El transportista (parte 3)
Nuestra protagonista salta de la parrilla para caer en las brasas. Fin de la minisaga
A la noche siguiente Laura necesita ayuda para salir del cajón Tras tantas horas encogida dentro apenas tiene fuerza en las piernas y la espalda. Le cuesta un poco mantener el equilibrio, y cuando él la ayuda la cosa no parece mejorar. Se tambalean y casi se caen al suelo dos veces antes de que la joven logre poner ambas botas en el suelo. Durante el bamboleo Laura huele algo que le llama la atención Recorren juntos el compartimento de carga del camión y al llegar al borde el hombre baja al suelo primero con cierta dificultad; entonces la chica identifica el olor, es alcohol, su captor esta borracho. Laura mira a su alrededor; es noche cerrada, y no ve nada, parecen estar en medio de un descampado. Se oye el sonido ocasional de algún coche, pero no ve destellos ni luces, la carretera esta cerca, pero ¿en que dirección?. Decide jugárselo todo a una carta, y cuando el hombre se da la vuelta para sujetarla y hacerla bajar ella le propina una patada en la cara con todas sus fuerzas y salta al suelo al mismo tiempo que su violador se desploma. Lucha por ponerse en pie rápidamente
-Maldita puta... te voy a matar...
Por el ruido parece que a él también le cuesta ponerse en pie, así que cuando Laura lo logra finalmente se limita a correr sin mirar atrás, alejándose del camión y del hombre tambaleante.
-¡Vuelve aquí, zorra!
Los gritos se pierden en la noche con rapidez, por lo que Laura aprieta su carrera esperanzada, y redobla sus esfuerzos cuando oye unos disparos, por un lado asustada de que la este disparando, pero por otro animada al oírlos muy lejanos, y cada uno mas que el anterior.
La joven tropieza varias veces, no sabe en que terreno se mueve, y aunque la falda ancha no le dificulta correr las botas con tacones si. Cae al suelo con frecuencia, y con mayor frecuencia pierde pie y se ve realentizada, pero no para de correr por la noche, confiando en alejarse del bastardo y en terminar encontrando alguna carretera, camino, construcción,... lo que sea. Corre durante lo que le parecen horas, hasta que el efecto de la adrenalina y la tensión empieza a apagarse y todo el cansancio de la carrera, las violaciones, torturas y encierros le vienen encima. Ya que no puede seguir corriendo intenta mantenerse al trote, pero unos segundos después se conforma con caminar, poner un pie delante del otro, y tras unos pocos minutos cae de rodillas. Este alto para recobrar el aliento permite a su cuerpo “recordar” que tiene un huevo vibrando dentro de su vagina. Laura trata de ponerse en pie de nuevo, separa sus piernas y se desploma en el suelo. Desaparecido el peligro inmediato su cuerpo y su mente se centran en el maldito vibrador. Ella trata de nuevo de levantarse, pero sus piernas ya no son suyas, se mueven solas: un momento se juntan bien apretadas intentando evitar una penetración que ya esta sucediendo y al siguiente se abren todo lo que pueden pidiendo al mundo un pene que le permita llegar al orgasmo, la muchacha se hace un ovillo tratando de protegerse de la violación robótica y un segundo después esta arqueando la espalda de puro éxtasis Con sus últimos resquicios de cordura usa los dedos de las manos atadas para subirse la falta y llegar hasta el culo, después estira los brazos y mueve los dedos entre sus piernas buscando el cable que une el mando con el huevo, si lo encuentra y estira podrá quitárselo, él podría estar acercándose Sus dedos logran dar con el cable, lo sujetan, estiran esperanzados, pero justo en ese momento sus muslos se aprietan, se frotan el uno contra el otro, y antes de que las manos logren reunir fuerzas para un ultimo tirón el esperado y al mismo tiempo temido orgasmo la alcanza, fuertes temblores sacuden todo su cuerpo, y Laura cae medio dormida medio inconsciente de puro agotamiento.
