El tío del Rodaje (parte 3)

Ancor juega una noche con sus amigos a verdad o atrevimiento. Gracias a eso, mandará un mensaje anónimo a Pablo declarándose. Un acto que cambiará el rumbo de la historia de este amor imposible surcado de desencuentros amorosos a base de sexo y mamadas -reales o imaginadas-.

Sábado. Primer fin de semana de noviembre de 2014. Esa noche quedé con Carla y los demás en Carabanchel, en casa de Samuel. La era perfecta, unas birras, unos porros y un juego que ya tenía preparado, recién descargado en el móvil y que estaba deseando probar. Ya había jugado con mis amigos de la universidad muchas veces a apps de verdad o atrevimiento y la diversión estaba asegurada, por lo que esperaba que esta no me defraudara.

Pasaban las horas entre risas, picoteo y cerveza. Bueno, y probando la app. A Samuel, por ejemplo, le tocó llamar a un amigo mío y decirle que tenía ya el muerto preparado. Era casi imposible aguantarse la carcajada. Pasaban las horas y Carla estaba un poco pesada. Quería averiguar de cualquier manera si mi ex, Mario, había dicho o no eso de que tenía intención de follarle. Pero esto no viene al caso. Y más cuándo lo único que sabía hacer era hablarle de Pablo cada vez que me preguntaba por la serie.

Casi todos elegían verdad cuando les tocaba su turno, menudo aburrimiento. Entonces, tocó el mío, eran ya como las tres o cuatro de la mañana. Y dije bien alto “atrevimiento”. Javier, el primo de Samuel, me quitó el móvil de las manos, tenía que ser él quien leyera la “prueba” que me tocaba.

-          A ver, aquí dice que tienes que mandarle un anónimo a esa persona que te guste.

Se me abrieron automáticamente los ojos. Era mi oportunidad, el universo, el destino, lo que quiera que fuera, me estaba dando una oportunidad; al menos para hacer una locura.

-          Carla, Carla. Por favor, por favor, por favor. Enserio, necesito que le mandes un mensaje por WhatsApp a Pablo que sea anónimo diciéndole que le amo-. Le supliqué a mi amiga.

-          ¿Cómo? Pero va a ver mi número, me da cosa que sepa mi número-.

-          No te preocupes, ni que fuera un loco. Enserio, hazme el favor-. Volví a insistirle.

-          Pero, a ver, Ancor, no tienes nada que hacer con él. Es heterosexual ¿o no?-. Respondió, ella seguía negándose.

-          Sí… pero eso que tiene que ver. Es un anónimo, nunca sabrá que fui yo el de la idea. Luego ya le bloqueas, lo borras o lo que quieras, pero deja ver qué pasa-. Era mi último intento.

-          Está bien. Dime antes-. Finalmente accedió entre risas, si es que en el fondo le encantan estas cosas. – Dime, ¿qué le pongo?

-          A ver, ¿apuntaste su número, no? Bueno, ponle algo así como que conoces una persona que está enamorado de él, que no puede dejar de pensar en él desde el primer momento en el que le vio, y lo firmas como anónimo-. Contesté.

El plan era… me gustaría decir que era infalible, pero podría ser una gran cagada porque era mi compañero de trabajo y tenía todavía por delante mes y medio de rodaje. Pero la cerveza y lo pillado que estaba de Pablo hicieron el resto. No podía contenerme, no podía decir que no a una oportunidad como esa, por muy estúpida que pudiera parecer. ¡Joder! Si estaba completamente empalmado durante todo el rato en el que escribimos el anónimo aunque nadie se diera cuenta.

La noche siguió, aunque ya estábamos claramente cansados. Al rato Carla tuvo que volver a hacer de conejillo de indias y tuvo que llamar a una chica -eran como las cuatro de la mañana- para decirle que estaba enamorada de ella. Un plan magnífico. La otra estaba tan sobada que casi no se enteraba de nada y simplemente la mandó a paseo.

A la mañana siguiente fue Carla la que me despertó sobresaltada, ¡Qué mal había dormido en aquel sillón!

-          Ancor. Levanta, me está contestando Pablo-. Me dijo ella y, entonces, los ojos se me iluminaron. Empecé a notar algo en el estómago y no era el hambre por no haber desayunado aún.

