El triunfo de don Quijote

Donde se transcribe el manuscrito manchego - a la sazón aún desconocido para las imprentas españolas -, en que se cuenta la primitiva e insigne aventura que aconteció a Don Quijote de la Mancha en el Primer día de su Primera salida.

El triunfo de Don Quijote

Donde se transcribe el manuscrito manchego

- a la sazón aún desconocido para las imprentas españolas -,

en que se cuenta la primitiva e insigne aventura

que aconteció a Don Quijote de la Mancha

en el Primer día de su Primera salida.

Cuenta el ilustre D. Miguel de Cervantes en el Primer Libro 1 de su novela intitulada

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha que, aquel caballero más valiente que Roldán

y más galán que Macías, allá en el primer día de la solitaria salida de su hacienda en aquel rubicundo amanecer manchego del mes de julio, no alcanzó a hallar aventura alguna en la que quedara constancia de su inusitada gallardía y donaire para deshacer tuertos y enmendar sinrazones.

Mas no creemos que el insigne cronista de tan elevada péndola y avivado ingenio hallara en el menester razón alguna para esconder el verdadero acontecer de aquel día, sino que, quizá por fallo de las fuentes en las que en un principio bebió, o tal vez por la malignidad de Cronos, implacable devorador de todas las cosas, que mantuvo la historia oculta o consumida de aviesa suerte... el caso es que Cervantes no refirió aquella aventura que no ha mucho tiempo he tenido el honor de conocer al llegar a mis manos mediante cierto cartapacio que, llegados a este punto, tengo a bien de hacerles conocer a vuestras mercedes, ya que se festeja en este presente año el IV Centenario del público nacimiento de tan excelso texto cervantino. Y pues cuándo mejor que en tan quijotiles fechas para retirar recatadamente el velo al secreto que con tanto celo he tratado de preservar hasta el día de hoy.

Para mi santiguada, únicamente señalaré que en tierras abderitanas hallé tales papeles; y Dios me entiende, y no digo más.

.

1 Primer libro, Segundo capítulo, justo antes de llegar a la venta donde será nombrado caballero...

Así pues, sin hacer más cala y cata, presentadas las razones en mi recién estrenado estado de amanuense, transcribo lo que le aconteció a Don Quijote la mañana del primer día de su primera salida, de tal suerte que quede demostrado que no fue el de Andresillo y su verdugo, Juan Haldudo, el primer tuerto que deshizo nuestro hidalgo.

Estos papeles hallados andan carcomidos por el tiempo, la humedad y los voraces gusanos, mas trataré de reconstruirlo de forma amena, a fin de que vuestras mercedes gocen de la historia. Dice así:

«(...) Yendo nuestro hidalgo caminando por tierras manchegas, alcanzó a internarse en una floresta con el fin de protegerse de los implacables rayos del ardiente enamorado de la esquiva Dafne, y para sí decíase:

¡Voto a tal! Pues téngome por muy cierto que todas estas incomodidades son muy ajenas al ejercicio de la andandesca caballería, y poco encaja a la resolución de mi oficio el padecer tanto calor, pero ha de ser cosa de encantamiento y obra de mi gran enemigo, el sabio Frestón. ¡Ah, que Urganda la Desconocida te confunda, y malhaya toda la nigromancia desde Zoroastes!."

Y fue pues el caso que, entrando en la floresta oyó una voz como de mujer afligida que decía:

Ay de mi, pues ¿no soy acaso la más desdichada mujer de cuantas hasta ahora han nacido? ¿Y no habrá quien me socorra en esta tribulación en que me hallo por mis grandes pecados? ¡Dejadme ir en buena hora, señor, que yo nada os he hecho para que así me tratéis!."

Don Quijote, al oír tal parlamento, imaginado haber llegado a floresta encantada, plugió a los altos cielos y a la sin par Dulcinea de Toboso para que el calor no le tuviera tan rendido a fin de afrontar con su natural donaire la hazaña a la que tan inequívocamente era llamado. Así pues, espoleó a Rocinante y dirigióse sin dilación hacia donde las voces venían. Hallóse luego en un estrecho claro, en donde delante de los ojos se le ofrecía la inaudita visión de una pobre mujer malgastada por el tiempo y las penalidades, desnuda en camisa e hincada de hinojos ante un villano, el cual con su enorme mano extendida preparábase para golpear a la desventurada.

Viendo esto Don Quijote, conociendo que se hallaba ante su primera aventura, acomodóse sobre la gallarda presencia de Rocinante, embrazó la rodela, enristró su lanza y, con gentil brío y continente, dijo:

¡Malhaya vuestra condición, villano infame, soez y malnacido, que ponéis la mano sobre tal adalid de la fermosura! Que ha de ser, si no me engaño y no me fallan mis sentidos, Gundelina, la doncella de más honestos pensamientos que háyase visto jamás, hija del rey Balvino, del longevo reino de Gundelín. Mas no se me parte de las mientes que aquesta dama fue en otro tiempo raptada por un zafio jayán de nombre Tarfax de Calvatrueno, que debiérais de ser vos, pero tan confuso me hallo por el calor y mi andandesca cólera, que os veo grueso y chico cual repollo! Con todo, ordeno que dejéis ir a la fermosa doncella Gundelina, que tan mal osáis tratar, no alcanzando vuestro vil y bajo entendimiento a comprender el pecado en que os halláis!."

Giróse el arriero y, viéndo a quien le dirigía tan extrañas palabras, túvole por poco cuerdo, y desquijándose de risa, contestó a nuestro hidalgo:

¡Adóbame esos candiles! ¡Bueno está el donaire con que ha salido el ferroso caballero! Ríome yo de los honestos pensamientos de esta doncella , pues solo responde por menguada dueña, y ni aún con ésas, pues no siendo casada ni viuda, ya ha conocido varón y en buen número! Mire vuestra merced lo que dice, que yo no soy ese Calvatrueno ni ésta es la Gundelina de Gundelín que dice, sino una mujer de la vida, más conocida como Justina de Tomelloso, de cuyos servicios no ando satisfecho. Y mire que yo soy Pedro Angulo, enterrador de profesión, que por lo mesmo no me sobran los maravedís como para andar malgastándolos. Váyase en buena hora y cuide sus palabras, que no está la parroquia para sus sermones. »

Vale.

Forse altri canterà con miglior plettro...

Conchi Sarmiento Vázquez.-