El trasplante 2/7
He participado en un experimento científico médico, en el que han realizado con humanos algo que hace tiempo practicaban con cobayas: el trasplante de cerebro.
Un día, a media mañana, entró en la habitación un grupo de gente, al frente de la cual estaba el médico que me atendía habitualmente, seguido por alguna de las enfermeras que estaba acostumbrado a ver y otros hombres y mujeres desconocidos.
Después de los saludos de rigor, me preguntó que qué tal me encontraba y si recordaba algo de lo que había pasado. Tras decirle que no recordaba nada de los últimos meses pero que estaba aprendiendo de nuevo, se puso a contarme lo siguiente.
-“ Verás Robert, según dicen tus informes, eres un hombre muy inteligente, terminaste tus estudios con una de las mejores notas, pero en lugar de buscar un trabajo, te juntaste con una serie de pandilleros que te llevaron a cometer un atraco a una sucursal bancaria armados todos con pistolas y escopetas de cañón corto.
que se movieron y les disparaste también.
Un vigilante hizo un movimiento hacia su arma y tú le disparaste, matándolo en el acto, junto con dos rehenes Fuisteis detenidos, juzgados y condenados. Los demás a muchos años de cárcel, tú a la pena capital.”
Yo iba recordando los detalles, según me iba contando. Y prosiguió:
-“Cuando esperabas para ser ejecutado, aparecimos nosotros buscando voluntarios para un experimento. No os dimos muchas explicaciones, pero se trataba de hacer un trasplante de cerebro entre dos personas.
Se ofrecieron varios, y te elegimos a ti de entre todos. La otra persona era un empresario de 58 años, con un cáncer terminal… “
-¿¿¿¿COMOOOOO????
Le interrumpí.
-Así que, si salía todo mal, moríamos los dos y no se perdía nada, pero como ha salido bien, él va a vivir en un cuerpo más joven y yo moriré de cáncer en el cuerpo de un viejo. ¿Cuándo? ¿En unos meses?, ¿En semanas?...
Prosiguió, interrumpiéndome:
“-Efectivamente, en nuestro acuerdo con la Dirección General de Prisiones, habíamos propuesto esto, pero las cosas no han salido como habíamos previsto. El otro cerebro no debía de estar todo lo sano que era necesario o era demasiado viejo para el experimento.
El resultado fue que, aunque parecía que se recuperaba con rapidez, falleció al tercer mes…”
-¡¡¡SERÉIS HIJOS DE PUTA!!!! Y ahora ¿qué voy a hacer yo? ¿Tengo que morirme víctima del cáncer?. No puedo volver a mi cuerpo…
“-Espera un momento, Robert. Déjame continuar.
Así como un cerebro viejo en un cuerpo nuevo no ha podido llegar a buen fin, contigo ha resultado muy distinto. Cuando debíamos haber obtenido el resultado final en dos o tres meses, a ti te ha costado más de un año y medio.
En este tiempo, tu cerebro joven ha suministrado las suficientes hormonas y encimas para conseguir que el cáncer remitiese hasta llegar a desaparecer. Además, ha estimulado tu cuerpo de tal manera que se ha desarrollado más, hasta el punto de que has crecido quince centímetros, las arrugas de tu cara han empezado a desaparecer y estimamos que en un par de años tendrás la apariencia de un muchacho de veinticinco o veintiocho años.”
Eso me alegró mucho, pues volvería casi a mi edad, pero me surgió la duda:
-¿Y qué pasa con mi pena de muerte?
-Tú llevas muerto un año. –Me dijo.- El futuro depende de ti. Ahora tienes dos opciones. En tu nuevo cuerpo eres Thomas Rogers, empresario. Diriges una compañía que desarrolla productos electrónicos para consumo, para el ejército y para la exportación, aunque la realidad es que llevas tiempo retirado por causa de tu enfermedad, lo que no influye en el buen funcionamiento de la compañía, gracias a que pusiste al frente a personas muy competentes.
Estás casado con July, catorce años más joven que tú, y tienes dos hijas, Gisele y Tina de 24 y 22 años respectivamente y vives en una gran casa ubicada en una urbanización muy exclusiva. Piensan que te has sometido a un tratamiento muy nuevo y experimental para eliminar el cáncer y que estás internado en aislamiento.
