El tormento de elsa
Sado, no consentido, filial, fetichismo.... Vuelvo a subirlo, con correcciones, suavizandolo un poco... pero no demasiado.
TRAS UNA TEMPORADA INACTIVO, Y TRAS LA INESTIMABLE AYUDA DE MUCHOS LECTORES, VUELVO A SUBIR EL RELATO DE EL TORMENTO DE ELSA CON CORRECCIONES Y NUEVOS MOMENTOS Y PARTES QUE SE ME HAN IDO OCURRIENDO A MEDIDA QUE LO ESCRIBIA, LLEGANDO A ESCRIBIR CAPITULOS ENTEROS DESDE CERO ENTRE LOS YA PUBLICADOS.
COMO SIEMPRE, CUALQUIER COMENTARIO SERÁ BIENVENIDO, AQUÍ, O EN MI CORREO PERSONAL.
GRACIAS
SE QUE CUANDO LO PUBLIQUÉ LA PRIMERÁ VEZ SE ME ACUSÓ DE UN SALVAJISMO EXTREMO, AUNQUE SE QUE A MUCHA ENTE LE GUSTABA TAMBIEN EL RELATO.
VOY A TRATAR DE, SIN SALIRME DEL ARGUMENTO ORIGINAL, SUAVIZARLO UN POCO, PROCURANDO NO HACER SUFRIR MUCHO A LOS DOS PROTAGONISTAS, PERO SIN DEJAR POR ELLO DE RELATAR GRANDES MOMENTOS QUE MUCHOS ME ELOJIARON DURANTE SU PRIMERA PUBLICACIÓN.
ESTE RELATO ES FICCIÓN, Y TODO LO AQUÍ RELATADO HA DE SER CONSIDERADO COMO TAL.
AL IGUAL QUE NO CREO QUE BRET EASTON ELLIS SEA UN SADICO DEPRAVADO POR ESCRIBIR AMERICAN PSYCHO, Y NO CREO QUE DESEE TODO EL MAL DE SU PERSONAJE Y LO PRÁCTIQUE, YO ESTOY EN CONTRA DE TODO ABUSO A CUALQUIER PERSONA, MÁXIME A UN MENOR.
ESTO ES SIMPLE LITERATURA, COMO CREO QUE ES TODO LO QUE SE ESCRIBE EN ESTA PÁGINA.
GRACIAS.
1
LUNES, 15 DE NOVIEMBRE DE 2010
00:34
-Acércate, ahora, y no trates de retrasarlo o será peor y no podrás sentarte en días sin llorar de dolor.
Temblando y sollozando, una noche más, acariciando su culo aun dolorido donde aun se veían nítidamente los morados y marcas carmesí de la última azotaina, recibida el viernes por la noche, Elsa, totalmente desnuda, ando lentamente hacia donde le esperaba su padre.
Como cada noche antes de acostarse desde que hiciera dos meses falleciera su madre, Elsa, de quince años, tenía que agacharse y ponerse de rodillas entre las piernas de su padre, que la esperaba desnudo en su sillón favorito del dormitorio principal, para chuparle su polla hasta que su leche la inundase la boca y bajara por su garganta produciéndola arcadas, las cuales, tras los primeros cinco días, consiguió controlar para que no acabaran en vómito.
Lo que la pobre aun no ha controlado son los espasmos, temblores y lágrimas que la produce cada instante de estos tres minutos o más, dependiendo del día y del estado de su padre, interminables que está agachada entre las piernas de este, Son tres terribles minutos que van desde que mete su polla seca, flácida y arrugada en su boca, hasta que se la saca, dura, gorda y firme, totalmente empapada de su saliva y el propio semen que termina de gotear mientras ella se traga el de su boca y relame el que le queda entre los labios y fuera de la boca sin parar de llorar y temblar, de rodillas, mirando a su padre viendo en este la sonrisa de siempre y la enorme satisfacción que le ha llenado tras la gozosa mamada de su hija.
Hoy, tras cinco minutos de intensa mamada, casi ya como una auténtica profesional, levantándose de entre las piernas de su padre cuando este la da permiso, Elsa siente su lasciva mirada sonriente cuando se da la vuelta y este acaricia su magullado culo mientras ella cierra los ojos y deja las lágrimas desbordarse por su joven y hermosos rostro.
-Bueno, - dice su padre sonriente con la erección aun presente y acariciando los cardenales y cicatrices del culo de Elsa - por hoy podemos dejar ya este culito tan tierno y dulce en paz. ¿No crees cielito?
