El tormento de Elsa - 1 -

Elsa acaba de perder a su madre, pero eso es solo el principio, ya que desde ese instante, empezará a sufrir los abusos de su padre en casa y del director y los profesores en el colegio. NO CONSENTIDO, SPANKING

Vuelvo a subirlo. Aquellos que ya la conocen de cuando la publiqué hace más de diez años y en si día la criticaron, no sigan leyendo, no encontrarán nada  distinto. Los que en su día gozaron y disfrutaron con las aventuras y desventuras de Elsa y Silvia, adelante, desde este primer episodio veréis cosas nuevas, y si, todo lo que leísteis hace más de diez años estará de vuelta, y más, mucho más.

Gracias, y, como siempre, todo lo que queráis contarme y/o sugerirme, mi mail esta abierto.

HCL.

EL INICIO DEL TORMENTO

Nada más entrar en el coche, Elsa se descalzó los tacones y estiró los deditos de sus pies viéndolos a través de la tela negra de las medias de nylon. Su padre, se sentó a su lado y dio órdenes al chofer de que arrancara.

  • Ya está cariño, ya ha acabado. - dijo el hombre palmeando el muslo de la joven que sobresalía de su falda de tubo mientras sentía en sus dedos la sedosidad del nylon, - ahora a casa a descansar que mañana empiezas el colegio.

La chiquilla asintió sollozando. Acababan de terminar el sepelio de su madre en el tanatorio, y después de un día entero con el vestido negro y los tacones, estaba cansada física y mentalmente, y mañana empezaba su nuevo colegio.

Su madre había fallecido hacía tres días tras meses enferma. Elsa y sus padres se habían mudado hacía cinco meses a una casa nueva en una urbanización tras ser su padre ascendido a comisario. Mañana era su primer día en su nuevo colegio, nuevo colegio, nueva ciudad, nueva vida… si, nueva vida, aún no sabía hasta cuanto de nueva.

Entraron en la urbanización tras pasar el control de seguridad. En su garita, el gordo vigilante de seguridad abrió la barrera al reconocer la matrícula del coche, y a unos quinientos metros, el vehículo se detuvo ante el imponente chalé de tres plantas. Al pararse el coche, el padre de Elsa quitó la mano del muslo de su hija, donde había estado todo el viaje, y cogió los tacones de la joven.

  • Sal descalza. Son solo unos metros, y vendrá bien a tus pies cansados.

La chica asintió, salió del coche despidiéndose del chofer y fue hasta la puerta, donde esperó a su padre, que se entretuvo unos minutos en el coche. El frío asfalto se notaba en sus pies tras la tela de las medias, y aunque sí es cierto que la calmó el dolor que sentía por haber llevado todo el día los tacones, la pobrecita encogió los deditos un par de veces.

Su padre llegó por fin y abrió la puerta de casa, entraron y Elsa suspiró.

  • Me voy a acostar papá. Mañana quiero estar temprano en el colegio.

  • Vale cariño, pero espérame un segundo en mi dormitorio, quiero hablar contigo de algo.

  • Vale. Pero antes déjame ir al baño, necesito orinar.

El hombre asintió y le dio una palmada cariñosa en el culo a la chica que sonrió.

Elsa subió las escaleras ante la atenta mirada de su padre que se relamía los labios mientras notaba como empezaba a tener una erección.

Cinco minutos después, el padre esperaba sentado en un sillón de piel que había en su habitación. Con las piernas separadas, observaba la puerta por la que poco después asomó Elsa, con la cara roja y lágrimas en los ojos. Había vuelto a llorar en el baño, y todavía sollozaba. La chiquilla aún no se había cambiado de ropa.

  • Me voy a acostar papá… ¿Qué querías decirme? – susurró Elsa, sin saber lo que la esperaba.

-Ven aquí cariño.

Elsa, despacio, arrastrando sus pies descalzos cubiertos aún por las medias negras, pues aún no se había quitado siquiera eso, fue hasta su padre. Este, sonriente, la hizo sentarse en sus rodillas, la joven, sonriendo, pero sin poder dejar de llorar se sentó y le abrazó.

  • Ahora tú eres la mujer de la casa, así que tú has de ocupar el lugar de tu madre – dijo dándole unas palmaditas en su muslo - Y eso implica comportarte dignamente, como ella, y hacer lo que ella hacía.

Y sin darse cuenta de lo que pasaba, Elsa notó como su padre metía su mano por dentro de su falda y acariciaba su entrepierna por encima de la tela de las medias y las braguitas. Rápidamente se soltó de su padre asustada, tratando de levantarse gimiendo y sollozando, con la cara descompuesta, pero este se lo impidió abrazándola contra él. La muchacha quiso apartar la mano de su padre de entre sus piernas pero no pudo, y estaba a punto de chillar cuando su padre se detuvo y le tapó la boca con la mano que hacía unos segundos estaba entre sus piernas.

  • Si chillas será peor, y nadie te creerá. –dijo sonriendo –ahora soy el comisario.

Y sonriendo volvió a meter la mano entre las piernas de Elsa que sollozó temblando, notando como su padre acariciaba su entrepierna, su rajita del sexo, por encima de su ropa, sin poder evitar sentir placer al cabo y empezar a humedecerse.

