El tío de mi amigo

Yo era un chico de 18 y él un hombre de 45...

Me llamo Diego y tenía 18 años el verano en que me quedé a dormir en casa de mi amigo Carlos por primera vez. Lo pasábamos bien juntos y me invitó, yo avisé a casa que no iría ni a cenar ni a dormir.

Carlos era de un pueblo y durante el curso estudiantil vivía en mi ciudad con su tío David. Aunque habían terminado las clases, se había quedado hasta mediados de julio e íbamos juntos a la piscina.

Aquella noche me presentó a su tío. David era un hombre de 45 años muy alto y fuerte, era camionero y estaba tan cachas que parecía que visitaba un gimnasio todos los días. No era guapo, de pelo moreno casi rapado, tenía la nariz grande, pero sus ojos verdes le daban un aire exótico. Me dio un poco de miedo pues era muy serio y tenía algo que no sé explicar, pero que yo relacionaba con el peligro.

Hacía mucho calor y no había aire acondicionado, solamente un ventilador en la sala, de modo que no me pareció raro que tío y sobrino se quedaran en calzoncillos para cenar. Carlos me invitó a imitarlos y aunque me dio un poco de vergüenza, acepté y me quité la camiseta y los pantalones. Después de todo estábamos entre hombres y no pasaba nada. Mi amigo tenía un cuerpo bonito, muy parecido al mío, sin pelos en el pecho, sólo un poco en las piernas. Con cintura estrecha y buenos pectorales por la natación que practicábamos. David en cambio era un tío con unos bíceps impresionantes (llevaba un tatuaje en uno de ellos) y piernas de futbolista. Una capa de pelos negros le cubría el pecho bajándole en triángulo hasta el ombligo. Tenía una espalda muy ancha y unos pezones grandes con la puntita erecta. Era brutote, y todos sus movimientos muy masculinos. Durante la cena se metió con mi pelo.

  • ¿Ya te han dicho que pareces una nena con ese pelo? - mi larga melena me tenía acostumbrado a esos comentarios. Me iamginé que Carlos que llevaba la cabeza casi rapada no acostumbraba a llevar amigos a casa y que su tío era un poco borde. Cuando después de cenar nos pusimos a ver la tele, lo ví caminar hasta el sofá de espaldas, llevaba un slip blanco (amarillento digamos, a ver si me entienden, no estaba sucio, pero mi madre lo hubiera puesto en lejía hacía varios usos) que le cubría las nalgas gruesas y viriles, que se le movían al andar.

Yo tonteaba con chicas y nos besábamos, pero no estaba muy definido aún sexualmente y ese hombre me producía unos sentimientos muy raros. Me atraía mirarlo. Estuvimos viendo una película muy tonta y aunque era la mejor hora pues había refrescado un poco, no echaban nada bueno en la tele, así que nos fuimos a dormir.

Pasamos por el cuarto de baño y Carlos y yo nos pusimos a mear juntos, nos daba risa la abundante espuma que provocábamos. Era algo que hacíamos siempre y yo estaba acostumbrado a verle la pilila, para eso éramos amigos. En eso entró David y poniéndome una mano en las nalgas dijo:

  • ¿Me hacéis un sitio chavales? - nos apartamos y él se puso en el medio sacándose un pedazo de polla impresionante. Estaba fláccida, bueno, medio morcillona pero blanda y era enorme! Carlos se reía y golpeaba sus caderas con las de su tío provocando que éste me empujara también a mí. Para que no nos cayéramos David seguía sosteniéndome por las nalgas. Su mano dura, áspera y grande encima de mi culito suave me hizo sentir como un niño pequeño. David llevaba unos calzoncillos tipo slip bastante grandes y anchos, pero Carlos y yo usábamos unos tanguitas que apenas tenían una tira de elástico por los lados y muy ajustados, hacían que nuestros traseros rebosaran por fuera de la tela, así que David me tocaba la piel y esa caricia me gustaba.. Terminamos de mear y nos fuimos a la cama. En el único dormitorio había dos camas pequeñas y Carlos me dijo que compartiríamos la suya. David se acostó en la otra, pero antes trajo el ventilador pues hacía mucho calor. No podía evitar medio rozarme con el cuerpo de mi amigo, pero no había nada sexual entre nosotros. Me sentía muy a gusto a su lado, pero era un placer basado en la confianza y la amistad. Nos dormimos medio abrazados y riendo porque David echado en la cama culo para arriba nos deseó las buenas noches con un sonoro pedo.

