El torero

La realidad superó a la ficción

Soy un chaval moreno, atractivo, alto, buen cuerpo y gay. Aunque nadie lo sabe y como no se me nota nadie lo intuye. No soy muy creído, la verdad; pero entre mis colegas comienzan a florecer las preguntas de cuándo me voy a echar novia…yo siempre pongo de excusa que estoy estudiando…que no tengo tiempo para esos líos; pero ocurre una cosa y es que ya he terminado los estudios.

Residía en una zona rural y me he trasladado a la capital en busca de una oportunidad y por la insistencia de uno de mis colegas de que me vaya a su casa y que empiece a buscar desde allí. Y eso estoy haciendo. Llevo en Madrid alrededor de un mes. Echando currículum, haciendo entrevistas y perdiéndome por el metro como un verdadero imbécil.

Apenas veo a mi colega, ya que entre su trabajo y que es un “pseudofamosete” tiene una vida un poco ajetreada…o como diría yo…un poco de postureo del bueno.

Uno de esos días, estamos charlando en la cocina tomando un café por la mañana y me comenta que esta noche tiene una gala benéfica de no sé qué…la verdad es que ni le escucho…ya que todos los días me vienen con un cuento diferente…mi vida es más pausada. Y así, de repente abro mi bocaza, ¡Invítame!

Él respondió rápido. Sí. Me puso una condición, que hay que ir con traja de chaqueta. Llevaba poco tiempo en Madrid, con lo cual no tenía ropa de ese estilo y estaba claro que no me iba a comprar un traje para ir a una gala benéfica. Así que le dije: no, da igual…otra vez será…

La cosa no quedó ahí. Me salta: bueno, podremos hacer un apaño con mi armario…no tienes el mismo cuerpazo que yo…pero te podre encontrar algo. Es verdad, mi amigo no necesita abuela…él mismo se echa los piropos. A mí me parece un hombre normal, no entenderé como puede ligar tanto con las chicas.

La noche llegó. Para ir de retales de un lado y de otro, a mi parecer iba bastante mono. Unos pantalones de vestir marrones y con una americana azul marino más una camisa blanca. Iba elegante, sí. En cambio, mi colega iba de traje total…estaba hecho un figurín.

En el trayecto de casa al hotel donde se celebraba la gala benéfica fue una conversación de los más calentorra en la que mi colega me iba contando con todas las tías que se iba a ligar y a ser posible acostarse con ellas. Me decía, yo te presento a todas las que quieras. Yo iba en mi mundo, pensando mis cosas, los curriculum que debía entregar la mañana siguiente, las calles que me faltaban por recorrer y en lo que me iba a aburrir en esta gala en la que ponen nombre de benéfica; pero en la que todos van a lucirse y a ver quién es mejor persona que el resto.

Entramos en la sala. Qué cantidad de gente. Los dos como unos tontos, ya que como os dije antes mi colega es un pseudofamoso, aunque no hay que quitarle mérito. Invitado estaba y por consiguiente yo.

Comienza a saludar a gente y me presenta a algunos. Qué cantidad de besos falsos, le decía al oído. La rifa iba a comenzar; pero no antes alguien tenía que hacer un discurso. Nada más y nada menos que un torero, con el que había tenido nada más y nada menos que alguna de mis fantasías eróticas. Se rifaba un traja de luces suyo. Mira que soy pasota que ni le pregunte a mi amigo antes de que iba la gala. Así que de buenas a primeras me encontré con el hombre de mis sueños subido en aquel escenario hablando. Un hombre inalcanzable.

El sermón, la rifa y todo el evento habían terminado. Estábamos en el momento de las copas, donde el asunto comienza a ponerse interesante. Creo que llevaba tres copas. Eran gratis, lo cual tenía que aprovechar. Estaba aburrido de tanta fachada con lo cual me coge el taburete y me senté en la barra. Veía a gente famosa charlando de un lado para otro, con algunos ya me había echado alguna foto…y como no les conocía de más…poca conversación podría tener. Mi colega estaba haciendo de galán con todas las chicas que se iba a ligar. Hacía como cosa de una hora que no sabía de él, el tiempo que tarde en tomarme las copas.

