El tormento de Elsa (6)

He tenido problemas con el ordenador y he vuelto a perder muchos archivos. Afortunadamente tenia guardados casi todos. Tambien tengo problemas con mi correo, en breve me ahré cuenta nueva apra volver a ponerme en tontacto con todo el que quiera. Gracias

6

15:00

Elsa se despidió de Silvia en la puerta de clase.

  • Llámame esta noche. – dijo Silvia.

Elsa asintió. Necesitaría oír la voz de su amiga para consolarse. No sabía que la esperaba en el despacho del director, quizás chupar de nuevo alguna polla o quién sabe si algún azote en su coño o en sus pies. Estaba a punto de llorar.

  • Si puedo lo haré. – dijo Elsa, pensando que tal vez no tendría fuerzas tras lo que la esperaba hoy.

Se quedó de pie, viendo como Silvia se alejaba y como el pasillo se vaciaba. Tras ella, llegó  Don Andrés, el profesor de gimnasia,. El hombre, la acarició el cuello y sonriendo la susurró al oído tras besarla la mejilla.

  • Vamos, cuanto antes me la comas de nuevo, mejor para todos.

Y agarrándola del cuello, la llevó hacia las escaleras mientras Elsa empezaba a llorar, sintiendo la mano de su profesor acariciar su cuello mientras subían los escalones.

En el despacho del director volvían a estar de nuevo ella y los cuatro profesores, y Elsa se temió que tendría que volvérsela a chupar a todos.

Nada más entrar, el director cerró con llave y por dentro el despacho y fue hasta Elsa, que de pie en medio del despacho, temblaba y lloraba.

El hombre fue hasta ella y subió su faldita hasta dejar al aire el pubis.

  • Descálzate. – susurró el director en el oído de la niña mordiéndola la oreja después.

Elsa, como un robot, obedeció, dejando su calzado delante de ella, la niña se descalzó.

El hombre cogió la tira del esparadrapo y tiró lentamente de él produciéndole un escozor salvaje. Tras el esparadrapo fue el tampón, cuyo hilo se había pegado, dejando salir un leve hilillo de sangre tras él que se cortó enseguida. Todos los presentes sonrieron. El director lanzó el esparadrapo con el tampón al interior de uno de los mocasines de la niña y deslizó su mano al pubis de la pobre Elsa comenzando a acariciarlo, a separar los labios del tierno y sonrosado coñito, mientras metía su mano por dentro del jersey y la camisa de Elsa que temblaba y sollozaba al notar impotente como su coño se mojaba y sus pezones se endurecían como piedras, reaccionando sus terminaciones nerviosas al suave y delicado masajeo de sus partes erógenas provocándola un placer que no deseaba ni controlaba.

  • Hoy nos divertiremos todos un poco. Mañana empezaras ya en serio con las clases de recuperación. Hasta el lunes estarás tu solita cielo… así que podemos disfrutar algo de ti. Ya a partir del lunes con el resto. Hemos de avisar a las otras alumnas y aun no lo hemos hecho.

Elsa gimió asintiendo.

  • Biennnnnn…. – dijo el director que seguía masajeando a Elsa.

Ante ella, sus profesores se fueron desnudando. Elsa lloraba y temblaba tanto que parecía que se derrumbaría en cualquier momento. Tras ella el director seguía metiéndola mano y provocando que su sexo se humedeciera. La mano del hombre estaba manchada levemente de sangre y sonrió.

Don Andrés fue tras ella y sustituyó al director que se desnudo. Ahora los cuatro hombres estaban desnudos. Uno a uno, se fueron acercando tras Elsa y estuvieron acariciándola cinco minutos, sin importarles que su mano se manchara de sangre. La pobre temblaba cada vez más, y al final casi se derrumba del asco y la excitación. Se había corrido tres veces, y las manos de todos los hombres estaban manchadas de su sangre y su corrida tras haber hurgado en su coñito hasta tocar todos y cada uno de ellos la membrana de su virginidad.

