El sustituto

Fue justamente un fin de semana unos dos meses tras la separación, cuando me di cuenta que la solución a tanta calentura acumulada, estaba en casa… y no era la primera vez que esto ocurría en mi vida.

Cuando unamujerestá caliente, es capaz de cualquier cosa con tal de sentir placer y correrse de gusto… si no tienen la polla dura de un hombre a mano, utilizan otras herramientas…consoladores, frutas o verduras, además de dildos, las más recatadas solo utilizan sus dedos con los que se masturban, pero todas necesitamos desahogarnos en esos momentos en el que nos llega el quemazón de coño, esto sería lo más normal y general, pero otras nos atrevemos con cosas más fuertes… ¡Preferimos tener sexo con grandes sementales! Cuando veas a una chica o mujer madura pasear a su gran perro, piensa que hay muchas posibilidades que sean amantes.., porque hay hembras como yo, a las que no nos importa lo más mínimo excitar a nuestra mascota de raza grande cuando tenemos ganas de follar, sé que es algo que la gente no entendería y me tildarían de loca depravada, pero me da igual porque con la polla de ese animal gozo como no lo ha hecho jamás con mi esposo, así que sin problemas lo llamo para que acuda a mi lado, le prendo el troncho masajeándolo hasta que lo tiene todo fuera y se lo comienzo a chupar, es tan grande que apenas me entra en la boca… lo saboreo con muchas ganas , hasta lograr que el bicho se corra en mi boca inundándome de la leche que le sale a borbotones.

Pero lo más excitante es cuando agarro con mis manos ese trozo de carne gigantesco, y lo guío a mi coño para que me folle… el gran falo perruno comienza a penetrar mi coño conmigo abrazada al hermoso semental. Es un apareamiento amoroso…lame mi cara y yo le como la boca intercambiando nuestra saliva, al tiempo que su cadera se agita sin cesar bombeando el grueso falo a mis entrañas ¡Eso si es amor a los animales… el verdadero sentido de lo que significa zoofilia! El pobre animal solo desea que su dueña le dé cariño y protección, a cambio a él se le pone bien dura para darle verga a la perra de su dueña. Me lo mete con tantas ganas que casi me llega a desgarrar la vagina tragona que tengo…, cuando consigo apaciguarlo, lo volteo para que me folle en todas las posturas posibles, tumbada abriendo las piernas para permitir que entre hasta lo más fondo de mi coño, por detrás a cuatro patas, de lado… en fin, que lo tienes que ver para creer como a una madura al borde de la menopausia, aún le puede gustar tanto el sexo salvaje, primitivo y animal.

No es fácil estar divorciada sin sexo durante casi dos años. Hola, soy Jazmín y por entonces estaba recién separada de Roberto, pero ya hacía mucho tiempo que él no tocaba mi cuerpo, un cuerpo aún macizo y apetecible…, pese a mis cincuenta años pedía sexo a gritos. A falta de una buena polla, vivía masturbándome en la cama, en la ducha, en el aseo de la oficina o comercio y hasta en el mismo jardín de mi casa, cuando tomaba sol desnuda los sábados por la tarde. Fue justamente un fin de semana unos dos meses tras la separación, cuando me di cuenta que la solución a tanta calentura acumulada, estaba en casa… y no era la primera vez que esto ocurría en mi vida. Roberto, mi ex-marido, en su último intento de reconciliarnos…unos meses antes de divorciarnos, intentó arreglar lo imposible, comprado un enorme mastín color canela para compensarme por sus aventuras extramatrimoniales surgidas principalmente en sus largos viajes de negocios, es un hombre extrovertido y le fácil conocer gente nueva. Él sabía que en casa de mis padres siempre habíamos tendido perros de compañía, generalmente grandes… labradores, mastines o dogos, así que pese a su negativa de tener mascotas en casa me, compró un enorme mastín casi cachorro, Hércules. Así es como lo habíamos apodado por su gran tamaño y fortaleza. El perro inspiraba respeto y temor a cualquier desconocido, aunque en verdad, era demasiado dócil y juguetón…cuando Roberto se mudó a un apartamento no se lo pudo llevar, era mi regalo pero me recordaba demasiado a sus infidelidades, pero sin posibilidad de elegir no queriendo abandonarlo en una perrera, tuve que quedarme con Hércules en casa, pese a no desear un regalo suyo. Hoy no me arrepiento de aquella decisión… es dócil, cariñoso y muy fogoso.

