El tercero
Creí que no habia nadie en casa pero...es solo un ¿sueño o realidad? la verdad no lo se.
Cuándo llegué a casa hice notar mi presencia con un grito, me pareció raro que nadie contestara, pensé que quizás estaban en el jardín, entonces recordé que mamá estaba en una de esas reuniones productos milagrosos para la salud.
En la cocina vi una nota en la que decía que mi comida estaba en el horno. Tenía toda la casa para mí, eso me encantó, no suelo estar sola, pensé en poner una película, pero preferí poner la música a todo volumen, como hacía calor me quité la falda para quedarme sólo en interiores, debajo de la blusa no llevaba nada, había tenido aerobics y me había duchado. Estaba bailando como una loca sin darme cuenta de que no estaba sola, sentí unas cosquillas en la nuca como, cuando sabes que alguien te esta observando y vi a mi primo Daniel.
Él tiene 19 años, 1`78 m., delgado, pelo negro corto, ojos verdes, él me atrae desde que tenía 15 años, y según me dijo yo también le atraía. (El ayuda a mi papá en algunas tareas, por ello tenia llave de la casa y estaba recostado en la recamara de Omar cuando escucho mi escándalo).
Me quedé muda. ¡Estaba casi desnuda frente a él!, no supe qué hacer si bajarle a la música o cubrirme. Fue hacia el stereo y le bajo el volumen, pensé que me iba decir algo, en lugar de eso, cruzó otra vez la habitación pero esta vez en mi dirección, mi corazón retumbaba como tambor, sus ojos estaban raros, nunca lo había visto así, llegó a donde yo estaba, me jalo con fuerza y sin decir palabra me tumbó en el sofá, aunque yo estaba azorada, casi asustada, no opuse resistencia e incluso le invite a sentarse en el hueco que mi cuerpo dejaba en el sofá al recorrerme un poco, él empezó a acariciarme muy suavemente desde los tobillos hasta los muslos.
Yo sentía que no debía acariciarme así, pero también era algo que yo deseaba, pues sentía un cosquilleo en mi coño, sentí cómo estaba mojando la tanga, al mismo tiempo mi corazón latía alocadamente mientras sus manos abrían mis piernas, luego él se quito la chaqueta, bajó la cabeza y comenzó a besar mis pechos mientras sus manos seguían en mis muslos, yo deseaba que no parara.
Nunca había estado con un chico de esa manera, ni con mis novios, nunca había sentido nada parecido a lo que él me estaba haciendo, empecé a gemir cuando llego a mis pezones, que estaban completamente erectos, los succionaba y les daba pequeños mordiscos que me hacían arquear la espalda por el placer. Bajó más la cabeza siguiendo mi estomago hasta el pubis, aquello era un delicioso delirio, sus manos apartaron la ya muy mojada tanga de mi rajita, abrió más mis piernas y hundió la cabeza entre ellas, primero beso mis ingles hasta que llegó a mi clítoris, que estaba hinchadísimo, yo lo sabía, ya que me encanta masturbarme con la almohada pensando en Omar y mirar en un espejo lo hinchado se pone.
Su lengua empezó a moverse muy de prisa, estaba al borde de la locura, era increíble, gozaba como nunca, lagrimas de placer resbalaban por mi rostro, gemía, no podía parar de hacerlo, él metió suavemente un dedo en mi vagina, eso al principio me incomodó, pero fue muy dulce así que le dejé hacer, además aquello incrementó mi placer, ¡no creía que se pudiera disfrutar más!, me corrí 2 veces, recuerdo las oleadas de placer, que cruzaban por mis pechos y coño, él se incorporó y muy suavemente se colocó sobre mí, sólo bajó el ziper del pantalón, ni siquiera se lo quitó, no hizo falta, su pene jugó con la entrada de mi vagina durante unos segundos antes de penetrarme, ¡qué placer tenerle dentro de mí!, me encantó la forma en la que se movía, su respiración y sus ojos que me miraban y deseaban como nunca lo había hecho, su forma de susurrar mi nombre.
Empezó a moverse más rápido, agarró mis caderas y las movía a él mismo ritmo que su cuerpo, no necesitaba que me agarrara, yo mi misma seguía su ritmo, sentí otro orgasmo, mucho más brutal que los anteriores que me dejó trémula, de pronto saco su pene, pensé que ya había terminado, y ensimismada en mis sensaciones supuse no me había dado cuenta, pero sus ojos no me decían lo mismo, colocó sus caderas a la altura de mi cabeza y comprendí lo que quería, acaricié suavemente aquel trozo de carne hinchada por la pasión, la acaricié suavemente, pero él me pidió entre gemidos que la besara y la acariciara más fuerte, besé y lamí aquel falo caliente y húmedo hasta que un chorro de la leche cayó sobre mi cara y después le siguieron muchos otros que cayeron sobre mis pechos y mis hombros.
Daniel se sentó en el suelo, cansado, y yo esparcí ese delicioso líquido por mi cuerpo como crema, también lo llevé a la boca, sabía a mar, a vida, él se levantó me y pidió que me fuera a la ducha. Lo hice a tiempo porque cuando terminaba de hacerlo llegaron mi padre y mi hermano, a quienes estaba esperando Daniel.