El tormento de elsa (8)
Sigo con la subida, sigo con breves cambios... Se acerca el momento de la violación anal en el gimnasio.
8
12:00
Esta vez llegaron a tiempo a clase.
Se dedicaron una mirada cargada de ardor y de pasión antes de sentarse y empezar a atender, o a tratar de hacerlo, las explicaciones de don Julián.
Evitaron verse durante el primer intercambio, pues no estaban seguras de poder aguantar el deseo y las ganas de besarse, y a medida que se acercaba la hora de salir, Elsa se arrepentía de no haberla besado más, pues sabía que cuando acabaran las clases, tendría que ponerse rodillas a chupar pollas, y deseaba, por lo menos, llevarse antes de ello un dulce sabor en la boca.
La joven revivió mentalmente todo lo que la había sucedido en el aseo hoy, y recordó con especial excitación el momento en que Silvia rozó su ano. No podía imaginarse que aquello la pudiera causar gozo. Solo pensar en las amenazas de su padre de ser violada analmente la hacían sentir nauseas, pero había descubierto, sorprendentemente, que el roce de un dedito entrando en su ano la excitaba. ¿La pasaría lo mismo cuando una polla atravesara ese estrecho agujero hasta desgarrarlo? Solo pensarlo la llenaba de una extraña sensación de asco y de deseo por descubrirlo.
Sin darse cuenta de ello, Elsa se había corrido en mitad de la clase, y poco a poco, su falda empezaba a mojarse. Cuando se dio cuenta, se ruborizó. Miró al frente. El reloj ya marcaba casi la hora de salir. ¿A quién tenía hoy en recuperación? Rápidamente sacó de su carpeta el horario donde tenía apuntado las clases particulares, las cuales para ella empezaban ya hoy, y lo consultó.
Primero tenía a Don Francisco, en Física, con el cual no empezaba hasta el lunes así que tenía que ver el de después, y después… Después era Andrés, gimnasia. Un dudo se le hizo en el estómago, ya que como le dijo ayer, no había traído chándal, así que daría la clase desnuda. ¿Y si entraba alguien en el gimnasio y la veía desnuda? Además, no la habían dicho que tenía que hacer hoy si a primera no tenía clase con ninguno de sus cuatro violadores.
Prefiriendo no pensarlo, volvió a prestar atención a la clase, pero sin mucho éxito, pues notaba como estaba empapada y su falda, mojada de su corrida, lo que la hizo correrse de nuevo, aguantando un gemido encogiendo los dedos de los pies dentro de sus mocasines y apretando las manos fuertemente.
15:00
Elsa se despidió de Silvia tras tocar el timbre y se quedó sola en el aula con el Director.
Cuando estuvieron solos, el hombre se levantó y fue hasta el pupitre donde estaba sentada la niña.
- Bueno Elsa, Vamos a mi despacho a esperar juntos a Don Alberto, hoy no darás Física, si no Música, y después… después podrás ir a gimnasia con don Andrés
Elsa asintió mirando al director asustada. Ambos salieron del aula y Elsa acompañó al hombre por los pasillos y escaleras hasta su despacho. Entraron y el director cerró la puerta tras él con cerrojo. Sabía que si alguien entraba con llave seria uno de los profesores de Elsa, nadie más tiene llave de su despacho aparte de él y los otros siete hombres.
- Bien. Quédate de pie en el centro de la habitación.
Elsa obedeció. La chica, observó asustada que encima de la mesa, de nuevo, no había más que el hule de ayer, todavía manchado con su sangre. Tragó saliva y sintió las piernas temblar y perder fuerzas, pero pudo recomponerse antes de tambalearse. Tras ella, despacio, el director, sonriente, se la acercó; se situó a la espalda de la chica y llevó su mano a las piernas cubiertas por los leotardos, acariciando su muslo derecho, fue subiendo hasta notar la abertura hecha por la niña en la tela del aprenda y hasta notar su coño abierto, y aún húmedo. El hombre soltó un gruñido de sorpresa y se detuvo a acariciar su clítoris aun hinchado y húmedo; Elsa cerró los ojos y tembló.
- Pero bueno, mira la zorrita de la niña, esta a puntito de caramelo, tan húmeda y con el botoncito tan hinchado como una avellana.
