El trasplante 5/7 (parte 4 borrada por duplicidad)

He participado en un experimento científico médico, en el que han realizado con humanos algo que hace tiempo practicaban con cobayas: el trasplante de cerebro.

Gracias a Tidus por avisarme de la duplicidad de la publicación de la parte 3

Hablé con el doctor y me dio el alta hospitalaria. Llamé al detective que retiró sus aparatos, pero dejándome los vídeos y cámaras de la casa, también me dio otro aparato que me permitiría controlar las cámaras de la vivienda. Llamé a mi mujer para que me trajese ropa y llevarme a casa. Vinieron las tres y mi mujer me dio la ropa y dejó que me vistiese por mi cuenta. Mis hijas me trataron distantes.

Cuando me levanté de la cama, les llamó la atención mi incremento de estatura, a pesar de que el doctor ya les había informado de los cambios. Pero cuando me quité el pijama hospitalario, mi mujer se me quedó mirando la polla como hipnotizada, y lo mismo pasó con mis hijas, aunque nadie dijo nada.

Cuando me vestí, recogí unas bolsas con todo lo que tenía en el hospital y nos marchamos. Me encontré en el pasillo con las tres mujeres, que me abrazaron llorando, me dieron un par de castos besos cada una y me pidieron que pasase a verlas pronto. Les dije que volvería, sobre todo porque tenía que venir a buscar pastillas, y nos marchamos.

Ya en casa, pasaron a recibirme el personal de servicio, a los que fui saludando uno por uno y llamándolos por su nombre. Les advertí a todos que tenía grandes lagunas de memoria y que no recordaba prácticamente nada de mi vida anterior. Vi que mi mujer y mi hija mayor estaban bastante nerviosas. Les dije que iba a acostarme un rato, a lo que mi mujer me dijo que muy bien, que ella aprovecharía para salir y lo mismo dijo mi hija mayor. La pequeña no abrió la boca. Les dije que me parecía bien y me fui a la habitación de matrimonio. Conocía la distribución de las habitaciones por las cámaras de vigilancia. Guardé mis cosas, me desnudé y me acosté.

Cuando dejó de oírse ruido en la casa, saqué el aparato para controlar las cámaras, viendo las distintas habitaciones, incluida la mía. Mi hija pequeña se había duchado y estaba terminando de depilar su cuerpo.

La estuve siguiendo, mientras ella terminaba, seleccionaba un conjunto de tanga y sujetador de lo más erótico, junto a un top y falda tableada, para luego vestirse con todo ello, poner el ordenador en marcha y dedicarse a chatear.

Cuando debió entrar en contacto con quienes le interesaban, empezaron las frases calientes, levantaba su top para enseñar el sujetador o se ponía de pie y levantaba su faldita, moviendo el culo de modo muy sensual, enseñando sus cachetes que escondían el hilo entre ellos.

Interactuaba con sus espectadores enseñando esto, aquello, sacando una teta, dando la vuelta, etc. Se fue quitando la ropa poco a poco, demostrando una gran sensualidad en cada movimiento. Me tenía empalmado casi desde el principio.

Se quitó el top y ofreció sus tetas, dentro del sujetador, a la cámara. Los “clins” del ordenador anunciando un mensaje se convirtieron en un sonido continuo.

Siguió acariciando su cuerpo, dejó caer los tirantes del sujetador. Bajaba la copa hasta enseñar medio pezón mientras movía su cuerpo. Los mensajes llegaban con auténtico frenesí. Yo acariciaba mi polla despacio. Disfrutando del maravilloso espectáculo que me ofrecía y pensando en mis acciones futuras.

El ritmo de mensajes fue bajando, hasta que se puso de espaldas a sus espectadores, desabrochó su sujetador, girándose sin quitárselo y continuó moviéndose hasta que el ritmo de los mensajes fue frenético de nuevo. Entonces, lo dejó caer, provocando el paroxismo de todos.

Siguió acariciando su cuerpo, sus tetas, sus pezones. Apuntaba a meter la mano por el tanga. Sus espectadores enviaban mensajes sin parar. De vez en cuando, contestaba por voz a alguno de ellos. Por fin se dio la vuelta y, de espaldas a todos, se bajó el tanga, volvió la cara hacia la cámara y se pasó el dedo entre los cachetes, los separó y mostró a todos un ano apretadito, que no había sido usado o lo había sido muy poco.

Se chupó el dedo y lo fue metiendo poco a poco por él, entrando y saliendo despacito, luego se giró y continuó con su cuerpo, acariciando todos los lugares frente a la cámara y manteniendo el ritmo de mensajes.