Cuando se despierta tarda varios segundos en procesar todo lo que sucede a su alrededor. Esta amaneciendo, por lo que ve con bastante claridad donde esta, conforme las nieblas del sueño se van despejando, siente las piernas despejadas, tras haberlas tenido mas de media noche en posiciones naturales, el maldito vibrador esta apagado tras haberse quedado sin batería, y algo le da golpes firmes y aleatorios por los hombros y el abdomen. ¿Golpes? Laura entrecierra los ojos tratando de enfocar su vista a pesar de la mala luz y el sueño, y poco a poco va percibiendo un palo, bastón o vara, que en manos de alguien, le da esos golpecitos. Alza la vista, confusa, y finalmente ve a un hombre mayor, de fácilmente sesenta años, delgado pero de piel morena y curtida. En la mano sostiene una vara de metal, de algo mas de metro y medio, con la que la estaba tocando.
Laura da gracias de haber sido encontrada por alguien en mitad de la nada e intenta pedir ayuda, pero la mordaza con forma de anillo le impide decir nada mas que “aaaaghaag”. Antes de que la frustración se apodere de ella el hombre da la vuelta a la vara y, con cara muy seria, casi cansada, acerca la vara a su cabeza ahora levantada del suelo. La joven nota algo rozándole la cabeza, el pelo, la sensación baja por su cabeza hasta el cuello, en donde se estrecha. Finalmente el miedo borra la pesadez del sueño y la chica se da cuenta de que se trata de un lazo para atrapar animales. Mientras piensa que es imposible encontrarse con dos personas así una detrás de la otra, que ha de ser una pesadilla, la chica se retuerce, intentando liberarse, y se pone en pie, no sin ayuda del viejo del lazo. Después forcejea, estira e intenta moverse a un lado y a otro, pero ella esta cansada por la tortura y el encierro, mientras que él debe haber dormido estupendamente. En absoluto silencio el viejo ignora las protestas de Laura y la conduce mediante la rigidez de la vara por la colina en la que se encuentran. Laura descubrió entonces que había caído dormida en la ladera de una colina desértica, todo tierra, rocas, y unos pocos matorrales, y que justo bajo la colina había un pequeño camino con marcas de vehículos. Quizá pasaron coches a su lado durante la noche sin que nadie se diera cuenta, y solo hasta que amaneció el cuerpo de la joven fuera visible. Maldice su suerte mientras el viejo la obliga a acercarse a una furgoneta. Redobla su pelea cuando abre la puerta trasera, pero cuando el hombre la empuja con el lazo hacia el interior y el suelo no logra impedir acabar arrodillada, con las rodillas en tierra y el pecho en el suelo de la furgoneta. Gracias a la vara y su mayor peso solo necesita una mano para obligarla a mantener la postura, por lo que utiliza la otra para levantarle la falda hasta la cintura y arrancarle las bragas de un tirón, haciéndolas jirones. Sin detenerse arranca el vibrador apagado y el tapón anal, y sustituye el primero con su propio pene. Laura llora desesperada, no ha oído su voz y ya la esta violando. Este hombre no es que la trata como a un objeto, ES un objeto. No la viola porque no quiera su consentimiento, la viola porque no cree que sea necesario tenerlo. A los pocos minutos de haber empezado las embestidas el viejo se retira de su interior, apoya el miembro sobre el culo de Laura y se masturba hasta correrse; después la coge por los tobillos, los levanta y empuja en el interior del vehículo, y mientras ella se hace un ovillo lloroso cierra la puerta, sin liberarla del lazo si quiera. El compartimento de carga esta totalmente aislado del exterior o los asientos delanteros, por lo que la muchacha se queda totalmente a oscuras. Apenas prueba a dar un par de patadas a las puertas, sabiendo que no van a ceder, y en seguida se resigna a esperar que le depara ahora el futuro.