El director masajeó el clítoris de Elsa que gimió casi inconscientemente. Estaba tan sensible aun por lo ocurrido con Silvia que su cuerpo reaccionaba tan involuntariamente que casi sentía miedo de lo que pudiera hacer ella misma, así que apretó las manos cerrándolas y clavándose las uñas en las palmas y cerró fuertemente los ojos mientras el director bajaba sus leotardos hasta sus rodillas sin quitarle aun la falda.
- Me estas poniendo tan cachondo que me temo que vas a tener que hacerme… ¿Cómo dice tu padre? Ah, sí, una limpieza a fondo.
Elsa gimió desconsolada. Estaba al borde del orgasmo, notaba como empezaba a mojarse, como sus fluidos manaban hacia la mano del director, como su clítoris estaba a punto de reventar, hinchado y obscenamente abultado sobresaliendo entre los delicados y sonrosados labios de su tierno coñito.
Estaba tan concentrada en no correrse, en no gemir que no notó como se abría la puerta y entraba en el despacho Don Alberto, que sonriente al ver la escena, se acercó a la anormal pareja y antes de que Elsa notara su respiración, el profesor la había levantado la
camisa y el jersey y acariciaba sus pechos y pellizcaba sus pezones. Sorprendida, Elsa abrió los ojos y vio al hombre que la sonreía lascivo.
Me encanta este recibimiento que me ha preparado el director. Así se me pondrá dura antes, y luego podré repetir.
Bendita viagra, ¿verdad Alberto? – sonrió el director.
Y que lo digas Raúl.
Y los dos se sonrieron mientras seguían sobando el cuerpecito de Elsa que temblaba de miedo.
- Pobrecita – dijo con sorna y burla el director – como tiembla la niñita.
Los dos hombres soltaron una carcajada, y Elsa, aguantando los espasmos, se corrió finalmente, soltando un leve suspiro al final que complació a ambos hombres que se separaron de ella, dejándola llorando y temblando ante ellos, con la camisa y el jersey por encima de sus tetitas, escurriéndose lentamente hacia abajo y los leotardos agachados hasta las rodillas.
- Bien Elsa, y ahora, te daremos ese masajito en los pies. – Dijo el director sonriendo y mirando a Alberto – Desnúdate.
Elsa, temblando, con las lágrimas en los ojos obedeció. Empezó descalzándose, despacio, los mocasines y colocándose ante ellos. Tras ella, el director se agachó y los recogió, llevándoselos consigo, los dejó en una mesita que había un rincón junto a otro par de mocasines, exactamente iguales a los de la niña, salvo por un pequeño detalle en su interior; al verlo, el director sonrió maliciosamente por la idea que tuvo el otro día. Solo esperaba que al padre de la niña no le disgustase, aunque estaba seguro de que le encantaría.
Mientras pensaba, Elsa había seguido desnudándose. Se había quitado el jersey, que descansaba en el suelo a un lado y se había desabrochado la camisa, la cual se estaba quitando cuando el llegaba tras la niña. Elsa la dejó caer al suelo y a continuación se quitó los leotardos, que volvió a dejar en el suelo a un lado para después dejar caer la falda a sus pies, los cuales quedaron tapados un instante, hasta que la niña los sacó de la falda, dando un nuevo paso, esta vez para atrás, terminando desnuda, con su ropita alrededor. El director llegó tras ella y la acaricio la espalda, Elsa se estremeció.
- Túmbate encima de la mesa, pero que sobresalgan tus pies de la misma – le susurró el director al oído.
Elsa obedeció. El director cogió la mochila de la niña y la abrió, de su interior sacó el bote de la pomada. Con ella en la mano fue hacia los pies de Elsa, que sobresalían de la mesa como la habían dicho, colgando las piernas por las rodillas, y sonriendo al profesor de física, destapó el bote, extendió un poco en una de sus manos y le dio el bote al profesor, que hizo lo mismo.
- Yo el derecho – dijo el director.
