El tormento de Elsa (3)

Continuo con la subida de lo publicado anteriormente, con las nuevas correcciones, aqui, se destaca una grande que variará en pàrte el anterior argumento, una forma de suavizarlo un poco.

3

Furioso, el director empezó a preparar en su despacho el horario para las clases particulares de Elsa.

Para su desgracia, no todos los profesores eran como él y sus compañeros de Gimnasia, música o matemáticas Tratando el tema con cuidado, había descubierto que el resto serian capaces de denunciarles si se enterasen de lo de la pobre chica. Sin embargo, si accedieron a darle clases particulares a la chica para recuperación, a ella y a todas las que hubieran suspendido sus asignaturas, algo que se vió obligado a hacer igual con el resto de profesores, por lo que no podrían estar a solas con la pequeña mamadora en ningún momento de las clases. Aun así, se dijo, tenía pensado otra cosa. Elsa se quedaría al acabar esas clases a esperar a su padre, y el despacho del director era un sitio perfecto para hacerla tragar leche caliente y azotar su culito y sus deliciosos pies.

Pensando en lo delicioso que será follarla los tres a la vez cuando esté desvirgada, llamó al padre de Elsa para contarle las novedades.

23:30

Había cenado un sándwich de salmón y una coca-cola que la habían caído bien. Su estomago estaba asentado, y estaba en el salón viendo la tele cuando la puerta del garaje se abrió.

Rápidamente apagó la televisión y subió al dormitorio saltando de dos en dos los peldaños haciendo sonar incluso sus pies descalzos la hacerlo. Al llegar se desnudo y se quedo de pie en mitad de la habitación. La había dicho que en la cama, pero prefería esperarle allí. Su padre no tardó en subir y al verla de pie en mitad de la habitación, desnuda, se sorprendió. Miró el cuerpo pequeño de su hija, sus pechos pequeños de pezones sonrosados, amoratados e irritados por sus pellizcos y sobeteos. Su pubis de vello moreno tapando los sonrosados labios vaginales de su virginal coñito. Los hermosos pies delgados y de dedos pequeños, juntitos, que había visto azotar y que deseaba el mismo azotar. Su cara, de ojos rojos e irritados por las lágrimas, tan hermosa como su madre, pero más joven. La deseó en ese instante, pero enseguida desecho la idea. El no la desvirgaría, ese honor se lo dejaría a otro, después... Después quien sabe, se dijo presa de la excitación notando su polla reventarle los pantalones, deseoso de otra mamada, después igual si se la folla después de todo cada noche.

  • ¿Por qué no estás en la cama?

  • Tengo que pedirte algo papi. – Dijo Elsa tímidamente, suplicando, asustada, casi llorando – Quiero que el viernes me dejes ir a dormir a casa de Silvia, una amiga del colegio.

Javier López miró a su hija, se acercó a ella y se situó detrás. La abrazó y empezó a pellizcarla los pezones y a meter la mano en su entrepierna, Elsa abrió ligeramente más las piernas, como sabia que debía hacer, y noto a su padre buscar su clítoris y como lo pellizcaba sin compasión. La joven se mordió el labio ahogando los gritos y el llanto de dolor mientras su padre pellizcaba sin parar pezones y clítoris.

  • ¿Serás buena siempre conmigo? – Elsa asintió gimiendo, el dolor en sus pezones, que su padre torturaba intercalándolos con su mano derecha mientras con la izquierda la pellizcaba incesantemente el clítoris y los labios de su coñito, era terrible y los sentía arder, incluso pensaba que sangraban, cosa que no ocurría - ¿Y con el director? – Volvió a asentir llorando sin contenerse, sin poder hablar, apretando los deditos de sus pies - ¿Y con todo el mundo que yo crea conveniente? – volvió a asentir, la chica ya temblaba de pies a cabeza y estaba a punto de orinarse encima. Por fin, su padre cesó, y se desnudo tras ella para ir después al sillón donde se sentaba siempre  para recibir las mamadas – Ven aquí, hazme una buena limpieza a fondo, y después de los azotes que te debo, hablaremos.

Y Elsa, obediente, fue hasta donde su padre. Después de todo, se dijo, si tendría que chupársela. Resignada, asqueada, pero pensando en Silvia, en estar con ella el viernes, se arrodilló ante su padre, y tras notar como este la abrazaba y atraía hacia si para besarla, la niña, llorando, agarro su polla, se la llevó a la boca con cuidado, y empezó, chupándola lentamente al principio, para terminar haciéndole, como había pensado, la mejor mamada del día, y casi seguro de su corta vida de mamadora.