En este punto, tienes dos opciones:
La primera: Le decimos a la familia que el tratamiento no ha funcionado y que has fallecido, y
La segunda: Asumes tu nuevo rol y te conviertes en Thomas Rogers, te haces cargo de la familia y los negocios y sigues viviendo con normalidad.
En este segundo caso, tienes que tener en cuenta que no puedes separarte de la mujer ni abandonar a las hijas. Si las abandonas o te divorcias o si te acusan de malos tratos o hay algo que las perjudique, perderás todo: negocio, dinero, casa y privilegios, solamente podrás conservarlo si son ellas las que se divorcian de tí. Así lo ha dejado establecido el verdadero Thomas, en previsión de que se diese esta situación. ¿Lo has entendido?”
-Si, perfectamente.
-Entonces, la decisión es tuya, pero no hace falta que me la des ahora. Pasaré mañana a esta hora para saber tu respuesta.
-No hace falta esperar. Es fácil decidirse. Asumo la personalidad de Thomas. Pero tengo una duda. ¿Cómo explicaré mi desconocimiento de nuestra vida en común y la falta de recuerdos familiares?
-Es fácil. Levas una cicatriz que te rodea la cabeza. Diremos que te hemos intervenido de un tumor cerebral y que has perdido mucha memoria. Luego será problema tuyo averiguar cosas de la familia y exponerla como recuerdos.
-Quiero ver cómo soy ahora. Desde que estoy aquí no he tenido ningún espejo.
A una señal del doctor, fueron a buscar uno. A la vuelta, pude comprobar mi nueva cara. No creo que nadie se quede impávido si ve su cara que ayer era joven y tersa, se ha convertido en la cara de un hombre totalmente distinto y veintitantos años o treinta mayor, aunque no mal parecido, a pesar de todo. Mi disgusto fue patente, pero conseguí reponerme.
El doctor prosiguió:
-Esta tarde será informada tu familia de tu salida de la UCI y el pase a planta, e imagino que vendrán a verte mañana o en los próximos días, te voy a dar las fotos que dejó tu otro yo en su habitación para que puedas reconocerlas. Por cierto, al principio de estar tú aquí, tu mujer llamaba una vez al mes o cada dos meses para preguntar por tu evolución, pero desde hace poco, está llamando una vez a la semana y algunas, dos veces.
Me entregó tres fotografías en las que se veían a tres mujeres, una más mayor, pero muy bien conservada, con cara de viciosa, que me la puso dura al instante, teniendo que hacer filigranas para ocultar la erección. Las otras dos, eran dos mujeres mucho más jóvenes, pero con la belleza heredada de la madre. En resumen, tres auténticos bombones.
Guardé las fotos y el grupo se despidió de mí, dejándome solo. Yo hice un pequeño análisis, llegando a la conclusión de que las cosas no me podían ir mejor. Me había librado dos veces de la muerte, era dueño de un productivo negocio, estaba forrado y tenía mujer y dos hijas a cada cual más follable. Ya vería cómo conseguir esto último.
Cuando el médico se marchaba, me dijo:
-¡Ah! Y una cosa más. Durante el resto de tu vida tendrás que seguir tomando las dos pastillas que te traen por las mañanas. Son una mezcla de compuestos para evitar el rechazo. Veremos si en algún momento se pueden retirar, pero haz cuenta de que es para toda la vida y que puedes morir si dejas de tomarlas.
Y ante mi mirada indefinida, continuó:
-Pero no todo es malo. Algunos de los compuestos que llevan las pastillas tienen un efector secundario: te facilitarán la erección y te permitirán tener varios y largos coitos cada vez. Espero que eso te compense las molestias –Esto último lo dijo con una sonrisa.
Al día siguiente, a primera hora tenía a las tres en mi habitación, quiero decir, la enfermera y las dos auxiliares, a las que estuve follando un buen rato. Mary, la enfermera, me pidió que se la metiese por el culo y la follase hasta correrme dentro, y eso hice, después de que entre todos la dilatásemos bien y ensalivásemos bien sus agujeros, luego subimos todos a la cama, Rebeca y Mary montaron un 69, con Mary encima. Yo me coloqué tras ella y se la metí directamente por el ano. Helen se subió sobre Mary, de pie, con una pierna a cada lado y de cara a mí. Eso dejaba su coño ante mi boca, aprovechando para comérselo mientras enculaba a la otra.
