El tormento de Elsa (7)

Nueva entrega. En esta, Silvia y Elsa tendrán un nuevo torrido encuentro en el baño para gozo de ambas.

7

Elsa escuchaba las risas en el salón mientras vomitaba en el baño del piso de arriba.

Su padre no la había dado descanso entre las cuatro mamadas, y el semen de los cuatro hombres se había apelmazado en su garganta y en el inicio de su estómago mezclándose con todo lo que había mamado hoy.

Cuando se desahogó, lloro desconsolada abrazada al váter y vomitó una vez más antes de levantarse. Estaba totalmente desnuda. Su coñito al aire, depilado, sin el esparadrapo pero con un tampón, permanecía aun abierto e irritado, pero su padre la había dado una orden, y ella, obedeció, así que se dio una ducha, lavando todo su cuerpo, en especial su coñito, y al salir se secó concienzudamente, lavándose los dientes después, para quitarse el asqueroso sabor a semen y vomito que permanecía en su boca. Después, respiró hondo y salió del baño y de la habitación para bajar al salón.

Los cuatro hombres, que estaban sentados desnudos en el sofá, admiraron el delicado y frágil cuerpecito de Elsa, con sus pechitos pequeños de pezones erectos y sonrosados sobresaliendo de forma notable y puntiaguda.

Su delicado pubis rasurado de suave y tersa piel sobresalía gracias a sus labios vaginales ligeramente abiertos, indicando el escozor de su coñito debido a los azotes recibidos, por donde sobresalía el hilo del tampón, y eso excitó a los cuatro hombres, que aunque vestidos, hicieron resaltar sus erecciones poniéndose de pie y mostrando su abultada entrepierna a la niña, que gimió aguantando las lágrimas.

Firme, con las piernas juntas, los piececitos juntitos, los brazos a los lados, con las manos en sus muslitos.

  • Observar amigos, la tierna virginidad de mi hijita.

Los tres policías asintieron sonrientes.

  • El próximo martes, será subastada. Quien más pague, podrá gozar del placer de desvirgarla y de follar con ella toda la noche llenando ese coñito de semen hasta que le salga por las narices si así lo quiere el ganador.

Elsa tembló, sintió las piernas flaquear y gimió sollozando mientras las lágrimas se deslizaban de sus ojos.

  • Si lo desean, pueden comprobar su virginidad. Elsa – dijo el padre mirándola fijamente – Pon tus manos entrelazadas en tu nuca y ábrete bien de piernas, y no las cierres ni flaquees. Si tus piernas tiemblan lo más mínimo o se doblan, recibirás veinte azotes en cada pie, y si te llegas a caer, serán otros veinte en tu coño.

Temblando, Elsa obedeció y se puso en posición. Su padre sonrió, y haciendo un gesto con la cabeza a uno de sus invitados sonrió. Este se levantó, mostrando su polla erecta y dura, y fue hasta Elsa y situándose frente a ella, sonriendo, llevó su mano hasta la entrepierna de la chiquilla y tras quitar el mismo el tampón, metió los dedos índice y corazón en el interior de su delicado, sonrosado e irritado coño virginal hasta palpar el himen, notando como la niña se humedecía de gozo y excitación a la vez que su cara se sonrojaba, sus ojos enrojecían y comenzaba a llorar desconsolada y en silencio, con las piernas temblando, pero aguantando las ganas de flaquear. El hombre, sin sacar sus dedos de la cada vez más húmeda cueva de la niña pellizcó ambos pezones, provocando que Elsa se mordiera el labio y apretara sus manos apoyadas en su nuca. Finalmente, sacó los dedos de dentro de la pobre muchacha y se los lamio, para a continuación, sonriente, besarla en los labios.

  • Puedo confirmarlo, es virgen.

  • Caballeros – dijo el padre de Elsa mirando a los otros dos invitados - ¿Se fían o desean comprobarlo ustedes mismos?

