El trasplante 1/7

Una historia inventada, con poco sentido. He participado en un experimento científico médico, en el que han realizado con humanos algo que hace tiempo practicaban con cobayas: el trasplante de cerebro.

Una historia inventada, con poco sentido

He participado en un experimento científico médico, en el que han realizado con humanos algo que hace tiempo practicaban con cobayas: el trasplante de cerebro.

No recuerdo nada anterior a mi despertar, pero todo lo sucedido después ha sido un trauma tras otro. Los médicos me han pedido que cuente lo que he sentido y vivido desde mi despertar hasta hoy, y voy a intentar reflejarlo tal y como lo he vivido, solo que en dos partes. Una la parte que a ellos les interesa, que ya la he entregado, y otra la historia completa, que quiero relatar para conocimiento del mundo.

Los médicos me informaron de que pensaban que mi cerebro había perdido todos los recuerdos, excepto los inmediatos a mi nacimiento, por la forma de comportarme al despertar.

Y era verdad. No recordaba nada. No tenía consciencia de nada. La primera sensación que tuve fue miedo. Miedo de lo que llegaba a mis ojos, miedo del sonido rítmico que oía constantemente. Luego supe que eran médicos, enfermeras y las máquinas de soporte vital con sus bips y luces de colores. Me asustaban hasta que me acostumbré. Me dijeron que, al principio, lloraba y emitía gruñidos.

Estaba en una cama con la cabeza inmovilizada, sin ser consciente de ello, a veces, aparecían cosas en mi campo de visión, generalmente borrosas o desenfocadas, que luego supe que eran los médicos, las enfermeras y las asistentes, hacían algo y se iban. A veces esas cosas me gustaban y otras me producían dolor. Otras veces, me tapaban con algo que me impedía ver y notaba movimiento, ruidos y más movimiento, lo que me producía ataques de pánico, hasta que me destapaban.

Captaba olores, unos más agradables que otros. Había alguno que me producía extrañas sensaciones que no podía identificar. Con el tiempo descubrí que me lo producía alguna mujer.

Poco a poco me fueron enseñando lo que llamaban palabras, que yo asimilaba y entendía con rapidez, pero no sabía pronunciar. Cuando mi vista mejoró, añadían dibujos e imágenes a las palabras.

No podía andar, ni mover los brazos porque, aunque todas las conexiones neuronales se habían restablecido, tenía que volver a aprender a utilizarlas, según me dijeron después.

De todas formas, estaba atado a la cama. Venían masajistas, fisioterapeutas, logopedas, etc. Por supuesto que yo no sabía nada de qué era eso.

Un día el doctor vino con el que movía mis brazos y piernas y me dijo algo que, a pesar de entender sus palabras, resultó incomprensible para mí:

-Ya llevas aquí quince meses y creo que todo está cicatrizado correctamente y las conexiones con el cuerpo parece que están funcionando. Tampoco las radiografías detectan nada raro, por lo que vamos a liberar tu cabeza.

Manipuló algo y al momento pude ver un poco más del lugar donde estaba. Poco, porque el fisioterapeuta se puso a tocarme y moverme, produciéndome mucho dolor, pero cuando me dejó podía ver todo lo que había a mi alrededor.

Varios días después, vino el doctor y, después de observarme, mandó que me quitasen casi todo lo que había en mi cuerpo y que ellos no llevaban en el suyo, llevándose también la máquina de los sonidos desagradables. También me quitaron el resto de las sujeciones, y empezaron a producirme dolor en los dedos de manos y pies.

-Responde bien a todo, habrá que empezar a darle comida blanda.

No entendí nada. Ese día metieron algo por mi boca, que tuve que tragar. Decían que era sopa y resultó agradable.

Al rato vinieron a cambiarme de pañal y lavar mi cuerpo. Cuando entraron las dos mujeres, enseguida vino a mí el olor que me producía esa extraña sensación. Cuando quitaron el pañal, dijo una de ellas.

-¡Dios mío, qué maravilla! No lo aparentaba, pero se la ve muy hermosa. Conociendo a los hombres y la ilusión que les hace tener una polla grande, este va a ser muy feliz. Es más gorda y larga que la de mi marido, por lo menos varios centímetros por ambos lados. Di que para que sea mayor que la de él, hay que tener muy poca.

-También es algo mayor y más gruesa que la de mi marido.

