El trabajo parte 1
Producto de la pandemia, me vi obligado a buscar otro trabajo. Nunca me imaginé lo especial que sería.
Hace unos meses atrás, producto de la pandemia, me vi obligado a buscar otro trabajo, ya que, como fotógrafo no me estaba entrando dinero. Producto de ello, encontré un trabajo temporal, como diseñador gráfico en Santiago, por 6 meses, esto me llevo a dejar el sur y mudarme a la capital por ese tiempo. El trabajo era bien pagado y dentro de los beneficios estaba el alojamiento, por el mismo tiempo. Al presentarme en la oficina, me recibe Laura, la secretaria, quién me indica que puedo pasar con el dueño de la empresa, este se llama Renato, un hombre de poco más de 50 años, 1,90mt., atlético, de mirada firme; me saluda de manera algo tosca, me indica que es lo que se espera de mí, como diseñador, y luego me lleva a conocer la oficina. Esta estaba distribuida de manera que casi todo era privado, en el primer piso (es un pequeño edificio de 4 pisos) estaba la tienda, donde se recibían los clientes y contaba con dos salas de reuniones de buen tamaño, en el segundo piso se encuentran dos salas grandes, en una están los diseñadores y en la otra una sala de reuniones (donde se coordinaban los trabajos), en el tercer y cuarto pisos se encuentran 8 dormitorios, de buen tamaño, que cuentan con baño privado y una pequeña cocina americana.
Luego del tour, me lleva a la sala de diseño y me presenta mis colegas de trabajo, estos son Marcela, una joven venezolana de 20 años, algo flaca, de prominentes pechos y un redondo trasero; Lucas, un joven paraguayo, de 28 años, claramente gay y afeminado; Paula, una mujer de 45 años, canosa, de pequeños pechos y trasero, algo entrada en carnes, pero hermosa; finalmente estaba, Marcia, una mujer de 35 de años, chilena, con unos pechos enormes, un pequeño trasero y una cintura bien marcada. Luego de la presentación, me indica, en privado, que las relaciones entre trabajadores son permitidas, siempre que sean consentidas y no se acepta ningún tipo de discriminación. Solo muevo la cabeza indicando entender y le comento que en mi condición de bisexual no tengo problema alguno con nadie. Luego me siento en mi puesto de trabajo y empiezo a ponerme al día con el entrenamiento, que será de 2 semanas.
Al terminar la jornada, me retiro a la habitación que me corresponde, está queda al lado de la habitación de Marcela. Luego de unos minutos siento tocar la puerta, al abrir, Renato me pregunta si puede pasar, a lo que le indico que sí.
- ¿Cómo te sientes en tu primer día? – pregunta, sentándose al borde de la cama.
- Bien – respondo algo desconcertado por la visita. – pero fue solo el primer día.
- Bueno – continua él – ya mañana te sentirás más cómodo y entraras en más confianza con el resto del personal.
Luego de esa frase, se levanta, sin quitarme la mirada, se despide caminando lento hacia la puerta, antes de salir, casi de casualidad, me acaricia el trasero, sonríe y se pierde en el pasillo. Esto me deja desconcertado, no me esperaba eso luego del discurso inicial. Antes de cerrar la puerta, se acerca Marcela, con una tierna y coqueta sonrisa, me pregunta si la puedo ayudar a mover un mueble en su habitación. Solo sonrío y voy en su ayuda.
- Perdona que te moleste, debes estar cansado. – indica, mientras recoge su cabello de manera coqueta.
- No te preocupes. – le respondo sin dejar de mirar los pechos, de reojo.
- Es raro que llegue alguien nuevo – comenta – y más que sea tan relajado con el ambiente.
- ¿Cuál ambiente? – pregunto curioso.
Suelta una breve carcajada, se sienta en la cama cruzando las piernas de manera sensual.
- ¿Acaso no te has dado cuenta? – dice un sonriso, mientras se muerde el labio.
- ¿Darme cuenta de que? – sigo desconcertado.
- En el equipo somos todos homosexuales, ya te habrás dado cuenta de que Lucas es gay, Paula y Marcia, son lesbianas y pareja entre si – sigue sonriendo de manera picara – yo soy transexual y Renato, es bisexual.