Conducen durante varias horas, y de una forma bastante ininterrumpida, a juzgar por los ruidos del motor y los bamboleos de los cambios de velocidad, por lo que Laura deduce que circulan sin apenas trafico. Cuando finalmente el motor se detiene y apaga, la chica se limita a arrodillarse, en espera de su destino. Por segunda vez en el día la luz le deslumbra y desorienta, por lo que no ve quien coge la vara del suelo; también se mueve a ciegas cuando tiran de ella hasta que nota con las rodillas el borde de la furgoneta, momento en el que a tientas busca el suelo ya con los pies. Una vez fuera se acostumbra rápido a la luz y ve frente a ella al mismo viejo que la “encontró”. Todavía sin decir nada en absoluto usa el lazo para obligarla a caminar delante de él. Se mueven por algún tipo de finca, el suelo es de tierra desnuda, ve paredes de hormigón, están al aire libre y no se ven grandes edificios. Una vez procesado todo lo que ve, los oídos logran captar su atención Se oye ruido, coches cada pocos segundos, algún claxon de vez en cuando, y sobre todo, se oyen ladridos; como eran algo constante no le habían llamado la atención, pero ahora que es consciente de su presencia la joven se da cuenta de que los lleva oyendo desde antes de salir del vehículo Al moverse por el recinto Laura empieza a ver que las paredes de hormigón son paredes de jaulas, bloques de jaulas dispuestas en hileras, y todas ellas con perros dentro ladrandoles a los dos humanos sin descanso. La chica deduce donde se encuentra: en la perrera a las afueras de alguna población No es en medio de la nada, pero de momento, como si lo fuera.
Un tirón en el cuello la arranca de sus pensamientos. La chica intenta mirar atrás y ve que el viejo se ha parado a abrir una jaula, y ella había intentado seguir caminando, como una oveja dócil que obedece a la vara aun cuando no dice nada. Recupera el espíritu de lucha cuando se da cuenta de que el hombre se mueve para colocarla a ella entre él y la puerta abierta de la jaula, intenta alcanzarlo con patadas, quedando totalmente patente que la vara es mas larga que sus piernas, y cada vez que levanta una bota y la vuelve a posar en el suelo, lo hace un poco mas atrás, dados los constantes empujones que recibe en el cuello, y cuando se quiere dar cuenta ya esta en medio de la jaula. Entonces el lazo se abre y sale por encima de su cabeza, momento que ella aprovecha para lanzarse corriendo contra la puerta abierta. Pero su captor tiene experiencia, y con gran rapidez quita la vara de en medio, cierra la puerta enrejada y apoya su peso contra los barrotes que la forman justo al mismo tiempo que Laura la empuja con un hombro. La mujer esta débil, y sale empujada hacia atrás, momento que el viejo aprovecha para correr el pestillo que hay fuera, cerrándola por completo. Para cuando Laura alcanza la puerta de nuevo el hombre ya se ha ido. La muchacha se ladea y sujeta los barrotes con los dedos, sacude la puerta, patalea el suelo, grita lo único que le permite gritar la mordaza y llora, llora como no ha llorado en su vida. Arma escándalo, tanto guiada por la desesperación como confiando en que alguien la oiga, alguien que no sea un depravado, pero cuanto mas ruido hace ella, mas alto ladran sus compañeros de cautiverio. La angustia que siente logra darle fuerzas para gritar, patalear y tratar de abrir la puerta durante mas de media hora, pero finalmente se rinde a la evidencia y cae de rodillas en el suelo de su nueva habitación Es una jaula estrecha, de aproximadamente metro y medio de ancha y tres de largo. Tiene tres paredes de ladrillo y cemento de dos metros de alto, y la cuarta es la puerta de barrotes metálicos, con el pestillo por fuera. La parte mas profunda de la jaula tiene también un techo para protegerla de los elementos, y en el suelo ve una manta. Vuelve a mirar a la puerta; no hay candado, solo un pestillo detrás de unos barrotes. Ya mas calmada vuelve junto a la puerta, pero esta vez se pega de espaldas y trata de levantar los brazos, mirando por encima de su hombro. La operación es muy complicada, y acaba terriblemente dolorida mucho antes de asumir que el pestillo esta a la altura de su cabeza, y que es imposible que levante tanto los brazos atados a la espalda, mucho menos colar los dedos después y manipular el pestillo. Asumida su situación Laura se limita a tumbarse en la manta bajo el techo de su jaula a esperar.
