El trabajo parte 2
Continuación de mi relato anterior "El trabajo parte 1". Para no hacer una lectura tan larga, está dividido partes.
Luego de varias horas de lectura y ejercicios, llega la hora de almuerzo, me dirijo a una pequeña cafetería que cuenta con un mesón buffet. En esta hay 4 mesas, ya todas ocupadas por los grupos comunes que arman en las oficinas, por lo que me toca sentarme solo. Solo son unos instantes, antes que lleguen Lucas y Marcela.
- Así que tú eres quien hizo gozar a mi amiga. – afirma Lucas, con una mirada ganosa.
- Supongo. – respondo con una sonrisa.
- No solo me hizo gozar – continua Marcela – me dejó satisfecha, como hace tiempo no lo hacía alguien. – comenta, al mismo tiempo que se acaricia un pecho.
Ese último movimiento de Marcela, esa caricia, hace que tenga una leve erección, solo imaginar esas tetas en mi boca, provocan deseos que hacerlo de nuevo. Lucas, quien está sentado a mi lado, baja la mirada y se da cuenta de mi erección, de modo que, de manera algo tímida, apoya su mano en mi pico, a la vez que m regala una mirada coqueta.
- ¿Cómo será tener este pedazo de carne en la boca? – pregunta algo ingenuo.
- Solo hay una manera de saberlo. – le respondo, sin quitarle la mirada.
Esta acción hace que, sin medir donde estábamos, se arrodille debajo de la mesa y saque mi pico del pantalón, para empezar a mamarlo ganoso. Marcela observa llena de deseo, por lo que sigue a Lucas debajo de la mesa y, entre los dos, se pelean por lamer cada centímetro de mi pico, sus lenguas se cruzar una y mil veces, me lamen desde las bolas hasta el glande, Lucas espera ganoso por su premio. Suelto breves y contenidos suspiros de placer, entre Lucas y Marcela me tienen en el cielo.
De reojo, observo la mesa que comparten Paula, Marcia y Laura, esta última estaba masturbándose, me observaba con cara cómplice. Con un gesto de mi cabeza, la invito a participar, no se demora ni un segundo en llegar, con la vagina chorreando, me regala un beso delicioso, se acomoda en mi falda, se deja caer, clavándose en mi pico, para empezar a cabalgar como una puta en celo. Lucas, con una mirada triste, se retira, deja a Laura seguir disfrutando de mi pico.
- Ella lo necesita más que yo. – afirma – pero en la noche tendré que visitarte.
Mientras que Laura sigue cabalgando.
- Que pico más rico…
- Hace tiempo que no tenía un pico que me haga gozar… - terminando grita a todo pulmón.
- ¡Muévete, puta! – le digo al oído.
- ¡Soy puta! ¡Soy puta! – sigue gozando.
Sin soltarla, la apoyo sobre la mesa, le abro las piernas, sin ninguna preparación se la clavo de un golpe en el culo, ella arquea su cuerpo, soltando un grito de placer.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
- ¡Métemela, máaaaaaas duuuuuuuro! – abriéndose las nalgas con las manos.
- ¡Grita, puta, grita de placer! – dándole estocadas más violetas a ese culo apretado.
Siguen las embestidas, ella pide más y más, se lo saco del culo para volver a la vagina, con embestidas fuertes y duras. La levanto de golpe, para ponerla sobre la mesa, quiero ver sus tentas balanceándose mientras le reviento la vagina con mis embestidas.
- ¡Me estás rompieeeeeeeeeeendo! ¡Sigue, sigue, no pareeeees! ¡Ya vooooooooy acabar! – grita de manera ahogada, al tener un orgasmo lleno de placer.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! – acabo en su vagina, con chorros de semen, que salen por la comisura de su vagina.
Me dejo caer sobre su cuerpo, compartimos un beso sin igual, de puro placer y deseo. Laura me abraza, se viste, deja mi semen en su vagina.
- Gozaré cada segundo, mientras siento tu semen bajar por mis piernas… - camina, tambaleándose, hacia su escritorio. – Gracias por este delicioso “almuerzo”. – sonríe.
Dicho esto, se pierde en el pasillo que sale de la cafetería. Termino de vestirme, para poder finalizar mi almuerzo y reponer mis energías, antes de seguir con una tarde laboral. Fueron los mejores, primeros, 45 minutos de almuerzo, en mucho tiempo.
El resto de la jornada siguió tranquila, alguna que otra mirada de parte de Marcia y Paula, algunos comentarios coquetos por parte de Lucas, pero nada en especial. Al finalizar el turno, el resto del equipo se despide, sin embargo, yo me quedo unos momentos más, considerando que llegué más tarde al puesto, luego de ese almuerzo especial. Cuando termino de cerrar mi jornada, Renato se acerca y me pide que me junte con él en su oficina, en mi cabeza estaba claro el mensaje, era algo relacionado con el almuerzo y lo que pasó en este.