Sucedió un sábado caluroso. Como era costumbre, desplegué mi toallón sobre la grama, apliqué un poco de protector solar a mi piel y me eché desnuda a disfrutar del agobiante sol de junio con un tanga de hilo. A los pocos minutos, cuando estaba comenzando a dormitarme debido al relajante calor, una gran sombra se acercó a mí. Al principio me tomó por sorpresa, pero luego me tranquilicé al comprobar que era Hércules, mi mastín, quien se acercaba juguetonamente. Con su enorme cabeza empujaba mi cuerpo, como invitándome a jugar con él. Giré, porque estaba de espaldas al sol, y allí con mi cabeza apoyada en la verde grama, a escasos centímetros del animal, tuve una visión espectacular que hasta el momento no había tomado a recaudo… lo bien dotado que estaba con una gruesa verga, coronada en su base por unos rotundos, grandes y redondos testículos, donde seguramente acumulaba abundante leche virgen en cada uno.

Hércules seguía empujándome con su cabeza, un poco temerosa, aproveché mi posición para acariciarlo y jugar con él. Le pasé la mano acariciando el musculoso vientre y, poco a poco, acerqué mis dedos a la bayoneta de carne de mi joven mastín. Una vez que pude asirlo delicadamente con mi mano, comencé a practicarle una suave paja deslizando su piel despacio, y descubriendo una punta roja carmesí que brillaba de humedad. A Hércules parecía no disgustarle el suave masaje que le propinaba a su verga, ya que le crecía e hinchaba a ritmo desenfrenado, casi doblando en tamaño a cualquier polla humana que me hubiese devorado hasta la fecha.

Ahora, un poco más cómoda debajo del animal, podía oler la testosterona que desprendía, quedaba fascinada por la estaca roja de unos veinte centímetros que ya asomaba de su peludo capullo de piel. Esta situación terminó por humedecer totalmente mi raja, que a esas alturas manaba flujo caliente entre mis muslos. Hércules seguramente olió que mi sexo se derramaba y, sin saberlo, me propinó una lengüeteada a lo largo de mi raja…, le aparté la tela del tanga y llegaron seguidas otras tantas que me hizo llegar al orgasmo en menos de un minuto. Su larga y áspera lengua lamía mis grandes labios, los apartaba con destreza y se metía hasta el fondo de mi coño, causándome un placer indescriptible en mi clítoris. Al mismo tiempo, noté que Hércules, como buen animal semental, comenzó a moverse como clásicamente hacen los perros cuando montan una perra en celo. Esto sin querer, aceleró la paja que le estaba haciendo con mi mano y, cuando quise darme cuenta, Hércules empezó a vaciar caliente y espesa esperma de su enorme barra de carne.

Seguramente fue la calentura acumulada en años en el dique seco, la que me impulsó a hacer algo que jamás hubiese imaginado volvería a repetirse en mi madurez, tras 35 años de la primera vez creía haberlo superado… pero parece que un coño caliente lo es a los 18 o 50 años y una verga es una verga sea de quien sea. Viendo el esperma que bañaba parte de mis tetas y cara, agarré el mostrenco de Hércules con toda la piel corrida hasta su bulbo envolviéndolo con mi mano, e hice desaparecer esa manguera de semen en mi boca. Al rato, me pareció haber mamado casi medio litro de leche, y la sabrosa vara de mi adorable mastín, seguía latiendo y regando mi paladar. Luego, notando que Hércules seguía moviéndose frenéticamente sin encontrar una perra caliente a quien montar, para clavar su verga en la gruta del placer…, me puse en cuatro como la perra más encelada y empiné mi cintura hacia arriba, dejando mi culo con mi ojete estrellado abierto ante la vista del perro… oliente, sudado de placer, y una profunda raja pegajosa y deseosa de carne. El perro reaccionó por instinto al segundo y casi me tumba de cara cuando quiso montarme.

Su enorme verga seguía erecta, como si nunca hubiese vaciado un torrente de semen, y en su desesperada calentura junto con la mía, me la introdujo de lleno en la raja de una sola embestida haciendo tope en su bola. Hércules me cabalgaba, como buen animal, a un compás que ningún hombre podía igualar. Introduciendo su asta de carne dura hasta el fondo mismo de mi raja, sintiendo como su bulbo, a punto de meterse también en mi sudada cueva, golpeaba mis bañados labios vaginales. El miedo a quedar "abotonada", como ocurre con las perras, me impulsó a graduar con la mano sus embestidas, evitando que su redondo bulbo ingrese en mi raja. De pronto, mientras comenzaba a deleitar mi segundo orgasmo, sentí latir el caño de carne de Hércules dentro de mí…en el fondo de mis entrañas, percibí el chorro más potente y caliente de leche de toda mi vida. Solté su bola al notar el aldabonazo y él aprovechó para ingresarlo en el culmen de la eyaculación.

