El triángulo negro de mi chocho

El cornudo continua relatando la confesión de su amante quien le cuenta un polvo fabuloso, en sus principios

CONFESIONES DE CORNUDO CONVICTO Y CONFESO 7

El triángulo negro de mi chocho

Lo más probable, hasta seguro incluso, es que, alguno o bastantes de los lectores que soléis visitar estas confesiones, quién sabe si también alguna lectora intrépida o furtiva; podréis recapacitar, haberlo hecho y, por ejemplo, a propósito de la anterior entrega (¡Qué polvo tienes, viajera!), preguntaros y preguntarme: ¿Cómo es que apenas comienzas la historia pareces estar al borde de un ataque de placer, después lo obvias, continuas  esparciendo morbo sin aludir más a tu calentura, solo te refieres a la de ella, y además no concluyes, te enredas y no terminas, ni llegas siquiera a las inmediaciones de ese anunciado polvazo brutal que el conductor del autobús echó con tu amante Rosa, y ella con él, naturalmente.

Si fuese así, mi respuesta es que, con toda sinceridad, uno se propone lo que se propone pero, en el momento de manifestarlo públicamente, sobrevienen añadidos y detalles que, en la sala viciosa de la memoria del cornudo, recobran todo su brillo, y por eso me entretengo más de la cuenta, acaso me recreo en considerar pasajes poco sustanciosos, nada o casi nada excitantes, pero que a mí me ayudan a poner en su sitio secuencias verdaderas de los preciosos atributos míos.

Bueno. ¡Cabrón, no lo dilates más!  Sí, claro. Disculparme y vamos a ello: Sin duda, las tetas de Rosa en mi pecho y en su diestra mi polla, moviéndola como ella tan bien sabe, desde el tallo hasta el capullo, bien tieso el rabo y duro, babeando gusto; hacen que mi enorme disfrute deba refrenarse y me controlo una y otra vez, exaltado por esos roces nuestros, y más aún cuando en mi oído, tan cerca de sus labios, escucho, de su voz caliente, orgullosa y algo arrepentida, pero poco, por lo que pudiera trascender de su encoñamiento con el chofer; cómo y dónde y de qué manera ese tal Antonio se la acabó cepillando a lo bestia.

Sí, un pedazo de polvo, inolvidable.  Y ahora sí, en el supuesto de que no os haya aburrido lo suficiente como para mandarme, con razón, a la puta mierda; hacedme el favor de leer lo que viene, pues trascribo tal fueron las palabras que Rosa me decía contándomelo, me dijo: Una semana después de que el conductor de marras, tan guapo y tan atrevido, me diera el apretón en el culo y me dijera lo que ya sabes, cabrón mío, tuve necesidad de volver a viajar en esa línea y lo hice sin reparo, mejor dicho: con ganas. Sí, yo sé que tú te lo imaginas a la perfección, cariño: Así iba yo, tu perra, con un morbazo de la hostia. De mi casa a la parada, andando, casi sin quererlo pero sin alejarlo de mí, me puse a fantasear con él y de cómo sería sentirme follada por ese hombre, ufffffff.

Conforme caminaba acercándome a la marquesina y sentía el roce de los muslos, noté que mi coño se iba abriendo y sus labios me pedían batalla de la buena. ¡¡¡Queremos polla!!! Y los oía dándose chocazos el uno con el otro, así estuvieran haciendo palmas, llamaban mi atención los pobres, sin ellos saber o quizá sí, que en mi pensamiento yo tenía, bien clara y decidida, la resuelta determinación de  follarme al piloto en cuanto se pudiera.

En esas iba yo, embebecida en esos deseos de zorra, casi enajenada, tanto como para no darme cuenta de que, a consecuencia del calentón que yo misma me estaba dando, mis bragas (llevaba el mismo tanga que tú me regalaste, lo recuerdas chulo? sí, el rojo diminuto que apenas cubre -todavía lo tengo- el triángulo negro de mi chocho, de tu chocho maricón), no es que se hubieran mojado, tío, créetelo, chorreaban.

Con ese panorama hirviendo subo a la guagua. Lo miro, las piernas me tiemblan. Me mira y me lo dice todo sin decirme nada. Me sonríe y, dándome el billete, me habla: ¡Bienvenida viajera, mi nombre es Antonio, para servirla!  Y yo, atolondrada de veras, así estuviese ausente en los vapores de la fantasía, como borracha, pero desnuda ante él, entregadita, oigo que le contesto: ¡Eso espero Antonio, me llamo Rosa!

(Continuará)