El TULLIDO y sus AMORES no tan PLATÓNICOS - 2º
Ha pasado un mes desde que Juan protagonizara aquel delirante episodio carnal junto a sus dos amigas del alma. Después de esa noche legendaria, Sonia y Jésica se ha distanciado de él y no han dejado de hacerle el vacío. Parece que se trata de una amistad finiquitada, pero la vida da muchas vueltas.
-martes 23 junio-
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Esperando su turno para sacar efectivo del cajero, Juan se mira en un espejo vertical que hay en el lateral de esa estancia cerrada. Apoyado en sus inseparable muletas se siente pequeño, frágil e irrelevante para los ojos de quienes le rodean.
Acto seguido, se fija en el tipo que tiene delante: un fornido hombretón con pinta de pasar largas horas haciendo deporte.
“Está mañana habrá estado en el gimnasio. Seguro que juega al futbol, o puede que sea montañista. Estará harto de coronar ochomiles”
Cuando entra en barrena, Juan tiende a sobredimensionar sus suposiciones acerca del uso que los demás hacen de su cuerpo.
Ahora mismo, le gustaría que se pusiera a llover y que hiciera frio para taparse con una manta, nada más llegar a casa, y ponerse a escuchar música triste regocijándose en sus penas.
“!Maldito buen tiempo! Ni deprimirme a gusto puedo. A ver cuando termina este dichoso verano”
Son las cinco de la tarde de un clásico martes estival. Juan, cansado de estar en su habitación, ha decidido salir a ver mundo, y ha terminado comiendo en un McDonald’s.
Lejos de animarle, ese pequeño paseo se ha convertido en un ejercicio de autocompasión y descrédito existencial.
“Si pudiera llamar a Sonia o a Jess. Ellas solían levantarme el ánimo... entre otras cosas”
Hoy se cumple un mes des de ese último encuentro que le hizo coincidir con sus amigas en el Double Dragon; su restaurante chino favorito. La espeluznante carnalidad que tuvo lugar tras la sobremesa, en el monovolumen del padre de Jess, marcó un antes y un después en aquel caduco triángulo amistoso.
“¿Debería arrepentirme de lo que ocurrió? No. No podría. Imposible”
Esa contrariedad lo pone en jaque, pues es incapaz de marginar el valor de unos lujuriosos acontecimientos que convirtieron una noche corriente de sábado en la mejor experiencia de su vida. No obstante, parece que aquellos momentos gloriosos también escribieron el punto y final para las más preciadas amistades que jamás ha tenido; un aprecio correspondido, casi fraterno, que convertía su otra vida social en una mera formalidad residual.
“¿Por qué me hacen esto? Nada de lo que ocurrió fue por mi culpa. Llevaron la iniciativa todo el rato. ¿Yo? Pobre de mí”
Si bien aquella última cita tuvo un desenlace desconcertante, nada hacía pensar, en ese preciso momento, que se estaba gestando el final de tan longeva amistad.
“Quedaron un poco cohibidas, luego, pero seguíamos bromeando como siempre. ¿Puede haber ocurrido algo con posterioridad?”
Desde entonces, Sonia y Jess han estado muy ocupadas como para quedar con él. Demasiadas excusas consecutivas para tratarse de una inoportuna cadena de infortunios accidentales.
“¿Y si preñé a Sonia? Le metí todos mis flujos. Si esos espermatozoides estaban tan cachondos como yo, puede dejarla embarazada”
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-Eh, tío, ¿a qué esperas?- le dice alguien desde atrás -¿Vas a hacer algo?-
-Sí, sí. Pe.perdona- contesta él volviendo al mundo presente.
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El joven que estaba operando en el cajero ha tardado un poco, pero, cuando por fin ha dejado la máquina libre, Juan permanecía absorto intentando resolver sus interrogantes más recurrentes.
“Dios, se me ha puesto dura otra vez. Tengo que dejar de pensar en lo que ocurrió aquella noche”
Tras sacar un par de billetes de veinte, Juan se aparta para no entorpecer las pretensiones bancarias de su sucesor en la cola. Una señora le abre la puerta de cristal, amablemente, a raíz de sus manifiestas limitaciones físicas.
