El transporte público
Una tarde lluviosa, una pareja de desconocidos en un autobús...unos jardines tranquilos...una vida rutinaria...una oportunidad.
Estábamos a finales de abril, el día había sido caluroso, pero en Barcelona esas últimas semanas había estado lloviendo casi cada tarde. La calle estaba encharcada de agua y los coches no paraban de salpicar al pasar cerca de la acera, Esa tarde no llevaba paraguas, mi traje pantalón se había mojado, mis zapatos también, estaba empapada, la lluvia no paraba, ni parecía tener intención de hacerlo.
Me encontraba cerca de Palau Reial y decidí que iba a meterme en el metro, cuando vi llegar el bus. Como el recorrido era largo hasta mi destino pues debía cruzar la ciudad de punta a punta y en el metro me hubiese tocado caminar más, decidí tomar el autobús N7, que va de Zona Universitaria a Diagonal Mar.
Vi que llegaba en ese momento, así que me subí al N7. Estaba lleno de jóvenes que lo habían cogido en la parada anterior de zona universitaria, me toco ir de pie, así que saque mi smartphone me coloque los auriculares y me puse a escuchar mis favoritos de Spotify.
A causa de la copiosa lluvia que caía, el bus se fue llenando de gente durante el trayecto, poco a poco me encontraba rodeada y comprimida contra la ventana por la gente. Durante el trayecto el autobús aceleraba y frenaba todo ello hizo que entre empujones y accidentales apoyos notase sobre mis nalgas y muslos contactos variados, pero en una ocasión más explícita, sentí un bulto que se arrimaba y apretaba con excesiva intensidad, al principio no le presté mucha atención pero al ver que por mucha gente que subiese o bajase del autobús, ese contacto siempre estaba ahí, empecé a prestarle más atención.
En la parada de Gran Vía - Balmes noté que se arrimaba más, hasta el punto de sentir una presión fuerte entre mis nalgas. Me giré para ver quién podía ser el que se estaba arrimando a mí de esa forma, justo detrás de mí se encontraba un chico joven, alto y atlético, agarrado a la barra del techo con la mano y con una mochila colgada al hombro. Vi su cara y me sonrió.
Debido a que mi ropa estaba mojada, el contacto que ese chico había mantenido durante todo ese tiempo, me había secado casi por completo esa zona de mi pantalón, también me pude dar cuenta que por su posición, ese bulto era su pene y estaba caliente, muy caliente…volví a mirarle y me sonrojé, me sentía excitada. El chico, me miró desde arriba y me sonrió nuevamente.
Me puse algo nerviosa, me giré para ver a mi alrededor y todo el mundo estaba con sus cosas, algunos incluso estaban con los ojos cerrados, otros hablaban con sus compañeros, leían un libro o tenían su vista puesta en la pantalla de su teléfono chateando o leyendo las noticias.
Nadie estaba poniendo interés ni en mí, ni en el chico que estaba arrimado a mí cuerpo y que tenía la mirada perdida a través de la ventana, pero mantenía su caliente contacto contra mis nalgas.
Así que deje que el chico continuase restregando su bulto sobre mis nalgas, él se daba cuenta de que yo me estaba dejando pues no hacía ademan alguno por separarme de él o recriminarle su actitud y eso le dio valor.
Se arrimó con más fuerza, la presión que hacia sobre mí cuerpo, hacía que mis tetas se apretaran contra el cristal y me tambaleara en algún que otro frenazo brusco, empujando sin querer a otros pasajeros que había a mi lado. Esto hizo que alguno de ellos se girase a mirarme de reojo, pillándome entre sonrojada y excitada.
Debido a la humedad de mi ropa empapada por la lluvia, empezaban a marcarse mis pezones sobre la fina tela de mi blusa blanca. El autobús seguía completamente lleno, pero yo cada vez estaba más excitada, sentía ese tremendo bulto ahora metido entre mis nalgas. Me acomodé un poco y me giré lo justo para que mi mano rozara ese bulto que se restregaba en mi culo desde hacía varios minutos.
Lo acaricié por encima del pantalón de chándal del chico y lo notaba enorme, podía notar la forma completa del pene, su impresionante grosor y longitud. Noté lo caliente y tremendamente tieso que estaba. Todo aquello hizo que mi excitación fuera en aumento, y observe a través de la imagen del chico reflejada en la ventana, como él me miraba, sonriendo por lo qué estaba pasando, porque mi reacción hasta el momento no fuera de rechazo. El ver sus ojos de felicidad hizo que yo continuara acariciando aquella polla, todo muy discretamente, cada vez que el autobús paraba en algún semáforo o a causa del tráfico, yo aprovechaba para tocarla.
Así estuvimos casi la mitad del trayecto que faltaba hasta mi parada. El chico viendo mi actitud cada vez más participativa, empezó a acariciarme la cintura metiendo su fuerte mano por debajo de mi chaqueta, y agarrándome la teta por debajo de la copa del sujetador, empujándola hacia arriba.