Esto me deja asombrado, la verdad es que me preocupe más del trabajo que de fijarme en mis compañeros, pero al menos entendía la actitud de Renato, al salir de la habitación.
- No me había dado cuenta de que eres transexual – respondo con una sonrisa coqueta. – y una muy hermosa, por lo demás.
Ella queda congelada, solo sonríe, se pone algo nerviosa, mientras me acerco dando pasos cortos pero firmes, en su dirección. Le hago una, suave, caricia en su rostro, antes de acércame a besarla, compartimos un jugoso beso, con mi mano derecha la tomo por la nuca y con la izquierda le acaricio uno de sus pechos, durísimo de la excitación. Ella responde acariciando el pico, por encima del pantalón, ya excitadísimo por la situación. Continúo besándola y acariciándola, mientras ella suelta mi pico de su prisión de tela, saltando como un resorte, queda a la altura de su cuello; la guio a mi pico, tomada de la nuca, ella abre sus dulces labios y empieza a regalarme una mamada sin igual, casi me hace acabar cuando me lame las bolas, con todo mi pico en su boca.
Sigo acariciando su cabeza, me tiene loco de deseo, la tomo entre mis brazos y empiezo a desvestirla, sus enormes pechos saltan a mi vista, me demoro lamiendo y jugando con cada uno de sus enormes pezones, mientras termino de sacarle esa faldita coqueta, me asombra no encontrar ropa interior, su pequeño y excitado pico salta a la vista, no debía medir más de 10 cm. Bajo acariciando y besando cada rincón de su cuerpo, este se estremece con cada caricia y cada lamida, luego le dedico una mamada a su pequeño pico, ella gime como poseída. Juego con su culito, le meto uno dedo, lo saco, le meto dos, los saco.
- ¡Por favor, métemela! – grita ganosa.
La giro de manera brusca, ella queda en cuatro, apoyada contra los pies de la cama. Primero juego con su agujero, meto y saco el glande una y otra vez, para luego clavársela de golpe, su cuerpo se encorva con mis embestidas, ella gime y grita de placer, no paro mi ritmo, ella grita que está acabando, son solo unas gotas de semen que salen de su pico, mientras yo sigo embistiendo, cada vez más fuerte ese culo hermoso y apretado; me excita ver como sus pechos se balancean al ritmo de mis embestidas. Se la saco de golpe, la recuesto sobre la cama, para luego volver a metérsela de golpe. Sus ojos se ponen blancos de placer, me agarro con fuerza de sus pechos, para seguir con mis movimientos, a los pocos minutos, le indico que voy a acabar.
- ¡Déjame llena de tu leche! ¡Quiero sentir como me llenas! – grita llena de deseo.
Le hago caso, son solo unas embestidas más para dejar su culo lleno de semen hirviendo. Me recuesto sobre ella, sudado, lleno de deseo. Compartimos un delicioso beso, antes que ella fuera a lamer mi pico, mientras soltaba las ultimas gotas de semen. Me da una mirada de puta en celo, con mi pico en su mano, lamiéndome entero y una sonrisa en su rostro.
Luego, sin decir palabra, se recuesta a mi lado, me abraza y me besa. Nos regalamos una tierna mirada, antes de quedarnos dormidos, llenos de placer.
Al día siguiente, despierto con la putita en cuatro, chupándome el pico, con el culito levantado; me regala una mirada golosa, sonríe y sigue chupando. La tomo por la cabeza, guio sus movimientos, le indico que voy a acabar, ella chupa con más ganas, cada vez se mete más, mi pico, en su garganta, hasta recibir su premio. Se relame entera, no desperdicia ni una sola gota. Gatea hacia mí, me regala un beso con sabor a semen, luego se levanta y me dice, caminando hacia el baño.
- Vamos que tenemos que trabajar, todos querrán saber quién me hizo gozar como loca, anoche. – dibuja una sonrisa pícara en su rostro.
Vuelvo a mi habitación, con el finde ducharme y cambiarme para empezar mi jornada laboral. Al llegar a mi puesto, me encuentro con una nota:
“ Gracias por una increíble noche y delicioso despertar, todavía tengo su sabor en mi boca y mi culito aun arde de deseo por ti. XOXO ”
Esto dibuja una sonrisa en mi rostro, me deja listo para iniciar una jornada laboral, o entrenamiento en productos, que promete ser diferente de cualquier otra.