El tanga rojo, los hermanos y Hada
Una tienda de ropa sexi, una bella transexual, dos hermanos, todos los ingredientes necesarios para una tarde de sexo incestuosa y muy morbosa.
Trabajaba en una tienda de ropa. He tenido muchos trabajos. Incluso a temporadas y cuando escasea el dinero de scort y stripper. Sobre todo para pagarme las operaciones. Me gusta el sexo tanto o más que a cualquiera. Pero aquel verano me ofrecieron sustituir a una amiga en sus vacaciones en una tienda de ropa de putón, digo para adolescentes salidas.
Aquella aburrida tarde de agosto se animó de repente cuando entraron aquellos dos dos jóvenes guapitos y muy parecidos. La primera impresión fue que eran novios ya que se trataban con mucho cariño y él tenia la cara de sufrimiento de todo chico que acompaña a su novia a comprar ropa.
Él rellenaba su vaquero con un culo duro pero no muy grande y un respetable paquete. La camiseta ajustada marcaba un torso no demasiado musculoso, mas bien delgado y fibroso, rubio ojos azules y una preciosa sonrisa en los labios sensuales y gruesos.
Ella ya venía sexi, también rubia y de ojos azules pero una larga melena enmarcaba su carita, su recta nariz y sus labios que invitaban al beso. Por debajo de ello sus pechos se marcaban duros y cónicos en un fino top sin espalda y el vientre plano que asomaba entre esa prenda y una falda cortísima vaquera de la que salían dos preciosas morenas y largas piernas. Al subir al piso de arriba buscando más prendas ambos pudimos espiar su duro y precioso culo desnudo al completo y el trozo de tela que decía llamarse tanga cubriendo su vulva. Casi me lesiono el cuello al mirar hacia arriba.
Yo en cambio morena, también con el pelo largo los labios finos y la nariz mas ancha. Mis tetas operadas encerradas en un sujetador negro de encaje y una profesional blusa blanca. De la que abrí dos botones más del escote al verlos entrar. Mis piernas trabajadas en el gimnasio con mi culo prieto y el tanga de fina lencería negro que encerraba mi polla en una falda de tubo negra de imitación de cuero bien ajustada a mis muslos.
Me dirigí a ellos con mi mejor sonrisa en mis labios con el carmín mas rojo que había podido encontrar en la perfumería de al lado.
- ¡Hola! Me llamo Hada, ¿puedo ayudaros?
Fijándome en que la mano de él descansaba en la cadera de ella justo donde la escasa falda dejaba paso a su bronceada piel. Pensé que ya venían cariñosos de la calle.
- Yo soy Marta y él Juan.
Me respondió, simpática, con una preciosa sonrisa.
Ella, Marta, como se presentó venia dispuesta a quemar la visa de Juan y además pidiendo las prendas mas sexys que podíamos encontrar.
Mi compañera tenía prisa así que le dije que cerrara la puerta cuando se marchara dejándonos encerrados a los tres dentro y sin prisas.
- No te preocupes por nada, voy a hacer una buena venta.
Busqué el mini short mas pequeño que había en la tienda, le dejaría casi la totalidad de los cachetes al aire. Cuando ambos se lo vimos puesto con la mitad de su culo respingón al aire ambos la admiramos boquiabiertos.
Me fijé en que Juan también le echaba vistazos a mi jugoso escote, así que procuré lucirlo un poco mas. En un descuido me coloqué los pechos justo a punto de asomar los pezones por encima de la blonda negra. Con los botones que llevaba sueltos ya hacía rato que podía ver el encaje de la prenda. Y estaba pensando en como deshacerme de la falda.
Charlando con él, mientras ella estaba en el probador, por fin descubrí que eran hermanos en realidad. Eso explicaba las miradas que él me echaba o como su mano se apoyaba en mi brazo cuando me acercaba. Pero no los gestos tan cariñosos cuasi lascivos con Sara o sus besos en los labios. Aunque desde luego con mi secreto escondido entre los muslos no era yo quién para juzgar a nadie.
Le saqué un top aún mas pequeño que el que llevaba antes, apenas algo mas grande que un sujetador. No terminó de cerrar la cortina. Desde mi ángulo pude ver sus perfectas tetas desnudas. Eran cónicas bronceadas, como si nunca se hubiera puesto el sujetador de un bikini por encima de ellas. Con lo que las prendas que se probaba solo podían enseñar su piel perfecta.
