El técnico de la resonancia
Por una lesión en la rodilla tuve que ir a hacerme una resonancia. El técnico encargado, un cuarentón atractivo, me dijo que me quitase los pantalones para hacerme la resonancia y que me tumbase en la camilla, el procedimiento habitual, hasta que me empalme.
Entusiasta del deporte, me lesioné la rodilla al estirar en una mala postura. Al pasar los dos meses la lesión continuó estando ahí y teniendo veinte y cinco años me pareció raro por lo que fui al medico que me derivó al traumatólogo que me derivó a una clínica de resonancias magnéticas. Cuando llegué a mi cita allí, me presenté a la administrativa tras la mesa y esta me pidió el nombre y luego me dijo que esperara en los asientos. Era el único en la sala de espera, lo que no me sorprendía ya que eran las cuatro del medio día. Sin que apenas pasase dos minutos, unas puertas doble se abrieron y un hombre de unos cuarenta y tantos apareció por ellas. Vestía un pijama sanitario azul claro y era bastante guapo para su edad. Tenía la cabeza rapada casi del todo, una nariz redonda que le daba un toque infantil y a su vez una mandíbula cuadrada que le daba un contrapunto muy masculino. La verdad es que le hubiese echado muchos años menos pero su perilla un tanto canosa lo delataba.
Acercándose a la administrativa, cogió uno de los papeles que yo había rellenado antes y se giró hacia mí. La secretaria aquella me hizo una señal desde lejos para decirme de que ya podía pasar. Siguiendo al hombre aquel, el técnico de la maquina de resonancia, cruzamos por un pasillo y nos metimos en una habitación bastante grande en donde estaba el armatoste de máquina. Abriendo una puerta a un lado nada mas entrar, me hizo pasar a una minúscula habitación para que dejase todas las cosas de metal y me quitase los pantalones. Antes de cerrarme, me dio un camisón que parecía estar hecho del mismo plástico que los sacos de patatas. Me quité los pantalones y los puse en un banco que allí había junto a mi móvil, la cartera, las llaves, el collar y el reloj.
Sintiéndome como un capullo, salí con el camisón aquel. Acercándome a él, me preguntó si ya estaba listo y me hizo subir a la camilla de la máquina. Mientras me preguntaba si tenía algún implante, que si me habían operado de algo alguna vez o por que me habían enviado allí, él me ajustaba en la camilla y me colocaba la rodilla a escanear sobre un pequeño bloque. De tener que estirarse para hacer todo esto, la camisa del pijama se le subía un poco. Desde mi ángulo, estando tumbado, le vía su vientre. El hombre ganaba por momento. Le debía gustar mucho ir al gimnasio, como a mí, por que se le marcaba unos grandes abdominales. También, se le notaba los oblicuos que descendían y se perdían bajo los pantalones. Con lo tenso que estaba con aquel tío pegado a mí, tocándome la pierna, al verle aquello no pude controlarme y me excité lo suficiente como para empalmarme de forma visible ante él. La mierda de camisón aquel no solo no ocultaba nada si no que todo lo contrario. Cinco segundo después, el se daba cuenta de mi erección y ponía una cara de asombrado y divertido mientras yo miraba a un lado con la mirada perdida, haciéndome el que no se daba cuenta de nada aunque estaba por dentro muerto de vergüenza. Él no solo se dio cuenta de aquello si no que también dedujo que le había estado mirando los abdominales al mirarse la camisa subida. Por suerte para mí, no dijo nada, me puso unos cascos para el ruido de la máquina y se retiró dándome una palmadita en el muslo.
Todo el proceso se me hizo bastante largo pero por fin acabó y la camilla volvió a deslizarse hacia fuera. El técnico volvió a aparecer. Esta vez se pegó mucho más a la camilla a la hora de quitarme lo de la rodilla. Con el espacio mínimo para poner los brazos, su paquete estuvo dando contra mi mano. Otra vez empalmándome, pude ver como se tomaba su tiempo en mi rodilla y me di cuenta de que lo estaba haciendo a propósito. Yo tragaba cada vez mas saliva cuando él mas hacía rozar su paquete contra mi mano. Sentía sus huevos y también que estaba empalmado, pero sobre todo sus huevos por la altura. El hombre me gustaba mucho y viendo que yo a él también no quise desaprovechar la oportunidad. Moviendo la mano de forma voluntaria, tomé su paquete y lo apreté. El hacía como si estuviese con mi pierna, mirándome de reojo de vez en cuando lo que le hacía yo. Sus calzoncillos no le dejaban la suficiente soltura como para que pudiese pajearlo bien sobre el pantalón por lo que subí hasta el elástico y tiré un poco. Al ver lo que pretendía, el se bajó la ropa lo suficiente para que su polla brotase inclinada hacia adelante y se acercó mas. Se la agarré impulsivo y el se sujetó a la camilla. La tenía muy gorda, con unas venas que la hacía parecer todavía mas gruesa. Me ardía entre las manos. Su capullo regordete asomaba impactante cuando lo pajeaba hacia atrás, pero si su polla era de esta manera, sus huevos eran más gordos todavía.
