El Titanic (1ª Parte)
El 14 de Abril de 1912. El Titanic se hunde en el océano Atlántico. Su capitán absorto en importantes asuntos, no pudo esquivar a tiempo, un enorme iceberg.
Las notas de la melodía revoloteaban, sobre la cubierta del buque, al mismo tiempo que las yemas de sus dedos bailaban sobre el teclado del acordeón. Parte del pasaje, permanecía en el interior de sus camarotes, preparándose para la cena y la posterior fiesta, pero un pequeño grupo de viajeros, se aglutinaba alrededor del joven músico.
A sus 19 años, Paúl interpretaba con soltura, y siempre con una gran sonrisa en su boca, las melodías que, durante su infancia, su abuelo se había afanado en enseñarle. Sin apenas saber leer, ni escribir, el joven se había embarcado, como músico del Titanic, hace cuatro días y mientras viviese, nunca olvidaría el momento en que miles de sirenas anunciaban la partida de tan majestuoso buque del puerto de Southampton.
A medida que el sol se sumergía, en el interior del océano atlántico, Paúl trasformaba sus alegres acordes, en melancólicas composiciones que humedecían los ojos de las muchachas que lo observaban. Y sin saberlo el, serian el preámbulo de las lágrimas que, horas mas tarde, inundarían al Titanic.
La noche cubrió por completo el océano, si durante el día, el frió ya era de gran intensidad, ahora la brisa proveniente del norte, lo hacia prácticamente insoportable. Los pasajeros se apresuraron a regresar al interior del buque. Tan solo una joven de piel clara y cabello rubio, permaneció en cubierta. Paúl coloco su acordeón en la vieja bolsa de cuero, que su abuelo le regalo hace muchos años para trasportarle.
Su melena, color trigo, se mecía sobre su rostro ocultando los ojos. Apoyada su espalda en la barandilla de la cubierta superior, la joven observaba desde la distancia a Paúl. Durante unos segundos, el muchacho, intento descubrir sin éxito el color de sus ojos. Su vestido blanco, permanecía ceñido a su cuerpo, dejando insinuar con claridad las curvas de su esbelta figura. Del interior de su vestido, ligeramente escotado, se escapaba el suave resplandor de lo que tal vez fuese un pequeño diamante, que enzarzado en una cadena de oro, no dejaban lugar a dudas a Paúl, de que se trataba de una pasajera de primera clase. Posiblemente la hija de algún hombre de negocios, que se dispondría a aumentar su riqueza en New York.
Iluminada por cientos de faroles, la joven, recorrió la cubierta hasta desaparecer junto a la puerta mas próxima a Paúl. Al pasar junto a el, le dedico una amable sonrisa, y a pesar de ello, Paúl no pudo vislumbrar las pupilas de la muchacha.
En los salones de primera clase, los pasajeros concluían la cena mientras la tripulación realizaba los preparativos para el baile. Aquella noche del 14 de Abril de 1912, frente al espejo de su pequeño camarote, Paúl, retocaba su traje, y repasaba mentalmente el repertorio de canciones, con las que deleitaría a los selectos pasajeros del salón principal. Pronto saldría al escenario, junto a los demás miembros de la orquesta. Como un látigo, un escalofrío recorrió su cuerpo, pero no por los nervios del concierto, sino por la casi segura posibilidad de que aquella bonita chica rubia, se encontrara observándolo en el interior del salón.
La música empezó con puntualidad. Pronto, una algarabía de hombres y mujeres, llenó con sus bailes, de alegría el salón. Desde el escenario Paúl, se esforzaba en interpretar las partituras, mientras perseguía con su mirada, los bailes de la rubia muchacha. Su cuerpo, fascinaba por completo al joven músico; El movimiento de sus pechos al moverse, su sonrisa e incluso las largas piernas que el vestido de noche ocultaba. Sus miradas se cruzaron en varias ocasiones, a pesar de ello, Paúl no pudo distinguir con claridad los brillos de sus ojos.
En el puente de mando, el capitán ordeno a sus subordinados que regresaran a descansar a sus camarotes. Después, tras unos minutos de gobernar el buque en solitario, dos jóvenes señoritas irrumpieron en la sala de mando.
Mientras el capitán manejaba con destreza el timón y los demás utensilios de navegación, las señoritas, comenzaron a besarse ante la mirada inexpresiva del capitán. Las jóvenes de, unos veinte años, edad muy inferior a la del capitán, lucían sendos vestidos de fiesta. De rasgos muy parecidos, tan solo el color de sus melenas facilitaba al capitán la labor de reconocerlas. Ante el, dos ángeles idénticos se besaban y se acariciaban el cuerpo de manera mutua y constante. Con una sonrisa maliciosa, el hombre, recordó como una semana antes había convencido, con un fajo de dinero, a las hermanas, para que embancaran junto a el, como asistentas de su camarote. Mientras se besaban, la muchacha rubia, subía lentamente el vestido a su hermana pelirroja, dejando que las bonitas nalgas de esta fueran, poco a poco, siendo cada vez mas visibles ante los ojos del capitán, que meciéndose el bigote, las observaba ahora con gesto obsceno.
Con un fuerte tirón vertical, la muchacha hizo desaparecer el vestido de su hermana pelirroja, quedando esta, desnuda ante la mirada del hombre, que sentía por momentos como aumentaba la presión en el interior sus pantalones. El capitán se desentendió por completo del timón, y demás instrumentos de navegación, cuando la joven pelirroja se acerco a el y comenzó a besarle en la boca. El hombre recorría, con su lengua, el interior de la boca de la muchacha, mientras tragaba aquella mezcla de cálidas salivas de manera ansiosa.
