El Torneo (1)

Una guerrera que lucha por sobrevivir descubre lo excitante que puede ser un torneo de artes marciales.

EL TORNEO [Parte 1]

Corría el año 1320. Yo vivía viajando de un lugar para otro, sin hogar propio. Tenía que ganarme la vida robando a los más ricos. Mi verdadero trabajo era realizar algún tipo de encargo a cambio de cierta cantidad de dinero. Era una guerrera. Pero solía encontrar poca gente que pagase por mis servicios, por lo que esto no me era suficiente para sobre vivir.

Mi nombre es Marxia, mi cabello, color oro, llegaba hasta mitad de mi espalda. Aquel día llevaba la indumentaria que poseo normalmente, ropa de guerrera, que consta de unas botas que cubrían hasta mis rodillas, una pequeña y corta falda de piel color marrón, y en la parte superior de mi cuerpo, una especie de chaqueta que se unía en mi pecho mediante una cuerda entrelazada, dejando buena vista de mi escote (era poseedora de unos senos bastante generosos, mis medidas son 94-61-90), y por supuesto, a mi espalda colgaba una poderosa espada, con la cual no había enemigo que me hubiese vencido hasta entonces.

Necesitaba dinero como fuese, tenía que cubrir mis necesidades alimentarias, pero nadie reclamaba mis prestaciones como guerrera. Por ello, me disponía a saquear algún ciudadano que pasease por las calles de aquella ciudad (viajaba tan a menudo que ni siquiera recordaba su nombre).

Vi un tumulto de gente a lo lejos. Pensé que aquello sería un buen punto para encontrar una víctima, perseguirla, y pillarla por sorpresa. Me acerqué disimuladamente, mientras el aire que se había movido, azotaba violentamente mi hermosa melena rubia. Observé que el motivo de aquella gran reunión inesperada, era un papelito que colgaba de la pared del bar del pueblo.

Me abrí paso entre aquellas personas, hasta que alcancé a ver qué ponía allí. Era un anuncio que hablaba sobre un torneo. Pensé que aquella era mi gran oportunidad. Rápidamente busqué si se ofrecía algún tipo de recompensa. Efectivamente, y además bastante generosa, tanto que igual no tendría que volver a robar a nadie para sobrevivir, durante el resto de mi vida.

Toda la gente hablaba del torneo. Fijándome un poco más, vi que se celebraría de allí a dos días en el Castillo de la condesa Sharon. Quedaba a una hora a pie de la ciudad en la que me ubicaba en aquel instante. Estaba realmente feliz, era la mejor luchadora, y sabía que tenía grandes posibilidades de alzarme con el triunfo.

Mi cara quedó con gran expresión de asombro cuando poco después, leí las bases de ese torneo. Me quedé impresionada. Consistía en desnudar a tu oponente por completo y hacerle gemir de placer. Sólo así se vencería el combate. Esas eran las dos únicas reglas que había que tener en cuenta, a parte de que no valía el uso de ningún tipo de arma durante el combate. Pensé que todo eso era una broma, pero vi que estaba equivocada cuando me percaté de que toda la ciudad estaba llena de anuncios como ese. ¿Qué mente tan salida podía haber propuesto algo así?

Dudé por un momento apuntarme a aquel torneo, y más aún cuando vi que sólo se permitía la inscripción de guerreras, nada de hombres. Pero al sopesar todo eso con la inmensa cantidad de dinero que se pagaba, pensé que debía hacerlo para el bien de mi futuro. Al fin y al cabo no era lesbiana, pero tampoco me atraían los hombres, me gustaba mi vida solitaria. Decidí apuntarme. Aunque no quería hacer gemir de placer a otra mujer, y sí de dolor, es la mentalidad de una guerrera como yo.

Pasaron esos dos días y partí hacia mi destino.

Llegué a las puertas del Castillo de la condesa Sharon, la cual era una de las más ricas de la zona, según había oído. Rápidamente salió a recibirme una persona encapuchada. Deduje que era una mujer por los abultados senos que se adivinaban bajo aquella vestidura lila. Le expliqué mi motivo de la visita y me pidió que la siguiera. Llegamos a una habitación, donde había otra mujer encapuchada. Me pidieron que dejase mi nombre, para hacer los emparejamientos.

Después de esto me disponía a salir cuando una de ellas me dijo:

-¡Esperad!

-¿Qué ocurre?

-Hemos de asegurarnos que no lleváis armas.

-Ya he dejado mi espada en vuestro poder, ¿no es suficiente?

-No. No lo es. No podemos fiarnos de vuestra palabra.

Tuve que acceder a que me realizasen un registro de arriba abajo.

-Vamos, desnudaos.

Me quité las botas. Cada mujer tomó una de ellas para ver que no llevaba nada dentro. Empecé a desatar lentamente la cuerda que unía mi chaqueta. La dejé caer. Mis pechos firmes quedaron al descubierto mientras una de las mujeres se acercaba y recogía mi chaqueta para registrarla. Continúe con mi falda. La desabroché del costado y se la dejé para ser examinada. Y finalmente hice lo mismo con la especie de trapo anudado que cubría mis partes más íntimas. Viendo que no llebaba armas, les pedí que me devolvieran mi ropa.

Una de ellas se acercó y me dijo que tenían que estar completamente seguras. Me pidió que me sentase y abriese las piernas, podía llebar algún tipo de objeto escondido. Pensé en el dinero del torneo y accedí.

Me senté en una silla vieja que tenían. Las espinas de la madera se clavaban en mis glúteos. La mujer me abrió mi vagina y la empezó a examinar. Metió un dedo en ella buscando algo, pero no iba a encontrar nada. Empecé a sentir algo extraño en mi. Aquella mujer encapuchada penetraba más a dentro de mi, incluso se ayudó con otro dedo, uno de cada mano.

