El supermercado
Una inevitable erección que en pocos segundos sería muy visible comenzó a elevar mi temperatura, misma que se acentuó más al darme cuenta que me estaba mirando fijamente a los ojos mientras que yo me sumergía en su escote.
El supermercado estaba abarrotado de gente, así que cuando terminé de hacer mis compras y me dirigí a las cajas de pago me quedé de una pieza al ver las largas filas de gente que esperaban turno para pagar.
Eso me llevaría más de media hora, por lo que comencé a recorrer las filas, esperando encontrar una con el menor número de gente posible.
Habría recorrido ocho o diez filas y en una de las más largas se encontraba una chica que me llamó la atención, primero por su aire despreocupado (no reflejaba la tensión en la cara que los demás traíamos) y segundo por su físico. Al acercarme y formarme tras ella, su físico pasó a primer lugar.
Observándola más de cerca me di cuenta que no era su físico lo que me atrajo de ella (aunque era bastante atractiva y bien formada).
Aunque no era una diosa del cine, era una mujer diferente al común, de aproximadamente 1.75, delgada, busto pequeño pero deliciosamente redondo, cintura tan estrecha que parecía que se iba a romper y unas piernas eternamente largas.
Emanaba sexualidad. No era su físico, sino ella en sí lo que me atraía.
En segundos, la situación en la tienda desapareció de mi mente, pues estaba totalmente concentrado en esta mujer.
Lentamente dio media vuelta hacia mi, inclinó su cuerpo sobre mi carrito de compras, estiró su brazo para tomar una de las revistas de modas que se encuentran en las cajas y rompiendo la distancia que había entre nosotros se acercó a pocos centímetros de mi cara, dejándome apreciar el perfume natural que emanaba de ella.
Me miró por unos segundos y me sonrió tímidamente.
Al tomar la revista, se quedó en esa posición por un instante y mi respiración se hizo más pesada pues al estar inclinada, una parte de sus senos se mostraban por la parte superior de su blusa.
Una inevitable erección que en pocos segundos sería muy visible comenzó a elevar mi temperatura, misma que se acentuó más al darme cuenta que me estaba mirando fijamente a los ojos mientras que yo me sumergía en su escote.
Sentí el leve rubor de mi cara que se multiplicó cuando me di cuenta que estaba sonriéndome de nuevo.
Ya con la revista en sus manos, se dio media vuelta dándome la espalda y comenzó a leerla despreocupadamente, mientas mis ojos se clavaban en sus nalgas y la maravillosa curva de su derriere y cintura.
Un movimiento totalmente involuntario me llevó a rodear mi carrito de compras y a pararme detrás de ella, ya sin el carrito entre nosotros.
La verdad no se porqué lo hice. La lógica me decía que me iba a meter en problemas. Mi naturaleza decía que no importaba.
Ella no se movió un centímetro y al oler de nuevo el perfume que emanaba de ella, me acerqué a su cuello, cerré los ojos y un momento después sentí su cabello sobre mi mejilla.
¡Me había acercado demasiado! ¡Tenía que retirarme, pero no podía!
En vez de ello, mi excitación aumentó, mi respiración se hizo más pesada y, esperando, sin esperar una reacción negativa de ella (pues no quería que sucediera), cual fue mi sorpresa cuando comenzó a moverse hacia atrás, hacia mi, muy lentamente.
Durante algunos segundos, que me parecieron una eternidad, sus nalgas disminuían la distancia que las separaban de mi pene.
"No me puede estar pasando esto", pensé, esperando el momento, que tal vez no llegaría, de sentirla.
Mi pene era detenido por mi pantalón en su deseo de llegar a sus nalgas.
Se detuvo a un milímetro mío. Yo aguantaba la respiración.
Imperceptible, pero al borrar el último milímetro y juntar nuestros cuerpos, mi temperatura subió a mil grados centígrados y un leve jadeo salió de mi garganta.
Noté una leve transpiración en ella y mi instinto animal se volcó en mayor excitación cuando me llegó su olor a sexo.
La presión de sus nalgas contra mi sexo me producía una sensación totalmente nueva. Era como si estuviera redescubriendo lo que es el sexo.
Movió sus caderas de un lado a otro, muy pocos milímetros, como acomodando mi pene en medio de sus nalgas y ahora ella fue la que emitió un sonido ronco, muy bajo, muy sexual. Aún hoy, no he podido olvidarlo.
Mi erección era dolorosa, muy dolorosa. Tanto, que el placer que esto me provocaba me hizo olvidar en donde me encontraba.
De repente y sin aviso, la cajera le dijo que podía avanzar.
"Avance, por favor!".
Parecía que ya lo había pedido antes, pero los dos estábamos fuera del sitio en ese momento.
Ella avanzó hacia la caja. En ese momento regresé a la realidad y miré a mi alrededor. Nadie parecía haberse dado cuenta de lo que había ocurrido.
Yo no lograba moverme del sitio en el que me encontraba.
En cuanto tocó mi turno, ella caminó hacia la salida, volteó a verme e hicimos un contacto cómplice.
Me es imposible describir lo que ambos nos transmitimos y la forma en que nos miramos.
Siguió caminando hasta desaparecer por la salida.
"¿Encontró todo lo que buscaba?" Me preguntó la cajera antes de comenzar a cobrar.
"Más de lo que esperaba" Le contesté sonriendo.
Víctor.