Una vez acabaron, se quedaron todos ante ella. Elsa lloraba y temblaba, suplicaba que la dejaran en paz en débiles susurros entre hipidos y jadeos, gemidos y llanto incontrolado y ya casi sin lágrimas.

  • Desnúdate.

Elsa obedeció, dejando toda su ropa en el suelo, a un lado.

  • Ponte de rodillas. – volvió a decir sonriendo el director.

Temblando, muy despacio, Elsa obedeció. Jadeaba y sorbía, llorando desconsolada y descontroladamente, temblando, gimiendo.

Lentamente, Don Andrés fue hasta ella. Llegó a su altura. Su polla erecta la golpeó en la cara. El profesor la cogió la cabeza por la barbilla. Elsa lloraba desconsolada y murmuraba súplicas inútiles.

  • Abre la boquita preciosa, que ya se que antes te gustó.

Y asqueada, Elsa abrió la boca. Nada más hacerlo, el profesor introdujo su polla en ella y acto seguido empujó la cabeza de Elsa contra sí y el mismo, sin soltarla empezó un mete saca en la boca de Elsa que se agarraba a las piernas del hombre tratando de sacar la polla, desconsolada, gimiendo, asqueada, las arcadas la invadían, pues la polla la llegaba más hondo que ninguna antes. Deseaba vomitar, pero sabiendo que eso sería terrible para ella, aguantó, se agarró fuerte a las piernas de su profesor sin resistirse y esperó mientras el hombre jadeaba y gritaba complacido a sus sonrientes compañeros “la perra está gozando, mirad como se agarra a mi” y siguió embistiendo contra la boca de Elsa hasta correrse en un torrente amargo que llegó casi de golpe al estomago de la chiquilla, aguantando bien hasta que expulsó de su polla todo el semen. Al hacerlo, soltó a Elsa de la cabeza y la chica se quedo quieta, chupando todavía la polla, pues apenas se había dado cuenta de la corrida. Sus ojos seguían derramando lágrimas, aunque cada vez menos, y el profesor la miró extasiado. Gimió al notar la lengua de Elsa en su polla y sin poder evitarlo se corrió de nuevo, esta vez casi todo en la cara de la niña pues sacó su polla mientras lo hacía, manchando la carita de Elsa de su semen.

  • Que perra es, como lo hace... Ha sido brutalmente mejor que antes – gimió el profesor casi jadeando y mirando la cara roja por el llanto de Elsa bañada por su semen. – la zorra es una autentica mamadora.

  • Límpiate y trágatelo todo, que aun te quedan tres más. – ordeno el director divertido y más excitado todavía al ver el espectáculo de Elsa mamando de semejante forma.

Elsa obedeció ya sin llorar pero asqueada, temblando aún, pasándose la lengua primero por los alrededores de su boca y luego la mano por la cara, lamiéndosela después.

  • Bien… ahora… - dijo el director – Don Alberto.

Y mientras el profesor de música  se acercaba moviéndose torpemente por su enorme peso, con su corta polla erecta apuntando a Elsa, la pobre chica gemía, deseando que acabasen pronto para poder ir al baño a vomitar.

Cuando el director sacó la polla de la boca de Elsa tras correrse dentro de ella, sonrió viendo a la niña tratando de aguantar las nauseas, a cuatro patas en el suelo de su despacho, llorando y temblando.

  • Te has portado muy bien Elsa, pero tienes que recibir un pequeño castigo por llegar hoy tarde a mi clase. Y como tu padre me ha dicho que te gusta como esta tu coñito así, y que además te gusta que esté abierto, vamos a abrirlo bien para… Bueno, para lo que ya sabes.

Elsa abrió los ojos, empezó a mover la cabeza negando. Se derrumbó en el suelo y se sentó de rodillas.

  • Porfavornoooooo…. Eso no, no me azote ahí, no por favor…. – suplicaba sollozando y besando con la cara desencajada. – Le mamaré la polla a todos toda la tarde, pero no me azote en mi coñito, por favoooor……

Las lágrimas de Elsa caían por su hermosos y joven rostro excitando a los presentes.

