El tormento de Elsa - 2 -

Han pasado dos meses desde que el padre de Elsa la obligó a chuparle la polla. Hoy es el día de a entrega de notas, y Elsa tiene que ir al despacho del director, donde empezará a descubrir que su tormento aun no ha comenzado. Conocemos también a Silvia, compañera y amor platónico de Elsa.

Sigo subiendolo, más o menos como era hace mas de diez años, cambiando ligeras cosas, pero no su contenido sexual. De nuevo invito a quien quiera a mandarme comentarios e ideas por mail. hcl79rebirth@gmail.com

Gracias.

EL DIRECTOR DEL COLEGIO

LUNES, 15 DE NOVIEMBRE DE 2010

07:30

Desnuda ante el espejo, recién duchada, Elsa miraba su cara con las ojeras marcadas mientras trataba de disimularlas con un poco de maquillaje.

Había adelgazado mucho en estos dos meses. Apenas dormía, comía poco, y el pelo corto, por la nuca, como su padre se lo había cortado dos días después de su primera mamada, le daba un aspecto mucho más aniñado y delgado. Sin embargo, seguía siendo una chica muy atractiva, aunque eso le importaba poco, pues no deseaba atraer a ningún chico.

Salió del baño y fue hasta donde descansaba su uniforme de colegio, colocado en un diván del dormitorio de su padre, ahora también su dormitorio se dijo casi llorando, con los temblores inundándola, como cada mañana desde aquella primera mamada.

Elsa se vistió y bajó a la cocina donde su padre la había dejado preparado el desayuno y una bolsa con el bocadillo para el recreo. Al lado, había una nota.

“ESTA NOCHE CENO FUERA. LLEGARÉ TARDE, PERO ESPERAME DESPIERTA Y EN LA CAMA”

Elsa ahogó un gemido. No hacía falta que su padre pusiera que además tenía que esperar desnuda, ya sabía que tenía que ser así.

Había pensado en denunciarle al día siguiente de la primera mamada, pero él la advirtió que cualquier denuncia pasaría por sus manos como nuevo comisario y él la haría desaparecer.

-Nadie te creerá –la volvió a decir sonriendo la mañana siguiente al entierro de su madre mientras la acariciaba en la ducha, donde se habían metido juntos y donde él la masturbó con una mano, desde atrás, metiendo ligeramente la punta los dedos en su coñito y pellizcando los labios y el clítoris mientras con la otra mano la pellizcaba los pezones hasta amarrarlos, algo que haría cada día desde entonces - te tomaran por loca y creerán que se debe a la muerte de tu madre – siguió diciéndola pasando su polla entre sus muslos desde atrás, asomando la punta por la parte delantera, sintiendo como ese enorme miembro cuando estaba erecto acariciaba sus labios vaginales sin metérsela, sobresaliendo la punta por entre ellos, asomándose entre su mata de vello púbico – y acabarás encerrada en un manicomio, drogada cada día, y siendo violada constantemente por los doctores, enfermeros, y por mi cada vez que te vea, te aseguro que me encargaré de ello.

Aquel día, el día que todo empeoraría para ella, aunque aún no lo sabía, (y no sabia que seria todo de mal en peor cada dia desde entonces) el día de entrega de las notas, mientras recordaba todo, terminó de vestirse y se quedó parada en mitad de la habitación llorando durante cinco minutos, mirando el sillón donde su padre se sentaba cada día a esperar su boca.

Desayunó sin ganas y cuando acabó guardó la taza en el lavaplatos tras tirar por el sumidero los restos de leche y galletas que se habían quedado. Despacio, arrastrando los pies descalzos, fue hasta la entrada, donde estaba su mochila de colegio y todo su calzado. Como siempre que estaba en casa, por orden de su padre, fetichista de pies, estaba descalza. Eso era algo que ya había hecho cuando su madre vivía, incluso su madre lo hacía, pero pensaba que era por no manchar el parque de casa con el barro y el polvo de la calle, a pesar de que siempre veía a su padre calzado. Nunca le dio importancia. Ahora sabe que era por el fetichismo de su padre, que raya en lo obsceno a veces, pues la pobrecita ya le ha tenido que pajear con los pies en varias ocasiones hasta llenarlos de semen teniendo que lamerlos ella misma después, estando descalza del todo o con medias de nylon, lo único que su padre la permite usar para cubrir sus pies, ni siquiera calcetines, salvo cuando tiene gimnasia en el colegio. Daba igual, cuando la paja acababa por manchar sus piececitos, ella tenía que lamerlos hasta dejarlos limpitos.