El profesor de Física asintió, y ambos cogieron por los talones y con la mano sin pomada los pies de Elsa, admirando las marcas que surcaban esas lindas, suaves, blancas y hermosas plantas. Sonriendo, las besaron y lamieron. Elsa sintió asco al pensar que habían profanado el lugar que antes Silvia había amado, y cerró los ojos llorando amargamente a la vez que los dos hombre empezaban a untar la crema en las plantas de sus pies y como ambas manos se disponían a darla un masaje en sus pies.
- No pienses en esto como una muestra de cariño o de afecto Elsa – dijo el director sonriendo mientras masajeaba los pies de la niña y su polla estaba tan hinchada que estaba a punto de romper la bragueta – es para nosotros un placer hacerlo, y así, tus pies sanaran
pronto y podrán ser azotados nuevamente cuanto antes… Aunque – dijo sonriente y emocionado - tal vez no te libres hoy de un castigo en ellos.
Y Elsa, sin poder pensar ni en esa amenaza, asqueada porque alguien que no fuera ella o Silvia acariciase sus pies, cerró los ojos y lloró en silencio mientras el masaje seguía su curso.
- Vamos a estar así hasta que tus piececitos tan bonitos absorban al completo toda la crema, - dijo el director - y después, me harás una mamada. Luego os iréis al aula y de allí iras a gimnasia, y al acabar… Al acabar volverás aquí por tu ropa.
Elsa gimió. ¿Se pasearía desnuda por el colegio? A las cuatro ya no habría nadie más, estaba segura, pero ¿si se equivocaba? Tal vez así descubrirían lo que la estaba pasando, aunque estaba segura de que el director no cometería ese error. Como confirmándolo, el hombre siguió hablando.
- No te preocupes. No te verá nadie, solo estaos nosotros y Andrés, y las de limpieza no vienen hasta las diez. Podríamos follarte en mitad del patio que nadie se enteraría.
Y solo pensar en esa escena, hizo que la pobre Elsa llorara aun más mientras sentía las ásperas manos de los dos hombres masajear sus pies, que ya no la dolían, pero en los que sentía un asco terrible, tras la dulce experiencia con el coño y la boca de Silvia.
15:15
Elsa andaba por el pasillo del colegio desnuda, con el sabor del semen del director aun en su boca. El hombre estaba tan caliente y excitado, que apenas aguantó un minuto en correrse en la boca de la niña. El masaje en esos pies y la idea que tenía en mente para cuando se fuera la niña a su casa habían puesto al hombre al borde de la corrida antes siquiera de terminar de masajear a Elsa, la cual sabia que ahora, al llegar al aula, la tocaba mamársela al profesor, por lo menos, una vez. Lo que no tenía idea era que haría en el resto de la hora, pero estaba segura que dar música no seria.
La pobre sentía el frio suelo de mármol bajo sus pies desnudos, y esto erizaba toda su piel y ponía sus pezones duros.
Llegaron finalmente al aula y Elsa fue a su pupitre, pero antes de que pudiera dar dos pasos el profesor la llamó.
¿Dónde vas?
A… a sentarme.
El profesor, sonriendo, negó con la cabeza.
- No mi niña, eso no. – dijo mientras iba a su mesa y se sentaba – Tu lo que debes de hacer ahora es venir aquí – dijo señalando el sitio bajo la mesa mientras se desabrochaba el pantalón y se los bajaba para hacer lo mismo a continuación con sus slips. – Tienes que tomarte la leche – dijo sonriendo – y después… - miró la hora en su reloj, sin duda se habría corrido antes de diez minutos, se dijo, y por mucha viagra, no creía que le diera tiempo de llenar la boquita de la niña de leche de nuevo - Bueno, - sonrió lascivo - ya veremos que hacemos después.
Y aguantando las lágrimas, despacio, Elsa fue hasta la mesa del profesor. Al llegar, obediente, se metió bajo la misma a cuatro patas. El profesor acercó la silla y se coloco con la polla afuera a la altura de la boca de la niña.
- Bien. ¿A qué esperas?
Elsa suspiró, se acercó un poco más y cogiendo la polla del hombre, dura como una piedra. Pequeña y arrugada, se la llevó a la boca y comenzó a metérsela y sacársela primero con las manos y luego sin ellas, con movimientos de su cabeza mientras con las manos acariciaba los testículos hinchados y peludos del hombre, que echó la cabeza atrás, recostándose en la silla, dejando que la mamada de la pequeña Elsa le llenara de placer, notando como su polla crecía entre los labios de la niña que lloraba entre sus piernas, mientras acariciaba su cabeza presionándola contra sus testículos.