Y sonriendo, el segundo invitado, igualmente empalmado, se levantó y fue hacia Elsa, que gimiendo de desesperación, y sin poder aguantarlo, dobló sus piernas llegando a ponerse de rodillas entre sollozos.

  • Oh, mi niñita – dijo el padre sonriendo y ayudándola a levantarse – Te has ganado cuarenta azotes en tus piececitos. Me temo que mañana te costará un poco andar.

Y sonriendo, agarró firmemente a su hija mientras su segundo invitado introducía dos de sus dedos gruesos y ásperos en su delicado y húmedo coñito a la vez que Elsa lloraba ya sin consuelo pensando en los azotes en sus pies y notando su coño arder de escozor y gozo, lo que la hacía sentirse muy sucia.

  • Eso es mi niñita, eso es. – Dijo sonriente sintiendo el miedo y el temblor de su hija en sus manos mientras la abrazaba por detrás haciendo notar su polla entra las nalgas de la niña frotándola con lascivia – Y cuando acabemos, nos mamaras la polla de nuevo.

Y Elsa gimió aguantando un orgasmo al sentir como el compañero de su padre frotaba su clítoris mientras jugaba dentro de su coño con sus dedos acariciando su virginidad.

Los padres de Silvia miraban el culo amoratado de su hija.

Mientras estaban sentados en el sofá, Silvia, con el pijama puesto, estaba ante ellos, de espaldas, con el pantalón bajado para mostrar las marcas de su culo y la gama de colores que este tenía.

El matrimonio sonreía complacido. No habían vuelto a tocar a su hija desde la azotaina del lunes, y salvo que cometiera alguna falta grave, algo que Silvia cuidaba mucho no hacer, ya que hoy ni siquiera había dejado a BILL chuparla los pies. La chica estaba dispuesta a no hacer nada que les incitara a azotarla, y el viernes, cuando llegase Elsa, poder retozar juntas en la cama, sabedora de que no entrarían por la noche si está durmiendo con ella una amiga a la que pueden ver desnuda.

El padre alargó el brazo y acarició las nalgas de Silvia que gimió. Dolía, aun dolía, no tanto como ayer, pero dolía, y el gesto de dolor y las lágrimas de la chiquilla satisfizo al hombre.

  • ¿Qué vas a decirle a tu amiga si te ve los moratones? – pregunto la madre acariciando esas nalgas con la punta de su pie, totalmente descalzo, dejando deslizar las uñas de los dedos por la superficie amoratada, haciendo a Silvia gemir de dolor y asco ante la también evidente satisfacción de la mujer, casi excitada por cómo estaba el culo de su hija y por el tacto de este en sus pies.

  • Que me he caído por las escaleras. – dijo sollozando notando el pie de su madre en su culo.

La mujer sonrió complacida.

-Bien. Ahora… venga, túmbate sobre mis rodillas que papá te va a dar una crema para el culito.

Y obediente, Silvia se quitó los pantalones y se tumbó sobre las rodillas de su madre mientras su padre empezaba a darle un masaje en sus amoratadas nalgas con una crema especial, igual que la que el padre de Elsa daba a esta.

Cuando acabaron, sin ponerse el pantalón, para que la crema penetrara bien, Silvia, eso sí, con el pantalón en la mano para no dejar nada en medio, subió a su dormitorio, en donde tras tumbarse boca abajo en la cama, no tardó en dormirse.

23:50

Mientras su padre despedía a sus amigos, habiéndose asegurado ya su asistencia a la subasta del coño virginal de su hija, sin abrir la puerta del todo, para no mostrar su desnudez a cualquier curioso que pudiera estar espiándoles, Elsa gemía y sollozaba sentada en el sofá del

salón, notando como su coño no dejaba de mojarse, manchando incluso la tela del sofá con su dulce néctar.

Ya no sangraba, la menstruación se le había cortado de golpe y el dolor que sentía era terrible.

Tenía la boca de nuevo con el sabor amargo del semen de los cuatro hombres, y el estómago revuelto, deseando vomitar de nuevo. Escuchó la puerta cerrarse y finalmente, observó a su padre, de pie, frente a ella, desnudo, con la polla fláccida colgando entre sus piernas.

