El tertuliano
Un tertuliano de programas de actualidad recibe un encargo inusual, que puede relanzar su carrera... (Aviso: contiene tema y expresiones politicamente incorrectos. Se agradecen y se responde a los comentarios)
EL TERTULIANO
¿ Cómo no voy a recordarla?La veo más que a mi mujer.
Tampoco es como si fueran a permitírmelo... Ahora mismo, mientras conducía, acabo de escuchar su nombre en el noticiario por novena vez en el día, quincuagésima a la semana. Enésima en el mes. Desde que sucedió, su insulsa fotografía de carnet no ha dejado de pasearse por corrillos y tertulias políticas, criticada, alabada o escarnecida por cocainómanos y mariconas amarillistas, hablando hasta de sus estilismos cuando no trascienden nuevas noticias que justifiquen realmente su aparición. Ya basta simplemente con los aniversarios.
"Atención, señores, quédense con esta cara, porque..."
No hace falta más. Siempre lo supe: la cámara la quería.
Parecía imposible que llenase la pantalla con aquella mirada de gacela herida y un tanto pavisosa, de contable modosita, muy distinta de aquella con la que me recibió. Clara, que nunca tuvo ojos tan oscuros, era una leona furiosa a la que apenas podía contener la policía.
Nada que ver con la mosca muerta que describían los que se decían sus íntimos, arañando euros y minutos de gloria a golpe de fotos de grupo, en las que siempre aparecía con una sonrisa tímida, demasiado tensa, como si intuyera la traición. Bajo los mechones de pelo sucio, apelmazado por la sangre, sus pupilas de sibila, amarillas casi, tenían un brillo fanático. Sobrenatural.
Aterrador.
Era difícil formarse una opinión previa, porque de ella habían dicho ya de todo: bipolar, fría, pendenciera, holgazana, discreta a su pesar, pero con ansias de ser el centro de atención... Antiguos amigos y vecinos añadían a su versión los rasgos que mejor creían se podían adaptar a un monstruo. Daba igual que incurriesen en una contradicción: la prensa compraría lo que fuera. Especialmente historias de alcoba.
Ni el público ni los mismos psicólogos sabían ya si era una monja o masoquista al escuchar a sus supuestos amantes, que tan pronto la hacían ninfómana como frígida. Alguno incluso añadió en plató que por antecedentes familiares y a la vista de los hechos, debía de ser esquizofrénica.
Aún no sé si denunciaré al imbécil. Si nos interesa. Después de todo, todavía podríamos acogernos al cuento ese de la enajenación...
Y es que Clara Gómez, la Loba de Minaiz, la viuda de la España oprimida, conservadora e indefensa, además de la chica de moda y toda una fuerza de la naturaleza... es mi más famosa representada.
Para un abogado progresista de toda la vida como yo, tener a la novia del fascio entre sus clientes ayuda lo indecible a aparentar neutralidad. Mi fama de profesionalidad lleva semanas en ascenso, lo que viene bien a la hora de atraer a bichos de toda cuerda hacia mi despacho y sacarles los cuartos en condiciones de igualdad. Hacia mi equitativa y eficaz máquina de hacer dinero: yo no hago justicia, ejerzo derecho. Si alguien, tras más de veinte años profesando, no tuviese asumido esto, quizás debería de plantearse volver a la universidad que pagó papá a golpe de talón, y cursar cualquier asignatura desde cero. Hay mucho gilipollas con toga a falta de un hervor. Mucho niño pijo atolondrado a los cincuenta.
Tras tantas tablas, insisto, a uno se le pela el culo de idealismos, especialmente en estos tiempos, en que hasta los niños de teta se sindican y te montan por nada una manifestación. " La situación de las guarderías," dirían los medios, "es intolerable"... más que nada porque siempre salen con lo mismo. No falla. Siempre aparece algún listo en los debates para venir a darme lecciones de moralidad, mientras alimenta el sensacionalismo.
Los principios del periodismo, como los de nuestra profesión, son únicamente los contables.
La diva necesitaba su espectáculo, la nación, un circo, y yo, un pastón para la universidad americana de mis hijos. (Veintemil el semestre, amigo, no veas cómo jode...) Todos satisfechos, hoy por hoy.
Y pese a todo, ya te digo, habrá quien diga que soy un cabrón, un burgués y un vendido. Si la envidia fuera oro, España, primera potencia. Nos da hasta para exportar. ¿Pero qué se puede esperar de un país enamorado de una valquiria de saldo, canija y morenita?
