El tamaño no es todo
Me encontré a mi primera novia. Dentro del coche revivimos viejos tiempos...
¿El tamaño importa?
¿Sabes? Mi ex tenía una súper - súper fantasía erótica: saber qué se sentía con una polla enorme.
Era algo más que curiosidad, sentía debilidad por las pollas enormes. Al ver las películas porno se quedaba embobada y se ponía súper caliente. En la playa miraba incluso descaradamente a los que la tenían grande. Era una obsesa de los “paquetones”.
Mi polla es normalita, de la media hacia abajo (12-13 cm de larga) y la de su marido, según me dijo tiempo después, cuando ya habíamos roto, era muy pequeña. ¿Qué porqué lo sé? Pues porque me lo dijo ella.
- “Pues… casi como la mitad de la tuya” me dijo un día. Imagínate el “semental” por el que me dejó.
Bueno a lo que vamos. Hacía tiempo que no nos veíamos y de esas casualidades que nos son tan casualidades, nos encontramos.
El caso es que quedamos a tomar unas cañitas y acabamos de copas. Y bebiendo, bebiendo, o con la excusa de haber bebido, se soltó de la lengua. Me volvió a contar lo del tamaño, que fue su gran decepción… Solo en eso, que en lo demás, estaba muy contenta con él. No era la perfecta casada, pero casi.
Me dijo que tenía unos huevos enormes, gordos, redondos… Se la caía la baba al describirlos. También me dijo que la primera vez que se fijó en el paquete, pues claro aquello prometía. Luego pues… los besos, las caricias… y bueno que lo del tamaño no importa tanto. Osea que primero se fijó en el paquete, luego ya, cuando vio que la polla daba de si lo que daba, pues que si besos que si caricias… Es lo que ella dijo, que te quede bien claro, luego lo de creerla o no es cosa tuya.
Empezó a decirme que el primer día… y paró en seco. -. “Me da vergüenza”, me dijo. Creo que mentía, pero bueno.
-. ¿Después de follar como conejos y de hacer mil locuras ahora te va a dar vergüenza hablar de eso?, respondí.
Sonrió y algo colorada retomó la historia.
A lo que vamos, el caso, es que cuando follaban, a ella la ponía como loca el que se pudiera salir. Me lo contaba riendo, con la cabeza mirando hacia abajo, avergonzada por contarme cosas tan “intimas” … Me contaba que, al principio de follar con él, las primeras veces, se la salía siempre, y que apretaba los muslos y los músculos de la vagina tratando de retenerla, que con las piernas le rodeaba y le apretaba las nalgas. Luego le clavaba las uñas en el culo para que empujara más. Él empujaba todo lo que podía y se rozaban más las pelvis. Eso la hacía disfrutar de lo lindo.
Y como por la boca muere el pez... Pues de esta forma tan tonta me enteré que me había estado poniendo los cuernos con él antes de separarnos. Vamos que la muy puta follaba con los dos al tiempo. Ya sabes que trabajaban los dos en la misma fábrica y en el turno de noche debieron pasar muchas cosas... Y mientas en la cadena fabricaban las piezas, en las oficinas y en los almacenes, sobre todo en los almacenes, fabricaban mis cuernos.
Eso sí, tengo que reconocer que lo de rodearme con las piernas, agarrarme el culo y hacer que la empujara más o clavarme las uñas en las nalgas hasta hacerme arañazos o incluso clavarlas tanto que me hacía sangrar, a mí también me gustaba.
Me daba la sensación de que la iba a sacar la polla por la boca de profundas que eran las embestidas. Y mira tú por donde.... Esa nueva técnica se la había enseñado el que se la estaba follando... El hijo de puta con el que me estaba poniendo los cuernos.
Luego ya, lo del tamaño, importante o no, según ella, tenía sus ventajas.
-. “Mira, cuando lo hacemos por detrás… pues… no me duele”, dijo tan feliz. “O cuando quiere hacerlo con la boca, pues me la puedo tragar entera. Sí, no pongas esa cara, metérmela toda en la boca sin que me den arcadas. A él le gusta mucho”.