  • Hoy has estado soberbia mi vida. – dijo sonriendo mirando a la niña que temblaba de miedo y sollozaba. – Te estás convirtiendo en una gran mamadora.

El hombre miró los pies de la niña. Elsa se dio cuenta, los recogió sobre el sofá y trato de taparlos con sus manos susurrando “ no papi, no, por favor, no”

  • ¿No crees que te mereces ese castigo en tus piececitos?

Elsa gimió, llorando y negando con la cabeza.

  • Tengo que castigarte por tu falta, y será en los pies o en el coño. Tú eliges.

Elsa tembló. Una nausea la invadió y lloró al contestar.

  • No me azotes, por favor, no me azotes….

El hombre sonrió.

  • Pies o coño Elsa. Contesta o serán el triple y en cada uno, sumando además tu culo y prohibiéndote ir el viernes a casa de esa chica.

Elsa gimió, ahogó un grito y entre hipidos, destapó sus pies y susurró una sola palabra entre lágrimas e hipidos mientras sorbía los mocos y trataba de secar sus lágrimas sin éxito.

  • Pies.

Y el padre sonrió.

  • Bien, muy bien mi dulce niña, así me gusta.

Fue andando hasta al armario donde guardaba los instrumentos que usaba para azotarla el culo, y sacó una fina vara de bambú. Despacio, fue frente a su hija de nuevo.

  • ¿Crees que aguantaras quieta sin apartar los pies todos los azotes o tengo que atarte?

Elsa gimió. Estiró los pies, los apoyó de nuevo en la mesita y susurrando entré lágrimas. Respondió.

  • Átame.

Y sonriendo, su padre fue a por una cuerda y ató los pies de su hija, primero juntos, y luego a la mesilla. Después, sonriente, apoyó la vara en la planta de los pies de su hija que sollozaba entre temblores, moviendo los deditos de los pies y la sonrió.

  • ¿Lista cielito? Quiero que los cuentes y me des las gracias, como una buena hija cuando recibe un regalo de su padre.

Elsa gimió, asintió y cerró los ojos esperando el primer golpe.

  • Y después, zorrita de papá, volverás a hacerme una limpieza a fondo.

Y sin darla tiempo a contestar, descargó con furia el primer varazo en la planta de los pies de su hija que aulló de dolor antes de poder susurrar un débil “uno… gracias…”

  • De nada cielito. – dijo sonriendo – De nada.

Y descargó un segundo golpe aun mucho más fuerte que el primero, haciéndola soltar un alarido de dolor aun mayor.

JUEVES 18 DE NOVIEMBRE DE 2010

01:35

Elsa sentía sus pies arder de dolor, de escozor.

Su padre estaba ya tumbado junto a ella, en la cama, con su pene fláccido rozando la rajita de su culo y su sexo cerradito, abultadito, con los labios juntitos, con las piernas bien apretadas, a la vez que su mano derecha pasaba sobre ella y agarraba su pecho fuertemente.

La chiquilla sentía la respiración de su padre, ya dormido, en su nuca. Asqueada, trataba de dormirse, pero el dolor salvaje de sus pies, su estomago revuelto y lleno de semen, y la angustia que seguía acumulándose, se lo impedían.

Tras los cuarenta azotes, Elsa, llorando de dolor, sintiendo sus pies desgarrados, pero sin que en ellos hubiese una solo herida, solo marcas carmesí que surcaban las dos plantas, Tuvo que volver a mamarle la polla a su padre, de rodillas, casi sin sentido, llenando de lagrimas la polla del hombre, que se corrió casi según metió la polla en la boquita de su hijita. Las mamadas de hoy previas, y el azotar esos preciosos y delicados pies le habían hecho estar tan caliente y seco que apenas si manchó la lengua de su hijita de leche amarga.