  • Ahora ve a la cama y ocupa la posición de los azotes. – dijo el padre satisfecho tras descargar un chorro de semen caliente en la boca de su hija.

Levantándose de entre las piernas de su padre con la boca aun con esperma que terminaba de tragar lentamente, sintiéndolo denso y amargo deslizarse por su garganta como cada día, relamiéndose los labios, como si gozase una vez más con el sabor amargo del semen de su padre, Elsa obedeció.

Fue hasta la cama y se tumbó, de rodillas, se inclinó hacia adelante echando los brazos todo lo que pudo por encima de su cabeza y levantó el culo todo lo que pudo dejando bien a la vista su coñito y el agujerito de su estrecho ano.

  • Te voy a dar veintisiete azotes. – dijo el padre cogiendo el cinturón del suelo y haciéndolo agitar en el aire. Elsa tembló y aguantó las lágrimas.

  • Quiero que los cuenteas, y que después de cada uno me des las gracias. ¿De acuerdo?

  • Si papá.

Javier López agitó el cinturón dos veces en el aire y empezó a azotar a su hija en el culo

ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

Elsa aulló débilmente al sentir el cinturón estallar en su culo, el fuerte azote, y como su trasero empezaba a arder. Gimiendo y entre lágrimas contó.

  • Uno… Gracias papá.

  • Eso es niña mala.

ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

_ HMMMM…. – gimió Elsa derramando lágrimas sobre las sabanas donde apoyaba su carita – Dos… Gracias papá.

ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

El tercer golpe la hizo aullar de dolor. Su padre había azotado con todas sus fuerzas, pero había sido en las plantas de sus pies. Aquel azote había sido peor que los recibidos en el despacho hoy. La pobre frotó rápidamente sus pies uno con otro para tratar de calmar el terrible dolor y ardor que sentía, y mientras lo hacía… ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

Recibió otro que cayó solo en un pie pues el otro estaba debajo. Aquello la hizo chillar y empezar a llorar. Dejó los pies quietos, sin frotar, uno junto al otro pero temblando. Al ver que la chica que ahora lloraba entre hipidos seguía sin contar su padre asestó dos golpes, tan fuertes como pudo, secos y muy seguidos en el centro de sus pobres pies.

ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHHZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

  • Como no cuentes desde donde nos quedamos seguiré azotando.

ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

Tres azotes seguidos que cayeron de nuevo en sus pies la hicieron reaccionar. Tardó dos segundos en recordar cuál había sido el último en contar, pues estaba segura de que estos ¿tres, cuatro… cuantos? Últimos no contaban, y antes de que su padre desatara otra salva rápida y salvaje en sus pies contó el siguiente azote.

ZSSSSSSSSSSSSPPPPLASHHHHHHHH

  • ¿Tr..tr…treees….? – dijo casi dudando – Gr…gracias… pp… pa… papa.

  • Si – dijo Javier sonriente y empalmado de nuevo – Eso es, tres.

Y asestó otro azote con su cinturón, esta vez en el culo, y continuando hasta los veintisiete prometidos, alternando pies y culo, sin que Elsa dejará de contar, de gemir y de llorar.

Anduvo de puntillas hasta el baño y llenó la bañera. Su padre quería darse un baño antes de acostarse y se lo tenía que preparar. Cuando la bañera estuvo llena, el hombre fue y se metió dentro. Elsa se quedó mirándole esperando una orden como “metete conmigo” pero su padre no dijo nada, solo se la quedó mirando. La chica notaba arder sus pies y su culo, y ya no lloraba. Estaba de pie, con los brazos a los lados, dejando su cuerpo desnudo a la vista, como debía de hacer. Sus pechos estaban aun más morados que esta mañana, y la dolían, y su coñito también la escocía terriblemente, pero el vello que tapaba su pubis y los pliegues virginales impedía ver si tenía herida o moratón alguno.

  • Puedes ir a casa de tu amiga siempre y cuando los morados de tus pechos y tu culo no sean claros y escandalosos, si no, tendrás que esperar.

Elsa, tratando de ocultar su alegría asintió.

  • Yo prometo no azotarte ni pellizcarte más en toda la semana, pero tú a cambio deberás de ser buena.

  • Lo seré papi.

  • Le mandaré un e-mail a tu director para decirle que no te azote en esta semana.

¿Serás buena de verdad?

  • Si papi.