Una vez que Hércules terminó su tarea en los cinco minutos de continuos chorros de lefa, y temiendo que algún vecino haya escuchado mis gemidos o presenciado el espectáculo más singular de su existencia, llevé a mi mastín hasta el dormitorio, lo acosté con suaves caricias en mi cama y limpié con mi lengua, los vestigios de leche que habían quedado en su flácida verga. Bebí hasta la última gota, exprimiendo sin reparo la manguera de semen de mi joven mastín. Desde ese día, Hércules no durmió más en la caseta del jardín. Tiene un lugar reservado en mi dormitorio junto a mí, así que no hay día que me folle y me deje aviada de su leche, su energía y poder animal. Me encanta sentir su calor, acariciar a media noche su suave pelaje corto y sobre todo la orografía musculada de su cuerpo. Es imposible que me eche un solo polvo, Hércules siempre quiere más y más, hasta lograr vaciarse sus pelotas…todo ello nos lleva cerca de media hora, lo que nunca conseguí con ningún macho humano…, y más allá de haber aprendido a lamer el coño de maravilla, follarme con ímpetu y respetarme como su dueña, el bicho tenía modales sociales desconocidos, y por ello me atrevía darlo a conocer cuando tuve la oportunidad de prestárselo a mi amiga de confianza, Esther, brindándole horas de sexo y placer que ningún hombre hubiese podido igualar. Ahora me estoy yendo a dormir y debo dejar de escribir. Tengo que ir al baño para untar con bastante vaselina mi ojete. Porque hoy a Hércules, mi adorable mastín, le enseñaré a comerse un buen culo.

Amiga con perro. Como ya os dije, esta historia de sexo tórrido con mi can, se lo conté a mi amiga… mi mejor amiga, con la que tengo total confianza. Si tienes morbo por saber te voy a narrar la historia de cómo sucedió. Un día, nos encontrábamos en casa de un amigo para cenar varias personas en la reunión anual de viejos amigos de juventud…, éramos unos diez, algunos emparejados y otros solos, estuvimos comiendo, y después nos fuimos al salón, donde estuvimos Tomándonos unas copas y charlando. La conversación fue de muchas cosas, pero llegó un momento en la noche que salió no sé como muy bien el tema del sexo con animales, todos lo veían raro, cosas de desesperados o degenerados, así que el tema duró lo justo cambiando rápidamente a otras cosas, nada más darme cuenta de mi error, tal vez fruto de la normalidad de mi relación con Hércules. Al cabo de un par de horas terminó la reunión y nos fuimos para casa. Por el camino mientras acompañaba en mi coche a mi amiga Esther en aquellos momentos, me comentó algo de lo que no salía del asombro a colación de mi intervención sobre la zoofilia, también apuntó que me notaba distinta, que ahora tenía un brillo en los ojos y antes de las vacaciones no… – Tú tienes una pareja, ¿estás saliendo con un hombre? Yo le conteste que si y que no. – No te entiendo me dijo.

– Cuando mañana salga de la oficina tengo que hacer las compras y después te espero en mi casa que te voy a explicar todo .

Al día siguiente, a  las dos horas de salir del trabajo Esther estaba en casa, bueno me dijo… – Ya que somos tan amigas cuéntame que es ese sí y no.

– Antes de contarte nada primero tienes que jurarme que lo que vas a oír no se lo vas a decir a nadie.

– Sí si te lo juro, me dijo.

– Bueno tengo una pareja pero no es un hombre…

– ¡¿No me digas que sales con una mujer?! Me pregunto

– No, le conteste. Mi pareja la conoces.

– ¡¿Y quién es?

– Hércules, le dije.

Se quedo helada. – ¡¿No me digas que tienes sexo con el perro?!

– Sí, le dije. ¿Te acuerdas cuando en una oportunidad Alicia contó que su marido había visto a una mujer teniendo relaciones con su perro…?

– Sí, ¡¿pero tú también?! ¡¡No lo pude creer!