-Me apetece acariciarla…

Y seguidamente, tocó una parte de mi cuerpo y la sensación agradable aumentó. Debí emitir sonidos, porque la otra enseguida dijo:

-Ja, ja , ja. Deja de pajearlo, que lo estás poniendo verraco. Y luego igual se lo cuenta a alguien y nos echan.

-Déjame un poco. No había tenido algo así nunca. Además, ¡si no habla ni entiende!

-Es que a mí también me está excitando. Ver cómo se le está poniendo, compararlo con lo de mi marido y pensar en lo desatendida que me tiene… ¡Llevo ya el coño encharcado!

-¿Quieres darle una mamadita?

-Por Dios, ¡qué asco!

-No se la has chupado a nadie.

-No, nunca, ni siquiera a mi marido.

Según me contaron más adelante, cuando ya estaba mucho más recuperado, la más lanzada, de nombre Rebeca, se metió el capullo en la boca, al tiempo que decía a su compañera Helen:

-Mira, ¿ves cómo se hace? Solo tienes que abrir la boca y metértela entera. MMMMM.

La sensación placentera recorrió parte de mi cuerpo y se terminó.

-Prueba tú ahora. Verás qué fácil es.

-Me da mucho asco.

-¿Te han comido el coño alguna vez?

-No, nunca. A mi marido también le parece algo asqueroso.

-Prueba a chuparla. Empieza lamiendo su longitud y luego métetela en la boca.

-No sé si…

Se alejaron de mí y no pude entender el resto de la conversación, pero pronto volví a nota la sensación agradable y un aumento del olor que aumentaba esa sensación.

-Así, lámela como si fuese un helado. Recorre todo lo largo del tronco. Eso es. Lame también el borde del capullo. Así, pero mejor con lengüetazos. Eso es. Ahora métete la punta en la boca. Dale roces con la lengua. Eso es. Ahora prueba a meterte todo lo que puedas. Eso es. Un poquito más. Un poquito más. Sí, así. ¿Ya no puedes más?, ahora ve sacando poco a poco y presionando con la lengua contra el paladar. ¿Ves cómo le gusta?

Yo estaba disfrutando. No sabía lo que hacían, porque habían amontonado ropa sobre mi pecho. Podía mover la cabeza a los lados, pero no podía ver lo que me estaban haciendo. A pesar de ello, cada vez deseaba más y más. Lo pedía entre gemidos y sonidos guturales.

No sé cómo supo Rebeca el momento en el que necesitaba más estímulo, pero vi que su cabeza se acercaba más y su mano empezó a subir y bajar sujetando la cabeza de su compañera, al tiempo que yo sentía una agradable sensación que recorría una parte pequeña de mi cuerpo. De repente sentí un gran placer que recorría esa parte, al tiempo que quedé como desconectado durante un momento.

-Coff, coff. Hijaputaaaaa. Coff, coff. Aaaggggg . Me he tragado toda la corrida. ¿Por qué me has hecho esto?

-Ja, ja, ja. No seas idiota. Una buena mamada tiene que terminar en una buena corrida con la polla hasta la garganta. ¿Tan malo te ha parecido?

-Bueno… La verdad es que no. Lo que me ha molestado es que no me avisaras.

-Fíjate, Helen, todavía no se le ha bajado y yo tengo mojado hasta el pantalón. Necesito una polla y voy a aprovechar esta.

-Pero… ¿Qué estás haciendo? No te desnudes ¿Y si viene alguien y te pilla?

-Aquí viene poca gente. Tardarán un rato a pasar visita. Y solo me he quitado los pantalones y la braga. De todas formas, ponte en la puerta y me avisas si viene alguien.

Seguido a esto, vi cómo se elevaba el cuerpo de una de ellas, sintiendo un roce y presión, seguido de un nuevo roce sobre la parte que antes me había producido placer, para nuevamente volver a sentir una suave fricción y calor sobre esa parte mía.

Empezó a moverse, y coincidiendo con sus movimientos, empecé a sentir nuevas sensaciones de placer. Era casi lo mismo que antes, solo que algo más placentero, gracias a una mayor presión sobre esa parte que me hacía disfrutar.

Decía frases cuyo sentido no entendía entonces:

-Oooooohhhhhh. Qué gustooooo. Tienes que probarlo, Heleeeeen.

-Oooooohhhhhh. Siiiiii.

Y otra más que la hizo detenerse un momento.

-OOOOHHHHH. SIIIIII. ¡ME CORROOOOOOOO! AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH.