- Toma asiento. ¿Te ofrezco algo para tomar? – pregunta mientras cierra la puerta de la oficina.
En el piso ya no quedaba nadie, cada uno estaba en sus respectivas habitaciones y Laura se había retirado a su hogar, ella vivía bastante cerca, pero no se quedaba en el mismo lugar que todos.
- Escuché que te adaptaste muy bien al ritmo de la oficina y a tus compañeros. – esboza una sonrisa.
- Sí, así fue. – respondo con algo de preocupación.
- Mira – indica en un tono serio – en esta oficina, el tipo de cosas que has vivido pasan, y pasan muy seguido.
- Si bien, como te comenté ayer, tiene que ser de mutuo acuerdo, la idea es aprovechar los momentos, pero respetar a los compañeros y compañeras.
- Lo que pasó hoy en la cafetería, bueno…, no es el mejor lugar, podrías haber ido a tu habitación o alguna sala de reuniones. – sigue con tono serio.
- Pero me alegra que pasara, Laura es una mujer muy sola, está casada con un hombre muy abusivo y no que tiene sexo con ella, hace varios años. – explica.
- Pero no quiero que esto vuelva a suceder en las áreas comunes. ¿Está claro?
Lo observo con atención, mientras me hace estos comentarios, quedo helado cuando me indica que Laura es casada, pero me cuadra la manera que se portó cuando teníamos sexo, estaba como poseída, en verdad parecía tener todo ese deseo acumulado y desesperado de salir, como lo hizo. En ese momento, esbocé una pequeña sonrisa, saber que tuve la oportunidad de hacerla gozar y recibir toda esa pasión reprimida.
- ¡Está claro! – respondo luego de unos segundos – No volverá a suceder, en las áreas comunes.
Seguido de esto, Renato se pone de pie, camina hacia mi y se apoya en el borde del escritorio de madera, es de esos escritorios antiguos, solidos.
- Con respecto al trato que le doy a cada uno de mis empleados, bueno este es el punto que quiero tocar contigo. – en su rostro se denota una expresión más relajada, pero igual de seria.
- El que quiere tener sexo, en este trabajo, puede hacerlo – en este momento me mira fijamente – pero tiene que pagar para poder hacerlo.
Lo quedo mirando sin entender nada, ¿ahora quiere que le pague? A este paso me quedare sin sueldo, pensaba.
- No es dinero lo que tienes que pagar. – interrumpe mis pensamientos, Renato.
- Si quieres tener sexo, de cualquier tipo, dar y/o recibir, tienes que darme algo a cambio.
- De esta manera, tu y tus compañeros son libres de hacer lo que quieran y yo también me divierto. – comenta sobándose el pico y bajando el cierre de su pantalón.
- ¿Qué te parece la oferta?
Lo dejo hacer, espero a que saque su pico, puedo observar con deseo ese pedazo de carne gruesa, 22 cm de placer, frente a mis ojos. Sin decir ni una palabra, me acerco al borde la silla y, con la punta de la lengua, le doy una lamida del los huevos hasta la punta, para luego abrir la boca y empezar a chuparlo. Levanto un poco la mirada, veo como Renato hecha la cabeza hacia atrás y se toma con fuerza del escritorio. Se deja caer un poco, sigue sentado mientras yo juego con ese, delicioso, pedazo de carne. Aumento el ritmo de mi mamada, lo saco, apretó con las manos, me lo paso por la cara, me lo meto entero en la boca, juego con mi lengua, le acaricio las bolas con una mano y los masturbo con la otra, acaricio sus piernas, trasero y abdomen, mientras mi ritmo aumenta más y más. Siento sus piernas estremecer, entiendo que está cerca de acabar.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡No pareeeeees! ¡Sigue chupaaaaaaaando!
Una fuerte descarga entra por mi garganta, me toma por la cabeza, me hace ir cada vez más profundo, en la segunda descarga ya tengo su pico en mi garganta, su bolas en mis labios, alcanzo a regalarle un lengüetazo a sus bolas, antes de la tercera y última descarga de semen.
- Para que nos vamos a entender muy bien. – dice mientras me roba alguna gotas de su semen, que escurren por la comisura de mis labios.
- Este es nuestro trato y secreto, solo tu y yo lo sabremos.
- Con cada empleado, el trato es diferente. – me regala un tierno beso en los labios.
- Que descanses, mañana será un gran día.
- ¡Gracias, Renato! Buenas noches.
Me retiro a mi habitación, con el cuerpo agotado, me doy una breve ducha y a dormir. El segundo día de trabajo fue increíble y el tercero, promete ser mucho mejor.