El técnico de la nevera

A Carmen, una mujer casada, se le estropea la nevera y llama a un técnico para que la arregle, el chico es guapo y Carmen enseguida se siente atraida por él.

EL TÉCNICO DE LA NEVERA.

Me llamo Carmen, tengo 30 años y llevó 5 casada y debo reconocer que en estos cinco años de matrimonio he sido totalmente fiel a mi marido. Pero hace unos días sucedió algo que todavía no sé como tomarme. Quiero mucho a mi marido y nuestras relaciones sexuales siempre han sido muy buenas, pero aquel día no sé que me pasó.

Veréis, se me había estropeado la nevera y tuve que llamar a un técnico. Había quedado en que vendría a las doce, así que me levanté temprano, fui a comprar y a las doce menos diez llegué a casa. Ordené las cosas de las compra y cuando me iba hacía la habitación a cambiarme llamaron a la puerta. Fui a abrir y era el técnico un chico de unos 27 o 28 años, rubio, de ojos verdes y bastante guapo. Le hice entrar en la cocina, le expliqué cual era el problema y empezó a mirar la nevera, yo le observaba y espera a que me diera su veredicto. Me dijo que tenía que cambiar una pieza. Como era verano y hacía calor ambos estabamos sudando así que antes de que continuara con aquello le ofrecí.

¿Quieres tomar algo? Hace calor y te refrescara.

No, gracias, señora. Es usted muy amable. – me respondió.

No me llames de usted, si casi tenemos la misma edad – le dije yo. - ¿De verdad no quieres tomar nada?

De verdad. – me respondió.

Entonces voy a ponerme un poco más cómoda y así te dejo tranquilo.

Vale.

Me fui a la habitación y empecé a desnudarme, estaba totalmente desnuda buscando unos pantalones cortos cuando oí la voz del chico tras de mí que decía:

¿Sabes? He cambiado de opinión...

Me giré hacía él intentado taparme

... Creo que tomaré un poco de sexo – dijo descaradamente acercándose a mi y abrazándome.

Pero ¿que haces? – le pregunté un poco sorprendida y a la expectativa también deseando que sucediera algo más.

He visto como me mirabas y sé que no te soy indiferente y que desde que he entrado en esta casa me has deseado, no lo desmientas.

Tienes razón – acepté – te deseo.

Entonces nos besamos y al separarnos el chico se quitó la camiseta que llevaba quedándose solo en pantalones, volvimos a besarnos apasionadamente y entonces dirigí mis manos hasta sus pantalones y primero le desabroché la cremallera y el botón dejando caer los pantalones al suelo, mientras el chico acariciaba mis turgentes pechos muy suavemente. Mis manos, entretanto, masajeaban el erecto y largo pene del muchacho que palpitaba deseoso. Resiguiendo mis curvas el chico se agachó, me hizo girar de espalda a él, apoyándome en el tocador y empezó a besarme los cachetes muy suavemente, yo entreabrí un poco las piernas y él besó y lamió todo mi culo hasta que decidió meterse entre mis piernas y se puso a lamer mi sexo con avidez, lo que provocó un gran placer en mi cuerpo, ya que su lengua se movía muy sabiamente sobre mi clítoris produciéndome pequeños espasmos de placer acompañados de gemidos. Mi marido jamás me había echo algo así. El muchacho abandonó su labor para quitarse los calzoncillos, y entonces yo me giré y decidí tumbarme sobre al cama con las piernas abiertas. Entonces el joven volvió a sentarse en el suelo, luego se arrodilló. Acercó su boca a mi sexo y comenzó a lamerlo, movía su lengua muy rápidamente sobre mi clítoris, luego daba un par de chupetones y volvía de nuevo a mover su lengua con rapidez, haciendo que mi cuerpo se estremeciera. A continuación se puso a chupar mis labios vaginales, haciendo que mi cuerpo aún se estremeciera más, mientras yo enredaba mis dedos entre su pelo. Repentinamente sentí como introducía uno de sus dedos en mi vagina:

¡Oh! – gemí al sentirlo.

