El triángulo

Una hermosa travesti negra entra en la vida de un matrimonio aportando nuevas experiencias que hizo renovar y ver el amor conyugal de una nueva manera.

EL TRIÁNGULO

Una hermosa travesti negra entra en la vida de un matrimonio aportando

nuevas experiencias que hizo renovar y ver el amor conyugal de una nueva manera.

Alberto y Catalina son una pareja muy hermosa. El es muy viril, cuerpo atlético, codiciado mucho por las mujeres. Por su parte Catalina Es una rubia despampanante que no pasa inadvertida por la calle. El tiene 30 años y ella 25, tienen cinco años de feliz matrimonio y jamás alguna sombra se ha aparecido en sus vidas. Ambos tienen buenos trabajos así que lo económico no es algo que les preocupe. Llevan una vida regalada, y la pasión y el sexo una parte fundamental de sus vidas. Se han sido muy fieles. Jamás ha habido un engaño entre ellos.

Son muy creativos en el amor y no se escatiman esfuerzos para complacer al otro. Pero de un tiempo a esta parte Catalina a evidenciado un cambio en su manera de ser. Ya no siente tanto placer a estar con Alberto, quien por su juventud sólo desea andar montando a su mujer en las partes menos imaginadas. En una oportunidad, Sofía, su mejor amiga, le confidenció que ocasionalmente tenía relaciones con una trans. Catalina no tenía idea de qué se trataba todo ese asunto y muy curiosa le comenzó a preguntar más detalles. Sofía le decía que era una experiencia inolvidable, hombres con cuerpos más hermosos que muchas mujeres pero con su miembro en muy perfectas condiciones. Catalina no podía creer tamaña aberración , entonces Sofía para vencer su incredulidad la llevó una noche en su auto a un sector famoso por sus travestis. Andaba lento, para que Catalina pudiera admirarlas. Ella, en su inocencia no podía creerlo, las miraba una y otra vez. ¡No tenían nada que enviidarles a una mujer! Miraban hacia el auto haciendo señales para se detuvieran. Algunas de ellas eran terriblemente jóvenes, de una belleza insuperable. Se alejaron del lugar, algo había pasado en el interior de Catalina, no sabía bien el por qué, pero sentía que su conejita rápidamente se había humedecido.

Llegó a la casa un tanto sofocada, no se podía quitar de la mente, las imágenes de las travestis. Su esposo estaba viendo televisión, lo saludó casi friamente y se fue directo al baño para calmar un poco esa fuerte ansiedad que estaba sintiendo. El agua calmó un poco su calor, pero no otras cosas que se le estaban comenzando a venir a la mente. Salió de la ducha se secó, allí estaba Alberto esperándola para hacerle el amor. Por primera vez después de mucho tiempo, pretextó una jaqueca a fin de evitar los requerimientos de su esposo. Se acostó, apagó la luz, pero no se quedó dormida fácilmente, algo le daba vueltas y vueltas por la cabeza...

Durante toda la semana anduvo inquieta, no entendía o no quería entender el por qué. Pero en los momentos más inesperados le venían a la mente los recuerdos de aquel paseo que había dado con Sofía. Los cuerpos magníficos que poseían la turbaban un poco, y más el saber que tenían "algo extra". Seguramente constituía una experiencia memorable. Sabía que en algún momento iba a sucumbir a ese extraño deseo que la embargaba. Ya no pudo seguir negándose a los requerimientos sexuales de su esposo. Pero no la entusiasmaba tanto. Sólo se limitaba a abriri las piernas para ser penetrada y ojalá terminara lo antes posible, y mientras la cogían pasaba por su mente aquellas fantasías que en algún momento tendría que hacer realidad. Por primera vez en su vida fingió un orgasmo para contentar a Roberto. Eso la hacía sentir despreciable, pero deseaba algo nuevo en su vida, que la encendiera como el primer día que hizo el amor, y ese incentivo sabía perfectamente donde encontrarlo, en aquella calle.

El destino, con esos designios inexplicables le trajo la posibilidad. Roberto tenía que salir de viaje de negocios fuera de la ciudad, era un asunto delicado, estaría alejado aproximadamente un mes. Le pidió que lo acompañara y aunque podía hacerlo, arguyó que no podóa abandonar lo boutique por tanto tiempo. Roberto entendió la situación y no insistió mayormente. Al día siguiente Roberto se marchó y ella lo fue a dejar al aeropuerto. Se sentía extrañamente feliz. Por primera vez comenzaba a gozar de esa libertad de estar sin el esposo. Iba pensando en cómo hacer para cumplir con su deseo. Esa noche después de comunicarse con Roberto, casi no pudo dormir, la ansiedad y el deseo habían hecho presa de todo su ser.

En la mañana se despertó, hizo un día normal. Cerró su local y volvió a la casa, aún era temprano. Prefería, para conseguir su propósito ampararse un poco en la oscuridad. Se dio un baño de tina, luego una serie de cremas y lociones para estar aromática. Una tanga blanca muy pequeña, sostén del mismo color. Una blusa muy delgada coloro verde claro y una mini del mismo color. Se maquilló discretamente. Miró la hora. Todavía era muy temprano. Estaba excitadísima. Su corazón estaba a mil. Un estremecimiento recorría su cuerpo por completo. Su chocha le pedía a gritos algo de acción, esa punzada tan característica de cuando una hembra está caliente por ser penetrada. Para darse más ánimo se preparó un whiskey con algo de hielo. Más que beberlo, casi lo tragó. La noche con su manto oscuro ya comenzaba a caer sobre la ciudad. El lugar a donde debía ir estaba algo apartado de su casa. Unos cincuenta minutos. Así que al llegar ya estaría lo suficientemente oscuro. Bajó del departamento, se dirigió al estacionamiento, subió al auto y partió. Estaba entre nerviosa y excitada, la idea de lo prohibido, el producir adrenalina la estaba reviviendo, era lo que tanto había deseado, probar lo nuevo, experiencias prohibidas. Le comenzaba a gustar todo esto y se lamentaba de no haberlo hecho antes.

Al llegar al lugar disminuyó la velocidad, ya estaban las primeras mariposas. Quería elegir bien, el precio no le importaba. Pero si iba a ser la primera vez entonces tendría que valer la pena. Había una trigueña, buen cuerpo, pero la cara no le gustó del todo, era muy evidente su verdadero sexo. Más allá una gordita que tal vez vivió algunas glorias pasadas, pero a esta altura de su vida dejaba bastante que desear. Una morena, preciosa, sus jenas eran como una segunda piel, con unas tetitas pequeñas, pero la encontró muy joven, quería algo con más experiencia. Así siguió mirando en forma muy crítica, en la esquina siguiente vio a una negra, más se le asemejó una mulata brasileña, era inmensa, por lo menos 1.80 mt. Pero con el cuerpo de una mis mundo. Todo bien proporcionado al tamaño. Una cintura fina, unos muslos duros bien torneados, un par de tetas de otro mundo, y su rostro era muy agradable. Catalina se prendó de ella. Voletó en la esquina para volver a pasar por ahí y hacer lo arreglos pertinentes. Sólo esperaba volverla a encontrar, ojalá que nadie se la fuera a levantar antes. Grande fue su alivio al comprobar que todavía estaba allí. Acercó el carro a la acera y bajó la ventanilla. La negrita quedó mirando y con un caminar voluptuoso caminó hacia el carro y se apoyó en la ventanilla. Al hacerlo, Catalina pudo observar las tetas preciosas luchando por liberarse de su opresión.

-"Dime, linda qué deseas? Tal vez un poco de acción al juzgar por tus ojos" – dijo. Y sin esperar respuesta agregó: -"Podemos pasar un rato muy rico"- Catalina un poco avergonzada por haberse sentido descubierta, y tratando de demostrar aplomo, replicó: -"Podría ser. Todo depende de cuánto estás hablando". La negra la miró fijamente, sonriendo, sus dientes eran blanquísimos, unas verdaderas perlas. –"Dependerá del tipo de servicio que desees,linda. Quieres aquí en el auto, en un motel, servicio completo, quieres mamarlo, o que te coma la concha, o que te lo meta. Todo se puede y todo tiene un precio" – dijo. –"La verdad no sé" – dijo Catalina algo confundida. Luego acotó –"Por lo visto hay tantas opciones que en este momento no sé qué decir"- La negra dijo inmdiatamente: -" No te preocupes, linda, podemos conversarlo y llegar a un arreglo conveniente. ¿Me dejas entrar? dijo, asegurándose de esa manera a la cliente. Catalina quitó el seguro de la puerta, la negra tuvo que correr el asiento hacia atrás ya que el espacio era insuficiente para ella. Una vez adentro la negra se inclinó para saludar a Catalina de un beso en la mejilla y luego le dijo: -"Me llamo Cassandra. ¿Y tú?" – "Catalina" –respondió. –"Mmmm, bonito nombre" –"El tuyo también" respondió tímidamente, Catalina. No podía dejar de mirar esos exquisitos muslos de ébano, el vestido le había quedado tan recogido que se asomaba un poco la punta de su tanga verde. Eso la puso a mil, ya que imaginaba la sorpresa que se escondía bajo esa prenda tan diminuta.