En uno de estos momentos en los que giro la cabeza veo al torero. Mi corazón da un vuelco. Viene hacia mí, o eso creo. Un hombre de 35 años, bien vestido, con una cara fácil de mirar, la barbita de tres días y porte que hace vibrar a cualquiera. Solamente de verle me ponía nervioso. Se puso frente a mí y me preguntó. ¿Qué bebes? ¿Estás muy solo por aquí, no? En ese momento estaba flipándolo. Seguramente rojo como un tomate. El hombre de mis sueños estaba frente a mí preguntándome que bebía.

Lo único que fui capaz de responder: ron cola. Al momento llama al camarero para pedir dos rones cola. No sabía que decirle y le pido que si se puede hacer una foto conmigo, a lo que responde que sí. Pensando para dentro, que tonto soy, que no soy capaz de decirle algo en condiciones.

A los dos segundos viene a buscarle su jefe de prensa, que querían entrevistarle algunos medios de comunicación por motivo de la gala. Tuvo que dejar hasta su copa y todo. Me quedé bastante triste, la verdad. Había tenido al hombre con el que tengo sueños húmedos y lo único q soy capaz de hablar con él es que si me puedo echar una foto con él. Me bebí la copa y decidí a marcharme de allí. A mi colega le daba por perdido, lo cual le mande un whatsapp diciéndole que pediría un taxi y me iría para casa.

Saliendo por las escaleras del hotel escucho una voz diciéndome: es de muy mala educación dejar a alguien con una copa en la mano. No me lo podía creer, era el torero. Mi corazón bombeaba demasiado fuerte. Qué locura.

Torero: ¿te vas ya...? No me ha dado tiempo a charlar contigo

Yo: Llevo mucho rato por aquí ya, y mañana tengo que hacer cosas.

Como podía haber dicho esas palabras…si estaba deseando hablar con él.

Torero: bueno un hombre tan guapo no se puede ir así de una fiesta. La verdad es que hay mucha gente aquí. ¿Te apetece que vayamos a un sitio más tranquilo y nos tomamos la copa que te debo?

Realmente estaba acojonado y cachondo perdido. Esa proposición había sonado a que quería hacer de todo menos tomar una copa.

Yo: Si. (Un simple sí con una sonrisa).

Torero. Bueno, tú sabes cómo me llamo; pero yo no sé eso de ti.

Yo: me llamo Jose.

Mientras esperábamos a que llegará un taxi, estuvimos hablando de banalidades. Comentando un poco el tiempo, la economía. Mientras mis piernas flaqueaban no solo por el efecto del alcohol, sino por lo nervioso que ese hombre me ponía.

Cuando montamos en el taxi da una dirección. No le doy importancia a la dirección. Fueron unos 10 minutos en silencio y escuchando la radio. No me deja pagar el taxi, se ofrece él. Dice que me debe esto por haberme dejado plantado antes. A lo que le respondo que no es su culpa.

Yo: ¿a qué sitio vamos a ir? (lo único que veía eran edificios sin locales de copa).

Torero. A mi casa. Espero que no te moleste. Es el sitio más tranquilo que conozco.

Pensaba para mí, dónde me he ido a meter. A este súper hombre le van a gustar los tíos, y más concretamente, yo. No soy feo; pero soy un chaval de lo más corriente. Este hombre puede codearse con hombres muchos más importantes que yo.

Entramos en el portal para ir directos al ascensor. Mi pulso iba a mil, todo parecía indicar que la fantasía que me acompañaba muchas noches se iba a hacer realidad.

Torero: Llevo desde hace mucho rato queriendo hacerte esto

Yo: ¿el qué?