-. “Vamos que te tiene bien servida”, la dije medio riendo …
Ella también se rio.
-. “No es tan guarrillo como tú, que solo pensabas en eso” ….
-. “Ya, pero con la mini te tiene” …
-. “Es distinto, cortó en seco mirando al suelo con gesto de seriedad. Además, el tamaño no es todo. Los tíos siempre estáis igual, que si la tengo grande que si la tengo pequeña… Solo pensáis en vuestras pollas y os creéis que nosotras solo miramos eso. A nosotras nos gustan también otras cosas… los besos, las caricias, el momento, el lugar… los juegos” …
No debía seguir por ese camino y lo entendí rápido. O cambiaba de tema o...
-. “Vamos no te enfades… No me meto con el “mini pito” … solo era una broma… Además… ya sabes que te quiero mucho y que con que seas feliz…. Bueno y que me preocupa… (logré volver a captar la atención otra vez) ¡¡¡¡ Que te vas a quedar sin probar un buen salchichón ibérico”!!!! Le dije. Volvió a sonreír… Casi hasta se rio.
-. “No te creas, me dijo con una mirada súper picarona, cualquier día me escapo a un sarao de boy’s y me doy un capricho” … Los dos nos reímos.
-. “Serías capaz”. Y risas y más risas, y más risas. Y miradas cómplices, y otra copa…
-. ¿Sabes? El día de mi despedida de soltera nos fuimos a una sala de estas… Vosotros os vais de putas todos los amigotes y nosotras a estas fiestas… Buenos pues entre la borrachera que llevábamos y el espectáculo… Me sacaron a mi… claro era la novia. La tuve al alcance de la mano… me la rozaron, hasta me sacaron alguna foto sujetándosela… con la palma de la mano. Pues… Bueno qué más da, total más burradas de la que te estoy contando… Bueno pues que una vez fui al baño y me encontré con uno de los que habían estado bailando conmigo en el escenario. Bla, bla, bla… que cuando quise darme cuenta me tenía pegada contra la pared en un rincón metiéndome un morreo de tres pares de narices y sobándome las tetas a dos manos. Miré hacia abajo y se lo ví. ¡Madre mía qué aparato! Me hizo cogérsela con la mano y empezar a meneársela. ¡y seguía creciendo!. Me tenía contra las cuerdas. ¿Quieres chupármela o prefieres que te folle? Me salta el tío tal cual. Si en ese momento no aparece un camarero por el pasillo… No sé lo que hubiera pasado… Créeme que un segundo más tarde y me veo no sé dónde con las bragas en los tobillos… “
-. ¿en serio? ¿te hubieras dejado?...
-. Te lo juro… Llegué a la mesa como una moto… ¡y mojada hasta los calcetines!...
De nuevo risas y no sé por qué, pero in comerlo ni beberlo, la tenía cerca, muy cerca de mi. Y sin darme cuenta sentí su mano. Una suave y súper tierna caricia en mi cabeza. Cálida. Cariñosa. Muy cariñosa. “¿Sabes?, me dijo, siempre me gustó tu pelo. Tan suave. Tan fino” …
Sonreí.
La verdad, fue divertido hablar de ello, aunque me jodiese un poco. Me había dejado y se había casado con otro, me había puesto los cuernos bien puestos, y ya estaba superado. Pero no dejaba de ser mi novia, siempre lo sería.
Faltaba un buen rato para que saliera el tren. “Te llevo. Así estrenas el coche” Me había comprado un Mercedes, su coche favorito.
-. “¡¡¡Guauuuu menudo cochazo es enorme!!!” … exclamó al verle.
-.” ¿ves como sí importa el tamaño? “
-.” Sigues igual de tonto que siempre”, me dijo dándome un “piquito” en la boca. La verdad, no lo esperaba y me quedé paralizado. Todo un escalofrío recorrió mi cuerpo. Un simple besito me hizo temblar de arriba abajo.
