El Torturador (1)

Mi vida cambió cuando fui arrestado por la policía de mi país.

EL TORTURADOR (Parte I)

Siempre me he considerado un ser feliz. A mis 34 años he disfrutado de muchos placeres, sobre todo carnales, ya que he estado con muchas mujeres. Mis líos comenzaron un día que dos policías vestidos de civil me detuvieron, me hicieron subir a un automóvil y me condujeron a un lugar al otro lado de la ciudad. Estaba más que asustado cuando me presentaron ante un efectivo militar, quien grotescamente me dijo:

  • Se le acusa de conspirar contra este gobierno, sabemos en qué pasos anda y queremos que nos diga inmediatamente todo lo que sabe de las personas que colaboran con usted en esto y los planes que tienen.

Yo me asusté aún más. Ciertamente yo era un conspirador, ¿Y cómo no iba a serlo con un gobierno tan dictatorial como el de mi país?, pero no debía decir nada y asustado contesté:

  • Señor, yo no sé nada, no sé por qué me trajeron aquí, de verdad no tengo idea de lo que me está preguntando.

-Le advierto que es mejor para usted que hable o de lo contrario...

-¿ De lo contrario qué? -pregunté temiendo lo peor-.

-De lo contrario lo haremos confesar, usted decide

Era un terrible dilema, lo menos que quería era delatar a mis compañeros, pero también me asustaba lo que podrían hacerme.

-Le repito que no sé nada, creo que soy victima de una equivocación.

-Usted lo decidió, díganle al sargento Willy que se presente en mi oficina-ordenó por su celular-

Al rato se presentó un joven de mediana estatura, blanco, musculoso, cabello castaño claro, ojos verdes y a pesar de considerarme heterosexual noté que era muy bien parecido, saludó a la usanza militar, colocándose la mano derecha en la sien y dijo:

-¡A la orden mi coronel!

-Llévese a este individuo y aplíquele el Nivel 1.

-Sí mi coronel, ¡camina! -me dijo-.

Caminamos por un largo pasillo y me hizo entrar en una habitación cuya puerta cerró con llave. Mi corazón casi se salía de su lugar, no le recomiendo a nadie pasar por lo mismo que pasé yo. Sin embargo, a pesar de mi terror sentí un detalle en ese muchacho: tenía un fuerte olor a sudor. A pesar de todo y hasta cierto punto me inspiraba confianza.

Al principio trató de razonar conmigo, pero antes me ató fuertemente a una silla de la habitación, con las manos hacia atrás. La pistola que llevaba al cinto me quitó toda intención de resistirme. Tomó otra silla, se sentó detrás de mí y comenzó a intimidarme hablándome cerca del oído. En ese momento noté que el sargento tenía un mal aliento realmente asqueroso y que al conversar conmigo lo exhalaba suave y deliberadamente cerca de mi nariz. Aquello estaba diseñado para molestarme, ya que era conocido en mi país que estos personajes eran entrenados en sutiles (y algunas también brutales) técnicas de tortura para arrancar confesiones. Al mismo tiempo me decía:

  • Es mejor que hables amigo, así no tendré que hacerte nada.

  • No sé nada, de verdad, si supiera lo diría todo, por cierto, ¿Qué es eso de "Nivel 1"?.

  • Es la intensidad de castigo que te aplicaré si no sueltas lo que sabes.

-¿En qué consiste el Nivel 1?

-Es castigo psicológico.

-¿Hay otros niveles?

-Sí, el 2, que es castigo físico y el 3 que es castigo a tus seres queridos. Tú decides, si hablas no te haremos nada, si no hablas te subiremos el nivel.

-Pero, es que no sé nada.

-Habla, te lo digo por tu bien.

El sargento se quitó su camisa y pude notar mejor su cuerpo atlético. No sabía por qué en ese momento, pero la imagen del sargento me atraía en cierto modo, en algunos días descubriría la razón. Estaba entre el miedo y a la curiosidad.

-He estado entrenando toda la mañana y estoy muy sudado, habla y no tendrás que sentirme de cerca.

Yo no tenía ni la más mínima idea de lo que quería decir.