Al acabar la mamada, Elsa, sin poder dejar de sollozar por el dolor de sus pies, subió de puntillas las escaleras hasta la habitación. Allí, su padre la dio un masaje en sus nalgas y sus pies con la pomada que tenia para que sus heridas sanaran y no se vieran el viernes. La verdad, en el culo habían hecho ya un gran efecto. Elsa ya no sentía molestias en sus nalgas, y las marcas ya apenas eran perceptibles, pero en los pies, no había conseguido que dejaran de dolerla, y pensaba ya en cómo explicarle a Silvia el viernes cuando la besara los pies, cuando los mirase, los chupase, que eran esas marcas y cómo se las había hecho, si acaso la dejaba ir su padre, cosa que cada vez dudaba más y más.

Despacio, sin hacer un movimiento brusco que despertara a su padre y provocara más azotes en sus pies o en su culo o una nueva mamada, Elsa se frotó los pies uno con otro para calmar el picor/dolor/escozor que sentía tan salvaje y trató de olvidar el dolor, cerrando los ojos y procurando relajarse para poder dormirse, sintiendo el aliento caliente de su padre en su nuca, asqueándola hasta la nausea.

Serian las tres de la mañana cuando por fin, rendida al dolor y la angustia, agotada, se durmió.

08:20

Sintiendo el frio colarse por debajo de su falda y pasar a través de los agujeros de los leotardos hasta su coño al aire y depilado, tapado solo por el esparadrapo, Elsa miraba por todo el patio del colegio para ver si encontraba a Silvia, pero sin éxito. Al parecer su compañera no había llegado hoy aún.

Aquella mañana, Elsa había recibido un nuevo masaje en su culo y pies por parte de su padre. El culo ya no dolía, y ya estaba “blanco y liso como el de una niña buena”, tal y como dijo su padre, pero sus pies aun dolían, y las marcas aun se dibujaban en ellos. La pobre había hecho esfuerzos ímprobos para que no se notase su dolor al andar, hasta que por fin el calmante surgió efecto. En su mochila lleva la crema para que a las tres, al salir, se la dé el profesor que deba atenderla hoy. Solo pensar en unas caricias en sus pies por parte de uno de esos cerdos, la hacía temblar de horror.

Había comprobado, efectivamente, que ya no sangraba por la menstruación. Seguramente, ayer se la debió de cortar tras los azotes, por los nervios, el dolor y el terror, así que llevaba también tampones y esparadrapo en la mochila por si empezaba a manchar de nuevo hoy.

La joven se cruzó con varios compañeros de clase a los que saludó con gestos y media sonrisa y fue despacio hacia su clase, subiendo las escaleras. Llegó la primera a clase y se sentó en su pupitre. Se descalzó y se frotó los pies uno con el empeine del otro para calmar ese picor/escozor/dolor que no la dejaba del todo y se calzó de nuevo al ver que empezaban a entrar sus compañeros y el profesor, Don Ernesto, uno a los que aun no había tenido que mamar la polla, y que por suerte, aunque eso ella no lo sabía, no tendría que hacerlo.

Casi al final del grupo de alumnos llegó Silvia, y al verla, Elsa sonrió.

11:30

No les dio tiempo a verse entre clases, pero en el recreo, esperaron a salir juntas. Al acercarse, se sonrieron.

  • No te he visto en el metro hoy – susurró Elsa.

  • Me he quedado dormida y lo perdí. – sonrió Silvia. Si sus padres se enterasen de que casi llega tarde a clase por dormirse, la azotarían de nuevo. Sin duda la crema calmante la había dejado tan calmada y sedada que eso la había hecho despertarse hoy más tarde- ¿Cómo estás?

Elsa asintió con la cabeza. Tímidamente. Los pies la dolían aun, y el coño le escocía, pero solo pensar en que ahora Silvia se lo chuparía, la hacía no sentir dolor.

  • ¿Qué tal la reunión de ayer?

Elsa ahogó un suspiro y las ganas de llorar, sonrió a su amiga y susurró “bien”. Silvia la sonrió.

