El tormento de Elsa (5)

Aqui sigo, y esta vez presento cambios sustanciales con repecto a la anterior versión. En vez de los ocho profesores, solo abusaran de ella la mitad, cuatro. Ello no quiere decir que la pobre Elsa siga sufriendo un tormento humillante de aquí en adelante.

5

Elsa aun lloraba. Su coño la ardía terriblemente a pesar del tiempo pasado desde el azote, tan solo una hora, y la ducha de agua fría.

La joven estaba ahora tumbada boca abajo sobre la cama de matrimonio, con las piernas ligeramente abiertas y el culo en pompa. Su padre la había puesto un cojín debajo para elevarlo y así tener una mejor visión de sus hermosas y rojizas nalgas donde tonos verdes, negros y morados de hematomas se dispersaban por la misma en un tono brillante gracias a la pomada cicatrizante y calmante que su padre la había aplicado con esmero hacia cinco minutos y cuya piel aun absorbía lentamente.

Elsa se había levantado de la cama casi a gatas para ir hacia su padre cuando la quedaban solo quince segundos del tiempo dado por él para chuparle la polla. La chica, sollozando, llorando sin parar por el dolor abrasador de su coño le hizo a su padre una mamada tan despacio y con tanto miedo que el hombre taró en correrse. Aquello no disgustó al padre. Su hija había aprendido a mamársela deprisa par que el tormento pasara cuanto antes, y ese día, el tiempo que tardó le excitó más, y cuando eyaculó en la boca de Elsa, agarró fuerte la cabecita de la niña contra si durante largo rato, apretándola contra su polla, notando como esta llegaba muy dentro de la boca de su hija que gorgoteaba entre arcadas, tragando el semen que tenía en la boca y los leves chorros que salieron después, durante otros tres interminables minutos. Cuando su padre la liberó la cabeza, Elsa retiró esta de entre sus piernas, con los ojos arrasados en lágrimas, y relamió sus labios manchados de semen.

Después su padre la dio permiso para ducharse, y ella, andando con el cuerpo doblado por la mitad por el dolor, fue hasta la bañera donde aplicó el agua helada en su coño durante largo rato sin dejar de llorar, sintiendo además una terrible excitación al sentir el torrente de agua en su rajita y como esta se calmaba a la vez que se excitaba.

Su padre acarició sus nalgas brillantes por la pomada. Ya no la dolían, pero los moratones y heridas debían desaparecer antes del viernes. Elsa se estremeció. Sollozó y tembló de miedo cuando la mano de su padre se metió entre sus nalgas, acarició la entrada estrechita de su ano y se deslizó hacia la rajita de su coñito, metiéndose dentro hasta tocar el himen.

  • Vete despidiendo de tu virginidad. – Dijo moviendo su mano dentro del coño de la niña que gemía entre llantos – No pienso esperar más, así que el martes, la perderás.

Elsa gimió, su llanto aumentó y hundió la cabeza en la cama. Ya había fecha para su violación, se dijo. El martes seria violada. La pregunta era por quien, y cuantas veces.

  • Creo que la puja empezará por quinientos euros.

Si te portas bien hasta entonces, y ese día, con el que se lleve el premio te portas también bien, no te resistes, no chillas ni lloras. Te prometo dos cosas. Te dejaré tranquila durante una semana. Sin azotes, ni mamadas por mi parte. No puedo prometerte lo mismo por el director, que ya podrá follarte cada día si quiere – Elsa gimió y tembló de nuevo Su padre estaba acariciando el interior de su coñito estimulándola. La chiquilla notaba como segregaba néctar sin parar empapando la mano de su padre que lo estaba gozando teniendo una nueva erección – Y la otra cosa es que te daré un diez por ciento de lo que se recaude por ti. Y no solo esa vez, cuando subaste tu culo, también. Y si alguna vez alguien quiere pagar por ti… - Elsa gimió al oír eso, la iba a prostituir, iba a ser una puta en toda regla –También te daré una parte.