Seguidamente, vi cómo se acercaba más a mí, haciéndome sentir mayor presión, hasta que su cabeza quedó sobre la mía y sentí que una parte de ella entraba en mí. Luego supe que eso era un beso.

El caso es que me gustó e intenté imitar lo que me hacía. Enseguida volví a sentir su movimiento y de nuevo el placer volvió a esa parte de mi cuerpo que no podía ver, pero ahora aumentado por el del beso.

Me encontraba muy a gusto y ella también debía estarlo. Constantemente emitía un sonido parecido a:

-Mmmmmmmmm. Mmmmmmmmmm.

Que yo empecé a imitar para indicar que me gustaba.

Estuvo con esto hasta que volvió a levantarse mientras yo sentía un mayor roce en esa parte de mi cuerpo (luego aprendí que era porque se frotaba con la mano), además de decir:

-OOOOHHHHH. SIIIIII. ¡ME CORROOOOOOOO OTRA VEEEZ! AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH.

Pero no se detuvo, continuó moviéndose. Yo sentía la fricción en mi cuerpo y cada vez me gustaba más. Estaba deseando que llegase otra explosión de placer como la que había tenido antes.

Sé que yo emitía sonidos porque mi cuerpo me pedía más y más, pero sabía que no me entendían, aunque no por eso dejaba de intentarlo. Como ya he dicho, más tarde me contaron todo lo que había pasado.

Por fin, empezó una serie de movimientos rápidos que me hicieron alcanzar mi ansiado placer. Lancé gemidos más fuertes y pude oír que ella decía

-ME CORRO DE NUEVOOOOOO. ESTO ES INCREIBLEEEEE.

Cayó otra vez sobre mí, pero no noté que metiese nada en mí. Después de un rato se levantó y bajó de la cama.

-Jodeeeer que cerdoooo. Me ha soltado más lefa que la primera vez. Mi coño parece una fuente de leche.

-Ahora me toca a mí. –Dijo Helen.

-No, tú para mañana. Se nos ha hecho muy tarde y tenemos más habitaciones que hacer. Además, en cualquier momento vendrán los médicos y enfermeras y no sería conveniente que nos encontrasen así.

Me estuvieron mojando mi cuerpo y luego frotando con algo. Por fin, colocaron bien lo que tapaba mi visión y en ese momento entró otra mujer, una enfermera, que al llegar a mi lado, dijo:

-¿Qué es esto que hay en el suelo?

Recogió algo con su dedo y lo llevó a su nariz.

-¿Pero qué habéis estado haciendo…?

Creo que me dormí, porque no me enteré del resto de la conversación. En días sucesivos aparecían las tres y me daban mucho placer, unas veces una sola, otras dos y alguna vez fueron las tres. Llegó a gustarme tanto, que ya cuando las veía entrar empezaba a gemir y emitir sonidos.

-Mirad que contento se pone cuando nos ve. Como sabe que con nosotras se lo va a pasar muy bien.

-Sí. Tanto como nosotras.

Poco a poco iba aguantando más, hasta el punto de que la primera se corría un par de veces, antes de que lo hiciese yo, luego se ponía otra hasta que me corría nuevamente. La tercera me la chupaba hasta que la tenía dura otra vez y podía seguir la segunda. Cuando también se había corrido un par de veces, cambiaba a la tercera y terminaban chupándomela.

Por supuesto que entonces yo no sabía qué era lo que hacían. Sólo sabía que me gustaba mucho. Al principio, cada vez que entraba una enfermera o auxiliar me excitaba y gruñía.

-Mira cómo se ha puesto éste…

-Le ponemos cachondo…

Siempre decía algo y me daban palmaditas en la cara o en el culo, según lo que me hiciesen. Dos golpearon mi polla y otra me masturbó hasta que me corrí.

Los días fueron pasando y llegó un momento, mientras Helen me la estaba chupando después de haberse quedado bien satisfechas, que se detuvo y dijo.

-Chicas, ¿puede ser que a este tío le haya crecido la polla?

-No digas tonterías. A los tíos les crece hasta un poco más de la pubertad. Luego, ya se les queda igual para siempre.

-Pues para mí que le ha crecido por lo menos dos centímetros.

-Y en que te basas. Se la mides todos los días.

-No. Pero ¿Te acuerdas del primer día, cuando me forzaste a tragarla entera?

-Sí, ¿Y qué?