Les ofrecí sacar un par de camisetas de rejilla para él, trasparentes y muy pegadas. Se las puso delante de nosotras quitándose la que traía puesta en medio de los percheros. Estábamos en el piso de arriba y no se nos veía desde la calle. Así animada ella hizo lo mismo cuando se iba a poner una camiseta con la foto de un musculitos desnudo pegada que marcaba de maravilla sus erectos pezones. Era más grande y tapaba más, pero la tela era increíblemente fina y marcaba todo. Él me arrojó una igual y me dijo:
-¡pruébatela !
Sin pensármelo dos veces, dejé junto a la caja registradora mi blusa blanca y el sujetador negro. Mis tetas operadas no desmerecían las suyas y cuando me lo puse, la cogí de la cintura y nos coloqué frente al espejo para que nos pudiéramos ver a gusto. Lado a lado estábamos impresionantes. Y el que nos miraba guapísimo.
Se le escaparon unos piropos que fueron para ambas, halagos que habrían sonrojado a un camionero y que su hermana acepto con una sonrisa. Yo también evidentemente. Acercándose a él de frente y echándole los brazos al cuello le dio un morreo con lengua que en otras circunstancias me habría escandalizado. Veía sus lenguas jugando ya en la boca de uno o del otro o las dos fuera de los labios con hilos de saliva entre ellas.
Sara tendió la mano reclamándome, la tomé con la mía y me juntó a ellos tirando de mí hasta que mi lengua se unió a las de ellos. Rodearon mi cintura apretándome contra sus cuerpos. Su saliva resbalaba por mi barbilla. Y mi lengua buscaba las suyas fuera de las bocas. Echó una mano al rotundo culo de Sara amasándolo a placer. Agarrando la piel de sus nalgas por debajo del borde del short. Yo hice lo mismo y le agarré la otra nalga. Nuestras manos se rozaban sobre la suave piel de Marta.
El pantalón del hermano no me permitía tocar su piel pero si apreciar la dureza de sus glúteos. Mientras ambos intentaban subir con poco éxito mi falda, lo que se lo impedía era su estrechez y la amplitud de mi cadera. Lamiendo la orejita de la chica le dije que lo intentara con la cremallera.
En cuanto soltó el botón y bajó la cremallera la falda cayó sola al suelo descubriendo el encaje de mi tanga y la durísima polla. Ninguno de los dos se escandalizó al mirar hacia abajo y ver como asomaba por el lateral de la prenda. Más bien pusieron cara de morbo. Las dos manos que no tenían rodeando mi cintura y culo las pusieron en mi rabo, él alcanzó primero el tronco y Marta echo mano a mis huevos.
Me acariciaban con suavidad y ternura excitándome aún mas de lo que ya estaba. Acerqué mi boca a la oreja de Sara y lamiendo su oído le dije que allí sobraban pantalones si que primero fuimos a por los de él. El slip que apenas cubría una polla tan dura como la mía también cayó enseguida liberándola a nuestras caricias. Solo quedaba el de la hermanita del que se liberó sola arrastrando con el short el minúsculo tanga. Por fin pude ver el coñito depilado de mi nueva amiga.
Todos nos libramos de las camisetas y mientras me empujaban al sofá del fondo de la tienda. El sitio más cómodo, donde los novios sufridores esperaban a que sus parejas terminaran las compras. Mi tanguita quedó roto entre los dedos de Juan dejándome desnuda del todo. Sus manos nos tenían agarradas por los culos mientras nos besaba alternativamente. Nosotras sujetábamos su pene que ya empezaba a necesitar en mi culito.
Pero Marta no se iba a conformar con las cosas habituales. Sabiendo que se folla a su hermano podía haberme imaginado que la chica era una pervertida. Riendo empujó a Juan al sofá y le levantó las piernas. Yo pensaba que me estaba ofreciendo ese pétreo culito para que lo penetrase. Pero fue ella la que se agachó y se puso a comerlo. Su lengua pasaba por toda la raja, se clavaba en el ano. Sus babas resbalando por su culo, lubricándolo y empezó a follar a su hermano con un dedo y luego dos.
Yo podía agarrar el pene y los huevos y acariciarlos despacio para que no se corriera pronto. Me hizo un hueco para que yo también usara la lengua y los dedos en carnes tan prietas. En ese momento ella agarró mi rabo. Estaba claro que ella era la que más morbo se gastaba. Y apostaría que la más flexible de los tres.