Al no encontrar nada, me dijo:

-Perfecto, podéis ir a la sala de participantes.

Me vestí y me fui siguiendo las indicaciones de aquellas mujeres.

Llegué a una sala en la que habría sobre 60 mujeres. No conocía a nadie, todas parecían tener cualidades para ganar. Habían venido de todos los países del mundo.

Empecé a pensar que no iba a ser tan fácil la victoria.

Rápidamente entró otra mujer encapuchada y después de pedir silencio, repitió en voz alta las bases del torneo, el cual comenzaría en unos instantes.

Teníamos que ir saliendo a luchar cuando escuchásemos nuestro nombre. Mientras tanto podíamos ver las luchas desde una especie de palco.

Cuando entré a dicho palco, pude ver aquel tatami. Era bastante grande, pero me sorprendió la presencia de algunos objetos sobre él que posteriormente descubriría su uso. El tatami estaba vallado a su alrededor, para evitar que el numeroso público pudiese acceder a él. Entre tanta sorpresa, observé que todo el público se componía de mujeres, pero no le di importancia. Sonó un gran <> como señal del inicio del torneo. Todo había empezado.

Una de las mujeres encapuchadas leyó al azar dos papeletas y dijo en voz alta dos nombres de las que esperábamos salir a combatir. No era mi turno.

Subieron al tatami dos guerreras. A la derecha una chica joven, de unos diecisiete o dieciocho años. Pelo negro, piel morena. Poseía un tipo de camiseta de piel de la época, con escote y que dejaba ver su ombligo. Pantalón muy corto y unas botas que no le llegaban a sus rodillas. Era bastante bella. La de pelo castaño que era la de la izquierda, llevaba una falda cortada por amobs costados para una mayor facilidad en los combates, unas botas medianas, y un trapo atado al cuerpo en forma de turbante que le cubría desde la mitad de sus pechos, sin dejar ver sus pezones, hasta el principio de la falda.

Sonó el <>.

Ambas quedaron estáticas. La morena se acercó lentamente, pero cuando estaba a pocos metros, su contrincante hizo un movimiento rápido y se le puso en la espalda, la cogió del cuello con un brazo y con la otra mano empezó a tirar de su camiseta con fuerza. Pero ésta no cedía, estaba hecha de un material bastante duro. Cada vez, el material de la camiseta se debilitaba más y más, empezando a ceder.

Desde lo alto del palco, debido al estirazón que produjo en la camiseta, se podían apreciar perfectamente los senos de la morena. El público gritaba y gritaba. La ropa cedió y acabó por romprese. La morena quedó sin protección en la parte superior de su cuerpo. Cayó al suelo debido al ahogo que produjo en su cuello su rival, la cual aprovechó la ocasión para desnudar completamente a su oponenete. La morena había perdido el sentido, y sin piedad su enemiga empezó a lamer violentamente su vagina. La morena iba recuperando el conocimiento, pero su cuerpo estaba ahora muy excitado y empezaba a retorcerse de placer. Se notaba que sus pezones se habían endurecido, no podía más, iba a gemir de placer, iba a perder. Se tapó la boca con ambas manos para evitar gemir. La de pelo castaño metió un dedo, des pués otro y otro, hasta meter toda la mano mientras le susurró al oido:

-Si no gimes de placer, lo harás de dolor.

La morena ya no podía más. Arqueaba su cuerpode una forma impresionante, iba a gritar, era irremediable. En un arrebato de pasión, y como intento desesperado de la victoria, arrancó de un tirón el turbante de su rival, que cubría sus senos. Con la otra mano cogió uno de sus senos con fuerza, lo cual hizo retroceder la iniciativa de su enemiga. Cambiaron las tornas. La morena se puso encima de la de pelo castaño cogiéndola por aquellos impresionantes senos y apretándolos con fuerza. Los apretaba con las manos y los dientes. Ahora ella dominaba la situación. Se oían quejidos a los que la morena respondía con más apretones y mordisqueo. La llevó hacia uno de los objetos que había en el tatami. Era una pared pequeña con cadenas. Encadenó sus brazos y piernas a la pared, y de otro tirón, arrancó su falda cortada y su ropa interior. Ya estaban ambas desnudas, pero la morena llevaba ahora todo a favor. Se acercó a ella y la besó profundamente en la boca, mientras su adversaria se movía intentando impedirlo. Recorrió todo su cuerpo con aquella lengua que parecía poder moverse a una velocidad increible. Chupó sus pezones, endureciéndolos, masajeó sus pechos con las palmas de las manos bien abiertas, bajando hasta sus glúteos, los cuales cogió con ambas manos y colocando una rodilla sobre su coño, la apretaba hacia él con fuerza. Presionaba su rodilla en su vagina y sus manos en sus glúteos, moviéndose muy rápidamente. De vez en cuando lamía su cara para producir más excitación. La morena se empapó de los jugos que produjo su rival, estaba a punto de tener un orgasmo, no lo puedo evitar:

-¡¡Ahhhhggggggggggggg.........sí...sí...aghhha.....agghhh....zorraaaaaaaaa!!

Volvió a sonar el "gong" y la morena venció aquel combate que tenía perdido hace unos instantes.

Yo no daba crédito a mis ojos. La morena seguidamente se tumbó en tierra y se cogió uno de sus pechos, mientras con otra mano se excitaba su coño. Quería terminar lo que había empezado aquella otra mujer, necesitaba correrse, la había dejado demasiado caliente.

Continuará...