Pasadas tres o cuatro horas los ladridos vuelven a ocupar toda la perrera, y aun transcurre una hora mas hasta que Laura entiende el porque. El mismo hombre se presenta ante su jaula, abre la puerta y entra directo hacia ella. La joven pasa de estar tumbada a arrodillarse, pero antes de pensar en la posibilidad de ponerse en pie su captor la aferra con una mano por el cuello, y con la otra le acerca un cuchillo a la cara. Laura se queda inmóvil, ha podido descansar, y se encuentra algo mejor de fuerzas, pero no se atreve a hacer nada teniendo él un cuchillo en las manos, y ella ambas manos a la espalda; podría matarla sin ninguna dificultad. Disfrutando de su miedo el viejo mete la punta del cuchillo entre su mejilla y la cinta de la mordaza, después el centro de la hoja, y finalmente da un tirón, cortando el cuelo y liberando su mandíbula Como si viviera esa situación todos los días, recoge la mordaza y se encamina a la puerta.
-Eh-hera... - Laura intenta hablar, con la mandíbula entumecida – es-era... espera, or aror...
Para su sorpresa el hombre se da la vuelta y la mira a los ojos.
-¿Que quieres... de mi...?
-Nada – le responde encogiéndose de hombros.
Aun mas sorprendida por la absurda respuesta, Laura observa como el viejo sale de la jaula, coge algo del suelo, vuelve a entrar en la jaula y deja dos grandes cuencos en el suelo sin atinar a decir nada, no hasta que el hombre vuelve a cerrar la puerta tras salir.
-¿Pero entonces porque me haces esto? ¿por que me encierras?
-Porque es mi trabajo. Te encontré perdida o abandonada y sin identificación, así que tienes que esperar aquí hasta que tus dueños vengan a buscarte.
-¡Pero no soy un perro! ¡Me secuestraron!
La ausencia de respuesta mientras oye abrirse y cerrarse la puerta de la jaula contigua le da a entender que al viejo no le importa lo que ella tenga que decir. Esta totalmente loco, y solo le haría caso a quien dijera ser su dueño, el dueño de una mascota perdida. No necesita mirar para saber el contenido de los dos cuencos, por lo que finalmente acierta a ponerse en pie y probar suerte de nuevo.
-¡Socorro! ¡Me han secuestrado! ¡Ayuda! ¡¿Me oye alguien?! ¡Por favor! ¡Necesito ayuda!
Vuelve a patalear, a estirar de la puerta y a intentar alcanzar el pestillos, pero esta vez tarda unos pocos minutos en asumir que, aunque alguien pudiera oírla, los ladridos enmascararían sus gritos. Las perreras suelen estar cerca de las ciudades, por lo que cuando Laura se tumba a llorar por tercera vez en el día, no logra quitarse la idea de la cabeza de que esta escondida a plena vista.
A media tarde vuelve a levantarse, se arrodilla frente a los platos y confirma lo que ya suponía: uno esta lleno de agua, el otro de pienso para perros. Se inclina sobre el del agua y hace lo posible por sorber agua con los labios. Es lento y difícil, pero esta sedienta, así que no ceja en su empeño hasta sentirse mas dolorida por la postura que sedienta. Después vuelve a inspeccionar su jaula. Las paredes son bastas, llenas de agujeros en el cemento y de ladrillos dañados. Laura se dice que si pudiera usar las dos manos, podría trepar las paredes o la puerta, no es un cajón de madera con candado, puede huir, solo necesita esperar al momento adecuado.
Tardo dos días en empezar a comer el pienso que le servia su captor, dos días que se le hicieron eternos por culpa del encierro y la rutina. Tres veces al día le servían comida y agua, y la estrechez de la jaula impedía salir, pues siempre tenia delante la puerta o al hombre. Hacia sus necesidades junto a la puerta, y convivía con ellas hasta que se las limpiaban en la siguiente comida. A parte de eso lo único que podía hacer era tumbarse a ver pasar el tiempo.