La chica, llorando, asintió aliviada con la cabeza, susurrando entre lagrimas un “si por favor” que contentó a su padre, y tras el permiso del mismo fue hasta la cama de matrimonio, donde su madre había dormido junto a su padre hasta que enfermase hacia cuatro meses, y donde ella dormía junto a su padre desde el mismo día que su madre muriese. Allí, se tumbó sollozando, desnuda, sobre las sabanas, metiéndose entre ellas después, esperando la llegada de su padre junto a ella, y recordando como comenzó todo.
Su madre había pasado los dos últimos meses de su vida en un Hospital, ingresada por un cáncer que se la llevó en poco tiempo.
En todo ese tiempo, su padre apenas había ido a verla, y Elsa tampoco, pues los médicos tampoco se lo había aconsejado. La imagen de su madre demacrada y enferma podría traumatizarla.
Al morir su madre, Elsa no podía imaginarse que lo que la esperaba en casa desde esa misma noche la traumatizaría aun más.
La joven recuerda como esa primera noche, el trece de de septiembre de ese año, un lunes terrible, cuando aun lloraba sentada en el borde de la cama de su habitación a su madre recién enterrada su padre la llamó a su habitación.
Despacio, secándose las lágrimas, Elsa acudió al dormitorio de sus padres, ahora de su padre, y se quedó quieta en el umbral mirándole.
-Mañana empiezas el colegio cariño. – dijo el hombre serio, sentado ya en su sillón, el mismo sillón que desde entonces ocupa cada noche para recibir sonriente y ansioso la mamada de su hija, pero ese día vestido aún con el traje que había llevado en el funeral. – tienes que acostarte pronto.
Era cierto, al día siguiente era su primer día de clase en su nuevo colegio. Se habían mudado a ese chalet al principio de verano por un cambio de trabajo de su padre, a quien habían ascendido a comisario general de la policía. Fue poco después cuando su madre se desmayó en el baño y cuando la detectaron el tumor cerebral que acabó con su vida en un tiempo rapidísimo.
-Si papá – susurró Elsa, desde la puerta sin saber lo que la esperaba encima.
-Bueno, pero antes has de saber una cosa. Ven aquí cariño. – dijo palmeando su muslo.
Elsa, despacio, arrastrando sus pies descalzos cubiertos por medias negras, fue hasta su padre. Este, sonriente, la hizo sentarse en sus rodillas, la chiquilla, sonriendo débilmente, sin poder dejar de llorar se sentó y le abrazó, apoyando su cabeza en sus hombros, y recibiendo el consuelo y las caricias de su padre.
-Ahora tu eres la mujer de la casa, tú has de ocupar el lugar de tu madre – dijo dándole unas palmaditas en su muslo cubierto por las medias que se veía debajo de la falda del vestido negro que había llevado en todo el día, durante el funeral y el entierro de su madre.- Y eso implica comportarte dignamente, como ella, y hacer todo lo que ella hacía, absolutamente todo.
Y sin darse cuenta de lo que pasaba, Elsa noto como su padre metía su mano por dentro de su falda y acariciaba su entrepierna por encima de la tela de las medias y las braguitas. Rápidamente se soltó de su padre, asustada, tratando de levantarse gimiendo y sollozando, con la cara descompuesta, pero este se lo impidió abrazándola contra él. La muchacha quiso apartar la mano de su padre de entre sus piernas pero no pudo, y estaba a punto de chillar cuando su padre se detuvo y la tapó la boca con la mano que hacía unos segundos estaba entre sus piernas.
-Si chillas será peor, y nadie te creería. – dijo sonriendo – Créeme, ahora soy el comisario.
Y sonriendo volvió a meter la mano entre las piernas de Elsa que sollozó temblando, notando como su padre acariciaba su entrepierna, su rajita del sexo, por encima de su ropa, sin poder evitar sentir placer al cabo de unos segundos y empezar a humedecerse, como cuando se masturbaba entre sus sabanas metiéndose los dedos en su coñito.
Aquel día, ese fue el comienzo del tormento. Tras diez minutos, la hizo levantarse y desnudarse ante él. Elsa, gimiendo, llorando y temblando obedeció como una autómata, sin saber que hacer o que decir, solo temblando y sollozando.
Su padre sonrió al ver como el largo cabello negro caía sobre sus hombros y trataba de taparle los pechos pequeños, y como el rebelde vello negro inundaba su pubis tapando la estrechísima entrada del placer de su tierno y virginal coñito adolescente que la chica trataba de tapar con su mano mientras con su brazo trataba de tapar sus pechos.
- No te tapes cariñito, o será peor.
Elsa titubeó. Su padre la miró fijamente, intimidándola, y finalmente la pobrecilla dejó caer sus brazos a los lados, sin poder dejar de llorar un segundo. Su padre sintió complacido.