Por la mañana desperté mirando hacia la cama de David que no estaba y con Carlos abrazado a mi espalda. Me tenía bien cogido por el pecho y me apretaba contra él, tanto que podía sentir la gran dureza de su polla en la rajita de mi culo por encima del slip. Medio adormilado me quedé un rato así, a fin de cuentas éramos amigos y yo también me despertaba con grandes erecciones, no me iba a enfadar por eso. Seguro que cuando se lo contara nos reiríamos un montón. La cuestión es que me gustaba estar así, sentir su calorcillo, pero era tanto lo que me apretaba que empezó a asfixiarme. Hize un esfuerzo y me giré tratando de apartarlo. ¡Dios! Con las piernas entrelazadas y polla contra polla quedé a escasos centímetros de la cara de su tío David que me sonreía. Era él el que me tenía abrazado! Quise apartarme pero no me dejó. Me miraba fijamente a los ojos con sus grandes ojos verdes y sentí como que me hipnotizaba.

  • Carlos se fue temprano a jugar un partido..., y yo decidí hacerte un poco de compañía...

  • ...pero David..., yo...

  • Shhh!... calla..., no digas nada... – acercándose más me dio un beso en la boca.

La sorpresa fue tan grande que no supe qué hacer. Yo había besado a varias chicas de mi edad, pero aquel hombre me abría la boca con sus gruesos labios y entraba en mí con su lengüa con mucha fuerza. Su barba de tres días sin afeitar me rascaba la cara. Su olor a macho me penetraba por las aletas de la nariz, mezcla de sudor, de pelo no muy limpio, de sexo... y me embriagaba. Me metió la lengüa casi hasta la garganta y sentí su saliva en mi boca. Después me daba pequeños morreos y me chupeteaba los labios, me besaba por toda la cara, la nariz, los ojos y volvía siempre a mi boca. No era tan malo. Al final empezó a gustarme y noté que me empalmaba. Le rodeé el cuello con los brazos y esa fue la señal que desató del todo su pasión. Al ver que yo respondía comenzó a acariciarme toda la espalda y me metió una mano por el culo. Me excitó que lo hiciera y más cuando con su dedo mayor recorrió toda mi rajita rozándome el ano. Después medio se incorporó y poniéndome boca arriba en la cama bajó la cabeza hasta mi pecho lamiéndome los pezones. Nunca me lo habían hecho y resultó delicioso. Me lamía, me chupaba, mordisqueaba suavemente, iba de un pezón a otro y susurraba:

  • Mmmmm... qué ricas tetitas..., te las voy a chupar todas..., mucho rato..., mmmm..., así.... y así..., mmm... – y lo hizo.

Estuvo varios minutos recorriéndome el pecho de uno a otro pezón. El placer de sus labios y su lengüa se mezclaba con la pequeña molestia de sus dientes mordisqueando y su barba arañándome, pero entonces me los lamía y llenaba de una dulce humedad suave que me molaba. - ...qué guapos tienes los pechos nenita....!