Elsa temblaba. Su padre sacó la mano de su interior totalmente empapada. Elsa se había corrido sin desearlo, y la mano de su padre estaba empapada de su corrida. El hombre sonrió y se la lamió feliz, despacio, con cuidado y lascivia mirando a su sollozante y temblorosa hija.

-Ahora cielito, ponte de lado y déjame un sitio. Es hora de dormir.

Y temblando, sollozando, y con las palabras de su padre sobre como la prostituiría resonando en su cabeza, Elsa obedeció, y siguió llorando durante toda la noche en silencio, una noche en la que no pegó ojo, y en la que sintió la olla de su padre frotarse en su rajita del coño toda la noche, incluso en los sueños de este, mientras notaba como presionaba sus pechos hasta dormido.

MIERCOLES, 17 DE NOVIEMBRE DE 2010

07:15

La mañana siguiente, tras la ducha, sintiendo aun un leve escozor en su entrepierna, Elsa se tumbó de nuevo en la cama para que su padre le diera la pomada en su culo.

  • Quédate así cinco minutos. Yo me voy ya.

Recuerda que hoy tienes que hablar con el director de tus clases de recuperación.

Elsa asintió al borde del llanto con la cara hundida en la cama. Su padre sonrió.

Acarició el culo de su hija al decirlo, dejando pasar su mano entre sus nalgas y por su rajita como anoche, pero sin meterla, notando a su hija ponerse tensa.

  • Ya verás como gozas cuando te follen, y ni te cuento cuando tengas tres pollas en tu cuerpo metidas todas a la vez – dijo el padre sonriendo, imaginándose la escena de su hija siendo follada por tres tíos a la vez. – Gozaras como una perra.

Y sonriendo, se agachó para besar la planta de los pies de su hija, y salió de la habitación.

Elsa hundió más fuerte la cabeza y sollozó en silencio. Poco después escuchó la puerta del garaje y a su padre salir con el coche, y la pobre empezó a llorar sin consuelo y sin contenerse, pensando en cómo sería ser follada por tres hombres a la vez.

Tras vestirse, pero sin poder contener aun del todo el llanto y el temblor de piernas, y maquillarse para disimular las ojeras que tenia por no haber pegado ojo en toda la noche, Elsa bajó hasta la cocina y desayunó rápidamente.

Después, sintiendo el frescor de la crema hacer efecto en su culo calmándola toda molestia, pero con el débil escozor de su pobre coñito aun palpitante, se detuvo ante el espejo de cuerpo entero que había en la entrada y se subió la falda, dejando al aire su coñito depilado, su pubis liso, suave, ligeramente abierto y abultado por estar aun excitada, e irritada por el brutal azote de anoche. La chica casi se derrumba al pensar que el lunes recibirá diez iguales, y el martes será violada. Violada, se dijo. ¿Cómo no escapaba? ¿Escapar…? ¿A dónde? Una y otra vez se decía a si misma que no serviría de nada, que solo tenía que aguantar, aguantar hasta que tuviera dinero para irse, y se dijo que si su padre le daba el diez por ciento de lo que valiese su virginidad, sería una buena forma de empezar, y después… Después, se dijo casi al borde del llanto y bajándose la falda, puede que algún alumno del colegio quiera alguna mamada por diez euros. Y gimiendo solo de pensarlo, sollozando, se calzo los mocasines y salió de casa, pensando en que si su padre quería prostituirla, si quería que fuera una puta, lo seria, aunque tuviera que chupar todas las pollas del colegio, o dejarse follar una vez desvirgada, lo seria, y así, tal vez, reuniría dinero suficiente para irse bien lejos de allí y no volver a tocar una polla en su vida.

La expresión de su rostro cambió al ver entrar a Silvia por la puerta del vagón de metro y al darla dos besos. Ya deseaba besarla en la boca, besarla su coñito, que ella besara el suyo, que viera lo que había hecho, y que su maravillosa lengua calmara con su ardor pasional el doloroso ardor que el azote de anoche llenó de dolor su coño.

