El sueño más rico

Sólo soy capaz de sentir, en el sentido amplio de la palabra. Caricias, besos, roces, estremecimiento y humedad. No, en realidad no quiero despertar si con eso averiguo que esto no es real.

Entre la bruma del sueño un cálido aliento me roza. Apenas un suspiro capta mi oído, y mi cuerpo se gira aún inconsciente hacia él, como atraída por un imán. En el sueño, unos labios húmedos besan mi oreja, y me estremezco. Quiero despertarme y corresponder, pero mi cuerpo es más rápido que mi mente dormida. Todo resulta confuso, onírico. Sólo soy capaz de sentir, en el sentido amplio de la palabra. Caricias, besos, roces, estremecimiento y humedad. No, en realidad no quiero despertar si con eso averiguo que esto no es real. Las manos son mis ojos, con ellas descubro cada rincón de ese cuerpo que está pegado al mío, y mis labios degustan cada sabor suyo, paladeando algo mil veces conocido, y sin embargo, excitante como nunca.

Esto no puede ser un sueño. Siento algo que se desliza debajo de mi, suave, mojado y duro. Siento que la inconsciencia se desvanece y mis ojos se abren automáticamente. Ahí estás, mirándome, tan real como el latido de nuestros corazones al unísono. Me miras con deseo, mientras continúas con las caricias, mientras me comes. Noto que a cada embate, una oleada de sensaciones me invade: morbo, excitación, deseo, placer, plenitud, lujuria, y todos ellos liberados de cualquier pensamiento consciente que los guíe. Un auténtico buffet de sensaciones que campan a sus anchas por todo mi ser, que de repente se apiñan, se confunden entre ellas, hasta que se funden en un único y tremendo estallido que libera todo lo que llevo dentro con un gran suspiro agotado.

Te miro de nuevo, ya despejada y recuperando el aliento. Tu cabello está revuelto y me sonríes tiernamente. Te beso en los labios. Me encanta tu forma de despertarme.