Sus palabras, hablándome en femenino me excitaron y me gustó que pensara en mí como en una chica.. Mientras tanto su paquete había crecido una barbaridad y por encima del elástico empezó a asomar una verga gigante. Yo se la miraba cuando su cabeza rodaba a un lado para dedicarse en exclusiva a uno sólo de mis pezones. Se dio cuenta y sonrió. Se echó a mi lado boca arriba y me dijo: - Anda, sácame los calzoncillos... – yo dudaba, me daba miedo ir más allá de lo que habíamos hecho, pero deseaba mirársela y arrodillándome se los bajé hasta los tobillos. La polla le saltó fuera del calzoncillo como una serpiente viva, enorme. Luego fue a depositarse encima de su estómago tapándole el ombligo. Nunca había visto algo así. Era exageradamente gruesa y larga, con una cabezota medio descapullada de color rosa fuerte. Él se quitó los calzoncillos con los pies y cuando yo volvía hacia arriba me encontré con un par de huevos gordos tan grandes como los mejores que mi madre compraba en el mercado. Peludos e hinchados.

  • Están llenos de leche chaval... – me dijo mirándome. – ... bésamelos un poco... – me dio vergüenza y no me atrevía a hacerlo, pero David me cogió la nuca con una mano y fue empujando hasta que los tuve delante de la nariz. ¿Cómo explicar lo que sentí cuando le olí las pelotas a un macho de tan cerca por primera vez en mi vida? Me subía un tufillo a cojón sudado, a semen, a pelos húmedos, que era igual a como olían los vestuarios masculinos del colegio, las tiendas de campaña en que dormíamos los chicos en los campamentos, las habitaciones de mis amigos cuando saltaban de la cama al ir yo a visitarlos, pero mientras que en éstos el aroma estaba diluído y era más suave, ahora aquellos huevos debajo de mi nariz despedían la esencia misma de lo masculino. Me sentí borracho por el perfume y no protesté cuando David empujó más hasta que mis labios le rozaron un testículo. Les dí un besito a cada uno, eran muy suaves al contacto con mis labios. La piel se movía y volví a besar. Otra vez y otra vez. Le daba piquitos pequeños por arriba, por abajo, por el centro. Poco a poco fui abriendo los labios y absorbiendo un poco de piel en cada beso. Se los movía con la boca, notaba la dureza interior y sin saber cómo me metí uno entero dentro. Lo paseé por mi lengüa, lo chupé como si lo tragara (era muy grande y me obligaba a abrir la boca hasta que me dolía, pero me gustaba), recuerdo que cuando me lo saqué para meterme el otro pensé: “Dios mío, es verdad, están llenos de leche!... le estoy chupando los cojones a un tío!” Estaba así muy entretenido con las bolas rugosas y peludas cuando llegó a mi nariz otro aroma más fuerte. Más salvaje, me golpeó potente en la nariz. Era como cuando me hacía una paja sentado y me inclinaba para oler mi polla descapullada, pero mucho más fuerte. A mí siempre me había encantado mi propio olor, pero jamás pensé que el olor de otro tío fuera tan apasionante. Se parecía pero no era igual, tenía su propia personalidad, era una emanación muy animal, muy directa, dulzona y almizclada me llenaba el hocico de placer. Miré hacia arriba y la ví. La gorda cabeza roja quería salirse de la piel de lo hinchada que estaba y no podía. Me dio pena, subí lamiendo toda la columna de carne hasta que llegué a la punta y rodeándola suavemente con mis labios la ayudé a desnudarse bajándole la piel. Joder! Era tan suave, tan sedosa, nunca había tenido algo tan terso en mi boca, parecía terciopelo. La mojé y envolví mi lengüa alrededor. Le daba vueltas, la lamía, la chupeteaba. David suspiró.