  • Hola – susurró Silvia. - ¿Sabes una cosa? – dijo acercándose a ella. Elsa estaba empezando a excitarse, solo sentirla, olerla, verla, la ponía caliente – No llevo ropa interior.

Elsa sonrió. Se acercó a ella y ahora le toco su turno de susurrar complicidades.

  • Tengo el coñito tan suave y liso como la seda.

Silvia se mordió el labio, que tenía ya mucho mejor aspecto. Se le habían endurecido los pezones solo de pensar en el coño de Elsa depilado y en cómo iba a gozarlo chupándolo. Por suerte para ella, el jersey tapaba sus pechos y no se notaba. Ambas deseaban comprobar la confidencia de la otra, deseaban llevar sus manos a la entrepierna de la otra, hurgar bajo esa falda, acariciar los dulces pliegues virginales y sonrosados que ambas poseen, sentir su humedad, su calidez, su pasión.

Elsa miró a Silvia. Sus piernas estaban totalmente cubiertas por medias. La chica le sonrió.

  • No soy tan valiente como tu como para venir con el coñito totalmente al aire. Al menos aún.

Elsa sonrió. Ella si hubiera venido con medias así en vez de hasta las rodillas también llevaría su coño al aire, se dijo, y Silvia seguro se habría quedado de piedra. Sonriendo se dijo que iría así el viernes a su casa.

  • ¿Quedamos hoy en el patio… en el baño? – Dijo Silvia – Así no salimos juntas y evitamos que empiecen a pensar cosas.

Elsa asintió.

  • Si quieres – dijo Silvia acercándose a ella un poco más, casi tanto que sus labios se tocaban, y Elsa deseo hacerlo, aun delante de todo el vagón del metro que miraban a las dos amigas sonreírse y susurrarse contándose confidencias de adolescentes – te espero dentro, ya desnuda, para que según entres me lamas el coño.

Elsa tragó saliva, asintió sonriendo, aguantando las ganas de besar esos labios y de recorrer esas piernas envueltas en medias hasta tocar el coño depilado tras la fina tela.

  • Si. – susurró Elsa – Claro que quiero.

Y ambas sonrieron.

Al entrar en el colegio y ver al director que la sonreía casi lascivo, Elsa volvió al mundo real durante la primera hora de clase, sintiendo las miradas de su profesor de Matemáticas hacia ella, casi lascivas, la chica supo que el director había hablado con él, y que este, estaba dispuesto a darla también clases particulares. La chica estuvo mareada y con nauseas por pensarlo hasta que en el descanso de entre clase y clase Silvia fue a verla.

  • ¿Estás bien? Tienes mala cara.

Elsa asintió. La verdad era que no se encontraba bien. Estaba cansada, no solo por no haber dormido, si no que tenía un malestar general. Entonces cayó en la cuenta. Hizo cálculos y lo supo. Hoy le bajaba la regla.

Siempre era como un reloj, incluso en estos meses de abusos, la regla la había venido como un clavo, y hoy la tocaba. Avergonzada miró a Silvia y la susurró al oído.

  • Necesito un tampón.

Su amiga abrió los ojos.

  • Ahora te llevo uno al baño. Pero… Mancharas por todas partes.

Elsa no había pensado en eso. Tragó saliva.

  • Tengo una idea – dijo Silvia – Vamos al baño, te pones mis medias y así, por lo menos manchas solo la tela de estas y no la falda y el pupitre.

Elsa negó con la cabeza, atemorizada por ser registrada por el director y su padre y que estos vieran que no tenía el coño al aire.

  • No, no te preocupes. Procuraré que se manche solo la falda.

Y preocupada, se levantó corriendo para ir al baño.

A mitad de camino, empezó a notar un tibio y pequeño reguero de sangre recorrerla el muslo.

Asustada, casi con ganas de llorar, de chillar, ya en el baño, Elsa limpiaba con un trozo de papel higiénico mojado la sangre de sus muslos. Nerviosa, limpió también su coñito y trató de contener como pudo la hemorragia.

