El tratamiento
Un tratamiento que incluye enemas, orinofagia, cinturones de castidad y sumisión masculina por transexuales.
La primera vez que vine al centro de tratamiento fue hace casi tres años, pasaron unos cuatro meses hasta que me decidí a volver, pero poco a poco mis visitas se fueron haciendo más frecuentes y ya hace un año que vengo cada quince días, como el tratamiento dura todo el día siempre vengo los sábados, la primera parte es en el centro por la mañana y luego vuelvo a casa hasta que este termina.
Para empezar con el tratamiento he de beber dos litros de agua, junto a un diurético, en menos de media hora antes de salir de casa, entre lo que tardo en llegar al centro y lo que tardan en prepararme pasa algo menos que una hora, que es más o menos el tiempo necesario para que el diurético haga efecto, a partir de ese momento pasaré las siguientes cuatro horas inmovilizado recibiendo los diferentes procedimientos que me aplicarán las enfermeras del centro.
Nada más llegar me registro en recepción, paso a la sala, me desnudo y me dirijo hacia la silla ginecológica en la que estaré durante el tiempo que dura el tratamiento. Lo primero que hago es ponerme yo mismo una mordaza con forma de pene del cual sale un tubo de plástico de algo más de un metro, me subo a la silla situando mis piernas sobre los estribos que las mantendrán abiertas y elevadas de tal modo que mi culo quede perfectamente accesible y me recuesto bajando mis brazos para ponerles junto a dos soportes verticales que quedan a la altura de mis hombros, en esa posición puedo accionar el interruptor que queda junto a mi mano derecha y al hacerlo se conecta un mecanismo que sujeta mis piernas y brazos con varios grilletes dejándome totalmente inmovilizado, un temporizador impedirá que se abran durante las siguientes tres horas y media.
En la sala no estoy solo, somos varios hombres los que recibimos el mismo tratamiento y las encargadas de ejecutados son unas espectaculares enfermeras, todas transexuales, vestidas con uniformes de látex transparentes, sin ropa interior. Una vez que los grilletes están cerrados, alguna de las enfermeras se acerca, conecta el tubo de la mordaza a una sonda, la cual me introduce por la uretra hasta la vejiga e inmediatamente mi orina comienza a fluir por el tubo hasta mi boca viéndome obligado a tragármela.
A continuación lubrica mi culo é introduce en él un catéter, mide unos veinticinco centímetros de largo y unos cuatro de diámetro, una vez que todo el catéter está introducido le sujeta con un soporte que le mantendrá en mi interior pase lo que pase, a continuación acciona una llave de paso y mis intestinos comienzan a recibir un flujo constante de agua caliente y que durante casi dos horas no cesará de llenar mis intestinos.
El flujo del agua no es muy fuerte, pero en pocos minutos siento como mi estómago se va llenando hasta que la presión dilata mi culo lo suficiente para que, a pesar de tener el catéter metido dentro, salga todo el contenido de mis intestinos. Tras unos quince o veinte minutos con el agua entrando y saliendo junto a todo el contenido de mis tripas, estas se quedan prácticamente vacías excepto por el agua que entra por el catéter hasta el fondo, a partir de ese momento se que he de mantener mi esfínter apretado para impedir que salga el agua, pero es físicamente imposible retener tanto líquido, así que cada cierto tiempo relajo mi culo y expulso todo lo que puedo para repetir el proceso hasta que la enfermera lo considere oportuno.
Paulatinamente siento como mi vejiga cada vez está más llena, toda la orina que sale por la sonda retorna a ella a través de mi boca, además, cierta cantidad del agua que recibo con el enema no llega a salir hinchando mi estómago poco a poco, así que mi cuerpo filtra parte de ese líquido hacia mi vejiga provocando que el flujo de orina que he de tragar sea cada vez más grande.
Una hora después de haber sido sondado, alguna enfermera se acerca, ata mis testículos con una cuerda y comienza a golpearles fuertemente con su puño hasta que me ve a punto de perder el sentido por el dolor, en ese momento deja de golpearles y me masturba hasta conseguir que me empalme, a partir de entonces alterna los golpes con la masturbación, las primeras veces mi erección se desploma al sentir los golpes, pero no tardó mucho en estar tan cachondo que sigo empalmado a pesar de los golpes, los cuales tan sólo consiguen retrasar mi corrida.
