El Superdotado (2)
. El poder tener un desahogo sexual periódico, comenzó a darme una estabilidad psicológica muy placentera. Y tengo que confesarles tan bien la estaba pasando con hombres, que casi no me acordaba de mis fracasos con las mujeres. Pero algo deseaba con intensidad, follarme un culo virgen con mi descomunal aparato ...
El Superdotado (2)
Durante varias semanas seguí frecuentando la Sauna de Moratalaz. Con Felipe follé muchas veces y porque no decirlo, cuando en alguna ocasión Felipe no estaba, pues le daba un rabazo a uno que otro tío. La verdad es que me la estaba pasando de una forma distinta. El poder tener un desahogo sexual periódico, comenzó a darme una estabilidad psicológica muy placentera. Y tengo que confesarles tan bien la estaba pasando con hombres, que casi no me acordaba de mis fracasos con las mujeres.
Me estaba afincando en mi trabajo en la capital y pensé en alquilar un piso propio, pero rápidamente me di cuenta que podía buscar a alguien con quien compartir el piso y ¿por que no? los gastos también. Puse un anuncio en la prensa y no tardaron en llamarme algunos tíos. Quedé para conocerlos, pero a todos le encontraba un defecto, pues estaba buscando una persona ideal, que no fumara, que fuera ordenado, que fuera honesto, que tuviera una estabilidad laboral, en fin que no molestara mucho ni me trajera problemas.
Un día cuando estaba haciendo la compra en el Supermercado que por casualidad está en los bajos de mi edificio, al pasar por entre los anaqueles escuché una conversación de un tío, que era empleado del supermercado con una señora y me pareció que el chico estaba buscando a alguien para compartir un piso. El chaval tendría unos 25 años y se le veía una persona seria y responsable en su trabajo. Con mucho disimulo me le acerqué cuando dejó de conversar con la señora y comprobé si tenía razón en lo que había pensado y él me contestó que si. Ahí mismo lo invité a quedar para tomarnos un café y conocernos mejor, para explorar la posibilidad de que se viniera a vivir conmigo.
De verdad que mi decisión no estaba motivada por el porte del tío, es verdad que era un hombre varonil, de unos vellos muy atractivos y una sonrisa muy expresiva. En realidad les juro que estaba buscando una persona para compartir gastos, no para meter en la cama. Le diré que ese día a las 8 de la noche, cuando terminó de trabajar nos vimos en un bar cercano, tomamos unas cañas y me pareció interesante aceptarlo en mi piso. A él, que se llamaba Juan, la ubicación le pareció excelente, pues solo tenía que bajar el ascensor y ya estaba en su trabajo. Así quedamos en que el día primero se mudaría para mi casa. Y no se por que yo estuve esos días esperándolo con alegría, me dio por ordenar el piso y ponerlo en las mejores condiciones para cuando Juan se mudara.
Al fin Juan se mudó y de verdad que resultó ser todo lo que yo estaba buscando. Y a las pocas semanas nos habíamos hecho amigos. No solo compartíamos los gastos, sino que también compartíamos las tareas de la casa. Y en muchas ocasiones, cuando llegaba tarde del trabajo, Juan ya tenía preparada la cena.
Lo que no hacíamos nunca era salir de marcha juntos. Bueno él tenía una novia y ustedes saben mis pasos por donde andaban. Pero nuestro roce de diario nos fue compenetrando enormemente. Cuando llegó el verano el piso era muy caluroso y un buen día él estaba viendo la tele y yo llegué me senté en el sofá y me quité la camisa, pues estaba muy sudado y me pareció notar en él cierto corte. No se si era mi imaginación, pero me parecía que evitaba ver mi pecho desnudo, como si no quisiera delatarse. Bueno, yo no le di a eso mayor importancia. Pero en ese momento fue la primera vez que pensé en lo delicioso que sería probar ese culo virgen.