-Tendremos que cortar ese pelo. Tiene que dejarte libre los pechos, así que habrá que hacer algo con él más tarde. Ahora – dijo levantándose y bajándose los pantalones y los calzoncillos ante la mirada de Elsa que no podía dejar de llorar y temblar mientras su padre, a continuación, se quitaba la camisa quedándose tan desnudo como ella y sentándose de nuevo sonriente y feliz, como si su mujer no hubiera muerto.- ahora, ven aquí, arrodíllate ante mí y cumple como cumplía cada noche tu madre desde que la preñé de ti.
Su mujer le hacía cada noche una mamada hasta el final, tragándose toda la leche, desde que se quedara embarazada de Elsa hasta que nacárea, momento desde el cual solo follaban una vez al mes, pero cuando lo hacían, la follaba por sus tres agujeros, algo de lo que el gozaba, y su mujer también, y no estaba dispuesto a dejar de gozar, por lo menos, de una buena mamada antes de dormir.
Hazme una mamada, pero bien hecha, hasta el final, hasta que mi leche te baje por tu garganta y te llene el estómago.
Elsa, reprimiendo un nausea se quedó quieta donde estaba sin saber qué hacer, de pronto sintió unas terribles ganas de orinar, pero se contuvo, estaba muerta de miedo. Arrastrando sus pies, llorando, temblando, llegó hasta donde estaba su padre, sentado con las piernas abiertas y se arrodillo ante él.
La pobre Elsa no sabía qué hacer. Sabía a qué se refería su padre, lo sabía por algunas revistas que había visto en su antiguo colegio con sus amigas, y por alguna película porno que habían visto a escondidas. Además, ya tenía claro desde hace mucho que la daban asco las pollas, a ella le gustaban los coños, y de hecho ya había probado uno, el de Rocío, su mejor amiga en su anterior colegio, una noche en su casa cuando se quedó a dormir con ella y ambas se lamieron sus coños en un delicioso 69. Quizás, se dijo recordándolo y mirando la polla de su padre, seria parecido, y quizás, su padre estaba hoy demasiado afectado, y enajenado para darse cuenta de lo que hacía, se dijo llorando ante la visión de la flácida marrón y arrugada polla de su padre.
-¿A que estas esperando? ¡Empieza! –ordenó su padre y cogiéndola de la cabeza y su polla con la mano acercó una a la otra. Elsa, llorando, abrió la boca e introdujo el miembro fláccido y blando en su boca.
Gimiendo, Elsa empezó a mover la cabeza llorando y sollozando, succionando, pasando su lengua por la punta y la superficie de ese miembro que empezaba a crecer por momentos llenando su boca hasta hacerla querer vomitar mientras su padre la cogía las manitas y la obligaba a pasarlas por sus pelotas.
-Acarícialas, sácatela de la boca y pasa la lengua por toda la polla y lame también las pelotas de papi.
Sollozando, Elsa obedeció, lamió la polla de su padre y sus pelotas durante un minuto y después, a una nueva orden, volvió a meterse la polla en la boca y siguió succionando entre lágrimas, notando como la polla se hinchaba y como su padre se tensaba.
-Oh dios mi niñita… oh dios, oh diossss….. Que rico... que rico cariñito, que ricoooo.... Me viene ya, me vieneeee… Me corro, me corro me corr….
Una oleada de un torrente espeso y amargo inundo la boca de Elsa, que se sacó la polla de inmediato escupiendo la corrida de su padre y vomitando inmediatamente después en el suelo de parque sobre el que estaba arrodillada hasta hacia unos instantes.
-¡CERDA! –se levantó su padre hecho un obelisco. -¡TENIAS QUE TRAGARTELO, AHORA VERAS!
Y levantándola en volandas se la llevó a la cama, se sentó, la puso sobre sus rodillas y la estuvo azotando el culo entre gritos y llantos durante más de media hora, dejándole tan rojo, escocido y marcado que hasta a él le dolía la mano.
Ese día, ya durmió con él en la habitación, realmente más bien se acostó, pues no pudo dormir en toda la noche, ni en muchas noches siguientes, haciéndolo solo unas horas después de comer, cuando estaba sola en casa.
Tardó cinco días en tragarse el semen, recuerda, cinco días en los que su padre siguió azotándola el culo después de que ella vomitara todo tras sentir el semen en su boca.
El segundo día los azotes fueron de nuevo con la mano, pero los siguientes, con el culo ya morado y negro de los moratones, fue con el cinturón, y eso fue un castigo tan grande y doloroso que acabó por hacer acopio de fuerzas y dejó de vomitar entre espasmos y arcadas, así, tras esos días de azotainas en su magullado culito, Elsa, siempre se lo traga todo, e incluso se pasa la lengua por los labios, llorando, recogiendo hasta la última gota, tal y como ha hecho hoy.