-Pues ese día, mi nariz y boca chocaron contra sus pelos y hoy, estoy intentando metérmela entera y no puedo, a pesar de que estoy forzando al máximo.

Y metiéndosela de nuevo dijo

-Mmidda.

-Eso será que está más excitado y ha dilatado más.

No volvió a darse más esa conversación, que por otra parte, yo tampoco entendía entonces.

Los días fueron pasando. Cada vez tenía más dominio sobre mis músculos, podía hablar, aunque mal, movía brazos, manos, piernas y pies. Y lo mejor de todo, poco a poco iba recordando quien era.

Recordé que era Robert Birdmard, tenía 22 años y había participado en un experimento que no recordaba bien de qué iba. Lo había hecho porque estaba condenado a muerte y fue una forma de escapar al castigo. Me costó un poco recordar el porqué de la condena, hasta que vino a mi memoria que había participado en un atraco a un banco que había salido mal y había matado a alguien.

Al mismo tiempo, mi relación con las tres mujeres cambió. Dejaron de utilizarme como un consolador humano para ser folladas a mi capricho. Entre mis recuerdos, vino a mi mente una serie de cosas que me gustaban del sexo, antes del experimento.

La primera en enterarse fue Helen. Entró, como siempre, la primera, quitando directamente la ropa que tenía encima, para pasar a echarme mano a la polla y empezar a pajearme. Entonces pude descubrir que las horas del fisioterapeuta y las de recuperación en el gimnasio habían sido muy bien aprovechadas. Di un salto, quedándome sentado y la agarré por el cuello:

-Quieta, puta. A partir de ahora, seré yo el que os folle, cuando y como quiera, y vosotras lo vais a aceptar si no queréis que se entere todo el hospital.

Entre el susto que se llevaron ante mi reacción y el miedo a ser descubiertas, quedaron como paralizadas, permitiéndome continuar:

-Desde ahora, cuando entréis aquí por las mañanas, os desnudareis completamente, y cada día una de vosotras me la chupará hasta ponérmela dura. Entonces, os quedaréis junto a la cama para saber cuál me follo primero. ¡Decídselo a la otra también! Y si alguna de vosotras no lo acepta o deja de venir, todo el hospital se enterará de lo que hacéis las tres. ¿Entendido?

-Sssi.

-Ssii.

Dijeron casi a la vez.

-Ahora tú –dije a Helen- desnúdate rápidamente y sube a la cama.

Mientras ella lo hacía con rapidez, yo bajé de la cama y me quedé mirando a Rebeca, que entendió rápidamente y empezó a desnudarse.

Con Helen sobre la cama, la puse casi cruzada, separé bien sus piernas y me dediqué a lamer directamente sus muslos y los alrededores de su coño. A ella se le aceleró la respiración y empezó a mover ligeramente las caderas. Vi que su compañera estaba ya desnuda y cruzaba las piernas o se pasaba la mano por el coño.

-Tú, puta, ven aquí y chúpale bien los pezones y las tetas.

No se hizo de rogar y al momento la tenía a mi lado. Al ver por dónde iban las cosas, supieron que no iban a peor, sino todo lo contrario. A mí, el olor de sus coños me producía gran excitación, y pude observar que el coño de Helen estaba brillante y ligeramente abierto, con ligeros hilitos y gotas blancas de su flujo por todas las partes.

Seguí rodeándolo con la lengua, sin tocar las partes que ella deseaba, y que intentaba poner a mi alcance con sus movimientos de pelvis. No recordaba haber hecho eso, pero mi cuerpo se movía solo. Mi mano fue directa a meterse entre las piernas de Rebeca, notando la humedad que resbalaba por ellas, subí hasta su coño metiendo primero un dedo y luego dos follándola despacio con ellos, mientras seguía lamiendo los alrededores del depilado coño de su compañera.

Rebeca alternaba los pezones de Helen con calientes besos, haciéndolas gemir de placer. Al mismo tiempo, cada vez proyectaba más atrás su culo y abría más las piernas para facilitar mi acceso, sin que por ello yo aumentase ni la calidad ni la cantidad de mis caricias, lo que le hacía emitir gemidos de protesta.

En cambio, fui recorriendo los bordes de la vulva para terminar recorriéndola de arriba abajo, desde su clítoris a su ano, lo que le hizo tensarse y emitir un fuerte gemido, apagado en parte por la boca de Rebeca.