Y lo que un día hice sin otra intención, ahora cada vez que llegaba del trabajo, esperaba estar en su presencia para quitarme la camisa y provocar ese estado de desequilibrio nervioso que le provocaba y yo conversaba con Juan, como si no me estuviera dando cuenta de nada. Pero ese nerviosismo me provocaba un tremendo cachondeo, indudablemente yo le gustaba al chico, pero él trataba de reprimir esos impulsos naturales y esconderlos.
Por eso fui a más, él estaba fregando las lozas de la cena y yo entré en la cocina, como que buscando una taza para tomar café, aproveché que había acabado de fregar las tazas para tomar una y de paso acerqué mi pecho velludo a su espalda y se la rocé. Juan dio un brinco cuando sitió las caricias de mis vellos en su espalda y aquello puso mi polla casi al explotar. ¡Que sensibilidad tenía! Tenía que pasar a la carga, pero debía ser cuidadoso. No podía de ninguna manera que Juan se imaginara la clase de polla que yo tenía, había sido muy cuidadoso de que ni por casualidad me hubiera visto orinando, pues sabía que eso me iba a traer dificultades adicionales para follarme ese culo virgen que se me estaba convirtiendo en una obsesión. Cuando brincó, si lo tomé en broma y solo le dije: tío ni que mis vellos pincharan y me eché a reír, para aliviar un poco la tensión.
Luego, cuando terminó de fregar Juan se sentó en el sofá del salón a ver un poco de tele y yo me senté en el mismo sofá, ambos estábamos con pantalones cortos y de verdad que estaba loco por meterle mano a Juan. Pues aunque mis juegos no los tomaba en serio, no se le veía una cara de rechazo, por eso fui al ataque y sin más acaricié una de sus piernas, diciéndole: que piernas más guapas tienes, de verdad que con el atraso que tengo estoy a punto de meterte una fuerza y follarte.
Su respuesta fue tajante: Coño Raúl, voy a pensar que tu eres homosexual, no me jodas. Pero yo repliqué: no me jodas tío, no ves que esto es una broma y continué acariciándole la pierna con una de mis manos.
Pero Raúl no rechazaba mis caricias y yo seguí acariciándole las piernas y deslicé mi mano hasta su entre pierna. Juan estaba muy nervioso, pero su polla empalmada delataba que le estaba gustando. Y ahí fue cuando ataqué profundo, lo abracé con fuerza y acerqué mi boca a la suya y solo le dije: No seas hipócrita, mis caricias te tienen tan empalmado como a mi. Y lo besé. Juan cerraba su boca y no correspondía a mis besos, pero yo seguía intentando besarlo y poco a poco fue dejando que mi lengua se introdujera en su boca y saboreara todas sus cavidades. Juan temblaba y sudaba copiosamente y su respiración era entre cortada. Pero ya estaba claro que podía continuar en mi ataque.
Besé a Juan intensamente y luego continué con mi lengua saboreándole su cuello. Eso lo excitaba enormemente y a mi el sabor de su piel me enloquecía y con mi lengua lo seguía acariciando. Sabía que lo estaba desquiciando y quería llevarlo a una situación de desespero en que se encontrara perdido. Lo dejé unos segundos mientras apagué las luces del salón, para poner más romántica la escena y claro para que no viera el tamaño de la polla que le estaba esperando.
Lo dejé totalmente desnudo, pero yo no me quité mi pantalón y ahora volví a abrazarlo y de nuevo comencé a darle lengua por el cuello. Fui bajando con mi lengua hasta su pecho y comencé a acercarme a sus pezones, con mi lengua los bordeaba hasta que cuando los tenía duros se los comencé a chupar. Juan se estremecía, se quedaba sin fuerzas y sin voluntad. Yo me estaba dando cuenta de que lo tenía dominado, que estaba logrando mi objetivo y mi corazón latía con fuerza, mi polla estaba que no aguantaba más y la solté quitándome el pantalón, pero sin dejar de mamarle las tetas.