-"Bueno mi linda" – dijo. ¿Qué vamos a hacer finalmente? – dijo mientras cogía la mano derecha de Catalina y la llevaba a su sexo. Cuando su mano se posó sobre la tanga pudo percibir el tamaño de la tranca. A pesar que se encontraba apretujado, lo que podía palpar era para dejar sin habla. –"¡¡¡Dios mío!!! – exclamó. Cassandra se abrió un poco más de piernas e hizo que Camila presionara un poco más la mano sobre su sexo. –"Toca, linda, toca. Parece que te gusta. Anda no seas tímida" –y tomando de nuevo la mano de Catalina la hacía sobar su sexo. A estas alturas la pobre estaba hirviendo. Sólo había sido penetrada por Roberto. Y esta pIja era por lo menos el doble de la que estaba acostumbrada. No sabía ni qué decir ni qué hacer. –"Mira, linda. Que te parece si vamos a un motel, hacemos de todo y me pagas 200 dólares más cincuenta por la cabaña" –Tímidamente, catalina dijo: -"OK. Vamos" Cassandra le indicó por donde ir. El motel no se veía tan mal, eran cabañas. El encargado las guió a la cabaña destinada. Se estacionaron y bajaron una especie de persiana para ocultar el auto de posibles miradas indiscretas. Se bajaron y pasaron a la cabaña. No era de gran lujo, pero estaba pasable para el uso que le iban a dar. La cabaña tenía un baño que quedaba muy escondido y la habitación principal con una gran cama redonda coronada en el techo por un gran espejo, situación que se repetía en las paredes laterales cubriendo hasta la mitad del diámetro de la cama. Fuera lo que se hiciera, se tenía amplia visión desde varias perspectivas.

Cassandra dejó su cartera sobre una silla y luego le dijo a Catalina: -"Bueno, nena, primero los dolarcitos" – y extendió la mano. Catalina con un poco de susto abrió su cartera, andaba con 300 dólares, sus tarjetas de crédito las había dejado por seguridad. Y además se había quitado todas las joyas. –"Aquí tienes" – le dijo. Los tomó, revisó que estuviese la cifra exacta y las guardó en su cartera. –"Parece que eres una señorita de bien" – le dijo. "Apostaría que eres casada" –Catalina asintió avergonzada. –"Seguramente estás aburrida de saborear lo mismo. La señorita busca nuevas emociones y ya lo creo que las tendrás. Sólo te advierto una cosa: después de esta noche no volverás a ser la misma. Te convertirás en una viciosa del sexo". Catalina cada vez estaba más confundida. La negra la tomó entre sus brazos, ella se veía diminuta a su lado. –"Ahora verás lo que es hacer el amor con una transexual" – le dijo. Acercó su boca y comenzó a besarla. Al principio Catalina sintió rechazo , pero Cassandra era una verdadera maestra, sabía bien lo que hacía, su lengua causaba verdadero estrago en los sentidos de Catalina, que poco a poco comenzó a sentir el sabor de la saliva de su compañera. Cassandra la agarró fuertemente del trasero y la atrajo hacia ella y le dijo: -"Veamos, putita que tienes para ofrecer" se huzo hacia atrás y le dijo: -"Quítate la blusa"- Camila, de pie frente a ella. comenzó a desabotonar lentamente la blusa, hasta que llegó al último botón, luego la comenzó a deslizar por detrás de su espalda. –"Usas ropa muy fina" - le dijo. –"Seguramente eres la hembra de un tipo con dinero. Pero parece que no te contenta mucho" Catalina no decía nada, cada comentario que le hacían sólo la provocaba más. Deseaba ser sometida, humillada, insultada. Que la hicieran sentirse menos que nada. –"Ahora sigue con el sostén" – ordenó Cassandra. Muy obediente llevó las manos a su pecho y soltó el tirante que estaba por la parte de adelante. Los separó y quedaron sus tetas a la vista. No eran muy grandes, pero se notaban firmes, turgentes, sus pezones duros en medio de una hermosa aureola. –"No son ninguna maravilla" – dijo Cassandra. –"Parecen de una perra flaca, pero a falta de algo mejor..." Sin hacer caso, Camila comenzó a masajearse las tetas y a presionar sus pezones. –"Ahora sigue con el jeans" volvió a ordenar. Catalina soltó el botón del jeans y luego bajó la cremallera. Su tanga breve asomó. Tomó los jeans por los costados y comenzó a hacerlos para abajo, cuando llegaron a sus rodillas, se enderezó y terminó de quitárselos con los pies. Estaba preciosa con su tanga blanca. Su vello púbico traslucía, primorosamente rasurado en forma de una pirámide invertida. Se puso de espalda a pedido de Cassandra, quien quería ver su culo. Al verlo dijo: -"Tienes un culo muy hermoso, creo que tendré que probarlo" Al oír esto, Catalina comenzó a sudar. Recordaba la primera vez que Roberto la penetró por detrás y todo lo que había sufrido. Es ciero que ya el camino estaba más expedito que aquella vez, pero si esa tranca era realmente como la estaba imaginando.... se vería sin dudas, en serios aprietos.

-"Ahora quiero que te tiendas en la cama, me mires y te masturbes, pero sin quitarte la tanga"–"Y pobre de ti si acabas! – ordenó Cassandra. Se acomodó en la cama, colocó unos almohadones detrás de la espalda deslizó su mano bajo la tanga y comenzó a masturbarse mirando a Cassandra que comenzó a quitarse el vestido. No llevaba nada más debajo. Su cuerpo era precioso, su piel brillaba, dándole, su color una belleza exótica. Su tanga minúscula no evidenciaba ni siquiera una verga pequeñísima. Sus tetas, cónicas, como negra africana, y sus pezones durísimos. Su veintre duro y bien formado. Introdujo una mano por debajo de la tanga y sacó por la parte de arriba su falo. Catalina quedó casi sin respiración. Le parecía increíble un falo tan grande como ese. Comenzó a acariciarlo, su cabeza era prepotente, brillante, Catalina sintió que estaba a punto de desvanecerse ante tal prodigio. Inclusive la asaltó un poco de temor tener que cobijar en su cuerpo tamañana criatura.

Cassandra comenzó con una especie de masajeo masturbatorio, pero preocupándose siempre que Catalina viera toda su majestuosidad. El tronco se veía muy apetitoso, y por debajo dos inmensas bolas negras seguramente repletas de semen caliente vibrante por salir. Catalina, con las piernas abiertas, y su mano debajo de la tanga, estimulaba metódicamente su clítoris. Hacía mucho tiempo que no se masturbaba, desde que era una adolescente. Su botoncito respondía endureciéndose a la estimulación que le daba, instintivamente comenzó también a mover sus cadera como si tuviera un falo dentro de ella. Era tanta la excitación que comenzó a advertir los síntomas previos al orgasmo. Tenía un deseo incontenible de continuar, pero no olvidó la advertencia de Cassandra, y sus dedo se detuvieron , lo que le produjo una profunda desazón.

El cuerpo de la negra era sencillamente magnífico. Un cuerpo de ébano esculpido a mano. Ni un gramo de grasa. Un cuerpo bien torneado, fibroso, duro, que mezclaba los mejor de dos mundos. La figura armoniosa de la hembra, la suavidad de su piel y la dureza del macho coronado con una pija deliciosamente torneada, que seguramente iba a hacer sus delicias.

-"¡Ven aquí, perra!"- ordenó Cassandra. Catalina se levantó. Estaba preciosa con su tanga. La blancura de su piel, y su pequeñez al lado de Cassandra contrastaba deliciosamente. La tanga, en la parte de su sexo, estaba totalmente empapada, señal que el deseo hacía presa de ella. Se acercó, Cassandra comenzó a acariciarle las tetas, y apretujaba sus pezones causándole un pequeño dolor, pero era un dolor agradable, un dolor placentero. Se aceró más y pudo sentir el calor de ese cuerpo negro que la tenía loca. Apoyó su rostro en las tetas negras, eran suaves y firmes. Las besó completamente, y succionó sus pezones, mientras que el miembro de Cassandra se apoyaba sobre su vientre suave provocándole mil sensaciones distintas.