Y aproveché y salí de mi habitación, abriendo muy despacio la puerta de la suya, que no estaba cerrada con llave, y me colé dentro, sentándome en una silla que había en la entrada, procurando y consiguiendo actuar sin que se diese cuenta.

Estuve observándola mientras seguía acariciando mi polla. Ella se abría de piernas para meterse dedos en el coño y provocaba a los espectadores. Mi situación estaba fuera del ángulo de visión de la webcam y detrás y a un lado de ella.

Cuando se dio la vuelta para mostrar su culo, no se dio cuenta inicialmente de mi presencia, al realizar el giro por el lado contrario al que me encontraba. Eso me dio unos segundos para poder admirar su cuerpo, su coño depilado e inflamado por sus tocamientos y sus pechos con los pezones erectos por la excitación.

De repente volvió la vista hacia mí, me vio, y quedó unos segundos como paralizada y cuando se recuperó, soltó un agudo grito:

-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy

Tiró de la ropa de cama e intentó taparse con ella, dejando el culo hacia la cam, y provocando una catarata de mensajes.

-¿Qué haces aquí? ¿Quién te ha dado permiso para entrar?

-Soy tu padre y la casa es mía, por lo que entro donde me da la gana, y sería conveniente que apagases el ordenador antes de seguir hablando. Tus espectadores están disfrutando de las vistas de tu culo y otras cosas que no esperaban.

Se lo dije sin moverme de la silla y sin soltar mi polla, que seguía meneando suavemente. Ella se giró rápidamente, volviendo a enseñarme su culo, y se puso a apagar el ordenador.

-¡Sal inmediatamente de aquí! –Dijo cuando terminó y volvió a mirarme.- Estás en mi habitación. ¡Y desnudo! Eres un cerdo. ¡Fuera!.

-Hey, hey , hey. Más despacio. Vamos a analizar la situación: Te encuentro desnuda y exhibiéndote y masturbándote, delante de una webcam con cientos de salidos mirándote y pretendes que me vaya así, sin más explicaciones…

-Soy mayor de edad y puedo hacer lo que quiera. Además, ellos pagan por verme. ¡Y eres mi padre!

-Efectivamente, eres mayor de edad y puedes hacer lo que quieras. Pero olvidas que yo también te pago. Te pago tus caprichos, tu ropa, tu comida y otras muchas cosas. ¿Y porque sea tu padre no puedo ver tu espectáculo? Pues mira, niña, esta noche o como muy tarde, mañana a las nueve de la mañana quiero que estés fuera de casa.

-No puedes hacer eso, ¡soy tu hija!

-¡Y yo tu padre! Si a las 9 estás todavía aquí, yo mismo te sacaré a la calle como estés.

-Pues muy bien. Me marcho de esta casa. Y ahora vete de aquí, cerdo, voy a vestirme y preparar una mochila.

Me levanté y volví a mi habitación, donde estuve observando sus movimientos. Empezó a preparar una mochila con prendas elegantes, todas de la temporada en la que estábamos, casi en verano ya, sin pensar en que llegaría el invierno.

Cuando terminó, vi que salía y guardé todo antes de que llegase. Yo seguía desnudo. Entró sin llamar.

-Dame dinero.

-Dijo sin más.

-¿No sabes llamar a la puerta del dueño de la casa? ¿No te han educado lo suficiente? Sal fuera, cierra la puerta y llama antes de entrar si no quieres que te saque yo a bofetadas.

El tono de mi voz debió convencerla, porque Salió y llamó a la puerta. Yo, me puse una bata por encima, me senté en el borde de la cama y le di permiso para entrar. Un resumen de la conversación es el siguiente:

-¿Qué quieres?

-Necesito dinero para poder vivir hasta que cobre mi asignación.

-¿Y qué haces con el que pagan tus espectadores? ¿No es suficiente?

En ese momento, dudó. Me dio la impresión de que estaba ocultando algo.

-No. Es muy poco lo que se cobra y no llega para nada.

-Pues de aquí no vas a sacar ni un centavo más.

-Por lo menos, déjame estar aquí hasta que pueda mantenerme.

-Tendrás que ganártelo. Aquí también deberás pagar tu manutención y gastos. Tendrás que buscarte la vida.

-¿Cómo? No tengo trabajo, hasta ahora no he necesitado nada. No sé hacer nada.

-No es mi problema ya. Cuando pudiste prepárate para el futuro, te dedicaste a perder el tiempo. Ya tuviste tu oportunidad. Ahora búscate la vida. (Los informes facilitados me informaron de que ambas habían dejado los estudios, en contra de mi voluntad, pero apoyadas por su madre.)

-¿Pero dónde puedo trabajar? No tengo experiencia de nada.