Un día su captor entra en la jaula al medio día, después del desayuno pero antes de la comida. Laura cree llevar unas dos semanas allí encerrada, pero ya le cuesta llevar una cuenta exacta de días El viejo lleva el cuchillo en la mano, pero esta vez cierra la puerta tras de si, haciendo algo que ella no puede hacer: manipular el pestillo a través de la reja. Laura se pone de rodillas, intrigada por el cambio en la rutina, y él, sin mediar palabra, como de costumbre, la coge del pelo y la obliga a tumbarse boja a bajo, se sienta sobre la parte baja de su espalda descargando todo su peso sobre ella, sujeta sus muñecas y corta las ligaduras, liberándolas Laura grita de alivio y dolor al notar como sus músculos protestan por el largo periodo de inmovilidad. Mientras la chica intenta mover sus brazos para recuperarlos, su captor sujeta el cuchillo con los dientes y saca de un bolsillo un rollo de cinta aislante, rodea una de las manos de Laura con la suya propia, obligándola a formar un puño, y se lo envuelve con la cinta aislante. Cuando la mujer se da cuenta de lo que hace forcejea, por fin esta totalmente libre de ataduras y mordazas, puede abrir la puerta, puede salir de allí, solo tiene que quitarse al viejo de encima, pero descubre horrorizada que no puede, pesa demasiado. Lleva dos semanas o mas alimentándose con pienso para perros, sin hacer el mas mínimo ejercicio, esta totalmente debilitada, lo que imposibilita por completo que pueda vencerle en un forcejeo. Cuando el hombre termina de envolverle una mano por completo pasa a la otra, y solo se levanta de encima de la chica cuando ha encerrado todos sus dedos dentro de las manos, reduciéndolas a meros puños. Después se acuclilla a su lado al mismo tiempo que ella utiliza sus ahora patas delanteras para arrodillarse, y trata de ponerle un collar de cuero rojo que ha sacado de otro bolsillo; la joven utiliza las patas delanteras para intentar impedírselo, pero con dos simples manotazos el viejo las hace a un lado y deja expuesto el cuello, que envuelve con el collar. Ella esta terriblemente debilitada, no tiene ninguna oportunidad contra él, por lo que no hace nada mientras el hombre se pone en pie, abre la jaula y sale, ni si quiera cuando vuelve a entrar, esta vez con una correa, que engancha a su nuevo collar. Entonces él retrocede hacia la puerta llevándose el otro extremo de la correa, pero cuando ensimismada en preguntarse a donde la lleva Laura empieza a ponerse en pie la correa estira hacia abajo para impedirlo. Ella cae de rodillas sorprendida, y vuelve a intentarlo, pero de nuevo la correa la mantiene en el suelo. Finalmente Laura entiende la situación y sale de la jaula, caminando sobre sus puños y rodillas.