Siempre que tenia la regla sangraba mucho, demasiado, lo bueno es que le duraba solo uno o dos días y luego estaba como nueva, por lo que el viernes podría sentir a Silvia comerla el coño. Hoy no, se dijo. Sin embargo, lo que más la preocupaba era que pasaría luego en el despacho del director. Si este la quería meter mano. ¿Se atreviera estando ella así? Casi sintió nauseas.

Alguien llamó a la puerta del retrete donde estaba y escuchó a Silvia avisarla. Elsa quitó el pestillo y dejó entrar a su amiga, que la dio el tampón al momento. Elsa sonrió agradecida, le beso en los labrios y a continuación se lo puso con mucho cuidado mientras Silvia empezaba a quitarse las medias. Elsa la vio y la detuvo.

  • No. No, de verdad. Ya esta, dijo mostrándole a Silvia su coño, limpio de sangre, suave, blanco, liso, con el cordoncito del tampón sobresaliendo obsceno entre sus labios vaginales.

  • Es precioso – susurró Silvia, subiéndose las medias y acerándose después a acariciar el coño de Elsa. Esta tensó su espalda al notar la mano delicada de Silvia acariciar su rajita donde ayer recibió tan cruel azote.

  • Gracias… - susurró Elsa con los ojos cerrados y apretados mientras su amiga acariciaba su sexo y depositaba un cálido beso en el centro de su pubis. – Pero hoy no podrás chuparlo, - dijo apenada.

  • Bueno. – Susurró Silvia al oído de Elsa acariciando de nuevo con calidez y delicadeza el coñito de la chica - ¿Impedirá eso que me lamas tu el mío?

  • Nunca. -Y se volvieron a besar mientras ambas acariciaban el coño de la otra. Silvia jugando incluso con el cordón del tampón y Elsa haciéndolo por encima de las medias. – Nunca jamás.

Y siguieron besándose y buscando mutuamente sus sexos hasta que se dieron cuenta de que se había pasado el tiempo de descanso y fueron corriendo y riendo a la puerta de clase. Entonces, al llamar, a Elsa se le borro la sonrisa de la cara. A segunda hora tenían historia, y allí, sonriente, mirándola, estaba el director, y Elsa sintió de pronto unas ganas terribles de llorar.

El director fue hasta la puerta sonriente y la abrió, pero no las dejó entrar. Se quedó en el pasillo, con ellas, con la puerta medio cerrada tras él. Ambas chicas le miraban con cara de preocupación, sabían que llegar tarde a una clase estaba castigado con un punto menos en el examen final, pero Elsa además estaba aterrada por lo que el director quisiera hacer con ella por esa falta en vez de quitarle un punto en el examen.

  • ¿Dónde estaban?

Elsa estaba callada, muerta de miedo, casi sin poder reaccionar. Silvia, por fin, habló.

  • En el baño. Nos hemos retrasado porque Elsa… Elsa… Bueno, tenía un problema y…

  • Me hacía falta un artículo de higiene personal. – susurró la chica avergonzada. El director sonrió comprendiendo.

  • ¿Le ha venido el periodo jovencita?

Elsa sintió. El resto de la clase trataba de enterarse de lo que sucedía en la puerta pero nadie escuchaba nada.

  • Si. No tenía un tampón y Silvia me ha dado uno suyo.

El director sonrió. Miró fugazmente a la entrepierna de Elsa, y la chica casi sintió como esa mirada traspasaba la tela y veía su pubis depilado y el cordoncito del tampón sobresaliendo entre sus piernas.

  • Se quedaran toda la clase fuera, y en el tiempo del recreo se quedaran en clase solas, conmigo, castigadas, sin hablar, y de rodillas contra la pared.

Usted, Elsa, ya sabe que al acabar la clase empiezan sus clases particulares conmigo. Espero se haya traído algo de comer, si no, tendrá que conformarse con lo que haya en el comedor de la escuela.

Elsa asintió, no había cogido nada de comer de casa, y mucho temía que no la dejarían comer nada más que polla.