  • Ya era hora nena..., ven ponte así..., las rodillas a cada lado de mi pecho..., eso es..., mirando para los pies... así puedes seguir con tu golosina... – me puse como pedía y me agaché para recoger entre mis labios otra vez a la descomunal pija en erección. Al hacerlo bajé las caderas y apoyé mis huevecillos en la parte alta de su pecho, casi sentándome en su cara. Estaba tan entretenido mamando, saboreando, lamiendo la gotita que le salía por la punta, intentando tragármela toda hasta que me ahogaba y me daban como arcadas y ganas de vomitar, aprendiendo a respirar por la nariz cuando me la comía toda, que apenas me dí cuenta del trabajo que estaba recibiendo mi culito. Recuerdo que cuando conseguí que me tocara la garganta, me quedé muy quieto sintiéndo cómo la serpiente se acomodaba en su nido, mi labio inferior llenándose de los pelos negros ensortijados y duros que venían del ombligo, el superior apretando la bolsa donde comenzaban los testículos, toda la boca muy abierta absorbiendo la base peluda que era lo único que quedaba fuera, llenándome la abertura por encima de la lengüa, me llegaba a las amígdalas y empujaba la glotis atiborrándome el paladar de carne dura y suave. Me quedé así muy quieto sintiéndola toda y entonces noté la humedad en mi ano, los pinchazos de la barba en mis nalgas. Me las había apartado con las dos manos dejando al descubierto mi orificio más íntimo y me daba profundos lengüetazos, desde el nacimiento de mis pelotas hasta el final de mi espalda. El tío de mi amigo tenía su polla bien metida en mi boca hasta los huevos y me daba sedientas y hondas lengüetadas húmedas que me provocaban un intenso placer. Se detenía, cruzaba sus manos encima de mis caderas y me aplastaba el trasero contra su cara y yo sentía su barba pinchando alrededor de mi ano y en el centro sus labios que besaban, su lengüa que entraba y salía rápida. Me gustaba, me gustaba mucho! Volví a la tarea y se la comí con voracidad, le había crecido mucho y estaba en todo su esplendor, dura, erecta y bien mojada por mi saliva.

Yo no había pensado en lo que pasaría después, simplemente me había dejado llevar por el momento, así que cuando me dijo:

  • Nena..., no aguanto más..., te la quiero dar por el culo...

Me asusté y girando la cabeza lo miré sorprendido. Salió de debajo de mí y me dejó a cuatro patas encima de la cama. Me abrió las piernas, cogió la almohada y me la puso debajo de la polla, esto provocaba que mi trasero quedara bien levantado y expuesto, como ofreciéndose. Con un hilillo de voz le dije:

  • ...no..., David..., no quiero...

  • Claro que quieres..., lo estás deseando!

  • ...yo..., no..., me vas a hacer daño...

  • No, te lo haré despacio – con sus dedos me abría el agujerito y era raro pero no me dolía.

  • ...por favor..., por favor..., tengo miedo...

  • Vamos a hacer una cosa..., te meto la punta nada más..., si te duele me lo dices y te la saco ¿OK?

  • ...

  • Dicen que se siente un gran placer..., que el que lo prueba repite..., te lo voy a hacer con mucho cariño..., ¿vale?

  • ...no sé...

  • Venga hombre..., te lo mojo bien así...

Me escupió un chorrito de saliva que me refrescó el ano y me metió un dedo, después otro. Me lo estuvo trabajando un rato hasta que me aflojé. Nunca me habían dedeado y me gustó. Cuando sentí que me apuntaba la polla directamente a la puerta y me tocó el ojete con la punta, apreté el culo mucho, pero él hizo fuerza y obligó a que mi anillo se abriera. Yo sentía cómo mi esfínter le aplastaba la cabeza y ésta se estrechaba y contraía para entrar. Empujó un poquito y todo el glande se coló dentro de mí. Hasta ese momento no pasaba nada, era un deslizarse suave de la piel del glande en la pequeña boca de labio redondo de mi trasero, que se abría para recibirlo. Pero cuando pasó la cabeza y mi culito se estrechó para volver a su posición natural, se encontró con la gruesa columna dura del cuerpo de su pene.

  • ...ay..., ayyyy..., me duele...

  • Shhhh... aguanta un poco.

  • ...no..., no puedo..., me duele!...

  • Calla, un poquito más..., toma! – empujó y me la metió de un envión hasta la mitad. Comencé a gritar y a chillar.

  • ...ayyyy...., ayyyya..., ay..., sácamela, no puedo aguantar!..., ay... sácamela..., sácamela por favor...! – Era horrible sentirme tan abierto por detrás, como si me estuvieran metiendo el mango de un remo o un bate de béisbol. Me puse a llorar y mis gruesos lagrimones se derramaron sobre la cama - ...me dijiste que me la sacarías...!..., por favor..., me duele..., te lo suplico...

