El traje y el dependiente

Fui a comprar un traje y el dependiente me hizo una oferta que no pude rechazar

La boda de Jaime y Alfredo no era hasta después del verano, pero Agus estaba tan emocionado que no había parado de volverme loco con el tema del regalo que le íbamos a hacer los colegas y, por supuesto, el traje. Yo tenía la intención de mirar un traje más tarde, pero Agus quería aprovechar las rebajas que empezaban para pillarlo ya, y yo decidí ir con él a ver si encontraba algo.

-      ¿Y qué le pasa al traje de cuadros que llevaste en la fiesta de empresa del año pasado? - me preguntó Agus mientras entrábamos en los grandes almacenes.

-      Que ya no me queda bien – le contesté.

-      ¿Y eso? – dijo mirándome de arriba abajo – Vale que has adelgazado desde que vas al gym, pero podrías arreglarte los pantalones y ya está.

Si que era verdad que había adelgazado unos diez kilos desde que había empezado en el gym, y es que esta vez me lo había tomado en serio y la rutina de máquinas y mancuernas estaban haciendo su efecto. Aunque al principio la motivación era encontrarme con Raúl, el monitor del gym que me hacía babear cuando lo veía acercarse; el ver la mejora en musculación había supuesto un extra para tomármelo en serio.

-      No es sólo los pantalones. – le comenté – La chaqueta ya no me abrocha y me queda demasiado ceñida en los brazos.

-      Joer, igual yo también tendría que ir al gimnasio – dijo Agus mirándome fijamente los brazos y el pectoral.

-      Creo que te aburrirías mucho – le dije con desinterés, no fuera a animarse y a joderme el rollo que tenía en el gym.

Agus se fue directamente a ver unos trajes que ya tenía fichados y yo me quedé en la sección de otra marca echando un vistazo a unos trajes oscuros. Me agaché a ver unos pantalones que estaban en una balda baja cuando un tío se acercó y se puso al lado. De reojo pude ver que el pantalón lo tenía bastante ceñido y le marcaba un buen paquete.

-      Buenas, ¿necesita ayuda? – me dijo el tío en cuestión.

-      Hola, simplemente estoy echando un vistazo. – dije incorporándome, y al mirar al dependiente me di cuenta que ya le conocía – Ay, hola, no te había reconocido, Esteban.

Esteban era un chico algo más joven que yo que había conocido hace un tiempo, y aunque también tenía novio, como vivía a dos bloques de donde yo vivía, era muy fácil quedar con él para una mamada o una follada rápida cuando coincidíamos por Grindr.

Aunque hacía bastante tiempo que no habíamos coincidido, como buen dependiente estaba igual de bueno que siempre. Aunque yo mido 1.82, Esteban todavía me sacaba diez o quince centímetros de altura perfectamente; y su pelo rubio que yo siempre había visto despeinado, estaba perfectamente peinado en un tupé. El traje y la camisa los llevaba muy ceñidos, por lo que se le marcaba no sólo un buen paquete, sino también un culazo y unos pectorales muy jugosos.

-      No te preocupes, me pasa mucho - dijo con una sonrisa, y señalando la ropa me preguntó - ¿buscando un traje?

-      Tengo una boda en septiembre y he venido a ver si encontraba algo.

-      ¿Qué buscas? ¿algo neutral? – me siguió preguntando.

-      Si creo… no es que lo tenga muy claro, la verdad – le confesé.

-      Vamos a ver – dijo Esteban mirándome de arriba abajo - ¿estás yendo al gimnasio?

-      Sí – admití - ¿se nota?

-      Claro tío, te estás poniendo muy cachas. – me respondió con una media sonrisa. – y el corte de pelo ahora te queda muy bien, así rapado por los lados.

-      Gracias – le respondí – Tú estás genial como siempre.

Nos reímos por lo bajo y empezó a sacarme unas chaquetas y pantalones que me llevé al probador. Vino un par de veces a ver cómo me quedaban y me trajo otras chaquetas hasta que encontramos una que quedaba bien.