Esto hizo que al estar mis pechos aprisionados contra el cristal emergiesen entre el escote de mi blusa formando un seductor canalillo que por supuesto y desde la visión que el chico podía tener desde encima de mi hombro aumentaba su excitación y la mía, al notar como su polla empezaba a dar pálpitos en la palma de mi mano.
El chico aprovecho para soltar su otra mano de la barra que lo sujetaba al techo, y me agarró el muslo izquierdo acariciándolo. Su mano subió hasta alcanzar mi sexo que acarició por encima de mi ropa. Me bajó la cremallera con suavidad e introdujo dos largos dedos que se colaron por debajo de mis bragas acariciando mi sexo desnudo. Estaba mojada, muy mojada pero no era por culpa de la lluvia esta vez.
Ya quedaban solo tres paradas para llegar a mí destino, así que deje el excitante juego que mantenía con aquel chico y me abrí paso entre la gente, hasta colocarme cerca de la puerta, para bajarme en mi parada. Vi como el chico desconocido también se había colocado cerca de la puerta, al verle frente a mí, mirándonos el uno al otro, hizo que por un lado me excitara, pero por otro tuviera miedo, así que me bajé en Pere IV, una parada antes de la mía.
Él hizo lo mismo, me puse a caminar rápido por el lateral de la Diagonal hasta coger la calle Lope de Vega. Había dejado de llover, cuando me giré para ver si me seguía, no le vi. Me tranquilicé un poco y caminé rápido, reprochándome a mí misma mi actitud y mi error al bajarme una parada antes. Lo que me obligaba a tener que caminar un buen trecho hasta mi casa.
Para acortar camino podía cruzar dos parques ajardinados, o dar mucha más vuelta para llegar a mi casa, la excitación y el miedo me embargaban, camine a través de los Jardines de Josep Trueta, mis piernas temblaban, no sabía porque razón….ya nadie me seguía, pero yo continuaba excitada.
Cuando me encontraba cruzando la calle Espronceda, vi que el joven desconocido que me había tocado en el autobús me seguía de nuevo.
Atardecía y empezaba a oscurecer rápidamente... las luces del parque eran la única luz que me permitía ver por completo al chico que había restregado su polla en mi culo en el autobús, sin yo impedírselo, dejando que sobara los recovecos más íntimos de mi cuerpo.
Camine por un sendero del parque para acortar hacia mi casa... él a lo lejos me seguía, yo no quería que supiese dónde vivía, así que unos metros más adelante, me arme de valor, me senté en un banco y lo espere....
Inmediatamente se acercó a mí, acto seguido aprovechando la oscuridad que nos proporcionaban los árboles y el poco tránsito de personas a esa hora de la tarde.... se detuvo frente a mí, me miró pero no dijo nada…, yo algo asustada pero tremendamente excitada aún, le pregunte…
̶ ¿Qué es lo que quieres de mí? ‒ él no contestó.
Se sacó la polla de su pantalón y apareció ante mí una berga grande y brillante, recubierta de perfiladas venas.
Acercó su capullo a centímetros de mi cara… me quedé hipnotizada viendo el gordo y brillante glande con una gota de líquido preseminal brotando de ella. El desconocido me sujeto por la nuca sin pedirme permiso o mediar palabra y me metió su polla en la boca....
Mi temor inicial había desaparecido, y no podía creer mi comportamiento ante esa situación, no se la razón pero me sentía sumisa y entregada a él. Su polla entro tan bruscamente que me provocó una arcada, retiro su pene unos instantes y de nuevo lo metió tan bruscamente como la vez anterior, provocándome una nueva arcada.
A la tercera vez que lo intentó, agarré su polla y mirándole a los ojos, le hice entender que yo controlaría la mamada. Aun así los movimientos eran bruscos y violentos, su polla al entrar y salir me provocaba una salivación tremenda y en pocos minutos su polla estaba brillante y recubierta de una espesa capa de babas que colgaban de mi barbilla y mojaban mis pechos. Los movimientos de su polla en mi boca al entrar y salir provocaban un sonido de chapoteo y gorgoritos, que podían ser escuchados por cualquiera que pasase cerca.
Mis ojos se empezaban a llenar de lágrimas, su polla me llenaba a la garganta ahogándome, el chico me agarraba de la nuca obligándome a tragar, consiguiendo meterla toda. Sintiendo como mi nariz era cosquilleada por los pelos de su vientre. Empezó de nuevo a mover salvajemente su pelvis, sentí sus manos como me sujetaban con fuerza y como sus dedos se entrelazaban en mí pelo.