Helen gemía de gusto mientras recorría su raja con mi lengua. Aprovechaba el movimiento de salida de mi polla a de su culo para pasarla desde el clítoris a su ano, y el movimiento de entrada para pasarla en sentido contrario. Al llegar a su clítoris, le daba unos golpecitos, sacando y metiendo un poco la polla y eso se traducía en golpes de lengua contra su botón, lo que la hacía gritar de gusto pidiendo más.
Helen se corrió, llenando mi boca y la espalda de Mary con sus líquidos, que manaban como una fuente. Pero pedía más y más, por lo que no detuve mis lamidas de coño y chupadas de clítoris hasta llevarla nuevamente cerca de otro orgasmo. A Rebeca solamente se la oía gemir.
La lengua de Rebeca y mi polla proporcionaron dos corridas a Mary, la segunda coincidió con la mía. Cuando se recuperó, nos informó de que tenía que dejarnos por falta de tiempo, no sin decirnos que se quedaba con muchas ganas y que al día siguiente se desquitaría.
Mientras Rebeca me la chupaba para ponerme a tono de nuevo, le pedí que, cuando alguien preguntase por mí, me avisase antes de dejarles pasar, pues mi intención era no parecer demasiado recuperado, de momento, para ocultar mi falta de recuerdos.
Con su marcha, bajé de la cama e hice bajar a Helen, que volví a poner en la posición de otras veces, doblada por la cintura y con las piernas abiertas, y así, mientras le comía el coño a Rebeca, yo la follé por el coño con dureza, mientras palmeaba con fuerza sus cachetes.
Cuando anunció que le venía un nuevo orgasmo, que debió de ser intensísimo, la sujeté por las caderas para follarla con fuerza. Cuando le vino, la dejó fuera de si durante un momento y tuve que sujetarla porque se le doblaban las piernas.
La dejé sentarse en una silla que había cerca y yo me subí de nuevo a la cama, donde Rebeca me esperaba abierta de piernas y frotándose el clítoris. Me metí entre ellas y se la clavé de golpe. Me estuve moviendo con rapidez, buscando a la vez, el roce de mi polla con su clítoris mientras entraba y salía. A los pocos minutos estaba corriéndose.
No la dejé parar. Ensalivé bien mi polla y su ano, la puse a cuatro patas y fui metiéndosela despacio por el culo, poco a poco.
-Sigue. Sigue. Rómpeme el culo. –Me decía.
Una vez que entró la cabeza, empujé hasta tenerla totalmente dentro. Entonces sí que se lo estuve machacando hasta que se volvió a correr, dejándose caer sobre la cama. Y yo, cercana ya mi segunda corrida, se la acerqué a la boca e hice que me la chupase hasta correrme en ella.
El resto de la mañana lo dediqué a planear mis movimientos futuros. Me había llamado la atención la actitud de “mi mujer”. Eso podía significar solamente una cosa: Las relaciones matrimoniales no debían ser muy buenas. Tendría que hacerme mucho el tonto, mejor dicho, el desmemoriado, para averiguar la situación.
A mediodía, casi las dos de la tarde, vino Mary a avisarme de que habían venido mi mujer y mis hijas a verme. Le pedí que cerrase las cortinas para dejar menos luz y que las hiciese pasar.
Cuando entraron, se encontraron con un hombre que las miraba desde la cama, tapado hasta el cuello, con barba de muchos días sin arreglar (sólo me habían afeitado cara y cabeza 4 veces, que yo recordase) y con la marca de una cicatriz casi invisible, que rodeaba su cabeza y que quedaba remarcada por la falta de pelo en la zona.
July estaba espectacular. Un traje blanco entallado, que marcaba sus curvas, medias negras, zapatos de tacón alto y un coqueto sombrero.
“Mis hijas” no lo estaban menos, ambas con vestidos hasta medio muslo, con chaquetillas y sombrero como su madre.
-Dios mío, Thomas. Qué mal aspecto tienes.
Me dijo, poniendo su cara junto a la mía para que yo le diese un beso, pero que se lo di al aire, porque si pongo mis labios sobre su piel, con lo despampanante que estaba y el maravilloso perfume que llevaba, salto de la cama y me la follo allí mismo.