Pese a las copas, cogí y el coche y la acerqué a la estación.
Aparqué en el parquin subterráneo. Un suave besito. Como de despedida, un piquito, otro, otro… un pequeño morreo. Un sí pero no, un no, pero si… y mi mano en su pecho. Me la quitó riendo, pero sin fuerza…
-. “Que pulpo eres… No cambiarás en tu vida… sigues igual de cochinón” …
Y volvimos a jugar como cuando éramos novios. Y otra vez a la carga…
-. “Eh… que soy una mujer casada… no respetas nada” … pero esta vez no quitó la mano y permitió que siguiera tocando sus tetas por encima de la ropa.
-. “Y tú qué, la dije cuando su mano se posó en mi entrepierna… yo también estoy casado” …
-. “Eres un cabrón” …
-. “Y tu una puta” …
Un buen morreo. Y mi mano volvió a sus pechos. Pero ya no fueron simples caricias. Fue un intenso sobeteo a sus enormes tetas. Y seguimos y seguimos y seguimos….
Botones fuera… la mano entre sus pechos, como a ella la gustaba. Primero por encima del sujetador, después levantándolo y sacándola las tetas. Luego soltando el corchete para dejar que mi lengua las lamiera enteras, que mis dientes jugaran con los pezones… Ese era el ritual que la ponía a mil. Siempre era igual. Nos conocíamos de sobra. Los dos sabíamos perfectamente dónde y sobre todo cómo tocar.
Mi mano notó la humedad de su sexo. Aquello estaba… Y lo que iba a suceder ya era imparable. La blusa completamente abierta. De par en par. Las tetas asomando bajo el sujetador. La falda un poco remangada. Aparté las braguitas. Abierta de piernas en su asiento se dejaba masturbar. Tenía pinta de guarra, pero estaba preciosa.
Ella sola reclinó un poco el asiento y entendí lo que quería. -.” En mitad del parquin, no” … Arranqué y busqué un rincón apartado y oscuro. Allí, medio en penumbra, paré el motor. Duró poco vestida. Fuera todo menos las bragas. Tampoco yo estuve mucho tiempo vestido.
Una mirada picara. Volvió a colocar el asiento en vertical, y saltó a los asientos de atrás. Y yo detrás de ella.
-. “Hola bonita, dijo cogiendo mi polla. ¿Me echabas de menos?” Un besito, una caricia y su boca comenzó a comerme la polla, a lamerla con verdadera ansia, como si quien la hubiera echado de menos hubiera sido ella… De vez en cuando, sujetándola por la base, lamía mis huevos. Su lengua les recorría enteros. Más de una vez se acercó a mi ojete y lo rozó. Sé que es una marranada, pero no pude evitar pensarlo: el “poca polla” este la tenía bien enseñada. Pero que muy bien enseñada. Menuda mamada me estaba haciendo. Como una profesional.
Cuando ya no pude más, la tumbé. Ahora me tocaba a mí. Como cuando éramos novios, la tumbé en el asiento de atrás del coche. La acaricié de arriba a abajo. La besé. La aparté las bragas a un lado. Me recreé mirando su coñito.
Sujeté sus manos y se las puse por encima de su cabeza. Se las até con el cinto de seguridad. Bueno, rodeé las muñecas, podía soltarse las manos cuando la diera la gana. Separé los muslos. Allí tenía su coño. Asomando por el lateral de las braguitas. No sé por qué, pero el que la follara con las bragas puestas era una de sus “guarradas” preferidas.
Su coño estaba esperándome ansioso… Excitado. Húmedo. Muy receptivo a mis caricias. Acerqué lentamente la boca. La lengua… agarré las braguitas con los dientes y tiré. Ese juego la volvía loca… Que la arrancara las bragas a mordiscos… La ponía a mil… Un mordisco, una lamida… Dientes, lengua… Un tirón, un ruido de tela al rasgar… Así estuve jugando con su sexo, lamiéndola el coño hasta conseguir que se corriera.
