El tren

Confesión de un hombre que cree estar con una hermosa chica y... ohh!, sorpresa.

EL TREN.

Te voy a contar algo, para que te corras de gusto. Estoy empezando a recordar lo que me pasó, y ya me estoy bajando los pantalones para machacármela otra vez, porque cada vez que lo pienso, se me pone dura como una piedra.

Una vez que fui de viaje a Barcelona en el talgo, una chica preciosa se sentó enfrente de mí. Parecía una modelo: muy bien vestida y maquillada, y con una preciosa sonrisa.

Tenía un escote amplio, que dejaba ver la mitad de sus senos, y una falda corta con la que no podía esconder unos muslos esculturales. Me puse las gafas de sol, como si me fuera a dormir, para obsevarla sin que se diera cuenta. Al rato, apagaron las luces, y en aquella semioscuridad, comenzó todo.

Ella cruzó las piernas, peor no pude ver nada, y lo que no vi, me lo imaginé: un conejito caliente, ahhh!, ya la tengo bien dura.

Cuando creyó que todo el mundo estaba dormido, comenzó a acariciarse los pechos, y yo, al verlo, me empecé a excitar, y noté como bajo mis pantalones, que eran de chandal, empezaba a levantarse mi inseparable compañero. Ella se estaba excitando cada vez más, y yo con ella al ver sus labios rojos moverse, al ver como se sacaba la lengua para lamerse sus gruesos labios, y ya me imaginaba como sería meter mi polla en aquella boca calentita.

Tenía el rabo completamente erecto, y empecé a moverme para que ella no lo notara y seguir viendo como se tocaba. Pero ella se dio cuenta de mi excitación, y sin decir nada se quitó las sandalias y puso sus pies sobre mi verga.

Teniendo en cuenta los pantalones que llevaba, enseguida notó mi polla y pude ver en su cara una gran excitación, y una cara de vicio, que me enloqueció. Estiré un poco de los pantalones y mi rabo salió igual que si fuera un muelle, ya estaba grande y tieso, listo para jugar. Movió la boca como si me fuera a morder y aquello me puso más cachondo todavía, y empezó a masturbarme con sus pies, al tiempo que se estrujaba las tetas, que ahora, podía ver enteras: con unos pezones grandes y morenos y yo me moriía de ganas de morderlos.

El vagón estaba en silencio sólo se oía el traqueteo del tren y unos ronquidos lejanos. Aquello tenía su morbo y cada vez, estaba más cachondo. Ella se levantó y se arrodilló delante de mí, me miró otra vez con aquella cara de viciosa salida, y empezó a chuparme de arriba abajo la polla, pasando lengua caliente por todo mi mástil. Jugaba con mis cojones al que se metía mi picha hasta la garganta.la chupaba de maravilla. Yo la cogí por el pelo y le dije que me dejara tocarle el conejito, y metérsela después. Me dijo que no con la cabeza.

Se puso en pié, se dio la vuelta, y me dijo que le diera por el culo: agarré mi polla con una mano, y a ella la senté encima, agarrándola por las caderas, enculandola bien. Una vez sentada, y con mi cipote dentro, empezó a moverse, mordiéndome una mano para no gritar de palcer, y con la otra, yo empecé a tocarle las tetas, y a besarle la espalda. Pero mi sorpresa fue, cuando al meter mi mano en su coño, me encontré con una polla tan grande como la mía, gorda y dura, aquello me excitó un montón, y según se movía ella sobre mi cipote, yo empecé a masajear su polla hasta que los dos no corrimos.

Después ella se levantó, se colocó la falda, cogió su bolso, y desapareció. Ahora, cada vez que monto en tren acabo en el servicio haciéndome una paja, como ahhhh!, ahhhh! Ahora, que ya estoy ahhhh! A punto de correrme, ahhhhhhhh!.

Vuelve a llamarme, y te contare otra de mis experiencias más eróticas y mi mayor fantasía sexual y como conseguí hacerla realidad. Llámame, te aseguro que la próxima vez nos correremos a la vez. Siempre estoy aquí para ti.