No decía gran cosa, como era de suponer. Se preguntaba quién era ella, quién era esa admiradora secreta y poco más. Mi amiga fue discreta y supo llevar la conversación. En un principio pusimos que el anónimo era “una persona”, algo neutro, así no podía intuir si ese desconocido era hombre o mujer; por eso él, como buen hetero, se refería a este en femenino.

Volví a casa con una sensación muy extraña. Me había declarado, aunque fuera de aquella manera. Lo único que Pablo estaba convencido que se trataba de una mujer y, encima, yo no tenía nada que hacer. Le gustaba follar duro, ser dominante y, al mismo tiempo, ser absurdamente irresistible con su carácter; pero todo eso con mujeres y no con putitos como yo.

Lunes por la mañana, tocaba volver al curro y estaba más nervioso de lo habitual. Hacía menos de 24 horas que Carla y Pablo habían hablado por whatsapp de un supuesto anónimo que en realidad era yo… ¿Qué pasaría cuando lo viera de frente? ¿Se me caería la cara de vergüenza? Pues un poco sí, para que engañarnos. Temblaba, no tenía manera alguna para descubrir que esa persona desconocida era en realidad yo mismo, pero aun así no me sentía seguro.

La mañana fue pasando con tranquilidad, como otra cualquiera. Ya quedaba poco para que empezara el rodaje propiamente dicho por lo que estábamos dando los últimos retoques al decorado. Tenía miedo de cagarla, se me suele ir la lengua con facilidad y cualquier cosa podía pasar mientras estuviera bajo el mismo techo que él, que Pablo. Así fue hasta que llegó la hora de tomar algo a media mañana, cuando parábamos a picar cualquier cosa antes de continuar hasta la hora de la comida.

-          Tío, sigo dándole vueltas a quién será la anónima-. Comentó Pablo a Dani y el otro. Enseguida puse la oreja, eso quería decir que ya les había comentado antes lo de la conversación del domingo.

-          ¿Y no tienes ni idea de quién puede ser? Algún rollete de hace tiempo o así-. Añadió Dani.

-          No, qué va. Es mazo de raro, porque la tía esta que me escribió no me suena de nada y no me ha dado ninguna pista de la otra-. Comentó Pablo antes de terminarse la magdalena.

Estaba súper rallado, comiéndose la cabeza. En el fondo, hasta me dio pena. Enseguida le escribí a Carla por whatsapp, esto tenía que saberlo.

-          Tía, muy fuerte. Pablo acaba de decir que está rallado por lo de la anónima-. Le puse.

-          ¿Enserio? ¿Qué dice? ¿Pero lo ha soltado así por qué sí?-. Me contestó.

-          Sí, sí. Paramos para tomar algo y empezó a comentarlo y a mirar la conversación. Yo estaba entre mirando y tierra trágame de la vergüenza-. Señalé. -Pero solo ha dicho que está rallado y tal-.

-          ¿Quieres que te ayude? Igual, no sé, algo se puede hacer.

-          Qué va, es una batalla perdida. Este tío es hetero totalmente. Y nunca voy a arriesgarme a decirle nada.

-          ¿Y si me lo intento ligar?

-          ¿Qué dices tía? Bueno, si quieres…

-          No tonto, pero en plan… dime cosas que le gusten y me lo intento ligar, luego ya podemos tirar de otra manera.

-          Está loquísima. Eso no va a funcionar. Pero vamos, que, si te lo quieres tirar tú, adelante.

Como cada lunes salí antes del rodaje porque tenía clases de inglés, era la única asignatura que tenía pendiente en la facultad. Llevaba un par de semanas sentándome con unos chicos que estudiaban finanzas o contabilidad, algo así. No teníamos nada en común, pero parecían buenos pibes y uno de ellos estaba muy bueno. No era como el canalla de Pablo, pero era muy mono de cara y cuando íbamos juntos en el metro me dejaba tonto.

También estaba Óscar. Me senté un par de veces a su lado. El típico machito que empieza a ir al gimnasio con 23 años y se quiere poner súper cachas. Rubio, ojos azules, barbita y, encima, simpático. Pero me vi tan desubicado a su lado que preferí irme junto a los frikis estos de las finanzas. Error. Porque eran unos troncos con el inglés y el otro parecía que no, pero entendía.