-No me puedo quejar, July. Y vosotras ¿Qué tal estáis? –Les dije, poniendo la voz más lastimera que pude.
-Muy bien, papá. -Dijeron las niñas acercándose y poniendo también su cara para que las besase, cosa que tampoco hice.
-No te creas que tanto. –Dijo la madre.
-¿Qué ocurre? –Casi sin voz.
-Pues que con el dinero que nos dejaste asignado para vivir, escasamente conseguimos sobrevivir. Tienes que hablar con el director y decirle que aumente nuestra asignación. Se lo he pedido un millón de veces y no hay forma. Se empeña en que tú lo dejaste dispuesto así y no transige con nada.
-Me vas a perdonar, pero recuerdo muy pocas cosas de antes de internarme. Me han dicho que me operaron para quitarme algo de la cabeza y que eso me producirá importantes lagunas en mi memoria. Puede que recupere algo, pero perderé mucho. ¿Cuánto os deje asignado?
-Tres mil euros a mí y mil a cada niña al mes, y comprenderás que con eso no podemos vivir.
-¿Y cuánto cuestan los gastos de la casa?
-Eso no lo sé. De la casa y el personal, se encarga directamente tu empresa.
“Fiuuu. –Silvé en mi mente- Tres mil euros para gastos personales. ¡Y yo, que un mes tuve quinientos euros y me creía rico!”
-En cuanto pueda, llamaré al director y se lo comentaré.
-Vale, pero no tardes, que así no podemos vivir.
-¿Qué habéis hecho estos meses…?
-Bueno, Thomas, otro día hablamos, que ahora estamos muy ocupadas y hemos quedado para comer. Mañana y pasado no podremos venir, pero el viernes pasaré a verte y para saber si has hablado con ese intransigente director.
Una tras otra, primero la madre y luego las hijas me dieron de nuevo un “juntamiento” de cara, que no beso, y se fueron como la gallina seguida de sus polluelos. Ni diez minutos, después de un año, había durado la visita y todo el tiempo pidiendo más dinero.
Algo había oculto. O no se llevaba bien el matrimonio o su vida en común era una mierda. Así que pensé en averiguar qué era lo que había, antes de volver a casa.
En cuanto desaparecieron por la puerta, llamé a Mary y le pedí el favor de poder llamar al director de mi empresa. Me dijo que sí, y que tenía el teléfono para poder llamarlo a cualquier hora porque era otro de los que se interesaban por mí, cada semana, desde el primer día.
Nada más ponerme en contacto con él e identificarme, me respondió con alegría y me hizo saber lo contento que estaba por mi recuperación. Me dijo que no me preocupase por los negocios, que todo iba perfectamente y me pidió que le dijese que qué podía hacer por mí.
Le conté mis problemas de memoria y se ofreció a darme un curso acelerado de conocimientos básicos sobre lo que él sabía de mi vida y los negocios. Cuando le dije que viniese cuando tuviese un hueco, respondiéndome que podía en ese mismo momento, si me parecía bien.
Antes de las cinco de la tarde, estaba conmigo, contándome cómo iban los negocios, que si habían conseguido estos contratos nuevos, que el de fulano lo habían perdido, pero no era problema por su baja rentabilidad y que había sido sustituido por otros mucho más rentables. Me habló del personal, definiendo quién era quién, ante mi cara de extrañeza, del ligero incremento de beneficios a falta de consolidar otros contratos que todavía estaban a falta de informe favorable por parte los detectives contratados, y otras muchas cosas del negocio.
Le saqué el tema de mi familia y ahí se quedó cortado. Vi que no quería hablar de ello, pero le convencí de que necesitaba saber todo sobre ellas. No recordaba nada. Ni bueno ni malo, y que necesitaba que me contase lo que supiera, bueno y malo, asegurándole que dijera lo que dijera no me iba a enfadar con él. Incluso quería una opinión personal sobre ellas.
-Mi opinión, y perdone que se lo diga tan fríamente no es buena de ninguna de ellas. Pero esto es ya desde antes de su enfermedad. Su cariño siempre me ha parecido fingido y no sé cómo serán sus relaciones íntimas, pero me parece que no deben ser muy buenas.
