El trabajo es lo primero
¿Y si conocieras a tu jefe antes de saber que lo es? Hay atracciones que no se pueden parar, aunque el trabajo se interponga.
A dos días de irme de vacaciones con mi familia en Julio me llamaron para trabajar. El trabajo era de media jornada, por la mañana en una oficina. Tengo 23 años y somos 5 personas en mi familia. Las vacaciones iban a consistir en irnos al pueblo de siempre a pasar la segunda mitad de Julio. Pero todo se truncó con aquella llamada que me citó para una entrevista. Al día siguiente fui a ella con pocas esperanzas de que me cogieran y pensando en que si me iba y al final me llamaban perdería la oportunidad.
Solo que justo la mañana en la que nos íbamos me llamaron para decirme que me habían cogido para el puesto. Mi familia ya tenía las maletas echas y todo preparado para salir por la tarde. Pensé que aquello les fastidiaría las vacaciones pero a la vez no podía rechazar aquel puesto de trabajo. Tras hablarlo con ellos y razonar que la única solución era quedarme en casa yo sola, a lo cual pusieron el grito en el cielo, no les quedó otra que aceptar. El resto de mi familia estaba de vacaciones o vivían a las afueras, así que no había más remedio, no podía quedarme con nadie. Era viernes y el lunes tenía que entrar a trabajar. Al fin mi familia se fue.
Ese fin de semana me lo pasé de escándalo saliendo por ahí con una amiga hasta por la mañana. El viernes fue un día de fiesta como otro cualquiera, fuimos a una discoteca a bailar y tomarnos algo las dos para celebrarlo. El sábado, en cambio, conocí a un chico en una discoteca. Un chico moreno, de unos profundos ojos marrones, alto y delgado. Vamos, de los que a mí me gustan. Era un poco mayor que yo pero me daba igual. Estuvimos bailando mientras mi amiga bailaba con un amigo suyo. Cada vez bailábamos más pegados y nos rozábamos más. Estábamos los dos ya bastante calentitos cuando me dijo que le acompañara al baño. Fuimos hasta la puerta del baño de los chicos y cuando nadie nos veía entramos y nos encerramos en uno. Ahí fue cuando me besó y empezó a meterme mano. La cosa no pasó de ahí. Aún más calientes que antes salimos del baño y volvimos con mi amiga y su amigo, los cuales estaban sentados tomando algo y hablando. Nos tomamos algo con ellos y luego nos fuimos a seguir bailando mientras ellos hablaban. Seguimos con los rozamientos y ya si que me besaba allí delante de todo el mundo. Cuando llegó la hora de irnos, mi amiga vino a buscarme ya que estábamos los dos enroscados besándonos. Como no habíamos venido en coche ellos se ofrecieron a llevarnos. Salimos de la discoteca y nos fuimos los cuatro al coche de mi chico. Solo que le dio las llaves a su amigo y él se sentó detrás conmigo. Mi amiga y su amigo no miraban, pero sabían que en los asientos de atrás estábamos los dos dándonos el lote. Llegamos cerca de mi casa y nos despedimos. Mi amiga se quedó a dormir conmigo.
A la mañana siguiente todo fue hablar de la pasada noche. Mi amiga decía que estaba loca, que me había liado con un tío muy mayor. Pero a mí eso me daba igual, me había gustado, y mucho. Le había dado el móvil y estaba deseando que me llamara para quedar con él, pero en un sitio más tranquilo, para hablar y conocernos. Además tendría la casa para mí durante 12 días más, por si quería invitarle a algo más que a hablar. Esa misma mañana me llamó en cuanto se levantó. Quería saber si todo había sido un sueño o había sido real. Estuvimos un rato hablando por teléfono y quedamos en volver a vernos el siguiente fin de semana. A mí me hubiera gustado quedar ese mismo día, pero al día siguiente comenzaba a trabajar y quería descansar y centrarme.