-Por lo que he visto antes, ya consigues algo y puedes ganarte muy bien la vida de puta o actuando en algún club. Lo haces muy bien. Tanto que hasta a mí me la has puesto dura.

Tras un breve silencio, dijo en voz baja:

-¿Quieres que te haga una paja?

Estábamos llegando a donde yo quería.

-¿Qué? Repite, no te he oído.

-Que si quieres te haga una paja y me dejas quedarme. –Dijo más fuerte.

-No, gracias, una paja me la hago yo. ¿No tienes nada mejor que ofrecer? Así no vas a conseguir muchos clientes.

-¿Y si, además, te la chupo?

Lo estuve pensando un momento y, abriéndome la bata, le dije:

-Dudo que sepas hacerlo, pero si consigues que me corra en diez minutos, te daré una semana de tiempo para que prepares tu marcha. Pero hazlo desnuda y así, aunque no lo consigas, tendrás todo el día de mañana para irte.

Sin perder tiempo, se desnudó, se arrodilló ante mí, agarró mi polla, primero con una mano y luego con las dos, y empezó a masturbarme. Subían y bajaban a lo largo de ella, primero despacio y torpe, pero luego fue cogiendo confianza y experiencia y aceleró sus movimientos.

Mientras la sujetaba con una mano, escupió en la punta y restregó la saliva por toda la polla con la otra. Luego siguió moviéndola. Yo miraba poniendo cara de hastío, aunque a pesar de todo, estaba muy excitado por las actuaciones anteriores. Se cansó pronto, y pasó de las dos manos a primero una, luego la otra, otra vez las dos, hasta que se detuvo un momento.

Yo hice mención de levantarme al tiempo que le decía.

-Anda, déjalo, que solo vas a hacerme perder el tiempo.

-¡No! Espera. Te lo haré mejor.

Volví a sentarme y ella se acercó más. Se metió la punta en la boca y con una mano me masturbaba y con la otra me acariciaba los huevos. Se la metía poco más del glande, deteniéndose porque le daban arcadas. A veces me rozaba con los dientes y tuve que decirle que si lo volvía a hacer, se acababa todo.

-Parece que sabes hacer una mamada, pero la haces mal. ¿Dónde aprendiste?

-Viendo películas porno.

Ahora cuadraba todo. Tenía mucha teoría pero nada de práctica.

Fui dirigiendo su mamada, haciendo que usase su lengua, que rodease el glande con ella que la sacase, que la lamiese, que volviese a chupar. Pero no conseguía que se la tragase entera. Por suerte para ella, estaba muy excitado, por lo que pronto estuve preparado para correrme. Cuando ya no podía aguantar más, empujé su cabeza sobre mi polla y se la metí todo lo que pude, corriéndome a continuación.

Se la aguanté hasta terminar mi corrida, que parte de ella se escapó de sus labios y el resto fue a su estómago, y luego la solté, separándose rápidamente entre toses y arcadas que terminaron en vómito.

-Eres una inútil. Limpia esto, airea la habitación, vístete y vete. Has pagado una semana de estancia más.

Llorando, hizo lo que le había dicho y volvió a su habitación. Por la cámara pude ver que se había arrojado sobre la cama y estaba llorando. Más tarde fue al baño donde se estuvo lavando la boca durante un buen rato al tiempo que se duchaba.

Yo aproveché para preguntar al servicio sobre el funcionamiento de la casa y dar una serie de normas sobre lo que tendrían que hacer en el futuro.

Poco antes de las 9 apareció la mayor. Fue a su habitación y se cambió de ropa por otra más cómoda. Mientras se cambiaba me fue mostrando su cuerpo por partes. Nada erótico, excepto lo buena que estaba.

A las nueve en punto, el servicio anunció que estaba la cena preparada. Yo acudí al comedor también con ropa cómoda, donde ya estaba sentada a la mesa Gisele, la mayor. La saludé y le pregunté si le pasaba algo, porque tenía mala cara. Me dijo que no le pasaba nada y me callé.

El servicio preguntó si servían ya la cena, yo les dije que esperasen a Tina.

-Puede que no venga. Muchas noches lo hace. Se encierra con el ordenador y sale cuando le apetece. –Dijo Gisele.

Despacio, me volví hacia una de las chicas del servicio y le dije:

-¿Por favor, podría avisar a mi hija Tina que tiene un minuto para venir a cenar? Y si pone alguna pega dígale que si no está aquí en ese tiempo, no volverá a desayunar, comer y cenar en toda la semana.

La muchacha fue rápidamente a cumplir mi encargo, apareciendo ambas poco más de un minuto después.