Con su mano libre me sobaba los pechos sacando una de mis tetas fuera de la copa del sujetador, pellizcando mi pezón y tirando de el. Él desconocido libero mi cabeza de la presión de su mano, su polla quedo a un palmo de mi boca y de ella colgaban un sinfín de babosas lianas. Mi blusa y pechera de la chaqueta, estaban mojadas de mi saliva y de mi boca salían babas y mis ojos estaban llenos de lagrimones negros por el rímel.
Me agarró del brazo y me puso de pie, dándome la vuelta me puso de espaldas a él. Miró alrededor que no hubiese nadie cerca y me hizo doblar la espalda hacia adelante manteniendo mis piernas rectas. Me apoyé en el respaldo de madera del banco. Me atizó un par de nalgadas encima del pantalón y tapándome la boca para que no chillase me desabrochó el pantalón y lo bajo lo justo para que mi culo quedase libre.
Con mi cuerpo inclinado hacia adelante y mis brazos agarrados al respaldo del banco y una de mis tetas colgando por fuera de la blusa. Me bajo la braga y me lamió la raja del culo desde el coño hasta el agujero de mi ano.
Me estremecí al sentir su lengua recorrer mi sexo, me apretujo con las manos mis nalgas y metió su lengua en mí trasero. Me taladro con ella, escupió en mi donete y metió uno de sus dedos.
̶ ¡No! ….‒ grité en mi desesperación. Al imaginar lo que pretendía hacerme.
Por primera vez habló.
̶ ¡Tranquila mujer, te va a gustar!
No sé cuál fue el motivo, pero nos miramos y no me opuse. El chico agarró su polla embadurnada con mi saliva, dejó caer un salivazo suyo sobre mi ano y se dispuso a meterla en mi estrecha cueva. Al principio me dolió, nadie había nunca profanado mi culo con una barra de carne tan gorda, ni tan siquiera mi esposo lo había hecho nunca con su polla de menor tamaño, aunque intención no le faltó, nunca le dejé.
Pero me encontraba tan excitada y sumisa que acepte que un joven desconocido me desvirgase el culo en un banco de los Jardines de Gandhi…de nuevo la brusquedad hizo acto de presencia, con determinación la metió hasta la base. Empezó un movimiento dulce y suave lentamente la metía y sacaba de mis entrañas…gemía de gusto, yo gemía de gusto y placer al sentir esa polla en mi culo. Me hizo estremecer.
‒ Oh..siii, cariño dame más …que rica polla tienes….mmm
Como si fuese un autómata, no se hizo esperar y su reacción fue inmediata, con fuerza y velocidad atacaba mi cuerpo, sentía como su estaca entraba y salía con las cualidades de una joven polla, estaba siendo sacudida como a una alfombra se le quitan el polvo.
Intentaba silenciar mis gritos de placer poniéndome yo misma la mano en la boca, pero gemía sin poder ocultar mi placer a ese desconocido que sodomizaba mi cuerpo, de los pollazos tan fuertes que me arreaba, mi gemido se distorsionaba y mi rostro se cubría de cabellos que se pegaban por el sudor y la saliva, me agarraba del cabello y se sacudía cachetes en el culo mientras me montaba como una llegua, de pronto el desconocido me tomo de los hombros y los echo hacia atrás. Me agarró por el cuello y me susurró.
̶ Te gusta mi polla, ¿verdad zorrita? ‒ no contesté mis jadeos y gemidos lo hacían por mí.
Con fuerza me seguía follando mientras en mis nalgas sentía el tormento de su polla entrando y saliendo a un ritmo que nunca había experimentado antes, me gustaba, no podía negarlo, así estuvo unos minutos que se me hicieron eternos.
Entre gemidos y mi cuerpo sacudiéndose, sentí su mano masturbando mi sexo, su rostro pegado al mío, nuestros cuerpos volcados hacia adelante, sobre el tablón de madera lleno de cicatrices y nombres de amantes adolescentes. Me llegó el orgasmo, crudo y salvaje como el propio polvo que me estaban dando, pero el más intenso que recordaba. El desconocido continuaba follándome.
Mí culo y mi coño pedían descanso a tan salvaje cogida, de pronto sentí un líquido caliente brotando entre mis nalgas, empapando mis piernas y cayendo sobre el banco, en mi nuca podía sentir el bufido de felicidad del desconocido, mientras me agarraba la nalga y acariciaba mi teta indiscreta.
Sin darme tiempo a reponerme del orgasmo. El desconocido se guardó la polla en el pantalón y se perdió entre las sombras de los árboles, asustada miré a todas partes, avergonzada por si alguien pudiese haberme visto.
Rápidamente recompuse mi ropa y me dirigí a mi casa sin mirar atrás…fue una experiencia increíble.
Nunca más he vuelto a coger el autobús N7 desde ese día. Aunque a veces me arrepiento y pienso en aquel chico desconocido y su increíble polla, cada vez que paseo por los Jardines de Gandhi, acompañada de mi marido.