  • Si señor director.

Y dicho esto entró de nuevo en la clase y siguió con su explicación mientras fuera Silvia Y Elsa se miraron y se lanzaron una tímida sonrisa. Elsa trataba de disimular su preocupación, y al parecer lo hizo bien.

  • Me temo que hoy nos quedamos sin recreo y sin disfrutar. – dijo Silvia susurrando y apenada, deseando acariciar a Elsa y besarla.

Elsa asintió. Deseaba llorar, pero eso podría hacer que Silvia comenzara a sospechar algo.

-Mañana tendremos más ganas – dijo sonriendo, pensando en que al día siguiente ella disfrutaría del deliciosos coñito de su amiga. – Aunque yo hasta el viernes no habré acabado con la regla y no podrás…

  • ¿Comerte el coño? – susurró al oído de Elsa su amiga pasándole después la lengua por dentro de la oreja produciéndola un escalofrío y una excitación que sus pezones recibieron con alegría endureciéndose tras su jersey y su camisa. – Hay otras formas de jugar.

Y Silvia sonrió a Elsa que le devolvió a su amiga la sonrisa.

Se habían sentado en el suelo del pasillo hasta que se abrió la puerta del aula indicando que se había acabado la clase de Historia y comenzaría la de Ingles en breve. El director se quedó fuera unos segundos con ellas y miró a ambas.

  • Usted puede irse en el recreo – dijo señalando a Silvia – Al fin y al cabo la descuidada ha sido la señorita López, por lo que en el recreo se quedará usted sola, y en lugar de en la clase, en mi despacho.

Tras decir esto se fue y dejó a las dos chicas solas en el pasillo. Elsa miró a Silvia e hizo un mohín. Estaba a punto de llorar pero se contuvo. Silvia la sonrió, la abrazo y la eso en la mejilla.

  • No te preocupes. Esta noche hablaremos por teléfono si quieres.

Elsa asintió. No sabía si querría o si tendría fuerzas, pero asintió.

A lo lejos, por el pasillo, llegaba Doña Ana, la profesora nativa de Ingles.

El timbre que anunciaba la hora del recreo hizo a Elsa temblar y desear llorar. Tenía que ir al despacho del director. La chica se levantó y salió con todas sus compañeras al pasillo, esperó a Silvia y la sonrió. Deseaba contarla todo lo que la pasaba, pero quien sabe lo que la podría pasar, tal vez a ella misma la obligasen a chupar pollas para callarla. No quería eso, no quería que nadie más sufriera como ella.

  • Te veo después del recreo – dijo Elsa casi gimiendo.

  • Venga, tranquila – susurró Silvia sonriendo a su amiga – Ya verás cómo no pasa nada.

Y besándola en la frente se alejó. Elsa esperó a perderla de vista para ir hacia las escaleras y subir al despacho del director. Cuando llegó a la puerta, llamó y desde dentro sonó la voz del director, invitándola a pasar. Al hacerlo, Elsa sintió como las piernas la flaqueaban y empezó a llorar. Dentro estaban además del director sus profesores de gimnasia, música y matemáticas, mirándola, como se quedaba quieta en la puerta, temblando, y empezando a llorar.

  • Elsa, adelante, vamos entra y cierra la puerta con pestillo. – dijo sonriente el director desde su silla.

Elsa, temblando, casi arrastrando los pies, obedeció mientras los cuatro hombres la miraban sonrientes.

  • Bien Elsa, ahora acércate y quédate quieta en mitad del despacho.

La chica obedeció. Todos la miraban con deseo, sonrientes. Elsa estaba llorando, temblaba. Tenía las piernas juntitas, los brazos a los lados, apoyados en su cuerpo, le temblaba el labio, su mirada estaba borrosa por las lágrimas, y notaba una presión de la vejiga. Deseaba orinar, estaba tan muerta de miedo que no estaba segura de poder aguantar.