-Ooooohhhhhh mmmmmmmmmm

Repartiendo mis atenciones entre ambas, procuraba no darles el suficiente placer para que se corriesen pero sí lo bastante para mantenerlas excitadas.

-Cabrón métemela de una puta vez. –Decía Helen

-Fóllame duro, de una puta vez. –Decía Rebeca

Por fin, metí en mi boca el clítoris de Helen, duro como una buena polla, y me puse a chuparlo y lamerlo. Poco después, tapaba su cara con la almohada mientras decía.

-Oooohhhh SIIII. No pareeeeess. Me corroooo. ME CORRROOOO.

Al tiempo que se convulsionaba, subiendo y bajando su pelvis y haciendo botar todo su cuerpo. Quedó desmadejada y entonces aproveché para ponerme tras Rebeca y clavársela en el coño.

-Siiii. Hummmmmm.

Entró muy suave, pero ajustada. Ella debió hacer algo, porque sentí que un anillo se estrechaba alrededor de mi polla, yo respondí acelerando mis movimientos, mientras la tomaba del pelo y le ponía la boca sobre el coño de su compañera, entendiendo lo que quería y dedicándose a comérselo con avaricia.

Helen estaba con los ojos cerrados, pero los entreabrió ligeramente y comenzó a gemir de nuevo. Sus gemidos se mezclaban con los de su compañera y ambas pedían más y más.

Aceleré mis movimientos, follándome a Rebeca hasta que sentí la que se había convertido en mi sensación favorita, precursora de mi corrida. Me dejé caer sobre su espalda, mordiendo su hombro, al tiempo que me sacudía un potente orgasmo que me hizo lanzar un grito, acallado por la piel de ella:

-AAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH MMMMMMMMMMM.

Cuando me vacié en su coño, me separé de ella y, con la polla goteante todavía, fui a metérsela en la boca a Helen para que me la pusiese dura otra vez. Se puso a chuparla con fruición, como si no hubiese otra cosa en el mundo. Con ello consiguió volvérmela a poner dura de nuevo.

Entonces las hice cambiar de posición, Rebeca sobre la cama y Helen inclinada sobre ella, comiéndole el coño mientras yo le follaba a ella el suyo.

La habitación se llenó de gemidos y suspiros contenidos durante un rato. Enseguida Helen volvió a correrse:

-Siii. No pareees. Me corrooo. Ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah.

Se le doblaban las piernas, pero me pedía que no parase, por lo que le metí el pulgar en el culo para sujetarla y seguí follándola hasta que anunció su nueva corrida y yo me corrí con ella.

Cuando quedaron satisfechas, dejé que arreglasen la habitación y me acosté totalmente agotado, quedándome dormido a instante.

Mientras la arreglaban, me comentaron que, si quería seguir con lo nuestro, sería conveniente que no hiciese ver que estaba tan recuperado para permanecer más tiempo en el hospital y que tardasen más en darme el alta.

Hubo un momento, pasados muchos días, en el que se produjo una novedad. Una maña estaba profundamente dormido porque durante la noche hubo mucho movimiento, según me enteré después, fue como consecuencia de un múltiple accidente de vehículos con muchos muertos y heridos, lo que hizo que tuviesen que ocupar muchas habitaciones con carreras por los pasillos y movimiento de camas.

El caso es que estaba dormido cuando vinieron a limpiar la habitación y me sacudieron ligeramente para que me despertase y poder arreglar mi cama. Cuando abrí los ojos vi a Helen ante mí, pues estaba de costado, totalmente vestida y noté que Rebeca estaba a mi espalda por lo que, con un pequeño giro, eché mano a los cuellos de ambas.

-Me cago en la puta que os parió. ¿Qué hacéis vestidas? Os quiero desnudas inmediatamente si no queréis que os infle a bofetadas.

Helen, que era a la que miraba directamente, se separó un poco y empezó a desnudarse, entonces me volví hacia el otro lado y me llevé una enorme sorpresa: la otra no era Rebeca. Era una mujer de unos 50 años, que al ver lo que hacía Helen, había empezado a desnudarse.

A pesar de que llevaban el mismo uniforme, una gran mancha crecía en su pantalón y, tras fijarme más, la mancha se convertía en charco a los pies de ella.

Me quedé parado, con la mano en su cuello, mientras ella seguía quitándose la ropa con cara de terror. Se detuvo un momento tras quitarse la camisola y los pantalones, quedando con un sujetador blanco y unas bragas hasta el ombligo de color carne, muy mojadas en la entrepierna.