  • Ya me he enterado de que al final las clases serán para todas las suspensas. Coincidiremos en tres. ¿No es genial?

Elsa asintió. Si seria genial, pero después de esas, después de todas, ella tendría que ir al despacho del director a esperar a su padre, donde seguro mamaria pollas y seria azotada, y violada cuando fuera desvirgada. Casi empieza a llorar solo de pensarlo, pero la voz de su amada la detuvo.

  • ¿Sabes una cosa? – dijo Silvia sonriendo y haciéndola olvidar su tormento -  He venido sin bragas.

Elsa miró a su amiga. Llevaba unas medias hasta las rodillas. La falda, que la llegaba poco más arriba de las mismas no dejaba adivinar lo que le acababa de decir, pero ya estaba deseando levantársela.

  • ¿Vamos a una de las cabinas de los baños? – dijo Silvia sonriendo al ver la cara de deseo de Elsa. – Quiero comerte el coño y que me lo comas a mí. Me da igual que tengas la regla.

  • Ya no mancho. – susurró sonriendo Elsa.

  • Entonces lo devoraré – dijo Silvia sonriendo.

Elsa asintió, ya deseaba besarla, abrazarla, sentir sus manos en su cuerpo, sentir su cuerpo bajo sus manos, lamerla ese sonrosado y tierno coñito, y sentir como la lengua de Silvia curaba su irritado sexo.

Juntas, sonrientes, las dos chicas llegaron al patio y allí entraron en el baño. No había nadie, así que fueron a una de las cabinas y se metieron dentro, Elsa lo hizo primero, y rápidamente, sin que Silvia lo notase, deslizo su mano dentro de su falda y se desprendió el esparadrapo, tirándolo al suelo rápidamente mientras Silvia cerraba con pestillo y nada más hacerlo se fundieron en un abrazo y en un cálido beso, uniendo sus cuerpos, sus bocas, sus lenguas, intercambiando su saliva, jugando en la boca de la otra con su lengua, separando sus labios, volviendo a juntarlos delicadamente, succionando de sus labios mutuamente, comenzando a meter sus manos por dentro de la ropa de la otra, buscando hacia arriba los pechos, libres los de las dos de sujetadores y los tiernos coñitos depilados, libres ambos también de braguitas o tanga. Ambas gimieron al notar la mano de la otra acariciar su pubis y su rajita, pasando delicadamente entre los labios sonrosados de sus coñitos y buscando el clítoris de la otra hasta presionarlo y comenzar a acariciarlo en círculos con el dedo.

Las dos gimieron al tacto de la otra en el botón del placer, echaron su cabeza atrás, con sus bocas abiertas, escapándose la baba entre las comisuras, gimiendo débilmente, con los ojos cerrados, dejándose llevar, comenzando a ir más deprisa en el movimiento de sus dedos casi sincronizádamente

Poco a poco las dos notaron como del coñito las empezaba a rezumar placer y notaban la humedad. Tuvieron casi a la vez un espasmo, un temblor y un débil gemido controlado, y notaron como sus manos se mojaban, como si se hicieran pis encima, pero no era pis, era placer.

Lentamente, se desprendieron de sus jerséis y se desabrocharon la una a la otra la camisa, dejando al aire sus pechitos de pezones sonrosados y erectos. Ambas se mordieron los labios inferiores al ver las tetas de la otra. Elsa alargó las manos y acarició ambas tetas, pasando delicadamente sus dedos por los pezones, notando como se endurecían bajo su tacto,

y notando como los de ella misma se endurecían, a la vez que notaba su clítoris hincharse, y su coñito humedecerse. Silvia la agarró las manos y la detuvo. Se acercó a ella y tras besarla en la boca se puso en cuclillas ante Elsa, esta cerró los ojos, la iba a comer el coño, estaba segura, y lo deseaba con todas sus fuerzas.

