El transportista (parte 1)

Un relato sobre una muchacha secuestrada por un camionero y violada en su camion

“Ya tenia que estar en casa”. Laura caminaba de vuelta a su casa pensando en el imbécil de su jefe. Había salido tarde del trabajo porque a sus superiores se les había olvidado pedirle uno más de los miles de informes de contabilidad que le hacían marear de un lado a otro todos los días Aun recordaba cuanto se había alegrado de conseguir trabajo en una oficina tan cerca de casa, ahorraría una fortuna en gasolina pudiendo ir y volver andando, y hoy se encontraba llendo a la gasolinera a intentar encontrar algo de comida rápida porque había planeado llenar la nevera al salir de trabajar, y ahora muy tarde, no tardaría en anochecer y no podía caminar hasta casa por la noche cargada de bolsas. Se apañaría con la gasolinera y ya compraría mañana a primera hora. Laura mira el reloj “voy bien, si me doy prisa llegare antes de que oscurezca del todo”.

Laura es una joven y prometedora contable de 21 años, largos cabellos rubios y vistosas caderas que contonea al andar. Como trabaja en una oficina nadie le exige una vestimenta concreta, y hoy se ha puesto una sencilla combinación de camisa y falda corta que acaba justo antes de tapar las rodillas; su única vanidad, las caderas y el culo, la “animan” a utilizar siempre tacones altos, y hoy lleva unas botas de cuero hasta la mitad de las pantorrillas. La joven es descuidada con toda su ropa, excepto el calzado.

Entra en la gasolinera por el parking, ya que al visitarla poca gente no suele haber peligro de atropellos. Laura pasa junto a la cabina de un camión que esta aparcado y con la puerta trasera abierta, mientras el conductor, un hombre corpulento descarga algunas cajas, y se dirige ha la tienda de la gasolinera. Tal vez fuera por las prisas, tal vez por el enfado con su jefe, o tal vez por no haber trabajado nunca en el sector del transporte, pero Laura no se da cuenta de que no hay nada que descargar en el parking de una gasolinera, tendrían que hacerlo junto a la tienda, o acarrear a pulso la mercancía por todo el parking, así que despreocupada e inconsciente deja atrás al camión y da la espalda al conductor.

El hombre no desaprovecha la oportunidad, da dos rápidos pasos hacia Laura, la agarra por la melena dorada y da un tirón hacia atrás. La chica empieza a gritar mientras intenta mantener los pies en el suelo, pero un puñetazo en el estomago logra que solo un suave gemido salga de su boca. Medio aturdida por la falta de aire se deja arrastrar del pelo el metro y medio que la separaba del camión y pierde el contacto con el suelo cuando dos fuertes brazos la levantan y la arrojan al interior del camión; el agresor se toma unos segundos para mirar a su alrededor y, satisfecho con lo que ve, entra también en el compartimento de carga, entornando la puerta tras de si.

Al ver que la luz casi desaparece Laura se recompone y grita pidiendo auxilio, pero en seguida una poderosa mano se aplasta contra su boca, obstruyendola y silenciandola de nuevo; la otra mano se posa en su hombro, la da la vuelta y la empuja contra la pared.

-Como no hagas todo lo que yo te diga te estrangulo y nadie sabrá nada, ¿entendido?

Laura, con lagrimas en los ojos, asiente todo lo que le permite la mano que sujeta su cara.

-Bien, no quiero ni un solo segundo de duda o vacilación, si te portas bien esto sera rápido. Quítate las bragas.

La joven pierde el control y empieza a sollozar, por lo que el hombre la separa de la pared, mueve la mano del hombro al centro de su espalda y la empuja con fuerza, asegurandose de que todo el impacto recaiga sobre sus pechos. Ignorando el llanto abierto de Laura acerca la boca a una de sus orejas y le dice con voz calmada y tranquila:

-Obedece, quitatelas y metetelas en la boca.

Con manos temblorosas, Laura se levanta la falda despacio, sujeta el lateral de su ropa interior y levanta una pierna hasta sacar la bota, después levanta la otra pierna y se desnuda por completo, pero siente un ridículo alivio al volver a dejar caer la falda, finalmente se las acerca a la cara y espera a que él aparte la mano de su boca, cuando lo hace, se las mete sin entender muy bien el motivo de tan extraña orden.