Yo chillaba tanto que David temió que me oyeran y para solucionarlo se montó encima de mi espalda y me hizo girar la cabeza, con su boca buscó la mía y me la tapó con sus labios húmedos. Me metió la lengüa enseguida y yo dejé de gritar. Mientras me besaba sentí cómo la pitón se deslizaba más y más adentro. El dolor remitió y se transformó en una gran molestia que me llenaba todo. Con pequeños movimientos de cadera me empotró su miembro hasta los cojones. Ya había llegado al límite y gracias a mi propia saliva en su vergota y a la suya en mi orificio, no pude detener la invasión. Su pecho peludo pegado a mi espalda me daba morbo, me gustaba. Su boca rodeada de aquella sombra de barba me chupaba la lengüa, sus manos metidas debajo de mi pecho me pellizcaban los pezones..., me aflojé del todo y lo dejé salir un poco, volver a entrar, volver a salir..., un latigazo de placer me llegó al cerebro, y luego poco a poco él fue aumentando la velocidad. Cuando emití mi primer gemido de gusto, él dejó mi boca y poniéndose de rodillas entre mis piernas abiertas comenzó a follarme con más ganas

  • ¿Lo ves...? sabía que te iba a gustar..., putita...

  • ...ahhhh,... ahhh...,

Me colmaba el culito que se abría mucho para recibir su gran polla. Con movimientos precisos metía y sacaba, metía y sacaba, metía y sacaba..., sin darme tregua. Me dijo:

  • Nena..., me das mucho gusto... – y bajaba hasta mi pelo con una de sus manos y me lo cogía y enredaba entre sus dedos. Mi larga melena rubia y mi postura a cuatro patas como una perrita, con las piernas abiertas y el pecho y la cabeza sobre el colchón, los brazos abiertos descansando a ambos lados de mi cabeza, donde sólo el culo sobresalía más alto que el resto gracias a la almohada, me hicieron pensar que así era como sentía una mujer cuando la penetraban y me calenté. Pensé en Carlos, en mis amigos, en mis padres, si me vieran ahí dejándome montar por aquél camionero de 45 años. Me dio vergüenza y me excité más. Ya no le puse ninguna resistencia, al contrario, trataba de levantar más el culo para que me entrara directamente toda, hasta las pelotas. Y lo conseguí. En cada embestida los pelos negros y gruesos de encima de su polla se pegaban a mi rajita, los testículos bamboleantes me golpeaban por atrás como campanas y me recordaban a cada golpe lo que me estaban haciendo.

David se echó encima de mi espalda y volví a sentir su pecho peludo sobre mi espalda suave. Acercó la cabeza a mi nuca y me la besó, luego subió hasta una oreja y me la chupó. Me olía el pelo, me besaba la nuca y volvía a chupetearme el lóbulo de una oreja. El que no lo ha experimentado nunca, no sabe el placer que se siente cuando un hombre peludo te tiene bien ensartado por el culo con una enorme polla que mete y saca mientras te chupa una oreja. Te cagas de placer. Te entregas y quieres que no termine nunca. Así, boca abajo, con él encima, levanté un brazo y dirigiéndolo a mi nuca toqué la suya que estaba encima. Le toqué el pelo y le acaricié la cara, la barba.

-¿Te gusta..., eh...? nenaza...

  • ...sí..., me gusta...

  • A mí también..., joderte es de lo mejor que me ha pasado..., tienes un culito tan suave..., tan redondito..., te lo voy a llenar mucho..., te lo voy a llenar siempre que tú quieres... ¿vale?

  • ...mmm..., sí...

  • Ahora date la vuelta..., sin sacarla..., pon las piernas encima de mis hombros..., así..., muy bien..., quiero verte la cara mientras te la meto...