Continué dándole lengua por todo el vientre, le chupé la polla y sentí como se retorcía de placer, bajé con mi lengua hasta sus huevos y la introduje entre sus nalgas. Juan se estremeció de nuevo, lo volteé y me acosté sobre él, ahora tenía mi boca cerca de sus nalgas, se las apretaba y con mi lengua fui buscando su ojete y pude saborearlo por primera vez. Estaba estrechito y duro. Mostraba su virginidad fantásticamente. Soñaba con tener mi polla apretada por ese culo virgen y mi lengua continuó jugando con su esfínter.
A cada lenguetazo, Juan daba trompadas al colchón, sus piernas temblaban, gemía, se retorcía de placer y eso hacía que las venas de mi polla se hincharan que hasta a mi me daba miedo, mientras su culo estaba abundantemente inundado con mi saliva. Lo volteé de nuevo boca arriba y me acosté sobre él, le puse mi polla entre sus piernas. Cuando Juan sintió mi tranca entre sus piernas fue que se percató de lo que le esperaba. Comenzó a protestar enérgicamente, me decía: tienes una polla como un caballo, Raúl, por Dios paremos esto aquí, que me vas a hacer daño.
Era el momento de tranquilizarlo, de que poco a poco fuera asumiendo la realidad que le esperaba y yo empecé a tranquilizarlo, le decía que mi polla no era tan grande como el decía, que eso era lo que le parecía porque estaba muy nervioso y continué besándole muy cariñosamente. Además, muy serio le garanticé que si él no quería que se la metiera, yo iba a respetar su voluntadad. Que se olvidara del tamaño de mi polla y que siguiéramos disfrutando de nuestro amor.
Juan se fue tranquilizando y sobre todo lo calmó mucho el pensar que yo no se la iba a meter y continuamos besándonos. De nuevo lo puse boca abajo y comencé a mamarle el culo. Mi lengua poco a poco fue venciendo la resistencia de su esfínter y comenzó a entrarle poco a poco. A Juan eso le estaba resultando muy placentero. Le había echado mucha saliva en el culo y con uno de mis dedos empecé a penetrarlo para continuar la dilatación que era necesario para abrirle las puertas del cielo a la gorda cabeza de mi polla. Después comencé a lubricarle con una crema y continuaba con mis dedos la dilatación. Ya esta listo para clavarlo, pensé y le presenté la cabeza de mi polla a su culito. De nuevo Juan comenzó a protestar, pero yo le recordé mi palabra y le dije que lo único que quería era que la cabeza de mi polla jugara con su culito, le mentí diciéndole que estaba a punto de correrme y que lo único que quería era hacerlo en la entrada de su culito.
Juan se dejó, pues el que yo le garantizara que no lo iba a penetrar le dio un poco de tranquilidad. Me acosté encima de él. Si en ese momento se hubiera dado cuenta que me había lubricado la polla hasta los huevos, se hubiera dado cuenta de que estaba perdido. Acostado sobre él, con la punta de la cabeza de mi polla en la entrada de su culido y con los dedos de mis manos introducidos en las suyas, comencé poco a poco a jugar con su culito. Yo le decía que estaba al borde de correrme. Y comencé a empujar muy lentamente la cabeza de mi polla dentro de su culito, que cedió. Juan sintió la tremenda cabeza dentro de su culo y ahora si empezó a protestar, pero lo tenía inmovilizado, si me salía de los cojones se la podía meter hasta los huevos, pero quería que de nuevo se relajara y le dije que se tranquilizara, que solo era la puntica lo que estaba sintiendo, pero que se estuviera tranquilo, porque si empezaba a protestar, con sus movimientos se me podía ir un trozo más de polla por su culo.