Me agarra con sus dos manos trabajadas mi cara y se abalanza sobre mí para que sienta su lengua y sus labios enroscándose en los míos. No solo noto sus labios, sino que con la fuerza con la que me empuja siento todo su cuerpo. Él quiere marcar su territorio. Yo soy el macho y tú eres mi hembra.

Su beso sabía a algo que nunca había sentido antes. Una vez llegado al 7 piso, el ascensor se detuvo. Me pidió disculpas por si había sido brusco a la hora de besarme y empotrarme contra el aluminio del ascensor.

Le respondí. No te preocupes, me ha gustado. A lo que él respondió: lo sé.

Me agarró de la mano para que le siguiera y me llevo hasta la puerta de su casa. Frente a ella se paró.

Torero. En esta casa no ha entrado cualquier hombre.

Yo. Pues soy un desconocido para ti. Además no sabes si soy bueno o no…quien te dice que pueda vender esto a la prensa.

Torero. Como me llevas mirando toda la noche sé que no eres mala persona. Esos ojos te delatan. Además sé que no vas a querer salir de aquí.

El tío se estaba tirando un farol o no; lo que sé es que me estaba calentando demasiado con esa voz de chulito seguro.

Una vez dentro me dice que me ponga cómodo, que estoy como si fuera mi casa. Me indica que donde tiene el mini bar para que vaya preparando esas copas que nos faltan mientras él se iba a poner cómodo.

Torero. Vuelvo en un momento. Voy a ponerme cómodo. Si quieres puedes quitarte los zapatos o lo que tú quieras.

Yo. Vale, no te preocupes. Yo me quedo preparando esto

Antes de irse me agarra del culo con sus dos manos y me llevan contra su cuerpo. Y otra vez me vuelve a besar. Un beso que rompe la barrera y hace como si fuéramos un único ser.

Torero: solo te he besado dos veces y me tienes loco. No me eches de menos. En un segundo estoy aquí.

Me quedé pensando en todo lo que había ocurrido mientras preparaba las copas. Tardaba tanto, que no sabía qué hacer, si quedarme de pie o irme al sofá.

A los 10 minutos aparece recién duchado, con un albornoz blanco y los pelos alborotados. Dije para mí, tierra trágame. Desde que me empotró en el ascensor mi polla estaba dura como un misil. Además, no sabía de qué hablar ni nada de lo nervioso que estaba.

Torero: qué bien sienta una ducha.

Yo: un poco más y pasa con la otra copa. Que me la termino y me pillas yéndome para casa.

Torero: veo que no te has puesto cómodo eh.

Se sienta a mi lado. Y echa la mano por detrás de mi para que me sienta que él es mi macho y que voy a estar ahí con él. En ese momento el albornoz se abre un poco y deja para la imaginación lo que asoma entre sus piernas. Se acerca a la copa para dar un sorbito.

Se da cuenta de que me he fijado en que su albornoz se había abierto demasiado y se podía entrever su rabo de 19cm demasiado duro.

Torero. ¿Te gusta lo que ves?

No me da tiempo ni a responder cuando siento que su lengua está metida en mi boca mientas su mano derecha va a tocarme mi polla. Para un momento para decirme al oído

Torero: tu polla también está muy dura.

De manera brusca me agarró mi cabeza y me la llevó contra su paquete.

Torero: Comete toda mi polla. Hoy es tuya.

No me quedo más remedio que meterme 19cm en la boca. Él intentaba apretar demasiado para que entrara entera; pero era enorme como para eso. Solo me daban arcadas cada vez que apretaba. Estaba encantado comiéndome la polla del torero de mis sueños.

De repente me quito la polla de la boca porque decía que si seguía así se iba a correr y que esto no se podía quedar en una sola mamada. Al escuchar esto me entró miedo, ya que con lo que dijo se podía leer que quería follarme y yo no tengo mucha experiencia siendo pasivo y menos con una polla así.