  • Oh mi niña – dijo el director acercándose a ella, poniéndose de rodillas en el suelo junto a Elsa y abrazándola, sintiendo sus pechitos en su cuerpo – Me temo –dijo acariciando su cabello y espalda desnuda – que tendremos que azotarte, pero te agradecemos el ofrecimiento de seguir chupando pollas. Estaremos encantados de que lo hagas una vez tengas el coño tan rojo e irritado que no puedas cerrar las piernas.

Y Elsa gritó de terror mientras lloraba y el director la abrazaba sintiendo su polla endurecerse de nuevo. Satisfecho por ello, se levantó y levantó a Elsa.

  • Bien cariñito, quédate de pie y bien abierta de piernas.

Elsa, temblando, obedeció. No opondría resistencia, sabía que cuanto más seria peor, solo deseaba acabar cuanto antes, irse a casa y acurrucarse bajo la ducha fría mientras piensa en Silvia.

  • Eso es.

Y acercándose a Elsa, el director empezó a masajear sus labios, su clítoris y a meter de nuevo sus deditos en el coño de Elsa, que enseguida sintió la humedad de su excitación involuntaria invadir su coñito, abriéndose cada vez más, lo que el director agradeció masajeándola el clítoris.

  • Muy bien zorrita, muuuuuyyyyyy bien.

Elsa cerró los ojos, encogió los deditos de los pies, y apretó las manos para aguantar el asco y el llanto mientras el director seguía sobándola y hurgando su coño.

Uno a uno, durante cinco minutos, los otros tres profesores masturbaron a Elsa hasta dejarla el coño tan abierto que si la follaran ahora no sentiría nada hasta que la rompieran el himen.

Algunos la habían pellizcado los pezones, erectos desde el primer roce de la mano del director, produciendo en la niña un gemido de dolor. Cuando todos hubieron acabado, el director cogió a Elsa de la mano y la guió hasta el borde de su enorme mesa de roble, la cual estaba vacía por completo y cubierta por un hule blanco. El director la llevo hasta uno de los lados más cortos y la sonrió. La miró fijamente y la beso en la boca. Elsa, asqueada, no se mostró receptiva, pero el director la agarró un pezón y lo apretó y estrujó. La chiquilla abrió la boca para gritar y el hombre aprovecho para invadirla con su lengua. Una nueva arcada llegó al cuerpo de Elsa que se aguantó mientras lloraba al sentir esa lengua en su boca a la vez que su pecho era liberado. Cuando acabó, Elsa notaba latir su pezón. El director la sonrió

  • Túmbate encima de la mesa boca arriba, con las piernas colgando y estira los brazos hacia arriba, por encima de tu cabeza. – dijo el director.

Elsa obedeció temblando, sabía lo que venía, no podría soportar el dolor. El coño la escocía ya de las masturbaciones, tanto que la costaba andar normal, pues se rozaban sus muslos al hacerlo produciéndola más placer e irritación. ¿Podría aguantar tan siquiera un azote? Gimió solo de pensar en el dolor que sintió ayer cuando su padre la azotó.

  • Cogerla de los tobillos y levantarla las piernas, bien abiertas. - El profesor de matemáticas y el de música obedecieron.- Y tu de las muñecas. – el de gimnasia obedeció sonriendo, el solo se bastó para agarrar fuertemente a la niña que no se podía mover y lloraba entre tembrlores.

El director se situó frente a las piernas abiertas de Elsa, donde su coño rosado, irritado, brillante por la excitación y con algo de sangre menstrual manchando sus hermosos y carnosos alrededores, le llamaba a gritos, hinchado, con el clítoris sobresaliendo, esperando su castigo.   El hombre cogió su cinturón de piel y sonriendo se acercó a Elsa que lloraba temblando. No oponía resistencia, solo quería acabar, pero agradecía que la sujetaran las piernas y los brazos, pues estaba segura de que trataría de cerrarlas instintivamente y eso sería peor.

  • Puedes chillar todo lo que quieras. Te voy a dar dieciséis azotes. Uno por cada asignatura suspensa, incluida inglés – dijo sonriendo - y siete por llegar tarde a clase.