De esa viudita de metro y medio, que abatió a media vecindad de su escalera y provocó una masacre en un instituto, antes de que la redujeran los antiguos escoltas y compañeros de su marido. (Algo me dice que no se dieron demasiada prisa. Si no se tratase de mi defendida, hasta alegaría que se lo consintieron.)
En el peor de los casos, siempre aparecerá algún tarado para sembrar la duda y alentar a la conspiranoia. Cuento con ello. Pero lo dicho, que este país es un lujazo, un paraíso para cotillas y enteradillos de la vida, donde nunca ha sido necesario tener un mínimo de idea de lo que se habla para emitir una opinión, y así nos va. A cualquiera se le aparece la Virgen para contarle "la Verdad" última y divina, ésa que sólo se consigue esnifando la mierda purísima que pasa la misma productora de televisión antes de cada programa.
Como te lo cuento, chaval. Como te lo cuento.
Mi primera impresión de ella fue, como poco, extraña. Estaba esposada, con los brazos tras la espalda en una silla, las tetas breves, duras y erguidas bajo la camiseta -que se notaba fue blanca- empapada aún de la sangre de sus víctimas, como la sacerdotisa de algún culto hostil. Casi plana, caricatura de la colegiala triste que- dirían los del "cuore"- había sido un día, una jovencita que quizás no lo fuera tanto, pero que lo aparentaba por su pequeñez, estaba obviamente excitada o muerta de frío.
Tal vez ambas cosas, como una psicópata de manual.
Tras el cristal desde donde la observaba, acompañado de mi amigo de la infancia, el teniente coronel Torrelodones, pude advertir que no lloraba, porque seguramente lo había hecho ya los días anteriores, desde la muerte de Alfonso, su marido, en lo que todos, menos políticos y medios -ese montón de mierdas acojonados- sabíamos que había sido un atentado.
Clara se las había arreglado en el espacio de dos días para pasar de mártir de la causa a vengadora de la misma, conmocionando en el proceso a toda una sociedad.
Había hecho saltar por los aires el proceso de paz, como dirían los hijos de puta. Se ve que la integración sigue siendo posible mientras sólo mueran los de un lado.
-No sé por qué coño lo ha hecho, pero te ha pedido expresamente a ti, Marcelo.- Me explicó el Guardia Civil.
-Sí, algo he oído mientras venía hacia aquí... He dejado colgada la tertulia de Luis, pero tras esto, seguro que...
-Creo que ya no nos va a hacer falta ni psiquiatra para determinar su estado, chico, habiendo elegido a un abogado de tu sesgo...
-¿Mi sesgo?
-La "gauche divine"
-Anda Paco, no me jodas...
-Está completamente loca. Fíjate que hasta ha rechazado al idiota de González Collado, que le ofreció sus servicios de modo gratuito...
-¿Collado está en el ajo?
-Sí.
-¿Collado... Collado? -pregunté-¿Collado el facha? ¿Collado el curita?
-Que sí, joder. ¿Te extraña?
Me eché a reír. Habían pasado cinco horas desde el ataque, pero tratándose de él, hasta se podía decir que había tardado. El tiburón de la cadena de los obispos seguramente ni se habría afeitado, con tal de venir corriendo. Pude imaginármelo protestando en el aeropuerto, blandiendo su lengua viperina ante la azafata de turno: "Ya sé que a usted sólo la contratató algún cuarentón de mierda para que meneara las peras, con la esperanza de trincársela, pero si tuviera que hacer algo útil en toda su puta vida de florero, más le valdría que fuese hacer que yo llegase hoy a Valencia o mañana se estará limpiando el culo con las acciones de su compañía".
Un clásico, Collado. Educado y doctísimo en las ondas... y un matón en todo lo demás. Supongo que dos millones y medio de oyentes diarios te dan ciertos derechos.
Al otro lado de la pantalla, en la sala de custodia, la Loba bostezaba.
Recuerdo haber pensado que eso de matar debía de ser muy cansado. Lo suficiente para querer descansar eternamente después de un disparo, como en los tiroteos de los colegios norteamericanos. La única pregunta que se me ocurría era por qué no se había suicidado.
Qué pintaba esa cosita minúscula entre cuatro policías, con los moratones de unos dedos gordos empezando a formársele sobre los brazos, en vez de en un depósito. Involuntariamente, lo juro, tuve un flashazo de película porno, "Gangbang en la Comisaría", éxito de descargas, seguro.
Aún no sabía que con el tiempo le ofrecerían protagonizar un Interviú...
O que, por supuesto, yo cobraría un saludable veinte por ciento.