- Oh cariñito – gemía el hombre lleno de placer – Como mamas, que rico, que buena eres, sigue así mi vida y tendrás un sobresaliente a final de curso.
Elsa gemía y sollozaba mientras su boca succionaba y su lengua acariciaba el capullo y la polla de su profesor, metiéndola y sacándola al ritmo que las manos de él la dejaban.
Los gemidos de placer del hombre tapaban el leve gimoteo y llanto de Elsa, que temblaba de frio, sintiendo su piel erizada y los pezones duros como piedras. La joven sentía su coño húmedo y abierto aun, su clítoris hinchado sobresaliendo. El dolor en sus pies había desaparecido por completo, pero aun sentía asco al recordar a sus dos profesores chupándoselos y masajeándoselos. Tuvo que aguantar una nausea al recordarlo, lo que le costó bastante ya que a la vez, las primeras descargas del espeso y amargo semen del hombre llenaban su boquita. Mientras las tragaba, más leche caía en su boca, y ella empezaba a succionar como si absorbiera de una pajita. El hombre grito de placer, arqueó la espalda, y cogiendo fuertemente la cabeza de la niña, la apretó contra sí y embistió con golpes de cadera en su boca. Elsa notaba los últimos chorros pegar en las paredes de su garganta y caer directos
después al estómago, mientras luchaba por no ahogarse y no vomitar. Cuando acabó de correrse, el hombre se relajó despatarrándose en la silla y soltando a Elsa, que lentamente, sacó la cabeza de entre las piernas del profesor, sacándose de la boca algunos pelillos del pubis del hombre que s ele habían enganchado. La joven, llorando, se quedó de rodillas bajo la mesa, mirando la polla encogerse, y esperando una nueva orden, mientras tragaba lentamente saliva con semen para pasar mejor el trago.
Finalmente, tras cinco minutos, el profesor habló.
- Has estado gloriosa cariñito, mucho mejor que el otro día. Cada día la chupas mejor.
Elsa gimió. Miraba al suelo, de rodillas bajo la mesa, a los zapatos del profesor.
- Si sigues progresando así, para verano serás una autentica zorra.
Elsa ahogó un chillido de horror y gimió, sollozando. Estaba temblando nuevamente, de frio y miedo, y se abrazó a si misma frotándose los brazos.
El profesor corrió la silla y se levantó, abrochándose el pantalón tras meterse la polla por dentro de los slips. Sonreía mirando a Elsa debajo de la mesa, con la cara roja por el llanto. Miró el reloj eran ya casi menos veinte.
- Me quedan veinte minutos contigo. – Sonriente, todo lo deprisa que pudo, se desnudó por completo - Sal de ahí.
Obediente, a gatas, Elsa salió y se puso de pie frente al hombre.
El profesor se acercó a la niña y la abrazó, llevando sus manos a las nalgas de la chica, las apretó y restregó su cuerpo contra el de Elsa, que gemía y sollozaba asqueada, sintiendo la fláccida polla del hombre frotarse en la tierna y sonrosada rajita de su húmedo coño. El hombre pellizcaba la nalgas de Elsa que gemía, al notar las uñas clavarse. La joven, con los brazos a los lados del cuerpo, seguía apretando sus manos y encogiendo los dedos de sus pies, aguantando la repulsión, las ganas de orinar, de gritar, de vomitar, mientras el hombre se frotaba todavía con ella, notando como la polla, sorprendentemente para el hombre que sonreía complacido, cobraba de nuevo vida, empalmándose, hasta que el hombre la paso por entre las piernas de la chica rozando con toda su longitud la rajita de Elsa, que temía lo peor. Ese hombre iba a saltarse las reglas y a follarla allí mismo, así que sin dudarlo, gimoteando, y casi con los dientes apretados, esperó la penetración, la cual no llegó.
Lentamente, Don Alberto se apartó y se quedó mirándola fijamente.