-"¿Te gusta mi pija, puta? le preguntó. –"¡Vamos, contesta! ¿Te gusta mi perra, puta?" Catalina que adivinaba lo que deseaba escuchar Cassandra le respondía: ¡Sí. Sí.Sí! Me vuelve loca. La quiero entera para mí. Quiero que me la metas entera. Quiero sentir cómo esa verga tuya entra en mi chocha." –"Parece que está muy caliente perra, seguramente tu macho tiene una pija de porquería que no te satisface. Hiciste bien en venir conmigo. Verás que no te arrepintes y volverás por más. Eso te lo aseguro." – dijo Cassandra.

Luego tomándola de los hombros las empujó hacia abajo. La intención era clarísima. Catalina comenzó a descender y mientras lo hacía su rostro iba rozando el cuerpo de Cassandra. Era como acariciar un cuerpo de mármol, pero vivo, con calor. Así arrodillada, su boca quedó justa frente a ese falo erecto. Su glande la apuntaba amenazadoramente. primero lo tomó entre sus manos, apenas podía cruzarlo. Lo hizo hacia atrás y comenzó a mamarle las bolas. Ese aroma tan particular que tienen los hombres en su sexo la embriagaba, le recordó a su marido, sólo que aquí era mucho más fuerte. Se extasió mamando , parecía una niña pequeña con un dulce. esta realmente lanzada a la vida y no se detendría ante nada. Quería probar, sentir nuevas experiencias, esto le hacía sentirse deliciosamente viva, deliciosamente hembra.

Luego se apartó un poco, su rostro estaba totalmente empapado en su propia saliva, era el momento de hacerle los honores a esa tranca que tenía frente a ella. Se acercó, abrió la boca y comenzó a introducírsela en la boca. Ubicada allí le pareció más grande de lo que era en realidad, su boca no daría para contener tamaño miembro. Se introdujo un poco menos de la mitad, el glande le producía como una enorme hinchazón a un costado de la cara, que daba la impresión en cualquier momento se rompería y saldría por ahí. Catalina vio que las cosas no estaban bien, habría que intentarlo de mejor manera. Se lo quitó de la boca, aguantó la respiración y a intentarlo de nuevo. Esta vez mejoró bastante la técnica pero tampoco fue suficiente. Sólo pudo albergar una tres cuartas partes de la pija, que ya estaba casi dentro de su garganta, y apenas podía respirar. Debió reconocer su incapacidad para realizar esa empresa. pero se aplicó lo mejor que pudo con la porción que alcanzaba a cubrir cómodamente. deseaba que la negra se viniese en su boca, se imaginaba grandes cantidades de semen caliente debordándole por la boca. pero Cassandra era durísima. Si ella no quería podría estar todo un año mamando y nada conseguiría.

Pasarían unos diez minutos y Cassandra la tomó fuertemente de los cabellos, casi alzándola en vilo. –"¡No sirves ni para puta" – le increpó. –"¡Súbete a la cama y colócate como lo que eres: una perra!" Cassandra estaba comenzando a descubrir que los insultos en ocasiones como estas podían tener una fuerte caraga erótica. Descubrió que tenía su encanto ser sometida, insultada, humillada. Se subió a la cama y se colocó en cuatro patas. Su exquisito trasero miraba a Cassandra. de pronto un súbito temor acudió a su mente. Si Cassandra decidía darle por el culo, la pasaría mal, pero muy mal. Esa pija le dejaría el culo bueno para nada, y si lo hacía sin cuidado peor. Ya se imaginaba en una clínica. ¿Cómo explicar algo así? El sudor comenzá a perlar su frente. Esto ya no estaba muy entretenido, y por unos momento se arrepintió de hacer lo que estaba haciendo, más por miedo que por otra cosa. Su pobre culito, tan bien cuidado, es cierto que Roberto había hecho algunas incursiones, pero siempre exigió que fuera con mucho cuidado y bastante lubricante. Ahora no había nada de eso, ni estaba en condiciones de exigir nada . Bueno ella solita se lo había buscado, lo que fuera se lo tenía merecido.

Cassandra se acercó y tomándola ambas piernas las separó bruscamente, provocándole un fuerte dolor. –"¡Seoara bien las piernas, perra!" – vociferó. Catalina las separó lo más que pudo. Cassandra le hizo bajar la cabeza hasta quedar apoyada de lado en la cama, luego le tomó los brazos y se los hechó hacia atrás. El culo de Catalina quedaba totalmente expuesto y por supuesto en la indefensión más completa. Luego Cassandra tomó uno de los bordes de la tanga y de un solo tirón se la quito, obviamente dejándola inservible. El trasero de Catalina ofrecía una vista maravillosa. Su culo parado, dejando ver lo sonrosado de su año, preciosamente delineado, muy cerrado y pequeño. En definitiva un culo de hembra de primera clase. Mas abajo se podía ver parte de su vulva, y sus labios suaves y ligeramente morenos. Una belleza de chocha que cualquiera comería con gusto.

Su temor comenzó a acrecentar, todo indicaba que le iban a penetrar su delicado culito. Catalina cerró los ojos y apretó los dientes preparándose para lo peor. Sus manos crispadas agarrando fuertemente las sábanas. Se la iban a hacer muy buena. Sintió el roce del miembro en su trasero cuando se acercó Cassandra. Trató de relajarse para que cuando ocurriera pudiera al menos en algo mitigar el dolor. Pero eso sólo era engañarse. Cassandra la cogió con las manos por la cintura para asegurarla mejor. Catalina rezaba todo lo que se acordaba. Ese sería el precio que tendría que pagar por su lujuria. Su maravilloso culo destrozado. –"Ahora verás lo que es gozar, perra".- dijo Cassandra. El miembro erecto comenzó a acercarse, ávido de esa carne joven y palpitante, deseoso de entrar en las profundidades exquisitas de Catalina no importando cuál sea el camino a tomar. A pesar del temor de Catalina había algo en la situación que la atraía, de alguna manera la subyugaba. Nunca había pasado por la experiencia de sentirse tan indefensa, de quedar a los caprichos de otro y de verdad tenía su encanto, se estaba dando cuenta que existían muchas cosas que desconocía en el ámbito de la intimidad y que sólo le había faltado la oportunidad para irse descubriendo ella misma.