Llegó el lunes y me levanté temprano para ir al trabajo. Estaba bastante nerviosa. No sabía si lo haría bien o como sería la gente allí. Solo conocía a la recepcionista y a la mujer de recursos humanos que me entrevistó. Mi puesto era de secretaria de dirección. Llevaba todo el domingo pensando en cómo sería mi jefe, y sobre todo en cómo me iría en mi trabajo. Me imaginaba al típico jefe cascarrabias que se pasa el día trabajando y al que le tendría que aguantar muchas cosas. Y aunque lo había intentado no había podido quitarme al chico de la discoteca de la cabeza. Llegué allí unos diez minutos antes y cuando iba a entrar me pareció ver en esa misma calle el coche del de la discoteca. Realmente me había obsesionado un poco con él. Entré y le di mis datos a la recepcionista, que me dio la que sería mi tarjeta de entrada a partir de ahora. La cogí y me dirigí a mi puesto. La mujer de recursos humanos me esperaba allí. Iba a presentarme a mi jefe pero éste estaba en una reunión muy importante y no llegaría hasta después de la hora del café. Me senté en mi lugar y ella me explicó cómo iban los programas y que hasta que él viniera y me dijera lo que debía hacer, mi trabajo solo consistiría en cogerle las llamadas. Fácil. Me senté allí y eso fue lo que hice durante aproximadamente una hora. Aproveché un rato de relax para ir a por un café a la máquina que había en la misma planta, al lado del ascensor.
Estaba allí esperando el café cuando veo pasar al chico del sábado que estuvo con mi amiga. Nos saludamos y nos hicimos la típica pregunta de qué hacíamos allí. Él trabajaba como publicista y yo le conté que era la nueva secretaria de dirección. “No puede ser”, me dijo y se echó a reír. “¿Qué pasa?”. “Nada, me parece que lo vas a descubrir tu misma en breve. Te veo luego”, y se fue. Me había dejado con la intriga después de aquello. No queriendo tardar mucho más cogí el café y me fui a mi mesa. La puerta del despacho estaba cerrada, así que me imaginé que mi jefe estaba ya dentro. Llamaron por teléfono y le llamé para ver si podía recibir llamadas. Tenía la voz joven y no parecía para nada un cascarrabias. Eso sí, se le notaba muy serio. “Pásamela y cuando acabe de hablar, entra”, me dijo. Me puse algo más nerviosa. Me coloqué bien el pelo, la blusa y respiré profundamente cuando vi que ya había colgado el teléfono. Llamé a la puerta y me dijo que pasara.
Me temblaban las piernas pero entré. Y allí estaba él, el mismo chico del sábado por la noche en la discoteca. Sentado en aquel sillón, con traje de chaqueta y corbata. Levantó la vista y los dos nos vimos la expresión de sorpresa del otro. En un principio ninguno de los dos fue capaz de articular palabra, hasta que por fin él me dijo, pasa y siéntate por favor. No podía haber empezado con peor pie en la empresa. Me contrataban de secretaria y resulta que me había liado con el jefe. Eso sí, antes de saber que era el jefe. Pensé que me echaría de inmediato, pero no lo hizo. Él, muy correcto, dejó lo personal a un lado y me explicó mis funciones en la empresa. Yo no aparté la vista de sus labios en ningún momento. No podía mirarle a los ojos, no después de todo lo de aquella noche.
Creo que no respiré hasta que salí del despacho. Me senté en mi sitio y empecé a revisar lo que me había dicho. Le pasé un par de llamadas antes de que su amigo se pasara por allí. Me miró la cara y me dijo “eso era a lo que me refería antes”. Desde luego me podía haber avisado para ir prevenida. Aunque a él parecía no haberle avisado tampoco. Entró en el despacho de mi jefe y éste me llamó para decirme que no le pasara llamadas. Me hubiera encantado escuchar aquella conversación, pero era mi primer día y no quería fastidiarla más de lo que ya la había fastidiado.