Literalmente la pasea por todo el recinto, adaptándose a su ritmo, consciente de que no esta acostumbrada a moverse así, pero sin darle descanso. Laura trata de estudiar la finca. Tiene multitud de hileras de jaulas típicas de perrera, como la suya; también ve otras construcciones bajas, probablemente casetas de herramientas y similares, y una un poco mas amplia que el resto que probablemente se trate de una casa. De vez en cuando ve tramos de algún muro mas alto aun que las jaulas, que probablemente se trate del limite de la finca, y constantemente van cruzando vallas y verjas que deben subdividirlo todo en sectores, cada una con su puerta y pestillo. Todo claramente pensado para evitar que los animales se escapen, tanto los perros como ella misma. Al llegar a una extensión totalmente vacía, y rodeada por su propia valla se detienen, el viejo se encara a ella y mientras con una mano se baja la bragueta se enrolla la correa en la otra. Laura trata de retroceder y alejarse de él, pero la correa cada vez mas corta se lo impide; instintivamente se lleva las manos al cuello, tratando de soltar la correa o quitarse el collar, pero se limita a manotear con lo que a todos los efectos son solo muñones, pues sin dedos no puede manipular el mosquetón de la correa ni la hebilla del collar. En el tiempo que su cerebro asume este hecho el hombre ya la ha rodeado y se ha puesto tras ella, se arrodilla y pasa el brazo con el que sujeta la correa por el abdomen de la muchacha, mientras que con la otra sujeta uno de sus pechos y lo manosea. Inmovilizada entre sus brazos solo puede sacudir los suyos en el aire, intentando alcanzar algo con algún puñetazo, mientras él se inclina hacia delante, obligándola a hacer lo mismo. Al final se inclinan tanto que ella se ve obligada a poner una tercera pata en el suelo para no caer, y al pasar a utilizar solo un puño para pelear y teniendo a su agresor a su espalda y sobre ella, a él le basta con una mano para sujetarla por la cintura, mientras con la otra levanta su falda y la penetra con los mismos miramientos que la primera vez: fuertes y rápidas embestidas desde la primera hasta la ultima, pero esta vez usa las manos para jugar con sus pechos desnudos, moviéndolos y pellizcando sus pezones. Justo antes de terminar, a los pocos minutos, se retira de su interior y se masturba hasta correrse en la parte baja de su espalda.
Con casi el mismo ritmo con el que parece hacerlo todo, su violador se pone en pie, se recompone los pantalones y retoma el paseo como si no hubiera pasado nada. No tardan en llegar de nuevo hasta su jaula, en donde Laura dedica un par de segundos en preguntarse que hacer, pero la reciente violación estando ella sin apenas ligaduras la recuerdan que en su estado no puede enfrentarse al bastardo, así que decide entrar obedientemente y esperar a que le quite la correa y cierre la puerta como una buena perrita. Pero en escasos minutos abandona su fachada sumisa y vuelve a analizar su jaula. Lo primero que hace es volver a probar la puerta para descartarla, y efectivamente comprueba que aun teniendo las manos libres, solo puede golpearla y empujarla, pues necesita los dedos libres para alcanzar el pestillo. Así pues vuelve a las paredes. Con sus botas puntiagudas y los puños, podría trepar, si encuentra agujeros lo bastante grandes que le sirvan de asideros. Con esta idea en mente recorre las tres paredes varias veces, revisando cada ladrillo, buscando una vía de escape. Varias veces su desesperada mente ve opciones viables, y todas ellas acaban con ella en el suelo. Finalmente acaba como siempre, acurrucada en la manta que le sirve de cama y llorando desconsolada.
-Que alguien me ayude... por favor... quiero irme a casa... que alguien me ayude...
Por lo menos tiene los brazos libres, y aunque no puede abrocharse los botones, si vuelve a cubrirse los pechos con la camisa sucia que le permite mantener un resquicio de dignidad y humanidad. Por primera vez en un mes no se siente desnuda, se siente un poco menos vulnerable, y esa idea la da fuerzas para aguantar hasta el momento oportuno.
Al día siguiente todo fue igual. Tres comidas, a media mañana un paseo con violación, e interminables horas de desesperación y angustia dentro de la jaula. La evidencia de que cada cambio era a peor la hizo saltar en el paseo del tercer día Cuando llegan a la pista de recreo de los perros y el viejo se dirige hacia ella para volver a violarla, Laura pierde la poca paciencia que le queda, se pone en pie y trata de enrollarse la correa en los brazos, para poder tirar y arrebatársela a su violador.
-¡Al suelo, maldita perra desobediente!
-¡No soy una perra, hijo de puta! ¡Soy una muj...!
