El tanga por sorpresa

Como una prenda caida de un tendedero puede dar lugar a placer

Ya estábamos más allá de mediados de mayo. buen tiempo, piscinas abiertas y los colegios aún funcionando. La mayoría de los días al volver de dejar a mis hijos en el colegio podía quedarme a trabajar desde casa. Esa mañana no había sido diferente, ni lo fue hasta que decidí instalarme a trabajar con mi ordenador en la cocina y prepararme un segundo café. En lo que esperaba que el café estuviese listo fui a mirar por la ventana, siempre me ha gustado espiar lo que hacen mis vecinas, pero esa es otra historia, y lo vi, en el alfeizar, un tanga literalmente caído del cielo.

Antes de recogerlo decidí ir a otra de las habitaciones de la casa desde la que puedo ver los tendederos de los pisos superiores sin tener que asomarme, si veía a alguna vecina tendiendo la ropa, sería algo morboso subir en ese momento a devolvérselo. Una vez examiné los tendederos, vi que el tanga solo podía haber caído desde el 5º piso, tres por encima de mi casa, pero no se veía actividad, así que el tanga podía llevar en el alfeizar varias horas.

Aún decidí esperar un poco y mientras me preparaba para trabajar y tomaba el café pensé en mi siguiente paso. Estaba decidido, esperaría un par de horas antes de cogerlo y mientras tanto miraría a ver si la vecina recogía el resto de la ropa tendida. Pasadas esas dos horas sin novedad, abrí la ventana de la cocina y recogí el tanga, efectivamente estaba seco, así que debía haber sido tendido, al menos, la noche anterior.

En ese momento hice algo que cambió el rumbo de la historia, tenía pensado meter el tanga en una bolsita y subirlo a la puerta de los vecinos, que remedio, si no daba señales de vida nadie para recoger la ropa o incluso llamando al timbre. Pero al olerlo, pude percibir claramente, por debajo del olor a suavizante y jabón, el olor a sexo de mujer impregnado en aquella prenda. La erección fue instantánea, brutal, la excitación iba a la par, estaba alteradísimo.

Me senté, aspiré de nuevo y solo pude corroborar lo que había percibido la primera vez, el olor a coño estaba fuertemente impregnado en el tanga. Lo miré detenidamente, no era un tanga de altísima calidad, llevaba solo un poco de encaje en la cinturilla y solo por la parte delantera, el resto era de estampado en colores basados en el burdeos. De algodón y fibra, nada especial. Observándolo más detenidamente aún, pude ver dos detalles, ambos me excitaron más y ayudaron a dar forma a mi plan. El tanga tenía el típico hueco formado por la tela exterior y una tela interior en la zona de la vagina, me encantan esos tangas, llevan un triángulo de tela, normalmente más aterciopelada, en la zona donde reposa la vagina y va desde donde comienza la tira que se mete entre las nalgas hasta donde suele estar el clítoris. La verdad es que nunca he comprendido la utilidad real, no de la tela que como he dicho es más suave, de ese hueco que se forma.

Estaba ya oliéndolo de nuevo y sobándome el miembro por encima del pantalón cuando miré de nuevo la prenda, la zona donde se une la vagina y el ano estaba desgastada, el pico de ese triángulo que he descrito, tenía las costuras desgastadas, otra cosa que hizo volar mi imaginación y mis preguntas. ¿Por qué ahí? ¿Sería que el roce con el sexo húmedo había desgastado la tela más que en otras zonas? Observé otras partes. Estaba claro que el tanga no era nuevo, se había usado bastante, pero ¿Por qué el resto de costuras y zonas no estaban así de desgastadas? Estaba ya convencido, la dueña tenía que mojar mucho el tanga, este se arrugaría con esa humedad y se le metería dentro, ahí dentro y mojado el desgaste podía ser mayor.

Lo acerqué bien a la nariz por esa zona, “mmmmmm, joder, que fuerte huele aquí” no lo pensé, lo dije y con cada aspiración mi rabo palpitaba. Sin alejarlo de mi nariz y estando en la cocina sentado, abrí mi pantalón y saqué mi miembro completamente erecto. Lo acaricié lentamente, mi dedo índice se mojó de líquido pre-seminal, estaba caliente como si me la estuviesen mamando allí mismo, en la cocina. Estaba claro que me iba a pajear, pero no debía hacerlo allí, en la cocina, alguien podría verme. Sí, me pone que me vean, pero me gusta tener el control de la situación y no ser sorprendido, me gusta que haya habido “juego”, miradas, etc.

Me levanté y me fui para el baño con el tanga en la mano y el rabo chorreando. Al llegar al baño, me quité la ropa y completamente desnudo comencé a pajearme frente al espejo, junto al lavamanos y oliendo ese tanga impregnado del olor a coño excitado de mi vecina. No me había parado a pensar en ella. Una mujer no excesivamente atractiva, de unos 50 años, pecho escaso y caderas anchas. Lo mejor que tenía era el trasero, algo grande pero no caído. Lo peor, era altiva y distante, nunca había ido más allá de un “hola” en dos años de vernos en el portal, ascensor, la piscina, el garaje. Y no es que yo no hubiese intentado dar conversación, siempre lo hago, cualquier mujer es un posible objetivo sexual para mí. En este caso, además casada, un aliciente más y un “seguro” en caso de hacernos amantes.