Temblando, metió lentamente sus pies envueltos en medias verdes dentro de los mocasines negros del uniforme y cogiendo la mochila, salió de su casa sin saber que su vida, desde ese día, seria aun, mucho peor y cruel.

Salió de la zona residencial donde tenían el chalet y entró en el metro. No se sentó en ningún asiento, a pesar de haber varios libres y de ser diez paradas. El culo la dolía aun, y prefería esperar a sentarse solo en clase.

Su padre la había azotado el viernes con el cinturón y con la vara, dejándola finas marcas carmesí donde la vara hasta había cortado la piel.

Esta vez los azotes habían sido por arañarle la polla al sacársela de la boca más deprisa de lo habitual. Elsa le había rozado con los dientes, ya que su padre había empujado su polla hasta el fondo en el momento de eyacular, mandando el chorro de semen directamente a su estómago. La joven, para evitar vomitar y controlar las arcadas, se retiró deprisa arañándole con sus dientes. Su padre, aulló, más por la sorpresa que por el dolor, y acto seguido la hizo subirse a la cama y tumbarse boca abajo, azotandola primero con el cinturón y después con una fina caña de bambú que tenía, sonando solo los golpes en sus nalgas y sus gritos y llanto incontrolado.

En dos meses, su padre la había azotado en muchísimas ocasiones. Algunas, las más, simplemente porque le daba la gana, pero cuando era “con motivo” como el viernes, se ensañaba, y esta vez, había sido la peor, tanto que incluso había sangrado por culpa de la cantidad de varazos recibidos.

Agarrada a la barra del vagón de metro, trataba de no parecer nerviosa, a pesar de que casi no podía controlar sus temblores y sus llantos. La pobre tenía que disimular, no quería que nadie pudiera llegar a averiguar que la pasaba, ya no por miedo a que su padre se librase y fuera todo peor, sino por la vergüenza que pasará al tener que reconocer lo que hace y soporta cada día.

Unas paradas antes de la que tenía que bajarse, el tren se empezaba a llenar de alumnos de su colegio, todos con sus uniformes. Chicos y chicas de su edad, mayores y más pequeños llenaban de gris y verde los colores del tren.

Silvia, su mejor amiga de este colegio, con la que enseguida contactó, aunque nunca le diría lo que ocurre cada noche en su casa, entró en el tren y la sonrió. Elsa, sonriéndola débilmente - tratando de disimular su dolor y su tristeza, que todos achacaban a la muerte de su madre, algo que también influía en su estado - la saludó.

A Elsa le gustaba Silvia. Le atraía, y desearía dormir algún día abrazada a ella, y volver a lamer un coño, el suyo. Asqueada de chupar la polla de su padre, la joven notó que se excitaba al pensar en su cara hundiéndose entre los tiernos, blancos y suaves muslos de su amiga, hundiendo su lengua y boca, succionando y lamiendo su rajita y su clítoris hasta llenarse su boca de su corrida, tan distinta al semen que era un manjar para ella. Sonrió al pensar en eso, pero su mente siempre la jugaba malas pasadas y enseguida el dulce coño de Silvia pasaba a ser la polla de su padre, y tenía que tratar de disimular su asco con una sonrisa que casi parecía cínica, aunque Silvia no lo notaba.

-Hola Elsa.

-Hola - susurró tímidamente sonriendo a la chica, de la cual estaba enamorada.

-¿Qué tal el fin de semana? ¿Has hecho algo interesante?

Elsa ahogó un gemido de desesperación pensando en el fin de semana que había pasado, chupándole la polla a su padre no solo por las noches si no cuando este lo deseaba, aunque no saliese nada más que dos gotitas de esperma, lo cual era igual de desagradable, y en las constantes caricias y tocamientos que ha sufrido: en la cama, en el sofá, mientras cocinaba o limpiaba, en la ducha...

-No. Me he quedado en casa.

-El viernes que viene si quieres te puedes venir a casa. – dijo Silvia ilusionada y deseando poder conectar más con la pobre Elsa.

Elsa sonrió, le encantaba la idea, pero no estaba segura de que su padre la fuera a dejar salir una noche de casa y quedarse sin su mamada de rigor.

-No lo sé. - dijo tímida - debería de preguntárselo a mi padre.

-Anímate, lo pasaremos genial. Además, estaremos solas toda la tarde y casi toda la noche. Mis padres llegarán tarde. Incluso tengo tele y dvd en mi cuarto y podremos estar a solas las dos, en pijama, juntitas pasando miedo con alguna peli.