  • Bueno. Como ya sabrás, si te lo ha dicho tu padre, Todos los profesores han accedido a darte clases particulares cada al salir, dejándote media hora para que comas algo si quieres…. El problema para nosotros es que esas clases serán para ti y para el resto de profesores, lo cual solo nos deja la opción de estar a solas contigo o bien en esa media hora para comer, o cuando acabes las clases y te quedes a esperar a tu padre.

Todos sonrieron, Elsa, asustada, asintió.

  • Te voy a dar ahora mismo el horario. Serán de momento dos horas al día, una con cada profesor que toque. Pero al acabar estaremos aquí siempre los cuatro esperándote.

Elsa gimió. Apretó los dedos de los pies dentro de sus mocasines y su estomago hacia dentro para aguantarse las ganas de orinar. No podría hacerlo mucho más.

  • Bien. Este será el horario de recuperación. Los lunes, LENGUA y MATEMÁTICAS. Los martes MÚSICA y ÉTICA. Los miércoles, GEOGRAFÍA e HISTORIA y los jueves FÍSICA Y QUÍMICA y GIMNASIA, que será la última. Todas menos gimnasia, serán el aula, Gimnasia en el gimnasio, salvo cambio que te comunicará el profesor en el momento.

¿Está claro?

Elsa asintió.

  • Bien, ahora, y sin rechistar, - miró el reloj – quedan veinte minutos. Desnúdate para que todos veamos ese coñito depilado que me ha dicho tu padre que tienes.

Elsa gimió ahogando un grito. Lentamente, se descalzó, dio un paso atrás para dejar sus mocasines delante, después se quitó el jersey, se desabrochó la camisa y se la quitó, dejándola caer tras ella y mostrando sus pechitos a todos. Los profesores sonrieron, alguno se relamió, el director noto que se estaba empalmando.

La chica se desabrochó la falda y la dejo caer por sus piernas hasta sus pies, después se liberó de esta y ando, con los calcetines ejecutivos aun puestos, hasta dejar atrás toda su ropa y estar casi al borde de la mesa del director, teniendo a cada lado a dos profesores que casi podían oler su miedo, su sudor, su coño.

El hilo del tampón sobresalía entre sus piernas, ahora ligeramente separadas. Los cuatro profesores sonrieron al ver su pubis depilado. El profesor de matemáticas fue el primero que la tocó. Alargo su mano y acarició la superficie suave de su pubis y después la rajita de su sexo hasta llegar a introducir un dedo levemente y sacarlo después, manchado de la sangre de la joven que lloraba ya con los ojos cerrados sin poder consolarse ni aguantar los temblores que la inundaban. Cuando notó como más manos la tocaban – ahora la estaban sobando dos personas, se dijo temblando - a la vez su coñito y sus pechos, la pobre gimió, abrió los ojos y vio como los otros dos profesores se habían quitado el pantalón. Tembló y casi se derrumba del miedo, con las piernas como flanes. Alguien la quitó el tampón y notó sangre en sus muslos, temblaba, quería orinar pero sabía que aquello implicaría algo terrible para ella, así que sollozando, imploró al director.

  • No me haga chupársela a todos, ahora no, por favor.

El directo sonrió.

  • Más te vale darte prisa, porque a los que no se lo hagas ahora, lo harás a la hora de comer.

Y los tocamientos cesaron para que todos dejaran al aire sus pollas duras y erectas.

  • Tienes quince minutos. Más te vale mamar deprisa y sin hacer daño.

Y sin darla tiempo, notó como la empujaban al suelo de rodillas y como el profesor de gimnasia la agarraba fuerte del pelo y la acercaba la polla a la boca.

  • Abre – ordeno sonriente.

Y llorando, Elsa obedeció. Entonces, el profesor empujó su cabeza hacia su polla, provocándola una arcada a la chica que llorando sin parar comenzó a mamar la polla de Don Andrés.

Elsa sacó la polla de Don Pedro de su boca entre lagrimas y arcadas, tosiendo, procurando que se le escapase la menor cantidad de semen de la misma y llorando sin parar, hipando, temblando, mientras el hombre acariciaba su cara sonriendo.