- Siéntate encima de la mesa.
Elsa obedeció. Su profesor se acercó a ella, la cogió las piernas por los tobillos, y situándose frente a ella, puso su polla entre los piececitos de Elsa, apoyando estos después en su cada vez más prominente barriga.
- Pajeame hasta que tus pies estén manchaditos.
Elsa suspiró. Había hecho esto ya antes a su padre, así que despacio, empezó a mover los dos pies sujetando la polla. Dobló los pies para agarrarlos con parte de las plantas y empezó a acariciarla, despacio, lentamente, pasando después uno de ellos a acariciar solo la punta, el capullo sonrosado y húmedo mientras el otro acariciaba los testículos y el perineo. El hombre casi se cae al notar el pie de Elsa acariciar sus nalgas y su ano, preso del placer, y tuvo que hacer grandes esfuerzos para no empapar ya esos pies.
Elsa pasaba un pie por toda la superficie de la polla, jugando con los deditos en el capullo, acariciando la superficie con su planta mientras acariciaba los testículos y la zona anal con el otro, pasando después a encerrar de nuevo la polla entre ambos. Al hacer eso, el profesor los agarró y empezó a moverlos el mismo, colocándolos de tal forma que estuviera su
polla encerrada entre una de las plantas de uno de los pies de la niña y el empeine del otro, moviéndolos rápidamente a la vez que el movía su cadera para frotar su polla contra esos pies. Elsa cerraba los ojos al ver aquello. Estaba tan asqueada que notaba como su sexo se cerraba poquito a poco y cada vez estaba más seca. Entonces, tras soltar el hombre una serie de gruñidos y gemidos, notó como sus pies se llenaban de la viscosa pasta blanca y caliente de su profesor. Al abrir los ojos, se quedó sorprendida de la cantidad de semen que había salido. Léntamente, el hombre la soltó los pies y sacó su polla de entre estos.
15:50
- Límpialos.
Obediente, una vez más, Elsa se lamió los pies hasta dejarlos limpios.
Ante ella, el profesor sonreía viendo a la chica lamerse los pies empapados en semen. Cuando acabó la ordeno ponerse de pie. Se acercó a ella y agarrándola de la cara la obligó a abrir la boca y la besó. Elsa asqueada, se dejo hacer y noto la lengua del hombre pasar por dentro de su boca y saborearla. El hombre apestaba, y Elsa aguantó unas terribles ganas de vomitar. Mientras la besaba, su profesor acarició sus tetas pellizcando sus pezones y su coño, metiendo dentro sus dedos hasta notarlos empapados del néctar de la niña.
- Ya te puedes ir cariño. Lo he pasado en grande.
Elsa asintió sollozando. Miró el reloj, eran casi menos diez.
Lentamente, salió del aula. Sentía sus pies pegajosos, su poca pastosa y el estómago revuelto. Andaba casi arrastrando los pies por el suelo de mármol frio que seguía erizando su piel y endureciendo sus pezones. Inconscientemente se llevó la mano a su coño. Estaba ya cerradito y seco, y su clítoris ya no asomaba entre los labios. Suspiró. Deseaba tanto que Silvia volviera a chuparla que hizo una especie de vacío en su mente tratando de alejar todo pensamiento menos el de la cabeza de Silvia entre sus piernas, o de su pie en el coño de su amiga, mientras notaba como de nuevo, su interior se humedecía, y aguantando un gemido, tuvo que detenerse unos segundos entre temblores mientras se corría.
16:00
El gimnasio estaba en los bajos del colegio, y Elsa llegó a él a las cuatro en punto sin tener que pisar el patio del colegio, andando desnuda por todo el colegio, sintiendo el frio mármol bajo sus pies pegajosos por su saliva y el semen de don Alberto, mojadita y con el coño ligeramente abierto por su última corrida, y aterrada ante la idea de que alguien la pudiera ver, alguien que se hubiera quedado rezagado o a hacer algún trabajo especial, como ella, solo que no tan especial como ella.
El suelo del gimnasio era de un pavimento sintético de última generación. Las dimensiones eran de 35largo por 25 de ancho, y carecía de ventanas. La altura era de más de tres metros. En las paredes había espalderas, y en un rincón amontonadas, varias colchonetas verdes, un potro de salto, y una vieja bicicleta estática.