Al final lo único que tenía claro es que veía tíos que me gustaban por todas partes. Llegaba a casa y me mataba pajas buscando tíos por aplicaciones y chats donde se paseaban mayormente pajilleros con mil y un complejos, calienta pollas que lo único que querían era hacerse una gayola.

Con alguno me puse a tontear esa misma noche por cam. Me ponía muy perro o perra enseguida. Enseñando el culo, mojando mi ojete con saliva y metiendo un dedito o dos. Encontré al menos un tío que me dirigía y me decía las posturas y lo que tenía que hacer. Me encantaba ser usado de esa manera, se me ponía muy dura cuando leía un “sube el culo puta y ponlo en pompa”. Así hasta que acabé boca arriba, con las piernas en alto, jugando con mi agujero trasero y mi otra mano dándole a mi rabo, al tiempo que el otro me anima a seguir así y a ponerme más y más cerdo.

Al día siguiente intenté ir de buen humor. Le había comentado a Carla las cosas que le gustaban a Pablo y poco más, como que odiaba las verduras o era fan del Atlético de Madrid, no sabía mucho más, sinceramente. Tampoco esperaba gran cosa de ese “plan”. O eso pensaba hasta que, nuevamente, llegó la hora del descanso de media mañana.

-          Tíos. Creo que ya sé quién es la anónima-. Señaló Pablo exaltado.

-          No jodas, ¿Quién? – replicó por su parte Dani.

-          Creo que es una tal Sofía, estuvimos juntos hace meses y se quedó como tocada. Es una cabrona. Esta quiere algo.

-          Pero, ¿estás seguro? – preguntó Dani. A todo esto yo estaba atento pero completamente a lo mío, no quería perderme ni un segundo de la conversación pero tampoco quise abrir la boca para no cagarla.

-          Que sí. Esta tía que me escribió seguro que es amiga suya. Me la está jugando. Luego la llamo.

¿Hola? Estaba en shock. Yo, digo. El juego se me había ido de las manos y solo habían pasado dos días. Joder, pensé que se rallaría un par de días y se olvidaría del tema, no que intentara implicar a otra gente. Pero claro, Pablo era un mujeriego. Este se las tiraba a pares, al menos eso es lo que decía. Y el rango de edad le daba un poco igual, que algo de haberse follado a tías 10 y 12 años mayor que él le había escuchado.

-          Carla, aborta misión. Joder, no sé qué hacer. Está diciendo que cree que la anónima, o sea, yo, es una tal Sofía a la que se tiró hace poco y que va a llamarla y montarle el pollo.

-          ¿Cómo? Oye a mí no me metas en líos.

-          Si te llama o algo o te pregunta por Sofía pasa de él o niégale todo.

-          Pues me está escribiendo.

-          ¿Enserio? No me jodas Pablo, así no. – miré para el otro lado y, efectivamente, lo vi escribiendo móvil en mano.

-          Eh… me está preguntando por una tal Sofía. – indicó Carla.

-          Hazte la loca. Dile que no conoces de nada a esa tía y que la anónima es otra persona. No desveles nada más.

La cosa estaba que arde. Mi vida era de pronto una aventura en plan telenovela de adolescentes. Algo así como la serie que íbamos a rodar. Pero a diferencia de esas historias baratas de televisión yo no era la chica que parece tonta pero que es lista y que al final acaba con el tío más popular del instituto. No, yo era bastante patético, sin más.

Estaba muy nervioso. No quería que implicara a nadie externo, la tal Sofía no pintaba nada en todo esto. Por otro lado, llevaba días o semanas dando vueltas al mismo plan: salir del armario. Sinceramente, no sé que tiene que ver una cosa con la otra, debe de haber alguna laguna en toda esta historia. Pero mientras estábamos en uno de los decorados pegando unas telas con grapadora a una pared de cartón piedra, lo solté.

-          Es que las tías son súper difíciles, no te las ves venir casi siempre. – comentó Dani con su mismo tono de siempre, de irrelevante.