A solas con Silvia. Si supiera, si estuviera segura de que ella sentía lo mismo por ella, suplicaría a su padre que la dejara ir, aunque lo más seguro era que tuviera que pagar un precio muy alto.

-Está bien - dijo sonriendo pensando de nuevo en su boca enterada entre los pliegues del coño de Silvia - Hablaré con mi padre.

Y su amiga la sonrió, y Elsa, la devolvió una sincera sonrisa de amistad... y amor.

Ya en clase, Elsa trataba de prestar toda su atención al profesor, pero la joven no podía. Su cabeza había ido una y otra vez desde el primer día de clase, de la muerte de su madre, a su padre y sus violaciones diarias y a Silvia, a la que deseaba besar, abrazar, acariciar... Sabía que su rendimiento había sido malo, y sabía que hoy, en la siguiente hora al recreo, darían las notas. Estaba segura de que serían malas, y de que eso implicaría un castigo en casa, y eso la hacía estar aún más distraída, más preocupada. La pobre chica estaba segura de que su culo recibiría unos buenos azotes hoy por las notas.

En el recreo Elsa y Silvia compartieron sus bocadillos.

Silvia habló sobre su fin de semana, en familia, comiendo el sábado aprovechando el buen día que hizo en el campo, donde hicieron una barbacoa, y rieron divertidos ella, su padre y su madre mientras Elsa la miraba llena de deseo y envidia por tener una familia normal. Ella le contó que el viernes por la noche había visto una película con su padre, que habían hecho palomitas y que acabaron riéndose juntos, como si su madre siguiera viva.

Era mentira, claro. Su padre si había visto una película, pero había sido una porno, con ella sentada a su lado, y en mitad de la película la hizo desnudarse entera y pajearle con los pies y después limpiarse estos, para a continuación limpiarle con su boca la polla de los restos de la corrida. Después, la hizo sentarse en sus rodillas y estuvo masturbándola y pellizcándola el clítoris mientras apretaba sus tetas durante todo el rato hasta que la polla estuvo de nuevo tiesa y lista para una "limpieza a fondo" como él decía sonriente, y eso hizo, volvió a mamarla, volvió a tragar, y volvió a relamerse los restos después, con lágrimas en los ojos.

A su padre le encantaba pellizcarla los labios del coñito y el clítoris, la encantaba manosearla, meterle mano, y no solo en la ducha o la cama. Aprovechaba cada momento que estaban por casa para acercarse a ella y meterla la mano por dentro de su falda, hurgando en sus medias y braguitas, por dentro y por fuera, acariciar sus pechos por encima de sus finos sujetadores que marcaban enseguida sus pezones, quitárselos y pellizcarla las tetas y los pezones hasta dejarla cardenales... y ese sábado y domingo, gozo de cada centímetro de su cuerpo con sus manos, obligándola a estar totalmente desnuda por casa todo el fin de semana.

-Me alegra que lo pases bien con tu padre.

Elsa gimió y derramó unas lágrimas, su amiga, apenada, imaginando que era por la pérdida de su madre la abrazó y Elsa agradeció ese abrazo.

Finalmente, cuando el tutor de su clase, a la vuelta de recreo, Don Julián, un hombre alto, fuerte, mayor, con voz grave, se sentó en su mesa con un montón de sobres en las manos.

-Aquí están sus notas.

Se las entregaré uno a uno y después irán a sus pupitres. Las verán en silencio, las guardaran y no comentaran nada con nadie.

Después, seguiremos con las clases.

Fue diciendo los nombres de todos los alumnos. Germán García, Ana López, Daniel Lorente, Fabián Hernández... Por fin, llegó el turno de Elsa, pero cuando la tocaba, el profesor se la saltó. Se quedó paralizada, de piedra, ¿dónde estaban sus notas? El profesor acabó de repartirlas y después, con voz clara y alta miró a Lesa, que estaba en las primeras filas y sonriendo la dijo.

-Elsa López. Sus notas las tiene el director.

Al acabar el día, pase por su despacho a recogerlas.

Elsa, asustada, asintió, notando como las ganas de llorar la llenaban, y sintiendo una lágrima deslizarse por su mejilla, El pánico era tal que pensó en salir corriendo al final del día, empezar a correr y huir, pero sabía que no podría hacerlo, sería inútil. Ya lo había pensado varias veces, huir, pero no llegaría muy lejos. Lo sabía.

Miró a Silvia. ¿Y si le contara a ella lo que la pasaba? Seguramente acabarían por tomarla también por loca, así que se negó.

Tragó saliva y procuró dejar su mente en blanco.