  • Bien. Ahora sal y espérame en la cama.

¿Has hecho lo que te dije con tu ropa interior?

  • Si. Las braguitas y los sujetadores están abajo, en una bolsa. Las medias y leotardos en el cajón.

  • Bien. Antes de acostarme lo revisaré todo.

Vete a la cama, pero no te duermas, espérame despierta.

Elsa asintió y obedeció, mirando de reojo el miembro duro de su padre que este empezaba a acariciar, comenzando a masturbarse cuando su hija ya estaba en la cama pero pensando en ella, en ese culo en pompa, en su cinturón cayendo sobre él y sobre esos deliciosos pies.

No tardo mucho en correrse.

Satisfecho tras ver toda la ropa interior de su hija en la bolsa y las medias y leotardos recortados, Javier López se acostó junto a su hija tras haber guardado en un cajón bajo llave dos braguitas y dos tangas de la joven.

Su miembro fláccido colgaba entre sus piernas y se restregó contra ella para ponerlo duro y poner meter la polla entre sus muslos como cada noche. Elsa cerró los ojos sollozando y dejó a su padre proceder hasta que finalmente sintió, como cada noche, la cabecita de la polla entre sus muslos.

  • Has sido una niña buena Elsa.

Podrás ir a casa de tu amiguita siempre que quieras, pero tendrás que decírmelo con una semana de antelación, para buscar castigos que suplan los azotes.

Y poniendo las manos encima de los pechos de Elsa, la cual solo había oído que podía ir siempre a casa de Silvia, y eso la llenaba de alegría, los empezó a acariciar suavemente. La chica, cerró los ojos y gimiendo dio un tímido gracias.

  • Me ha llamado tu director. Te está preparando un horario de recuperación, para ti y para todas las alumnas que hayan suspendido las mismas que tú. – Elsa aguantó un suspiro de alivio, si estaba acompañada, no la podrían hacer nada – Lo tendrá listo el miércoles.

Hemos quedado, que salvo orden contraria, cada día me esperaras en su despacho para que vaya a buscarte.

La breve ilusión anterior se desvaneció. Si tenía que ir cada día al final de las clases al despacho del director, nada la libraría de mamar pollas o de ser azotada, y por lo menos serian la del director y su padre, salvo que fuera cierto que había convencido a más profesores. ¿y si había convencido a todos? Se la revolvió el estomago solo de pensarlo.

  • Buenas noches cariñito – susurró el padre en su oído besándola en la mejilla mientras deslizaba su mano al coño de Elsa y empezaba a acariciar su clítoris.

  • Buenas noches papi. – dijo ella sollozando y cerrando los ojos fuertemente sintiendo las lagrimas de asco correrle por sus mejillas.

Silvia gemía de dolor tumbada boca abajo en su cama, notando su culo latir.

Las decenas de marcas moradas provocadas por el cinturón que surcaban su culo rojo e irritado ya anteriormente por los zapatillazos de su madre, mostraban la dureza de los más de ciento veinte azotes que su padre la había dado con la correa de cuero.

Los había recibido de rodillas sobre el sofá, como casi siempre, contándolos en alto, diciendo su padre varias veces… “te has equivocado, y es por haber suspendido matemáticas” Quitando varios azotes a los que ella había contado.

Tras la azotaina, volvió a ocupar la posición de antes, y su madre siguió torturándola con las caricias de sus pies hasta hace unos minutos, momento en que sus padres se disponían a cenar y a ella la dejaban encerrada en su dormitorio.

Llorando, temblando, no percibió como abrían la puerta y entraba su madre.

  • Así que pretendes que venga una amiga tuya el viernes.

Asustada, Silvia se giró. Apoyar el culo en la cama la hizo gemir. Asintió aterrada.

  • ¿Crees que lo mereces? – Dijo Puri, descalzándose  las dos zapatillas mientras sonreía y se sentaba en el borde de la cama.

  • Por favor… Me esforzaré, lo prometo.

Sonriente, la mujer se agachó para coger una de las zapatillas. Silvia gimió aterrada y llorando negaba con la cabeza.

  • El precio de esa visita son veinte zapatillazos.

Mordiéndose las uñas, notando su labio hinchado por las tortas y el mordisco de antes, Silvia, llorando, desnuda aun, viendo como su padre asomaba su cabeza al umbral de la puerta y sonreía al ver a su mujer descalza y zapatilla en mano, se acercó a su madre, se puso en posición sobre sus rodillas y aguantó la respiración.