De pronto sintió como si un rayo fulminante hubiese impactado justo en medio de su sexo. No pudo evitar un bramido de yegua en celo. Una mezcla de dolor, sorpresa, placer, todo centrado en una sola cosa. respiró aliviada. Sus temores no se cumplirían, Cassandra la estaba comenzando a penetrar en su conchita húmeda y fresca. Pensó que la penetración iba a ser violenta, que de un solo envión se la meterían completa. Tampoco eso sucedió. Con los ojos cerrados comenzó a imaginar lo que estaba sucediendo en su sexo, como sus rágiles labios se apartaban ante el poderío del falo que comenzaba a entrar. Como sus músculos rendían pleitesía a ese falo mágico que le estaba haciendo sentir un placer tan intenso. Como su interior se iba moldeando a la forma de ese extraño que ingresaba a su cuerpo. La penetración era lenta pero firme, sin dolor. Era tan grueso que llenaba su interior en su totalidad. No era igual a cuando Roberto la penetraba, esto era mucho mejor. Dado su grosor, al ir penetrando también estimula muchísimo su bello boton rosado y eso la dejaba queriendo más y más y más. Esra un espectáculo hermoso poder verlos. Un miembro como pocos, erguido y orgulloso, negro como la noche, entrando a una blanca y palida cavidad abierta a su máxima expresión. La fragilidad y hermosura del cuerpo de Catalina contrastaba enormemente con Cassandra que, siendo muy bella, era lo opuesto. Allí estaba la gracia. Catalina lanzó un leve quejido cuando las bolas de Cassandra se estrellaron contra su trasero. Se dio cuenta que estaba totalmente empalada. Se sintió hembra como nunca por haber sido capaz de albergarlo por completo. Sentía su vientre como hinchado, como estando preñada, pero no era precisamente un hijo lo que tenía en su interior. Así se quedaron quietas un momento. Catalina volaba por mundos desconocidos. Estaba plena, que esos instante mágicos nunca acabaran. Al rato, Cassandra comenzó a contraer sus músculos haciendo que su miembro hiciera una suerte de movimientos espasmódicos dentro de Catalina, quien de a poco comenzó a sentir que el momento en que vería la luz estaba próximo a llegar. Poco podía moverse en la posición en que estaba, así que todo dependía de Cassandra. Su respiración comenzó a volverse jadeante y entrecortada. Sus ojos se tornaron más brillantes que de costumbre, una puntada que partía del centro de su sexo se ramificaba por todo su cuerpo. Ya no tenía voluntad, ansiaba el momento del placer supremo que comenzaba a manifestarse lentamente, aumentando su intensidad . Su mente estaba quedando en blanco, y parecía que un millón de hormigas recorrían su cuerpo. Libélulas colmaban la habitacion con su belleza y su frente coronada por lucecitas de luciérnagas. Su cuerpo se iba desintegrando, cada molécula, cada átomo se dispersaba en direcciones diferentes. No sabía si estaba muerta o viva, si era realidad o ficción, si estaba en el cielo o en la tierra, pero eso no le importaba en lo más mínimo. Su cuerpo comenzó a tensionarse, la sangre se agolpaba a borbotones en su cabeza, las venas de su cuello parecían a punto de reventar. Los ojos casi blancos parecían salir de sus cuencas. El placer se hacía más intenso por segundos, tanto que estaba a punto de desfallecer. El placer llegaba a doler. Cuando pensaba que ya estaba en la cumbre, misteriosamente la cima se iba más y más arriba hasta llegar a un punto que parecía inalcanzable. No podía precisar cuánto tiempo llevaba así, pero era un orgasmo casi infinito, que ya estaba comenzando a enloquecerla. No estaba preparada para soportar algo tan intenso. Hasta que llegó el momento crucial, dio un alarido que rasgó el aire de la habitación, tanto que cada uno de sus músculos se aflojaron. Sintió que las entrañas se le removían que no había nada en su lugar, los dedos de las manos y los pies se separaron de una manera increíble.

Fue tanto, que sin poder evitarlo, Catalina comenzó a orinarse, como estaba taponeada con el miembro de Cassandra el orín salía en numerosos hilillos corriendo en diversas diercciones, al mismo tiempo se le aflojó el esfínter, saliendo de su agujerito un liquido semiacuoso de color café, que corría por sus gluteos y en la parte superior de la tranca de Cassandra. A Catalina nada de eso le importaba, gritaba y sollozaba como energúmena, viviendo intensamente ese orgasmo que parecía no terminar nunca. Finalmente exhaló como un último suspiro, y quedó allí como un estropajo inservible, casi sin respirar. Esta ida, en otro mundo. Cuando Cassandra retiró su miembro, sintió la ausencia, el vacío en su interior y no le agradó. Se había acostumbrado a tener en su interior esa tranca que ya creía parte de su ser. Cassandra se dirigió al baño para asearse. Al cabo de unos diez minutos salió ya vestida y arreglada como si no hubiese pasado nada. –"Vamos, tienes que llevarme. No pretenderás que me pase toda la noche aquí. Eso ya tiene otro precio" – le dijo a Catalina. Ella no esperaba eso tan pronto, estaba agotada no deseaba moverse en lo más mínimo. –"Pero... pero... ¿y tú? Tú no acabaste. No te puedes quedar así". respondió. –"Mira bebita, yo nunca acabo con el primer cliente. La noche es larga. Y si quieres eso, son cien dólares más"- respondió Cassandra.

El dinero no le alcanzaba. Así que nada se podía hacer por ahí, tampoco quería irse aún, se sentía incapaz de conducir. Pero la solución a su problema vino de la misma Cassandra. –"Si quieres quedarte, puedes hacerlo pero me tienes que dar cuarenta dólares para el taxi. Aún es temprano y puedo levantar unos clientes más" –Catalina sacó las cuentas, le quedaban cincuenta dólares, seguramente Cassandra le diría que no tenía cambio. Se incorporó, abrió su cartera y sacó el billete. Cassandra al verlo dijo inmediatamente: -"No tengo cambio para darte" –Catalina sonrió. Tal como lo había imaginado. –"No te preocupes. Quédatelo. Digamos que por "servivios distinguidos" – "OK" – dijo Cassandra, tomó el billete y lo guardó. Luego agregó: -"Si requieres de mis servicios de nuevo, ya sabes dónde encontrarme. Te puedo enseñar algunas cositas más. Y tal vez acordemos un precio conveniente para ambas. Le dio un beso en la mejilla y desapareció por la puerta.

Catalina se levantó, cerró bien la puerta y puso la cerradura de seguridad.

Se vio reflejada en los espejos de la pared, esta hecha verdaderamente una miseria. Toda sucia, orinada y más despeinada no podía estar. Sus ojos se habían empequeñecido, su rostro cansado, pero con el semblante inequívoco de una hembra muy bien cogida. Quería quedarse así, tal como estaba, con todos los rastros y consecuencias de su calentura. Se tumbó en la cama y sin darse cuenta se quedó profundamente dormida.

Se despertó ya a media mañana. Entreabrió los ojos y la luz que entraba por el ventanal la encegueció. Se refregó los ojos. Parecía que un huracán hubiese pasado por la habitación. estaba y se sentía sucia, acudió al baño y el agua fresca la hizo reaccionar. Se aseó minuciosamente, especialmente su vagina y su ano, quitandose los restos resecos que estaban pegados a su piel. Mientras hacía esto pensaba en lo imprudente que había sido, primero expuesto a que Cassandra le hiciera cualquier cosa, no había usado preservativo ¿Si le pegaba alguna infección venérea o el SIDA? Alejó esos pensamientos rápidamente, pensando mejor en lo bien que lo habia pasado. Salió, tomó la toalla y se secó. Su ropa estaba sobre la cama, toda arrugada. Tomó la blusa una inmensa mancha producto del orín.

La falda tenía varias manchas de su propio excremento, y para peor era de color blanco. Ya no importaba mucho la elegancia, el asunto era salir luego de allí y regresar a casa. Aunque ya le estaba comenzando a rondar la idea de un segundo encuentro con Cassandra, ya estaba un poco más enterada y no sería tan tonta como esta primera vez. se puso el sostén, la única prenda que había quedado limpia. Luego la blusa, su tanga no servía para nada, así que tendría que irse así. No había otro remedio. En general su ropa hedía a esos aromas que sabemos tan característicos.

Ella la reina de las fiestas, siempre la más hermosa y la más arreglada, estaba allí como una puta pobre y revolcada, pero secretamente le agradaba la idea de estar así. era una nueva experiencia en su vida. Avisó por el citófono que estaba lista para irse, luego tomó sus cosas, salió de la cabaña y se subió al auto. Durante el camino la asaltó otro temor. Que la viera algún conocido en esa facha, para llegar a su departamento tenía que tomar el ascensor, vivia en el décimo quinto piso. Por suerte no tenía que pasar por el vestíbulo ya que podía hacerlo desde el subterráneo donde estacionaba el carro. Era una situación un tanto difícil, pero había que hacerlo. No habían más opciones. Llegó al edificio, entró al subterráneo, estacionó el auto, se bajo y se encaminó hacia el ascensor. Apretó el botón de llamada. Esos segundos que se demoraba en bajar le parecían verdaderos siglos.

Finalmente la puerta comenzó a abrirse, su corazón palpitba fuertemente, poer suerte no venía nadie en él. Pero quizás qué podría suceder hasta el décimo quinto piso. Comenzó a subtir, en el quinto se detuvo, nunca se le había hecho tan pequeño el ascensor, parecía que los olores se intensificaban. Subió un joven de unos 20 años, la miró de arriba abajo y luego se hizo el desentendido. En el octavo se subió una señora con una niñita, que reclamaba porque decía que había mal olor, y no se callaba por más que la mamá intentaba. Catalina no sabía dónde meterse. por suerte se bajaron en el décimo piso y el joven un piso antes que Catalina. Cuando llegóa a su piso salió rápidamente y se dirigió a su departamento. Sacó la llave y abrió la puerta. Se deslizó rápidamente. Se dirigió a su habitación para darse un nuevo baño cuando siente una voz por detrás suyo que fue como si la paralizara mortalmente.