Cuando sonó el timbre para irse a casa, Elsa recogió sus cosas. Silvia se quedó junto a ella.

-¿Quieres que te espere?

Elsa la miró. Estaba cada vez más enamorada de ella, y sonriendo, por ese amor que sentía por ese deseo, negó con la cabeza.

-No, no te preocupes.

-Te llamo esta noche a casa y me cuentas - dijo su amiga - ¿Quieres?

Elsa asintió. Con suerte, cuando llamase, su padre aun no habría vuelto y podría hablar con ella tranquilamente.

  • ¿Qué tal las tuyas?

  • Tres – dijo Silvia rápidamente y casi con cierta preocupación.

  • Bueno. No está mal. – dijo Elsa.

  • No.  – sonrió Silvia tímida y preocupada. – No.

Y no dijo nada más, pues sabía, que, en su casa, no gustaría nada esos tres suspensos, pero que prefería eso, a las notas de su amiga, que, sin duda, serían peores.

15:05

Despacio, ambas salieron de la clase, y Elsa se separó de su amiga en las escaleras que daban al piso superior, donde estaban los despachos de los profesores y la sala de juntas. Subió despacio las escaleras y llegó al final del pasillo principal del piso, donde estaba la puerta del director. Llamó a la puerta y cogiendo aire, entró cuando se lo dijeron. Al hacerlo, se le hundió el mundo. Dentro, sentado frente al director estaba su padre.

Elsa se sentó junto a su padre, en otra butaca y colocó la mochila entre sus piernas. Miraba al suelo, a sus pies. Sus mocasines negros, limpios, impolutos, casi reflejaban su rostro anegado en lágrimas silenciosas.

-Señor  López. Su hija no ha aprobado ninguna de las asignaturas del curso. Ninguna de las nueve.

HISTORIA un dos. LENGUA un cuatro. INGLES un dos. MÚSICA un tres. GIMNASIA un cuatro y medio. ETICA un dos. GEOGRAFIA un dos FISICA Y QUIMICA un uno y MATEMÁTICAS un cero.

Elsa gemía y sollozaba, murmurando solo "lo siento, lo siento, perdón, me esforzaré"

-Señor director. -- dijo su padre - Mi hija ha estado muy ausente estos meses por la muerte de su madre. Le ruego la disculpe.

El director sonrió y asintió. Era un hombre joven, como su padre, de unos cuarenta y pocos años.

-Como hemos hablado ya en esta hora que hemos estado a solas - dijo su padre - Le ruego tenga especial consideración con mi hija. Hágale de nuevo los exámenes si lo desea, o súbale la nota en las que están en un cuatro... Ya sé que no todos los profesores querrán hacerlo, pero como hemos hablado, mi hija estará dispuesta a hacer cualquier cosa que usted o sus profesores le pidan.

Y levantándose se puso detrás de Elsa, y sin dudarlo, la cogió los bordes de la falda y se los levantó hasta dejar al descubierto sus braguitas azules. Elsa levantó la cabeza, abrió los ojos y llorando, con un grito de terror a punto de salir de su garganta, vio al director sonreír y asentir.

  • Cualquier cosa. dijo su padre sonriendo muy despacio.

  • De esas nueve asignaturas - dijo el director sin preocuparse por las lágrimas de Elsa, la cara de terror de esta y sin apartar la vista de sus braguitas, bien a la luz, pues su padre la había ordenado dejarse así la falda mientras el cerraba por dentro la puerta del despacho - Yo soy el profesor de Historia. Desde ya le digo que su hija tendrá una revisión de su examen, digamos... Pasado mañana, a la hora del recreo, aquí, en mí despacho, y luego clases particulares cada día que haga falta al acabar las clases normales hasta el final de curso, claro. Así no creo que vuelva a suspender en todo el año.

Del resto de profesores, no le puedo asegurar nada. Doña Anna por supuesto se negará a este trato, es la única mujer del grupo, y la enseña Inglés. De los otros siete, le puedo asegurar que tres, aceptaran. El de Gimnasia, el de Música y el de Matemáticas. Con el resto... Trataré el tema con cuidado y le diré algo pronto.

Pero antes de asegurar esto... Necesito, necesito saber cuánto de dispuesta está su hija.