Hoy, mientras tumbada en la cama, llorando y desnuda tras recordar una vez más ese primer día, Elsa siente a su padre meterse junto a ella y apagar la luz, para después notar a su padre acariciar su culo mientras se tumba desnudo junto a ella y la presiona la entrepierna con su polla, restregándosela con la rajita de su culo y la entrada estrechita de su coño sin llegar a penetrarla. Elsa, gimiendo, recibe asqueada el beso de buenas noches de su padre en la mejilla y trata de dormir, sin apenas conseguirlo como estos dos meses, preguntándose ya no cuándo acabará esto, si no cuando se decidirá su padre a follarla y dejarla de sentir esa tensión inagotable que siente cuando se acuesta apoyando su polla en ella, frotándose, restregándose, y dejándola encerrada entre sus muslos, tan cerca de su coñito virginal mientras le abraza y empieza a pellizcarla los pechos y los pezones con saña hasta que se le duermen del dolor.
En unas horas la esperaba un nuevo día en el colegio, sin sospechar, que su vida, está a punto de empeorar, aunque ella crea que eso es imposible.
LUNES, 15 DE NOVIEMBRE DE 2010
07:30
Desnuda ante el espejo, recién duchada, Elsa miraba su cara con las ojeras marcadas, y se las disimula lo que pudo con un poco de maquillaje.
Había adelgazado mucho en estos dos meses. Apenas dormía, comía poco, y el pelo corto, por la nuca, como su padre se lo había cortado dos días después de su primera mamada la daba un aspecto mucho más aniñado y delgado. Sin embargo seguía siendo una chica muy atractiva, aunque eso la importaba poco, pues no deseaba atraer a ningún chico.
Salió del baño y fue hasta donde descansaba su uniforme de colegio, colocado en un diván del dormitorio de su padre, ahora también de su dormitorio se dijo casi llorando, con los temblores inundándola, como cada mañana desde hace dos meses.
Elsa se vistió y bajó a la cocina donde su padre la había dejado preparado el desayuno y una bolsa con el bocadillo para el recreo. Al lado, había una nota.
“ESTA NOCHE CENO FUERA. LLEGARÉ TARDE, PERO ESPERAME DESPIERTA Y EN LA CAMA”
Elsa ahogó un gemido. No hacía falta que su padre pusiera que además tenía que esperar desnuda, ya sabía que tenía que ser así.
Había pensado en denunciarle al día siguiente de la primera mamada, pero él se lo debió oler y la advirtió que cualquier denuncia pasaría por sus manos como nuevo comisario y él la haría desaparecer.
-Nadie te creerá –la volvió a decir sonriendo la mañana siguiente al entierro de su madre mientras la acariciaba en la ducha, donde se habían metido juntos y donde él la masturbó con una mano, desde atrás, metiéndole los dedos en su coñito y pellizcándola los labios y el clítoris mientras con la otra mano la pellizcaba los pezones hasta amoratárselos, algo que haría cada día desde entonces - te tomaran por loca y creerán que se debe a la muerte de tu madre – siguió diciéndola pasando su polla entre sus piernas, sintiendo como ese enorme miembro cuando estaba erecto acariciaba sus labios vaginales sin metérsela, sobresaliendo la punta por entre ellos, asomándose entre su mata de pelo púbico – y acabaras encerrada en un manicomio, drogada cada día, y siendo violada constantemente por los doctores y enfermeros.
Y para acabar la obligó a hacerle una mamada bajo el agua de la ducha.
Aquel día, mientras recordaba todo, terminó de vestirse y se quedó parada en mitad de la habitación llorando durante cinco minutos, mirando el sillón donde su padre se sentaba cada día a esperar su boca.
Desayunó sin ganas y cuando acabó guardó la taza en el lavaplatos tras tirar por el sumidero los restos de leche y galletas que se habían quedado. Despacio, arrastrando los pies descalzos, fue hasta la entrada, donde estaba su mochila de colegio y todo su calzado. Como siempre que estaba en casa, por orden de su padre, fetichista de pies, estaba descalza. Eso era algo que ya había hecho cuando su madre vivía, incluso su madre lo hacía, pero pensaba que era por no manchar el parque de casa con el barro y el polvo de la calle, a pesar de que siempre veía a su padre calzado. Nunca le dio importancia. Ahora sabe que era por el fetichismo de su padre, que raya en lo obsceno a veces, pues la pobrecita ya le ha tenido que pajear con los pies en varias ocasiones hasta llenarlos de semen teniendo que lamérselos ella misma después, estando descalza del todo, con medias o calcetines. Daba igual, cuando la paja acababa por manchar sus piececitos, ella tenía que lamérselos hasta dejarlos limpitos.