-       La chaqueta te queda perfecta – me decía mientras miraba cómo me quedaba el traje – y el pantalón hay que recogerlo un poco pero te hace muy buen culo – bromeó.

-      No me marca tanto como a ti, pero está bien – dije siguiendo la broma.

La verdad es que todo este tonteo me estaba poniendo a tope, pero como Esteban estaba trabajando tampoco quería ponerle en una situación comprometida. Deje el pantalón para arreglar y cuando estaba pagando, Esteban siguió hablando:

-      A ver si coincidimos otro día – me comentó mientras sacaba el ticket.

-      Sí, tío – le respondí – estaría genial.

Entonces no pude evitar ponerme un poco cabrón y seguí hablando:

-      Por cierto, ¿dónde está el baño? – le pregunté aunque sabía perfectamente dónde estaba.

-      El más cercano está en ese pasillo, al lado de los ascensores. – me respondió mirándome con esa cara de cabrón que él ponía a veces y continuó diciendo – Pero si buscas uno más tranquilo, si bajas por esas escaleras, los baños de los garajes están mejor.

-      Gracias – le dije despidiéndome.

Me dirigí a las escaleras y, mientras bajaba, giré la cabeza para ver cómo Esteban me miraba desde el mostrador.

Entré en los baños, que estaban desiertos, y colgué la chaqueta detrás de la puerta del cubículo en el que me metí. Me desabroché el vaquero y me empecé a pajear del calentón que tenía. Tenía la puerta un poco abierta para ver quién entraba y entonces vi a Esteban entrar en el baño. Abrí un poco más la puerta para que me viera y, sin decir nada, entró en el cubículo y cerró la puerta.

Yo tenía la polla a tope, pero cuando Esteban se desabrochó el pantalón, el rabo casi le salió disparado. Me empujó de los hombros para que me sentara en el inodoro, y en cuanto estuve a la altura de su polla, me la metió hasta el fondo de la garganta. Me cogió de la cabeza y me empezó a follar la boca a saco sin casi dejarme respirar. Su pollazo estaba bien gordo y morboso entre ese vello rubio. Yo me estaba pajeando a saco porque la situación me estaba dando un morbazo de la ostia, especialmente viéndole con el pantalón apenas bajado por debajo del culo.

Cuando yo pensaba que Esteban estaba a punto de correrse, de repente me cogió de los hombros otra vez, me levantó y me puso de espaldas apoyado contra el inodoro. Sin tiempo a decirle nada, escupió en mi culo y metió su lubricada polla en mi ojete. Yo iba a gritar pero el muy cabrón metió varios dedos en mi boca y ahogó el grito.

Esteban me metió el rabo a saco y empezó a bombear sin parar. Yo seguía pajeándome mientras me rompía el culo con cada pollazo que daba, y apretaba el ojete lo que hacía que Esteban bufara y me cogiera de la cintura con las dos manos para seguir bombeando como si no hubiera mañana.

A ese ritmo no tardó mucho en cogerme del pelo y tirar de él mientras daba unas últimas estocadas que casi me rompen en dos.

Entonces sacó su rabo del culo, cogió papel higiénico, se limpió y se abrochó el pantalón. Mientras yo me corría con un lefazo monumental que cayó en el inodoro y el suelo. Cuando me giré vi que Esteban salía del cubículo cerrando la puerta tras él. Yo me limpié y salí del baño.

Subí a la sección donde había dejado a Agus al principio, y allí me lo encontré todavía sujetando tres trajes.

-      Veo que has encontrado traje – dijo Agus al verme con la funda de la chaqueta.

-      Sí, ¿tú qué tal vas? – le pregunté.

-      Ains, no sé, – dijo enseñándome los tres trajes que estaba sujetando – es que me gustan los tres. Voy a perder toda la mañana decidiéndome.

-      Sí, – le dije riéndome – yo he aprovechado mejor el tiempo.