Su amigo salió más de media hora después, con una sonrisa en los labios. Estaba segura de que habían estado hablando de mí. Salió sin decirme nada. Mi jefe me llamó inmediatamente y me dijo que entrara. Necesitaba que escribiera una carta y tenía que tomarle nota. Entré con un cuaderno y me senté a copiar lo que él me dictaba. Él se levantó para dictármelo y se puso a dar vueltas por la habitación, lo que me hizo ponerme bastante nerviosa y me temblaba el pulso. Cuando terminó me levanté para irme, pero él me agarró del brazo y me dijo “no te vayas todavía, me gustaría hablar contigo de una cosa”. Le deje hablar. Nadie sabía de sus salidas nocturnas con su amigo, el publicista, y no quería que corriera la voz en la empresa, y aún menos de que se había liado con la que había contratado como secretaria. Ese se había liado me sonó a un pasado que no volvería a ocurrir. Le prometí que no comentaría nada, al igual que su publicista se lo había prometido.
La jornada de trabajo se me hizo eterna y al fin me fui a casa. Mis padres fueron los primeros en llamarme para ver que tal me había ido, y les dije que bien. Al menos después de todo no me habían despedido. Seguidamente llamé a mi amiga y se lo conté. Estuvo riéndose un rato, pero yo no le veía la gracia al asunto. “Mira el lado bueno, me dijo, así lo verás todos los días”.
Decidí que tenía que salir a dar una vuelta para despejarme, pero en ese momento sonó mi móvil. Miré el número y era él. “Necesito verte”, me dijo. Y quedamos en un bar media hora después. Aún iba con el traje de por la mañana. Yo me presenté en vaqueros. Ahora sí que se notaba la diferencia entre nosotros dos. Nos tomamos algo mientras hablamos. Me contó cómo había llegado a ser quien era en la empresa y todo lo demás que debía saber. Yo le conté que no quería que mi puesto peligrara ya que necesitaba el trabajo, y que ante todo estaba el trabajo. Antes de perderlo, prefería perder lo que teníamos. Una hora después estábamos entrando por la puerta de mi casa, él ya sin corbata. Nos desnudamos de camino a mi cuarto y acabamos en la cama. Me desperté a las 6 de la mañana, acomodada en su pecho mientras él me acariciaba el pelo.
Desayunamos, nos vestimos y él salió de casa antes que yo. Se fue a su casa a ducharse y a cambiarse de traje, no podía ir a trabajar con lo mismo. Aparte de que su camisa estaba bastante arrugada y su corbata había desaparecido. Cuando llegué al despacho él estaba allí recién duchado, con camisa y corbata impolutas. El primero en pasar por su despacho fue su amigo, al que me imagino que le contaría lo ocurrido, ya que oí más de una carcajada y salió sonriendo. Una hora después mi amiga me llamaba por teléfono para saber si era verdad lo que le había contado el amigo de éste. No supe mentirle y se lo confirmé. Vale, irremediablemente estaba loca, pero es que todo había surgido de manera tan natural. Habíamos dejado nuestras posturas claras pero la atracción fue más fuerte y acabamos metiéndonos mano. Y como era de esperar había que terminar el calentón de la discoteca. En la cama no era malo, pero sí que un poco tradicional y había tenido que enseñarle algunas cosas. Por lo demás era todo lo que me gusta de un chico. Pero claro, ese chico era mi jefe.
Mi segundo día de trabajo fue de lo más normal, me fui adaptando y conociendo compañeros. Y así fueron transcurriendo los siguientes días. Una de mis compañeras, me dijo que últimamente el publicista se pasaba demasiadas veces por el despacho de mi jefe, y corría el rumor de que o tenían un lío o de que iba detrás mía. Para que desmentirlas, era mejor así. Aun así un día le llamé para avisarlo de los rumores, aunque él no me avisara de quien era mi jefe el primer día. Dejó de pasarse con tanta frecuencia por el despacho, pasando a usar más el móvil. Mi amiga volvió a quedar con él. Y al fin llegó el viernes. Menudos cinco días tan estresantes. Esa noche le dije a mi amiga que necesitaba desestresarme, y que sería una noche de chicas, para salir nosotras dos solas. Cuál fue mi sorpresa cuando al llegar a la discoteca nos los encontramos a ellos. Charlamos durante toda la noche, pero esta vez fueron nuestros amigos los que se liaron. Entre unas cosas y otras, nos pasamos un poco con las copas y ninguno estaba en condiciones de conducir.