Sus manos recorrían los pequeños pechos, realizando con los dedos, pequeñas espirales en los pezones, hasta conseguir que estos consiguieran alcanzar una considerable dureza. Momento que la hermana rubia, aprovecho para desabrochar el pantalón del capitán, y conseguir así , que el enorme pené de este, saltase de entre la ropa hasta chocar con ella misma. La muchacha acaricio la verga varias veces con sus manos, después descendiendo rápidamente hasta ponerse de cuclillas, admiro por ultima vez ,el enorme mástil del capitán, y se lo introdujo en la boca.
Mientras su hermana tragaba el pene con avidez, la muchacha pelirroja jugaba con la gorra del capitán, la cual se ponía y quitaba de diferentes formas, mientras su dueño, se entretenía metiendo sus ásperos dedos en el interior de la vagina. A cada roce de sus dedos en el clítoris, la joven, realizaba un pequeño contorneo, acompañado siempre de su infantil sonrisa. El capitán saco su verga de la boca de la rubia y la situó en un punto intermedio entre las dos hermanas, después ellas, se situaron junto a la mojada verga, y sacando sus lenguas, comenzaron a lamerla en diferentes direcciones, recorriendo toda su piel, hasta encontrarse las dos leguas, sobre la enrojecida punta del grande. Durante un buen rato, las hermanas se introdujeron la verga alternativamente, y mientras una se la tragaba, la otra absorbía los velludos testículos del capitán. A continuación, el hombre se desnudo por completo e imitándole, las hermanas, se desprendieron de la poca ropa que las quedaba. Instantes después, los tres comenzaron a realizar una de las fantasías preferidas del capitán.
Desnudas, la una junto a la otra, apenas se diferenciaban de no ser por sus desiguales melenas. Pero ese sencillo detalle, como era el color del pelo, bastaba para que el capitán se sintiera enormemente mas atraído por la pelirroja. De manera, que la primera en tumbarse sobre el suelo de la sala de mando, fue la hermana de esta. Sus cabellos dorados, contrastaban con el oscuro piso metálico. Casi de forma inmediata, su piel se estremeció al contacto con el frió metal. La muchacha pelirroja, observo detenidamente a su hermana, sin soltar en ningún momento la verga del capitán, que tenia amarrada a su mano y frotaba con suma suavidad. El capitán beso bruscamente el pezón, del pecho derecho, de la joven, la cual no pudo evitar regalarle otra sonrisa, al sentir el cosquilleo del bigote del hombre, sobre parte de su seno. Tras ello, la muchacha se acerco a su hermana, y se coloco de rodillas sobre su cabeza, dejando que la lengua de esta, lamiera con cariño el interior de su vulva. El capitán, que permanecía atento a la escena, no dudo en masajearse su verga, cuando la joven, tras permanecer unos instantes de rodillas, mientras se acariciaba sus propios pechos, se deslizo como una serpiente por el cuerpo de su hermana, hasta introducir su cabeza, por entre las piernas de la joven rubia.
Sus cuerpos unidos se retorcían, entre placenteros gimoteos y la entrecortada respiración de las hermanas. Desde su posición, el capitán podía observar con todo detalle, como la pequeña pelambrera pelirroja se llenaba, de saliva y jugos vaginales, mientras la lengua de la muchacha rubia, recorría de forma circular el clítoris de su hermana. La fuerte mano del capitán, frotaba ahora su verga con gran rapidez. Y temeroso de no llegar a tiempo se incorporo, apresuradamente, de rodillas tras el cuerpo de su tan ansiada pelirroja. Con un suave movimiento, penetró a la joven con su durísima verga, quedando a cuatro patas sobre ella, al mismo tiempo que su hermana la castigaba el clítoris con su experta lengua. Sus gemidos ahogados, por los licores que emanaban sus vulvas, iban en exagerado aumento. Las embestidas del capitán, ya no tenían nada de suaves, su verga, se introducía de manera furiosa en el interior de la vagina, produciendo una penetración tan profunda, que los testículos chocaban contra la cara de la joven rubia, que lamía con rapidez, tanto el clítoris de su hermana, como el miembro del capitán.
Desecha por el placer, la bonita pelirroja, fue la primera en saborear la dulce sensación del orgasmo. Su cuerpo tembló repetidamente y un fuerte gemido, acompaño a la salida de abundantes jugos de su vagina. Su hermana, aprisionada bajo el cuerpo de esta, no podía hacer otra cosa mas que tragar los jugos, que emanaban hacia su boca, procedentes de la vulva que lamía. Sin previo aviso, el capitán, con un grito bravucón y sin parar de embestir con todas sus fuerzas, inundo el interior de la dilatada vagina de gran cantidad de semen. Desde el suelo, la joven rubia, luchaba por tragar las oleadas de semen, que se precipitaba sobre su ya mojada cara. Tras cada embestida del capitán, la verga, se retiraba de los irritados labios rojizos dejando, a su paso, un reguero de semen que goteaba sobre el rostro de la muchacha.
Un enorme estruendo, acompañado de una fuerte sacudida, recorrió por completo el Titanic. En la sala de mando, el capitán y las hermanas, rodaron bruscamente a sobre el suelo. Apartándose su melena pelirroja de la cara, la muchacha dolorida por el golpe, lanzo una mirada de pánico al capitán, mientras su hermana, que permanecía desnuda y con la cara llena de semen, comenzó a lloriquear asustada. El capitán, a pesar de tener su pene ya flácido, se levanto con el porte que desde siempre lo había caracterizado.
Ensimismado en sus propios pensamientos, el capitán, no pronuncio ninguna palabra al observar desde la ventana de la sala de mando, que un gran iceberg, se alejaba del buque por estribor. El capitán, se agacho aturdido a recoger del suelo un pequeño reloj que había caído tras el impacto. Sus agujas marcaban las 11:40 de la noche.