El taxista recién separado

Algo borracho, cojo un taxi de vuelta a casa y entablamos conversación... Y algo más.

La cena de empresa terminó sobre las 2 de la mañana. Había sido absolutamente típica y tópica, todos haciendo la pelota al jefe, todos alabando su buen gusto al elegir restaurante... Yo me había limitado a observar a mis compañeros y a beber vino, aburrido y deseando irme.

Cuando terminamos, me despedí de todos, algo borracho. Bueno, bastante borracho, la verdad. Me lo noté en cuanto salí a la calle, por lo que decidí que mejor dejaba el coche aparcado y me iba en taxi a casa.

No tardé en parar uno que estaba libre y me subí. Tras decirle la dirección arrancó. Supongo que me vió algo perjudicado por el alcohol, porque no tardó en preguntarme:

  • Oye, ¿no irás a vomitarme en el coche, no? -me dijo volviendo la cara cuando estábamos detenidos en un semáforo.

  • No, no, tranquilo, que voy borracho, pero no para tanto. Es que no me veo para conducir, pero no voy tan mal -le contesté.

  • Vale, vale... Si te encuentras mal, me lo dices.

Proseguimos camino y conversación. Le conté que venía de la cena de empresa, que había sido un auténtico aburrimiento, que había ido por cumplir y él me contó que la noche había estado floja, que le gustaba mucho trabajar de noche por la gente...

  • Ahora tu mujer te echará la bronca por llegar borracho a estas horas -me dijo.

  • No, no... Estoy recién separado, he tenido que volver a casa de mis padres mientras encuentro casa, así que no hay bronca- le contesté.

  • Qué casualidad, yo también me he separado hace poco, no veas qué bien estoy ahora -me dijo con una sonrisa.

  • Sí, la verdad es que si uno no está bien, lo mejor es dejarlo, que la vida es muy corta y mejor aprovechar -le dije mirando a sus ojos a través del retrovisor.

  • Sí... Además, que ahora puedo hacer cosas que siempre había querido... Ya sabes, probar cosas y eso -Me dijo sin dejar de mirarme, con una mirada que yo conocía. - Si quieres, te invito yo a la penúltima -me preguntó, sin dejar de mirarme de una manera algo extraña...

Yo no tengo experiencia de ligar con tíos, todos con los que he estado ha sido a través de citas por internet o en sitios de cruissing, donde sabes a lo que van. Pero aquella forma de hablar, esa manera de mirarme... Envalentondo por el alcohol y viendo que casi estaba llegando a casa de mis padres y que poco tenía que perder, me lancé.

  • Mejor que una copa... Vamos a un sitio tranquilo y te hago una buena mamada.

Ya estaba dicho. Me la había jugado. Nervioso y excitado aguardé a ver qué respondía.

  • ¿Conoces algún sitio por aquí? -me preguntó. ¡Bingo! Mi instinto no había fallado.

Le guíe a un descampado que quedaba cerca y allí aparcó, bajo un árbol. Bajó del coche y vino atrás, conmigo. No era mayor, apenas tendría treinta y pocos. No era un guaperas, pero no estaba mal. Se sentó a  mi lado mirándome como con curiosidad. Yo ni hablé, sonreí y empecé a tocarle por encima de los pantalones.

  • No sabes la suerte que tienes... Hace mil que no me como un rabo, ¡tengo unas ganas! -le dije para excitarlo aún más.

  • Pues aquí tienes -me dijo.

No tardo en sacarse su polla, de buen tamaño y acabada en punta. Agaché mi boca hasta ella, recibiendo un rico aroma a polla de macho, lo justo para resultar agradable. La descapullé un poco y me la metí en la boca, hasta donde pude.

Comencé a mamar despacio pero profundo, disfrutando y haciendo que el taxista disfrutara, metiendo su polla en mi boca hasta la garganta y parando ahi un segundo. Con una mano acariciaba sus huevos y su vientre, buscando también sus tetas.