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-Gracias- dice él a regañadientes.
-¿Juan?- escucha a pocos metros -!Tío! !Juan! ¿Qué haces aquí?-
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Después de unos pocos segundos, Juan consigue superar su confusión para reconocer a Jaime, el novio de Jésica.
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-Ho.hola- responde mientras palidece de pánico.
-!Hacía tiempo que no te veía!- exclama Jaime -¿Es que ya no te haces con Jess?-
-Est.tamos un poco dista.tanciados- responde con cara de circunstancias.
-Esto no puede ser. Vente con nosotros, va. He quedado con ella ahora-
-¿Ahora?- pregunta con un hilo de voz -Vale-
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Juan entra en pánico, pero, asimismo, percibe la oportunidad de remediar el ostracismo al que se ve sometido por parte de sus idolatradas amigas.
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JAIME: No me caen bien los amigos tíos de Jess, pero tú eres diferente.
JUAN: ¿Sí? ¿P.por qué?
JAIME: No eres un baboso de calenturientas intenciones. Eres como… … una amiga.
JUAN: ¿No me c.consideras rival? ¿No t.te das cuenta de que te.tengo un gran sexapil?
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Los aparatosos andares sobregesticulados de Juan, junto a su perenne tartamudeo, agudizan la mofa que se está infringiendo él mismo sin un atisbo sonriente que de fe de su buen humor. Se siente perverso al advertir matices secretos que esconden una gran cornamenta sobre la cabeza de Jaime, quien sigue sonriendo.
“Hace solo un minuto me he empalmado recordando cómo me follé a Jess y a Sonia, el mes pasado, y ahora me estoy riendo porque Jaime no me considera un adversario digno”
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-!Cariño! !Aquí!- grita Jaime mientras levanta la mano.
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Juan, muy atento a las microexpresiónes de Jésica, distingue como la chica interpreta un indescifrable disimulo al verlo.
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JESS: Hola, Juan. ¿Qué haces tú por aquí?
JAIME: Me lo he encontrado de casualidad. ¿No es genial?
JESS: Sí. Hacía tiempo que no…
JAIME: Le he dicho que se venga con nosotros, ahora.
JUAN: Podría, p.pero no quiero mo.molestar.
JESS: No es que no quiera que vengas, ¿eh? Pero es que vamos de compras y…
JAIME: Da igual. Él puede aconsejarte mejor que yo.
JESS: No estarás pensando en escaquearte, ¿no?
JAIME: Nooh… … ¿Cómo puedes pensar eso? Da igual que mis amigos hayan quedado para ver la última de "A todo gas"; no me importa que me estén insistiendo para que vaya con ellos al cine. Te prometí que pasaría la tarde contigo y pienso cumplir mi promesa.
JESS: Eso espero. Acuérdate de lo que hablamos.
JUAN: Si necesitáis intimidad…
JAIME: Que no, que noooh. ¿Intimidad? ¿Para ir de compras?
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Jaime agarra fuertemente a Juan por el hombro abusando vehementemente de su confianza.
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JESS: !Pero cuidado! Que te lo vas a cargar.
JUAN: No soy t.tan frágil, Jess. Puedo sopo.portar esto y más.
JAIME: Claro que sí. Es el cuadrúpedo de hierro. "Iron Quad".
JESS: ¿De hierro? Una barra de hierro es lo que usaré contigo un día de estos. Vamos.
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Los tres se encaminan hacia el centro comercial. Se trata de un enorme edificio con varias plantas temáticas. En la planta baja: juguetes, tecnología, supermercados… En la primera planta: ropa, ropa y más ropa. En la segunda planta: cines, hostelería, recreativos…
Jésica sabe bien a lo que va. Es una asidua compradora y se conoce bien las tiendas. Tras subir por las escaleras mecánicas, capitanea esa pequeña expedición de muy dispares integrantes:
Jaime tiene una complexión atlética que le da buena planta; viste ropajes estilosos que lo definen como un pijo moderado.
Su novia es el paradigma de la feminidad. Esa esbelta figura se contonea con sugerentes curvas que, enfundadas en prendas ajustadas, no dejan de cautivar las furtivas miradas de Juan, así como las de otros muchos varones que deambulan por ahí.