– Mira Esther, es lo mejor que me ha pasado en muchos años y si quieres te lo puedo demostrar. Preguntó directamente si había tenido relaciones sexuales con animales antes de con Hércules, a lo que le respondí con exasperante sinceridad que sí… – Frecuentemente follo con mi mastín, esto no es de ahora, sino que fue precisamente un gran Dogo quien me desvirgó.

Tras esto se fue relajando e interesando por cómo era eso, Esther sin mucha cara de asombro, me dijo que sentía curiosidad por eso, así que como quien habla de probar la nueva Thermomix, sin ruborizarme, la invité a casa uno de esos fines de semana de los que se quedaba sola, para probarlo… Esther me contestó que ya vería. Su curiosidad la llevó a interesarse y ese mismo fin de semana me llamó para verme y tomar un café en mi casa…su pareja se habían ido al campo de cacería como de costumbre y ella decidió quedarse sola… aprovechando para quitarse la curiosidad de ver cómo era lo de tener sexo con un perro. Llegó a casa cuando estaba almorzando todavía, llamaron a la puerta, era Esther… venía con unos vaqueros azules gastados, y una camiseta blanca que dejaba imaginar sus tetas redondas perfectamente, llevaba su pelo moreno cogido con una coleta, la verdad que venía espectacular, aunque no era una mujer despampanante, ese día lucía muy bien sus 165 cm y sus apenas 55 kilos. La invité a la mesa y una vez terminamos de comer nos fuimos al salón… le pregunté si venía por lo del perro, ella se cortó, sobre todo al verme a mí tan natural y decidida, pero sobre todo al ver al pedazo de bicho que tengo por marido. Le dije que se tranquilizara, que yo le iba a hacer nada que ella no quisiera, ni que no hubiese probado con un hombre, solo era un poco diferente pero además sería cosa de las dos.

Metí al perro en casa… – Es un magnifico ejemplar de mastín ¿¡Me dijiste que se llamaba Hércules…!?

Incité al can a que se tumbara en el suelo acariciándolo un poco, e invité a Esther que lo hiciera ella con suavidad sobre su pecho, cuando esta lo hacía sin miedo viendo a Hércules muy tranquilo recostado, me fui a mi cuarto diciendo que me iba a poner cómoda. Allí estábamos, el perro en el suelo muy relajado y mi amiga acariciándolo arrodillada sobre la alfombra, sin salir de mí asombró por la naturalidad que Esther se tomaba la cosa, pasando incluso de mi presencia. Al rato salí en una camiseta larga que cubría justo por debajo de mi culo, sin nada abajo por donde se apreciaba fácilmente mi coñito rasurado a cualquier giro, y mis tetas algo caías pero de masas duras y pesadas. Por entonces lucía cabellera castaña al aire. Le pregunté a Esther qué le parecía el perro, ella dijo que era muy hermoso. Se dirigió a la cocina y al regresar portaba un frasco de mermelada, le pregunté por lo que yo iba a hacer. Esther con la mermelada en la mano dijo que iba a ver lo que hacía el perro…, se untó bastante mermelada en la punta de sus pezones y llamó al perro, este se acercó como si la conociese de toda la vida, y empezó a lamerle las tetas.

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Hércules tiene una lengua descomunal, entonces yo le seguí…. me unté la mermelada en mi coñito depilado, el perro puso su hocico en la rajita, y la empezó a limpiar, a Esther se le veía tremendamente excitada. Entonces tomé al perro y lo llevé de nuevo a la alfombra, me acosté a un lado de él bajando mi mano para tomar la verga del animal… comencé a masajeárselo como tantas veces. Poco a poco el estoque del perro empezó a asomar con su particular punta roja, cada vez más verga fuera, me agaché, y de un bocado me metí la punta del cipote canino en la boca. La verga del perro seguía creciendo hasta tomar su tamaño descomunal natural por casi cinco minutos… en todo ese tiempo no había dejado de chupársela a Hércules en ningún momento, le dije a Esther que se acercara, ella se aproximó y le fui enseñando las distintas partes de una polla canina, en especial el gran bulbo que se le forma en la base…. Le comenté que cuando estuviera penetrándola el perro, si el bulbo entraba, se quedaba abotonada al semental hasta que el perro terminara de follarla o más bien de inseminarla, porque esa era la forma que tienen los perros de asegurar toda su lefa en el útero de la hembra, y eso podía llegar a dura unos veinte minutos aproximadamente.