En un cuarto adyacente, había un armario donde había raquetas, pelotas de tenis, futbol, baloncesto, balonmano, de ping-pong, palas de ping-pong y una mesa de este deporte plegada.
En otro lado, estaba el acceso a las duchas. Era un pasillo que tenía dos puertas, una con unos baños y duchas para chicos y el otro para chicas.
El suelo, liso, sin marcas que delimiten ningún campo, ya que la escuela tenia aparte su propio pabellón deportivo, estaba tan frio como el mármol de los pasillos del resto del recinto escolar, y Elsa aun tenia la piel erizada. La chica, se abrazaba a sí misma, tapando sus pechitos, y encogiendo los deditos de sus pies, parada a pocos metros de la entrada del gimnasio, que se veía vacio, iluminado en su totalidad por los potentes focos que había en cada uno de sus cuatro esquinas.
Anduvo unos metros y enseguida, del acceso a las duchas, salió su profesor de gimnasia, sonriente al verla, desnuda, vestido con un pantalón corto de deporte y unas deportivas, con su pecho bien formado y musculoso desnudo.
- Hola pequeña – dijo sonriendo y haciendo que su voz retumbase en las paredes del gimnasio vacio. – Pasa, pasa, no te quedes hay, tenemos una hora por delante para dar la clase.
Elsa suspiró. Sin dejar de abrazarse, avanzó hasta el mismo centro del gimnasio, justo donde ya le esperaba Don Andrés. De su cuello colgaba un cronómetro, sus músculos se marcaban fríos y duros en sus brazos y sus pectorales. Elsa sintió un escalofrío.
- Los brazos a los lados, venga, se buena y déjame ver tus tetas.
Elsa obedeció, temblaba de miedo y de frio, sentía las lágrimas nuevamente en sus ojos y tenia nuevamente ganas de vomitar.
Don Andrés se acercó a ella, y acarició su pubis, sonriendo al notar la humedad de la joven, metió el dedo corazón entre los labios del coñito, y dentro de este mismo después. Elsa gimió y se tensó, cerrando los ojos, temblándole los labios por el sollozo, encogió angustiada los deditos de los pies y abrió ligeramente las piernas, tal y como su padre le había “enseñado” ayer a hacer cuando alguien quería tocarla en su coño.
- Estas empapada zorra… Hmmmm… qué gozada de coño…. Qué bien que ya no sangres, so guarra.
Elsa asintió, llorando, notando como un segundo dedo profanaba su coño que horas antes había consagrado Silvia, notando como, irremediablemente, empezaba a mojarse.
- Eres toda una cerda. Ya estas tan mojada como si estuvieras babeando por la boca.
Y sin dudarlo metió un tercer dedo y acarició el himen mientras pellizcaba el pezón derecho de la niña y la besaba en la boca. Al notar los labios del hombre en los suyos, Elsa abrió la boca dejando a la lengua del hombre entrar y empezar a jugar con sus dientes, su lengua, su paladar, sus labios, los cuales succionaba y mordía, tirando de ellos, volviendo a mater la lengua, volviendo a jugar con el paladar, la lengua y los dientes de la niña….
Durante tres minutos, Andrés masturbó a Elsa, la pellizco los pezones intercalándolos y la besó en la boca. Cuando acabó, estaba tan empalmado que su enorme verga sobresalía claramente abultando su pantalón de deporte.
- Bien. Creo que comenzaremos la clase de gimnasia.
Sin decir nada más, se apartó de Elsa y se desnudo por completo, dejándose colgado de su cuello el cronómetro. Elsa no recordaba tan grande la polla de Andrés, y tragó saliva al verla de nuevo. El hombre se había depilado, y eso hacía parecer a su polla aun mucho más grande.
- Túmbate en el suelo.
Elsa obedeció.
- Flexiona un poquito las piernas – obediente, Elsa, lo hizo – Eso es. Vas a hacer abdominales, pero cada vez que subas me darás un beso, una lamida o una chupada en la polla.
Elsa asintió. Andrés se situó con un pie a cada lado de la niña y se puso medio en cuclillas, con la polla a media altura.