-          Pues yo, yo es que tengo más posibilidades. – dije tembloroso ante mi público. Me miraron raro, no era para menos, qué coño nos está diciendo, diría. -Me gustan los tíos, bueno y las tías. – Mentí, como un perraco, había que maquillar la realidad y estaba sudando la gota gorda. Por fin lo había dicho.

-          ¿Cómo? ¿Enserio? ¿No estás de coña, no? – señaló el básico de Dani.

-          Joder, no me lo vi venir. – señaló el otro becario del rodaje.

-          Sí, sí. La verdad que es mucho más fácil ligar con tíos. – les comenté.

Aquella conversación no tuvo demasiado recorrido. Pablo es el que menos se interesó de los tres que estaban allí. No sé si es que se la soplaba, si seguía súper rallado con el anónimo o qué. Eso sí, desde que tuve un minuto le dije corriendo a Carla lo que había pasado y también a mi mejor amigo Daniel. El rodaje me estaba quitando tiempo para quedar con mis amistades, pero él tenía que saberlo. Los dos se quedaron flipando.

Pasaban las horas y el ambiente empezaba a estar que se podía cortar con un cuchillo. Rayar como al cristal. Yo estaba que no podía mirar a Pablo. Lo que sí ojeaba todo el rato era el móvil por si había alguna novedad por parte de Carla. Hasta que pasó la hora de la comida y la tensión creció.

Carla, básicamente, estaba entre haciéndose la loca, vacilando y siguiéndole el juego a Pablo. Aquello no tenía ni pies ni cabeza. Yo estaba atacado. Mi amiga le dijo en el transcurso de esas horas que se llamaba Eva o algo así.  Los minutos se me hacían eternos. Y así hasta que de repente, lo vi, caminaba por el pasillo e iba a pasar a mi lado. Mandé un último mensaje a mi amiga: “se lo voy a decir”. Me agarré bien a la escalera donde estaba subido para pegar unos vinilos y se lo dije. La segunda confesión del día.

-          Hey Pablo, ¿Qué tal con Eva? ¿Muchas risas?

-          ¡Serás cabrón! Eras tú el de los anónimos.

-          Sí. Perdona tío, es que el otro día estábamos con un juego de estos de verdad o atrevimiento y me salió hacerle esta broma a alguien que vieras todos los días en plan del trabajo o clase.

-          Ya, ya. Qué cabrón.

Eh, tierra, ¡trágame! Me sentía súper aliviado y, al mismo tiempo, quería esconderme cual avestruz. Pablo se había estado riendo todo el tiempo, se lo tomaba todo a broma, como siempre, pero no sé hasta qué punto se había tragado que era todo un juego “inocente”. Más teniendo en cuenta que ese mismo día había salido del armario.

-          Tía se lo he dicho, le dije que tú eres mi amiga y que era todo un juego.

-          Tú estás loco. – contestó Carla. – Pero si le dijiste hoy mismo que eres gay.

-          No pasa nada. Déjame a mí.

Ese día volví a casa con el esquema descolocado. ¿Cómo sería mi día a día a partir de ahora cuando viera a Pablo? Había dado un paso muy importante, pero sabía bien que no tenía nada que hacer con él en la cama.

Lo primero que hice al entrar en mi cuarto fue encender el ordenador. Me puse como loco a buscar un buen rabo en algún chat cutre. Abrí el terra, abrí páginas, puse a full el grindr. La cuestión era probar suerte, que me cuadrara al menos hacer una buena mamada. Necesita descargar tensión con una verga en la boca, al menos tener ese consuelo.

Fui a por todas. Me puse de Nick ‘Pasivo23’ y a ver qué me salía. Pero, como siempre, todo calientapollas. Fui tocándome por debajo del pantalón y cuando ya estuve duro iba en un sube y baja con pausas. No quería correrme, no sin antes chupar un buen rabo. Empecé a hablar con un par de perfiles interesantes, lástima que vivieran en el otro lado de Madrid. Aún así, la mayoría insistía en poner la web cam para tocarse unas pajas.

No iba con esa intención, me cansan esos tíos. Pereza. De repente, me habla un chico con un Nick de esos que no sabes bien si la película que te van a contar es real o es una trola como un castillo: Curioso25. Por suerte o por desgracia, me encanta ese tipo de perfiles, aunque luego salieran todos rana.