Cuando notaba la boca muy cansada, me la sacaba y le pajeaba, aprovechando para comerle los huevos y lamerla a lo largo de su tronco. Mi lengua hacía círculos en su capullo, rojo y brillante. Le pajeaba despacio mientras le miraba a la cara:

  • ¡Qué rica está tu polla, tío! -le dije cachondo perdido.

  • ¿Te gusta? Pues sigue comiendo -me contestó mientras señalaba su miembro con la cabeza.

Naturalmente, obedecí, volviendo a bajar, abriendo bien la boca para metérmela hasta la garganta, cerrando mis labios en torno a su rabo, apretando fuerte para darle mas gusto.

Estuve un rato así hasta que me intentó apartar con su mano.

  • Me voy a correr -me avisó para que apartara mi boca.

Pero yo no pensaba apartarme, al contrario. Mamé más rápido, más profundo, me esmeré todo lo que pude.

  • Me corro, me corroooooo -dijo entre gemidos.

Su leche empezó a llenar mi boca. Tragué a medida que la soltaba, notando mis labios pegajosos, su salado sabor en mi boca. Gemía y se retorcía de gusto, con espasmos que hacían que tragara aún más. Seguí y seguí, no pensaba parar hasta que él no hiciera amago de apartarme. Esperaba que se fuera bajando, pero aquello no dejaba de estar duro ni hacía amago de bajarse. Así que aproveché y seguí mamando sin parar.

  • Joder, joder... Cómo la comes, qué gusto -me dijo. Me excitó a tope, era el mejor cumplido que podía hacerme, así que gemí para darle las gracias e indicarle que yo también estaba gozando.

Aproveché para desabrocharme yo. Estaba tan ocupado en darle gusto que ni me había acordado de pajearme. Me bajé los pantalones y los calzoncillos y, aprovechando que mi mano estaba empapada de la saliva que iba escurriendo, la dirigí a mi ano y me metí un dedo dentro, gimiendo de gusto y sin dejar de chupar.

Naturalmente, el taxista me vió hacerlo y pronto tube su dedo intentando entrar, así que saqué el mío y le dejé hacer.  Se inclinó un poco para tener mejor ángulo y me metió su dedo entero.

Me moría de gusto cuando empezó a mover su dedo dentro de mi ano, sin sacarlo, mientras tenía su miembro en la boca, que seguía sin desfallecer.

Noté como hacía fuerza con otro dedo más hasta que consiguió meterlo también en mi culo, ahora ya sí, iniciando un movimiento de mete-saca con los dos dedos. Yo estaba en la gloria, y gemía y movía mi culo buscando sus dedos.

  • Quiero follarte, tío.. Déjame follarte -me suplicó con voz de vicio total.

No dudé ni un segundo, le dije que sí. Me apartó y se inclinó hacia delante, para abrir la guantera del coche, buscando preservativos, según me dijo. Yo aproveché para desnudarme del todo. Volvió al asiento, con su polla bien tiesa y brillante, con un aspecto delicioso.

  • Ponte encima mío -me ordenó cuando se puso el condón, operación que contemplé excitadísimo.

Con dificultad por las estrecheces del coche conseguí ponerme encima de él, sobre mis rodillas, mirándole a la cara. Nos besamos por primera vez en la noche, mi lengua buscando ávida la suya. Metí mis dedos en su boca, empapándolos en saliva, y la dirigí a mi ano. Subí un poco sobre las rodillas y agarré su miembro con una mano. Apunté a mi ano con él, comprobando cómo deslizaba por los bordes de mi agujero gracias a la saliva y al lubricante del condón. Con su polla directamente en mi agujero, la mantuve firme con la mano y comencé a bajar.

Dios, qué delicia... Notar su polla abriéndose hueco poco a poco, mi ano dilatándose para recibirla, dejándome caer muy despacio sobre ella... Pronto tuve suficiente rabo entero para no necesitar la mano. Subí un poquito y volvía a bajar, metiéndome otro poquito de rabo dentro. Gozando con cada milímetro que entraba en mí, pronto llegué a bajar todo lo que podía.