  • Y a ver si ahora contamos bien cariñito. – dijo su madre sonriendo, dispuesta a azotarla cincuenta y no veinte veces.

Y entre gemidos y sollozos, comenzaron los azotes.

PLASSSSSSSSSSSSHHHHHHH

PLASSSSSSSSSSSSHHHHHHH

PLASSSSSSSSSSSSHHHHHHH

PLASSSSSSSSSSSSHHHHHHH

PLASSSSSSSSSSSSHHHHHHH

MARTES, 16 DE NOVIEMBRE DE 2010

07:00

Aquella noche durmió un poco más. Quizás el saber que esa semana no la azotarían y el saber que el viernes dormiría alejada de su padre, y quizás vería desnuda a Silvia la hizo relajarse a pesar del manoseo de tetas de su padre, que aunque suave y delicado la repugnó hasta que este se detuvo, dormido y ella pudo concentrase en hacer lo mismo, lográndolo poco después.

Ahora, mientras están los dos en la ducha, su padre se limita a pasarle la esponja por el cuerpo y enjabonarla. No le ha pellizcado, ni la ha palmeado el trasero como otras veces.

Siente su polla dura tras ella y cuando termina de enjabonarla la da la vuelta y la mira a los ojos sonriendo.

  • Hoy me la chuparas dos veces, y la primera será ahora, así que ya sabes.

Asintiendo, Elsa se agachó hasta ponerse en cuclillas en la ducha y llenar su boca de la polla de su padre para empezar a mamarla sin dejar de acariciar sus huevos sintiendo como su padre la pasaba el agua de la ducha por el cuero escurriéndola el jabón del mismo y haciendo que el agua se escurriera por su cara mezclándose con sus lágrimas inagotables.

Vestida con el uniforme, pero sin ropa interior, con los calcetines ejecutivos color verde hasta las rodillas, sus pies descalzos sobre el suelo blanco de la cocina, y la mirada perdida, Elsa tomaba su tazón de leche mientras su padre se despedía de ella con un beso en la cabeza.

  • Hoy compraré una pomada especial para darte en el culo y que se te quiten antes los moratones. Te la daré cada noche antes de dormir y cada mañana tras la ducha.

Elsa asintió, su padre sonrió y fue hasta el garaje.

Cuando escuchó cómo se alejaba el coche se relajó y suspiró. Ya apenas tenía fuerzas para llorar, pensaba que toda su vida sería así, y sabía que sería peor. No se quitaba de la cabeza la idea de su padre de subastar su virginidad, y eso la aterraba. Seria violada por todas partes con el consentimiento de su padre, quien se lucraría con ello. Sabía que escapar sería inútil, no mientras su padre viviera, y ella no tenía valor para matarle.

Miró el reloj. 07:30. Tenía que irse ya.

Por lo menos, se dijo, este viernes dormiría en casa de Silvia, y ya tenía claro que le hablaría de sus sentimientos. La amaba, la deseaba, y aunque confesarla esto hiciera perder su amistad, deseaba decírselo, y cuanto antes mejor, así que decidida, se armaría de valor y hoy, en el recreo, se lo diría, aunque eso implicara no ir el viernes a su casa y tener que sufrir los azotes de su padre y el director de nuevo en lo que queda de semana.

No se sentó en el metro. La falda corta se le quedaba por encima de las rodillas y alguien podría fijarse en que no llevaba bragas, y eso la haría morirse de vergüenza.

La sensación de tener al aire su coñito era rara, no sentía asco, pero si se sentía rara. Notaba como el aire se colaba entre sus piernas y como este la acariciaba el coñito, como si quisiera penetrarla, era una sensación rara, no desagradable, pero tampoco agradable, como era cuando se masturbaba, algo que no hacía desde hace ya un mes, cuando empezó a asquearse de su sexo por el sobeteo de su padre.

Estaba segura que sintiendo las manos y la boca de Silvia por su cuerpo, por su sexo, en su coño, sus pezones, acariciando suave y dulcemente, sin pellizcos, quizás volviera a sentir placer, quizás volviera a querer masturbarse ella, pero también, quizás sintiera placer cuando lo hiciera su padre.

Sin duda se mojaba cuando su padre la masturbaba, pero no lo deseaba, era algo que era involuntario. Si su padre veía que tras cinco minutos no se mojaba, insistía, insistía e insistía hasta tener la mano húmeda del néctar de su coño. Cada vez eso ocurría más tarde, y quizás llegase el día en que su coño estuviera siempre seco. En ese caso, se dijo, no quería ni pensar que la haría su padre.