Silvia llevó las manos a los cierres de la falda de Elsa y los soltó, dejando deslizar la falda por las piernas de Elsa, mostrando sus pubis libre a través del corte que a la chica había realizado en sus leotardos. Avergonzada por esa situación, Elsa no dijo nada, pero a Silvia ese detalle que pensaba era por ella, la excitó más, y tras bajar los leotardos de Elsa, y separar un poco con sus manos las piernas de su amiga, acercó su cara a la entrepierna depilada y sonrosada de Elsa, comenzando a chupar sintiendo como Elsa la apretaba la cabeza contra su coño, emulando a su padre cuando él la sostiene contra su polla, a la vez que Silvia llevaba una mano entre sus piernas, por debajo de su falda y otra a sus pezones, comenzando a pellizcarse el clítoris y los pezones a la vez que chupaba y lamia el coño de Elsa.

Sintiendo la dulce viscosidad que desprendía el coño de Elsa, Silvia pasaba la lengua por él clítoris de la chica y sentía como se estremecía. Entonces, llevó su propia mano mojada de sus jugos y comenzó a meter un dedo en el coño de Elsa, explorando, tocando, acariciando las paredes internas, buscando los puntos de gozo de la chica, mientras Elsa gemía. Silvia metió dos dedos mas dentro del coño de Elsa, los sacaba y extendía la humedad por toda su raja y hasta el ano de la chica introduciéndolo despacio casi hasta el final. Al notar el dedo de Silvia en la entradita estrecha de su culo Elsa gimió un poco más alto, pero enseguida notó como Silvia devolvía los tres dedos a su coño. Estaba empapada, más aun, estaba casi encharcada pensó. Entonces, cuando estaba a punto del orgasmo, Silvia abrió todo lo que pudo los tres dedos que tenia dentro de Elsa y esta abrió los ojos entre espasmos, agarrándose a su amiga que casi pierde apoyo de sus pies y mordiendo fuerte su labio hasta sentir sangre en su boca para ahogar un grito de placer se corrió hasta notar su flujo recorrer sus muslos empapando la mano de Silvia.

Poco a poco, Silvia se levantó mientras lamia su mano empapada de los flujos de Elsa, con una sonrisa en los labios. Miró a Elsa, que sonreía, azorada, jadeando, con una pequeña herida en su labio inferior, sintiendo su coño arde de placer, empapado, y esa humedad en sus muslos.

Se quedaron en silencio unos segundos, mirándose. La imagen de Elsa, con los leotardos y la falda a sus pies, la camisa quitada y jadeante era casi cómica, pero a Silvia le encantaba.

  • Nunca me había sentido tan bien – dijo Silvia sonriendo.

  • Ni yo. – Contestó Elsa. Miró la hora, les quedaban quince minutos de recreo. Con cuidado, se descalzó y se terminó de quitar la falda y los leotardos, a continuación se quitó la camisa y dejó todo bien doblado en la tapa del váter, junto a los jerséis, dejando sus zapatos a un lado. Desnuda por completo, se acercó a Silvia y la beso en la boca. Su amiga sintió el sabor de la sangre y succionó el labio herido chupándolo, y pasando la lengua al separarse sus bocas. Elsa sonrió avergonzada. Silvia se separó unos centímetros y se quitó la falda y los zapatos, después se quitó las medias y finalmente se quedó desnuda, quitándose la camisa despacio. Había tenido cuidado de no mostrar su culo a Elsa. Ahora ambas estaban desnudas, y sin dudarlo, se fundieron en un abrazo.

Mutuamente, llevaron una mano hasta la entrepierna de la otra y empezaron a acariciar la entrada con un dedo, luego, dos, tres y finalmente, se sorprendieron metiendo dentro del coño de la otra hasta cuatro dedos. Elsa temblaba, aquello era ya demasiado gozo, casi no tenía fuerzas para dar placer a Silvia, y notaba que las piernas le temblaban y flaqueaban de gozo puro que sentía. Con delicadeza, sacó la mano de Silvia de dentro de ella y la miró.

  • No, ya no. Ahora déjame a mí.