Luego sin previo aviso, se la clavé, la poseí. Y volvió a clavarme las uñas en las nalgas cuando la penetré. Pero esta vez, no la dejé seguir. La iba a follar. Y lo iba a hacer a mi modo, escogiendo yo cómo metérsela.
Tal y como estaba, metí las manos bajo sus rodillas y se las levanté como si estuviera en la silla de un ginecólogo. A pesar de la poca luz, la visión de su coño abierto, era espectacular. Sonreía. Acerqué despacio mi polla. La dejé a la entrada. Sonreía. ¿una brusca penetración? Dudé.
Opté por todo lo contrario. Apoyé el capullo a la entrada de su vagina y despacio, haciéndola sentir cada milímetro la fue penetrando. Lento, seguro de mí mismo, sin dejar de mirar las expresiones de su cara. Quería que notara cómo la iba entrando cómo la iba haciendo mía. Y cómo, según entraba la hacía jadear de puro deseo.
Y hacia atrás… y de nuevo hacia adelante… Cerró los ojos y se dejó llevar, se abandonó completamente. Su pelvis se frotaba con la mía, sus caderas se movían tratando de buscar mi polla. Eso hacía que mis penetraciones fueran más profundas. Su coño se movía a mi compás, sus músculos vaginales trataban de apretar, de retener mi polla, de exprimirla. ¿Así follaba con mini polla? Joder… No estaba nada mal…
Fui acelerando el ritmo. Un empujón a lo bestia la hizo gemir, casi gritar y empecé a hacerlo fuerte, potente. La follé. Gemía. Temblaba… estaba disfrutando… me encantaba ver cómo sus tetas se movían, cómo bailaban… Era delicioso ver cómo llenaba el pecho de aire…
Y de repente abrió los ojos… -. “levántame un poco… por favor… gemía suplicante… déjame ver cómo me follas” …
Un prolongado gemido… y un “Cómeme las tetas” … “Así… así… Fuerte, pero con cuidado… No me las dejes llenas de chupetones” …
Un buen morreo, una profunda penetración y de su boca salió un lujurioso “cabrón… me voy a volver a correr” …
-. “No puedo creer lo que estamos haciendo… me estás matando” …
Y cuando estaba otra vez a punto… vino la rendición total: “Hazme lo que quieras… pero no pares… no pares… soy tuya… Fóllame, no dejes de metérmela” … Estaba completamente descontrolada, todo su cuerpo temblaba… tenía como espasmos.
Aquello era una delicia… volvía a follarme a mi chica. A mi novia. Mi polla volvía a ser la dueña y señora de su coño… y para colmo… le estaba devolviendo los cuernos a ese hijo de puta… Al cabrón que me quitó a mi novia… a la chica que más quería… ¿me la quitó? ¿A la que más quería? Si todo hubiera ido bien… nunca me la hubiera quitado… si todo hubiera estado bien, nunca habríamos discutido ni… Pero qué más daba, ahora lo importante era que me la estaba volviendo a cepillar y lo hacía en mi coche… y por si fuera poco… ¡hay que ver cómo follaba ahora la muy puta! Insisto, este “poca polla” la tenía muy, pero que muy bien domesticada… o no se la follaba y esta puta tenía hambre atrasada… No… No creo que fuera eso. Con este cuerpazo, seguro que se la calzaba un día sí y otro también.
Amor, romanticismo, hermosos recuerdos se mezclaban con mis ganas de sexo, con una lujuria desenfrenada, con la necesidad de perforarla, de adueñarme otra vez de su cuerpo. Y por qué no decirlo. En cierto modo de follármela para vengarme de ese cabrón que me la había quitado. Sí, para follármela sabiendo que estaba casada con él… para usar su cuerpo sin importarme que tuviera pareja … como él se la folló estando conmigo… Era algo más que un simple ”devolverle” los cuernos… era emputecerla. Y si algún día, ella se lo contaba, que sintiera lo mismo que tuve que sentir yo.
