El tren en día de playa

Iban en un tren y fué una locura.

EL TREN EN DÍA DE PLAYA

Maria era una mujer joven de veintiocho años, ese día había decidido ir a la playa, el arenal estaba a unos quince minutos en tren desde su casa, un gran arenal lleno de arena fina y agua clara con gran rompiente a veces por el oleaje.

Llegó a la playa y extendió la toalla como de costumbre, vestía un bikini de color rosa chicle, la braguita iba atada en sus caderas por unos cordoncitos. Pasó todo el día en la playa haciendo top-less, ese verano quería estar muy morena, no observó como un hombre de unos cuarenta años no la quitaba la vista de encima y menos de ver el colgante que llevaba al cuello. El hombre comprendió perfectamente el significado del collar, solo le quedaba averiguar que rol tenía la chica, a no ser que a ella solo le gustase el dibujo del colgante y no significase nada para ella. A las seis de la tarde decidió ir a casa, a la noche había quedado con unas amigas.

Maria cogió el tren de vuelta a casa, iba lleno hasta los topes, ella colocó la bolsa entre sus piernas en los tobillos, iba vestida solo con una camiseta larga por la rodilla y la braguita del bikini. Juan se colocó detrás, acercando la pelvis al culo de la chica, el culo era lo mejor de la mujer y eso que era una mujer bastante atractiva, morena con su pelo largo rizado.

Con una mano Juan la fue deslizando suavemente por debajo de la ropa y soltó los cordones del bikini y sin que Maria pudiera hacer nada los soltó y los dejó caer hasta la bolsa mientras ella notaba como el aire frío la rozaba el coño y el culo, quiso protestar pero no quería montar una escena, además no estaba segura de si había sido el hombre que tenía detrás o solamente se había soltado aunque le parecía imposible.

Después él la fue acariciando el culo y el perineo hasta llegar a los labios vaginales los cuales magreaba y sobaba mientras con la otra mano se sacaba la polla ya completamente dura, levantó el vestido y puso la polla entre los muslos de la muchacha y fue masturbándose con ellos.

Estaban llegando a la estación de destino de la chica y la dijo al oído:

Aquí no te bajes puta, te bajas en la próxima que esta noche la vas a pasar conmigo como una perra obediente.

Se la había jugado, si ella llevaba el colgante por ser sumisa seguramente obedecería o intentaría negociar y si no se negaría rotundamente, por lo menos que no chillase.

Ella dejó la bolsa en el suelo y se bajó en la siguiente parada con su nuevo Amo, él caminaba delante de ella y ella detrás con la cabeza gacha, cuando entraron al portal, él la puso contra la pared y la empezó a besar y a levantarle el vestido, ella se dejaba sumisamente, él tenía una gran erección.

La ordenó que fuera a la frutería de la esquina, iban a cerrar en cinco minutos y la pidiera a la dependienta que la pusiera un kilo de zanahorias, que le dijera que eran para Juan el del quinto, luego tres pepinos y los tamaños como las zanahorias y algún otra fruta fálica.

Ella iba andando por la acera, pasó al lado de unos albañiles que la piropearon con piropos obscenos, ella sintió que se ponía colorada, creyó que sabían que iba desnuda debajo de la camiseta.

Cuando llegó a la frutería, la chica ya estaba cerrando, pero la sumisa inocentemente la dijo que la enviaba a comprar unas cosas, Juan el del quinto. Fue como una palabra mágica, cerró la puerta pero la dejó entrar con ella para servirla el pedido.

Quiero un kilo de zanahorias—dijo la sumisa.

Ok perra, mientras te las sirvo desnúdate y échate en el suelo desnuda con las piernas abiertas y colócate esa almohada bajo los riñones---ordenó la dependienta.

María enrojeció pero en vez de marcharse avergonzada se quedó y obedeció, cuando se desnudaba se dio cuenta que estaba toda mojada. Esperó hasta que la frutera vino con unas zanahorias de buen tamaño, fue probando el tamaño con su coño y el culo. Luego lo mismo con los pepinos, al final cogió una yuca y se la metió en el coño y la comenzó a follarla con ella, después la dejó puesta y con un pepino de mas de veinte centímetros se lo introdujo en el culo y empezó a follarla con ello.

Cuando finalizaron la metió toda la fruta en una bolsa y unas cervezas muy frías y un bote de nata montada, acabó de cerrar la puerta y la tiró un collar de perra que se lo tenía que poner, María obedeció y por una puerta lateral la condujo hasta el ascensor para subirla al piso de Juan. La hizo arrodillarse en el ascensor y Ana que así se llamaba la dependienta se quitó las bragas y la hizo que la comiese el coño.

La sumisa obedeció, como iban en el ascensor los lametones cada vez eran más rápidos, Ana se agarraba a la pared y jadeaba como una loca hasta que se corrió en la boca de la perra que saboreó los fluidos con vicio.

Llegaron al piso, la introdujo en una habitación ricamente decorada con telas y con dos columnas simulando mármol cerca de una de las paredes, la ató a ellas , cada mano a la parte de arriba de una de las columnas y los tobillos a la parte de abajo. Así la dejo Ana y fue a gatas a por el Amo, agachando la cabeza le dijo que ya tenía preparada a la perra.

El Amo condujo a Ana agarrandola del pelo hasta la habitación y abrió un arcón en el que guardaba todo tipo de objetos de dominación, eligió primero una pala similar a una de ping pong pero mas larga y recta. Se la dio a Ana y la dijo que la azotara 5 azotes en cada nalga y que la perra debía de contarlos.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco...........uno, dos, tres, cuatro, cinco. La azotaron dejándola de un color cereza el culo, luego la dio una fusta y repitió la misma operación. El culo estaba bastante caliente y rojo, entonces el Amo con una lata de cerveza helada la fue pasando por las nalgas haciendo que la zorra empezase a gritar por el contraste de temperatura. Cuando hubieron terminado la introdujo un huevo en el culo y lo puso en funcionamiento, luego un vibrador la penetró el coño y la ordenó que lo sostuviera dentro.

El entretanto a Ana que se había colocado a cuatro patas la metió un plug anal en forma de cono de cristal e hizo luego que lo cabalgase, follaban como locos, mientras la sumisa se moría de celos por no ser penetrada por su Amo y no poder correrse y tener que aguantar aquel vibrador dentro de sí.

Ana y Juan seguían follando, ella botaba encima de él mientras el le torturaba los pezones con pellizcos y la sacaba y metía el plug hasta que ella tuvo su orgasmo entonces se levantó de él. El con la polla completamente erecta fue donde Maria, la sacó el huevo del culo y se la folló con fuerza en el culo eyaculando dentro de ella.

Este relato es imaginario pero si alguien sobre todo alguna mujer quiere escribirme puede hacerlo a:

Picante100@hotmail.com