Debió de ver que Helen se desnudaba del todo y con grandes remilgos, hizo lo mismo.

Tenía la tripa abultada, las tetas caídas casi hasta el ombligo y en el coño se le podían hacer tirabuzones, porque, aunque era una pelambrera escasa, los pelos eran muy largos.

Por suerte para mí, me recuperé rápidamente y pude dar las órdenes de siempre:

-Helen, tu que estás más cerca de la puerta, ve y ciérrala bien.

Cuando volvió, dijo:

-No te preocupes, Sophie, Déjate hacer y disfrutarás como nunca lo has hecho.

Me bajé de la cama y la hice subir a ella. Acostada boca arriba, tomé una de las esponjas que utilizaban para limpiarme a mí, por lo que sabía de su suavidad, y empecé a pasarla por uno de sus pechos, primero solamente desplazando por encima, hasta llegar al punto que podía rodearlo haciendo círculos cada vez más pequeños hasta coincidir en el pezón que enseguida empezó a sobresalir más de lo normal, entonces, cambié al otro haciendo lo mismo, mientras chupaba el que acababa de abandonar, sacando algo de sabor a jabón que no me importó y que quedó compensado por la mayor dureza que alcanzó.

Mientras tanto, Helen no perdió el tiempo, arrodillada a mis pies, me chupaba la polla como podía, consiguiendo también ponérmela dura.

El otro pezón, lo acaricié entre mis dedos para no cambiarme al otro lado y seguir disfrutando de la mamada. Cuando lo dejé, fui bajando hasta su coño, para dejarlo limpio, pero despacio. Primero limpiando sus largos y escasos pelos, pasando por su cerrada raja y llegando hasta su ano.

A la tercera pasada ya estaba abriéndose su coño con una rajita estrecha, pero que mostraba alguna hebra blanca. Dejé la esponja y acaricié con mi mano su zona sensible, haciéndole soltar su primer gemido.

-MMMMMMM

Despacio metí dos dedos en su vagina, mientras el pulgar se apoyaba sobre su clítoris, que enseguida se puso duro, aunque no resultó prominente pero si fácil de localizar.

La estuve follando con los tres dedos durante varios minutos, mientras ella gemía suavemente, conteniéndose, hasta que, sin gritar, empezó a decir:

-Si, si, no pare, por favor, no pare. SIGA, SIGA, SIGAAA AAAAAAAHHHHHH

Y cerrando sus piernas, se puso de lado y en posición de cucharita. Entonces me subí a la cama y la hice girar con suavidad hasta ponerla boca arriba de nuevo, mientras ella me decía:

-No, no. Por favor. Estoy casada y esto no está bien. No quiero engañar a mi marido…

Y le interrumpió Helen:

-Pero Sophie, si no haces más que quejarte del poco caso que te hace tu marido. No me digas que vas a dejar pasar una polla tan hermosa como esa.

Entonces ella se fijó en mi polla y dijo:

-Dios mío, eso no puede ser normal. Me reventará.

-No te preocupes, que no será así. Lo mismo pensaba yo y no te puedes imaginar el placer que da.

-OOOOOHHHHH

Mientras Sophie habla con Helen, yo me había situado entre sus piernas y metí la lengua en su raja, dando un repaso de abajo arriba.

-¿Qué me está haciendo? Por favor, déjeme.

-Calla, Sophie, que te está comiendo el coño. ¿Es que nunca de lo han hecho?

-No. MMMMMMMM. A mi marido MMMMMMM no le gusta, OOOOOOOOHHHHHH. Le da ascoOOOOHHHH. Nopareeee.

Helen se acercó a comerle los pechos, mientras se hacía un dedo. Sophie gemía más fuerte cada vez, mientras yo recorría con la lengua hasta los más recónditos lugares de su coño, lo que hizo que pronto volviera a retorcerse buscando más placer para llegar a un nuevo orgasmo.

Volví a meterle dos dedos en su coño, del que manaba flujo sin parar, y los moví rápidamente. En mi memoria era algo que había aparecido y que me decía que a las mujeres les gustaba mucho si lo hacía con las yemas de los dedos hacia arriba.

Pronto lanzó del grito, apagado, de: ME CORROOOO.

Y volvió a hacer la cucharita, pasando una pierna por encima de mí.

Sin dejarla descansar, la hice ponerse a cuatro patas y se la fui metiendo por el coño poco a poco.