No la hice el amor, la follé a lo bestia, metiendo mi polla todo lo adentro que pude. Cuando mi polla empezó a dar botecitos, me dio igual que dijera que no, que adentro no… Empujé más fuerte aun, para que mi corrida la regara lo más profundo de su coño. -.” Me vas a preñar cabrón”, gritaba mientras se corría y yo vaciaba mis huevos en su interior.
Terminamos como cuando éramos jóvenes. Abrazados, agotados, extenuados, con los cristales llenos de vaho.
Risas… Besos… Sujetó mi cara entre sus manos… Mirándome a los ojos me besó y lo dijo: “me lo he pasado muy bien” …
-. “Ya lo sé… Menudos chillidos has dado” … Me callé lo de antes no gritabas, so guarra.
Risas y más besos. Y su confesión… “No me importa que nos hayan oído… ni que me hayan visto… ni que piensen que soy una zorra a la que te estás follando en este cochazo… me da igual…”
“A mí tampoco” …. Respondí.
Y más risas y más besos, y más caricias, y de nuevo sintiendo su piel… Como cuando éramos… lo pensé, pero no lo dije, no quise ni pronunciarlo. Por nada del mundo hubiera querido romper ese instante.
-. “Cualquiera que nos vea… Somos unos inconscientes… Los dos casados” … tengo que reconocer que siempre había sido más sensata que yo. Pero también más débil de voluntad.
La tenía a mi lado. Descansando la cabeza sobre mi brazo. Mi polla rozaba desinflada su muslo. Notaba su calor. La acariciaba y ella mimosa se dejaba hacer. Una mano recorría toda la espalda y agarraba sus nalgas. La otra jugaba con sus tetas.
Un largo y prolongado beso. Los dos sabíamos que a lo mejor era nuestra última vez… No. A lo mejor no. Esta era nuestra última vez. Tenía que ser nuestra última vez. No podía ser de otra forma. No vuelvas adonde fuiste feliz… No se puede dar marcha atrás en el tiempo. Mil sabios consejos que nosotros no estábamos haciendo caso.
Colocó su muslo por encima de los míos. Mi polla estaba reviviendo. Nos juntamos aún más. Me latía el corazón a mil por hora.
-. “¿Y si pierdes el tren?” ...
Un silencio.
-. “Sale uno cada hora” … dijo estirándose en el asiento y haciendo bailar sugerentemente los pechos...
Tenía los pezones de punta. Recogidos sobre sus aureolas. Y mi boca volvió a apoderarse de ellos. Sujetos entre mis dientes la lengua les hacía mil caricias. Y yo notaba como su respiración era más y más intensa, más profunda. Me dio la sensación que ahora ya la daba igual que los lamiera, que los mordiera que se los dejara llenos de marcas.
Dócil, se dejó girar. Su rodilla en el suelo. Sus dos entradas accesibles. Mis manos amasando sus nalgas. Mis dedos entrando y saliendo de su húmeda vagina, chapoteando en su coño.
Sus gemidos, sus temblores… Levantaba las caderas, me lo ofrecía todo. Se dejaba manipular, colocar casi a cuatro patas apoyándose sobre los codos. Era mía.
La visión desde atrás era espectacular. Su culito preparado, su coño asomando por debajo, abierto y con los labios hinchados… y de vez en cuando, sus dos agujeros a la vista. Listos, preparados para ser usados cuando y como yo quisiera.
Su hablar jadeante, entrecortado me lo decía todo… “No sé qué me pasa… qué me has dado en la bebida” … “Será el olor de la tapicería del Mercedes”, la decía yo bromeando… De sobra sabíamos los dos lo que nos pasaba… De sobra sabíamos que eran las ganas, la necesidad de follar como locos, el deseo… la lujuria…
Desde atrás, acerqué mi polla. No la penetré. La embadurné con sus jugos. Dejé que se paseara por los labios, por sus nalgas, por sus mulos. Quería que volviera a sentirla.