- Una de prueba, incorpórate.
Obediente, Elsa llevó sus manos a la nuca y realizó una abdominal hasta llegar a besar la polla.
- Vale, otra más, ahora hasta metértela hasta el fondo, a ver si es buena altura.
La niña llorando, obedeció, y realizó una nueva abdominal, llegando esta vez a meterse toda la polla dentro, después bajó, sacándose la polla y dejando un hilillo de su baba colgando de la misma, que al final cayó sobre ella, justo entre sus tetitas adolescentes.
- Tienes que hacer cuarenta abdominales en un minuto, si no, por cada una que te falte, te daré… ¿Diez azotes en el coño? Creo que te gustan mucho.
Elsa gimió. La última vez solo hizo veinte, eso era imposible, si ahora pasa igual, serian doscientos azotes ¡MORIRÍA DE DOLOR!
El profesor miró a la niña y sonriendo, sostuvo el cronómetro.
- Preparada, lista… ¡YA! – y apretó el botón del reloj.
Elsa empezó a hacer las abdominales todo lo deprisa que pudo, elevándose.
Una, beso en el capullo, dos, mamada en el capullo, tres, un poco más larga chupada hasta la mitad, cuatro, beso en el capullo, cinco, beso en el capullo, seis, mamada hasta la mitad… Y ya, al notar como la chiquilla iba a salir, Andrés la sostuvo la cabeza y la empujó hacia su pubis, ensartando toda la polla en la boca de Elsa, hasta dar con las paredes de la garganta. La chiquilla, ahogándose, se puso de rodillas mientras Andrés se ponía de pie del todo, sin dejarla sacar la polla.
- Creo que no te veo muy capacitada, así que daremos una clase especial, tu clase favorita, mamada hasta el final, y cuando la acabes, darás unas vueltas corriendo al patio. Nada como correr descalza sobre asfalto para fortalecer los pies y que cuando te azote papi o un profesor en tus tiernas y dulces plantitas no llores.
Elsa gimió, se vería obligada a correr en el patio… Por suerte no había edificios cerca, donde algún curioso se asomara y la viera, pero aun así, era humillante.
La pobre notaba la punta de la enorme polla en su garganta mientras acariciaba con la lengua el resto de la superficie sin poder sacarse la polla, ya que Andrés aun la aprisionaba contra él y movía su pelvis rítmicamente, dándola golpecitos en la garganta con la punta de la enorme polla, que la ahogaban más y más, provocándola arcadas que casi no podía controlar. La pobre, sollozaba, mojando con sus lágrimas el pubis rasurado del hombre, sus muslos, mientras temblaba y se agarraba con sus manos a las piernas del profesor para n caerse. Si alguien viera la imagen desde fuera, podría pensar que la chiquilla gozaba del momento y se apretaba ella misma, aferrándose al hombre, pero el horror que la invadía era tan grande, que apenas se dio cuenta del torrente de semen que cayó directo en su estómago, ni siquiera cuando su profesor habló.
- Ya tienes la leche, y ahora – dijo sonriendo ávidamente – ahí va el té.
Y sin saber a qué se refería, Elsa empezó a notar como un torrente cálido de pis entraba en su garganta directo a su estómago.
La pobre, gimió, gritó con la boca llena de polla y trató de sacársela, echándose hacia atrás, pero Andrés no la dejaba. La orina caía en un chorro cálido e interminable en su garganta, deslizándose hasta su estómago, provocándola unas nauseas incontrolables, y al final, cuando Andrés aun no había acabado de mear en el interior de la boquita de Elsa, esta, no pudo más y vomitó, echándose hacia atrás con fuerza, empujando a su profesor con las manos sobre los muslos de este, arañando la polla del hombre al hacerlo, que soltó un alarido mientras empapaba de pis la cara y los pechitos de Elsa a la vez que esta se echaba hacia atrás, llenándolo todo de su vomito, una mezcla de semen y orina que lleno de una pasta viscosa el suelo y sus propios piececitos y los de Andrés y de un olor amargo y acido el gimnasio.