Esta fase suele durar algo más de una hora, para entonces tengo mi estómago realmente hinchado, el flujo de orina que va de mi vejiga a mi boca es constante y bastante más grande que al principio, pero a pesar de que la sonda no cesa de vaciar mi vejiga, cada vez siento más ganas de mear, mis testículos están doloridos, sigo empalmado y siento que estoy a punto de correrme, pero la enfermera controla perfectamente mi deseo y me mantiene en ese punto todo el tiempo que quiere.
Desata mis doloridos testículos y les sitúa entre dos planchas de metacrilato unidas por cuatro tornillos en sus esquinas apretándoles todo lo posible, mis testículos van siendo aplastados hasta que la separación de las planchas apenas llega los dos centímetros y así deberé estar durante la siguiente hora. Mientras tanto la enfermera seguirá masturbándome para mantenerme a punto de correrme y la temperatura del enema irá subiendo hasta que termine siendo casi insoportable.
Es entonces cuando, a las tres horas de haber comenzado el tratamiento, por fin me deja correrme, pero lo que hace es llevarme un poco más lejos, justo a ese punto en el que, a pesar de que deja de masturbarme y ni siquiera toca mi poya, eyaculo sin poder evitarlo, la sensación que tengo al correrme de ese modo es que no he tenido un orgasmo. También extrae parcialmente la sonda, lo justo para que mi eyaculación pueda entrar en ella y cuando siente por mis espasmos que ya he terminado de correrme, la vuelve a introducir como estaba restableciendo el flujo de orina que arrastra con el mi propia eyaculación hacia mi boca para que la trague, cuando la orina ha arrastrado todo el semen hasta mi boca cierra el paso del agua, saca el catéter y he de intentar vaciar mis intestinos todo lo que pueda antes de que me introduzca un dildo bastante grande que fuerza a que el esfínter de mi ano se dilate de manera considerable, le sujeta con un arnés a mi cuerpo para que se mantenga dentro de mi ano y asegura el arnés con un candado para evitar que me le pueda quitar durante las horas que estaré con el. Una vez que el dildo está bien sujeto me retira la sonda y la mordaza, poniéndose a horcajadas sobre mi para violentamente follarme la boca metiéndome su poya hasta el fondo de mi garganta, esto me provoca fuertes arcadas y vomito una gran cantidad de los orines que he ingerido en las últimas horas.
Siento que el temporizador suelta los grilletes, pero yo sigo quieto dejando que la enfermera siga follándome la boca hasta correrse en ella tragándome su semen mezclado con algunos restos de mi propio vómito, una vez satisfecha saca su poya de mi boca y se sitúa de nuevo entre mis piernas y manipula mis genitales para colocarme un cinturón de castidad, este dispone de una especie de cazoleta metálica en la que introduce mi pene, es tan pequeña que incluso con mi pene flácido necesita lubricarle y presionarle para poder meterle dentro, así que empalmarme es imposible, esta cazoleta queda sujeta a un aro situado en la base de mis genitales lo suficientemente pequeño como para que se salga y por último unas piezas cilíndricas, de metal y bastante pesadas, en la base de mi escroto que le estira casi diez centímetros dejando mis testículos bastante estirados, a lo cual también ayuda el peso de esas piezas.
Cuando termina de colocarme ese artilugio que anula cualquier uso de mis genitales, salvo orinar, se va dejándome sólo. Pasados unos minutos comienzo a levantarme hasta ponerme en pie, camino lentamente y con dificultad por el dildo introducido en mi ano junto al anquilosamiento por esas tres horas y media inmovilizado, me visto, vuelvo a mi casa donde la asistenta está terminando su trabajo y en cuanto ella se ha ido me desnudo de nuevo, las siguientes horas las paso sin hacer nada especial, picoteo algo de comer, pero poco por que a pesar de haber vomitado sigo con mi estómago inflado, leo, me veo alguna película y tengo que orinar constantemente hasta que mi cuerpo consigue expulsar los cinco o seis litros de agua que posiblemente han quedado en mi interior. El dildo en mi culo no es nada cómodo, pero sentirle llenando mi ano completamente me resulta muy placentero y se que no me le podré quitar, al igual que sucede con el cinturón de castidad, hasta que alguna persona del centro venga con la llave del candado a retirarles, lo cual implica que estaré con ellos un mínimo de tres horas, pero lo normal son alrededor de cuatro y en cierta ocasión estuve así algo más de cinco horas.