Temblando, metió lentamente sus pies envueltos en medias verdes dentro de los mocasines negros del uniforme y cogiendo la mochila, salió de su casa sin saber que su vida, desde ese día, seria aun, mucho peor y cruel.
Salió de la zona residencial donde tenían el chalet y entró en el metro.
No se sentó en ningún asiento, a pesar de haber varios libres y de ser diez paradas. El culo la dolía aun, y prefería esperar a sentarse solo en clase.
Su padre la había azotado el viernes con el cinturón y con la vara, dejándola finas marcas carmesí donde la vara había casi cortado la piel.
Esta vez los azotes habían sido por arañarle la polla al sacársela de la boca más deprisa de lo habitual. Elsa le había rozado con los dientes, ya que su padre había empujado su polla hasta el fondo en el momento de eyacular, mandándole el chorro de semen directamente a su estomago. La joven, para evitar vomitar y controlar las arcadas, se retiró deprisa arañándole con sus dientes. Su padre, aulló, más por la sorpresa que por el dolor, y acto seguido la hizo subirse a la cama y tumbarse boca abajo, azotándola durante media hora con el cinturón y quince minutos con la caña, sonando solo los golpes en sus nalgas y sus gritos y llanto incontrolado.
En dos meses, su padre la había azotado en muchísimas ocasiones. Algunas, las más, simplemente porque le daba la gana, pero cuando era “con motivo” como el viernes, se ensañaba, y esta vez, había sido la peor, tanto que incluso había sangrado por culpa de algún varazo.
Agarrada a la barra del vagón de metro, trataba de no parecer nerviosa, a pesar de que casi no podía controlar sus temblores y sus llantos. La pobre tenía que disimular, no quería que nadie pudiera llegar a averiguar que la pasaba, ya no por miedo a que su padre se librase y fuera todo peor, si no por la vergüenza que pasará al tener que reconocer lo que hace y soporta cada día.
Unas paradas antes de la que tenía que bajarse, el tren se empezaba a llenar de alumnos de su colegio, todos con sus uniformes. Chicos y chicas de su edad, mayores y más pequeños llenaban de gris y verde los colores del tren.
Silvia, su mejor amiga de este colegio, con la que enseguida contactó, aunque nunca le diría lo que ocurre cada noche en su casa, entró en el tren y la sonrió. Elsa, sonriéndola débilmente - tratando de disimular su dolor y su tristeza, que todos achacaban a la muerte de su madre, algo que también influía en su estado - la saludó.
A Elsa le gustaba Silvia. Le atraía, y desearía dormir algún día abrazada a ella, y volver a lamer un coño, el suyo. Asqueada de chupar la polla de su padre, la joven notó que se excitaba al pensar en su cara hundiéndose entre los tiernos, blancos y suaves muslos de su amiga, hundiendo su lengua y boca, succionando y lamiendo su rajita y su clítoris hasta llenarse su boca de su corrida, tan distinta al semen que era un manjar para ella. Sonrió al pensar en eso, pero su mente siempre la jugaba malas pasadas y enseguida el dulce coño de Silvia pasaba a ser la polla de su padre, y tenía que tratar de disimular su asco con una sonrisa que casi parecía cínica, aunque Silvia no lo notaba.
-Hola Elsa.
-Hola - susurró tímidamente sonriendo a la chica, de la cual estaba enamorada.
-¿Que tal el fin de semana? ¿Has hecho algo interesante?
Elsa ahogó un gemido de desesperación pensando en el fin de semana que había pasado, chupándole la polla a su padre no solo por las noches si no cuando este lo deseaba, aunque no saliese nada más que dos gotitas de esperma, lo cual era igual de desagradable, y en las constantes caricias y tocamientos que ha sufrido: en la cama, en el sofá, mientras cocinaba o limpiaba, en la ducha...
-No. Me he quedado sola en casa.
-El viernes que viene si quieres te puedes venir a casa. – dijo Silvia ilusionada y deseando poder conectar más con la pobre Elsa -Alquilaremos una peli y pasaremos la noche hablando del colegio.
Elsa sonrió, le encantaba la idea, pero no estaba segura de que su padre la fuera a dejar salir una noche de casa y quedarse sin su mamada de rigor.
-No lo sé. - dijo tímida - debería de preguntárselo a mi padre.
-Anímate, lo pasaremos genial. Además, estaremos solas toda la tarde y casi toda la noche. Mis padres llegarán tarde. Incluso tengo tele y dvd en mi cuarto y podremos estar a solas las dos, en pijama, juntitas pasando miedo.