Quizás, lograr ser acariciada por Silvia, besada y chupada en su coño por su amiga la haría volver a segregar rápidamente, y eso, sin duda, contentaría a su padre, por mucho que ella deseara morir cada vez que este la rozase.

Decidida, se dijo que arriesgaría todo por Silvia, y que hoy, sin duda ya, la hablaría de sus sentimientos.

Justo al pensar esto, al vio entrar en el metro, y las dos chicas se sonrieron, y por unos segundos, Elsa dejó de pensar en su padre, en el director, en pollas en su boca y en el aire que golpeaba su coño queriendo penetrarla.

  • Hola – dijo Elsa alegre – Adivina – dijo sin darle tiempo a Silvia a contestar – Puedo ir a tu casa, y puedo ir siempre que quiera.

Silvia sonrió feliz, y abrazó a su amiga que respondió con otro abrazo sintiendo los pechos de Silvia oprimir los suyos, oliendo su piel su cuellos, su perfume, deseando besarla allí mismo, llorando de alegría.

Silvia correspondió el abrazo, acarició la espalda de su amiga y la acunó durante unos segundos. Notaba las lágrimas de Elsa en su cuello, lágrimas de felicidad, y se alegró por Elsa, quien, pensó, aun no se había recuperado de lo de su madre, aguantando sus lágrimas por lo que la dolía el culo. Su madre, al final, la asestó cincuenta zapatillazos y no veinte, pero merecerá la pena por tener a Elsa cerca, aunque la tenga que contar la verdad… Igual incluso la viene bien al ser su padre policía.

Sentir esas lágrimas, sentir esa felicidad, notar su cuerpo junto al suyo, hicieron que Silvia deseara besar a Elsa, abrazarla, acariciarla desnuda hasta quemarse los dedos con su piel, probar el sabor de sus pechos, de sus pezones, de cada dedo de sus manos, de cada dedo de sus pies, de sus pies, sus manos, de sus nalgas, de su coño.

Y sin saber que ambas sentían lo mismo la una por la otra, se separaron y se sonrieron mientras Elsa se secaba las lágrimas, sonriendo como dos chicas tontas, al darse cuenta de que las estaba mirando todo el vagón.

  • ¿Qué te ha pasado en el labio? – dijo Elsa al notar el labio hinchado con la herida negra en su superficie.

Silvia sonrió tímidamente.

  • Me caí ayer en casa y me lo mordí. No es nada. – dijo sonriendo.

Y Elsa, creyéndola, y feliz por poder estar con ella el viernes se olvido de su tormento el resto del viaje.

Fueron sonriendo y juntas hasta la clase.

No se cruzaron con el director, por lo que Elsa no recordó lo sucedido y lo hablado ayer ni aun sintiendo el aire en su coñito. Estaba como en una nube, y deseaba estar cada segundo con Silvia. Con ella, todo se pasaba y se esfumaba, era como si nada hubiera pasado.

Su preocupación, vino al sentarse en el pupitre, pero por suerte, no estaba en la primera fila, y su compañera tapaba la posible visión de los labios de su coñito. De todas formas, cruzó las piernas, algo que no había pensado antes en el metro, y miró a Silvia, que estaba cerca de ella y la sonrió, aunque algo forzado, pues el culo la ardía con tal intensidad que apenas podía aguantar sentada.

La joven movió los labios despacio formando las palabras adecuadas “TENGO QUE HABLAR CONTIGO EN EL RECREO” Silvia asintió, ella también deseaba hablar con Elsa, pero no podría esperar al recreo. Entre clase y clase tenían cinco minutos para poder ir al baño, así que iría y le pediría a Elsa que la acompañase. Entonces, sin dudarlo, la declararía sus sentimientos, aunque eso fuera a influir en la decisión de Elsa de ser amigas, Silvia tenía que intentarlo. Estaba segura de que Elsa no sentiría lo miso en ese sentido, pero esperaba que por lo menos no dejaran de ser amigas.

La primera clase, la de inglés, comenzaba, y todos los alumnos empezaron a prestar atención, salvo Elsa y Silvia, que pensaban la una en la otra, en sus cuerpos desnudos juntos bajo las sábanas, besándose, acariciándose, tocándose, probándose, amándose…

La hora se les hizo eterna a ambas, y nada más salir la profesora, Silvia con esfuerzo y disimulando su dolor, se levantó y fue hacia la mesa de Elsa, Elsa la sonrió al verla acercarse.