El menos agraciado del trío arrastra sus pies por el suelo al tiempo que intenta seguir el ritmo de sus acompañantes. Su esmirriada constitución retorcida se une a un rostro desfavorecido y a una tez cabezuda para dar forma a un verdadero despropósito de la naturaleza.
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JAIME: Sabía que iríamos aquí. Siempre empiezas por esta.
JESS: Cállate, anda. Necesito ropa de verano. Quiero algo nuevo.
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La chica se adelanta con decisión dejando atrás a su séquito. Jaime mira a Juan con resignada parsimonia.
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JAIME: Oye, ¿por qué no aprovechas y te compras algo?
JUAN: ¿Yo?
JAIME: Sí. Tu ropa está vieja y pasada de moda. Parece que te la compre tu madre.
JUAN: Es q.que… … en realidad…
JAIME: No. nono. No me digas esto. No puedes hablar en serio.
JUAN: Mi madre conoce bien mis tallas y la ropa que me va bien. No me gustan los probadores de las tiendas. Me cuesta… ¿Sabes?
JAIME: ¿Y cuando te vistes en tu casa…? ¿Te tiene que vestir tu madre?
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El chico susurra esa última pregunta para no incomodar a su entrevistado más de lo necesario. Juan niega con la cabeza.
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-A veces ti.tiene que echarme una mano, aunq.que suelo poder yo so.solo-
-Buenoooh. No te sientas mal. Yo, a veces, tengo que subirle la cremallera a mi novia-
-Lo q.que ocurre es que suelo ta.tardar en vestirme por las mañanas- confiesa Juan.
-A mí me cuesta levantarme así que… … andamos iguales- contesta sonriente.
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Puede que a veces se muestre demasiado frívolo, pero no hay duda de que Jaime es un buen tipo: empático, amable, divertido…
“Sería más fácil si se tratara de un capullo integral. ¿Por qué tiene que ser tan campechano?”
Juan se da cuenta de que su culpabilidad se está traduciendo en una morbosa sensación calenturienta de lo más impropia.
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-¿Qué tal?- pregunta Jésica recién salida del probador -¿Cómo me queda?-
-Horrendo, cariño- dice Jaime en tono de broma -No tienes arreglo-
-¿Juan?- continúa ella ignorando la mofa de su novio con total seriedad.
-Est.tas preciososa- contesta él completamente fascinado.
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Una contundente palmada en su espalda sacude el hechizo boquiabierto de Juan poniendo en tela de juicio su equilibrio.
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JESS: !Tiooo0o!
JAIME: Perdón, perdón. Casi te tiro, tronco.
JUAN: No pa.pasa nada. Soy "Iron q.quad", recu.cuerdas.
JAIME: Por muy superhéroe que seas, si babeas por mi novia, recibes.
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Jésica lleva puesto un vestido ajustado de corte muy sencillo. Un sinfín de elásticas líneas horizontales parecen subrayar sus redondeces mientras adopta poses seductoras frente al espejo. Es un atuendo corto que no deja demasiado a la imaginación, pero que resalta sus encantos con gran acierto.
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JESS: Estoy de muerte. No sé cómo lo hago.
JAIME: Entonces, ya está, ¿no? ¿Hemos terminado?
JESS: ¿Qué dices? Acabamos de empezar. Aunque no esperaba acertar tan pronto.
JAIME: Le he dicho a Juan que le ayudaremos a escoger ropa más moderna.
JESS: ¿A Juan?
JAIME: Sí. Su madre le compra la ropa… … y la tiene muy vieja.
JUAN: No me resulta fácil probarme la ropa y… … bueno…
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La chica suspira hondamente mientras repasa la apariencia anticuada de su raquítico amigo. Siempre pensó que ese gusto retro a la hora de vestir formaba parte de su personalidad.
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JESS: Creí que te molaba este look viejuno; que lo elegías tú.
JAIME: No sabes lo que acabamos de hacer, Juan. A mi novia le encantaba jugar a muñecas. Tiene docenas de modelitos distintos para cada una de ellas.
JUAN: N.no creo q.que me parezca a nin.ninguna de sus…
JAIME: N0oo. Eres mejor. Tendrías que verla con sus sobrinos y sus primos pequeños.