-Bien chicas. Me gustaría que estuvieseis presentes a las horas de desayuno, comida y cena, y para poder coincidir, he dicho al servicio que las horas serán: el desayuno a las 8:30, comida a las 14:00 y cena a las 21:00. Fuera de esas horas, no se servirá ningún alimento. Y decídselo a vuestra madre.

-Pero Thomas –dijo la mayor- hay muchos días que nos levantamos más de las dos de la tarde.

-Mira Gisele. Para vosotras hace un año que no me veis, ni hablamos. Para mí, en estos momentos, es como si no os conociese de nada. No sé cómo sería nuestra vida en común antes, no lo recuerdo, pero quiero que construyamos una por si sigo sin recordar.

-No teníamos mucha relación –dijo Gisele de nuevo.

-Ya me lo imaginaba. El hecho de llamarme Thomas en lugar de papá y alguna otra cosa que he visto así me lo hace suponer. Vamos a cenar.

Después de la cena, las convencí para que se sentasen conmigo a ver la televisión, cosa que hicieron de mala gana, yo aproveché y les hacía preguntas con la excusa de que eran para recordar lo olvidado. A ellas se las notaba incómodas y muchas veces se salían con evasivas.

Les pregunté que dónde iba su madre en sus salidas. Empezaron diciendo que quedaba con amigas, pero fui acorralándolas con mis preguntas y terminaron confesando que sabían que se veía con alguien pero no sabían con quién. Insistiendo un poco más, me informaron de que llevaba con él cinco o seis años, pero no sabían si siempre había sido el mismo o había habido alguno más.

Con más preguntas, también me informaron de que ambas tenían novio, aunque la mayor miró de forma extraña a la menor cuando lo confirmó.

Sobre las once de la noche, vino mi mujer. Se la veía muy nerviosa. Dijo que había pasado la tarde con sus amigas, bebiendo y fumando, y que le dolía mucho la cabeza, por lo que se iba a la cama.

Le deseé que se recuperase pronto, le di las buenas noches y se fue. Seguí un rato más con las chicas, oyendo trastear a la madre por las habitaciones, hasta que me pidieron permiso para irse a dormir, cosa que les concedí inmediatamente.

Me quedé un rato más prestando atención a la TV hasta que me entró sueño y me fui a dormir. Al entrar en la habitación con mucho sigilo y procurando no hacer ruido, me llevé la sorpresa de encontrar la cama vacía. Al salir al pasillo, vi que las puertas de las chicas estaban cerradas y que había otra más, a continuación de las de ellas, que también lo estaba. Al acercarme pude oír un suave ronquido.

Entré con cuidado, agarré la cama por el costado y la levanté volcándola, al tiempo que gritaba:

-¿Pero qué coño estás haciendo? ¿A qué viene eso de acostarte aquí?

Ella, se despertó asustada, al principio, preguntando qué era lo que pasaba, luego entendió mis gritos y, asustada, me dijo:

-Es por no molestarte, como has pasado tanto tiempo en el hospital, a lo mejor extrañas la cama y no puedes dormir, y puede ser que yo te moleste. No quiero ser un estorbo hasta que te adaptases.

-Eso lo decidiré yo. Venga a la cama inmediatamente. –Le dije con voz indignada.

No supo que hacer o decir y fue a nuestro dormitorio y se acostó. Seguidamente lo hice yo. La cama es enorme por lo que no es necesario tocarnos no obstante, tenía unas ganas enormes de follármela y estaba haciendo grandes esfuerzos por acercarme y poner mis manos en sus tetas y apuntar la polla a su culo, pero ella no estaba preparada todavía.

Esa noche dormí mal, pero no por problemas de adaptación, sino por culpa de la erección de caballo que tenía.

Cerca de las ocho me levanté y, tras una ducha rápida y un afeitado, volví para despertar a July. Se había destapado y mostraba su cuerpo a través del camisón de seda. Estaba de costado y se podía apreciar su pecho. Se veía su pezón, ahora pequeño, en el centro de una areola pequeña, apreciable en parte desde la transparencia de su camisón. El mismo camisón que se había recogido en su cintura y mostraba su larga pierna que parecía más larga gracias a las bragas de cintura alta y transparentes.

La sacudí ligeramente del hombro mientras le decía:

-Vamos July, cariño, hora de desayunar.

-mmmennneeemm ¿qué hora es?.

-Las ocho, la hora del desayuno. Tienes tiempo de darte una ducha. Te espero en el comedor.

Vi cómo se daba media vuelta y se tapaba. Yo me fui a desayunar. Pasados quince minutos de la hora, no se había presentado nadie, como ya esperaba, por lo que desayuné, di orden de recoger todo y no servir comida hasta medio día y me puse a recorrer la casa e investigar en los documentos del que ahora era mi despacho.