  • Acompáñame al baño – le susurró Silvia al oído sonriente – Tengo que decirte algo.

Elsa sonrió, se levantó de su pupitre y salió del baño.

Dentro, había algunas otras chicas de otras clases, y la mayoría de las cabinas individuales donde estaban los inodoros estaban ocupados, de alguno salían risas y humo, algunas chicas aprovechaban para fumarse un cigarro a escondidas. A pesar de que los profesores sabían que se hacía era algo que dejaban pasar.

Se metieron en el último y echaron el pestillo, estaban muy cerca la una de la otra y Elsa estaba excitada, pero trató de disimilarlo. Notaba sus pezones erectos, pero la camisa y el jersey lo ocultaban. Si hubiera llevado solo la camisa, sin duda sus pezones habrían destacado.

  • ¿Qué es lo que tienes que decirme?

Silvia suspiró, cogió aire, sonrió y se lanzó.

  • Esto. – dijo casi en un susurro.

Y cogiendo a Elsa de la cabeza la besó en la boca.

Elsa tardo dos segundos en reaccionar, pero en cuanto sintió como los labios de Silvia se abrían, Elsa abrió los suyos y agarró a su compañera también de la cabeza para acabar ambas abrazadas dos segundos después, jugando con sus lenguas y su boca, separándose, juntándose, pasando por el paladar de la otra, relamiéndose los labios en besos cortos y seguidos, volviendo a juntarse apasionados mientras sus manos acariciaban sus espaldas por encima de la ropa, deseando ir más allá, pero sabiendo que no era posible, no allí, no ahora.

Siguieron besándose apasionadamente buscándose con sus bocas, con sus labios, sus lenguas, durante dos minutos, y cuando se separaron se miraron fijamente y se sonrieron. Temblaban de miedo, de emoción, de alegría. Esa incluso empezó a llorar, peor de alegría, y Silvia la abrazó y la beso en el cuello.

  • Chss….. Tranquila, tranquila.

Se separaron y Elsa se secó la cara con papel higiénico. Sonrió a Silvia y la miró fijamente.

  • Creo que me he enamorado de ti. – dijo la chica sintiendo su coño tan húmedo como nunca recuerda.

  • Y yo de ti – contestó Silvia.

¿Quedamos en vernos aquí en el recreo? Podremos hablar y…

  • Olvídate de hablar – dijo Elsa sonriendo – Quiero que me beses así de nuevo.

Silvia sonrió.

  • Eso está hecho.

Y se besaron de nuevo.

Habían llegado a clase justo a tiempo, y se sentaron en sus asientos con una sonrisa en la boca. Elsa notaba su entrepierna tan húmeda que pensaba que se había orinado, y notándola al aire libre era una sensación de mayor gozo. Cruzó de nuevo las piernas y esas sensación de mayor presión en su abultado coñito la hizo sentir un escalofrió de placer.

En los cinco minutos entre clase y clase de las siguientes horas antes del recreo prefirieron esquivarse con la mirada. Cada una habló con otra u otro compañero, Elsa solo con una chica, pues no congeniaba con los chicos, y el tener que chupar la polla de su padre cada día la estaba haciendo esquiva con ellos.

Cuando llegó la hora del recreo, las dos chicas se quedaron de las últimas y salieron juntas. Al hacerlo se quedaron paradas en el pasillo.

  • Es mejor que bajemos al patio y nos metamos en los baños de allí. Si nos ven por aquí igual nos castigan – dijo Silvia sonriendo.

Elsa, sonriendo a su amiga, asintió. Ya deseaba besarla de nuevo.

Al entrar en los baños del patio fueron juntas hacia una de las cabinas y se metieron dentro cerrando el pestillo después. Al hacerlo, se abrazaron de nuevo y sus bocas se buscaron, sus lenguas se encontraron y sus manos empezaron a explorar los cuerpos de la otra.

Sin dejar de besarse, se sacaron las camisas la una a la otra y empezaron a meter la mano por dentro. Elsa llegó rápida a los pechos de Silvia y encontró un sujetador. La joven apretó la teta derecha de su amiga por encima de la prenda mientras la otra encontraba la dulce y suave libertad de los pechos desnudos de Elsa, hipersensibles, con los pezones duros, con los morados y cardenales de los abusos de su padre aun doliendo, pero agradeciendo ese tacto y ese mimo que tiene Silvia al tocarlos. A estas alturas, a Elsa ya no le preocupaba en absoluto no llevar ropa interior.