Salimos de la discoteca y pedimos un taxi. Cuando el taxista pregunto a dónde íbamos mi amiga dio mi dirección. Y a mi casa nos fuimos los cuatro, supuestamente a tomar la última. Pero fue entrar y nuestros dos amigos desaparecieron en una habitación, dejándonos a los dos solos. Nos sentamos en el sofá del salón y le dije de tomarnos una copa pero no me dejó levantarme. Una de sus piernas me rodeó la cintura atrayéndome hacia él. Empezamos a besarnos y se fue colocando sobre mí en el sofá. Desde el cuarto nos venían los ruidos y gemidos de nuestros amigos y nos propusimos superarles, allí mismo, en el salón. Sabíamos que podían salir y vernos allí haciendo el amor y eso nos dio aun más morbo. Me hizo gritar de placer follándome en el sofá. Dejamos nuestra ropa esparcida por todo el salón y cogiéndome en brazos me hizo el amor sobre la mesa, el sofá… acabando sobre una manta que tiró al suelo.
Cuando nos repusimos ya no se escuchaban nuestros amigos y supusimos que se habrían quedado dormidos. Le cogí del brazo y lo lleve a mi cuarto, a la cama que él ya conocía. Era pequeña para los dos pero con eso estábamos más pegados el uno al otro. Dormimos durante toda la noche, pero a cada dos horas uno de los dos despertaba al otro para echar uno rapidito. La poca libertad de movimientos de la cama y nuestras pocas ganas de salir de ella nos hizo agudizar el ingenio. Unas veces fui yo la que me puse sobre él, otras me puse a cuatro patas para que él me penetrara desde atrás, y al final me sorprendió que él dentro de lo tradicional que era probara un par de posturas complicadas.
Dormí hasta bien entrada la mañana y cuando me desperté estaba sola en la cama. Supuse que se habría ido a casa. Me levanté y me metí en la ducha, olvidándome por completo que mi amiga debía de seguir en casa. Salí del baño con el albornoz y fui al cuarto en el que se había metido mi amiga. También estaba sola en la cama y me puse a su lado para despertarla. Estaba abriendo los ojos cuando escuchamos ruido en la cocina y nos asustamos. Se puso una bata por encima y me acompañó. Llegamos a la puerta de la cocina y nos encontramos a los dos haciendo el desayuno, o más bien intentándolo. Habían sacado cuatro tazas y estaban peleándose con la cafetera. Los agarramos de la cintura por detrás y ellos se giraron para besarnos y darnos los buenos días.
Nos sentamos a desayunar en el salón una vez recogimos la ropa que teníamos esparcida. Mi amiga también se dio una ducha y le dejé algo de ropa porque ellos se empeñaron en invitarnos a comer fuera. Pasamos todo el día por ahí con ellos, y por la noche volvimos a quedar, tras pasar ellos por casa a darse una ducha y nosotras volviendo a arreglarnos. Esta vez nos esforzamos aún más que la noche anterior. Nos pusimos más escote, más relleno, más maquillaje, menos ropa pero más elegante y nos alisamos el pelo. Estábamos más que impresionantes, acordes con nuestros dos acompañantes de traje de chaqueta. Nos llevaron a uno de los sitios más exclusivos de la ciudad y bailamos toda la noche. A la hora de irnos volvió a suceder lo de la noche anterior y le dimos al taxista la dirección de mi casa. Esta vez nos sentamos los cuatro en el salón y ellos nos pidieron que le hiciéramos un streap-tease. Así que pusimos música acorde con la situación y empezamos a bailar mientras nos desprendíamos de la ropa. Solo por ver sus caras merecía la pena. Mi amiga, que había bebido alguna copa de más, se puso a contonearse conmigo y sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo. Al principio le seguí el juego un poco y me di cuenta de que ellos se estaban poniendo a mil viéndonos a las dos. Me puse a espaldas de ella y bajando hasta su culo, agarre su tanga con los dientes y se lo bajé hasta las rodillas. Cuando miré al sofá ya tenían los dos sus pollas fuera y se las estaban meneando al ritmo de la música. Mi amiga hizo lo mismo para quitarme el tanga, pero abriéndome más las piernas y dejando a la vista tanto su culo como el mío. El ambiente ya estaba bastante caliente y nos acercamos al sofá.