Encontré que tenía todos los documentos preparados para hacer la transferencia de acciones y propiedades a nombre de su sustituto, a falta de poner el nombre nada más. Me dio la impresión de que pretendía transferir todo a su nueva identidad y dejar a su familia en la calle.

También llamé a la empresa y hable con el director, que me informó de la marcha del negocio con mucho detalle y se despidió con la esperanza de verme pronto por allí, no sin antes preguntarle si podíamos colocar a cinco personas en algún puesto en las empresas, a lo que respondió que no sería problema. En fin, aproveché para ponerme bastante al día.

Después llamé a Jimmy, al que le propuse que, si querían trabajar, podrían hacerlo en mi empresa, pues les prepararía un puesto de trabajo para cada uno. Quedamos en que lo hablarían y me contestaría.

Sobre las 11 de la mañana me fui al hospital. Pregunté por las chicas, pero solamente estaban Rebeca y Helen.

Me llevaron hasta una habitación vacía, al final de un pasillo y nada más entrar, mientras Helen cerraba la puerta, Rebeca me fue desnudando. Cuando lo estuve, me empujó y me hizo caer sobre la cama. Sin decir nada se empezó a meter mi polla en la boca, chupándomela lentamente pero sin descanso, consiguiendo en pocos minutos que se me pusiera tan dura que parecía que me iba a estallar.

Helen llegó ya desnuda, se subió sobre la cama y se colocó a cuatro patas sobre mí. Se metió toda mi polla en su coño de un solo golpe. Clavó sus pezones en mi pecho y empezó un rápido movimiento arriba y abajo, con vaivenes atrás y adelante, que me estaban proporcionando mucho gusto, con sus roces y presiones.

A ella tampoco le iba mal. Con sus movimientos, mi polla recorría su raja y rozaba la punta de su clítoris y eso le hacía emitir gemidos y pequeños grititos.

-Oooooooohhhhhh. ¡Qué gusto da con una polla así! Estos días la he echado mucho de menos.

Rebeca se había desnudado y se subió también a la cama, colocándose sentada junto a mí. Cuando yo pensaba que iba a subirse para colocar su coño en mi boca, acercó su culo a mi cara, levantó una pierna para pasarla sobre mí y agarró a Helen del pelo para llevarle la boca hasta su coño, que recorría con su lengua al compás de los movimientos.

Sus gemidos, apagados por el coño de Rebeca, eran cada vez más intensos. Sentía su orgasmo cada vez más próximo hasta que reventó en una explosión de placer. Su largo grito fue acallado por el coño de Rebeca. Quedó exhausta sobre mí, pero inmediatamente fue retirada por Rebeca, empalándose inmediatamente y poniéndose a botar sobre mi polla al tiempo que con la mano, frotaba su clítoris con frenesí.

  • Aaahhhh. Aaahhhh. Aaahhhh. Aaahhhh. Aaahhhh. Aaahhhh. Aaahhhh.

Repetía entrecortados gemidos, cada vez más rápidos. Yo no podía más. Estaba en el límite de mi aguante cuando Rebeca empezó a anunciar su orgasmo.

-Siiii. Me vieneeeee. Oooohhh . Siiiii. Me corrooooo.

Todavía estaba lanzando sus gemidos, cuando me fallaron las fuerzas y lancé mi corrida en lo más profundo de su coño.

Ahora fue Rebeca la que quedó a mi lado, mientras Helen se amorraba a mi polla, que había perdido algo de erección, para hacerme una colosal mamada, al tiempo que acariciaba mis huevos y recorría mi perineo con su dedo.

Rebeca se recuperó rápidamente poniéndose a chuparme los pezones. Helen reclamó su atención para que le comiese el coño y se puso a ello con interés lo que provoco que le cogiese la cabeza de Helen con las dos manos y la empecé a follar bruscamente durante un buen rato, Pronto volví a notar que se acercaba un nuevo orgasmo pero no quise detenerme hasta llenar su boca de leche. Helen tragó todo y siguió mamando un buen rato hasta que consiguió que me volviese a empalmar, entonces fue cuando la hice poner a cuatro patas. Pedí a Rebeca que le comiese el coño y yo me coloqué tras Helen para metérsela poco a poco por el culo.

Rebeca se tomó mis instrucciones como le pareció, y lo que hizo fue situarse boca arriba delante de Helen y la agarró del pelo para guiarle la boca a su coño depilado y mientras lo iba lamiendo yo se la metía por detrás sin que ella dijese nada, solo gemía. Con toda ella dentro, esperé a que se acostumbrase y comencé a moverme a buen ritmo.