  • Nooooooo…. Gimió Elsa llorando, sin moverse, sintiendo las manos de sus profesores apresar fuertemente sus brazos y piernas por las muñecas y tobillos.

  • Si protestas, serán el doble. ¿Estás lista?

Elsa sollozaba, cerró los ojos esperando un azote que no vino enseguida, como ella pensaba. De pronto sintió como algo la pasaba por cada planta del pie. Abrió los ojos, los dos profesores que la sujetaban las piernas por los tobillos la estaban lamiendo la planta de los pies. Elsa sintió asco, estaba tan ida mirando como sus profesores lamian sus pies como si fueran helados que cuando el primer y brutal azote estalló en su coño abierto la pobre perdió toda percepción de alrededor y aulló de dolor arqueando su cuerpo y echando la cabeza atrás. En el momento en el que volvía a poner su cuerpo tenso en la mesa llorando y gritando de dolor, sus profesores dejaron de chupar sus pies y el segundo azote cayó con más fuerza que antes, y Elsa volvió a chillar y a comenzar a retorcerse sin éxito.

  • Noooooooo… pareeeeeeeee…. AHHHHHHH… Se lo suplicooooooooooo…. AHHHH…. AHHHHHHH….

Un nuevo azote, y otro, y otro…. Y Elsa siguió gimiendo, retorciéndose, llorando, gritando, gritando, gimiendo, retorciéndose… Incluso después del último azote y de que la soltaran, dejándola sobre la mesa tirada como un ovillo de lana, pues se acurrucó con las manos entre sus piernas sintiendo el ardor de su coño tan intenso que pensaba que podría quemarle las manos.

  • Bien. – dijo el director mirando la hora – Son poco mas de las cuatro de la tarde. Te dejaremos media hora para descansar antes de nos la chupes a todos de nuevo. Después, podrás irte a casa.

Y loscuatro hombres se vistieron y dejaron a Elsa a solas en el despacho, llevándose la ropa de la chiquilla ropa consigo y cerrando la puerta por fuera al marcharse, mientras Elsa temblaba y gemía de dolor echa un ovillo, sobre la mesa del director, sintiendo su coño arder, y como la sangre de la menstruación manchaba sus manos y el hule que cubría la mesa del director.

Estaba temblando de miedo, gimiendo, tiritando, casi convulsionando, muerta de dolor, con el coño ardiéndole terriblemente y tan húmedo de placer que parecía haberse orinado. La sangre de su menstruación, que aun fluía lentamente y estaba secándose en sus labios rosados e irritados por los azotes que acababa de recibir manchaba el hule y sus manitas sin que la importase.

Afuera las nubes habían cubierto el sol y había empezado a llover fuertemente, y el agua golpeaba las ventanas con brusquedad.

Se incorporó levemente de la mesa, apoyándose en el hule manchado de sangre y se bajó de la misma, sintiendo su coño arder al juntar las piernas para empezar a andar. Gimió de dolor y apretó los ojos. Con las piernas temblando, las separó ligeramente, y encorvada, agarrándose de dolor su entrepierna, fue arrastrando sus pies descalzos sobre el suelo del despacho hacia el baño. Tenía ganas de hacer pis, así que necesitaba ir. Si se orinaba encima pondría todo perdido, y no quiere pensar que castigo la impondrían, pero seguro que sería cruel y doloroso.

Llegó arrastrando los pies hasta el váter y se sentó con gesto de dolor. Enseguida la orina salió de su cuerpo provocándola un terrible escozor que la hizo gemir de dolor y morder el labio a la vez que cerraba fuerte las manos clavándose las uñas en las palmas y encogía los deditos de los pies para tratar de soportar el dolor y no aullar, que era lo que su coño la pedía.