El muy tonto se quedó tranquilito y entonces aproveché para meterle toda la cabeza en su culo. Su respiración se hacía muy entrecortada, pero trataba de no moverse, para evitar que se me fuera la tranca y yo empecé a hacer un leve movimiento de vaivén y cuando iba hacia fuera casi no le sacaba nada y cuando iba hacia dentro se la empujaba un poco más. Todavía me quedaban 15 cm afuera y Juan se estaba reventando. Apretaba con fuerzas los dedos de mis manos y eso me daba más deseos de metérsela hasta los mismos cojones. Yo a su oído le hablaba bajito y le decía que estaba loco por desvirgarle su culito virgen, que me tenía desesperado, que todo el día me la pasaba pensando en eso. Se la saqué completa y de nuevo me la lubriqué y ahora volví a ocupar el espacio de culo que ya tenía conquistado. Le empecé a mordisquear su cabeza, para descontrolarlo más y de pronto comencé a empujarle mi tranca, lenta pero firmemente. Juan gritaba, pero yo seguía y si ya estaba gritando me cabrié y se la empujé hasta que mis huevos chocaron con sus nalgas.
Juan me decía: Cojones, me has engañado, me has metido ese tremendo rabo completo. Y yo lo acariciaba, lo besaba, no me movía, pero estaba disfrutando como ese culo virgen apretaba mi polla. Lo único que le dije fue: estate tranquilo y relájate para que te acostumbres y no te duela, pero estate seguro de que no te la voy a sacar y que te voy a dar una follada que no vas a olvidar en tu vida. Juan lloriqueaba, y yo lo consolaba. Me daba un enorme placer el sentir que iba a disfrutar de su virginidad.
Cuando calmó sus sollozos, comencé a moverme poco a poco hacia adelante y hacia atrás, ahora Juan sabía que había empezado la fiesta y estaba resignado a que su macho se lo follara. Gemía como una puta y eso me enardeció para empezar a gozarle su culo. Ahora mis embestidas eran casi de punta a punta, Juan temblaba y yo gozaba. Empecé a sentir una deliciosa corriente electrica que me recorría los pies, a cada embestida los músculos de mi estómago se me contraían, mis huevos se ponían duros, las venas de mi polla se hinchaban y empecé a embestirlo con una alta intensidad, su culo se daba por vencido, perdió toda la resistencia y ahora mi polla entraba y salía de ese culo, como si fuera la dueña. Juan empezó a sentir placer también, notaba que en cualquier momento se iba a correr y por eso yo apuré más el ritmo, comencé a estremecerme, apretaba con fuerzas su cuerpo y sentí como todo mis músculos se tensaban para dispar con fuerza mi leche dentro de aquel maltrecho culo. Ahhh, exclamé del placer y Juan también hacía exclamaciones del placer de estar corriéndose también. Tras nuestro orgasmo nuestros cuerpos se relajaron. Estuve unos segundo más con mi polla dentro de su culo y cuando me la saqué nos abrazamos y nos dimos unos besos muy tiernos.
Estuvimos abrazados por más de 30 minutos y ahí fue cuando nos levantamos para asearnos. Encendí la luz del salón y Juan iba caminando delante de mi hacia el baño y yo veía como le chorreaba la leche por el culo y un pequeño hilito de sangre entre sus piernas dejaba la prueba de que su virginidad era cosa del pasado. Aquello llenó mi ego. Pues había logrado el sueño de desvirgar un culo virgen con mi tremendo aparato.
Por su parte, Juan estuvo varios días seco y serio. La idea de la enculada que le había dado no se le quitaba de la cabeza. Yo pasaba por alto su cabreo y siempre lo recibía y despedía con un beso. Pero a los tres o cuatro días, yo estaba acostado en mi habitación viendo la tele, cuando entró, no me dijo ni esta boca es mía y se acostó conmigo en mi cama. Por primera vez empezó a acariciar mi pecho velludo y luego me dio la espalda, pegó su cuerpo al mío y mi tranca empezó a endurecerse.