Elsa sintió la caricia de la mano de Silvia en sus pezones y en sus pechos mientras ella apartaba la tela del sujetador de su amiga para rozar con la yema de sus dedos los pechos y los pezones duros de Silvia, que se endurecían más bajo el tacto de sus dedos.

Sus bocas seguían besándose, se besaban la barbilla, el cuello, se mordían los labios suavemente, y entonces, Silvia fue más allá. Su mano se deslizó al muslo derecho de Elsa y de allí subió lentamente hasta su entrepierna. La sorprendida chica gimió al notar la ausencia de bragas de Elsa, pero no dio importancia, es más, la excitó, y acarició la mata de vello púbico y los labios, metiendo los dedos en el coño de Elsa, que empezaba a estar empapado.

Elsa gimió al notar las dulces manos de finos dedos de Silvia entrar en su sexo, acariciar su clítoris hinchado y presa de la excitación, temblando de gozo, su mano se deslizó rápida a buscar el de Silvia, encontrando la tela de una braguita al llegar su mano a la entrepierna de su amiga. Elsa metió rápidamente y sin dudarlo la mano por dentro de la tela y gimió excitada al notar un pubis totalmente liso, suave y rasurado.         La joven hurgó entre los labios vaginales de Silvia y jugueteó con el clítoris, que dejó saliendo de entre los labios, lleno de éxtasis y empapando las braguitas y ahora su mano.

Ambas chicas siguieron besándose y acariciando sus respectivos sexos, metiéndose los dedos y pellizcándose sin decir nada, solo gimiendo lo más bajo que podían, presas de la más maravillosa excitación que jamás hubieran sentido hasta que se corrieron llenándose mutuamente las manos del néctar del gozo y el placer.

Cuando acabaron, sacaron sus manos, sonriéndose lascivas, cada una se chupo su mano probando el néctar de la otra y después se siguieron besando hasta que se separaron y se miraron la una a la otra. Estaban sonriendo, Elsa incluso deseaba llorar de felicidad.

  • ¿No llevas ropa interior? – dijo Silvia divertida.

Elsa sonrió avergonzada. No tenia excusa, y no podía decirle la verdad, además estaba demasiado feliz para pensar en su padre y el director o en una excusa.

  • Me gusta. – dijo Silvia acercándose a Elsa y empujándola hacia atrás hasta que se sentó encima del inodoro, que tenia la tapa bajada. – Me gusta. Y creo que me gustará que sea siempre así

Y poniéndose de rodillas entre las piernas de Elsa, Silvia la levantó la falda de Elsa que la miraba asombrada y llena de deseo.

  • Y creo que yo empezaré a hacer lo mismo, si es que quieres.

Elsa asintió. El pensar que Silvia tampoco llevaría ropa interior la excitó, la alegró. Silvia sonrió y sin dudarlo un segundo enterró la cabeza entre las piernas de Elsa y empezó a lamerla el coño separando los labios con las manos y pellizcándola el clítoris cada tres segundos. Elsa gimiendo, arqueó su espalda y empezó a morderse el labio para no gemir de gozo. Aquello era mejor que cuando se lo comía Rocío, mucho mejor, Silvia la estaba haciendo una comida de coño memorable, y ella notaba cada lametón, cada pellizco como si fuera fuego quemándola de gozo. Presa del éxtasis, aguantándose el gemido de gozo, aguantando para no correrse aún, Elsa se descalzó y apoyó sus pies en la espalda de Silvia, llegó a las nalgas y la empujó con los talones atrayéndola hacia sí. Silvia gimió, sorprendida, dolorida, aguantó un grito y un sollozo, pero sus lágrimas resbalaron por sus mejillas mojando el coño de Elsa que no percibió que fueran lágrimas, siguiendo gozando, siguiendo apoyando sus pies en las nalgas doloridas de Silvia que lloraba excitada y dolorida mientras comía el coño de Elsa.

Elsa estaba presa del gozo, sin notar que Silvia gemía de gozo y dolor al seguir notando los pies de la chica, como los de su madre, en sus castigadas nalgas. Gimiendo y excitada, Elsa cogió la cabeza de Silvia con las manos y la apretó contra su sexo, que Silvia lamia y lamia con más rapidez en cada segundo, apoyando ya sus manos en los muslos de Elsa, abierta de piernas, con el coño rezumando placer. Elsa estaba tan fuera de si no pensó en que estaba haciendo con Silvia, empujar su cara en su coño, lo que hacía su padre con ella, y presa del éxtasis más salvaje que había sentido nunca se corrió en la boca de su amiga, que aun así siguió y siguió lamiendo hasta que Elsa se corrió una vez más, sin sentir ya dolor en sus nalgas donde Elsa seguía apoyando sus pies acariciándolas por encima de la falda del uniforme.

