El trato (su génesis)

Una ejecutiva hace un trato con su socio para que ambos puedan disfrutar de su viaje. (Primera de tres partes).

El trato (su génesis)

Cuando mi marido me dijo que mi hija tendría que acompañarme a mi siguiente viaje de negocios no me importó mucho. Por alejarme de él una semana bien valía la pena tener a la mocosa estorbándome mis aventuras sexuales. Lo que me cabreó fue que además de la niña me acompañaba nuestro socio. Mi marido se había vuelto increíblemente celoso después de que no le contesté las llamadas a mi celular la última vez que había ido a una convención. Claro que, estando en medio de dos vergas -una en la boca y otra en el coño- no estaba para responder al teléfono... pero una cosa es tener que llevar a la niña y otra es que me encaleten un informador.

Manuel, nuestro socio, es relativamente joven (tenemos casi la misma edad, 37 y 36 años), con el atractivo particular de un rostro promedio, de ojos claros y cabello castaño que llevaba muy corto. No es muy alto, cuando mucho mide 1.75m y pesará unas 150 libras; bastante delgado pero está bien definido y a ojos expertos como los míos se nota que el paquete está bien cargadito, jejeje...

Elena, mi hija, acababa de cumplir dieciocho años y estaba emocionadísima por irse de viaje. Yo no lo estaba tanto como en ocasiones anteriores, resignada como estaba a mis dos chaperones.

El embarco fue peor que nunca, entre las nuevas medidas de seguridad –muchas gracias, terroristas de mierda- y la cabroncita que todo tenía que verlo y explorarlo. Maldije una vez más la metida de pata que la trajo al mundo; por mucho que la ame nunca me arrepentiré lo suficiente de haberle creído a mi ahora marido cuando me dijo que la primera vez que una mujer tenía sexo era mejor hacerlo sin condón. Yo en ese entonces aún no cumplía los dieciocho y no sabía NADA acerca del sexo... quedé embarazada y mis padre, quien era en ese entonces el fiscal, le dio la opción de casarse conmigo o ir a la cárcel. Nos casamos, para mi desgracia.

Estábamos los tres en la misma fila y preferí cederle a Elena el asiento de la ventana a tener que soportar sus lloriqueos. Maldije aún más a las aerolíneas por restarle cada vez más espacio a los asientos por apretujar más gente en el mismo lugar.

El vuelo era largo y Elena se durmió a medio camino, así que Manuel y yo nos pusimos a conversar. El tema eventualmente llegó al sexo y los celos de mi marido. Resultó que Manuel sabía perfectamente de mis andadas; de hecho me había pillado metiéndole mano a un ejecutivo del banco de la empresa, pero no sólo no se aprovechó de ello para chantajearme sino que siempre me defendió ante mi marido, así que cuando me dijo que quería proponerme algo pensé que sería que folláramos en lugar de yo irme a buscar diversión por ahí.

  • Supongo que estarás con ganas de una aventurilla, no es así?

  • Tú qué crees... Julián es casi impotente y me cela hasta con mi sombra. Me extraña que te pidiese justo a tí que vinieses a cuidarme, parece que Elena no es suficiente garantía para él.

  • Y si yo paso las noches con Elena? Así tú te diviertes...

  • Y tú... - miré alrededor para ver que no nos oyesen. La mayoría de los pasajeros dormía, y los que no estaban con los audífonos puestos viendo la mierda que pasaban por el video. - Cómo piensas divertirte? - susurré.

Por toda respuesta miró a Elena.

  • Por dios...

  • No seas hipócrita, Carmen, que tú no crees ni en dios ni en ley.

  • No... es que de haberlo imaginado la hubiese traído antes en algún viaje. Es un plan perfecto, los dos conseguimos lo que queremos y Elena te adora así que si la seduces caerá redonda en tus brazos.

  • Entonces tenemos un trato.

  • Vale, pero quiero poder ver cómo la desvirgas.

  • Eres mirona además de proxeneta? Qué mujer tan talentosa...

  • Payaso.... si no te molesta, la haré depilarse, que ya le ha crecido el vellito pero aún no menstrúa.

  • Mmmmmm... carajo, ya hiciste que se me parara.

No pude evitar caer en tentación. Mejor dicho, me lancé en picada en los brazos de mi vicio favorito: el sexo.

  • Te la mamo?

Manuel sonrió esa sonrisa que le hace tan atractivo a pesar de ser un rostro más del montón.

  • Vale. Pásame la manta para ponértela encima.

Fingí que me acostaba en su regazo y en cuanto me tapó con la manta le abrí el cierre y saqué su pinga erecta. Me di cuenta de que había calculado un poco mal, era más gruesa de lo que pensaba, aunque no tan larga. Estaba circuncidado y olía a limpio. Es una verga de esas que dan gusto mamar... lo envolví con mis labios y empecé a chupar ese mazo de carne con movimientos firmes y pausados. Manuel respiraba pesadamente y trataba de no moverse mucho para que nadie más se diese cuenta de lo que hacíamos. Al poco rato empezó a sacudir las caderas y gemir quedamente, señal inequívoca de que estaba al borde del orgasmo.

Cuando se vino en mi boca me lo tragué todo. El sabor del semen nunca ha sido muy de mi agrado, y cualquier cuento erótico que diga que sabe bien miente descaradamente. Afortunadamente el semen de Manuel no tenía mucho sabor así que pasarlo no fue muy difícil. Sequé la saliva que le había dejado en la piel y le di un último beso en la punta del pene como despedida antes de guardar esa vara mágica que haría de mi niña inocente y virgen una mujer hecha y derecha.

Miré hacia arriba y el me dio un guiño de complicidad. Cambiamos de asiento y yo me acomodé para tomar una siesta de verdad mientras Elena dormía el sueño de la inocencia y el avión seguía su itinerario...