Silvia sonrió. Elsa la hizo moverse junto a ella. Miro el suelo, no estaba muy sucio, así que cogiendo toda la ropa de encima de la tapa del váter la puso en el suelo, primero la suya, y encima, para no mancharla nada, la de Silvia. Después, se sentó y con cuidado se sentó sobre la tapa y levantando las piernas empezó a acariciar con sus pies los muslos de Silvia, esta cerró los ojos y se dejó llevar mientras se pellizcaba a si misma los pezones. El pie derecho de Elsa se deslizo sin dejar de tocar la piel de Silvia desde el muslo hasta el coñito y empezó a jugar con los pliegues de la chica, llegando a introducirse el pulgar dentro de la cueva del placer. Lo volvió a sacar y acaricio el clítoris de Silvia con el pie, y cuando notaba este hinchado metió la punta del pie hasta donde pudo dentro del coño de Silvia. Se detuvo al notar un gesto de dolor en Silvia, y estaba a punto de sacar el pie de dentro, cuando noto como Silvia se lo cogía y se lo dejaba dentro, empezando a mover sus caderas para sacárselo y metérselo, gimiendo de gozo, notando como su pie se empezaba a mojar cada vez más y más del flujo que salía del coño de su amiga. Excitadas ambas, Elsa estaba encantada de ver aquello. Silvia se estaba masturbando con su pie, y Elsa la dejó hacer, mientras se empezó a masajear su clítoris, sintiendo como su pie se empapaba del coño de Silvia entre las embestidas de esta moviéndose para sacarse y meterse el pie, llegando a notar el himen de la niña en una ocasión en que Silvia casi grita de placer, de lo mucho que entró el pie en el dilatado coño, en cuyo interior se perdía ya el pie por completo.

Ambas estaban al borde del éxtasis, del orgasmo, con los coños empapados, y el pie de Elsa cada vez tardaba más en salir de dentro de Silvia, hasta que finalmente, llegaron a la vez a un orgasmo silencioso, compartiendo temblores, espasmos y miradas de deseo.

Lentamente, Silvia sacó el pie de Elsa de dentro de ella y recordando lo que a ella le excitaba, recordando lo que había pensado la otra noche, lo lamio ávida. El pie chorreaba néctar de Silvia, y Elsa notaba como de su coño salía el suyo empapando la tapa del váter mientras sentía la lengua y la boca de Silvia succionar y lamer cada centímetro de su pie, en el cual ya no sentía dolor ni ardor. Entonces, Silvia se quedó parada, mirando el pie de Elsa, la planta, sorprendida y algo asustada. Elsa tragó saliva, había notado las marcas de los varazos. Sin decir nada, Silvia, besó delicadamente la planta del pie de Elsa, al borde del llanto al reconocer los varazos que ella misma había sufrido y después los lamio desde el talón hasta la punta de los deditos.

  • Quiero que este pie y su compañero, me follen mañana como ahora.

Y soltó el pie sonriente. Elsa sonrió, tranquila de que Silvia no dijera nada de sus marcas y se levantó, notando la humedad de su coño deslizarse por sus muslos nuevamente y vio como a Silvia la ocurría lo mismo, tanto que parecía que su amiga se estaba orinando. Se abrazaron y se besaron, notando mutuamente sus coños húmedos y sus pechos con los pezones erectos tras los cuales latían dos corazones desbocados por el deseo y el éxtasis.

Se quedaron abrazadas unos segundos, sintiendo sus humedades, con los pies tocándose por las puntitas de los dedos y acariciando sus espaldas.

  • Vamos a llegar tarde otra vez – susurró Silvia.

  • Me da igual – contestó Elsa casi llorando – Me da todo igual.

Y se besaron nuevamente, mientras Silvia, al borde del llanto, pensaba que Elsa, también era azotada en casa, y eso, las unía aun mucho más.

Antes de separar sus cuerpos, Silvia ya tenía decidido hablar con su amiga sobre su común padecimiento, sin saber, que Elsa, tenia uno aun mucho peor.