-Pffff. Me va a reventar. Por favor, deténgase.

-Tranquila, que solamente he metido la punta. –Y le di un empujón para meter un par de centímetros más, deteniéndome para que se acostumbrase, luego los volví a sacar para meterlos de nuevo y añadiendo otros dos más y repetí hasta que la tuvo toda dentro.

Empecé a meter y sacar despacio oyendo sus gemidos, que eran ya de placer. Helen se metió como pudo bajo ella y se dedicó a lamer su coño, mi polla y mis huevos cuando estaban a su alcance.

Ella no tardó mucho en decir que se iba a correr, lo repitió un par de veces y de repente se salió y quedé fuera, al tiempo que decía:

-No. No. No puedes correrte dentro. No sin preservativo. No tomo nada y si me quedo embarazada, mi marido me mata a palos antes de abandonarme.

-No te preocupes, que a mí todavía me falta y me saldré mucho antes, pero me tendrás que ayudar a terminar con tu boca.

No estaba muy convencida pero se dejó follar nuevamente, volviendo al poco rato a volver a gemir y pedir más para correrse.

Cuando le llegó la explosión, se dejó caer sobre Helen, saliéndose de mi polla. Le dije que se diera la vuelta y me la chupase, cosa que hizo con unos segundos de espera.

De nuevo, de rodillas frente a mí, acercó su boca a mi polla y empezó a chuparla con maestría, se ve que el marido no quería comerle el coño pero sí que ella le comiese a él la polla.

Helen volvió a meterse entre las piernas de ella para seguir comiéndole el coño, lo que parece ser que también le gustó mucho. La mantuvo excitada hasta que anuncié mi corrida, momento en el que se metió casi toda la polla hasta la garganta y allí fue donde descargue mi leche.

Helen estaba ya de pie cuando me acerqué a ella y la hice inclinarse sobre la cama y que abriese las piernas, agachándome para comerle coño y ano, pero al poco las llamaron por megafonía, por lo que Helen se vistió rápidamente y fue a buscar un pantalón limpio para Sophie.

Cuando volvió, Sophie se lo puso, e iban a salir cuando le hice notar a Sophie que había vuelto a mojar la entrepierna. Rápida Helen, fue al baño y volvió con un trozo de papel que le puso a modo de compresa.

.Ya está, y si dicen algo, di que te has mojado al lavar al enfermo.

Antes de salir por la puerta, le dije:

-Espero que vuelvas, porque todavía me falta tu culito.

Desde ese día, aparecía por mi habitación una vez a la semana, alguna dos. Venía a la hora de la cena, me saludaba, me preparaba la bandeja, me pelaba la fruta, destapaba el yogurt, me cambiaba los platos, etc., y si algo no me apetecía, iba a la cocina y me traía otra cosa. No hablaba si yo no le preguntaba.

El primer día que vino, cuando se llevaron los restos de la cena y ya no se esperaba que viniese nadie, se desnudó y se situó de pie junto a la cama, expectante.

Yo le dije que se colocase junto a la pared de enfrente para verla bien, ella se alejó y puso un brazo sobre sus tetas y otro en su coño, al tiempo que en su cara resaltaba un fuerte color rojo.

-Quiero verte bien, pon tus manos a los costados.

Lo hizo despacio, avergonzada. Y pude volver a comprobar que no era una mujer a la que hubiese prestado atención. De hecho, si la hubiese encontrado por la calle, no se siquiera, si me hubiese molestado en apartarla de un empujón. Con esto quiero decir que ni le hubiese hecho caso, ni me hubiese fijado en ella ni aún colisionando.

Me fijé que se había maquillado y pintado ojos y labios, lo que le daba un mayor atractivo.

Pero la verdad es que la vez anterior me había dado mucho morbo follarme a la vieja. Desde los 16 años hasta mis 20 actuales, ya me había follado muchas chicas de mi edad, por eso, la vieja, con sus diferencias, me llamaba la atención.

Cuando le dije que quería follármela por el culo, me dijo que no, que todavía no estaba preparada, pero que también tenía ganas de probarlo, porque Helen le había contado que daba también mucho placer, y que sería ella la que me lo pidiese cuando estuviese preparada.

Un par de semanas o tres, vino e hizo lo habitual, con una variación: Una vez desnuda, sacó un tubo de crema del que tomó una cantidad en dos dedos y se los llevó al culo. Estuvo lubricándose y dilatándose ella misma un rato hasta que dejó la crema en la mesita y fue a situarse frente a mí.

