El triángulo negro de mi chocho (2)
El cornudo, auxiliado por la zorra, continúa acercándose al polvo del siglo en el autobús de ñínea
CONFESIONES DE CORNUDO CONVICTO Y CONFESO 8
El triángulo negro de mi chocho (2)
Esta mañana me ha despertado el zumbido del móvil anunciando mensaje. He mirado de quién era y, para gozo del morbo mío, es Rosa. Lo leo: ¡Eres un cabrón! Si, yo lo sé bien, la clase de cornudo que tú eres, cariño, pero le das muchos rodeos a las cosas que cuentas y la gente se cansa, me canso yo siendo la puta protagonista… Así que espabila. O mejor, deja que yo termine de una vez y descubra cómo fue aquel polvo inolvidable. Me pongo y en una hora te lo envío, pero ni se te ocurra cambiar ni una coma, y después tú lo mandas a la web, con tus putos cuernos, maricón!
Bien. El empalme que me provoca el sms de Rosa me tiene en vilo desde que lo abro hasta el momento en que calculo que ya su escrito debe estar en mi bandeja de entrada. Así es, ya llegó, de modo que el cabrito ahora enmudece y quien habla y escribe es ella, mi amada zorra:
Aquello pasó en el segundo verano después de casarme. No eran los primeros cuernos que le ponía a mi marido, pero sí los más sabrosos. Empecé a hacerlo esa primavera, entonces el coño ya comenzaba a aburrirse de fidelidad, se me puso borde y me pedía verga nueva. Me follé a dos tíos, juntos no, por separado. Uno me lo tiré en el baño de una discoteca aprovechando que mi esposo tenía una borrachera asquerosa. Y el otro cayó en otra noche loca, mi marido en las mismas, y yo, con el maromo, a cuatro sobre el capó de su coche, abierta de piernas, sin bragas, recibiendo a matar; dios qué pollazos¡
Por eso, cuando apareció Antonio, yo ya tenía alas y resolución para follar con quien me apeteciera. Eso ayudó mucho porque él, seductor experimentado, desde que miró la primera vez se dio cuenta de todo y, en sus modales y en sus risas, me daba a entender cómo era sabedor de que a mí, se me encharcaba el chocho imaginando, deseando de modo brutal, que me la metiera. Lo cual, te lo puedes suponer, era la verdad y nada más que la verdad.
A lo que voy: el día de marras, yendo a mi plaza en el bus, los muslos empapados, las ganas desbocadas, me engolfo en paladear lo que me ha dicho: ¡¡Para servirla!!, y me río emputecida de la respuesta que, sin ninguna vergüenza, le acabo de dar: ¡¡Eso espero!!. Aunque el asiento mío, según el billete, está en la parte trasera, decido quedarme delante, veo dos filas vacías, y le pregunto: Antonio, puedo sentarme en alguna de éstas? ¡Claro, sin ningún problema, por favor! oigo que me dice con su voz recia, pero lo que sus ojos me manifiestan es: ¡¡¡Puta, te vas a enterar de lo que es joder conmigo!!!
Yo, que puta sí pero no tonta, me entero de todo, me acomodo en la fila 2, pasillo, a tres metros de él, justo en el sitio por el que pueda verme por un retrovisor auxiliar que tiene; observo cómo lo está manipulando y lo dirige a mí, quiero decir que lo coloca para poder verme, mientras conduce, cuando le venga en gana.
Alguien de atrás grita: ¡¡Antonio, vámonos ya, que llegamos tarde!! Total que el conductor se cabrea, se levanta y va en busca del tipo, discuten, vociferan se mandan los dos a tomar por culo, y cuando vuelve a su puesto de mando el muy cabrón, se para a mi lado, se agacha y me dice al oído: ¡¡¡Rosa, quítate las bragas!!! Sé que me has visto preparar el espejo para entretenerme en ti mientras conduzco, así que haz lo que digo: Te las quitas, abres bien las piernas, y me enseñas el chocho…
Dicho y hecho. La Rosa ya está entregadita. Por los muslos me corre un caudal. Cuando llegue a la ciudad va a parecer que me oriné viva sin quitarme el vestido. ¡Joder con la guarra! va a pensar y a decir más de uno, pero no me importa, o sea me importa una mierda, porque a mí, en este momento, me está poniendo a mil hacer, lo mejor que sé, y es mostrarle a mi chulo el chocho, el triángulo negro de mi chocho, tocarlo, abrirlo y masajearlo para él, manifestárselo deseoso de rabo, de su rabo; y se lo digo, logro que en vez de coño vea mi cara, y se digo: ¡¡Mira cómo me has puesto, Antonio!! ¡¡Necesito que me folles, oh, sí, deseo que me la metas!!
(Continuará)