Inclinándome a un lado para poder comérsela, el se acercó otro poco mas y su polla entró sola en mi boca. Se hacía difícil mamársela tumbado en la camilla pero él me ayudó moviéndose para follarme la boca. Lo gorda que la tenía hacia que mis labios se cerrasen perfectamente alrededor de su polla. Dentro de mi boca, lamía del tronco a su capullo al ritmo del mete-saca. Él se había puesto mientras a meterme la mano bajo el camisón y me masturbaba también, sobre el slip, hasta que comenzó a metérmela mas fuerte y al fondo. Retirándola justo a tiempo, sentí su lefa caer disparada por fuera de mi boca y la mandíbula. De inmediato, con el tono agitado de la corrida, me pidió disculpa repetidas veces diciéndome que no había querido correrse en mi cara.
Subiéndose los pantalones, me ayudó a levantarme y me dio unos pañuelos para que me limpiase la boca. Él estaba terminando de limpiar los restos que habían ido a caer sobre el borde de la mesilla cuando yo le pregunté si la resonancia había salido bien. El me respondió que si y yo me fui al vestuario. Pasado lo que había pasado, vi una tontería cerrar la puerta del todo y me saqué el dichoso camisón que incluso se rompió por el cuello en el proceso. Sorprendiéndome por detrás, cuando iba a coger los pantalones, el técnico me miró a través del espejo de enfrente y me subió la camiseta hasta quitármela. Girándome hacia él, le quité ahora yo su camisa y nos frotamos el cuerpo. El acercó sus labios y yo cedí a besarlos aunque mas bien nos los devoramos. Sus pectorales tenían un aspecto peculiar con una pequeña mata de pelo corto canoso. Se lo acaricié y luego bajé a sus pezones. El hizo lo mismo solo que subiendo desde mis abdominales, que al tenerlos tan marcados los disfrutó a mano abierta.
Llevándome atrás me sentó en el taburete que había en el probador aquel. Mi móvil y las otras cosas cayeron al suelo sin que a ninguno de los dos le importase. Él se quitó los pantalones para quedarse desnudo y luego se arrodilló, haciendo que despegase un poco el culo para que pudiese quitarme los slips. Mi polla salió despedida contra su boca y el se la tragó hasta el fondo sin piedad. Haciendo eco en aquel cuartillo, di un quejido de placer y me retorcí en el asiento. Cuando se cansaba de tragársela con ahínco se la sacaba para lamérmela de abajo arriba, apurando desde los huevos, lamiéndolos bien lamidos. Una de sus manos se perdía por entre sus piernas hacia su ano y con la otra se pajeaba al mismo tiempo, todo sin dejar de chupármela con ganas. Iba tan rápido que ya mismo me iba a correr. Él se dio cuenta y paró de repente. Al ponerse en pié me pidió que me levantase y así lo hice. Recogiendo mi cartera del suelo, me la pasó y se apoyo contra la pared con una pierna subida en el taburete para sacar mejor su culo. Como él me quería decir, saqué un condón y me lo puse. Preparándome para metérsela, me agarre a su culo que era uno de los mejores que había tenido la suerte de ver, bien duro y redondito. Empapada en mi propia saliva, mi polla fue entrando por su ano, el cual se veía con bastante experiencia viendo lo bien que se hacía a mi polla.
Apurando hasta los huevos, lo penetraba tan fuerte que las venas del brazo con el que se sujetaba a la pared se le empezaron a marcar debido al esfuerzo de sujetarse. Entre jadeos, nuestro cuerpos generaban tanto calor en aquel cuchitril que el espejo se había empañado un poco, aunque a través del vahó se seguía pudiendo ver su cara, encogida de placer, con la boca abierta en un eterno gemido. La mía no era mucho menos viciosa que la suya. Tenía la cara colorada y la mandíbula apretada e hinchada del esfuerzo. Lo seguí follando, cada vez más rápido, chocando mis huevos contra sus muslos, apretando mi polla contra el interior de su ano mas y mas. Sin parar en ningún instante me fui corriendo dentro de su culo. Noté como mi propia lefa se iba agolpando en la punta del condón y no paré hasta que me hube corrido del todo.
Sacándola despacio, su culo liberó mi polla. El se giró masturbándose un poco y se acercó a besarme. Dándose una prisa repentina, recogió toda su ropa del suelo y salió a vestirse. Ya los dos vestidos fuimos a salir pero el me detuvo por el hombro. Quiso darme su número de teléfono y yo le di el mío. De vuelta en la sala de espera, la compañera de la mesa le preguntó por que había tardado tanto y él le salió con un problema de que no salía la imagen de la resonancia y que había tenido que repetirla. Ella se lo creyó sin problemas y los tres nos despedimos. Bajando los escalones de la entrada sentí el escozor de la lesión de rodilla por haberla forzado mucho al hacerlo con el técnico. FIN.
Relato ficticio escrito por Morningwood.
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