No tuvo que decirme nada. La hice subir a la cama y ponerse a cuatro patas, tomé la crema y me subí tras ella.

-Por favor, tenga cuidado y vaya despacio, sé que duele mucho.

Me unté bien la polla con la crema y metí primero un dedo, luego dos, que entraron con facilidad y luego el pulgar de la otra mano, forzando un poco más la abertura, guiándome por los leves gemidos de dolor que emitía. Cuando me pareció suficiente, cambié mis dedos por la por la polla y la fui metiendo despacio hasta que entró el glande.

-¿Ya está?. –Preguntó.

-Casi. Ya ha entrado la parte gorda. El resto será más fácil.

Tras esperar un momento, repartí más crema por la entrada de su ano y volví a meter un poco más.

-Por favor, métela toda. No aguanto más los nervios.

Se la metí entera de golpe, hasta chocar con su cuerpo.

-Mmmmmmm. –Emitió un grito apagado por la almohada.

Llevé mi mano hasta su clítoris, notando que la zona estaba seca, así que, sin mover la polla de su culo, fui acariciando la superficie de su coño, hasta que noté que se excitaba y empezaba a mojarse. Le fui sacando la polla despacio, hasta dejar solamente el glande dentro.

Nueva untada de crema en la polla y entrada completa. Mano al coño y entrada y salida con suavidad de su culo, acariciando su clítoris. Cuando vi que empezaba a gustarle, me detuve, se la saqué y la hice tumbarse boca arriba, metí la almohada bajo su culo y la polla en él.

Le hice poner los pies presionando sobre mi pecho, con las rodillas separadas, para poder forzar las piernas hacia su pecho y así abrirla más o menos, según me inclinase sobre ella.

En esa posición pude acariciar con una mano el clítoris y el coño por encima, sin profundizar, solamente rozando el borde de los labios y rodeando la zona de mayor placer. Fue pidiendo que le diese más rápido cada vez, pero mantuve el ritmo para producirle mayor ansiedad y deseo de correrse. No paré en ningún momento.

Sentía mi verga aprisionada entre las paredes estrechas de ese culo, hasta el momento sin usar. Ella se tapaba la boca con las dos manos para que no se le oyesen los gemidos, y solamente las retiraba ligeramente para pedir más.

Mi mano seguía acariciando suavemente su coño y mi polla taladraba su ano sin parar, entrando completa y saliendo hasta dejar el glande dentro.

De repente, noté cómo se estremecía y cómo su esfínter quería reducir su dilatación, contrayéndose ligeramente, y emitía un fuerte pero apagado gemido, lo que interpreté como que se había corrido

Yo seguí follándola por el culo, pero aprovechando la posición, metí dos dedos en su coño y, mientras la follaba con ellos, acaricié directamente con el pulgar su clítoris.

Sus soplidos amortiguados, alternados por gemidos, no paraban de sonar cada vez más rápidos, al mismo tiempo que yo también estaba a punto de correrme. Llegó un punto en el que no me pude aguantar más y fui yo el que resopló como un caballo cuando me corrí.

-Oooohhh Te voy a llenar el culo de leche yaaaa.

Y bien sea al sentir mi corrida o al expresar mi orgasmo, ella juntó las piernas y se volvió a correr. Siempre tapándose la boca.

Lo de evitar voces y ruidos era porque en la noche se oyen más los sonidos, y no era plan de que viniese alguien a ver qué era lo que ocurría. De todas formas, nunca la había oído gritar cuando llegaba al orgasmo, ni gemir fuerte cuando le gustaba, por lo que no sabía si disfrutaba mucho o poco.

Cuando se recuperó, fue al baño con la ropa en la mano, y salió un rato después ya vestida, se acercó, me dio un beso en la frente y con un “gracias” se marchó. Yo me quedé unos minutos pensando, antes de ir a lavarme la polla, en que era como una madre, algo descuidada en su físico, pero debía ser abnegada, trabajadora sobre todo por su familia y que debía haber encontrado una salida a su rutinaria vida.

Por mi parte, después de haberla probado, había descubierto un cuerpo algo desfigurado por la edad, hijos y el trabajo, también me daba morbo y mucho placer y me prometí preguntarle sobre su vida en una próxima visita, que no dudaba que me haría

CONTINUARÁ

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AMORBOSO