Cuando terminó de orinar, cogió un poco de papel higiénico y se limpió, descubriendo sangre al hacerlo. Su menstruación aun no había acabado, y el flujo aun seguía. Al levantarse y tirar de la cadena, noto como la sangre empezaba a gotearla por sus muslos y lloró desesperada. Tenía que ponerse un tampón, pero no se atrevía a registrar el baño, así que escogiendo un buen trozo de papel higiénico, se limpió y se lo metió arrugado en el coño para taponar la sangre hasta que el director volviera a ponerle uno con el esparadrapo tapando su rajita después. Eso la hizo temblar y gemir, sintió que las piernas la flaqueaban y se tuvo que sentar en el suelo, al pie del váter a ponerse a llorar.

Desconsolada, pensó en su madre, en como la echaba de menos, en que si ella siguiera vivía, nada de esto pasaría, en Silvia, en como la quería, la deseaba, en si decirla lo que la ocurría, en si tal vez el padre de su amiga pudiera ayudarla, pero sabía que era todo inútil, sabía que nada ni nadie podría ayudarla, y que estaría así hasta que pudiera irse de casa con dieciocho años.

Estaba llorando, gimiendo, sintiendo el coño arder, cuando oyó la puerta del despacho abrirse y como sus profesores entraban de nuevo. Segundos después, el director entraba en el baño y sonreía al verla. Tras él, los profesores sonreían igualmente.

-Oh… pobrecita. – dijo sonriendo y mirando a Elsa fijamente que no podía levantar la cabeza y lloraba entre hipidos y temblores - Ha tenido que ir al baño a llorar.

¿Has meado guarrilla?

Elsa gimió, sorbió los mocos y las babas que tenia y miró fijamente a ese hombre que tanto detestaba, a esos hombres que odiaba, y asintió con la cabeza muerta de aso y miedo, deseando salir de allí cuanto antes.

  • Pues ahora levántate y ven. Tienes que vestirte para ir a casita, pero antes, ya sabes, tienes que mamar nuestras pollas, y créeme, después de haber comido hemos cogido fuerzas, y si no, las viagras que hemos tomado, harán su efecto en tu tierna boquita.

Y a punto de vomitar, Elsa se levantó y fue andando hacia ellos, ya sin estar encorvada, pero arrastrando sus piececitos y con las piernas separadas, mostrando el gurruño de papel higiénico que salía de su irritado y rosado coño, lo que le hizo sonreír al director.

  • Vaya. Claro, se me había olvidado. Quédate quieta un segundo.

Elsa obedeció. El hombre entró en el baño y del mueble bajo el lavabo sacó una caja de tampones y la cinta de esparadrapo. Elsa gimió. A continuación, el hombre fue hacia ella y la quitó el papel higiénico de su coñito tirándolo después al váter. Estaba manchado de sangre, pero ya no goteaba. Aun así, la puso un tampón. Elsa cerró los ojos llorando al notar las gruesas y ásperas manos tantear su coñito para ponerla el tampón, y después escuchó la cinta de esparadrapo separarse del rollo y ser cortada y como se la ponía en su rajita, cerrándola por completo.

  • Le diré a tu padre que te la quite esta noche.

Elsa gimió, pensaba hacerlo ella nada más salir del colegio, pero tendría que ir con ella todo el día.

-Ahora, venga, vamos al despacho.

Cuando volvió al despacho, todos sus profesores estaban ya desnudos, y todos con las pollas más tiesas y duras que antes.

  • ¿Quién quiere empezar? – dijo el director obligándola a ponerse de rodillas.

Y todos los presentes se miraron. Entonces, el profesor de gimnasia cogió del suelo, donde volvía a estar la ropa de Elsa, una de sus medias y la llevo hasta donde estaba la niña.

  • Vamos a vendarte los ojos y a jugar a un juego.

Elsa temblaba.

  • Si sabes de quien es la polla, cuando tragues y lo digas solo mamaras esa, si no, seguimos hasta que aciertes o acabemos todos de alimentarte con nuestro rico yogurt.

Elsa gimió. Su profesor la vendo los ojos con su media y la chica esperó.

  • Bien cariño – dijo Don Andrés – ahora abre bien esa boquita de niña buena.