-"¿Se puede saber qué significa esto? – Rugió una voz. Era nada menos que Roberto. Catalina tratando de reponerse intentó decir algo pero de su boca no pudo salir palabra alguna. –"¡¡Mira cómo estás, como una puta revolcada!!! ¡Toda inmunda! Y diciendo esto se acercó a Catalina dándole un fuerte revés en la cara que la hizo caer al suelo. Su labio inferior estaba sangrando. Se limpió con el brazo, apoyada en su miseria contra la pared. Allí se dio cuenta Roberto que su mujer andaba sin ropa interior. –"¡No llevas nada debajo!! – gritó. –"¡Matarte es poco, puta!!" Y la tomó de los cabellos levantándola en vilo. De nada valían los gritos de terror y dolor que Catalina daba. Casi sin darse cuenta le llegó un violento cachetazo en la cara que la hizo ver mil estrella. –"¡Basta, basta, Roberto, por favor! –sollozaba Catalina. –"Déjame explicarte! Y Roberto casi sin dejarla hablar le gritaba: "¿Qué vas a explicar, puta, qué vas a explicar? ¿Qué estuviste culeando como una perra caliente quien sabe con cuanto inmundo? ¿Eso me vas a explicar? ¿Qué te dio una indigetión y te cagaste la blusa y la falda? Seguramente usaste tus calzones para limpiarte el culo. ¿Eso me vas a explicar?

Catalina con su rostro hinchado sollozaba como una niña. Si Roberto la hubiera asesinado podía comprenderlo. Era el precio que debía pagar por su desatino. A los empujones la llevó hacia la regadera quitándole la ropa a los tirones hasta dejarla completamente desnuda. –"¡Aseate, asquerosa! – le dijo. –"Y no creas que esto termina aquí. Recién está comenzando! El agua salía heladísima. Pero prefería eso a enfrentar la furia de Roberto. Pero tampoco podía quedarse todo el santo día bajo el agua. Una vez que hubo terminado, salió, tomó la toalla y se secó con toda calma. El rostro le ardía, seguramente se pondría morado e hinchado. Salió del baño, totalmente desnuda, estaba bella como siempre. Roberto la miraba furioso esperando que terminara de vestirse, pero no podía dejar de admirar ese bello cuerpo de mujer, tan armonioso, tan suave y terso. Se preguntaba si no habría exagerado la nota, pero le parecía que el aspecto con que su mujer había llegado no dejaba la más mínima duda, y de esta manera justificaba su actitud.

La vio desnuda cuando se dio vuelta para empinarse y sacar ropa del closet. Siempre le había gustado el cuerpo de su mujer, ese cuerpo lo tenía loco y él en un momento de arrebato había desfigurado su bello rostro, pero había perdido la calma no era para menos. Cuando ella se empinó y separó un poco las piernas, pudo apreciar por detrás parte de su conejito, El morbo comenzó a apoderarse de su mente. Le dieron deseos de cogerla como un animal ahí mismo y metérselo en cada cavidad que tuviera. Pero se contuvo y siguió mirándola. Catalina se puso una tanga blanca, una remera del mismo color con un dibujo estampado y unos short de lycra, color negro que se apegaba exquisitamente a su figura. Una vez que terminó, Rodrigo, con un tono enérgico, le pidió que se sentara en la cama. Catalina obedeció. Entonces le dijo: -"Espero Catalina que me digas la verdad. Es cierto que perdí la calma, pero verte en ese estado no era para menos. Sólo te pido que me cuentes toda la verdad. No temas que ya no te haré más daño. Una vez que hayas dicho todo lo que tengas qué decir, veremos cuál será nuestra decisión para el futuro". Cada una de las palabras pronunciadas por Roberto eran peor que una cachetada, eran verdaderos cuchillazos que se clavaban en su corazón, porque a pesar de todo ella amaba a Roberto de verdad, pero estaba consciente del error cometido. Por lo tanto ya no quedaba nada más que la verdad. Le contaría todo, absolutamente todo cual había sucedido. Y así comenzó su relato.

Una vez que hubo terminado, Roberto había escuchado atentamente cada palabra de su mujer, mirandola a los ojos, le dijo: -"Está bien, Catalina, entiendo lo sucedido. Tal vez si hubiésemos hablado estas cosas a su tiempo nada de esto habría pasado. Yo, debo confesarte, también me ha pasado algo parecido, pero nunca me atreví a decírtelo ni tampoco llevarlo a cabo, dar un poco más de emoción a nuestras vidas. Tuviste la valentía de hacerlo. Te pido me disculpes por mi arrebato. La tomó suavemente del cuello, la atrajo hacia sí y se dieron un apasionado beso.-"Eso sí que ahora con lo sucedido, me tomaré una libertad y espero estés de acuerdo" – dijo Roberto. Catalina lo miró intrigada y le preguntó: -"Pídeme lo que quieras" – "Pues bien" – dijo Roberto –"Quiero que mañana que es sábado traigas al departamento a esa maravillosa negra que te hizo gozar tanto, a ver qué podemos hacer entre los tres". Catalina quedó atónita. Tanto que le pidió que repitiera lo que dijo, sólo así quedó medianamente convencida. Su cabecita loca comenzó a enardecerse nuevamente. Esta posibilidad que se estaba ofreciendo era muy tentadora e interesante.

El día sábado cuando ya casi estaba anocheciendo, se despidió de Roberto, ella iría a buscar a Cassandra. De lo que no se percató Roberto, fue que Catalina llevaba un pequeño maletín. Bajó a buscar el carro, colocó el maletín en el asiento del lado y partió. esperaba tener suerte y poder encontrar a Cassandra. Llegó al lugar y comenzó a recorrerlo lentamente, las travestis ya estaban pululando por el sector, y le hacían señas y gestos, algunas más osadas le mostraban su miembro o el culo, esperando ansiosamente que cualquiera de las dos cosas despertara el apetito del posible cliente. Dio la vuelta completa y Cassandra no aparecía por ninguna parte. Comenzó a desesperanzarse. ¡Eran tantas las expectativas que se había hecho! Dio una vuelta más, pero el resultado fue negativo. En la tercera vuelta se detuvo frente a una travesti rubia, con una piernas de miedo, se notaba que no tendría más de unos 19 ó 20 años. Se acercó rápidamente al carro. –"Hola linda" – le dijo. –"Mi nombre es Sasha. ¿Quieres pasarlo rico? –Catalina la miró casi desnudándola con la mirada y le dijo: -"Perdona, pero ando buscando a Cassandra" ¿La conoces? Sasha, hizo un gesto de decepción y respondió: -"Esa negra calentona? Yo te puedo hacer más feliz. Llévame, te cobro barato y nada pierdes con probar" -"Perdona" dijo Catalina lo más dulcemente posible. –"Tal vez en otra ocasión. Ahora necesito urgente hablar con Cassandra. ¿Puedes ayudarme? –"Está bien, está bien" – respondió. –"Pero primero deberás darme algo de dinero para la suerte"- Bueno, dijo Catalina, abrió su cartera y sacó un billete de cinco dólares. –"Toma" – le dijo. –"Ahora dime, ¿Dónde puiedo encontrar a Cassandra? Sasha guardó el billete, y le dijo: -"Bueno, generalmente cuando no estpa aquí es por dos cosas. Una porque se fue con un cliente. Pero yo estoy de temprano aquí, fui casi la primera en llegar, y no la he visto. La otra posibilidad es que se haya ido a la Gran Plaza. A veces se va a trabajar allí. No es seguro, pero es el único lugar donde podrías encontrarla" Catalina le agradeció. Antes de partir, Sasha le dijo: -"Si no la encuentras ven por mí. Puedo ser muy exitante. Estoy segura que no te arrepentirás" Catalina no dijo nada y partió rumbo a la Gran Plaza. No quedaba muy lejos de allí, serían unos quince minutos de viaje. Contrariada por las dificultades iba cavilando qué haría si no la encontraba. Sasha le parecía una buena opción, por lo que había visto era una de las más hermosas, pero sin duda que la primera preferencia era por Cassandra.