Tras diez minutos, la hizo levantarse y desnudarse ante él. Elsa, gimiendo, llorando y temblando obedeció. Su padre sonrió al ver como el largo cabello negro caía sobre sus hombros y trataba de taparle los pechos pequeños, y como el rebelde vello negro inundaba su pubis tapando la entrada del placer de su virginal coñito adolescente.

  • Tendremos que cortar ese pelo. Tiene que dejarte libre los pechos, así que habrá que hacer algo con él más tarde… Mañana tal vez. Ahora – dijo levantándose y bajándose los pantalones y los calzoncillos ante la mirada de Elsa que no podía dejar de llorar y temblar mientras su padre, a continuación, se quitaba la camisa quedándose tan desnudo como ella y sentándose de nuevo en el sillón de piel.- Ahora, ven aquí, arrodíllate ante mí y cumple como cumplía cada noche tu madre desde que la preñé de ti. Hazme una mamada, pero bien hecha, hasta el final, hasta que mi leche te baje por tu garganta y te llene el estómago.

Elsa, reprimiendo una náusea se quedó quieta donde estaba sin saber qué hacer, de pronto sintió unas terribles ganas de orinar, a pesar de que ya había hecho pis hace unos minutos, pero se contuvo, estaba muerta de miedo. Arrastrando sus pies, llorando, temblando, llegó hasta donde estaba su padre, sentado, con las piernas abiertas y se arrodilló ante él.

La pobre Elsa no sabía qué hacer. Sabía a qué se refería su padre, lo sabía por algunas revistas que había visto en su antiguo colegio con sus amigas, y por alguna película porno que habían visto a escondidas. Ella, ya tenía claro desde hace mucho que le daban asco las pollas, a ella le gustaban los coños, y de hecho ya había probado uno, el de Rocío, su mejor amiga en su anterior colegio. Quizás, se dijo, sería parecido, y quizás, su padre estaba hoy demasiado afectado, y enajenado para darse cuenta de lo que hacía, se dijo llorando ante la visión de la flácida marrón y arrugada polla de su padre.

  • ¿A qué estás esperando? ¡EMPIEZA! –ordenó su padre y cogiéndola de la cabeza con una mano y su polla con la otra, acercó una a la otra. Elsa, llorando, abrió la boca e introdujo el miembro en su boca.

Gimiendo, Elsa empezó a mover la cabeza llorando y sollozando, succionando, pasando su lengua por la punta y la superficie de ese miembro que, aunque no parecía posible, empezaba a crecer por momentos llenando su boca hasta hacerla querer vomitar mientras su padre la cogía las manos y la obligaba a pasarlas por sus pelotas.

-Acarícialas, sácatela de la boca y pasa la lengua por toda la polla y lame también las pelotas de papi.

Sollozando, Elsa obedeció, lamió la polla de su padre y sus pelotas durante un minuto y después, a una nueva orden, volvió a meterse la polla en la boca y siguió succionando entre lágrimas, notando como la polla se hinchaba más y más y como su padre se tensaba.

-Oh dios… oh dios, oh diossss….. – el hombre agarró la cabeza de la chiquilla y la presionó contra si, notando como golpeaba con su pene su garganta - Me viene ya, me vieneeee… Me corro, me corro me corr….

Una oleada de un torrente espeso y amargo inundó la boca de Elsa, que se sacó la polla de inmediato escupiendo la corrida de su padre y vomitando inmediatamente después en el suelo de parqué sobre el que estaba arrodillada hasta hacía unos instantes, levantándose al momento, la chiquilla pisó su propio vómito, trastabilló hasta caerse de culo y se puso a llorar.

  • ¡CERDA! –se levantó su padre hecho un basilisco. --¡TENIAS QUE TRAGARTELO, AHORA VERAS!

Y levantándola en volandas se la llevó a la cama, la puso sobre sus rodillas y la estuvo azotando el culo entre gritos y llantos durante más de media hora, dejándole tan rojo, escocido y marcado que hasta a él le dolía la mano.

Cuando acabó, estuvo acariciándolo varios minutos mientras aprovechaba para acariciar la raja de su coño, notando humedad en él, y teniendo de nuevo una erección.

  • Vuelve a chuparmela, y tragatelo, o tendré que volver a azotarte.

Pero no se lo pudo tragar, aunque la corrida había sido menos copiosa, en cuanto sintió el tibio y amargo caldo en su boca, vomitó y la pobre Elsa, volvió a sentir la mano de su padre en su culo

Tras una ducha, la muchacha se acostó en la misma cama que su padre, desnuda, junto a él, llorando, con el culo ardiendo, sintiendo como su padre se frotaba contra ella hasta quedarse dormido mientras acariciaba con una mano su coño y su pubis y con otra sus tetitas pellizcando sus pezones.

La pobre chiquilla apenas durmió esa noche.

Tardó tres días en tragarse el semen, tres días en los que su padre siguió azotándola el culo después de que ella vomitara todo tras sentir el semen en su boca. El segundo día los azotes fueron de nuevo con la mano, pero el tercero, con el culo ya morado y negro de los moratones, fue con el cinturón. Tras esos días, Elsa, siempre se lo traga todo, e incluso se pasa la lengua por los labios, llorando, recogiendo hasta la última gota, saboreándolo, pero siempre entre lágrimas.

Y la pobre no podía sospechar que su tormento, ni siquiera había empezado.