Y Elsa, temblando, obedeció. Tras dos segundos que se le hicieron eternos, la pobre sintió como dos pollas, una por cada lado de su boca, la invadían, y como desde atrás la agarraban la cabeza para no soltarse del mete saca y bamboleo que ambas pollas ejercían en su boca, abriéndola todo lo que podían, hasta sentir como los labios la dolían, casi desgarrándose. Sus lágrimas brotaban empapando sus medias, y sin poder contenerse, la pobre temblaba y sollozaba tratando de gritar, con unas terribles ganas de vomitar en su interior, que la hacían desesperarse, poner a sudar, hacer que sus pezones se endurecieran, su

coñito se humedeciera irritándola más aún, y los dos hombres que la estaban follando la boca se excitaran más aún.

La pobre Elsa solo quería gritar de horror, de desesperación y de dolor, protestar, suplicar, pero solo salían gruñidos incoherentes de su boca, tan llena de polla que cuando los dos profesores se corrieron, el semen se escapó por entre los labios. Llenos de placer y satisfacción, sacaron sus miembros ordenándola recoger todo lo que se perdía. Elsa temblaba y gemía, teniendo convulsiones y arcadas, a punto de vomitar, no obedeció al principio, dejando el semen gotear y resbalarse por su barbilla desde sus labios.

  • Hazlo o tendrás hoy una sesión más al acabar, y veremos si te caben tres pollas en vez de dos.

Y obediente, Elsa recogió cada gota de semen que salía de su boca, incluso con la mano lamiéndola después, y se trago todo como una buena niña que se come toda la comida.

  • Biennnn… - dijo sonriendo el director. – Los dos siguientes.

Y de nuevo, dos pollas llenaron su boca antes de que pudiera protestar o chillar, y siguió llorando a cada nueva embestida en su boca, recogiendo después hasta la última gota de corrida de sus profesores, sin dejar de desperdiciar nada de su leche amarga que se escapaba por entre sus labios irritados de tanto abrir la boca. Al acabar, quitaron a Elsa la venda mostrando una cara y unos ojos irritados por el llanto.

La pobre niña temblaba y gemía, casi con espasmos que movían su cuerpecito de forma graciosa.

Los hombres sonrieron.

  • Bueno Elsa. Mañana a la misma hora, pero ya a solas con Don Alberto. Después bajaras al gimnasio.

Elsa asintió gimiendo y temblando.

  • Puedes vestirte.

Y levantándose, ante la atenta mirada de todos, Elsa se vistió. Cuando ya estuvo totalmente vestida miró fijamente a los cuatro hombres.

  • ¿Puedo irme, por favor?

Los cuatro, desnudos, mirándola sonrientes, asintieron.

  • Si cariñito – dijo el director acariciando su polla apuntando hacia ella – Puedes irte preciosa, y venir con fuerzas para mañana.

Y conteniendo un vomito, Elsa salió del despacho y después de colegio, a la calle, donde la fina lluvia la cubrió mientras trataba de vomitar sin éxito apoyada en la pared de fuera.

La lluvia intensa caía sobre su cabeza dejándola el pelo pegado a la cara y ocultando sus lágrimas.

Cuando por fin llegó a la boca del metro estaba empapada hasta los huesos y tenía los pies calados. El agua se había filtrado por sus zapatos y empapado sus medias y sus pies.

Se sentó en el banco del andén y se descalzó para quitar el agua de sus zapatos y quitarse las medias, calzándose después de nuevo, y guardando las medias en su mochila.

Estaba sola en el andén. Miró la hora. Las cinco y media de la tarde.

Tenía la boca irritada y el coño aun la escocía. El estomago lleno de semen le pedía a gritos vomitar, y ella misma deseaba una ducha, un baño para limpiarse la suciedad que sentía encima por su nueva humillación.

No soportaba más esto, tenía ganas de llorar a cada instante. Solo ver a Silvia, estar con ella, oírla, tocarla, sentirla la podía calmar, la hacía olvidar todo, y no podría hacerlo hasta mañana.