  • Venga, maricón, date caña -me pidió el taxista, deseando que acelerará un poco.

Le obedecí, porque quería darle todo el gusto que pudiera. Así que empecé a botar sobre mis rodillas, mientras movía mi cintura alante y atrás para que su rabo entrara y saliera lo máximo posible. Gemíamos los dos, nos comíamos la boca, me decía lo puta que que era, mientras agarraba mis nalgas para ayudarme con los movimientos.

Su polla entraba y salía de mi culo, provocando un ardor de gusto. Creo que con que me hubiera rozado el pene me hubiera corrido vivo.

  • Joder, sigue moviéndote, puta, que me queda poco para correrme -Me dijo, apretando bien fuerte mis nalgas para manejarme mejor y hacer que me moviera todavía más sobre su polla.

  • Dios, qué pena que te corras en la goma, qué desperdicio -le dije mirándole con cara de puta. Quería provocarle a ver si me ofrecía su leche...

  • ¿Quieres acabarme con la boca otra vez? -me preguntó excitado.

  • Si quieres... Aunque preferiría que te corrieras dentro de mí... -le pedí con voz de guarra. Sé que tiene riesgos, pero sentir una buena corrida en el culo para mí es lo máximo. Saber que se derraman dentro, que me llenan el culo de leche, que me voy a ir con el ano preñado...

  • Joder... Tío... Quítame la goma -me dijo haciéndome subir sobre mis rodillas para liberar su polla. Bajé mi mano y quité la goma de su polla. Volví a bajar para metérmela dentro, esta vez a pelo.

  • Dios... Así, sin goma... Qué gusto, tu polla dentroooo... -gemí al saberme penetrado a pelo, por saber que su polla estaba dentro.

  • Buf, tío, qué gusto así... Muévete bien, así, muévete, que me corroooo... -me dijo mientras cerraba los ojos. Me moví todo lo aprisa y fuerte que pude, para que se corriera bien. Gimió guturalmente mientras arqueaba su cuerpo y yo me moría de gusto, oleadas de placer venían de mi ano. Me agarró de los hombros fuerte y presionó hacia abajo, mientras levantaba el culo para clavármela hasta el fondo. Ahí me sostuvo mientras gritaba "Me corro, me corroooo". Sin poder moverme, con toda su polla dentro, notando sus convulsiones, sus movimientos de polla, soltando su leche dentro de mí con cada latido, preñándome el culo...

Me corrí sin tocarme, junto con él. Muriéndome de gusto, con una especie de oleadas eléctricas que me subían desde el ano y el rabo.

Estuvimos así un rato hasta que comencé a sacar su polla de mi culo. El coche olía a sexo, a culo, a sudor... Me dolían las rodillas y estábamos manchados de mi semen.

Me senté de lado y me limpié mientras él hacía lo mismo con unos kleenex. Le pedí que me limpiara el ano y con un kleenes me limpió el culo, mientras yo se lo ofrecía lascivamente.

  • Qué culo tienes, cabrón -dijo dándome un azote.

-  Pues aquí lo tienes para cuando quieras... Y si no tienes prisa... -Le dije con mi mirada de zorra.

  • Ostia... ¿Tres en una noche? -me preguntó, aunque como se suele decir, con la boca pequeña.

  • Yo no tengo prisa... Eso sí, me pones a cuatro patas y me das tú, que tengo las rodillas molidas.

Buscó el tabaco y, abriendo la puerta, se encendió un cigarrillo.

  • ¿Me fumo este y me la mamas hasta que se me ponga dura? -me dijo desde fuera del coche.

  • Y si tardas en empalmarte de nuevo, mejor, así mamo más -le contesté.

  • Joder, qué puta eres, tío.

Lo soy, claro que lo soy... Puta y me muero por dar gusto.