El traje de baño (II)
Caminé de regreso a la regadera como una modelo y me situé debajo del chorro del agua. Volví mi mirada hacia el espejo y después de verlo a los ojos, me ceñí el traje de baño entre las nalgas, para que me conociera íntimamente con ese gesto.
Al regresar a mi cuarto con la bolsa de plástico que me dió Don Ismael sentí que me regresó el alma al cuerpo. Recordé claramente lo que me dijo. -Yo no vi nada, así que no se me agüite-. Don Ismael me había confiado que él no sería el delator de mi secreto y yo me sentí aliviadísima. No solo aliviada, sino solapada por alguien. hasta me atrevería a decir entendida. En ese momento no pude procesar mejor mis emociones y el resto del día lo pasé de forma casi ordinaria. Como un chico normal interactué con mis familiares. Aunque de tanto en tanto rehuía la presencia de Don Ismael. Cuando entraba en escena Don Ismael procuraba salir del lugar yo para no tener un intercambio de miradas. Así terminó la mañana y llegó el momento de regresar a la ciudad. Empaqué mis cosas y me abordó una pícara idea. ¿Qué tal si me pusiera el bikini de mi hermana como ropa interior, para darle un final agradable al fin de semana? Si lo uso debajo de la ropa nadie lo notará. Sólo yo. Y así borraré el recuerdo de haber sido descubierta por un extraño mientras estaba abandonada al placer rectal como una puta desquiciada. Sólo a mí se me ocurren esas formas de compensaciones de emociones, pero así soy.
Ech manos a la obra. Me puse el bikini de mi hermana, top y tanguita. luego, playera encima y antes de subirme los jeans sobre mis caderas me aseguré de ceñirme bien la tela entre las nalgas para comer trapo en toda la extensión del término, como la nena linda que deseaba volver a ser. Segura de que no se notaba como ropa interior el bikini que llevaba puesto, me reuní con el resto de mi familia para abordar la camioneta y regresar a la ciudad. Recuerdo que estaba don Ismael cargando las maletas a la cajuela de la van. cuando me subí a los asientos traseros los dos nos eludimos la mirada, pero yo me sentía empoderada por llevar mi bikini debajo como una forma de apoyo emocional, no se. Don Ismael terminó de cargar la camioneta y se puso al lado para esperar nuestra salida. Mi hermana, la última en salir de la casa, anunció a todo el mundo que no encontraba su bikini, pero que le encargaba a Cleo, la esposa de Don Ismael, que lo buscara para lavarlo. En ese momento alcé la vista hacia Don Ismael y el hacia mí. Le sonreí con la mirada y el me devolvió la suya con la complicidad de alguien que sabía lo que yo llevaba puesto.
Cuando regresé a la Ciudad de Mexico sentí que había dado un gran paso. Que alguien supiera de mis deseos me hacía sentir un tanto entendida. Pero tenía que jugar mis cartas muy bien. Me puse a pensar en cuales deberían ser mis siguientes pasos. Yo podía ser una linda putita en celo dispuesta a cualquier locura en mis noches de calentura, pero, podría tomar la complicidad que percibí de don Ismael como una señal de confianza? Decidí poner a prueba esta percepción el próximo fin de semana que fuera a Cuernavaca.