-No sé nada –repliqué con voz baja-

-¡Habla bastardo o te obligaré a hacerlo!-me dijo mientras me halaba la cabeza hacia atrás, asiéndome fuertemente por los cabellos-

-Le repito que no sé nada-dije con voz entrecortada por el miedo-

-No me dejas otra opción, comenzaremos con el Nivel 1.

Seguidamente, me colocó en la boca una cinta plástica plateada, de esas que se usan para embalar en cajas, cuya única razón (supe luego) era evitar que mordiera al sargento, todo estaba pensado y calculado por estos esbirros. Entonces alzó su brazo derecho y con el izquierdo guió mi cabeza hacia su axila derecha y pegó mi nariz de ella. Luego me apretó con su poderoso brazo derecho. Sentí aquel fortísimo olor axilar penetrar por mi nariz. Aquello era nauseabundo, insoportable. Allí entendí la razón del castigo psicológico. Era preferible hablar y no sufrir esa infernal fetidez. Sentía que no podría soportar aquello por mucho tiempo, pero resistí todo lo que pude. Después de un rato el sargento me liberó de aquella tortura.

-¿Qué dices ahora?, habla o seguiré con esto.

Me quitó la cinta plástica, yo estaba entre mareado y asustado. Sólo pude decir:

-Yo no sé nada, de verdad, lo juro.

-Habla y terminará tu sufrimiento.

-Pero es que no sé nada.

-Entonces te daré otra dosis.

Volvió a colocarme la cinta, levantó entonces su brazo izquierdo y repitió la acción. Debí sentir de nuevo aquel olor acre de su sudor axilar. Por momentos pensé que era mejor hablar, mas no lo hice por respeto a mis compañeros.

Al cabo de un buen rato el sargento se dio cuenta que era infructuoso lo que estaba haciendo y decidió dejarme quieto.

-Puedes evitarte todo este sufrimiento si dices lo que sabes.

-Pero es que no sé nada sargento, de verdad, ¿Qué quiere que le diga si no conozco a nadie que conspire?

-Habla, al final te obligaremos a hacerlo, es preferible que no experimentes lo que te viene, si sigues sin soltar lo que sabes.

-No sé nada.

El sargento se levantó y colocó la silla que él estaba utilizando frente a mí y se volvió a sentar. Se quitó la bota militar y también la media de su pie derecho el cual colocó sobre mi pierna izquierda. Inmediatamente pude sentir la fetidez de su pie. Además vi tenía hongos en gran medida.

-Te dije antes que había estado entrenando toda la mañana, he corrido bastante, estas medias tienen toda una semana conmigo y como verás mi pie está todo lleno de hongos. Esos hongos fueron cultivados por médicos especialistas para aumentar el olor del pie y para crear una sensación visual desagradable. Habla o...

-¿Qué me harás ahora?, por favor no sigas con esto, yo no sé nada.

-Sí sabes y estás haciendo el duro. Mira, aquí estás sólo, tus cómplices no podrán ayudarte, lo mejor para ti es hablar, hazlo y no seguiré.

Esta vez me quedé callado. Ante esto el sargento tomó su bota y la puso en mi nariz, incluso la amarró con la trenza a mi cabeza. La hediondez que despedía era indescriptible. Posteriormente, me quitó su bota, subió su pie y comenzó a acariciarme la cara y la nariz. Era realmente repugnante todo ese olor y los hongos cerca de mi. Quería salir corriendo. Luego, el chico abrió los dedos pulgar e índice de si pie y me apretó la nariz. Era inexpresable el asco que sentía ante ese repulsivo pie. Al no conseguir confesiones de mi parte. Se descalzó también el pie izquierdo y con ambos me recorrió la cara. Ahora era doble la fuente de fetidez. Me sentía muy mal por todo aquello, realmente mal, pero decidí aguantar.

-Esto va a terminar peor si no hablas-me dijo-.

-Le diré una y mil veces que no conozco a nadie, ni sé nada de lo que me están preguntando.

-Entendido, tú lo quisiste. Se levantó y deje de sentir sus sucios pies en mi cara. Llamó por celular a alguien y le dijo que yo no había hablado. Recibió una orden y cortó la comunicación.

-Como no has hablado, han decidido que mañana pasarás a Nivel 2.

Pero esto es parte de otra entrega.