Por el momento, todo lo que hice fue pedir una manta para el negocio de mi vida, y así evitar que sus pezones desproporcionados me distrajeran. Estaba tan delgada que se le notaban las costillas, temblorosa, menos asesina que refugiada de guerra. Si hubiera sido negra, ya tendríamos el caso ganado...
Pero no. Alfonso Vallejo, según decían, había tenido ciertos escrúpulos raciales, identificados en unos muy traidos y llevados mensajes en un foro sobre la inmigración, que le habían costado un expediente; y poseía un Mein Kampft. (La verdad es que también yo, y en la misma estantería que El Capital. Y ni que decir tiene que ambos me la sudan, como deberían sudársela a cualquiera con más de quince años.)
En cualquier caso supongo que iba más con su carácter casarse con esta Agustina de Aragón, ángel vengador de los policías nacionales... y asesina de críos. Todo en la misma frase. Como en el pasodoble, seguidito. Tocotó. Un orgullo para cualquier padre.
Me hizo gracia la inocente coquetería con la que intentó apartarse un mechón de pelo a soplidos, ruborizada, cuando le dijeron que yo venía. Mujer ante todo. Si tenía algún trauma, desde luego no le impedía seguir siendo femenina, aún con su aspecto de perro apaleado y rabioso.
Aún con la mugre de treinta disparos a bocajarro convirtiéndola en un dálmata sanguinolento.
Recuerdo haber pensado que era un alivio que no tuviera el velo de las "pagapensiones" a las que se había llevado por delante. No me culpes, siempre es más fácil trabajar con un sujeto agradable.
Y ¡qué joder! ya sabes que voy sin filtro. Me meo en la política corrección: a la gente le encanta. Son estas cosas las que el Manolo medio comparte y retwittea. "LLámame perro pero..." etcétera, etcétera. Un socialista duro, sin pelos en la lengua, en quien pueden confiar. Incluso desde antes de lo de Clara, llevarme a los programas ya era una garantía de la subida del share.
...Y no digamos ya si se trataba de un mano a mano entre Collado, Ermitas, Eduardo y yo... (el sábado comemos en el Carlton, a todo esto. Apúntate sin miedo, cabrón, que paga la cadena.)
Pero a lo que voy: te habría dado pena verla. Esa criaturita de mirada furiosa, como la portada de la niña afgana aquella, esperando la llegada de un héroe. Cualquiera hubiese pensado que era una soldado acabada de salir de un interrogatorio, tan altiva, tan digna. Rechinando los dientes de ira, pero sin ceder a su captor. Sierra Oscar Sierra, la "teniente Gómez" no desfallece.
Clara, que había pasado de ser un objetivo " a granel" (cristiana, trabajadora y blanca) a ponerse voluntariamente de pronto en el punto de mira de los terroristas. Un ama de casa y economista con más cojones que un navy seal.
Imagina a nuestros futuros votantes ( toda esa carne de paguita y correccional) temblando ante sus cincuenta kilos. Por Dios, si es un prodigio que no se le rompiera algún hueso con el propio retroceso del arma...
Cuando miró directamente a través del vidrio polarizado, habría jurado que podía verme. La joven diosa de la muerte, escudriñándome el alma. Nada que ver con la esposa trofeo que me esperaba en casa, ávida por fundirse otro cheque: aquella era una belleza de las que hielan el corazón.
Por un momento pensé que quería tenerme cerca para terminar el trabajo, lanzarse sobre mí en cuanto ocupara un lugar al otro lado de su mesa, arrancarme la yugular con esa boquita tensa y hostil. Matarme a besos o a bocados. Salvaje, eso era, como una pantera que diera vueltas en su jaula, esperando su oportunidad.
Una mujer que se me enroscaría en torno al cuerpo, y me plantaría una rodilla en la garganta, asfixiandome bajo su peso, haciéndome pagar por todos mis años de petición de diálogo e hipocresía.
De fotografías junto a las pateras. Ella no sería como las periodistas con las que discutimos frente a la cámara, y nos ruegan, polla en boca, alimentar la polémica luego en el hotel, para seguir teniendo cuota de pantalla. No, ella era insobornable, incorruptible e irracional: me destrozaría...
Cuando Paco abrió finalmente la puerta del cubil de la bestia, me temblaban tanto las manos que apenas podía cubrir con la americana mi excitación.
Clara me observó de pies a cabeza, y se humedeció los labios con lentitud.
Sonreía.
CONTINUARA...
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Soy consciente de que el relato no llega en el mejor de los momentos, y que no desborda politica correccion, pero no deja de ser una obra de ficcion y humor negro, y espero que al margen de las circunstancias os guste. Agradezco y contesto a los comentarios.