JESS: No exageres, tío. Solo es que soy una buena estilista de niños, y de mayores.
JAIME: Pues !ale!: aquí lo tienes… … ¿Listo para dejar de ser un patito feo, tronco?
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La dentuda sonrisa involuntaria de Juan no le favorece, pero le da un toque entrañable que hace imposible odiarle.
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JESS: Cuando termine con tu ropa igual te corto el pelo, también.
JUAN: Nooho… … Eso sí q.que no. Ya sabes que es mi zo.zona más erógena, ¿no?
JESS: !Oh! Es verdad. Lo había olvidado. Te pondrías cachondo si te tocara el pelo.
JAIME: ¿La mollera? ¿En serio? Eso es como tener un clítoris de diez kilos.
JESS: !Diez kilos! !Exagerado!
JUAN: Bueno… … Tratándose de mi cabeza…
JAIME: Ya te digo.
JESS: Que noooh. Que te ves cabezón porque tienes el cuerpo que tienes.
JAIME: ¿Insinúas que no tiene la cabeza más grande que la mía?
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Viéndoles de lado, a Jésica le resulta imposible sostener su teoría, pero su infranqueable orgullo le impide reconocer ese error y opta por cambiar de tema con presteza:
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JESS: Vamos, va. Empiezo a tener ideas para modernizarte.
JUAN: ¿En serio? No quiero nada demasiado llamativo, ¿vale?
JESS: Cállate, anda, y tira al probador. Ve al que estaba yo.
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Durante el farragoso trayecto de ese minusválido, la chica tiene tiempo de acercarse al mostrador y pagar su nueva adquisición elástica para dejársela puesta ya sin etiquetas.
Nada más acceder al cubículo, Juan se enfrenta a la cruda realidad que le ofrece ese nuevo espejo de cuerpo entero. Mirándose a los ojos, aprovecha aquel solitario interludio para reflexionar sobre de la situación que le toca vivir.
“Jess no parece incómoda. Puede que al principio esquivara mi mirada, pero cuanto más rato pasamos juntos más encuentro sus ojos, y más son las palabras que me dedica”
La tristeza que nublaba ese soleado martes se ha despejado en pro de un emotivo entusiasmo esperanzado. Juan empieza a creer en el ansiado final de su exclusión amistosa.
“No ha sido mala idea salir de mi cuarto. Según cómo, Jess puede estar a punto de echarme una mano a la hora de quitarme la ropa”
Su impaciencia convierte el tiempo en un concepto efímero mientras espera a su amiga en ese estrecho habitáculo.
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-Ya estoy aquí- pronuncia la chica corriendo la cortina bruscamente.
-¿Qué me has tra.traído?- sorprendido por la presteza de su nueva estilista.
-Una camiseta con estampado… … urbano, así, degradado. Los colores lisos o cuadriculados son demasiado aburridos, y te hacen mayor-
-Bu.bueno. Voy a pro.provarmela- dice mientras se desabrocha la camisa.
-No es una buna idea que andemos juntos los tres-
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Jess ha susurrado su última frase emulando un tono desafiante de protesta justo antes de ausentarse para ir en busca de más atuendos que puedan revertir el estilo clásico de Juan.
“¿A qué viene este reproche? No ha sido idea mía venir. Es cosa de Jaime”
Sentado en el banquillo, el chico se sorprende de la nueva imagen que le da esa prenda underground. Se despeina y pone cara de malote para pronunciar, todavía más, su transformación.
El súbito regreso de Jésica le causa un ligero susto.
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JESS: Te traigo unos pantalones pirata con muchos bolsillos y cremalleras.
JUAN: De verdad crees q.que…
JESS: Que síiíií… … Confía en mí. Sé lo que me hago. ¿Podrás tú solo?
JUAN: N.no lo creo. En mi ca.casa tengo soportes q.que me ayudan, pe.pero aquí…
JESS: Lo que faltaba. ¿Ahora tengo que bajarte los pantalones?
JUAN: N.no sé. Si lo prefieres… … pue.puedo quedarme solo con la ca.camiseta.
JESS: Nooh. Ahora vas desconjuntado. No te puedes ir así a casa.
