El sumiso sissy de Alba

Luego de que su ex novio la engañara, se encuentran en una fiesta y le pide volver, pero Alba ya ha cambiado lo suficiente y solo podrá volver con una condición: siendo su sumiso sissy.

Alba se encontraba en la fiesta de Nadia, a pesar de haber ido casi por obligación moral con su amiga, después de unos tragos con los demás, olvidó por completo su malestar inicial. Después de un par de horas, ella se encontraba bailando pegada de Alicia y aprovechaba algunos descuidos para tocar sus muslos o su trasero, la chica solo se dejaba hacer mientras sonreía.

Entonces sintió una mirada. Ahí estaba Emilio, con una cerveza en una mano y su celular en la otra. A veces los recuerdos aún la atormentaban.

Ella llegaba temprano del trabajo, entró al departamento que compartía con su novio cuando escuchó los ruidos, al principio creyó que eran sollozos, luego cayó en cuenta que lo que escuchaba eran gemidos.

La chica se acercó rápidamente a su habitación de donde provenían los ruidos, sus tacones chocaban contra el suelo de madera, pero eso no evitó que los dos amantes continuaran con su acto.

Alba abrió la puerta y se encontró a Verónica, su amiga, montando a su novio y gritando Emilio mientras él la tomaba del trasero y seguía gritando. El ruido de la puerta al chocar con la pared los advirtió de que Alva se encontraba allí. Llanto, súplicas, promesas, pero desde entonces ninguno de los dos se había hablado para asuntos más allá del desalojo del departamento.

Ahí estaba él mirándola tan tranquilamente, bebiendo y para el colmo, le guiñó el ojo. Ella trato de ignorarlo en repetidas ocasiones, se daba la vuelta para seguir bailando e incluso tomó al primer chico que se encontró y lo besó profundamente. Lo hizo con él porque sabría que de hacerlo con una chica, lejos de celarlo, lo hubiera prendido. Finalmente las miradas funcionaron y ella salió hacia el balcón para fumarse un cigarrillo. Cuando escuchó los pasos en el balcón ni siquiera debió voltearse para saber quién era.

-Hola Emilio.

La chica prendió su cigarrillo mientras él se acercaba más a ella hasta ponerse a su lado, la colonia que llevaba impregnó su nariz y notó que para su pesar, había extrañado tal aroma.

-Hola Alba- le besó le mejilla- ¿cómo estás?

-Pues de maravilla- dijo soltando todo el humo hacia su cara.

Emilio tosió y ella sonrió mientras le daba otra calada.

-Pues no tan bien, quiero hablar contigo acerca de algo.

-Ya no tenemos nada de que hablar, dejamos el departamento, repartimos los muebles y tú te sigues tirando a Verónica y a cuanta se te pone en frente. Todos mis asuntos contigo terminaron y de haber sabido que te invitaría, créeme que no habría venido a la fiesta, con permiso.

Alba se encaminó hacia la salida del balcón con el cigarrillo en la mano y una sonrisa en el rostro cuando Emilio la tomó ligeramente de la muñeca, ella lo miró frustrada por arruinar su salida, entonces notó que sus ojos se encontraban llorosos.

-Fui un imbécil, perdóname por favor.

-Jajajaja- Alba comenzó a reír a carcajadas, no sabía si por auténtica risa o por mecanismo de defensa, pero continuó- Ajá si como no jajaja.

-Te juro que me arrepiento, Verónica…

-¿Qué con ella, acaso no te ama como yo lo hice, no te folla todos los días como me pedías, no es servicial? Ese no es mi puto problema, ahora suéltame.

-Alba- dijo poniéndose de rodillas- Te lo suplicó, por favor. Por favor dame otra oportunidad.

Los invitados comenzaron a verlos y Alba, apenada, solo podía sonreír tratando de levantar a Emilio del suelo.

-Levántate no seas ridículo.

El chico se abrazó a sus piernas aún arrastrándose y comenzó a llorar, ella jamás había visto a Emilio de esa manera y fuera de irritarle, se mojaba las bragas lentamente.

-¿Qué le veías a ese mesero, eh?

Ambos entraban al departamento y ella miraba a su novio confundida.

-¿De quien hablas amor?

-Al mesero que nos atendió, no parabas de verlo, hasta quería dejarlos solos a ver si congeniaban mejor.

Alba se rio de momento y Emilio la observó con una mirada inquisitoria.

-¿No lo notaste? Él te miraba a ti, creo que le gustaste. Yo solo lo estaba comprobando.

El chico se enojó y la tomó de la muñeca, se sentó sobre el sofá y golpeó sus propias piernas lentamente, ella ya sabía lo que aquello significaba.

-Amor por favor, te juro que no fue lo que crees. Solo tengo ojos para ti chiquito.

Él se limitó a repetir la acción, Alba ya acostumbrada, bajo sus jeans junto con su tanga hasta las rodillas y se acomodó sobre las piernas de su novio. Él desabrochó su cinturón y lo tronó cerca de ella mientras la pobre solo temblaba.

-Me vas a agradecer la disciplina que te doy ¿me oíste?

Ella asintió y entonces él primero llegó, luego el segundo, el tercero y así hasta que Alba contó 15.