-No sé si recordará que le dije que 3000 y 1000 era mucho solamente para gastos personales, sin embargo, a los dos días de ingresarlo, ya estaba su mujer pidiendo más dinero, y amenazándome al negarme en redondo por no ser esas sus instrucciones.
Me estuvo comentando muchas cosas de la vida anterior de mi “porta cerebro” y acordé con él que encargase a la compañía de detectives privados con la que trabajábamos habitualmente, un informe exhaustivo sobre la vida de mi esposa e hijas y que me lo pasasen diariamente hasta nueva orden. Sin escatimar medios.
Así quedamos y cuando nos despedíamos le pregunté su nombre, pues tampoco me acordaba de él.
-John, señor, pero tengo que decirle que antes me tuteaba.
Quedamos en contactar todos los días para recibir información de los negocios o hablar simplemente.
A la mañana siguiente, vino el director de la compañía de detectives a traerme el informe. Habían puesto dos detectives para cada una. Uno de ellos siempre mujer, para poder seguirlas hasta el baño si era necesario, el otro actuaba de chofer.
“-En la casa solamente hubo la actividad del personal hasta las dos de la tarde, que primero las hijas y luego la madre, salieron a la piscina con un café en la mano y unas gafas de sol muy oscuras como únicas cosas encima, tumbándose al sol en las hamacas que un rato antes les había preparado la doncella con grandes toallas.
Su mujer estuvo un rato hablando por teléfono y poco después, entraron en escena tres muchachos, también completamente desnudos, excepto las gafas de sol.”
En este punto, detuvo su relato y sacó entre las cosas que había traído un aparato que conectó a otro que había en la habitación, y que me enteré y recordé que se llamaba televisión. Tras pulsar unas teclas, apareció la imagen de una casa con una piscina y todo rodeado de césped bien cuidado. Unas tumbonas y las tres mujeres recostadas en ellas.
A los pies de cada una de ellas había un joven de entre 25 y 30 años todos acariciando las piernas de las mujeres en lo que parecía un masaje. Se echaban aceite en las manos y recorrían sus muslos por dentro y por fuera, pero sobre todo por dentro, desde los pies hasta casi rozar su coño. La imagen cambiaba de una a otra, por lo que el director me aclaró.
-Esto es un montaje de las escenas más interesantes. Las tres agentes grababan cada uno a la suya, aprovechando la mejor vista, y hemos ido tomando las mejores imágenes de cada una para crear una vista general.
En la pantalla, se veía ahora a mi mujer (a partir de ahora las llamaré así, mi mujer y mis hijas), abierta de piernas al máximo, por encima de las del hombre que se había puesto a caballo sobre la tumbona y se encontraba casi rozando su coño.
Él seguía esparciendo aceite por el cuerpo, desde los muslos al cuello, rodeando bien sus tetas y llegando hasta sus orejas. La toma de la cámara era desde arriba, por lo que debería estar en algún árbol. Gracias a eso, se podía apreciar que la polla del hombre punteaba la entrada del coño cuando se echaba hacia adelante.
Mi hija mayor estaba boca abajo, con el tío sentado, o medio sentado, sobre sus piernas y le daba el mismo tratamiento que a su madre. Sus manos recorrían el cuerpo, desde el culo a la nuca, subiendo por el centro y bajando por los costados, rozando sus tetas y bajando hasta su culo, donde frotaba sus cachetes y metía un dedo, no se apreciaba bien si en el ano o en el coño.
La pequeña, estaba a cuatro patas, con el culo en pompa y el tío recorría su cuerpo con las manos sin dejar un hueco, inclinado sobre ella y con la polla ya dura metida entre los cachetes, acariciaba las tetas y los duros pezones, para recorrer su vientre hasta llegar a su pubis, bajar por la parte interior de sus muslos y subir por la exterior, masajear su culo, continuar por la espalda hasta el cuello y volver a sus tetas.
La vista lateral no permitía muchos detalles, pero en ningún caso debían estar tocándoles puntos sensibles, porque se notaba cómo subía su excitación sin dar muestras de una acción directa. El sonido de la grabación, dejaba oír sus gemidos. Las fueron colocando en distintas posturas para seguir masajeando todo su cuerpo y las cámaras mostraban sus pechos brillantes por el aceite, sus pezones duros, sus cuerpos embadurnados… Las escenas me pusieron la polla a reventar. Sobre todo cuando la posición lo permitía y la cámara hacía primeros planos de sus culos, con el ano dilatado por los dedos aceitosos y sus coños, brillantes como sus cuerpos, y entreabiertos y húmedos.