Llegó el fin de semana y ya desde el trayecto a la casa de mis papás sentía como me subía una calentura rica por dentro, desde mi colita, y subiendo por mi columna vertebral, hasta mi nuca, en anticipación de mi próxima aventura de putita. Ya en la casa, avisé a mis papás que tenía que leer mucho para una clase y que estaría en mi cuarto toda la tarde, pero antes de encerrarme me robé un traje de baño de mi hermana y un espejo de tocador. Lo primero que tenía que hacer para preparar mi aventura de putita, era lavarme mi colita por dentro, que es el paso inicial de cualquier puti-princesa como yo para desatar su placer anal. El cronograma fue el siguiente: Lavativa con calma, media hora. Un poco de cachondeo solita, otra media hora y luego mi "show en regadera". El show tendría que empezar a la misma hora a la que la esposa de Ismael prepara la cena, que es cuando don Ismael pasa el rato en el patio de atrás de la casa y queda a su alcance visual la ventana del baño de mi cuarto. Debo confesar que para mí lavarme por dentro era un ritual sexual, desde chiquita (lo sigue siendo). Adoraba llenarme mucho de agua tibia, la mas que aguantara mi tripita. Y luego verme en el espejo con la pancita un poco botada, como si tuviera un embarazo que apenas se nota. Caminar un poquito, aguantando las ganas, como 20 minutos y finalmente "hacer pipi" como nena. Una nena que se prepara así tiene toda la confianza para arrojarse al placer sin el miedo de tener algún episodio anal desagradable.
Después de este preámbulo y ya acercándose la hora planeada, abrí la ventana de mi baño que da a la fachada posterior de mi casa y puse un espejo de tocador en la cornisa, como en ángulo, para que alguien que pasara caminando por atrás de la casa no tuviera problemas de ver hacia el fondo de la regadera de mi baño, con la cortina completamente abierta para dar mi show. Abrí la regadera con el agua super caliente, y con el traje de baño de mi hermana puesto (esta vez un trajecito completo, de natación) me situé debajo del chorro de agua. Tenía mi penecito paradísimo, sabiendo que era lo único evidente que me descartaba como una nenita dándose un baño.
Me dejé llevar y comencé a bailar abajo de la regadera, volteando de vez en cuando al espejo de la ventana, para ver si mi invitado se aparecía. Con el calor del agua, el espejo del tocador se empañó y, un tanto frustrada, me acerqué para desempañarlo. Cual sería mi sorpresa cuando al desempañarlo me encontré con la cara de Don Ismael, muy cerca de mí. Sorprendida, si un saltito hacia atrás y me agaché para que no me viera en trajecito de nena. Después de esta reacción, me levanté poco a poco y cuando volví a quedar en su marco visual, cruzamos miradas por el espejo y le dije "Hola". Don Ismael me contestó "Hola", y me encantó esa respuesta.
Me erguí para que me viera de medio cuerpo para arriba, nos miramos a los ojos por unos 10 segundos y me di la vuelta. Caminé de regreso a la regadera como una modelo y me situé debajo del chorro del agua. Volví mi mirada hacia el espejo y después de verlo a los ojos, me ceñí el traje de baño entre las nalgas, para que me conociera íntimamente con ese gesto. Recuerdo perfectamente que lo siguiente que vi fue una mano asomarse por la ventana, un antebrazo conectado a esa mano de hombre, concreta, desempañando el espejo para verme mejor. Pocas cosas en la vida me han parecido tan sexys como ese momento. Desmonté la manguera de la regadera para usarla como un micrófono, mientras me contorneaba quebrando mis caderas, lo más femenina posible.
Estaba desatada. Como evento principal de mi show, me agaché, haciendo una sentadilla y, quedando en esa posición, viendo hacia él, moví la tela de la entrepierna del traje hacia un lado de mi nalga para descubrirme el ano. Con ese movimiento se me salió también el pene, pero no me importó en ese momento, ya estaba en modo ninfómana. Viendo hacia el espejo, me di unas palmaditas en la entrada de mi culo, confiándole a don Ismael mis deseos. Luego, tomé la manguera de la regadera y la dirijí hacia mi cola, me puse en contacto con el chorro, volví la mirada hacia el espejo de mi espectador, abrí los músculos internos de mi tripita y me comencé a llenar la cola con agua caliente. Cuando me sentí llena, aún en cuclillas, cerré las llaves de la regadera, también cerré los ojos, pensando en el rico espectáculo que le estaba dando a Ismael, abrí de a poco mi ortito e hice pipí como nena para él hasta vaciarme.