Un rato después, Rebeca dijo:

-Mmmmmmm Ya me has dejado el coño lo bastante limpio. Ahora te lo voy a comer a ti.

Entonces, se dio la vuelta y metiéndose por debajo de Helen, se puso a lamer el clítoris de su compañera. Llegó con su lengua hasta mis huevos, y empezó a chuparlos y lamerlos mientras seguía follándome el culo de Helen. Ésta, por su parte, continuó comiéndole el coño a su compañera.

La habitación se llenó de jadeos y gemidos. La calentura de los últimos días me volvía a tener al borde del orgasmo, pero no quería correrme antes que ellas. Cuando no pude aguantar más, me corrí gritando mi orgasmo y consiguiendo que Helen también se corriese.

Yo me di por satisfecho y me retiré para vestirme, pero Rebeca no lo estaba y puso a Helen a seguir comiéndole el coño y a meterle los dedos. Yo me acerqué para darles un buen beso de despedida a cada una. Luego me marché dejándolas con lo suyo, llegando a casa cerca de las dos de la tarde.

Cuando llegué a casa, había tres muchachos esperando a las mujeres. Cuando me lo dijeron, me hice el tonto e hice ver que pensaba que eran amigos de las chicas. Envié al servicio para que avisase a las mujeres de que tenían visita, sin decir nada de mí, para darles una sorpresa. Los invité a tomar un vaso de vino con algo para comer y mantuve la conversación sobre noticias oídas en la radio del coche, por un lado, para que no surgiese el tema de para qué venían y por otro para que no se marchasen, pues quería ver las caras de las tres.

Por suerte, no tardaron mucho, porque los muchachos se imaginaban algo e intentaban marcharse, costándome a mí cada vez más el retenerlos.

July, mi esposa, salió al rato con el camisón transparente, sin nada debajo y perfectamente maquillada y peinada. Entró en el salón con una sonrisa de oreja a oreja, que se le quedó helada cuando vio quienes estábamos allí.

-Ah, eh, em, eeeeehh, ¿Qué ocurre?

-Mira, cariño, han venido a ver a las chicas estos amigos suyos.

Se quedó callada, blanca como la leche y cuando iba a decir algo más, aparecieron mis hijas Gisele, la mayor, desnuda directamente, y Tina solamente con un tanga.

-¡Hola! –dijeron ambas a la vez.

Cuando me vieron, también se quedaron calladas y blancas como el papel.

-Hijas mías, aunque estemos en casa y tengáis mucha confianza con ellos, podíais tener un poco de recato y poneros algo encima. –Dije con un tono bondadoso.

Ambas se dieron la vuelta y volvieron a sus habitaciones para ponerse algo encima. July reaccionó y también se dio la vuelta y fue a cambiarse.

-Daos prisa, que hace tiempo que esperan

Enseguida volvieron las tres, todas con chándal, sentándose donde pudieron, yo me puse a explicarles que estábamos hablando de las noticias y les pregunté a ellos se querían quedarse a comer con nosotros. Ante esa pregunta, uno de ellos, que parecía más líder que los demás, dijo mirándome:

-Bueno, no sé qué juego se llevan entre ustedes, pero nosotros hemos venido aquí a follar y cobramos por tiempo. Si están dispuestos a pagar la tarifa por invitarnos a comer, no tenemos inconveniente, pero si es una tomadura de pelo, ya están soltando 900 euros y nos vamos, si no quieren tener un disgusto.

-Pe… pe… ¿Pero qué broma es ésta? –Dije yo poniendo cara de no entender nada- ¿Quién les ha contratado? Se han tenido que equivocar de casa.

-Mire, no se equivoque. Llevamos viniendo aquí dos o tres veces al mes desde hace un año aproximadamente, por lo que sabemos muy bien dónde vamos. A estas –señalando a todas mientras hacía un arco con el dedo- A estas nos las hemos follado todos y por todos los agujeros, además de otros tres compañeros con los que nos intercambiamos a veces. Así que… Pagan o tenemos un disgusto.

Miré a mi mujer con cara de pasmo (espero que me saliese bien, aunque dudo que alguna estuviese en condiciones de notar algo) y tras unos segundos, le pregunté:

-¿Qué hago?

Llorando, cambiando de colores del rojo al blanco y viceversa, me dijo casi en un susurro cortado por el llanto:

-Paga.

Las miré a todas, despacio, recorriendo cada cara con la mirada y haciendo que se avergonzaran. Me puse en pié, saqué dinero de uno de los bolsillos (lo llevaba repartido), separé un billete de quinientos de los tres que llevaba y cuatro de los cinco de cien, me acerqué al que había hablado y le fui dando los billetes uno a uno, mientras les lanzaba a ellas lo que esperaba que pareciese una mirada asesina:

-Quinientos.