El tren llegó y abrió sus puertas al pararse en el andén. Elsa entró en el vagón y se sentó de cara a la puerta del mismo. En el vagón había solo tres personas más, y estaban en el otro extremo. La chica se descalzó y apoyó sus pies encima de sus mocasines. Sus dedos y sus pies estaban azules. El zapato había desteñido. La hizo gracia momentáneamente, pero cuando levantó la cabeza a la vez que el tren pitaba para anunciar su salida del andén, una figura entró corriendo en el mismo, alguien que la saludó, y al ver ante ella a su profesor de gimnasia, Elsa palideció mientras las puertas se cerraban y el tren se ponía en marcha.

Don Andrés se sentó a su lado y la palmeó la pierna en el muslo desnudo.

  • Bonitos pies, aunque algo sucios. – dijo sonriendo y mirando los pies de la niña que fue a calzárselos al momento – No – la detuvo Andrés – sigue descalza, me gustan tus pies. Ojala hubiera podido yo lamerlos antes… Pero descuida, ya lo haré.

Elsa asintió muerta de miedo y obedeció, apoyando incluso los pies a cada lado de sus zapatos, sobre el sucio y frio suelo del vagón. El profesor sonrió. El hombre tenía su mano firme en su muslo y la subía hacia dentro de la falda hasta rozar su pubis con el esparadrapo.

  • Una lástima lo de tu menstruación. Tu coñito iba a tener la mejor de sus masturbaciones de mi mano si no… - Elsa gimió – Bueno. Tendremos más días. ¿Podemos ir siempre juntos en el metro cuando salgas de recuperación? ¿Qué te parece? Yo te esperaré encantado cada día, si no vienen a buscarte tu papi, te acompañaré a casa encantado.

Elsa gimió. Sollozando asintió.

  • Bien profesor. Me… m… me parece biennn… - balbuceo entre sollozos mientras el profesor sonreía.

  • Eso había pensado yo zorrita.

Y siguió acariciando el muslo y el coño tapado de Elsa durante dos paradas más.

  • Yo me bajo aquí preciosa – dijo sonriendo y besándola en la boca rápidamente sin que nadie le viera. – Mañana no te hará falta chándal, estaremos en el gimnasio los dos solos, y podremos estar desnuditos.

Y sonriendo salió del vagón dejando a Elsa temblando y sollozando. Cuando llegó su parada se calzó los mocasines y salió del vagón.

Al salir del metro seguía lloviendo, pero menos. Siguió andando despacio bajo la lluvia hasta llegar a casa. Antes de entrar se descalzó en la calle. No podía manchar el suelo con los zapatos. Abrió la puerta y se secó los pies descalzos en el felpudo de casa antes de entrar. Cerró tras de sí y fue con los zapatos en la mano hasta el lavabo del piso de abajo, donde tenía que dejarlos siempre que llovía, metido en el plato de la ducha del mismo. Después volvió a la entrada y dejó allí su mochila.

  • Ya estoy en casa – dijo, aunque sabía que su padre aun no había llegado, quería asegurarse. – subió las escaleras hasta la habitación y se desnudo. Después fue al baño y miro su cuerpo desnudo, con el pelo calado pegándose a la cara, los pezones algo irritados y amoratados, pero mucho menos ya. El viernes, si no los tocan, estarán perfectos para los labios y manos de Silvia.

El esparadrapo de su coñito resaltaba en su cuerpo desnudo. Elsa se acarició el mismo. Incluso así sentía el coño irritado. Ya estaría más cerradito, y mañana volvería a ser una fina y tierna rajita que sonríe siempre a las manos de sus depravados abusadores.

Cogió la toalla de la ducha y se secó del pelo y el cuerpo la lluvia. Después volvió al dormitorio, se puso unas mallas negras y una camiseta de tirantes blanca y unos calcetines marrones. Después bajó al salón y fue hasta la cocina a prepararse algo de comer. Después, fue hasta la cocina, con un sándwich de pavo en un palto y un vaso de agua. Se tumbó de lado en el sofá con las piernas cruzadas, sintiendo su coñito arder y puso la tele comenzando a comer, sintiendo sus labios de la boca irritados, como los de su coñito, pensó tristemente, de tanto abrir la boca, obligándola todo ello a no dejar de pensar en lo que la habían hecho hoy a su pobre coñito y en como la habían destrozado la boca, la cual la dolía terriblemente.