Finalmente llegó a la Gran Plaza. Nunca entendió el por qué de ese nombre ya que no era muy grande que digamos. La iluminación no era muy buena, tal vez por eso Cassandra venía a este sitio. Muchos faroles estaban quebrados, seguramente por los vagabundos y drogos que frecuentaban el sitio. Al dar la primera vuelta le pareció ver algo entre las sombras de unos árboles, pero ya era tarde para devolverse, así que prefirió dar la vuelta completa. Esta vez lo hizo disminuyendo la velocidad. ¡Era ella! Allí estaba amparada bajo la sombra y oscuridad que le daban los árboles. estaba más puta que nunca. Eso la hizo enardecer su ánimo. Se estacionó. Cuando Cassandra vio que el carro se detuvo, se acercó casi sigilosamente. Al mirar por la ventanilla, treconoció inmediatamente a Catalina. –"¡Vaya, si no es la putita! – exclamó. Y sin preguntar metió la mano por la ventanilla semiabierta, quitó el seguro, abrió la puerta y se subió. Saludó a Catalina con un beso en la mejilla y le dijo: -"Estaba segura que volverías, putita, estaba segura. ¿Quieres que vayamos al mismo luigar? – le preguntó. Catalina le dijo que no, que tenía otros planes, pero que primero le gustaría acordar el precio. La negra le dijo que bueno, pero primero que salieran de ahí ya que el sector era peligroso y la policía andaba rondando por ahí hace rato. Catalina arrancó el auto y partieron. Se estacionaron en una calle tranquila, poco iluminada y aparcó el carro.

-"A ver, que es lo que tienes en mente, zorrita" – le dijo. Catalina no pudiendo quitar los ojos de las piernas de la negra le dijo: -"Bueno quisiera la atención completa, pero toda la noche. no en un hotel sino en mi departamento..." Cassandra quedó pensando por un momento, sacando cuentas . –"Bueno" – le dijo – por ser conocida y cliente por todo lo que deseas dejémoslo en 200 dólares."

A Catalina le pareció razonable el precio, pero no le había dicho todo aún... –"pero todavía no te he dicho todo" – le dijo. Cassandra contestó –"¡Aaahhh! Bueno termina de una vez." y tomándole la mano se la llevó sobre su sexo. Catalina se estremeció y dijo: -"Es que también participaría otra persona..." –Cassandra sonrió y dijo: -"¿Alguna amiguita? –"No. no." respondió. –"Se trata de mi marido" Cassandra la miró asombrada y sólo pudo exclamar: "¡Wauuuuuuuuu! O sea se trata de una reunión familiar" Por ser algo tan tierno –agregó- te lo dejo en 250 dólares y nos cogemos todos con todos hasta que quedemos botados. ¿Te parece? Catalina asintió. Y luego le dijo: -"Cassandra, antes quiero pedirte un favor" -"Cuál será? respondió. Entonces Catalina le dijo: -"Quiero llegar contigo pero antes vestirme de puta muy puta, tú me entiendes y quiero que me ayudes. Aquí tengo alguna ropa que me servirá, pero necesito un lugar donde cambiarme y maquillarme. Quiero darle una sorpresa a mi marido" –"Bueno" dijo Cassandra –"Si quieres vamos a mi casa. No vivo muy lejos de aquí" –"OK" dijo Catalina y enfilaron hacia su casa.

LLegaron era un abarrio de aspecto muy humilde. Catalina aparcó el carro, tomó su maletín y bajaron. Cassandra sacó las llaves de la casa de una carterita, abrió, encendió la luz y pasaron. La vivienda era muy pequeña y pobremente amoblada, algún desorden y cierto desaseo. Entraron al dormitorio de Cassandra, la cama estaba sin hacer. Muchas fotos de santos y religiosos pegados por toda la pared. –"Bueno, le dijo, estás en tu casa, puedes comenzar a cambiarte" Y ella se sentó en la cama esperando que Catalina comenzara con su metamorfosis. Se quitó la ropa mientras Cassandra la miraba con ojos ávidos. Quedó con sus pechos al aire. Cassandra no pudo evitar decirle que tenía un precioso par de tetas. Catalina que ya estaba más en confianza reía pícaramente. –"Si las tetas te gustan tanto... ¿Qué me dices de esta cosita?" Y echándose hacia delante tomó su sexo con las dos manos. Ambas rieron de buena gana. La noche prometía. Catalina quedó desnuda y las miradas de Cassandra no le molestaban en lo más mínimo. Al contrario, se podía decir que le agradaban.

Primero se colocó una tanga roja, muy pequeña y su tríangulo era trasparente dejando a la vista sus vellos. Luego un liguero del mismo color y se colocó unas medias de malla que le hacían juego con el resto. El rojo destacaba de sobremanera sobre su bella piel suavemente morena. Terminó con un vestido elasticado del mismo color que se le pegaba a su cuerpo, dibujando su contorno de una manera exquisita. Terminó con uns zapatos de tacón que la hacían ver más alta y estilizaban aún más su figura. Realmente parecía una puta. Los labios de un color rojo intenso, así como la calentura que le daba sentirse dentro de esas ropas. Imaginaba el entusiasmo que tendría su esposo al verla así.

-"Parece que realmente tienes vocación de zorra" – le dijo Cassandra. –"Te aseguro que si estuvieras en la calle los hombres se pelearían por una hembra como tú. En un año serías millonaria"- Agregó.

Catalina se sintió halagada por tales palabras, y algo se estremeció dentro de ella. Este juego le estaba gustando más de la cuenta. A lo mejor ser puta no era tan malo después de todo. Y ella podría ser de las caras...

Una vez que terminó su arreglo, salieron de la casa, se subieron al carro y se dirigieron al departamento. Catalina tenía ganas de salir y contonearse por la calle para que los hombres la desearan y se prometió que no muy tarde tendría que hacerlo. La excitaba mucho saber que los hombres la miraran con lujuria y deseo. Una vez que llegaron, tomaron el ascensor y subieron al departamento. Catalina abrió la puerta, hizo pasar a Cassandra, estaba todo a media luz y una música suave envolvía delicadamente toda la sala. -¡Albertooo! – gritó Cassandra. –"¡Ya llegamos cielito!" – Entonces apareció Alberto quien llevaba una bata de seda corta, color café. –"Así veo" – dijo. -¡Vaya Catalina, te ves muy bien vestida de esa manera, ignoraba que te vieras tan bien de puta! Y mirando a su acompañante dijo:"Tú debes ser Cassandra. Por lo que veo eres guapísima. Catalina se quedó corta en su descripción" Se acercó a ella y le dio directamente un beso en los labios, pero muy discreto.

Tomaron asiento, Roberto sirvió unos tragos, conversaron un poco, no más de unos 15 minutos. Entonces Roberto se puso de pie, se quitó la bata. Sólo tenía una zunga muy diminuta, se sentó en el sillón que quedaba frente a ellas y dijo: "Bueno muchachas, creo que es hora de dar inicio a la función. Quiero verlas follarse, acariciarse, besarse y todo lo que quieran. Yo me sentaré a ver el show.Me imagino será excelente: una puta y una travesti, seguramente que de este encuentro saldrán chispas". Una vez que terminó se sentó su mano derecha se fue por debajo de la zunga y extrajo su miembro erecto hacía rato, para comenzar a masturbarse mirando a esas dos hermosas hembras hacer el amor.

Catalina y Cassandra se quedaron mirando fijamente. La primera fue quien tomó la iniciativa. Se acercó a la negra y su mano comenzó desde la rodilla a subir por los muslos hasta llegar al sexo ardiente. Allí comenzó a sobarlo por arriba de la tanga. Catalina cerraba los ojos imaginando ese miembro que iba a devorar por segunda vez. Entre tanto la negra besaba el hermoso cuello de Catalina quien se quejaba suavemente, o mejor dicho eran arrullos de placer muy intenso. Lentamente ambas se comenzaron a denudar una a otra hasta quedarse solamente con las tangas.

Roberto, mientras acariciaba su miembro enhiesto iba dando la instrucciones de lo que desaba ver. –"Catalina, colócate detrás de Cassandra y que ella se ponga como perrita, tu la tienes que penetrar con tu lengua por el culo y con tu mano masturba su miembro" Asi lo hicieron. Catalina literalmente se comía el culo de Cassandra quien mirando la pija de Roberto se calentaba más y más con su miembro tomado por la mano de Catalina. Cassandra no podía evitar mover sus caderas, era algo instintivo y superior a ella. Su miembro portentoso brillaba con sus venas hinchadas y el líquido presemeninal que ya comenzaba a escurrirse. Los quejidos y bufidos de ambas rasgaban el aire y estremecían por completo a Roberto que, extasiado, miraba ese maravilloso cuadro que tenía ante sus ojos. La delicada y frágil belleza de su mujer que contrastaba teriblemente con la belleza fuerte y firme de Cassandra.Su cuerpo de ébano oscuro brillante, duro y femenino a la vez, era algo inexplicable, Roberto no sabía bien qué era, pero algo lo atraía muy fuertemente a gustar y gozar de ese cuerpo de todas las maneras posibles, quitarse del cuerpo todos esos deseos que estaban comenzando a aflorar, y que jamás pensó podría tener alguna vez. Cassandra representaba lo mejor de dos mundos en una sola persona. Eso lo enloquecía hasta el paroxismo.

