El sutil y delicado aroma del castigo.
Tribulaciones de un sumiso spankee acerca de su dominante esposa con relación a la disciplina matrimonial.
Estoy en el rincón de la alcoba, desnudo de cintura para abajo, y empiezo a sentir frío, frío en todo el cuerpo menos en el culo, el culo lo tengo hirviendo, y todavía le queda un buen rato así.
Mientras estoy así reflexiono un poco, y solo rememorar la tunda que acabas de darme hace que me excite, y pienso, seré vicioso...
Verte en zapatillas ya me pone cardíaco y si estás en plan Dominante spanker ya me salgo de los aparejos, cada vez que recuerdo alguno de tus gestos, tus frases, tus amenazas, tus movimientos, tus miradas me excito un poco más, y claro al final acabo con la tranca que toca la pared, tanto me gusta, que empiezo a acariciarme, eso sí con cuidado por si vienes, me pillas y me das otro repaso.
Pero eso que me da miedo, por un lado, me excita por el otro, el caso es que te oigo llegar por el pasillo, el inconfundible sonido de tus zapatillas cuando las llevas en chancla o cuando son abiertas por detrás, haces el sonido de una ametrallodora lap lap lap lap lap lap.
Buf , es un sonido que me vuelve loco, pero loco de remate, mi excitación sigue en aumento, y claro cuando llegues me vas a dar lo mío.
Pero ese día en vez de llegar como un torbellino como haces casi siempre, llegas calmada, eso me excita y asusta a la vez, me miras y disfrutas de las vistas, yo no me atrevo a mirarte a la cara, y tampoco digo nada.
Entonces te sientas en la cama, con tu pierna derecha cruzada por encima de la izquierda, chancleteas con la zapatilla, jugueteas con ella, y me miras divertida.
-Ven aquí anda.
Me acerco con mi enhiesta espada por delante, y sigo sin atreverme a mirarte a la cara.
Me miras y sin dejar de hacerlo me acaricias mis huevos con tu zapatilla granate, esa que tanto dolor y placer me ha dado, me los restriegas de arriba abajo, y después me la pasas por mi aparato, por un lado, por otro, ese roce de la felpa, hace que esté en el mismísimo Paraiso, me tienes entregado, comiendo en tu mano, sabes que en ese momento puedes hacer lo que quieras que conmigo.
-¿Que voy a hacer contigo?
Ese tono mitad severo, mitad maternal me sigue volviendo loco.
-¿Matarte a palos? ¿Es eso lo que quieres que haga contigo?
-No cariño mío.
-¿Romperte la zapatilla en el culo?
-No amor mío.
-¿Entonces cuando vas a aprender a obedecerme?¿Es que todavía sabes que a mí hay que obedecerme?¿Lo sabes o no lo sabes?
-Si, si lo sé.
-Lo sabes ¿verdad? Pues dámela.
Entonces estiras aún más tu pierna derecha y me empujas levemente con tu zapatilla, la cojo, me dices que la bese, y que te la dé, te hago caso, beso el empeine, me encanta sentir la suave felpa en mi cara, beso la suela, y huelo el interior de la zapatilla, que huele a ti, a tu pie, es el olor del castigo… y me encanta. Entonces cuando ya la tienes en tu mano, me miras, y tocándote tu regazo con la punta de la zapatilla, me dices:
-Ponte aquí anda, que tú no entiendes otro idioma...