-Seiscientos.

-Setecientos.

-Ochocientos

  • Y novecientos. Ahora, por favor, váyanse.

-Muchas gracias, y si nos necesitan, ya saben dónde encontrarnos. No hace falta que nos acompañen. Ya conocemos el camino. –Dijo con una sonrisa irónica.

-Vaya, vaya. –Les dije cuando se fueron.- Así que en lugar de tener una amante esposa y dos maravillosas hijas, lo que tengo son tres putas. Mejor dicho, seríais putas si cobraseis por ello, pero como pagáis, no sois más que tres zorras. Las más zorras que he conocido.

-Thomas. Déjame que te explique y verás…

-Ahora no me cuentes nada. Luego hablaremos. Ahora vamos todos a comer y no quiero oír ni una palabra.

Comimos en silencio. Mejor dicho, yo comí con apetito, pero ellas solamente picotearon la comida, y eso porque yo les insistía.

Estaba tomando un café, porque ellas no querían nada, cuando llamaron a la puerta. Al momento, se presentó el servicio, anunciando que unos detectives de policía venían preguntando por Gilsele. Di orden de que los acompañasen y trajesen con nosotros.

Yo, (que cuando dijeron “policía” me había acojonado, pensando en que venían por mí, por haberse enterado de lo ocurrido), me quedé mirando a Gisele interrogante, ella me respondió encogiéndose de hombros. Enseguida llegaron los inspectores (un hombre y una mujer).

Tras los saludos de rigor, la oferta y rechazo de café o refresco, me dijeron que venían a hacerle unas preguntas a mi hija Gisele. Hice un gesto con la mano señalándola y empezaron el interrogatorio.

-¿Es usted la novia de ………..?

-Sí.

-¿Ha estado con él últimamente?

-Sí, bueno, hace ya una semana aproximadamente que no le veo. Le he estado llamando, pero su teléfono no está operativo.

-¿Y no le ha extrañado, no ha ido a su casa para saber qué ocurre?

-Es normal que no lo vea en 10 ó 15 días. A veces sale de viaje y tarda en volver. Unas veces me avisa y otras no. Una vez fui a su casa y me montó tal bronca que no lo he vuelto a hacer más.

-¿Toma drogas?

-No

-¿Y él?

-Sé que tiene porque me las ha ofrecido muchas veces. Pero nunca lo he visto drogarse.

-¿Qué ha hecho en los últimos cuatro días? ¿Adónde ha ido?

-No he salido de casa, por si me llamaba. No le gusta que salga sin él.

-¿Es cierto lo que dice? –Preguntó dirigiéndose a mí.

-Cierto en los dos días que llevo en casa. Excepto que ayer vinieron las tres a recogerme al hospital, donde he estado ingresado más de un año y medio.

-Es verdad, si, esa ha sido mi única salida.

Terminaron el interrogatorio y pidieron que estuviese a su disposición. Yo pregunté qué ocurría y me contaron que, al novio, un paseante lo había encontrado muerto, con marcas de tortura, en un agujero de un monte cercano. Mi hija rompió a llorar mientras se marchaban los policías.

-Vamos, vamos, Gisele. No nos irás a decir ahora que estabas muy enamorada de él, cuando te has estado follando a esos putos todas las semanas. ¿Te pegaba? ¿Te hacía daño?

-Es… Era muy cariñoso, aunque a veces se ponía violento.

-¿En la intimidad también?

-Sí, le gustaba el sexo duro.

-¿Y a ti?

-No me desagradaba.

-¿Le dabas dinero?

-Sí. A veces me pedía, otras lo tomaba directamente del bolso.

“Vaya colección que tengo en casa” pensé.

-¿Y tú July o tú, Tina, tenéis algo que contar? Me molesta mucho ir enterándome a trozos de la historia de mi familia y que se me quede cara de idiota cada vez que surge algo.

Tras un momento de silencio, habló Tina.

-Yo mantengo una relación con un chico…

-¿Y qué? Sois novios o solamente te acuestas con él.

-Hicimos amistad hace unos ocho meses. Está siempre conectado al chat que conoces y me llama para quedar alguna vez para cenar y lo que surja.

Me quedé mirando a July.

-Yo… Bueno.. Estoooo… -Y en voz baja.-Salgo con un hombre. –Y ya con voz normal.- Pero, entiéndelo, pensaba que no ibas a salir y él era muy amable…

-¿Cuánto hace que sales con él?

-Dos años. –En voz baja.

