su mano tímidamente sobre mi culo y me dio dos caricias muy suaves, le miré y seria le dije que me tocara el culo bien. El viejo empezó a sobarme el culo

  • Ahora voy a acercar mi culo a ti, espero que no te escapes

Me incorporé un poco y coloqué mi culo en su miembro ya gordo y empecé a moverlo

  • Estoy cachonda perdida. Me voy a sacar el pantalón y las bragas y me vas a follar verdad

  • Si

En cuanto me saqué las bragas le miré y vi como su polla salía erecta, no era nada del otro mundo pero en ese momento era lo mejor que tenía. La agarré con mis manos y empecé a pajearlo mientras me agarró las tetas fuerte.

  • Que buena estas - me dijo

  • Estoy chorreando, métemela.

Empezó a follarme, dando fuerte y violentamente.

  • No me lo creo que te esté follando puta - me soltó

Yo ya no podía hablar se avecinaba mi orgasmo después de tanto tiempo en el dique seco. Me agarra con fuerza las tetas.

  • aaaaaa, aaaaa

Sigue y sigue. Con mucho vigor hasta que se corre en mi interior con sus manos en mis tetas. Me temblaban las piernas, yo también me vine. Se salió de mi y rápidamente me vestí

  • De momento pasas el examen, nos vemos...