JUAN: Es que tengo que llevármelo puesto.
JESS: Claro que sí. Yo siempre lo hago. Es la mejor manera de disfrutar la compra.
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La chica le guiña un ojo a la vez que sonríe, desprendiendo toda la complicidad que parecía haberse esfumado en el último mes.
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JUAN: ¿Por qué me habéis dejado de lado? ¿Acaso es culpa mía lo que ocurrió?
JESS: Juan… … Este no es el momento ni el lugar.
JUAN: Entonces, ¿cuándo? Está claro que no quieres verme. Ni tú ni Sonia.
JESS: Desabróchate los pantalones, va.
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Esa urgente petición consigue posponer los interrogantes de Juan al tiempo que este obedece sin rechistar.
El chico no ha permanecido indiferente a las idas y venidas de su mandona amiga. De hecho, desde que Jess se ha enfundado ese vestido de elocuentes rayas de cebra, el pene que habita entre aquel par de piernas atrofiadas se ha estado debatiendo por distintos tamaños.
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JESS: ¿Es que llevas los mismos gayumbos que… … esa noche?
JUAN: No, n.no. Todos los que t.tengo son ig.iguales.
JESS: ¿En serio? ¿También tenemos que comprarte ropa interior?
JUAN: N.No. no.
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Mientras pronunciaba sus últimas negaciones, Juan ha girado la cabeza como si, a través de las cortinas, pudiera llegar a vislumbrar la ubicación de Jaime. Jésica imita su gesto, pero solo consigue percibir el movimiento de una clienta que acaba de salir del probador vecino; el último de la hilera.
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-Se ha sentado en una butaca- susurra ella con picardía -Está empanado con el móvil-
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Juan abre la boca, pero no encuentra las palabras. Su miembro tumefacto acaba de adquirir una notoriedad que reniega de cualquier disimulo, y la traviesa actitud de Jésica no augura un porvenir más sosegado.
La chica todavía no ha bajado la mirada; la mantiene fija en las dilatadas pupilas de su acompañante, pero su desacomplejada cercanía pasa a materializarse con unas maniobras manuales que pretenden desterrar aquellos vetustos pantalones grises.
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-Pero… … ¿esto qué es?- dice sin salir de su asombro nada más ojear esa entrepierna.
-¿De q.qué te sorprend.des?- pregunta, retóricamente, con un tono aún más bajo.
-La otra vez te costó más; y eso que estaba Sonia para calentarte-
-Va c.como va… … Y tú… … Estás ta.tan buena… … con este vesti.tido…-
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Jésica se coloca el pelo con ambas manos a la vez que se muerde el lateral de su húmedo labio inferior lascivamente. Su atrevida subjetividad calenturienta empieza a pervertir su criterio y a marginar su buen juicio.
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JESS: No puede ser, ¿me oyes, Juan? No pasa un día sin que me arrepienta de…
JUAN: Aq.quello ya no tiene so.solución.
JESS: Pero esto sí. No tropezaré dos veces con la misma piedra. Quiero a Jaime, ¿vale?
JUAN: Ento.tonces sal y ve co.con él.
JESS: Eso mismo es lo que voy a hacer… … ahora mismo.
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Las impolutas bambas blancas de la chica rotan sobre sí mismas y titubean a lomos de pequeños pasos multidireccionales.
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JUAN: ¿Es q.que no te vas?
JESS: ¿Por qué tienes este pollón? Es el doble que el de mi novio.
JUAN: Es co.como lo de mi ca.cabeza. Solo es por el contraste.
JESS: ¿Serás tonto?… … … … Es que me tienes…
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La imperiosa curiosidad de la chica toma la iniciativa para tirar de los gayumbos de su enclenque amigo, quien, todavía sentado en el banquillo, intenta facilitarle la tarea.
Una vez liberada, la flamante erección de Juan señala firmemente el techo, ejerciendo una arrolladora fuerza gravitatoria que atrae todo el protagonismo de la escena. El pasmo congelado de Jésica se rompe en el preciso instante en que las muletas de su amigo caen al suelo ruidosamente.
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JESS: !Dios!
JUAN: ¿Qué pa.pasa? ¿Te has asusta.tado?