Nos quedamos todos en silencio un momento, hasta que yo lancé mi órdago:

-La realidad es que después de un año y medio sin contacto con vosotras y mi pérdida de memoria, la afectividad que os tengo es poca, y creo que la vuestra hacia mí, debe ser similar. Os voy a dejar dos propuestas: La primera, os vais a zorrear a otro sitio y me dejáis en paz para siempre, y la segunda: os convertís en mis putas sin protestar a nada que os mande.

-¿Y qué pensión piensas pasarnos? –Dijo mi esposa.

-¿Pensión? Esperad un momento.

Fui a la habitación y cogí el vídeo de la follada de las tres con los putos y lo puse a reproducir en la televisión.

-Preguntabas por la pensión. ¿Cuánto crees que tendré que pagar por la infidelidad y el comportamiento amoral de las tres? Porque, no me negaréis que ponerse a follar en la calle, donde pueden hasta filmaros en vídeo, no es un comportamiento amoral. Y tengo más. Así que yo diría que saldréis sin nada.

-Eres un cabrón hijo de puta. Lo sabías desde hace tiempo y nos has hecho pasar la vergüenza de contarlo.

-Confesar hace más llevadera la culpa. No fue algo intencionado, solamente quería conocer algo de mi vida. Si hubiese visto cariño hacia mí, no habría llegado a este punto. Pero desde que nos vimos, solamente he oído: “necesito más dinero”. Tenéis tiempo hasta mañana a medio día para decidir.

Para terminar, les dije:

-Ahora me voy a descansar un rato, luego me iré a las oficinas, he quedado con el director.

Me fui a la habitación, descansé una media hora, me di una ducha y me marché a las oficinas de la empresa. Al salir, vi que todavía estaban las tres sentadas a la mesa. Hablaban en susurros y se callaron cuando pasé por la puerta.

-Vendré tarde, he quedado a cenar con el director. No me esperéis. -Y me fui.

Cuando llegué a la empresa, la recepcionista me saludó con amabilidad y se interesó por mi salud. Agradecí su interés, pronunciando su nombre porque lo llevaba en una placa al pecho. Sin embargo tuve que preguntarle a qué planta tenía que ir.

Cuando llegué, la secretaria de la planta, también me saludó e interesó por mi salud. Tendría que ir acostumbrándome a que era el jefe y que me iban a hacer mucho la pelota.

Me acompañaron al despacho del director, al que llamaron también a la que era la jefa de ventas. Cuando entró, me dejó impresionado. Una mujer de unos 35 años, cuerpo de infarto, buenas tetas y mejor culo, soportado por unas largas piernas.

-¿Te acuerdas de Betty, tu jefa de ventas? –Me la presentó John.

-Hola Betty. Lo siento, pero no recuerdo casi nada de la empresa ni del personal.

-¿De Betty tampoco? –Dijo John – Estabais muy unidos. Erais como uña y carne.

Me pareció observar un cierto sarcasmo en sus palabras, pero no le di demasiada importancia.

-Lo siento, John, y lo siento Betty, espero ir recordando con el tiempo y el trato.

Comentamos muchos temas del negocio y de la dirección y luego Betty me acompañó al que era mi despacho, ubicado junto al suyo. Un sitio donde cabía la casa donde había vivido antes de la operación y le podía haber añadido un jardín.

-Ahora vengo. –Dijo Betty, y salió del despacho.

Observé el lugar, viendo un rincón con cuatro sofás de dos plazas cada uno, rodeando una mesa de centro, una mesa de reuniones para doce personas como mínimo y una enorme mesa de despacho, tras la que había un sillón cuya cómoda apariencia comprobé enseguida.

Al minuto escaso volvió Betty, cerrando y asegurando la puerta.

-¿Quieres empezar a recordar tu pasado? –Dijo poniéndose ante la mesa de despacho.

No me extrañó el tuteo de ella frente al usted del resto del personal, teniendo en cuenta que me habían dicho que teníamos mucha afinidad.

-Por supuesto que quiero. Cuanto antes me ponga al día, mucho mejor.

Se desnudó ante mí, desprendiéndose de las prendas una a una, en un maravilloso striptease que me la puso dura al momento.

Llevaba una camisa gruesa, falda, medias y zapatos de tacón alto. Empezó desabrochándose la camisa botón a botón mientras me decía:

-¿Te acuerdas de esta escena?

-No

-Me la pedías todos los días, para animarte.

-Te aseguro que ya estoy bastante animado.

Sus manos llegaron al final de los botones. Por el espacio abierto asomaba su piel, ligeramente tostada por el sol, que le daba el característico color café, y a ambos lados se apreciaba el nacimiento de unos tiesos y duros senos, cuyos pezones, como clavos, evitaban la total apertura.

CONTINUARÁ

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AMORBOSO