-"Catalina, ahora quiero que le mames la verga a Cassandra, que te comas entera esa enorme pija, que demuestres todo lo puta y caliente que eres" Catalina feliz con la situación que estaba viviendo se había prometido estar magnífica, el pedido de su esposo no le molestó para nada ¡todo lo contrario! Su boca ya se lo estaba pidiendo, sentir ese aroma, esa dureza a punto de explotar llenándole la boca. Se acostó boca arriba en la cama, quedando su cabeza fuera de ella, de esta manera sería Cassandra quien llevaría la iniciativa, deseaba que Roberto la viera sometida a la superioridad de Cassandra y que podían hacer lo que quisieran con ella. La negra se puso de rodillas quedando su rostro ubicado en la entrepiernas. Tenía desde allí una vista fabulosa, veía desde abajo las bolas de Cassndra y su miembro, también su ano entreabierto para cobijar su cabeza. Sentía sobre su rostro el suave roce de sus bolas. No pudo evitar la tentación y su mano fue buscando su clítoris. Cassandra se apartó un poco tomó su miembro con la mano y con él comenzó a recorrer el rostro de Catalina. La dureza de la pija por sobre su rostro, nariz, orejas, en fin por todas partes le encantaba y cada vez que pasaba cerca de su boca trataba de acariciarlo con la lengua para sentir su textura y dureza. De pronto Cassandra comenzó a castigarla en el rostro con su pija, la azotaba contra ella y cada golpe era como llegar al cielo, haciéndole ver estrellas. Catalina se arqueaba de placer y que su marido la estuviera viendo aumentaba considerablemente su placer. –"¡Dámelo, dámelo, por favor dámelooooooo!" gritaba casu suplicante. –"¡Quiero sentirlo en mi boca!" repetía una y otra vez. Roberto hacía grandes esfuerzos para no venirse. Que su esposa estuviera suplicando por una pija que no era la suya era algo muy motivador. Después de un rato Cassandra aceptó las súplicas de Catalina y lo colocó dentro de su boca quien comenzó a mamarla desesperadamente como si fuera una niñita de pecho. El sentir la pija en su boca la transportaba, era una mezcla de sensaciones. Textura, sabor, dureza, tamaño, todo era placentero. Su lengua recorría la porción de pija que tenía adentro y como se deslizaba entrando y saliendo de su boca. Si eso no era el cielo, entonces tendría que ser algo muy parecido. Mientras sus dedos jugaban implacablemente con su botoncito, electrizando completamente todo su centro.

Roberto decidió que ya era hora de variar un poco y le dijo a sus hembras: -"Ahora Cassandra quiero que te masturbes y eyacules en la concha de Catalina, que quiero comérmela entera con tu cremita" – Ante ese pedido, ambas se acomodaron para realizar los deseos de Roberto. Cassandra de rodillas entre las piernas de Catalina comenzó a masturbarse enérgicamente, al acbo de unos minutos el colapso se hizo evidente, acercó su miembro a la concha de Catalina y el río de semen blanco y viscoso no se hizo esperar, inundando la cocha, los labios y el pubis de Catalina, que se retorcía gustosa al sentir ese líquido tibio sobre su sexo. Cassandra casi exprimió su sexo extrayéndole hasta la última gota para que cayera sobre Catalina. Una vez que hubo terminado su faena se retiró para abrirle paso a Roberto que deseaba comer la concha de su mujer. Se acercó y la miró complacida. El rostro de Catalina estaba hermosamente desfigurado por la calentura y el deseo, dándole una belleza muy especial. Allí estaba su mujer esperándolo con las piernas abiertas para que él pudiera saciar sus instintos, su concha estaba completamente cubierta por el semen de Cassandra que lentamente comenzaba a diluirse dispersándose delicadamente en delgados hilillos entre sus vellos y por los suaves pliegues de su labios. Verla así cubierta por el semen de otro embriagaba de placer a Roberto, su hembra, la hembra que le pertenecía por completo estaba ahí esperando que le comieran la concha tibia y palpitante. Extasiado con la visión de ver a Catalina así, primero la observó por algunos momentos luego se acercó a ella, a su pubis y con la lengua comenzó a quitarle el semen. Sintió un sabor salado fuerte, que le agradó, era primera vez que sentía ese sabor así que no podía comparar con nada, cuando no dejó ningún vestigio siguió hacia abajo y comenzó a lamer minuciosamente esa hermosa concha, sus jugos mezclado con el semen era un cóctel muy particular. Se bebió todo con fruición, con una meticulosidad casi exagerada. Luego la punta de su lengua comenzó a abrirse paso entre los delicados labios de su mujer, abriéndose paso entre ellos, penetrando de a poco, buscando la perla ansiada, el botón que tocara las fibras más íntimas de su mujer y que era la llave para transportarla al cielo. Quería entregarle un orgasmo intenso.La punta de su lengua encontró el objeto de su búsqueda y apenas rozándolo comenzó a acariciarlo, Roberto notaba como se iba endureciendo.Las contracciones de Catalina le indicaban que su lengua ya estaba causando estragos en su mujer, sus movimiento pélbicos también lo confirmaban. Sólo tocaba el clítoris con la punta de la lengua, primero con movimientos horizontales, luego verticales combinados con algunos circulares. Cuando sentía que Catalina estaba llegando, dejaba su lengua quieta, y de pronto la presionaba suavemente arrancándoles suspiros desesperados. Catalina ante la imposibilidad de llegar al clímax movía su cabeza de lado a lado mordiéndose un dedo. A todo esto Cassandra estaba comenzando a resucitar nuevamente y la escena ante sus ojos la invitaban a participar de alguna manera. Como Roberto esta de rodillas a la orilla de la cama con las piernas de Catalina sobre sus hombros, se ubicó detrás de éste y comenzó a acariciar sus nalgas. Roberto sintió esas manos grandes y firmes que lo acariciaban, le agradó sentirlo, esas manos recorrían completamente sus nalgas y las apretujaban. Cassandra casi susurrándole le decía: -"Papito, que colita más rica que tienes. Quiero comérmela todita" – Y sus dedos comenzaban de a poco a buscar las profundidades abismales de su orificio.

Catalina ya no sabía en qué dimensión se encontraba, le lengua de su esposo acariciándola le hacía olvidar todo. La sangre se agolpaba en sus sienes, casi podóa sentir cada latido que daba su corazón, bombeando agitadamente, entrecortando su respiración. Por más que trataba no lograba venirse, Roberto la controlaba, jugaba con ella, la hacía creer que ya llegaba el momento para luego hacerla descender o dejarla allí, justo al borde manteniéndola en toda la fuerza de su ansiedad. Era una mezcla de sufrimiento y placer. La desesperación era fuerte, gemía lloraba, gritaba por que la dejen ver la luz. Por llegar al nirvana, ese momento mágico en que nos fundimos con las cosas, en salimos de nosotros mismos transfigurados por el placer.

Cuando Roberto sintío que el dedo de Cassandra rodeaba suavemente el borde de su esfinter, se estremeció, acusó el golpe. Su primera reacción fue la evitar que Cassandra siguiera con ese juego. Pero se arrepintió.El sentir ese contacto extraño con una parte tan íntima de su ser podía resultar un juego peligroso. A momentos podóa también sentir un breve roce del miembro de Cassandra dando en la parte posterior de sus muslos, y cada vez que sucedía ese contacto una puntada inexplicable recorría todo su ser. Luego sintió que Cassandra se agachaba un poco y su rostro se acercaba a su trasero. Eso interrumpió un poco el trabajo que estaba haciendo con Catalina. El sentir la tibieza y suavidad de la lengua en su ano hizo que Roberto poco menos que explotara. Luchaba por no dejarse llevar por Cassandra, así que redobló sus esfuerzos con su lengua, Catalina aspiro una inmensa bocanada de aire que demoró en exhalar, la tensión de su rostro evidenciaba que el orgasmo había llegado. El rostro de Roberto estaba totalmente empapado con la humedad de su mujer, apoyó el rostro en el pubis de Catalina que estaba practicamente desfallecida y como si fuera una putita abrió al másximo sus piernas para que Cassandra pudiera penetrarlo mejor con su lengua.