A continuación, la invité a que le tocara la gran verga que ya perfilaba por los 20 centímetro… para que notara el tacto, pero ella no quiso, y se fue a sentar. Le puse su par de calcetines a las patas delanteras del perro para que no nos arañara cuando nos empuja con fortaleza en plena follada, son calcetines de Hércules para tal uso. Me di la vuelta, colocándome a cuatro patas, entonces el perro pegó un brinco y salto a mis espaldas. Con ello Esther comprendió ya lo habituado que estaba a aparearse conmigo, pegó sus habituales puntadas poco certeras, así que con mi mano dirigí el gran falo del perro hasta la entrada de mi vagina, y este la empezó a penetrar de un solo envión hasta los huevos…, los perros suelen ser así de desconsiderados, pero al tenerlo tan lubricado a mí me encanta que me la claven de una hasta la raíz. Esther disfrutaba muchísimo viéndonos, pero yo más que con sumo cuidado sostenía el bulbo del perro para que no me entrara y me dejara abotonada, sin posibilidad que se follase a mi amiga.

Pasado un rato de penetración, le dije a Esther que si no quería disfrutar un tiempo con Hércules , en ese momento, ella se encontraba súper excitada por lo que veía, por tanto no se negó diciendo que sí. Se desnudó rápidamente, y se acercó a los dos, le ordené que se pusiera a cuatro patas, y Esther se puso junto a mí, entonces me solté del perro con algunos apuros pero menos de los que hubiera sido si le hubiera permitido que metiese el enorme bulbo en mi coño. Lo coloqué encima de Esther, la cual tenía su coñito muy mojado, y en un instante ¡¡ZAS!! Ya la tenía penetrada Hércules con suma facilidad…, Yo sostenía el bulbo del perro con su mano para que no le entrase a mi amiga antes de tiempo, pero poco después y tras ir bien la penetración y disfrutándola lo solté, diciéndole a Esther que ahora iba a sentir lo que era una verdadera follada de un perro con una polla monstruosa , rápidamente esa cosa tan tremenda entró, y Esther gritó de dolor, diciéndome que se lo quitase de encima que le dolía mucho, que la estaba reventando el coño…que su verga le llegaba a mismo útero. Le dije que no podía hacer ya nada, desde ahora era su perra y la tenía que preñar, así que hasta que el perro no terminase no había nada que hacer, que ya se lo dije antes, mi amiga gritaba de dolor o placer. Me puse delante de ella, acariciándole la cara y sus tetas mitigando su dolor de perra sumisa… intentaba consolarla. Así estuvo un rato, hasta que empezaron a remitir esos chillidos, y se fue acostumbrando a tener la vagina bien llena y totalmente expandida con todo el gran mostrenco empalado…, mi perro entusiasmado de probar una nueva hembra, continuaba follándola y abriéndole la vagina, con una fuerza descomunal, y mi amiga ya acostumbrada tras haberse corrido dos veces, empezó a jugar con mis tetas.

Ambas estábamos cachondísimas, y mi amiga quería más…, le puse mi coñito enfrente de la cara de Esther animándola a que chupara. Esther en pleno nuevo orgasmo suministrado por tan tremendo semental, empezó a chupármelo, mientras que la tranca del perro taladraba el agujero que conducía al cérvix de la puta perra de mi amiga. Posteriormente la incité a que me la follara con los dedos, ¡No imagináis como necesitaba correrme! Solo ver a esos dos apareándose me ponía a mil. Ella sumisa a mi perro y a mí, empezó la fiesta para ella. Pasarían unos quince minutos y en ese momento me corrí, tras soltar un leve suspiro, mojar los dedos y labios de Esther, y supuestamente el olor desprendido por esto, hizo que el perro desfasase y fuera a tope, hasta que explotó inundando la vagina de mi agotada amiga una ingente cantidad de semen ¡Jamás la habían follado con tanta intensidad y durante tanto tiempo! Un minuto después el perro logró separarse de Esther y empezar a chorrear esperma por su satisfecha y caliente vagina. Supe que ella había tenido múltiples orgasmos, lo demostraba la cara felicidad fascinada por la experiencia… el sufrimiento del principio había valido la pena por todos esos veinte minutos de placer que le había regalado Hércules. Mi amiga vio la experiencia única, deseando volver a casa en más ocasiones. Entre tanto era yo quien más gozaba del semental, mi marido y macho por excelencia. Esther intentaba convencer a su marido para tener su mascota, mientras tanto Hércules nos daba lo nuestro a las dos.

CONTINÚA...