JESS: ¿A ti que te parece?
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La muchacha se presiona el pecho con una mano mientras que, con la otra, busca el apoyo de la pared. Está ligeramente sonrojada y sus expresiones revelan cierto nerviosismo.
Desde el probador contiguo, se filtra una charla entre dos amigas que, despreocupadas, se hacen selfis frente al espejo.
Ante el asombro de Jésica, y como si tuviera vida propia, el trabuco de Juan se mueve propulsado por leves contracciones que interfieren en su verticalidad. Está rojo cual tomate y unas gruesas venas azules lo abrazan desde la base hasta el glande.
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JUAN: ¿A q.qué esperas? No tenemos mucho ti.tiempo.
JESS: ¿Que a qué espero? ¿Que a qué espero?
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Puede que, si no estuviera lisiado, el chico pudiera ser más proactivo y tomar la iniciativa, pero sus limitaciones motrices condicionan su participación abortando un sinfín de impulsos.
Por su parte, Jésica se debate entre las opciones de una obscena disyuntiva que no puede prolongarse más. Estresada como pocas veces, aparta la cortina con cuidado y se asoma para vislumbrar a su novio, todavía sentado en la butaca negra que hay justo tras los escaparates de la tienda. Jaime no parece impaciente. Sigue enganchado al móvil y no deja de soltar sonoras risotadas propias de un zoquete.
La muchacha no tarda en regresar junto a su expectante amigo para arrodillarse frente a él y empezar a devorar su enorme pollón con lujuriosas ansias famélicas.
Esos labios carnosos, pintados de rosa reluciente, abrazan un grotesco tronco fálico que no deja de adentrarse en las profundidades bocales de aquella preciosa estilista espontanea.
La chica siente cómo ese intrépido glande ejerce de ariete viril para mancillar su garganta vehementemente, mientras Juan le sujeta la cabeza y la aprieta contra su regazo.
Unos gemidos ahogados, silenciados por la presión invasiva de ese gran nabo cárnico, terminan por disuadir a aquel enclenque abusón logrando detener tan desconsideradas maniobras.
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JESS: Pero ¿Qué haces?… … hhh … … ¿Es que quieres que me asfixie?
JUAN: Pe.perdona, Jess. Me he deja.jado llevar. Es que esto.toy ta.tan cachondo…
JESS: Yo también estoy cachondah, pequeño… … hhh… … No sé lo que me haces.
JUAN: Es que soy, Ju.Juan… … Soy un Don Juan.
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La chica rompe una carcajada silenciándola casi de inmediato. Aún oyendo las voces de las clientas que habitan los probadores colindantes, retoma sus labores orales con una mayor placidez.
Agradecido por la disipación del enfado fugaz de su amiga, Juan opta por no tentar más a la suerte y usa sus manos solo para reafirmar su posición en el banquillo.
Pocas cosas le complacen tanto como conquistar las risas de sus veneradas amigas, pero, sin duda, la presente mamada de Jésica es una de ellas.
“!La virgen! No lo puedo creer. Pensé que lo mío con las chicas no tenía arreglo, y ahora...”
Fascinado, contempla el arte con el que Jésica derrama sus babas y juega con ellas dándole un brillo pletórico a su verga. Bajó la intensa luz del fluorescente que sobrevuela sus cabezas, aquella polla parece parodiar la prieta fortaleza desnuda de un culturista untado en aceite mientras tensa sus músculos venosos.
“Espero que a Jaime no le dé por asomarse”
Juan toma conciencia de la locura que están cometiendo bajo el frágil amparo discrecional de una cortina que ni tan siquiera alcanza el suelo. Eso le incomoda sobremanera, pero, al mismo tiempo, le excita de un modo que escapa a su comprensión.
El chico se saca la camiseta para combatir su sofoco creciente. Acto seguido, Jésica empieza a engullir su duro falo, de nuevo, hasta completar su ingesta usando parte de su cuello.
Juan había escuchado, en alguna ocasión, comentarios acerca del talento de su amiga para realizar las mejores felaciones de Fuerte Castillo. Si bien se molestó, por aquel entonces, ahora se siente hondamente agradecido al constatar la certeza de dicho extremo; hasta el punto de que una lágrima emocionada se derrama por su mejilla.