Relacionar ese olor tan penetrante y excitante con su imagen en bikini me hizo acelerar el ritmo de mi masturbación. Notaba mis huevos preparar la descarga, mi zona perianal palpitaba, de haberla tenido allí la estaría follando a 4 patas con ese tanga puesto y apartado de su coño, a cuatro patas y viendo como mi rabo entraba y salía del aromático y empapado sexo. Entonces algo se me pasó por la cabeza, no la tenía allí para poder lefarle la cara al eyacular, pero podía lefar algo de ella, si, deseaba correrme como una fuente sobre su tanga. Lo iba a poner sobre el mármol del lavamanos cuando vi de nuevo el hueco entre las telas. ¿Y si…? Sí, claro, ¿Por qué no?, le iba a llenar ese hueco con mi leche, aunque seguramente lo iba a llenar por todos lados, notaba los testículos llenos y mi glande estaba rojo y tras esos minutos deseaba eyacular.

Intentando poner el hueco de manera que mis lanzamientos de lefa cayesen en él, me di cuenta que podía meter el glande por el hueco y terminarme la paja. Así lo hice, entró fácil, pero según avanzaba en aquel hueco de tela, el espacio disminuía, y cuanto más lo “penetraba”, mas oprimía mi glande y parte del tronco aquella tela, lo metí hasta que la punta daba en la zona desgastada, aquel roce y la ligera presión de la tela junto con el morbo de tener el tanga de una mujer envolviendo mi miembro hizo que llegase más rápida e intensamente que lo habitual. Sentí un gran espasmo, imaginé el chorro saliendo y cubriendo parcialmente su cara, otro espasmo, mas lefa en esa cara altiva ya no distante en mi imaginación, allí arrodillada a centímetros de mi rabo que la bañaba. El tercero llegó, aún intenso, aunque menos potente, mi mano no paraba de moverse, cuarto, mas lefa llenando aquella cara y ya cayendo sobre sus pechos. No hay quinto malo, dicen… y debe ser cierto, este espasmo recorrió mi polla hasta su base, pasó los huevos y llegó a mi zona perianal, “hummmmmm” no pude evitar gemir y gruñir. Detuve mi mano, aunque notaba mi semen salir, sin fuerza, pero sin parar de brotar.

Me relajé un momento, miré hacia abajo y vi mi miembro ya a media asta envuelto en el tanga, bajé un poco más la vista y pude ver que parte de mi corrida estaba en el suelo… “¿Cómo?” me pregunté. Fijé la vista en el tanga, joder, por las rozaduras del tanga, esas que tanto me habían llamado la atención, mi jugo escapaba. Saqué mi miembro, ya lánguido, del interior del tanga y aproveché para limpiarme los restos de mi glande con la tela del tanga correspondiente al vello púbico.

Lo miré detenidamente, estaba lleno, la tela absorbía, pero no lo suficiente, en el hueco aún se veía una buena cantidad de mi leche, por eso goteaba, debía ser mi mejor corrida en años, me había vaciado, pero bien. Lo dejé sobre el mármol, de cualquier manera, sin preocuparme de cómo quedaba, total me iba a tocar lavarlo entero y limpiar bien el baño. Decidí darme una ducha, había sudado y prefería volver a estar limpio.

Al salir de la ducha pensé en lavar el tanga y dejarlo secar, o quizá incluso tirarlo a la basura y olvidarme. Otra opción sería lanzarlo al fondo del patio interior donde están los tendederos, pero eso también sería después de lavarlo. Algo me impedía hacerlo, quería que ella supiese que su ropa interior había sido usada y disfrutada. Naturalmente se me ocurrían cien mil razones para no hacer nada así, empezando porque estaba seguro que ella tenía que haber visto donde había ido a parar el tanga cuando fuese que se le cayesen.

Ese pensamiento me tenía absorbido, joder, y si... ¿Lo dejaba secarse, lo metía en una bolsa y lo ponía en el pomo de la puerta de la vecina? ¿Era una locura? Joder, arriesgaba muchísimo si hacía eso, pero, por otro lado, me resultaba tan morboso que notaba mi polla volver a endurecerse. Volví a mirar aquel tanga, rebosando de mí, imaginé a la altiva vecina poniéndoselo, frotando su sexo contra la zona encharcada, sus dedos presionaban la tela desde fuera, se humedecían, se mojaban, como debía notar sus labios externos mojándose de la lefa de un hombre que no era el suyo… Joder, estaba duro y empalmado de nuevo.

Espero los comentarios y opiniones… ¿Debo contar lo que finalmente hice con el tanga?...

Saludos.