La pobre había realizado las cuatro mamadas en el tiempo. De nuevo, como las anteriores, se limpió ella misma relamiéndose el semen.

  • Creo que estas ya llena. – dijo el director sonriendo y mirando el reloj. – Es hora de que te cambies. Levanta.

Elsa obedeció.

  • Abre la boca.

La chica lo hizo, el director inspecciono que no tuviera semen guardado y la sonrió.

  • Puedes ir al baño a enjuagarte si quieres – dijo señalando su baño privado.

Elsa se levantó temblando y arrastrando los pies, sintiendo la sangre de su menstruación deslizarse por sus muslos, fue hasta el baño, donde bebió agua del grifo y se enjuago entre lágrimas. Después, se sentó a orinar calmando su presión y se limpió la sangre con papel higiénico. Al salir, solo quedaba el director, que tenía un tampón nuevo en la mano y cinta de esparadrapo en la otra.

  • Ten. Póntelo. – la dijo tendiéndola el tampón. Elsa obedeció, después, sonriendo, el director cortó una tira de esparadrapo. – Abre las piernas.

Llorando, Elsa obedeció. La chica notó como el hombre colocaba la cinta en su coñito tapándole la rajita entera.

  • Así no mancharas de sangre, ni de pis ni de corridas la ropa.

Vendrás siempre con una cinta puesta ahí cuando tengas la regla, aparte de el tampón de turno. Si quiero tocarte el coño, follarte cuando pueda o hacerle algo a tu rajita, te lo quitaré yo, o el profesor que sea y después te pondremos otro tampón y otro esparadrapo.

¿Queda claro?

Elsa asintió.

Bien. Puedes vestirte e irte a clase, No te pasará nada. Don Pedro sabe de sobra porque llegas tarde. - dijo sonriendo.

Y gimiendo, secándose las lágrimas, Elsa se vistió lentamente sin atrever a tocarse el pubis donde la cinta de esparadrapo se disimulaba con el color de su piel. Cuando acabó miró al director.

  • ¿Puedo lavarme la cara?

  • Por supuesto.

Elsa, vestida pero aun descalza, con las medias cubriendo sus pies, como había estado en todo momento, fue hasta el baño y se lavó la cara. No podía mostrar a nadie que había llorado tanto. Se miró al espejo. En la boca aun tenía el amargo sabor del semen de cuatro personas. Solo eso la daban ganas de vomitar. Recordó cada embestida de cada profesor, como el de gimnasia se corrió casi enseguida pero soltando un chorro tan grande que casi se ahoga, como el resto había tardado algo más, como incluso uno de ellos había soltado unas gotitas de orina en su boca, y reprimiendo un grito de desesperación y las ganas de llorar decidió que si la forma de ganar dinero tenía que ser esa, sería. La joven estaba ya deseando saber si podría sacar dinero de esa forma y cuanto, y como de rápido. Solo tenía que enterarse cuanto podría pedir por una mamada o por una follada cuando llegara el caso. Eso casi la hizo flaquear y llorar, el verse ya tan convencida de que tendría que vivir así hasta ser libre, y casi se derrumba en lágrimas, pero al final, se sobrepuso.

Salió del baño, fue hacia sus mocasines y se los calzó.

  • Recibí el aviso de tu padre de no azotarte el culo. – Elsa asintió, estaba tratando de aguantar las lágrimas – Pero esta tarde tal vez te vuelva a azotar los pies, o un sitio que me ha dicho tu padre que te duele mucho y que el ya probó ayer.

Y sonriéndola la hizo flaquear y sollozar débilmente, con un temblor en los labios.

  • Está bien director – dijo ya vencida y totalmente resignada a su nueva vida – Aceptaré lo que desee.

  • Puedes irte.

Y en silencio, Elsa se marchó dejando a su director con una erección monumental y unas ganas terribles de azotar ese coño que antes lamería hasta dejarlo encharcado y rojo de placer.