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JESS: MmMmmhgm… … mhgmwmbsw… … Mmmhgw…
JUAN: Síií… … Jess… … Cómetela… … hhh… … Co.cómetela enterah…
JESS: MmmMmmhm… … MmmMhgw… … mgmwmb…
JUAN: Los huevos… … muérde.deme los heuvos.
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Juan no quiere dejar pasar la ocasión de reincidir en esa práctica que lo enloqueció hace justo un mes, pues no son pocas las veces que se ha corrido recordando tan inédita contingencia.
Con ese par de albóndigas embolsadas llenando su boca, Jésica emplea su mano diestra en pelar, sonoramente, aquel enorme pene empapado. Su succión se dilata en el tiempo a la vez que la chica articula la lengua para promover una basculación cojonuda de lo más placentera para su beneficiario.
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JUAN: OoO0oOh… … mMmmMh… … Qué bieeen… … Síií, no pa. Pareeees.
JESS: ¿T gstw… … pqñooh?
JUAN: No sabes qu.quantas veces he imaginado q.que volvías a hacérmelo.
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Todavía de rodillas, Jésica se incorpora para emplearse, ahora, con las dos manos. Su trepidante masaje fálico se vuelve frenético al tiempo que la materia gris de Juan entra en ebullición.
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JESS: Síií… … hhh… … las mismas que yoh me he arrepentidoh de haberlo hecho.
JUAN: Mmás.
JESS: Imposible.
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El explícito sonido mojado de tan tremendo pajote minimiza la trascendencia de aquella frívola discusión:
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“Flap – flap – flap – flap...”
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-Síiíiíh… … Joder… … hhh… … q.qué bieeen… … mmmh- susurra con toda su urgencia.
-WoO0h… Una palabrotah de mister educado… Tienes que estar fuera de tus casillas-
-¿Co.cómo lo sabes?… … hhh… … Esto.toy fuera de míh-
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“Flap – flap – flap – flap...”
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Juan se agarra con fuerza al banquillo mientras empieza a dudar de su propia contención orgásmica. Sobrepasado por las circunstancias, nota las grietas de la presa que mantiene sus fluidos albinos a buen recaudo.
Dándose cuenta de las circunstancias que atañen a su boquiabierto amigo, Jésica vuelve a amorrarse a la polla de Juan para zampársela como si no hubiera un mañana.
Con las manos apoyadas en el suelo, y sentada sobres sus propias deportivas blancas, devora la totalidad de ese engendro palpitante llegando a tocar, con la nariz, el vientre de aquel afortunado informático al tiempo que un par de lágrimas se derraman por sus mejillas dando fe de su titánico esfuerzo.
El sesgado ángulo de visión de ese tullido pierde vigencia ante la ventajosa perspectiva que ofrece el espejo vertical que tiene en frente. En él puede apreciar mejor las sugerentes contorsiones de las líneas de tan ceñido vestido, así como las curvas que perfilan la infartante figura de Jésica en tan sugerentes posturas.
Víctima del mareo que emana de tan desbordada embriaguez, Juan siente el vértigo de lo inminente.
“!Me corro! !Me voy a correr! Debería avisarla, pero... !Dio0o0s!”
Un avaro egoísmo obsceno le insta a mantener la boca cerrada mientras aquel lechoso tsunami presurizado recorre su uretra como si del agua de una Kärcher se tratara.
Simultáneamente, un quebradizo gemido delata el punto de ruptura de Juan, quien, sin el más mínimo gesto de desenfunde, se corre clamorosamente dentro de la boca de Jésica.
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JUAN: mMmMh… … ooo0Oh… … Mmmh…
JESS: MmMmmhgm… … mhgmwmbsw… … Mmmhgw…
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En contra de lo que cabía esperar, la muchacha se dedica a beber de ese cántaro viril cual sedienta viajera que acaba de cruzar un desierto sin cantimplora alguna.
La polla de Juan va perdiendo el vigor, aún entre la lengua y el paladar de Jésica, sin dejar de verter incontables chorros de licuado desahogo. Las sensaciones del chico emulan una más que deleitosa meada que humilla su amiga hasta el punto de redimirla ante el cruel vacío al que le ha sometido durante todo un mes.