¡Ah! – volví a gemir al sentir otro - ¡ah, ah!

Empezó a moverlos como si fueran un pequeño pene, a la vez que seguía lamiendo mi clítoris, así consiguió que me corriera entre espasmos y gritos de placer. Entonces se acostó a mi lado y volvimos a besarnos.

¡Ahora ya estás lista! – exclamó cuando nos separamos - ¡Anda fóllame!

Así, me puse a horcajas sobre su sexo, lo guié hacía mi vagina y descendí sentándome sobre él, cuando lo tuve totalmente dentro, empecé a subir y bajar sobre el erecto pene, primero despacio una y otra vez, controlando los movimientos. El chico permanecía inmóvil, observándome, sujetándome por las caderas.

¡Oh, si, muévete despacio! – murmuró, así que yo seguí subiendo y bajando sobre su erecta verga, de vez en cuando me movía hacía adelante y atrás unas tres o cuatro veces y luego volvía a subir y bajar sobre el pene.

¡Oh, sí, sí, más, más! – gemía el muchacho una y otra vez, mientras yo me seguí moviendo.

Me agaché acercando mis labios a los suyos y nos besamos de nuevo, al separarnos él observó mis pechos que bailoteaban frente a su cara, los masajeó un poco y luego yo me separé volviendo a la posición inicial para seguir moviéndome sobre la erecta polla que llenaba mi coño produciéndome un agradable cosquilleo sexual. El chico acercó sus manos a mis senos y volvió a masajearlos y estrujarlos con suavidad aumentando el cosquilleo de placer que sentía mi cuerpo, seguidamente se sentó acercando sus labios a mis pechos, y los besó, primero uno y luego el otro. Después volvió a tumbarse, mientras yo seguía cabalgando sobre su miembro cada vez más rápidamente ya que el placer iba aumentando transportándome hacía un nuevo orgasmo que nacía en mi sexo.

¡Oh, sí, sí, córrete! – me animaba él.

¡Oh, aaahhhh, ah, aaahhhh! – gemía yo al estallar en mi segundo orgasmo.

¡Uhm, guau! – exclamó el muchacho cuando dejé de convulsionarme - ¡ Eres una bomba sexual!

¡Oh, no! – dije yo – Es sólo que llevo varios días de abstinencia y mi cuerpo lo necesitaba.

Anda ponte a cuatro patas – me ordenó – que acabe de follarte bien.

Tú mandas – le dije poniéndome a cuatro sobre la cama.

Él se puso de rodillas tras de mí, guió su erecta polla hasta mi agujero vaginal y la ensartó con maestría, posó sus manos sobre mis caderas y empezó con sus acometidas, primero despacio y luego aumentando el ritmo poco a poco.

¡Oh, uhm, uhm! – gemía él.

¡Oh, sí, ah! – gemía yo.

Sus acometidas eran cada vez más fuertes.

¡Oh, que caliente me estás poniendo! – ronroneó el muchacho - ¡uhm, ah! ¡No puedo más!

Se puso sobre mi espalda acariciándome los pechos, sentía su aliento en mi oído mientras seguía embistiéndome con su sexo.

¡Ah, ah, ah! – mi cuerpo se agitaba de deseo.

¡Oh, sí, sí, voy a correrme en tu coño! – gritó el muchacho con prepotencia al borde del éxtasis.

¡Oh, sí, sí! – grité yo - ¡Córrete en mi coño!

¡Sí, sí, voy a correrme!

Entonces sacó su polla de mí, la sacudió con fuerza y terminó de extraer el semen con el que embadurnó todo mi culo y mi sexo.

¡Sabes como dejar a un hombre satisfecho! – me dijo.

Seguidamente se volvió a vestir y salió de mi habitación dejándome a solas tumbada sobre la cama. Entonces me giré hacía mi mesita de noche y vi la foto de mi marido sintiéndome culpable por lo sucedido.