Una veloz bofetada corta en seco su protesta, y una segunda bofetada la devuelve a la postura correcta en el suelo. Aun insatisfecho le da una patada en el abdomen y dos mas en el pecho, dejándola sin respiración y terriblemente aturdida. Aprovechando su acentuada debilidad la coge por el pelo con una mano, y por el collar con la otra, para empezar a arrastrarla por el suelo. Se detienen un breve segundo para abrir la puerta de la pista, y dos o tres mas para abrir otra puerta, esta de madera. Con dificultad, Laura percibe que baja la intensidad de la luz, y cree ver paredes y un techo; antes de procesar que deben de haber entrado en alguna de las casetas que hay distribuidas por las instalaciones, el bastardo la arrastra hasta el centro de la caseta y la suelta de golpe, la joven alza las patas delanteras para evitar chocar contra el suelo, pero no lo encuentra, y cae, cae hasta que el mundo se vuelve frio, y los sonidos y la luz desaparecen: esta rodeada de agua. Sus instintos se hacen con el control, localizan donde esta la superficie y la hacen nadar para alcanzarla. No tarda en sacar la cabeza del agua y volver a respirar, justo para oír cerrarse la puerta de la caseta. Esta en un pozo circular de un metro y poco de diámetro, todo revestido de cemento liso, y desde la superficie hasta el borde debe haber mas de medio metro. Hay luz ambiental, por lo que debe haber ventanas allí arriba, y al mirar hacia abajo solo ve oscuridad, haciendo imposible saber la profundidad del pozo. Tampoco es que tenga importancia, se dice Laura, basta con saber que no toca el fondo con las botas. Al mover los brazos para mantenerse a flote choca con algo duro, cerca de la pared; se acerca para examinarlo y ve una especie de asa metálica clavada en la pared, como el peldaño de una escalera, pero fuera del agua no hay ninguno, y por debajo de este tampoco, parece haber solo uno. Lo rodea con los brazos y confiando en que si quisiera matarla habría formas mas fáciles, se dispone a esperar.
Con la poca luz que llega hasta el pozo le es imposible tener la mas remota idea del tiempo que pasa, mas allá de ser consciente de que el día avanza porque cada vez esta mas oscuro. Incluso con la ayuda del asa metálica a la que esta agarrada, nota como el cansancio se va apoderando de ella. La ropa empapada tira de ella hacia abajo; a veces usa las piernas para reducir la carga de peso en los brazos, y otras las deja descansar, pero poco a poco todos sus miembros se van agotando. Tras pensarlo mucho, Laura se suelta del asa metálica y mueve las piernas con fuerza para mantenerse a flote, mete sus puños y muñecas debajo de su camisa y estira con fuerza, rompiendo de golpe todos los botones, y por error también el sujetador; después muerde una de las mangas y estira para sacar el brazo, luego repite la acción con la otra manga, y finalmente hace lo mas difícil, sumergirse, formar un ovillo bajo el agua, enganchar el bajo de la camisa con la punta de una de las botas y estirar con fuerza, quitándosela por completo. De inmediato repite lo mismo con su cintura, rompiendo la falda y quitándosela con mucha mas facilidad. Unicamente conserva las botas, ya que sin dedos no puede abrir las cremalleras. Liberada del peso extra, vuelve a agarrarse al escalón metálico para esperar.
El castigo fue atroz, pues el viejo bastardo no apareció hasta bien entrada la noche, hasta que Laura había abandonado la esperanza, hasta que se convenció de que si la había arrojado allí para que muriera, hasta que se mantenía a flote no por esperar a que la sacara, si no porque era mejor que no hacer nada, hasta la dejadez absoluta.
La saco del agujero con el lazo, desnuda salvo por las botas, y a partir de ahí todo fue como la seda. Los paseos matutinos se siguieron sucediendo, y lo peor es que al contrastarse con el aburrimiento total de su jaula, los paseos eran agradables, aun a pesar de las violaciones; en pocos días Laura ansiaba esos paseos. Rompían la monotonía diaria, y en cuanto su cuerpo se hubo adaptado al horario, los aprovechaba para hacer sus necesidades.
Tres comidas diarias, una casa limpia, ejercicio diario y compañía. ¿Que mas podía pedir una perra que se había perdido en medio de la nada?