Me hizo girar y al hacerlo se me salió toda, pero aunque sentí enseguida un gran vacío, David mirándosela y ayudándose con una mano volvió a dirigir el monolito de carne dura y caliente al centro de mi culo, volvió a escupir en mi ojete y apuntando hacia abajo y hacia delante me penetró otra vez, ahora mirándome a los ojos.

Después me besó los tobillos y me acarició los muslos por dentro acercándose a mi polla. Yo parecía un bebé al que están cambiando los pañales, con los huevotes al aire. La única diferencia era que tenía el culo abierto y recibía la pijota del camionero bien adentro. Verlo así, de frente a mí, con el tatuaje de su bíceps que se ensanchaba a cada movimiento, con el deseo en los ojos brillantes y verdes, hizo que me arrebatara y le rodeara el cuello con los brazos. Él me estaba gozando y yo deseaba hacerlo feliz, me sentía tan agradecido por lo que me estaba haciendo que levanté la cabeza y lo besé en la boca, con amor.

A pesar de que él se mantenía muy macho, gozándome sin que se moviera un músculo de la cara, reconcentrado en su placer, moviendo las caderas cada vez más fuerte, noté que se volvía loco de pasión y arremetía contra mí con más fuerza. Sólo movía las caderas penetrándome, pero a una velocidad ahora salvaje.

  • Te estoy jodiendo viva..., nenita.., toma polla..., culito hambriento..., toma polla...!

  • ...aahhh..., mmm...

La formidable serpiente pitón chocaba con mi próstata a cada embestida y el placer era tan grande que casi perdí el conocimiento cuando sin tocarme ni una vez sentí que me corría encima de mi pecho. Desde el cuello hasta el ombligo fui escupiendo el mejor orgasmo de mi vida y me bañé de mi propia leche.

Ver esto lo excitó y me sacó la estaca de golpe, rápidamente puso las rodillas a ambos lados de mi pecho y escupiéndose en la palma de su mano derecha, se la meneó delante de mi cara. Era hermoso contemplar su miembro tan gordo y largo a escasos centímetros de la nariz.

  • Abre la boca..., te voy a dar un regalo..., blanco y bonito..., abre más... así...

Lo esperé con la boca abierta mientras oía el CHAS! CHAS! CHAS! de su mano mojada frotando la polla ensalivada y descubierta. Ahuecando la palma de mi mano le sostuve las pelotas enormes y mucho más duras ahora. Mi mano parecía pequeña debajo de los hinchados testículos del toro. Entonces emitió un suspiro salvaje y se corrió en mi cara.

El primer chorro me llegó al pelo, el segundo a la frente y la nariz, el tercero muy grueso todavía disparó encima de mi lengüa y me entró hasta la garganta. Acerqué mas la boca abierta a la punta y siguieron cuatro, cinco, seis chorritos pequeños e hirvientes que me llenaron la boca de leche sedosa y blanca, espesa, muy espesa y tan calentita!

  • Uffff...! qué gusto chaval...! me has vaciado..., ahora bébetela..., trágatela toda...

Yo deglutí el jugo masculino que tenía en la boca y me relamí. Estaba ácido y me picaba un poco la lengüa, pero era lo que le había salido de los huevos al macho que me había desvirgado y me sentía tan feliz y agradecido que lo bebí sin rechistar. Él hizo una pinza con el índice y el pulgar y recogió el resto de mi cara dándomelo para que le chupara los dedos.

Luego repartió mi propio semen encima de mi pecho esparciéndomelo por las tetillas, hasta que finalmente me dio un tierno y cariñoso beso en la boca. Finalmente se echó de espaldas, sudoroso a descansar y yo apoyé la cabeza encima de su pecho enmarañado, oliendo todo lo que subía de sus peludos sobacos, el fuerte olor del hombre al que le había dado todo mi amor y que me había llenado con el suyo.

Luego volvimos a hacerlo yo de pie y apoyando las manos inclinado encima de la mesa del comedor mientras él me atravesaba por atrás. Así nos encontró Carlos. Luego me enteré que el tío ya había seducido al sobrino y se lo montaban juntos. Pero eso es otra historia.