Cuando Roberto estaba al borde del paroxismo, Cassandra le dijo: -"Ahora papito me darás este culito virgen. Sentirás lo que es ser una nenita. Lo que siente tu mujer cuando se la metes. Verás lo rico que puede ser. Quédate tranquilito mi amor, Cassandra te hará muy feliz" Roberto no fue capaz de decir absolutamente nada. Sólo se acomodó para que la pija de Cassandra entrara a su agujerito. El miembro se acercó y comenzó a presionar para entrar allí donde nadie lo había hecho antes. Catalina, aún amodorrada por la intensidad de su orgasmo no se percataba que estaban penetrando a su marido. Roberto sintió ese dolor tan característico que se siente cuando alguien es penetradom por primera vez, o la pija es demasiado grande. Ese dolor agudo que paraliza todo nuestro centro y que a la vez deseamos con toda el alma. Ese dolor que nos hace sentir hembras, el sentir que nos horadan por dentro y que poco a poco se va convirtiendo en el más dulce e intenso de los placeres. En ese momento fua que Roberto entendió tantas cosas. Ahora comprendía a los gay, sustraerse al placer de ser penetrado por una buena pija era algo que merecía la pena sentir por lo menos una vez en la vida. Apretó los dientes y sintió como comenzaba a perder su culo la virginidad. A medida que iba avanzando Roberto, casi inconscientemente comenzó a mover su cola, dando de vez en cuando algunos chillidos. Catalina, llevada por la curiosidad salió de su letargo y vio el rostro de su marido casi desfigurado y a Cassandra dándole por detrás. No podía creerlo. Roberto, su marido, chillando como una gatita en celo mientras le daban por el culo. Lo miró tiernamente y comenzó a acariciarle el rostro mientras le decía:-"¿Te gusta mi amor? ¿Verdad que la pija de Cassandra es divina?" Roberto sólo asentía moviendo la cabeza. Catalina se incorporó y se ubicó de manera que pudiera mamarle el miembro a su esposo. Casí no tenía necesidad de moverse ya que con los enviones de Cassandra por detrás era innecesario. De esta manera Roberto estaba cubierto por ambos lados y le hubiera sido difícil decir cual le satisfacía más. Así, atacando entre ambas, rápidamente Roberto alcanzó el orgasmo e inundó la boca de su mujer que hacía esfuerzos sobrehumanos para que ninguna gota se desperdiciara. Roberto estaba gratamente complacido en la ambiguedad en que se encontraba, haciendo de hombre y mujer al mismo tiempo, las dos eran cosas muy pero muy placenteras y tan distintas a la vez. Segundos después los estertores de Cassandra que indicaban claramente que se estaba yendo dentro de su marido, momento que aprovechó para darle un beso apasionado a Cassandra quien con sus espasmos apenas podía responder.

Agotados por la lujuria, los tres quedaron literalmente botados cuan largos eran en la cama. Catalina estaba al medio, detrás de Roberto y delante de Cassandra, muy juntos los tres, tanto que casi se podía decir que eran un solo cuerpo. Estuvieron así acariciándose entre ellos y dandose de besos. Era hermoso ver la naturalidad con que estaban, tres personas tan disímiles unidas sólo para entregarse placer a más no poder. Eso es lo maravilloso. En el sexo no tiene por qué haber tabúes ni limitaciones de ningún tipo. Si las cosas se hacen de común acuerdo, de manera responsable no puede haber nada prohibido.

Catalina se levantó de la cama, espléndida en toda su desnudez, colocó una musíca muy suave y comenzó a bailar de manera provocativa acariciando su cuerpo con las manos, tendió la mano a Cassandra invitándola a bailar. Ella aceptó de inmediato. Se abrazaron, apegaron sus cuerpos y comenzaron a moverse ambas al compás de la música. Catalina sentía como el miembro de su compañera comenzaba a endurecerse apretado contra su vientre. Catalina. golosa besaba esas hermosas tetas negras, sintiendo la dureza de los pezones en sus labios, mientras las manos de Cassandra recorrían golosamente su cuerpo. Roberto las miraba extasiado, Cassandra lo miró y con un gesto cómplice lo invitó a que se uniera al baile. Roberto se ubicó detrás de Catalina, su suave trasero albergaba su pija entremedio, situación que dio inicio a una nueva y rápida erección. Catalina estaba feliz ubicada al medio de ambos. Sentía como las dos pijas rozaban su carne joven y ardiente. Comenzó a descender lentamente hasta quedar de rodillas en medio de las dos pijas. Tomó la de Roberto con su mano y comenzó a acariciarla mientras llevaba la de Cassandra a la boca. ¿Qué más podía pedir? Tenía mucho más que cualquier mujer, dos hermosas pijas anhelantes por poder penetrarla y hacerla feliz. Así iba alternando una con otra, mientras Roberto y Cassandra no perdían el tiempo ya que sus lenguas eran una sola.

Después se fueron a la cama. Cassandra se acostó boca arriba y Catalina se montó encima, tomando la verga de la negra y se la inrodujo casi de inmediato. Lanzó un chillido, pero ya estaba totalmente empalada. Se inclinó hacia delante para que Roberto se ocupara del culo. Se ubicó y comenzó a presionar para introducirlo. Catalina chillaba como una perra, su chocha se contraía apretando el falo de la negra, y por detrás su esfínter se preparaba para la gran embestida. Era algo nuevo en la vida sexual de Catalina. Iba a ser perforada por detrás y por delante, tal como había visto en algunas revistas y videos pornos.

Pero era ella la estrella, el centro de atención, esperaba quedar repleta de semen en su interior. Se sobresaltó cuando el miembro de Roberto introdujo la cabeza en su ano, pero con el movimiento que tenía la negra bombeando la chocha de Catalina, pasó casi inadvertido. Catalina no era mucho lo que podía moverse, dependía de sus dos penetradores. Y como si se pusieran de acuerdo cuando uno lo retiraba, el otro lo introducía, así envuelta en estos dos estímulos Catalina no tenía ningún descanso, y su respiración se agitaba por momentos. Tenía el cuerpo sudoroso, con una mano se apoyaba en la cama y con la otra se retorcía el pezón de una teta. Pedía más y más, que le destrozaran la concha que le inutilizaran el culo, pedía a gritos que le dieran con todo. Que quería gozar, gozar, gozar, que no se lo sacarán jamás. Sus cuerdas vocales ya no daban más con tanto grito que daba, Cassandra le daba unos mandobles realmente bestiales, tanto que llegaba a estremecer completamente el interior de Catalina.

Roberto animado por esta inusitada violencia quiso darle a su mujer como nunca, deseaba que quedara buena para nada, y le daba sin piedad por el culo, su miembro cuando lo retiraba salía manchado con sangre y eso lo animaba más aún. Los tres totalmente sudados, como una jauría de perros tras su presa. Se cogían como si el fin del muindo estuviera por llegar y era Catalina quien debía soportar todo. Pero esta feliz, sintiendo las dos pijas que caso se rozaban dentro de ella. El placer era indescriptible, nada que se le pareciera. Todo se le comenzaba a tornar brillante, tanto que llegaba a doler, pero sin embargo seguía pidiendo más y más. Finalmente el grito desgarrador de los tres llegando al orgasmo al mismo tiempo. Fue como un cuchillazo que rasgó de pronto el aire de la habitación. Los tres con espasmos violentos como si tuvieran un ataque de epilepsia. Los chillidos, gruñidos y bufidos llenaban la atmósfera del departamento. Cualquiera hubiera pensado que eran animales peleando. Esta situación se prolongó por unos cinco minutos, tanta era la pasión que albergaba cada uno de ellos. Roberto fue el primero que retiró su pija del interior de Catalina, luego lo hizo Cassandra. Catalina sintió como si flotara cuando quedó desprovista de ambas pijas, se sentía muy liviana y cerró los ojos sintiiendo como el semen le corría por las piernas saliéndose de su vagina y de su culo.

Quedaron exhaustos los tres. Habían llegado al límite de sus fuerzas. Tirados sobre la cama se quedaron dormidos hasta tarde. Al día siguiente no permitieron que Cassandra se fuera, quería seguir con la fiesta y así fue. Entre ellos se había formado una unión muy sólida y decidieron llevar una vida juntos, una especie de casamiento entre tres. De esta manera, Cassandra pasó a formar parte de esta familia tan particular, llevando todos una vida muy plena y feliz. Se atrevieron a romper las reglas de lo establecido, a seguir sus deseos. A nadie hacen daño, a nadie molestan y son felices. Muy felices.

Me alegraré mucho de recibir comentarios sobre este relato:

gaybrielatrans@hotmail.com

Un besito para todos y hasta la próxima...