¡¡¡SO ZORRA DE MIERDA, HIJA DE PUTA!!! – Aulló Andrés agarrándose la polla. La miro asustado esperando verla arrancada, partida o sangrando mientras Elsa, acurrucada, empapada de pis y con los pies manchados de su vómito temblaba y gemía en un lado al que se había arrastrado gimiendo, temblando, llorando y suplicando.
Perdonperdonperdon…..
¿Perdón? – dijo Andrés chillando y mirando su polla. No tenía nada, solo una leve irritación, pero le había dolido, y aun le dolía. – Maldita zorra, ahora sí que vas a sentir ganas de llorar de verdad.
Dando media vuelta, fue hasta los vestuarios y salió con el teléfono en la mano, marcó un número y a los pocos segundos habló.
- Señor director. Por favor, baje al gimnasio. La zorrita necesita aprender modales.
Y después colgó, y se quedó mirando el pequeño ovillo de blanca piel que era ahora Elsa, acurrucada todo lo que podía sobre sí misma, con su cuerpo apestando a orina y vómito, pensando en lo que le había hecho su padre la primera vez que vomitó su semen, y en que podía ser lo que la harían ahora su profesor y el director, por vomitar, y por morderle la polla. Ella estaba esperando semen a borbotones, pero no orín, jamás había pensado en eso, jamás había imaginado que la harían beber pis. Y las nauseas la invadieron de tal forma al sentir el contacto del líquido caliente en su garganta que no pudo contenerse, ni aun poniendo toda su atención en ello, ni aunque lo hubiera sabido, habría podido contenerse, pero claro, se dijo, si ya había aprendido a contenerse el semen, si eso se convertía en costumbre, dentro de poco seria para ella como si efectivamente tomara té. Al pensar en eso tosió y tuvo una arcada, pero solo soltó un pequeño eructo y un escupitajo. Andrés sonrió al verla, tan aterrada, tan recogida en un ovillo, temblando, apestando a orín y vomito, gozando tanto del momento, que su polla estaba de nuevo tiesa como un mástil.
- So zorra – susurro sonriendo – Ahora más a ver lo que es bueno.
Estaba tan aterrada que no tenía ni fuerzas para pensar en lo que se la podía avecinar, ni ganas, solo quería llorar, llorar y llorar. Y eso hizo durante largo rato mientras se mecía y
sollozaba sin dejar de murmurar perdón, tanto, que no se dio cuenta de la llegada del director diez minutos después.
16:15
El director miraba preso de la ira el cuerpecito de Elsa que aun se mecía sollozando y murmurando perdón, cada vez más bajo, ahora tanto que casi parecía un leve siseo.
- La muy zorra ha vomitado. Estaba usándola de retrete y ha vomitado, además, me ha arañado la polla con sus dientes.
El director se agachó junto a Elsa y agarrándola de los pelos de la cabeza tiró haciéndola levantarse y soltar un alarido de dolor mientras gemía y lloraba.
- ¿QUIEN TE HAS CREIDO QUE ERES SO PUTA DE MIERDA?
La llevó tirándola de los pelos hacia las duchas. Elsa gemía, lloraba y se dejaba llevar, sin oponer resistencia, doblada por la cintura, arrastrando sus pies por la tarima del gimnasio, susurrando continuamente piedad, perdón y que lo sentía. Llegaron a las duchas y la tiró al suelo bajo una de ellas. El golpe en el culo la hizo aullar de dolor y casi la corta la respiración. Después, el hombre abrió las duchas y la tiró una pastilla de jabón.
- Lávate bien, no quiero que huelas a nada. Cuando acabes, sal. Tu padre está en camino, y ya me ha dicho cual va a ser tu castigo.
Lávate bien el culito – sonrió lascivo - porque vas a tener una buena sesión de polla en él. Te lo vamos a reventar y a llenar de leche. Así aprenderás que tienes que tragarte todo lo que te entre en esa boquita de zorra que tienes.
Y Temblando en el suelo sintiendo el agua fría sobre ella, la piel erizada, gimiendo, aterrada, notando como se orinaba encima muerta de miedo, Elsa no podía quitarse las últimas palabras de su director. La iban a violar, la iban a dar por culo, y solo de pensarlo, gritó aterrada en un mar de lágrimas mientras el agua de la ducha helaba su cuerpo.