-Pon las manos a tu espalda, separa las piernas y procura no moverte lo mas mínimo Si lo haces bien, esto sera rápido

Una vez la tiene en la postura y actitud deseada el hombre se aparta de ella un poco y la contempla, busca a su alrededor con calma y sin prisa un rollo de cinta adhesiva, mirándola de vez en cuando para comprobar que sigue quieta y disfrutando con el poder.

Cuando se cansa de verla temblar se acerca y le ata las manos a la espalda con la cinta, la rodea con un brazo por la cintura y con la otra mano le cubre la boca de nuevo y empuja las bragas bien adentro disfrutando con las arcadas que le produce. Después vuelve a darle la vuelta, poniéndola de espaldas a la pared y acaricia su muslo con una mano, primero por encima de la falda y después por debajo, pero esta impaciente por la anterior espera, por lo que se entretiene poco y se arrodilla frente a ella, levanta la parte delantera de la falda y pega la cara contra su entrepierna. Con el brazo y el hombro derechos rodea el muslo izquierdo de Laura y con la mano izquierda aparta los labios vaginales derechos para despejarle el camino a su lengua, que se lanza directa al interior de la chica.

Presenta una imagen patética, apoyada contra la pared, llorando y con las bragas asomándole entre los labios, con la pierna izquierda levemente levantada tocando el suelo solo con la punta del pie, y un bulto bajo la falda del tamaño de la cabeza de un hombre, temblando a partes iguales por miedo, por placer y por ira por la traición de su cuerpo.

Pasados unos pocos minutos el agresor sale de debajo de la falda satisfecho, y aun de rodillas junta las piernas de Laura y ata con mas cinta sus tobillos y después sus rodillas. Entonces se pone en pie, la separa de la pared y la empuja al suelo, se vuelve a arrodillar, esta vez a su lado, y poco a poco, de nuevo permitiéndose disfrutar de cada movimiento, desabrocha los primeros botones de la camisa de la chica, los necesarios para poder desnudar sus pechos y casi sus hombros. Sin ningún tipo de prisa, baja las copas del sujetador. Liberadas las tetas masajea una de ellas despacio y con suavidad, casi como si no se diera cuenta de lo que hace, se inclina sobre ella y besa, lame y muerde el cuello, la mejilla, la oreja, mientras la otra mano vuelve bajo la falda y examina con mas calma lo que antes ha arrasado su lengua con prisas, acariciando con los dedos, amagando entrar de nuevo, pero saliendo para volver a acariciar el exterior.

-¿Eres virgen?

Laura apenas es consciente de la pregunta, pues ya esta llorando desconsolada. Entonces dos dedos se cierran sobre su pezón y hacen presión para ayudarla a concentrarse.

-Responde puta.

Entonces la chica sacude la cabeza negando, pero el hombre no sabe si niega la pregunta, o niega lo que esta sucediendo.

-¿No eres virgen?

Ahora asiente, despejandole las dudas.

-¿Y estas casada?

Vuelve a negar, volviendo a perder el control de sus llantos.

-Pues eso esta muy mal, ya sabia yo que eras una puta que se folla a todo lo que se le pone al alcance. Todo lo que te pase a partir de ahora es tu castigo, y tu eres la única responsable. Probablemente hasta lo buscabas.

Laura vuelve a sacudir la cabeza, intentando defenderse de las acusaciones.

-Pero todo eso tendrá que esperar, es hora de irnos.

Se pone en pie, la arrastra hasta el fondo del compartimento de carga, pone un trozo de cinta adhesiva sobre su boca para mayor seguridad, abre un cajón de madera de aproximadamente un metro de largo y levanta a la joven en el aire sin demasiado esfuerzo. Aterrada, Laura se debate cuando se da cuenta de lo que va a hacer, pero atada y amordazada, no puede ni luchar ni gritar. El hombre la obliga a arrodillarse dentro del cajón, después a doblar la cintura y entonces lo cierra, dejándola totalmente a oscuras. Entre gritos y patadas amortiguadas por las ligaduras y la mordaza, la rubia oye como se cierra el candado del cajón, los pasos se alejan, unas pocas cajas vuelven a subir al camión, la puerta se cierra del todo, y apenas unos segundos después el motor se enciende y toda su vida queda atrás.