Me agarró de la mano y me indico que me levantar.

Torero: Vámonos a un sitio más cómodo.

Él estaba completamente desnudo. El albornoz se había quedado en aquel sofá. Durante el trayecto me fue quitando poco a poco mi ropa mientras me besaba como nadie en la vida me lo había hecho.

Una vez en la habitación me cogió en brazos y al odio me dijo: vas a ser mío. Nos tiramos a la cama. Quedé debajo de su cuerpo con mis piernas abiertas y él en el medio. Me volvió a repetir: vas a ser mío.

Mientas me besaba como un verdadero macho besa a su presa, sus manos tocaban todo mi cuerpo. Y mi cabeza pensando que me iba a doler ser pasivo.

Poco a poco fue bajando por mi pecho a mi abdomen y ahí se detuvo. Me preguntó: ¿quieres que te la chupe? Le respondí que sí. Que hiciera lo que quisiera. Me aparto mis bóxer Calvin Klein rojos y sentí como mi polla entró en esa maravillosa boca.  Duró poco rato chupándomela, porque me abrió aún más las piernas para ver cómo estaba mi culo dilatado. Se tiró de lleno a él. Lo primero que sentí es un chorro de placer que se transformó en un fuerte gemido. No podía parar de gemir y él seguía y seguía sabiendo que mi ojete estaba muy dilatado y que su polla entraría sin dolor. Paró. Se dirigió a mi boca porque quería que saboreara de sus labios lo rico que estaba mi culo.

Torero: Quiero follarte, que seas mío. Te lo hare despacio y con cuidado.

Se puso el condón mientras me miraba con cara de pícaro. Nada más sentir su capullo intentando trepar por mi recto, mi culo se endureció del pequeño dolor que sentí. El me tranquilizaba y a la vez me pajeaba para relajarme.

Torero: estate tranquilo, solo vas a disfrutar siendo mío.

Sin darme cuenta, su tremendo pollon estaba dentro de mí. Nuestros gemidos fueron al unísono. Empezó a darme bien. Estábamos muy excitados. Cada vez gemía más y más. Su cara se acercó a la mía. Sentía su aliento. Me encantaba. De vez en cuando su boca se unía a la mía en un bestial morreo. Él no dejaba de bombearme constantemente. No podía tocarme la polla porque sino me corría de inmediato.

Yo: tienes aguante, le decía en plan chulesco.

Torero: Para ti tengo todo lo que me pidas, mi amor.

Ese “mi amor” me pareció espectacular, me motivó aún más. ¿Sería mi príncipe azul?

Aguantamos un rato más dándole, cada vez las embestidas eran más rápidas y duras. No aguantaba más, pero no podía correrme antes que él, sino tendría que parar porque me dolería mucho.

Torero. Me corroooooo. Te voy a preñar.

Yo: mmmmmm

Sus embestidas tan duras hicieron que mi polla explotará sola. Nunca me había pasado; pero me corrí sin que me tocaran. Estaba completamente en el éxtasis. Qué placer.

Las fuerzas de mi amante torero cayeron sobre mí. Me besó y se tumbó sobre mí. Así estuvimos un rato hasta reponernos.

Torero: ¡eres genial!

Una vez relajados, nos levantamos y comenzamos a limpiarnos. Tenía todo el abdomen lleno de leche y él aún tenía el condón puesto. Nos limpiamos. Seguíamos completamente desnudos. Él notó que estaba buscando mi ropa para vestirme e irme. Se acercó a mí, me agarró y me besó. Mis piernas volvieron a flaquear.

Torero: ¿te quedas a dormir conmigo?

Yo: ¿de verdad?

Así terminé. Desnudos. Decía que tenía que dormir desnudo con él. Me abrazó. Y a mí no se me ocurrió otra cosa que preguntarle.

Yo: ¿por qué yo?

Torero: Eres diferente a los demás.