El padre de Elsa asintió, volvió a ponerse tras su hija y levantándola el jersey, asió la camisa después levantándosela también y dejando al descubierto un sujetador a juego con las braguitas, de fina tela que arranco de un tirón haciendo a Elsa dar un pequeño grito de sorpresa y dejando ver sus pezones, que aparecían irritados y amoratados. El padre, empezó a acariciar los pechos y a pellizcar los pezones de la joven hasta estimularlos y ponerlos duros como piedras. Elsa lloraba desconsolada sin poder contenerse mientras su padre mostraba esos pechos pequeños de pezones puntiagudos duros al director que se relamió ávido de deseo y lujuria.

-Ya le he dicho yo cuánto. – dijo acariciando suavemente los pechos y pezones de su hija sin ocultar su satisfacción - Mientras no la penetren de momento, pueden hacerla lo que quieran.

  • ¿Incluso azotarla?

Elsa gimió. El padre sonrió y detuvo la estimulación de sus pechitos.

-Levantarte hija, y desnúdate para mostrarle al director tu culo.

Temblando, sabiendo que resistirse no serviría, Elsa obedeció. Se desprendió de toda su ropa salvo de las medias que la llegaban hasta las rodillas y se quedó frente al director desnuda. Sus pechos estaban llenos de cardenales y sus pezones irritados. La joven llorando, se dio la vuelta y el director sonrió complacido al ver las marcas carmesí y el color morado, verde y negro de los golpes recibidos en el culo. Sentía la polla tan dura que tuvo que desabrocharse el pantalón. El padre de Elsa se dio cuenta y sonrió.

  • Incluso azotarla. – contestó.- Y tan duro como deseen.

  • Interesante.

El director ya no podía ocultar su brutal erección por más tiempo, y se acarició la abultada entrepierna, deseoso de hacerse una paja.

-Si le parece, - dijo el padre de Elsa sonriendo y mirándole fijamente - mi hija va a hacerle un regalo.

El director miró al hombre intrigado, Elsa miró a su padre asustada, con los ojos rojos.

-¿Qué regalo?

-Cariño. Hazle una limpieza a fondo al director.

Elsa gimió.

-Noooo... por favor papiiii... Eso nooooo

-Zorra mal educada, te has ganado quince azotes con el cinturón. – dijo enojado el hombre azotando con todas sus fuerzas el culo desnudo de Elsa que gimió - Hazle la limpieza a fondo, hasta el final, tragándotelo todo y sin vomitar, como si fuera yo, o te daré treinta más con la vara al llegar a casa.

Gimiendo, temblando, arrastrando los pies, Elsa fue hasta donde estaba el director, este sonriendo, vio a la chiquilla agacharse ante él y coger son sus manos la polla erecta, llevársela a la boca y empezar a mamársela con mimo y cuidado, pasándole la lengua por el capullo, por toda su superficie, succionando, agarrándole las pelotas con las manos, portándose como la experta mamadora en que se había convertido tras dos meses mamándole la polla a su padre.

El director, presa del éxtasis, agarró fuerte la cabeza de la joven contra sí y cuando estaba a punto de correrse tuvo que aguantar un chillido de gozo, soltando dos envites con su cintura en la boca de la chiquilla que hizo que dos cargas enormes de esperma pasasen casi de largo de la boca de Elsa que se lo tragó sin darse cuenta y sin dejar de llorar.

Cuando se la sacó, Elsa se relamió una vez más el sobrante que se escurría entre sus labios y sollozando miró al director a la cara sin levantarse. Este, se la acarició sonriente.

-Veras que bien lo vamos a pasar tú y yo.

-Y ahora, si lo desea - dijo el padre de Elsa quitándose su cinturón de piel - Azótela usted los quince prometidos.

Y el director sonrió cogiendo el cinturón mientras Elsa gemía y lloraba sin contenerse.

  • ¿Dónde quiera?

El padre de Elsa sonrió divertido por ver donde la quería azotar ese hombre, pensando que permitiría cualquier parte del cuerpo.

-Donde quiera.

Y el director sonrió lascivo con el cinturón en la mano y mirando a Elsa, que seguía de rodillas ante él y llorando desconsolada. Dirigió su mirada hacia la parte del cuerpo que se disponía a azotar. Señalándola, sonriente, miró al padre de Elsa, que excitado miro donde señalaba el hombre.

  • ¿Puedo ahí?

Y sonriente, excitado por donde quería azotar ese hombre a su hija, el padre de Elsa asintió.

  • Gozaré viendo cada azote en esa parte. – dijo el padre.

  • Y cielito, - dijo el director sonriente - como chilles una sola vez, se sumarán diez azotes más en el mismo sitio por cada chillido.

Y Feliz y sonriente, el director acarició la cara de la chiquilla que temblaba y gemía, mientras sonreía con lujuria y deseando empezar a azotarla.