-. “Vamos… susurraba… No puedo volver así a casa” …
Mi mano no paraba de masturbarla. Mi polla cada vez estaba más cerca de su ojete. De vez en cuando lo rozaba. La dejaba un segundo allí y la hacía bajar para hacerla cosquillas a la entrada de la vagina y de paso, lubrificarla. De vez en cuando se la metía bruscamente. Hasta el fondo. Luego muy despacio se la sacaba. Y reiniciaba el juego.
Casi no podía hablar. Su respiración era agitada. Jadeante. Gemía. Jadeaba… Era como si estuviera en un constante orgasmo. Un azote. Un ¡ay! Otro azote en la otra nalga y otro ¡ay! Y sorprendentemente un ¡sigue! Tajante. Seco. Otro azote. ¡Sigue! Ahora más que una petición parecía una orden.
-. ¡¡Más fuerte!!
Aquello era la locura. Calor. Sudor. Jadeos, sonoros azotes, gemidos…
-. “¡¡¡Dios mío!!! No sé ni cuantos llevo ya… Jamás había hecho algo así… ¡Vas a pensar que estoy loca!... O que me he vuelto una…. Si… Me siento una guarra… una puta….Si… soy una puta… Pero me da igual… me da igual… Soy tu puta… No pares… Sigue tocándome… No pares de pegarme…. Si… Me gusta… Sigue… Ufff… Así… Cógeme las tetas… Estrújamelas… Ordéñalas… Ufff…. Me las vas a arrancar…. Sigue… Joder… ¡Cómo me gusta!... ¡Esto es una puta locura!... Uffff… Mi coño joder… no te olvides de mí coño… Joder… Cabrón… Me matas… Me matas” …
La verdad es que jamás la había visto así. Jamás la había oído decir esas palabrotas. Estaba completamente desbocada. Y no era por el alcohol. No habíamos bebido tanto, y de eso hasta…. Miré de reojo el reloj. No… No sé lo que era, pero desde luego no era por el alcohol…
-. “Cabrón… Me estás echando el mejor polvo de mi vida… Hijo de puta… Haz conmigo lo que te dé la gana, pero no se te ocurra parar” …
Aquella no era mi novia. Era una máquina que no paraba de correrse. Por fin la “solté” las manos y dejé que se colocara a su gusto. Como loca fue directa a acariciarse los pechos y con la otra mano se la colocó en las nalgas abriéndoselas. Me lo estaba ofreciendo. Más descarada imposible.
-. “Vas a darme por el culo… ¿verdad?… Si… Vamos… ¿A que estás deseando abrirme el ojete? ¿A que sí?… Venga cabronazo… que te conozco de sobra… Hazlo… Méteme el rabo… Jódeme como quieras… No sé lo que me pasa… pero lo necesito… Vamos… Quiero sentir cómo me abres al medio… Vamos… Hazme gritar… Vamos… Párteme el culo… Vamos… No te cortes… Reviéntamelo… Joder… Ya no sé ni lo que digo… pero hazlo de una puta vez” …
Yo hubiera acabado aquí el cuento, pero hay quien exige un final.
Años después la vi salir del juzgado. Ella a mí no. Siempre la veía. Nunca dejé de hacerlo. A escondidas claro. Era mi novia. Siempre lo fue y lo seguiría siendo. Hasta la muerte. Sabía que se había divorciado. Yo le di el dinero a su hermano para que buscase un buen abogado. Tenía tres hijos. Bueno, una hija, Mercedes, y dos niños. Mercedes tenía el pelo color castaño como ella. Lo tenía largo, muy largo, y según decía su tío, fino, muy fino. Los niños, fíjate, eran morenos, tenían el pelo negro, casi de punta. “Pelo cepillo” se dice por esta zona. Su hermano, me decía bromeando que Merceditas, Mercedes como el coche, era hija del butanero y me miraba a mí. Siempre le reía la gracia, aunque yo venda seguros.
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