-Gracias por disciplinarme amor, perdona por mirar al mesero así.

Una nalgada con la palma de su mano fue la única respuesta que ella recibió.

Ahora la situación había cambiado y Emilio era el que de rodillas imploraba una segunda oportunidad.

-Por favor Alba, te extraño. No sabes cómo he pensando en ti, cómo te necesito, perdóname por lo que más quieras.

Ella lo volteó a ver, sus ojos llorosos, sus fuertes brazos sujetándose de sus piernas y sus súplicas, miró entonces cómo se le marcaron los pezones sobre el bra y como su tanga se mojaba más y más.

-Vamos a hablarlo a mi departamento ¿Te parece?

El chico asintió sonriendo, se levantó del suelo y la tomó de la mano mientras se dirigían a su departamento que se encontraba a tan solo una calle del lugar.

Alba fue pensando durante todo el camino si sería capaz de perdonarlo, la respuesta era obvia. Luego recordó a aquella sumisa que tuvo hace unos meses luego de su rompimiento con Emilio, su psicóloga le dijo que era porque ella siempre se había sentido en desventaja con su anterior pareja y ahora quería tener el control de todo. La verdad es que poco le importaba a Alba aquello, ella solo sabía que cuando su sumisa se le arrodillaba y le imploraba, ella se sentía poderosa y eso hacía que sus bragas se mojaran mucho.

Al llegar al apartamento, Emilio pasó confiado, ella pensó en un buen castigo y cuando lo tuvo se sonrió.

-Desnúdate.

Emilio sonrió de vuelta y se acercó a Alba para besarla pero ella se apartó, él ignoró aquel acto y comenzó a desnudarse lentamente. Alba fue hacia su habitación y le hizo una seña de que se quedara allí, él obedeció. Sacó de su closet el conjunto con el que le gustaba domar, corsé rojo con medias de liguero. Se puso todo aquello y salió para encontrarse a Emilio ya desnudo, él pensó que ella iría directo a él pero lo que hizo fue dirigirse al sofá confundiéndolo

-Trae tú cinturón.

Aquella orden lo confundió aún más ¿Sería capaz ella de castigarlo o acaso quería recordar viejos tiempos?

Emilio muy confundido llevó su cinturón del suelo hasta el sofá y miró cómo Alba era ahora la que se encontraba en el sofá sentada golpeando sus piernas para que se acostara boca abajo sobre ellas. El chico lo consideró, pero sí un castigo era lo que necesitaba para recuperar su relación, estaba dispuesto a aceptarlo, ya sé la cobraría después.

Se acosto sobre las piernas de su novia y ella tomó el cinturón con maestría cuando el primer impacto llegó, el segundo y el tercero no tardaron mucho en aparecer logrando que su culo ardiera y le quemara luego del décimo.

-Por favor Alba- dijo con la respiración cortada- Ya no puedo más, me duele.

El solo recibió otro azote con el cinturón como respuesta mientras jadeos de dolor salían de su boca sin parar. Luego de veinte azotes su instinto fue llevarse las manos al culo y sobarse, Alba lo dejo hacerlo solo para que descubriera que eso le ardería más en su situación.

-Agradéceme por tu disciplina.

-Gracias Alba ¿Ya estás contenta?

-De hecho no.

Alba volteó a Emilio haciendo que su trasero rojo y caliente quedara sobre sus piernas y ella pudiera ver su pene erecto, venoso y mojado tan excitado como pocas veces en su relación lo consiguió.

-¿Qué es esto? Parece que a alguien le gusta que lo castiguen.

-Alba solo lámelo y ya.

-Tengo otros planes amor.

Ella sacó de detrás de una almohada una jaula de castidad, Emilio la miró confundido sin saber para qué funcionaba aquel artefacto.

-¿A-Alba que es eso?

-Tú solo relájate.

La chica comenzó a colocarle la jaula encerrando sus testiculos y pene en una hebilla de acero inoxidable, Emilio jadeaba del dolor por estar tan erecto y sentir que esa cosa lo aprisionaba. Alba terminó colocándole el candado el cual guardó en su corsé y sonrió.

-Así me aseguraré que no me vuelvas a engañar.

Emilio entonces miró su encerrado pene y cayó en la cuenta de lo que era.

-Alba no seas ridícula, quítame esto ¿cómo vamos a follar hoy?

-No lo haremos- dijo encendiendo un cigarrillo- si quieres estar conmigo las cosas van a cambiar y sino, te quito esto y te vas para siempre de mi vida.

Él lo pensó, Alba había sido lo mejor que le pasó, lo olvido por la cotidianidad, pero era cierto. Luego del sexo con Verónica, sus pláticas se resumían a nada, ninguna chica jamás lo comprendió ni se interesó en sus gustos tanto como Alba, todas ellas una vez terminado el acto se iban, no como ella que se quedaba, lo abrazaba y le susurraba cosas bonitas al oído. Recordó que sus familias se conocen, que todos lo querían y que él la amaba con todo su corazón.

-Acepto, lo que quieras lo haré mi amor.

-Ya no me digas mi amor. Ahora soy tu ama- dijo usando su pecho de cenicero y Emilio quejándose por las brasas que llegaban a tocarlo.