A solas con Silvia. Si supiera, si estuviera segura de que ella sentía lo mismo por ella, suplicaría a su padre que la dejara ir, aunque lo más seguro era que tuviera que pagar un precio muy alto.
-Está bien - dijo sonriendo pensando de nuevo en su boca enterada entre los pliegues del coño de Silvia - Hablaré con mi padre.
Y su amiga la sonrió, y Elsa, la devolvió una sincera sonrisa de amistad... y amor.
Ya en clase, Elsa trataba de prestar toda su atención al profesor, pero la joven no podía. Su cabeza había ido una y otra vez desde el primer día de clase, de la muerte de su madre, a su padre y sus violaciones diarias y a Silvia, a la que deseaba besar, abrazar, acariciar... Sabía que su rendimiento había sido malo, y sabia que hoy, en la siguiente hora al recreo, darían las notas. Estaba segura de que serian malas, y de que eso implicaría un castigo en casa, y eso la hacía estar aún más distraída, más preocupada. La pobre chica estaba segura de que su culo recibiría unos buenos azotes hoy por las notas.
En el recreo Elsa y Silvia compartieron sus bocadillos.
Silvia habló sobre su fin de semana, en familia, comiendo el sábado aprovechando el buen día que hizo en el campo, donde hicieron una barbacoa, y rieron divertidos ella, su padre y su madre mientras Elsa la miraba llena de deseo y envidia por tener una familia normal. Ella le contó que el viernes por la noche había visto una película con su padre, que habían hecho palomitas y que acabaron riéndose juntos, como si su madre siguiera viva.
Era mentira, claro. Su padre si había visto una película, pero había sido una porno, con ella sentada a su lado, y en mitad de la película la hizo desnudarse entera y pajearle con los pies y después limpiarse estos, para a continuación limpiarle con su boca la polla de los restos de la corrida. Después, la hizo sentarse en sus rodillas y estuvo masturbándola y pellizcándola el clítoris mientras apretaba sus tetas durante todo el rato hasta que la polla estuvo de nuevo tiesa y lista para una "limpieza a fondo" como él decía sonriente, y eso hizo, volvió a mamarla, volvió a tragar, y volvió a relamerse los restos después, con lágrimas en los ojos.
A su padre le encantaba pellizcarla los labios del coñito y el clítoris, la encantaba manosearla, meterle mano, y no solo en la ducha o la cama. Aprovechaba cada momento que estaban por casa para acercarse a ella y meterla la mano por dentro de su falda, hurgando en sus medias y braguitas, por dentro y por fuera, acariciar sus pechos por encima de sus finos sujetadores que marcaban enseguida sus pezones, quitárselos y pellizcarla las tetas y los pezones hasta dejarla cardenales... y ese sábado y domingo, gozo de cada centímetro de su cuerpo con sus manos, obligándola a estar totalmente desnuda por casa todo el fin de semana tras desnudarse durante la película porno el viernes por la noche
Ya la había obligado a ello otro fin de semana, y las caricias, pellizcos y azotes sin avisar fueron continuos y la pillaron siempre desprevenida.
-Me alegra que lo pases bien con tu padre.
Elsa gimió y derramo unas lagrimas, su amiga, apenada, imaginando que era por la pérdida de su madre la abrazó y Elsa agradeció ese abrazo.
Finalmente, cuando el tutor de su clase, a la vuelta de recreo, Don Julián, un hombre alto, fuerte, mayor, con voz grave, se sentó en su mesa con un montón de sobres en las manos.
-Aquí están sus notas.
Se las entregaré uno a uno y después irán a sus pupitres. Las verán en silencio, las guardaran y no comentaran nada con nadie.
Después, seguiremos con las clases.
Fue diciendo los nombres de todos los alumnos. Germán García, Ana López, Daniel Lorente, Fabián Hernández... Por fin, llegó el turno de Elsa, pero cuando la tocaba, el profesor se la saltó. Se quedó paralizada, de piedra, ¿donde estaban sus notas? El profesor acabó de repartirlas y después, con voz clara y alta miró a Lesa, que estaba en las primeras filas y sonriendo la dijo.
-Elsa López. Sus notas las tiene el director.
Al acabar el día, pase por su despacho a recogerlas.
Elsa, asustada, asintió, notando como las ganas de llorar la llenaban, y sintiendo una lágrima deslizarse por su mejilla, El pánico era tal que pensó en salir corriendo al final del día, empezar a correr y huir, pero sabía que no podría hacerlo, sería inútil. Ya lo había pensado varias veces, huir, pero no llegaría muy lejos. Lo sabía.
Miró a Silvia. ¿Y si le contara a ella lo que la pasaba? Seguramente acabarían por tomarla también por loca, así que se negó.