Pero esta vez cambiamos de pareja. Mi amiga se puso a desnudar a mi jefe y yo a su amigo. Recorrimos sus cuerpos con las manos y los labios y no les dejamos que se tocaran mientras nosotras les besábamos. He de decir que su amigo tenía la polla bastante más gruesa y un cuerpo muy atlético. Decidimos volver a cambiar de pareja. Me senté directamente sobre él y mi amiga hizo lo mismo, sin importarnos estar los cuatro juntos. Empezamos a saltar las dos de la manera más salvaje, haciendo que ellos gimieran. Sus manos nos agarraban los pechos y nos ayudaban a subir y bajar. Ya no sabíamos quien tocaba a quién estando los cuatro tan juntos. Nos cogieron y nos pusieron sobre el sofá y yo le susurré al amigo en el oído que quería probar como follaba. Así que intercambiamos a los chicos y sin duda mi amiga disfrutó bastante con mi chico. Volvimos a cambiar, esta vez echándonos sobre una alfombra que había colocado en el suelo. Estábamos tan calientes que no notábamos el frío del suelo. Mi amiga y yo nos besábamos y ellos se excitaban aún más. Empezaron a montarnos mientras enroscábamos nuestras lenguas y cuando querían que nos separáramos nos daban un cachete en el culo, lo cual nos ponía aún más cachondas. Llegamos al orgasmo unas cuantas de veces y salió leche disparada por todos sitios. Dormimos los cuatro sobre la alfombra, con una manta que nos echamos por encima.
Por la mañana empecé a recordar las escenas del día anterior y me sentí bastante extraña. Nunca había tenido tanta confianza con mi amiga como para haber hecho algo así. Ellos nos confesaron que ellos tampoco y que nunca habían pensado que les pasaría algo como los que nos había pasado anoche. Pero había pasado y la verdad es que había sido alucinante.
Pasamos el domingo en casa de mi jefe, volviendo a jugar los cuatro. Pero esta vez los juegos fueron un poco más allá y nos penetraron los dos a la vez a cada una, uno por cada agujero. Tuve dos orgasmos en aquellos cinco minutos que pasé taponada por los dos, que se compaginaban para penetrarme.
El lunes llegué al trabajo con cara de haber dormido poco el fin de semana, pero con la piel más tersa que había tenido jamás. Era como si me hubiera pasado el fin de semana en un balneario cuidando de mi piel, pero a mi cuerpo le faltaba ese reposo. No dijimos nada a nadie ni hablamos al respecto entre nosotros. Pero al llegar el fin de semana volvimos a irnos a casa él, donde desde que habían vuelto mis padres nos reuníamos los cuatro. Y aunque la mayoría de las veces estábamos cada uno con su pareja, volvimos a repetir el hacer un intercambio y una orgía. Incluso una noche se nos unió un primo de uno de ellos que estaba pasando en fin de semana en su casa. En la empresa no se sospecha ya nada de nosotros tres, pero algún día se tendrán que enterar ya que mi jefe y yo llevamos más de un año viviendo juntos y tanto él como su amigo nos han pedido a mi amiga y a mí que nos casemos con ellos. Yo con mi jefe y mi amiga con su amigo, claro está.