Las imágenes cambiaban de una a otra mostrando sus cuerpos de un moreno uniforme, que eran acariciados por las manos expertas de los hombres, hasta que hubo un corte en las imágenes, para no ser tan repetitivas y acortar el resumen. Pasaron a mostrar cómo habían dejado de acariciar sus cuerpos y pasado a trabajarles coños y culos.
A mi mujer, su masajista le había clavado la polla en culo y no se movía, solamente se dedicaba a su coño. Le pasaba los dedos por encima, presionaba con los pulgares por los lados, moviéndolos para masajear su clítoris entre ellos, separaba los labios para cogerlo y masturbarlo directamente, o le metía varios dedos en el coño y la follaba con ellos. Cuando veía que se excitaba mucho, volvía a empezar con el juego.
La cámara pasó a mi hija pequeña, a la que le estaba comiendo el coño mientras le separaba bien las piernas con las manos. Y la pequeña…
Cuando la escena pasó a la mayor, se había puesto a cuatro patas y la estaba follando con furia desde atrás. Imagino que por el coño.
Ahora ya era un auténtico coro de gritos y gemidos de las tres:
-SIIII. SIGUEEEEE. MÁAAASSSS. NO TE PAREEEESSSS MÁS FUERTEEE. AH, AH, AH, SI, SI, SI.
Al poco rato las tres se corrieron con escasos intervalos. Todas quedaron satisfechas, menos la mayor, que reprendió a su pareja gritándole:
-Imbécil. Te has corrido dentro y os tenemos dicho que no queremos que os corráis con nosotras…
-Lo siento señora, pero ha sido incontrolable. –La interrumpió- Son accidentes que pueden pasar. Si le parece, para compensarla, no le cobraré el trabajo.
-Me parece bien, pero además, me limpiarás el coño con la lengua hasta que no quede ni rastro de tu asquerosa corrida.
Y el hombre se puso a comerle el coño mientras los demás miraban. No tardó mucho en jadear y poco más en correrse:
-OOOOHHHHHH SIIII. No pares. Me voy a correerrr. Siiii ME CORROOOOOOO.
Cuando terminó su corrida, empujó al hombre para que se apartara. Mi mujer dijo algo que no entendí y al momento apareció una criada, le dijo algo y volvió a entrar, para salir con dinero, dárselo a uno de ellos y acompañarlos a la casa para que se vistieran y se fuesen. Mientras, ellas quedaron en las hamacas, relajadas, como si no hubiese pasado nada. Ahí terminaba el vídeo y siguió contándome el resto.
“-Estuvieron como una hora más y luego entraron en la casa. No sabemos lo que hicieron porque no nos había dado tiempo a prepararlo todo. Hoy sufrirán un apagón y el técnico les dirá que es por culpa de unos roedores y que pasarán a fumigar. Las tendremos unas horas fuera y llenaremos la casa de cámaras y micrófonos.
Sobre las nueve de la noche, salió su esposa perfectamente arreglada, como podrá ver en esta instantánea, en dirección a un conocido restaurante, donde la esperaba un hombre algo más joven que ella. Cenaron, fueron a tomar unas copas y bailar, muy acaramelados, y sobre las tres de la madrugada fueron a una dirección que está especificada en el informe, donde permaneció hasta las seis de la mañana, momento en que volvió a casa.
A pesar del poco tiempo que nos quedaba para preparar el informe, hemos averiguado que él es un conocido gigoló, que encandila a mujeres para sacarles dinero, que luego se gasta en juego y otras mujeres. La dirección es un sitio que tiene alquilado, pero no vive allí.”
-Y eso es todo lo que puedo contarle. Espero que mañana mi informe sea más exhaustivo.
Le di las gracias y nos despedimos hasta el día siguiente. Yo llamé a la enfermera Mary y cuando vino, atranqué la puerta con la silla y la estuve follando por el coño y culo para terminar en su boca, hasta que se me pasó la calentura.
CONTINUARÁ
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AMORBOSO