Tragó saliva y procuró dejar su mente en blanco.
Cuando sonó el timbre para irse a casa, Elsa recogió sus cosas. Silvia se quedó junto a ella.
-¿Quieres que te espere?
Elsa la miró. Estaba cada vez más enamorada de ella, y sonriendo, por ese amor que sentía por ese deseo, negó con la cabeza.
-No, no te preocupes.
-Te llamo esta noche a casa y me cuentas - dijo su amiga - ¿Quieres?
Elsa asintió. Con suerte, cuando llamase, su padre aun no habría vuelto y podría hablar con ella tranquilamente.
¿Qué tal las tuyas?
Tres – dijo Silvia rápidamente y casi con cierta preocupación.
Bueno. No está mal. – dijo Elsa.
No. – sonrió Silvia tímida. – No.
Y no dijo nada más, pues sabía, que en su casa, no gustaría nada esos tres suspensos, pero que prefería eso, a las notas de su amiga, que sin duda, serian peores.
15:05
Despacio, ambas salieron de la clase, y Elsa se separó de su amiga en las escaleras que daban al piso superior, donde estaban los despachos de los profesores y la sala de juntas. Subió despacio las escaleras y llegó al final del pasillo principal del piso, donde estaba la puerta del director. Llamó a la puerta y cogiendo aire, entró cuando se lo dijeron. Al hacerlo, se le hundió el mundo. Dentro, sentado frente al director estaba su padre.
Elsa se sentó junto a su padre, en otra butaca y colocó la mochila entre sus piernas. Miraba al suelo, a sus pies. Sus mocasines negros, limpios, impolutos, casi reflejaban su rostro anegado en lágrimas silenciosas.
-Señor López. Su hija no ha aprobado ninguna de las asignaturas del curso. Ninguna de las nueve.
HISTORIA un dos. LENGUA un cuatro. INGLES un dos. MÚSICA un tres. GIMNASIA un cuatro y medio. ETICA un dos. GEOGRAFIA un dos FISICA Y QUIMICA un uno y MATEMÁTICAS un cero.
Elsa gemía y sollozaba, murmurando solo "lo siento, lo siento, perdón, me esforzaré"
-Señor director. -- dijo su padre - Mi hija ha estado muy ausente estos meses por la muerte de su madre. Le ruego la disculpe.
El director sonrió y asintió. Era un hombre joven, como su padre, de unos cuarenta y pocos años.
-Como hemos hablado ya en esta hora que hemos estado a solas los dos- dijo su padre - Le ruego tenga especial consideración con mi hija. Hágale de nuevo los exámenes si lo desea, o súbale la nota en las que están en un cuatro... Ya sé que no todos los profesores querrán hacerlo, pero como hemos hablado, mi hija estará dispuesta a hacer cualquier cosa que usted o sus profesores le pidan.
Y levantándose se puso detrás de Elsa, y sin dudarlo, la cogió los bordes de la falda y se los levantó hasta dejar al descubierto sus braguitas azules. Elsa levantó la cabeza, abrió los ojos y llorando, con un grito de terror a punto de salir de su garganta, vio al director sonreír y asentir.
Cualquier cosa.- dijo su padre sonriendo lascivamente y muy despacio.
De esas nueve asignaturas - dijo el director sin preocuparse por las lágrimas de Elsa, la cara de terror de esta y sin apartar la vista de sus braguitas, bien a la luz, pues su padre la había ordenado dejarse así la falda mientras el cerraba por dentro la puerta del despacho - Yo soy el profesor de Historia. Desde ya le digo que su hija tendrá una revisión de su examen, por navidades, y que tendrá que venir a clases extras por las tardes. Ya prepararé un horario, pues igual el resto de profesores también lo desea así.
Puede que empecemos… digamos... Pasado mañana, a la hora del recreo, aquí, en mí despacho.
Del resto de profesores, de momento, ya le digo, no le puedo asegurar nada. Doña Ana por supuesto se negará a este trato, es la única mujer del grupo, y la enseña Inglés. De los otros siete, le puedo asegurar que tres, aceptaran. El de Gimnasia, el de Música y el de Matemáticas. Con el resto... Trataré el tema con cuidado y le diré algo pronto.
Pero antes de asegurar esto... Necesito, necesito saber cuánto de dispuesta está su hija.
El padre de Elsa asintió, volvió a ponerse tras su hija y levantándola el jersey, asió la camisa después levantándosela también y dejando al descubierto un sujetador a juego con las braguitas, de fina tela que dejaban adivinar tras la misma sus pezones, que aparecían irritados y amoratados. El padre, tras quitarla el sujetador, empezó a acariciar los pechos y a pellizcar los pezones de la joven hasta estimularlos y ponerlos duros como piedras. Elsa lloraba desconsolada sin poder contenerse mientras su padre mostraba esos pechos pequeños de pezones puntiagudos duros al director que se relamió ávido de deseo y lujuria.