-          Quiero que me coman bien el rabo en el coche, solo eso-. Me escribió era bastante directo, así que íbamos bien.

-          Perfecto. Tengo muchas ganas de que me follen bien la boca, hasta que no pueda más-. Le contesté.

-          Así que estas en plan cerda eh. Sinceramente, nunca me la ha comida un tío. Mi piba está fuera con unas amigas y quiero aprovechar.

-          Bastante cerda. No te preocupes, soy discreto, masculino y por aquí hay muchos descampados.

Este tenía que ser mío, pensé. La tenía durísima y no podía aguantar más, me iba a correr si seguía con el jueguito. Le pedí foto y… bueno, no era nada del otro mundo, pero era lo que había. El tío decía que tenía que ser rápido por si le llamaba la novia o algo así.

Pasó una hora y me dio el toque. Bajé las escaleras sin calzoncillos y me metí en aquel coche. Dimos vueltas hasta encontrar un hueco bajo una obra a medio hacer y varios descampados alrededor.

-          Venga, mama ya puta.

La tenía cabezona, el glande era más grande que el tronco, tipo champiñón creo que se llaman. No es que estas pollas sean santas de mi devoción, pero en ese momento me habría llevado a la boca cualquier tipo de verga. Empecé a lamerle el capullo hasta que me presionó un poco. Entonces comencé un mete saca succionándoselo y recorriendo cada rincón con mi lengua. Así hasta que se puso a follarme la boca con ansias.

Llevábamos varios minutos cuando empezó a gemir. Estaba a punto de caramelo. Me dijo que no derramara ni una gota, que como viera un manchón su novia vendría por el barrio y me partiría la cara. Así que cuando empezó a soltar un par de chorros empecé a recibir su leche caliente. Después de eso… le pregunté qué tal, qué le había parecido.

-          Pues no sé por qué dicen que los maricones la chupan de puta madre, no lo haces mejor que mi piba.

Menudo gilipollas, pensé. Tampoco tienes un rabo para tirar cohetes, si piensas que con eso iba a atragantarme o algo por el estilo la llevas clara. Después de eso fuimos con el coche hasta la esquina de la calle y allí mismo me bajé. Adiós y hasta nunca.

Una vez en casa me duché, cené y me dejé de rollos. Me tiré en la cama y busqué en mi móvil una foto que le había sacado a Pablo sin que se diera cuenta. Joder. Se acababa de cortar el pelo y estaba perfecto. Paja épica la de esa noche.

Me imaginé recorriendo con mi lengua esa hilera de pelos que cubren su cuerpo desde su cuello hasta el rabo. Esnifando sus sobacos. ¡Qué gustazo! Lamiéndolos y continuando en mi viaje en busca de su trozo gordo de carne. Así hasta llegar a su entrepierna, momento en el que Pablo me agarraría la cabeza con esas manazas y hundiría su nariz en sus calzoncillos, con un intenso olor a macho.

Mi lengua recorrería entonces el contorno de ese trozo de carne que comenzaba a bombear y palpitar. Pablo seguiría agarrándome del pelo y guiando mis movimientos. Así hasta decidir que sería hora de clavarme el rabo. De una. No sin antes no tirarme un buen lapo en la lengua con la boquita bien abierta. ¡Qué follada! Solo un macho como él sería capaz de algo así, no como el marica de antes que va de otra cosa y cuya novia tendrá más cuernos que la reina Sofía.

Eso sí que era sexo. Aunque fuera en mi imaginación. Con Pablo dándome una buena nalgada y elogiando mi raja peluda, para justo después dar un buen lametazo y empezar a mover su capullo por mi ojete. Y, justo cuando se decidía a clavármela hasta el final, de una, porque sabe que es lo que necesita un perro como yo; justo cuando estoy en la cumbre del éxtasis por haber hecho realidad el sueño que llevo queriendo hacer desde que le vi -estar a su plena disposición para que me use a su antojo-, me corro.

Abrí los ojos y terminé de soltar los últimos dos o tres chorros entre un pequeño gemido que seguro mi compañero de piso escuchó. Brutal. Había sido brutal, sobre todo en comparación con la mierda de mamada de esa noche. Ahora tocaba dormir y ver qué me depararán los próximos días en el rodaje.