22:15

Se había quedado dormida viendo la televisión. Con las piernas estiradas y los pies descalzos cruzados uno sobre otro y apoyados encima de la mesita de te frente al sofá del salón.

Hacia algo más de una hora que se había tomado un analgésico para el dolor incandescente de su coñito y este la había dejado dormida profundamente.

Su padre la miraba de pie, sonriente, sin que Elsa hubiera notado tan siquiera su llegada. Los pechitos de la chiquilla se movían al compas de su respiración y sus pezones se marcaban en la camiseta. Con mucho cuidado, sin despertarla, el padre fue hasta el cajón donde guardaba su mujer las cosas de coser y sacó las tijeras. Volvió donde su hija dormía y recortó los tirantes de la camiseta sin despertarla. A continuación, recortó un lateral, con cuidado, sin despertarla, dejando su pecho al descubierto, con sus dos manzanitas pequeñas de pezones erectos y sonrosados, aunque algo amoratados, mirándole fijamente. Sonriendo, a continuación fue a los pies y la quitó con cuidado un calcetín. Descruzándola los pies, sin despertarla, pero si haciéndola removerse incomoda en sueños, la quitó el otro y juntó ambos pies. A continuación se quitó el cinturón, lo doblo, y tras respirar hondo y coger aire, echó el brazo hacia atrás y con todas sus fuerzas asestó un golpe a Elsa en la planta de sus pies con el cinturón.

Elsa aulló de dolor incorporándose y sintiendo arder sus pies.

Sin que pasara un segundo miró al frente y vio a su padre sonriendo, al momento noto la desnudez de sus pechos y la de sus pies y tragó saliva. Temblando se levantó y se quedo de pie ante su padre.

  • ¿Qué tal el colegio cariño?

Elsa asintió temblando. Miró la hora en el reloj de pared. Las diez y cuarto. Se le había pasado hasta llamar a Silvia, y sabia que ya no podría, su padre no la dejaría sin pagar un precio, y no deseaba ser azotada más en su coño.

  • ¿Te han aplicado el correctivo necesario? – dijo acercándose a ella y acariciando su coño por encima de la tela de sus mallas, provocándola un espasmo de asco, y que cerrara los ojos comenzando a llorar.

  • Siiiiii…. - susurró gimiendo la pobre niña.

  • Creí haberte dicho que iría yo a buscarte al colegio.

Elsa recordó lo que le había dicho su padre esa mañana y empezó a temblar. Era cierto.

  • El… el… El director me dijo que…

El padre sonrió.

  • Chssss…. Tranquila mi niña – dijo abrazándola – Oh, pobrecita, como tiemblas – era verdad, Elsa estaba temblando de autentico pánico – No, mi niñita, no – dijo acariciándola y apretándola las nalgas – no te castigaré por eso.

Llamé al director esta mañana diciéndole que finalmente no iría a buscarte, así que por eso él no te ha recordado lo dicho esta mañana. El problema es que tú no te has acordado, y por eso te he dado ese azote en tus piececitos. Aunque creo que te mereces alguno más…

  • Noooooooo… gimió llorando la niña abrazada aun a su padre que sobaba sus nalgas sin pudor alguno, ya por dentro de las mallas

  • Entonces tendrás que hacerme una mamada gloriosa cariño, a mí y a mis invitados.

Y dejando de abrazar a su hija fue hasta la puerta del garaje y abrió la puerta, dejando entrar a tres hombres altos, fuertes y con uniforme de policía. Elsa creía morir, el mundo se le caía a los pies. Policías, policías de uniforme. Su padre la estaba demostrando que no tenía posibilidades de escapar ni de decirle nada a nadie.

  • ¿Por quién quieres empezar?

Y mientras los tres hombres sonreían mirando la semidesnudez de la hija de su comisario, Elsa se agachó poniéndose de rodillas ante su padre y comenzó a desabrocharle el pantalón completamente obediente.