-Ya le he dicho yo cuanto. – dijo acariciando suavemente los pechos y pezones de su hija sin ocultar su satisfacción - Mientras no la penetren de momento, pueden hacerla lo que quieran.
-¿Incluso azotarla?
Elsa gimió. El padre sonrió y detuvo la estimulación de sus pechitos.
-Levantarte hija, y desnúdate para mostrarle al director tu culo.
Temblando, sabiendo que resistirse no serviría, Elsa obedeció. Se desprendió de toda su ropa salvo de las medias que la llegaban hasta las rodillas y se quedó frente al director desnuda. Sus pechos estaban llenos de cardenales y sus pezones irritados. La joven llorando, se dio la vuelta y el director sonrió complacido y excitadisimo al ver las marcas carmesí y el color morado, verde y negro de los golpes recibidos en el culo. Sentía la polla tan dura que tuvo que desabrocharse el pantalón. El padre de Elsa se dio cuenta y sonrió.
¿Incluso azotarla? – contestó sonriendo irónico acariciando el culo magullado de su hija que gimió cuando su padre apretó sus nalgas provocándola un dolor latente en las mismas. – Sobretodo azotarla, y duramente si alguno lo desea con fervor.
Interesante.
El director ya no podía ocultar su brutal erección por más tiempo, y bajándose los pantalones tras el escritorio se acarició la abultada entrepierna, deseoso de hacerse una paja.
-Si le parece, - dijo el padre de Elsa sonriendo y mirándole fijamente - mi hija va a hacerle un regalo.
El director miró al hombre intrigado, Elsa miró a su padre asustada, con los ojos rojos.
-¿Que regalo?
-Cariño. Hazle una limpieza a fondo al director.
Elsa gimió.
-Noooo... por favor papiiii... Eso nooooo
-Te has ganado quince azotes con el cinturón. – Dijo enojado el hombre - Hazle la limpieza a fondo, hasta el final, tragándotelo todo y sin vomitar, como si fuera yo, o te daré treinta más con la vara.
Gimiendo, temblando, arrastrando los pies, Elsa fue hasta donde estaba el director, este sonriendo, vio a la chiquilla agacharse ante él y coger son sus manos la polla erecta, llevársela a la boca y empezar a mamársela con mimo y cuidado, pasándole la lengua por el capullo, por toda su superficie, succionando, agarrándole las pelotas con las manos, portándose como la experta mamadora en que se había convertido tras dos meses mamándole la polla a su padre.
El director, presa del éxtasis, agarró fuerte la cabeza de la joven contra sí y cuando estaba a punto de correrse tuvo que aguantar un chillido de gozo, soltando dos empujones con su cintura en la boca de la chiquilla que izo que dos cargas enormes de esperma pasasen casi de largo de la boca de Elsa que se lo tragó sin darse cuenta y sin dejar de llorar.
Cuando se la sacó, Elsa se relamió una vez más el sobrante que se escurría entre sus labios y sollozando miró al director a la cara sin levantarse. Este, se la acarició sonriente.
-Veras que bien lo vamos a pasar tú y yo preciosa.
-Y ahora, si lo desea - dijo sonriendo el padre de Elsa quitándose lentamente su cinturón de piel - Azótela usted los quince prometidos.
Y el director sonrió cogiendo el cinturón mientras Elsa gemía y lloraba sin contenerse.
- ¿Dónde quiera?
El padre de Elsa sonrió divertido por ver donde la quería azotar ese hombre, pensando que permitiría cualquier parte del cuerpo.
-Donde quiera.
Y el director sonrió lascivo con el cinturón en la mano y mirando a Elsa, que seguía de rodillas ante él y llorando desconsolada, dirigió su mirada hacia la parte del cuerpo que se disponía a azotar. Señalándola, sonriente, miró al padre de Elsa, que excitado miro donde señalaba el hombre.
- ¿Puedo ahí?
Y sonriente, el padre de Elsa asintió.
Gozaré viendo cada azote en esa parte. – dijo el padre.
Y cielito, - dijo el director sonriente - como chilles una sola vez, se sumaran diez azotes más en el mismo sitio por cada chillido.
Y Feliz y sonriente, el director acarició la cara de la chiquilla que temblaba y gemía, sonriendo con lujuria y deseando empezar a azotarla.
COMENTARIOS Y SUGERENCIAS: HCL_1979@HOTMAIL.ES