Cuando quise darme cuenta me estaba haciendo una de las mejores mamadas que me han hecho, arrodillada a mis pies. No solo tenía mi rabo en su boca, con la saliva que le sobraba lubricaba mi ano. Se notaba su experiencia con ello. El dedo me entraba más de dos falanges haciéndome ver las estrellas. Mi experiencia también se notaba al no correrme con todo lo que notaba en ese momento. De vez en cuando tenía que separar la cara del culo de su hermano para gemir y suspirar.
Haciendo de mamporrera llevó mi polla al culo del chico. Pero no me dejó terminar allí. sujetando mis huevos depilados y suaves solo me dejó bombear unas pocas veces. Era estrechito. Mi rabo se sentía ajustado, apretado allí dentro. Pero no me dejó correrme. Me separó de su chico.
- Quiero ver como te folla. No te importa. ¿Verdad?
Supongo que le daba morbo ver como mi polla me golpeaba el vientre mientras Juan me tenía bien cogída de la cadera y me bombeaba el culo.
Así que me puso delante de él a cuatro patas apoyando los brazos en el sofá y sujetando esa polla entre mis nalgas. Al principio no me penetró, solo la movía por la raja poniéndome más cardíaca todavía. Suavemente se deslizó dentro de mí, lubricada con la saliva de Marta, abriendo mi ano, sujetando mi cintura con sus fuertes manos. Suave y tierno, dulce y todo un caballero. Su dureza abriéndose camino en mi interior me hizo abrir la boca en un gemido de placer.
Momento en que ella aprovechó para colocarme el dulce coñito ante la cara. A cada empujón de la polla yo clavaba la lengua entre los labios de su vulva saboreando sus jugos. Buscando el clítoris y haciéndole suspirar cono su hermano a mí. Pero ella también quería un rabo dentro y el mío estaba libre en ese momento. Todavía no se como nos recolocamos. Tenía muy claro que ella era muy flexible.
Cómo ella se abría tanto de piernas tumbada sobre el brazo del sillón. Y cómo sin sacarme la polla de Juan del culo conseguí ensartarla mientras ella me clavaba la lengua hasta la garganta. Era él quien nos movía a las dos. Su cadera me empujaba a mi y yo me clavaba en ella apretando sus pechos entre mis manos. No sé como no me corrí en ese instante con todo lo que sentía. Logré aguantar lo suficiente para que Sara tuviera su primer orgasmo pero en ese instante con ella apretando mis tetas me derramé en su interior con una de las mejores corridas de mi vida.
El hermanito aún no se había corrido en mi culo pero ella estaba ya lamiendo mi polla untada de sus jugos y mi semen. El sacó su taco de mi interior y se lo limpiamos entre las dos con unas toallitas húmedas. Él también aguantaba como un campeón. Yo quería ver el incesto. Quería verle penetrar a su hermana. Verlo en primer plano y ayudar, guiando el hermoso falo entre los labios de una vulva que un instante antes habían rodeado el mío.
Con dos de mis dedos los mantenía separados mientras con la otra mano sujetaba la polla y la iba guiando dentro de su hermana. Cuando llegó al fondo le acariciaba los huevos depilados y el clítoris de Marta. Los besaba a los dos clavándoles la lengua hasta el fondo de sus bocas, acariciando sus cuerpos incestuosos y deliciosos.
Poniendo mis tetas en boca de ella que las lamía y acariciaba besaba y mordía. Dejé que el se corriera por fin dentro de Sara. Ahora tuve que demostrar yo mi flexibilidad. Para lamer los jugos de ambos, arrodillada entre sus muslos. Mientras el rabo se iba quedando flojo despacio aún dentro de su hermana. Volvimos a compartir los sabores y las salivas en un nuevo beso, las lenguas juguetonas y sus manos recorriendo mi cuerpo, mis tetas y mi culo.
Mas relajados sentados en el sofá pero sin dejar de acariciarnos me contaron mas detalles de su relación. De como habían empezado a follar y como lo hacían sin celos con quien se cruzaban. Él se arrodilló entre mis muslos para comerme mi polla. Ver como ese chico tan guapo me hacía una mamada tan buena mientras su hermana me lamia las tetas fue algo maravilloso. Mientras ella me acariciaba y yo les contaba detalles de mi vida, de como empecé a hormonarme y me operé los pechos y de como follaba con quien me cruzaba sin prejuicios.
Es evidente que la venta fue espectacular. Se llevaron todo lo que nos habíamos probado y algunas cosas más. Ellos volvieron más veces a la tienda mientras yo estuve de suplente. siempre por las piernas más sexis y lujuriosas. Pero no hemos dejado de vernos de vez en cuando para renovar todo lo que hicimos.