Entre discretos gemidos de jolgorio, aquella estilista vocacional succiona hasta la última gota derramada por la postrera contracción fálica de Juan sin desperdiciar una sola gota.
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JESS: Pero… … mng… … ¿Qué es lo que has desayunado hoy?
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El chico no responde, pero sonríe complacido consciente de la magnitud de su copiosa corrida. Se trata de una más de sus muchas peculiaridades. Exhausto, se regocija aún montado sobre la estela de su orgasmo.
Frente a él, Jésica se ha puesto en pie y se pasa la muñeca por la boca para secarse su humedad babosa mientras se mira, aun llorosa, en el espejo que ha retransmitido su obscena hazaña oral.
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JESS: ¿Cómo es posible? Lo he vuelto a hacer. Es que no… … no…
JUAN: No pu.puedes evitarloh… … Estoy demasi.siado buenoh.
JESS: He de ir al lavabo. Tengo pinta de… … de haberte hecho una mamada legendaria.
JUAN: Espera… … No corras la cortina aún… … Cuidado con…
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A escasos metros de ahí, Jaime se extraña por la larga dilación de su espera. Finiquitado ya el último clip que le quedaba por ver, apaga el móvil y se incorpora para encaminarse hacia el probador.
Con el ceño fruncido, se ve abordado por las sospechas celosas que han brotado de la asociación de conceptos tales como la boquiabierta devoción de Juan por su atractiva novia, los equívocos que podrían surgir durante su desvestimiento, la relativa intimidad que ofrecen aquellos vestidores…
Está seguro de cuál es el probador que ocupa el amigo lisiado de Jésica, dado que se ha fijado cuando lo ha visto entrar en él. Esa certeza le da la confianza que necesita para efectuar, sin previo aviso, un fuerte tirón que corre la cortina de golpe, y que sorprende a Juan mientras este terminaba de abrocharse los pantalones que tan acertadamente le ha escogido su amiga.
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JAIME: Juan… … Tronco… … ¿Dónde está Jess?
JUAN: … … N.no lo sé. Creo q.que antes ha dicho que q.quería ir al lavavabo.
JAIME: No veas. Estás muy moderno, ¿no?
JUAN: Sí. Me qu.queda bien, ¿eh?
JAIME: Pareces un skater molón.
JUAN: Un skater con muletas. La nueva histo.toria viral de superación.
JESS: ¿Has visto? ¿Soy buena o no soy buena?
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Jésica entra en la escena con toda naturalidad. Ha dejado su desaliñada apariencia en el servicio, pero su novio no tarda en percatarse de algunos cambios inquietantes que la difieren de la chica con la que ha salido de compras:
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-Estás… … distinta, ¿no?- pregunta con semblante extrañado -¿Qué has hecho?-
-¿Qué?- contesta la chica entrando en pánico -Tío… … el vestido- responde nerviosa.
-No. A parte. Hay algo más- mirándola con desconfianza.
-Te.te has reco.cogido el pe.pelo, ¿no?- interviene Juan al rescate.
-No… … no es eso- contesta Jaime, pensativo, mientras se toca la barbilla
-¿Tú no llevabas los labios rosas?-
-Ah… … Sí… … Me he limpiado la cara- explica con repentina credibilidad
-En el espejo del lavabo me he visto la boca mal. Creo que durante la comida…-
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La verosimilitud del relato de Jésica, junto con la soltura despreocupada con la que se expresa ahora, discrimina las tenues sospechas que habían germinado en el incrédulo pensamiento de su novio.
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JAIME: Estaba pensando que Iron Quad podía necesitar ayuda para probarse la ropa.
JUAN: Me apa.paño con un poco de paciencia. Es uno de mis superpo.poderes.
JAIME: El superpoder de vestirse uno mismo… … no veas.
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Jésica y Juan se miran con furtiva complicidad silenciosa mientras se encaminan a la caja para pagar las nuevas adquisiciones vestuarias del chico.
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[El TULLIDO Y SUS AMORES NO TAN PLATÓNICOS] 2/6
-por GataMojita-