Cuando acabo, Silvia besó ese coñito empapado que mojaba la falda de Elsa y se quedó apoyando sus labios sobre él sonriendo. Elsa seguía con los pies descalzos apoyados en el culo de Silvia, acariciándola con ellos, ya subiendo la falda y sobre las nalgas doloridas, desnudas pues llevaba tanga y no bragas como pensaba Elsa, y sonreía presa de gozo.

Se quedaron así, sin hablar ni decir nada durante un minuto.

Cuando por fin Silvia se levantó, Elsa se quedó sentada en el inodoro tal cual estaba, con las piernas abiertas y sus pies descalzos apoyados ahora en el suelo. Silvia la miró y la sonrió mientras se volvía a meter la ropa por dentro de la falda, a colocarse bien el sujetador y el tanga. Sonrió a Elsa que la devolvió la sonrisa.

  • Creo que jamás había gozado así comiendo un coñito – dijo Silvia besándola en la boca suavemente y mirando el sexo húmedo de Elsa. – Tienes un coñito delicioso.

Elsa sonrió se incorporó poniéndose de pie, notando como su chorreante coño derrama placer por sus muslos. Cogió un trozo de papel higiénico o y se secó los muslos y el coño, no sin excitarse al rozarse el aun abultado clítoris.

  • Creo que te amo – dijo Elsa acercándose a Silvia y abrazándola para volver a besarla.

Silvia la abrazó también, Elsa seguía con la ropa por fuera, descamisada, con algún botón desabrochado por la intrusión adorable de las manos de Silvia en su camisa, descalza, y llorando de felicidad. No deseaba que ese instante acabase, eso era como un sueño, y no quería volver a la realidad, no quería volverá ver pollas, a chupársela su padre, a sentirle lascivo y excitado tras ella en la cama o la ducha, solo deseaba a Silvia.

Miró el reloj, les quedaban quince minutos de recreo.

  • Ahora me toca a mí – dijo Elsa susurrando.

  • ¿Qué? – respondió Silvia sonriente.

Y lentamente, Elsa se puso en cuclillas, agarró la falda de Silvia y la desabrochó, dejándola caer a los pies de la chica, a continuación la bajó el tanga  de color azul que llevaba y contempló el hermoso sexo depilado de su amiga. Sonriente, pasó la lengua lentamente por la rajita que dividía semejante maravilla y Silvia se tensó mientras su piel se erizaba. La joven separó levemente sus piernas llevándose las manos a su sexo, y abriéndose los labios, dejó a Elsa hacer.

Estaban abrazadas la una a la otra.

Silvia seguía con la falda y el tanga a sus pies, y Elsa seguía descalza.

Tras haberla comido el coño y haber saboreado el néctar que salía del hermoso y depilado coñito de su amiga, Elsa se había levantado besado a su amiga intercambiando sus néctares de sus bocas, abrazándose y después se habían quedado abrazadas, apoyadas la una en la otra y sonriendo.

  • Ha sido maravilloso – susurró Elsa casi llorando de felicidad.

  • ¿Quieres que mañana lo repitamos?

  • Y cada día. – susurró Elsa, quien pensaba que esto compensaría las mamadas que tuviera que hacer.

  • ¿Quieres que el viernes lo hagamos en casa? – susurró Silvia sin soltarse del abrazo, sin vestirse aún -Estaremos desnudas por la noche, en la cama, podremos saborearnos a la vez, probar otras partes de nuestros cuerpos.

Elsa sonreía, solo pensarlo la estaba excitando. Miró al suelo, a sus pies descalzos, junto a los de Silvia, calzados y tapados por la ropa de esta.

  • Lo deseo. -- dijo levantando la vista.

  • Pues entonces, te aseguro que el viernes no dormiremos mucho. – dijo Silvia, pensando en que deberían de tener cuidado de no ser descubiertas por sus padres.

Y se abrazaron más fuerte mientras ambas pensaban en si contarle o no la ora su otro secreto. Ya que habían desvelado su pasión sexual mutua… ¿Por qué no decirse su tormento particular?

Y pensando en ello, se abrazaron más fuerte aún.